domingo, 4 de septiembre de 2016

Silvina Ocampo. Cuentos. Volumen 2: Hombres animales enredaderas.


Hombres animales enredaderas

Al caer perdí sin duda el conocimiento. Sólo recuerdo dos ojos que me miraban y el último vaivén del avión, como si una enorme nodri-za me acunara en sus brazos. Así agradará a un niño que lo acunen. Cerré los párpados, vagué por mundos desconocidos. Después un ruido ensorde-cedor y luego un golpe seco me devolvieron a la reali-dad: el encuentro duro de la tierra. Después nada me comunicaba con esa tierra, salvo la sensación de una hoguera que se apaga y de-ja la ceniza gris parecida al silencio. No comprendo en qué forma su-cedió el accidente: que yo esté solo en esta selva con los víveres y que no quede ningún rastro a la vista de la máquina donde viajé, me desconcierta. Alguien vendrá a buscarme, confío en la astucia de los aviadores que, más que buscarme a mí y a los demás tripulantes y pasajeros, buscarán la máquina. Me en-contrarán por casualidad; la casualidad existe y a veces conviene. Estas provisiones, cuidándo-las, alcanzarán para veinte días. Mi cálculo podría ser inexacto.
Además algún roedor, algún pájaro o una bestia cualquiera po-drían de-vorar los víveres que no están adecuadamente envasados; entonces, mi dieta se reduciría considerablemente. Me quedarían, asimismo, las con-servas y las galletitas con gusto a cartón que es-tán en latas, el lomito ahumado, las lengüitas, los dátiles y las ci-ruelas, las repugnantes cas-tañas de Cajú, el maní.
Pero aquellos ojos, ¿dónde estarán?.
Veinte días es mucho, es casi un mes. Víveres para veinte días, ¿qué más puedo pedir?. Compartirlos. ¿me será dada esa felicidad?. No sé dónde leí que algunos monjes se alimentaban durante mucho tiempo de dos o tres dátiles por día. Las botellas de vino también me ayudarán a mantenerme sano y fuerte.
Pero aquellos ojos que me miraban, ¿qué beberán?.
A ningún animal le interesa tomar vino, ¿por qué será?. Y ha-blando de
animales, pienso en la posible existencia de fieras.
Oigo a veces crujir las ramas y me parece que hay olor a fiera, pero en-tiendo que si doy curso a mis cavilaciones me volveré loco, y entonces me echo de bruces en la tierra, la beso y trato de imaginar un mundo de corderos, como en las estampas de primera comunión, y de maripo-sas, como en los libros de lectura infantil. Mi cama es tan cómoda que después de haber dormido ocho horas, me despier-to plácidamente cre-yendo que estoy en casa. Extiendo el brazo y con mano segura, trato de encender la lámpara de mi mesa de luz; me demoro un rato en esa ilusión. Si la noche está muy oscura, me apresa una gran angustia, pe-ro si hay luna, contemplo la luz que brilla en las hojas de los árboles y en los troncos cubiertos de mus-go y me imagino que estoy en un jardín bien cuidado. Me tranquili-za esta imagen tan tonta en realidad, ya que siempre preferí la sel-va a un jardín civilizado. Por eso mismo andaba siempre despeina-do, me dejaba crecer la barba y, a veces, el aseo de mi ropa no era impecable. Ahora que estoy rodeado de una vegetación que se ex-pande al azar, ¿preferiría estar rodeado de las más disciplinadas plantas? No, de ningún modo. Todos mis pensa-mientos me llevan a la ciudad que odié; a los alrededores de la ciudad que desprecié. Re-cuerdo con rencor su olor a nafta, a naftalina, a far-macia, a sudor, a vómito, a pies, a sótano, a viejo, a insecticida, a min-gitorio, a re-cién nacido, a escupitajo, a excrementos, a cocina. No cometo la equivocación de redimir la imagen de la ciudad con la imagen de las personas queridas. Trato de no echar de menos ni la letrina ni el la-vatorio. Me acostumbro a esta vida. Uno se acostumbra a todo, me decía mamá y tenía razón.
No conozco el clima de este sitio; eso sí, me molesta un poco mi igno-rancia. Sería difícil conocerlo sin nada que me oriente: ni baró-metro, ni indicación geográfica, ni estudios botánicos ni climáticos. Por culpa de una tormenta el avión tuvo que cambiar de rumbo, de modo que no sé ni siquiera aproximadamente dónde cayó. Podría consultar el cielo, pero tampoco entiendo mucho de estrellas, temo equivocarme. Creo que es-te lugar es húmedo porque hay ciertas lia-nas y cierta variedad de ma-dreselvas que crecen en lugares húme-dos. No sé si el calor que siento es del trópico o simplemente del ve-rano. Hay bajo los árboles ciertos helechos que se amontonan entre el musgo.
¿De qué color eran aquellos ojos?. Del color de las bolitas de vi-drio que yo elegía, cuando era chico, en la juguetería.
De noche hay luciérnagas y grillos ensordecedores. Un perfume suave y penetrante me seduce, ¿de dónde proviene?. Aún no lo sé. Creo que me hace bien. Se desprende de obres o de árboles o de hierbas o de raíces o de todo a la vez (¿no será de un fantasma?); es un perfume que no aspiré en ninguna otra parte del mundo, un per-fume embriaga-dor y a la vez sedante. Husmeando como un perro ¿me volveré perro?, estrujo las hojas, las hierbas, las flores silves-tres que encuentro. Estu-dio las hojas para averiguar si ese perfume emana de ellas. Arranco y pruebo la corteza de los árboles. Final-mente he descubierto lo que per-fuma el aire con tanta vehemencia: es una enredadera, tal vez de flores insignificantes. Nada en su as-pecto la distingue de las otras, salvo su impetuoso follaje. Mientras la miro me parece que crece. Me alimento metódicamente de acuer-do con el cálculo de cantidades diarias que me he propuesto comer para que los alimentos me alcancen hasta la llega-da del avión o del helicóptero que espero de los hombres y de Dios. Como varias veces por día pequeñas dosis de alimentos. Hay algunas frutas silvestres que enriquecen mi dieta. Soy una porquería. ¿Por qué me cuido tan-to?. No hace ni un mes que pensaba suicidarme; ahora metódica-mente me alimento, trato de descansar, como si cuidara a un niño. Hay personas que tardan mucho en saber quiénes son. El canto de los pájaros a mediodía (lo que yo calculo que es el mediodía) se vuel-ve ensordecedor. Hubiera podido fabricar una honda con elásticos que tengo en la cintura de mi anorak y dos ramas que he recortado. ¿Para qué cazar un pájaro?, me pregunto. Lo natural sería matarlo y comerlo. No podría. Mi voluntad se debilita, tal vez. Duermo mu-cho. Cuando me despierto, saco fotografías de los árboles, de mi ma-no, de mi pie, del follaje, pues ¿qué otras fotografías podría sacar?. No tengo disparador automático para fotografiarme. Además no sé si mi cámara fotográfica funciona, porque ha recibido un golpe. En algunos momen-tos pronuncio mi nombre varias veces, dando a mi voz tonalidades di-ferentes. ¿Tendré miedo de olvidarlo?. Descubro que hay un eco en el bosque. Nada me da tanto miedo. A veces oigo, o creo oír, el motor de un avión: entonces miro el cielo desesperada-mente.
¿Dónde estarán aquellos ojos que me miraban tanto?. ¿De qué conver-sarán?. ¿Habrán caído al mar atraídos por su propio color?. ¿Si llegaran de improviso?.
Poco a poco me acostumbro a esta vida. Prefiero dormir, es lo que hago mejor, a veces demasiado. Si una fiera me atacara duran-te mi sueño no podría defenderme y cometo todos los días la impru-dencia de dormir profundamente a la hora de la siesta; es claro que no sé a ciencia cierta cuándo es la hora de la siesta, porque mi reloj se ha parado y por primera vez he perdido la noción del tiempo. A través de tantos árboles la luz del sol me llega indirectamente. Des-pués de perder el hilo de la hora, si así puede decirse, difícil sería orientarme de acuerdo con esa luz. No sé si es otoño, invierno, pri-mavera o verano. ¿Cómo podría saberlo si no sé en qué sitio estoy?. Creo que los árboles que me rodean son de hojas perennes. No me atrevo a aventurarme por el bosque: podría perder mis provisiones. Ésta ya es mi casa. Las ramas son mis perchas. Extraño mucho el jabón y el espejo, las tijeras y el peine. Empieza a preocuparme la cuestión del sueño, me parece que duermo casi todo el tiempo y creo que las culpables son estas flores que perfuman tanto el aire. El as-pecto anodino que tienen, engaña: forman una glorieta que observándola bien es diabólica. Vanamente las arranco de la tierra: vuelven a crecer con más ímpetu. Traté de destruir algunas enterrándolas, pero no tengo herramientas para cavar la tierra y me serví de un trozo de madera chato, cuyo manejo me resultó engorroso. Pobre Robinson Crusoe, o más bien dicho, feliz Robinson Crusoe que sabía desempeñarse en las tareas que impone la soledad. Yo no sirvo pa-ra una situación como ésta. Vanamente traté de destruir las flores, como estaba diciendo, pues muchas de ellas se trepan a los árboles y se pierden en la altura tapándome el cielo. No podría destruir con nada su perfume, ya que este lugar es como un cuarto cerrado. A ve-ces me he dormido observando una rama con dos o tres flores; al despertar he advertido que la misma rama ya tenía nueve flores más. ¿Cuánto tiempo yo habría dormido?. No lo sé. Nunca sé el tiem-po que duermo, pero su-pongo que duermo como en los días en que llevo una vida normal. ¿Cómo en ese tiempo tan corto han podido florecer tantas flores? Si pienso en estas cosas me volveré loco. Ob-servo la flor culpable de mi sueño: es como una campanilla, y es dul-ce (la he probado). Las ramas en que brota van tejiendo extrañas ca-nastitas. Nunca observé una en-redadera tan de cerca. Se enrosca en troncos y en ramas, con un tejido tan apretado que a veces resulta imposible arrancarla. Es como un fo-rro, como una cascada, como una serpiente. Sedienta de agua, busca mis ojos, se aproxima. Aho-ra tengo miedo de dormir. Tengo pesadillas. Ya van varias noches que sueño lo mismo: la madreselva me confunde con un árbol y co-mienza a tejer alrededor de mis piernas una red que me aprisiona. No creo que estoy mal de salud. Creo, por lo contrario, que estoy perfectamente bien. Sin embargo, este estado de somnolen-cia no pa-rece tan normal. A veces me pregunto: ¿no habré perdido to-talmen-te la noción del tiempo?. ¿Duermo más de lo que es habitual para un ser humano, o creo que duermo más?. ¿Es el perfume que me da sue-ño?. A la hora en que más se expande, empiezo a parpadear, se me cierran los ojos, y caigo en un letargo que al despertar me asusta. El progreso que hace la enredadera sobre el árbol fue durante unos días mi reloj. Como una tejedora iba tejiendo sus puntos alrededor de cada rama. Al despertar, por los nudos que había hecho yo podía calcular el tiempo de mi sueño, pero ahora, últimamente, se apre-sura. ¿Soy yo o el tiempo?. Pasar de una idea a la otra sin orden al-guno, es una de mis características actuales, pero la verdad es que nunca dispuse de tanto tiempo ni de tanta inactividad física. Jamás creí que me encontraría en una situación semejante. La abstinen-cia, además, me causó siempre horror. Ayer ¿sería ayer ayer? bebí dos botellas de vino para desqui-tarme, y después de vagar por el bosque, embriagado, caí dormido no sé por cuánto tiempo.
Soñé que decía: ¿Dónde estarán aquellos ojos que tanto me mi-raban?. ¿Qué beberán?. Hay personas que son manos; otras, bocas; otras, ca-bellera; otras, pecho donde uno se recuesta; otras, cuello; otras, ojos, nada más que ojos. Como ella. Trataba de explicárselo cuando íbamos en el avión, pero ella no entendía. Entendía sólo con los ojos y pregun-taba: "¿Cómo? ¿Cómo dice?".
Desperté lejos de los víveres creyendo que jamás volvería a en-contrarlos. Me amonesté cruelmente. Tuve discusiones conmigo mismo. Volví guiado por una gracia divina, sin duda, al lugar de sal-vación: mis alimentos. ¡Qué ironía de la suerte!. ¡Depender de ali-mentos cuando me jactaba entre los hombres de poder pasar veinte días ayunando y me reía de las huelgas de hambre!. Ahora, por un dátil o por una re-pugnante castaña de Cajú, vendería mi alma. Sin duda todos los hom-bres son iguales y reaccionarían del mismo mo-do. No me muevo, estoy encerrado como en una celda. No supuse que celda y selva se parecie-ran tanto, que sociedad y soledad tuvie-ran tantos puntos de contacto. Dentro de mi oreja un millón de vo-ces discuten, se enemistan, se dedi-can a destruirme. Tra ra ra ra ra estoy harto.
Dios mío, que me sea dado no olvidarme de aquellos ojos. Que el iris viva en mi corazón como si mi corazón fuese de tierra y el iris una plan-ta.
Esas voces contradictorias (volviendo a las voces que siento den-tro de mi oreja) se dedican a destruirme.
Amaos los unos a los otros. Nunca me resultó tan difícil seguir ese pre-cepto. Asimismo no hay que despreciar la soledad. Un día el mundo se poblará tanto, que mi actual guarida no será solitaria. Pensar en trans-formaciones me da vértigo. Con los ojos cerrados pienso todos esos disparates y es una imprudencia: la enredadera aprovecha mi descuido para treparse por mi pierna izquierda, teje una red minuciosa en cada dedo de mi pie. El dedo más chiquito me hace reír. Con qué artimaña lo envuelve. No hablemos del dedo gor-do que parece un hisopo. La enre-dadera avanza rápidamente en su trabajo con distintos métodos: para los dedos chicos de mi pie utili-za simplemente un punto que se parece mucho a los barrotes de las sillas de mimbre modernas, para superfi-cies grandes utiliza una amalgama extraña de arabescos que imitan los asientos plásticos de los automóviles. Arranco de mi pie la trenza con cierta dificultad. Recuerdo una enredadera de mi casa que se llama enamorada del muro, y que tiene patitas con garras que se adhieren a los muros. Recuerdo haber arrancado, de niño, algunas ramas y haber sentido la resistencia de la planta en cada una de las hojas como gati-tos que no quieren soltar su presa. Esta enredadera no tiene patitas como la enamorada del muro. Mayor es su mérito. Infatigablemente va tejiendo y tejiendo lazos. ¡Pobres árboles, pobres plantas que caen bajo sus garras!. Dichoso el árbol que es apenas sensitivo. Se lo decía a al-guien (por quien ya no siento ningún amor) para conmoverla. Me quedó el verso. No estoy tan seguro de ese apenas sensitivo. De noche me parece que oí a los árboles quejarse, abrazarse, rechazar-se o suspirar, arrodillarse frente a otros de su familia o de otros que habían sucumbi-do bajo la enredadera. Ingresé en este mundo vege-tal desconociéndolo totalmente. El único árbol que conocí, fuera del sauce, se entiende, fue la tipa. Una vez mamá dijo al cruzar la pla-za San Martín:
-¡Qué lindas tipas! -pasaban en ese momento dos mujeres ho-rribles y me reí.
-¿De qué te reís? -protestó mamá mirando el follaje de las ti-pas y aña-dió-: ¿Acaso ahora no se puede admirar ni los árboles? -¿Qué árboles? -interrogué.
-Las tipas, ignorante. Todavía no sabés lo que son las tipas. -¡Ah!, las tipas -respondí con debido asombro-, "yo creí que hablabas de las ti-pas".
-Ya no sabés ni hablar. Tendrías que irte a la selva para hablar con los monos.
Pobre mamá, cómo se habrá arrepentido del insulto. A veces me desve-la ese recuerdo pero no puedo evitarlo. Miro en la oscuridad las tipas. Tenían flores amarillas: el vestido de mamá parecía más celeste. ¿Y yo tendré siempre mi cara gris de Buenos Aires?.
¿Qué mirarán aquellos ojos?.
Cara de pan crudo, decía la modista que venía a coser para mis herma-nas en casa y que siempre pensaba que yo tenía doce años cuando ya había cumplido los veinte. ¡Qué opio tener veinte años!. No extraño mi casa; eso sí que no, pero un espejo es una compañía, mala o buena, como todas las compañías, y allí tenía mi espejo re-dondo como una lu-na. He dormido esta vez más que todas las otras veces, más que el día de la borrachera; es claro que no puedo estar seguro de no equivocar-me.
¿Dónde estarán aquellos ojos?. ¿Los estaré olvidando?. No recuer-do muy bien la forma del lagrimal.
A veces uno duerme cinco minutos y parecería que ha dormido toda una noche. Me dormí al atardecer, me desperté con una luz de atarde-cer. ¿Habría dormido cinco minutos?. Pero tengo una prueba contun-dente de que no fue así: la enredadera tuvo tiempo de tejer su trenza alrededor de mi pierna izquierda y de llegar hasta el mus-lo; ¡la tiene con mi pierna izquierda!. Como si no fuera bastante hi-zo otro tanto con mi brazo izquierdo. Esta vez la arranqué con ma-yor dificultad pero con menos urgencia que la vez anterior, dicién-dole animal, como a una de mis amigas que siempre me embroma. He resuelto cambiar de guarida. Cargo mis víveres y me mudo en busca de un sitio sin enredaderas pero no lo encuentro y la camina-ta me cansa. A veces pienso que han pasado varios años y que soy viejo; pero si fuera así no me quedarían provisiones. Ahora me que-dé en un lugar tal vez peor, pero no tengo ánimo para volver sobre mis pasos. Toda esta selva es una enredadera. ¿Para qué preocupar-me?. Hay que preocuparse sólo por lo que tiene solución. El perfume seguirá embriagándome, dándome sueño. La enredadera seguirá haciendo sus trenzas. Ahora raras veces me despierto sin que haya tejido alguna trenza alrededor de mi brazo o de mi pierna. Ayer no más, se trepó a mi cuello. Me fastidió un poco. No es que me diera miedo, ni siquiera cuando se me enroscó alrededor de la lengua. Re-cuerdo que al soñar grité y abrí imprudentemente la boca. Es extra-ño. Nunca pensé que una enredadera podía introducirse tan fácil-mente adentro de mi boca.
-Anormal. ¿Qué te has creído?. Uno no se puede fiar de nadie -le dije-.
Me hace gracia porque pienso en la risa que les va a dar a mis amigos esta anécdota. No me creerán. Tampoco creerán que no pue-do estar ociosa. Últimamente trato de tejer trenzas como la enreda-dera alrede-dor de las ramas: es un experimento bastante interesan-te, pero difícil. ¿Quién puede competir con una enredadera?. Estoy tan ocupada que me olvido de aquellos ojos que me miraban; con mayor razón me olvido hasta de beber y de comer. ¡Variable género humano!. Envolví la lapi-cera en mis tallos verdes, como las lapice-ras tejidas con seda y lana por los presos.

sábado, 3 de septiembre de 2016

Silvina Ocampo. Cuentos Completos tomo I.


Silvina Ocampo (1903-1993) nació en Bue-nos Aires. Desde joven estudió dibujo y pintura; uno de sus maestros fue Giorgio De Chirico. Publicó por primera vez en 1937 (Viaje olvidado). En 1940 se casa con Adolfo Bioy Ca-sares y ese mismo año compila con éste y con Borges una Antología de la literatura fantástica. Sus poemas y cuentos aparecieron en la revista Sur que dirigía su hermana Victoria. Entre más de veinte obras publicadas vale recor-dar: Enumeración de la patria (poemas), Los que aman, odian (novela policial en cola-boración con Bioy, Emecé, 1945) y Los traidores (teatro, en colaboración con J. R. Wilcock). Recibió el Premio Munici-pal de Poesía y el Primer Premio Nacio-nal de Poesía. Realizó numerosas tra-ducciones del inglés y el francés y, a su vez, fue traducida a varios idiomas.

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"Como el Dios del primer versículo de la Biblia, cada escritor crea un mun-do. Esa creación, a diferencia de la divina, no es ex nibilo; surge de la me-moria, del olvido que es parte de la memoria, de la litera-tura anterior, de los hábitos de un len-guaje y, esencialmente, de la imagina-ción y de la pa-sión. [...] Silvina Ocampo nos propone una realidad en la que con-viven lo quimérico y lo casero, la cruel-dad minuciosa de los niños y la recatada ter-nura, la hamaca paraguaya de una quinta y la mitología. [...] Le importan los colores, los matices, las formas, lo convexo, lo cóncavo, los metales, lo ás-pero, lo pulido, lo opaco, lo traslúcido, las piedras, las plantas, los ani-males, el sabor peculiar de cada hora y de cada es-tación, la música, la no menos misteriosa poesía y el peso de las almas, de que ha-bla Hugo. De las palabras que podrían definirla, la más precisa, creo, es genial."
Jorge Luis Borges

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"Los personajes de Silvina Ocampo callan con gusto [...] y cuando escriben, es pa-ra crear otra oscuridad, para tramar una impostura; más aún: para confirmar el carácter de impostura de todo lo demás. Pero si la escritura aporta más sombra que luz, es justamente por la conciencia que ella tiene de esta sombra que cum-ple con su misión reveladora. [...] La fuerza de esta ferocidad sutil reside en su tranquilidad y su impasibilidad mismas, idénticas a las de los niños, al punto de no excluir una mirada limpia y una son-risa ligera. Una ferocidad que jamás se separa de la inocencia: inocencia másca-ra de la ferocidad, o ferocidad máscara de la inocencia. [...] hay un mundo fe-menino en el cual Silvina Ocampo se de-senvuelve como en un continente ocul-to, un laberinto de prisiones individua-les que rodea y condiciona todo lo que parece simple y evidente en las relacio-nes humanas, prisiones que el egoísmo edifica alrededor de nosotros mismos.
Italo Calvino
Fuente:
EMECÉ EDITORES

PRIMERA EDICIÓN – BUENOS AIRES 1999

viernes, 2 de septiembre de 2016

Jorge Luis Borges. Poesía. LUNA DE ENFRENTE. (1925). Final del poemario.



DAKAR

  Dakar está en la encrucijada del sol, del desierto y del mar.
  El sol nos tapa el firmamento, el arenal acecha en los caminos, el
  [mar es un encono.

  He visto un jefe en cuya manta era más ardiente lo azul que en el
  [cielo incendiado.

  La mezquita cerca del biógrafo luce una claridad de plegaria.
  La resolana aleja las chozas, el sol como un ladrón escala los muros.
  África tiene en la eternidad su destino, donde hay hazañas,
  [ídolos, reinos, arduos bosques y espadas.

  Yo he logrado un atardecer y una aldea.

  LA PROMISIÓN EN ALTA MAR

  No he recobrado tu cercanía, mi patria, pero ya tengo tus estrellas.
  Lo más lejano del firmamento las dijo y ahora se pierden en su
  [gracia los mástiles.

  Se han desprendido de las altas cornisas como un asombro de
  [palomas.

  Vienen del patio donde el aljibe es una torre inversa entre dos
  [cielos.

  Vienen del creciente jardín cuya inquietud arriba al pie del muro
  [como un agua sombría.

  Vienen de un atardecer de provincia, lacio como un yuyal.
  Son inmortales y vehementes; no ha de medir su eternidad
  [ningún pueblo.

  Ante su firmeza de luz todas las noches de los hombres se
  [curvarán como hojas secas.

  Son un claro país y de algún modo está mi tierra en su ámbito.

  CASI JUICIO FINAL

  Mi callejero no hacer nada vive y se suelta por la variedad de la
  [noche.

  La noche es una fiesta larga y sola.
  En mi secreto corazón yo me justifico y ensalzo.
  He atestiguado el mundo; he confesado la rareza del mundo.
  He cantado lo eterno: la clara luna volvedora y las mejillas que
  [apetece el amor.

  He conmemorado con versos la ciudad que me ciñe
  y los arrabales que se desgarran.
  He dicho asombro donde otros dicen solamente costumbre.
  Frente a la canción de los tibios, encendí mi voz en ponientes.
  A los antepasados de mi sangre y a los antepasados de mis sueños
  [he exaltado y cantado.

  He sido y soy.
  He trabado en firmes palabras mi sentimiento
  que pudo haberse disipado en ternura.
  El recuerdo de una antigua vileza vuelve a mi corazón.
  Como el caballo muerto que la marea inflige a la playa, vuelve a
  [mi corazón.

  Aún están a mi lado, sin embargo, las calles y la luna.
  El agua sigue siendo grata en mi boca y el verso no me niega su
  [música.

  Siento el pavor de la belleza; ¿quién se atreverá a condenarme si
  [esta gran luna de mi soledad me perdona?


  MI VIDA ENTERA

  Aquí otra vez, los labios memorables, único y semejante a vosotros.
  He persistido en la aproximación de la dicha y en la intimidad de
  [la pena.

  He atravesado el mar.
  He conocido muchas tierras; he visto una mujer y dos o tres
  [hombres.

  He querido a una niña altiva y blanca y de una hispánica quietud.
  He visto un arrabal infinito donde se cumple una insaciada
  [inmortalidad de ponientes.

  He paladeado numerosas palabras.
  Creo profundamente que eso es todo y que ni veré ni ejecutaré
  [cosas nuevas.

  Creo que mis jornadas y mis noches
  se igualan en pobreza y en riqueza a las de Dios y a las de todos
  [los hombres.


  ÚLTIMO SOL EN VILLA LURO

  Tarde como de Juicio Final.
  La calle es una herida abierta en el cielo.
  Ya no sé si fue un Ángel o un ocaso la claridad que ardió en la
  [hondura.

  Insistente, como una pesadilla, carga sobre mí la distancia.
  Al horizonte un alambrado le duele.
  El mundo está como inservible y tirado.
  En el cielo es de día, pero la noche es traicionera en las zanjas.
  Toda la luz está en las tapias azules y en ese alboroto de chicas.
  Ya no sé si es un árbol o es un dios, ese que asoma por la verja
  [herrumbrada.

  Cuántos países a la vez: el campo, el cielo, las afueras.
  Hoy he sido rico de calles y de ocaso filoso y de la tarde hecha
  [estupor.

  Lejos, me devolveré a mi pobreza.

  VERSOS DE CATORCE

  A mi ciudad de patios cóncavos como cántaros
  y de calles que surcan las leguas como un vuelo,
  a mi ciudad de esquinas con aureola de ocaso
  y arrabales azules, hechos de firmamento,
  a mi ciudad que se abre clara como una pampa,
  yo volví de las viejas tierras antiguas del Occidente
  y recobré sus casas y la luz de sus casas
  y la trasnochadora luz de los almacenes
  y supe en las orillas, del querer, que es de todos
  y a punta de poniente desangré el pecho en salmos
  y canté la aceptada costumbre de estar solo
  y el retazo de pampa colorada de un patio.
  Dije las calesitas, noria de los domingos,
  y el paredón que agrieta la sombra de un paraíso,
  y el destino que acecha tácito, en el cuchillo,
  y la noche olorosa como un mate curado.
  Yo presentí la entraña de la voz las orillas,
  palabra que en la tierra pone el azar del agua
  y que da a las afueras su aventura infinita
  y a los vagos campitos un sentido de playa.
  Así voy devolviéndole a Dios unos centavos
  del caudal infinito que me pone en las manos.

Fuente:
Fuente:
PRIMERA EDICIÓN VINTAGE ESPAÑOL, SEPTIEMBRE 2012.


 

jueves, 1 de septiembre de 2016

Alejandra Pizarnik & León Ostrov Cartas. No.14.


 Carta N.º 14
Querido León Ostrov:
Le escribo desde Capri, en un café rodeado de barcas dentro de un mar sólo azul y bajo un cielo muy puro. Estuve tres días en Roma —siguiendo su consejo— y me enamoré de sus calles. Y me prometí volver por más tiempo. Ahora estoy en Capri —es mi primer día— y me siento descontenta… El mes pasado anduve tan cansada que no tuve fuerzas para elegir un lugar donde pasar mis vacaciones (1 mes). Siguiendo el consejo de mi prima, estudiante de medicina, he venido a Capri por el Club Mediterranée, una suerte de agencia de viajes con ciertas influencias de los campamentos israelíes pues en vez de hotel hay cabañas y los integrantes de cada contingente se manifiestan sumamente deseosos de hacer una vida comunitaria. Yo, más cansada que nueva, y sin poder hablar con nadie, cómo hablar con estos jóvenes que me recuerdan mi adolescencia idiota. Lo cierto es que estoy absolutamente exilada de la sociedad y recién ahora compruebo que no es una expresión vacía de sentido. Simplemente no tengo de qué hablar con ellos, no hay nada en común. Pero soy yo la que comprende, soy yo la que sabe. Esto es tan difícil de decir. Pero además no quiero hablar. Con nadie. Quiero ver claro en mí.
Ando con deseos de volver a mi casa (a Bs. As.). Razones de salud. Cada día me siento más cansada, más enferma (nada más que vértigos y fatiga). Me gustaría ir a descansar unos meses. Pero al lado de París o de Roma, qué haré en una ciudad tan fea como Bs. Aires. Pero no se vive en las calles. En fin, no sé cómo soportaré este mes de Capri no sólo por los imbéciles del club sino por las horribles playas. Otra cosa que me disgusta es el paisaje al estilo de las tarjetas postales clásicas. No hay duda, el surrealismo me hizo daño… No sé si le dije que me publicaron poemas en la N. R. F.[26] y en Lettres Nouvelles. En fin, estoy cansada y sufro de insomnio.
Lamento esta carta sin humor, sin nada. Estoy carente de fuerzas para más. Además, ahora me angustia esta mezcla de francés, italiano y español que uso para la vida diaria. Hablar varios idiomas es no hablar ninguno. No en vano Rimbaud dejó la poesía e inmediatamente se dedicó a los idiomas. Así yo ahora, negándome a hablar el español aún con los que lo saben. Hace como dos meses que no escribo poemas. Creo «conveniente» volver a descansar y a escribir.
Me gustaría decirle más. He mirado tanto y pensado y observado tanto estos días. Pero tal vez lo escriba, tal vez un cuento, una crónica sobre mi descubrimiento de lo idiota que puede ser la gente, que es. Y no obstante estoy triste por ello, por darme cuenta, yo sí y ellos no. Si sabiendo lo que sé no escribo poemas hermosos… En fin, conflictos de alguien sin vida personal.
Le escribiré de nuevo, desde aquí o en cuanto llegue. «Perdón por la tristeza». Abrazos para los tres,
Alejandra
Fuente:
Alejandra Pizarnik & León Ostrov, 2012

Edición de: Andrea Ostrov

Diseño de cubierta: Silvina Gribaudo

Editor digital: Titivillus

ePub base r1.2

miércoles, 31 de agosto de 2016

Jaime Torres Bodet. Grupo: Los Contemporáneos.


Jaime Torres Bodet, la fusión de la vanguardia y la tradición
 Libros, revistas y literatura
 Efemérides
Comunicado No. 578/2010
17 de abril de 2010
***Su obra poética se inscribe en la tradición de la modernidad, junto a López Velarde, González Martínez y Rubén Darío

***Como funcionario construyó escuelas y promovió la alfabetización y los Libros de Texto Gratuitos

***Conaculta recuerda el 108 aniversario del natalicio del artista y hombre de Estado, que se cumple este 17 de abril

Secretario de Educación en dos ocasiones, secretario de Relaciones Exteriores y director general de la UNESCO, Jaime Torres Bodet (17 de abril de 1902–13 de mayo de 1974) fue uno de los más destacados autores de su generación, sin embargo, su obra poética y narrativa es actualmente poco leída, y menos estudiada, en parte opacada por otros autores de su grupo literario, los Contemporáneos, como Salvador Novo, José Gorostiza y Xavier Villaurrutia.
Torres Bodet fue un humanista y estudioso de la literatura, poeta y ensayista; como político fue un verdadero hombre de Estado. Su labor en la alfabetización del país ha sido ampliamente reconocida, además modernizó nuestra política exterior durante los inicios de la Guerra Fría.

     Salvador Novo solía decir de Torres Bodet: “Jaime no ha tenido vida, desde pequeño ha tenido biografía”.


Apego a la tradición
Aunque fue parte del grupo de vanguardia artística en México, los Contemporáneos, como poeta, fue el más apegado a la tradición y las formas clásicas. Esta fidelidad a sus mayores: Tablada, López Velarde, González Martínez, Darío —coinciden los estudiosos de su obra— es la causa más probable del poco apego de los lectores actuales hacia su obra.

     Sobre el quehacer poético, el propio Torres Bodet escribió: “Rosa inmarcesible y luz sincera/ se ganan duramente, hora tras hora”, en la dedicatoria del libro Sin tregua.

     En Nunca escribió su propia definición: “Nunca me sentiré rey destronado/ ni ángel abolido, mientras viva,/ sino aprendiz de hombre eternamente”.

     Sobre su incansable labor acuñó esta frase: “la fe que puse en el fervor humano/ y en la eficacia del esfuerzo puro”, que podría leerse como la divisa de su vida.

     El doctor Leonardo Martínez Carrizales, investigador de la obra de Jaime Torres Bodet, es autor de El recurso de la tradición. Jaime Torres Bodet ante Rubén Darío y el modernismo (UNAM, 2007), un estudio realizado después de adentrarse en el archivo del poeta y funcionario.

     “El pensamiento poético de Jaime Torres Bodet”, escribe el investigador de la UAM, “se articula en torno de la condición ejemplar atribuida al poeta y de elevación y profundidad de su decir poético”.

     En los archivos del poeta, Martínez Carrizales rescató un texto donde el propio Torres Bodet habla del poco apego que sentía hacia la llamada poesía experimental: “Se ha llegado a exigir la sorpresa, por la sorpresa misma. Quieren muchos de los autores famosos de nuestros días que el lenguaje gobierne al hombre y no el hombre al lenguaje del que se sirve. De instrumento, el idioma ha pasado a ser hipnótico dictador. Y no son desdeñables, en algunos casos, las aventuras que logran varios ingenios bajo el efecto de aquella hipnosis, pródiga en sortilegios. La impaciencia, la prisa, el automatismo, leyes de nuestro tiempo, parecen incompatibles con la técnica lenta y lógica que normaba la expresión literaria, en la prosa tanto como en el verso”.

     El investigador opina en su estudio, que analiza el último tramo de la vida de Torres Bodet, cuando publicó la biografía Rubén Darío. Abismo y cima (1966), que “a muy pocos se les ha ocurrido considerar seriamente a Torres Bodet como un hombre perteneciente a un tiempo histórico y a un espacio social organizado de acuerdo con principios que ya no son los nuestros, a pesar de nuestra cercanía cronológica con la última etapa de su vida […] un tiempo y un espacio sustancialmente ajenos a nosotros” (65).

     “El anacronismo de su obra radica en su clasicismo. La irritante simetría del verso torresbodetiano opera en una suerte de museografía estilística, el testimonio de una estética que fue y pudo ser, pero que terminó arrollada por la fuerza vital y agónica de sus coetáneos”, asegura Ignacio M. Sánchez Prado en su reseña “Jaime Torres Bodet, poeta”, publicada en Letras Libres.

     “Siempre he pensado que lo mejor de una literatura se oculta en los rincones oscuros de la obra de sus escritores raros. Torres Bodet es un raro no sólo por ser el poeta menor de la mayor generación poética de México, sino porque su obra poética no ha encontrado lugar en la configuración canónica de la literatura mexicana”, concluye Sánchez Prado.


Diversas lecturas
En Protagonistas de la Literatura Mexicana (Lecturas Mexicanas, Segunda serie, No. 48, 1986), el crítico Emmanuel Carballo consigna la entrevista que tuvo con Torres Bodet en 1965, allí afirma que “desde el momento es que comienza a vivir los años de aprendizaje, Torres Bodet respeta la tradición, pero sabe aprovechar las lecciones de la modernidad cuando ésta no se opone a sus ideas acerca de la poesía y el poeta”.

     José Gorostiza escribió: “Cripta es un libro de un solo momento poético. De otra suerte no hubiesen sido posibles ni su unidad interior ni su perfecto equilibrio técnico”.

     En el texto “Los jóvenes poetas de México”, Xavier Villaurrutia señaló: “Jaime Torres Bodet es un poeta formado. Su pensamiento conciso, contenido, explica que no venga a romper nuestra tradición poética; antes bien a continuarla. La seguridad de su acento, su conciencia artística, lo han afirmado personal, trabajando dentro de formas arquitectónicas y fuera de ellas”.

     En la Antología de la poesía mexicana moderna, Jorge Cuesta escribió: “Poesía honda, fina, de matices, moderna (la de Torres Bodet). Tan pronto se nutre en abstracciones como se fija, de una manera directa, en las cosas. En una inquietud constante, va del pensamiento a la vida y de la vida a la técnica. Un zigzag en que el capricho tiene una mínima parte, aquella que le deja un arte profundo y verdadero”.

     Si esto era así en los años 30 y 40, para mediados de los años 60 el gusto y la lectura de la poesía habían cambiado radicalmente. Mendiola consigna las opiniones vertidas en las dos antologías más influyentes, ambas editadas en 1966.

     En el prólogo a Poesía en movimiento, Octavio Paz dice: “la mayor parte de los poetas de esta generación sufrieron, al comenzar, la influencia de González Martínez. Como el resto de sus compañeros, Jaime Torres Bodet la abandonó pronto pero, a diferencia de ellos, retuvo la sensibilidad mesurada que la animaba, meditabunda a ratos y en otros moralizante”.

     Monsiváis en La poesía mexicana del siglo XX escribió que, en la poesía de Torres Bodet, “sus maestros son Pedro Salinas y Enrique González Martínez. Del primero adopta las formas sencillas, la intención de levedad; del segundo acepta la idea de la literatura como exhortación...”.

     José Luis Martínez, quien fuera secretario del poeta, en entrevista con Javier Aranda Luna (Reforma, 1994) reconoció que hubo “una corriente de frialdad, de antipatía hacia su obra. Lo acusaron de burócrata, de no haber tenido vida privada sino oficial”.

     El propio Torres Bodet abordó el tema en sus memorias: “Siempre me he preguntado si es tan perjudicial para el escritor —según muchos lo afirman— el tener que ganarse el pan en menesteres distintos al de las letras. Sinceramente, yo no lo creo... Ofrece, además, el segundo oficio otro género de ventajas. Desde luego, obliga al autor a salir de sus abstracciones, a no ser autor incesantemente y a convivir con los demás hombres…”.


Al rescate de la prosa
En Protagonistas…, Emmanuel Carballo, pone suma atención a los ensayos biográficos que don Jaime dedicó a Balzac (1959), Tolstoi (1965), Darío (1966) y Proust (1967); también a su ensayo Tres inventores de realidad (sobre los novelistas del siglo XIX: Stendhal, Dostoyevski y Pérez Galdós), pues en ellos, el prosista usa lo que entendía como la virtud principal del crítico: “la capacidad de honradez en la admiración. Esto lo impone un elemental deber: el de la modestia”.

     También José Luis Martínez, en su momento, advirtió la valía de estos ensayos biográficos y también recomendó la lectura de la primera parte de las memorias de Torres Bodet, Tiempo de arena (1955), al que calificó como uno de sus mejores libros, pues “más que una autobiografía vital es, sobre todo, una biografía intelectual, una historia de su formación espiritual, por eso las páginas más hermosas de ese libro son las que narran la revelación de personalidades artísticas y literarias”.

     Y también su crítica de cine, la cual, recordó Martínez, “la hizo en los tiempo del cine mudo”, entre 1925 y 1926 en Revista de Revistas. Se firmaba Celuloide y la sección se llamaba Cinta de plata. El crítico y estudioso de los Contemporáneos, Luis Mario Schneider recogió estas reseñas en La cinta de plata. Crónica cinematográfica (UNAM, 1986).

     De sus novelas y relatos (siete volúmenes publicados entre 1927 y 1941), a los que Carballo considera de un estilo que “se aparta de la simplicidad sintáctica y de la ornamentación superflua”; un ya viejo y cansado Torres Bodet designó como meros “ejercicios” formales cuyo valor, si acaso, fue “la flexibilidad que pudieron proporcionar al estilo de sus autores, para acometer empresas más importantes, entonces sólo en promesa”. Este juicio lo llevó “a no insertar ni un solo capítulo de estos textos” en el volumen de Obras escogidas publicado en el FCE en 1961.

     Algunas de sus prosas se titulan: Margarita de niebla; La educación sentimental; Proserpina rescatada (1931), también Arte deshumanizado y Nacimiento de Venus y otros relatos (escritos entre 1928 y 1931, pero publicados en 1941). Sin embrago, el que más apreciaba Torres Bodet fue Sombras, publicado en 1937.


Biografía mínima
En la vida cultural de los años 20, Torres Bodet tuvo un papel protagónico, fue secretario de José Vasconcelos en la Universidad Nacional de México (1921), después lo acompaña a la Secretaría de Educación Pública (1922-1924), donde como jefe del Departamento de Bibliotecas, en 1922, organizó la revista El Libro y el Pueblo y varias bibliotecas populares. Más tarde fue coeditor de importantes publicaciones como Falange (1922-23) y Contemporáneos (1928-1931), publicación que daría nombre a su grupo literario.

     De 1922 a 1925 publicó siete volúmenes de versos (Nuevas canciones, Poemas, Biombos), de ellos seleccionó los mejores en Poesías (1926). De pronto, sin abandonar el verso, se entusiasmó por la prosa. Escribió ensayos (Contemporáneos, 1928) y la novela Margarita de Niebla (1927). Después vendrían sus poemarios de madurez Destierro (1930) y Cripta (1937); después Sonetos (1949), Fronteras (1954) y Trébol de cuatro hojas (1958), entre otros.

     Diplomático entre 1929 y 1943 (en Madrid, La Haya, París, Buenos Aires y Bruselas, donde lo sorprende, en 1939, la Segunda Guerra Mundial). A su regreso en México, subsecretario de Relaciones Exteriores (1940-1943); Secretario de Educación Pública con el Presidente Manuel Ávila Camacho (1943-1946); Secretario de Relaciones Exteriores con el Presidente Miguel Alemán (1946-1948), director general de la UNESCO (1948-1952); Embajador de México en Francia (1955-1958), Secretario de Educación Pública del Presidente Adolfo López Mateos (1958-1964).

     Como funcionario público, escribe Salvador Diego en su ensayo biográfico sobre el poeta, son innegables: “Cifras publicadas indican que en tan sólo dos años consiguió que un millón doscientos mil mexicanos aprendieran a leer y a escribir”. Añade que “su determinación es sólo es equiparable, como educador a la de Bassols y a la de Sáenz, y como diplomático a la Alfonso Reyes.

     En sus años en el Servicio Exterior y luego en la SEP, Torres Bodet se alejó de la prosa, no así del todo de la poesía: “La poesía cobró, en mí existencia, un significado sumamente distinto: se volvió acción”, le confesó a Emmanuel Carballo en la entrevista publicada en Protagonistas…

     A Torres Bodet no sólo se deben las masivas campañas de alfabetización, a mediados de años 40, y los Libros de Texto Gratuitos de la SEP (1959), sino la edificación del Conservatorio Nacional de Música, la Escuela Normal para Maestros, la Escuela Normal Superior, el Museo Nacional de Antropología, el Museo de Arte Moderno y la organización y adaptación de los museos de Arte Virreinal y de Pintura Colonial, entre otras acciones.

     La obra de Torres Bodet se puede leer en Obras escogidas (FCE, 1983) y El juglar y la domadora (Colmex, 1992).

Fuente:
http://www.cultura.gob.mx/noticias/libros-revistas-y-literatura/4083-jaime-torres-bodet-la-fusion-de-la-vanguardia-y-la-tradicion.html

martes, 30 de agosto de 2016

J. Méndez-Limbrick. Fragmento. Novela. EL LABERINTO DEL VERDUGO.

Novela: "El laberinto Del Verdugo". Premio Editorial Costa Rica 2009. Premio Nacional de novela: Aquileo J Echeverría 2010.

"Estaban en libertad. Escucharon en el silencio ruido de sirenas elevándose hasta el infinito. Miraron la ciudad desde un monte pelado, las luces del San José distante le corroyeron las entrañas a Henry, un enorme gusano sitiado en el hígado resurgía con más fuerza y odio por los seres de la noche.
Ossorio no preguntó, solo se quedó mirando a Henry con los ojos desorbitados, parpadeantes; pensó entonces que la conspiración que contó Henry no era fábula o invención de un desquiciado.
En adelante Ossorio se convertía en la sombra de Henry, y se transmutaba de viejo parlanchín y del parloteo de todas las noches en el sanatorio a un promotor de silencios absolutos.

***

Caminaron en la oscuridad de la noche, atraídos hacia las luces mortecinas de la ciudad lo mismo que insectos torpes buscando la flama de la candela. Miraron las siluetas de los altos edificios recortados en niebla.
El aliento de la noche le arrancó la memoria de la huida a Henry, ya no pensó en el escape, tenía que pensar cómo llegar a donde su amigo en la Torre del Pacífico... Debía pensar deprisa porque a la mañana siguiente saldrían en los periódicos fotos en primera plana de los asesinatos. A mansalva los periodistas tendrían el visto bueno de las autoridades judiciales para que deformaran los acontecimientos de la huida. Jalonearían los hilos de la opinión pública de arriba abajo con tal de encontrarlos. Era un viejo truco que la mayoría de las ocasiones funcionaba: se inventaba alguna historia violenta que acabaría con las ilusiones de cualquier prófugo, y entonces las personas colaboraban para la caza del delincuente. Henry supuso que en el caso suyo no se tenía que hacer un gran esfuerzo de invención. Eran ciertos los homicidios... ¡Bastaría con un resumen de quién era el asesino de las putas años atrás!

***

Decidieron tomar el metro periférico para llegar a la Zona Fantasma; buen plan o no, era el único que tenían a mano.
El metro corrió a gran velocidad a modo de la prostituta, que con ademanes frívolos se desnuda para terminar rápido el negocio y no porque desea tener sexo con el cliente, así el metro periférico enseñaba con obscena malicia y perversión los lugares de San José olvidados por los ciudadanos del día: en algunas de las estaciones se observaban grupos de pordioseros consumiendo droga en rincones, en otros sectores los pordioseros y los niños de las calles dormían en cartones sucios...
Y más allá de las estaciones, bordeando con el metro las Zonas del Pacífico, todo estaba idéntico al año que Henry fue internado, nada cambiaba: prostitutas en las esquinas, viejas travestis reunidas en un aquelarre peleaban por zonas territoriales contra las verdaderas muñecas de la noche: los nuevos travestis, jovencitos de quienes cualquiera tenía que afinar bien el ojo para no caer en el error de una compañía no deseada.
En otros ramales del metro pudo observar a jóvenes pordioseros recorriendo en jaurías hacia los asaltos promisorios de bombas de gasolina o de mercados abiertos las 24 horas.

Descendieron por ramales del metro, llegaron a estaciones subterráneas para luego emerger paralelos a las autopistas.
Bordearon los Hatillos, pasaron por la Sabana, dieron un vistazo al Valle de las Muñecas y llegaron hasta San Pedro de Montes de Oca para reiniciar las visitas a las zonas pétreas de San José: la Zona Fantasma, la Zona del Pacífico y la Zona del Vampiro.
En la estación Bartolo Díaz, Ossorio tiritaba de frío, en la huida del psiquiátrico tenían que pasar a nado el lago de los nenúfares y escalar con cuerdas la enorme tapia, llegar a los laberintos y más tarde a los Ninfeos y a partir de ese momento ninguno de los dos recordaba los detalles de la huida.

***

Al llegar a la Torre del Pacífico Henry levantó la mirada al gigante inservible que envejecía.
El Gran Archivero de la Noche, el archivero de las memorias olvidadas, lo estaba esperando en el mezanine. Al mirar a Ossorio no dijo nada, nomás una simple mueca de curiosidad porque Henry le había comentado que si escapaba, sería sin ayuda.
Era al único ser mortal al que confiaba el escape por medio de correos electrónicos.
Antes de entrar a las entrañas de la Torre del Pacífico miró por segunda vez al gigante desde la base: una bruma granate reflejo de las luces neón coronaba al cíclope.
El Gran Archivero de la Noche dijo que le daba gusto verlo, también saludó a Ossorio que continuaba mudo porque algo o alguien le extirpaba el miembro del habla. Se introdujeron en un pasillo semioscuro. Plafones quebrados dejaban al descubierto sus entrañas iluminadas por unos bombillos de 25 candelas.
No era la primera vez que Henry se internaba por los pasadizos del gigante inservible, ya lo hacía en otra ocasión pocos días antes que lo encontraran en San José de la Montaña con la prostituta muerta a su lado y en un baño de sangre.

Avanzaron, el Gran Archivero de la Noche iba delante varios metros de ambos, en silencio abría sombras con una lámpara que iluminaba lo necesario para que nadie tropezara, y Henry aprovechaba para comentarle a Ossorio (que continuaba en mudez total) parte de la historia del Gran Archivero de la Noche. Le explicó que el Gran Archivero de la Noche vivía en la Zona Fantasma hacía décadas, que era un ex convicto comedor de opio y fanático del láudano, que purgaba una condena por un homicidio violento y que al cumplir la media pena lo trasladaron a un centro de confianza y de ahí a la Torre del Pacífico bajo la vigilancia de las autoridades del Instituto Nacional de Criminología para un proyecto de reorganización de los archivos de la nación. Al terminar Henry de hablar, se dijo para sí que tenía dos aliados en contra de Julián Casasola Brown".

lunes, 29 de agosto de 2016

Antonieta Rivas Mercado. Grupo: Los Contemporáneos.

(En la gráfica: Antonieta Rivas Mercado con el poeta granadino Federico García Lorca).
Comunicado No. 1686/2014
23 de septiembre de 2014
La exhibición es organizada por el Conaculta, a través de la Biblioteca de México, en coordinación con la Fundación Rivas Mercado A.C
En el marco de la exposición, se presentará el libro Antonieta Rivas Mercado, Diario de Burdeos, Edición crítica y se ofrecerá la conferencia "El Ángel y el Águila”, el 9 y 16 de octubre, respectivamente
Antonieta Rivas Mercado es un personaje histórico del siglo XX mexicano. Dedicó su vida al apoyo y promoción del arte y la cultura en México. Fue hija del reconocido arquitecto Antonio Rivas Mercado, creador del monumento a la Independencia y de quien heredó el gusto por la cultura. Impulsó numerosos proyectos de gran relevancia en México como el Teatro Ulises, el “salón de baile fino” El Pirata; patrocinó el Teatro de Orientación de la Secretaría de Educación Pública, así como ediciones y exposiciones.
En el ámbito literario, Antonieta Rivas Mercado colaboró en la revista Contemporáneos y en El Sol de Madrid, así como en la revista Ulises, que dirigían Xavier Villaurrutia y Salvador Novo. Escribió la reseña bibliográfica del libro En torno a nosotras, de Margarita Nelken.
Antonieta Rivas Mercado apoyó a escritores y artistas, entre los que se cuentan: Salvador Novo, Xavier Villaurrutia, Gilberto Owen, Celestino Gorostiza, Manuel Rodríguez Lazo, Castellanos, Andrés Henestrosa, Isabela Corona, Roberto Montenegro, Lupe Medina de Ortega.
La también escritora abrió puertas con sus aportes al teatro de vanguardia, la creación y promoción de la Orquesta Sinfónica de la Ciudad de México con Carlos Chávez.
Antonieta Rivas Mercado. Artífice de las artes permanecerá en exhibición del 26 de septiembre al 2 de noviembre de 2014, y podrá ser visitada en horario de 10:00 a 18:00 horas, en el vestíbulo del Foro Polivalente Antonieta Rivas Mercado de la Biblioteca de México, en la Plaza de la Ciudadela, en el Centro Histórico de la Ciudad de México.
Dentro de las actividades paralelas de la exposición se llevará a cabo la presentación del libro Antonieta Rivas Mercado, Diario de Burdeos. Edición Crítica, acto en el que participarán Ivett Tinoco García, secretaria de Difusión Cultural de la UAEM; Mauricio Gutiérrez Cortés, director de Desarrollo e Investigación de la UAEM; Pedro Daniel García Muciño, director del Instituto de Cultura, Turismo y Arte de Toluca y Martha Gargollo Orvañanos, presidenta de la Fundación Rivas Mercado A.C., el jueves 9 de octubre a las 18:00 horas
Se ofrecerá la conferencia El ángel y el águila con la participación de la escritora, investigadora y académica Fabienne Bradu y Ana Kuri, directora de la Fundación Rivas Mercado A.C., el jueves 16 de octubre a las 18:00 horas.
Al concluir la presentación del libro y la conferencia se proyectará el video: Antonieta Rivas Mercado. Estas actividades tendrán lugar en el mismo Foro Polivalente Antonieta Rivas Mercado de la Biblioteca de México, la entrada es libre y el cupo es limitado.

Fuente:
http://www.cultura.gob.mx/noticias/artes-plasticas-y-fotografia/36178-inauguraran-la-exposicion-antonieta-rivas-mercado-artifice-de-las-artes.html

domingo, 28 de agosto de 2016

Carlos Pellicer. Grupo: Los Contemporáneos. Homenaje. Conaculta.


Carlos Pellicer le puso casa a la alegría en la poesía mexicana: Gabriel Zaid
  Libros, revistas y literatura
 Efemérides
Información: JLB
Comunicado No. 1767/2010
03 de noviembre de 2010
***Conaculta rinde homenaje al vate tabasqueño; se espera la pronta edición de las cartas de Pellicer desde Tierra Santa, edición cuidada por Vicente Quirarte y Serge Zaïtzeff

La obra poética de Carlos Pellicer, quien falleció hace 33 años y sus restos descansan en la Rotonda de las Personas Ilustres de la Ciudad de México, ha tenido una amplia difusión en español, aunque harían falta ediciones de sus poemas en otros idiomas como el inglés y francés. Recientemente se han publicado antologías de su poesía en alemán (en una edición suiza) y en portugués (en Recife, Brasil).
       También se espera la pronta edición de las cartas de Pellicer desde Tierra Santa, edición cuidada por Vicente Quirarte y Serge Zaïtzeff, uno de los mayores especialistas en el legado pelliceriano y a quien se debe el rescate de los epistolarios de Gabriela Mistral a Carlos Pellicer, y de José Vasconcelos a Pellicer y Mistral, entre otros. Dichas cartas serán publicadas por la UNAM y Ediciones El Equilibrista.
       “Yo escribo para mi placer personal. Jamás me he ocupado de la gente. No me importa la gente. Es mi único egoísmo. Yo mismo soy mi público, y la gloria y la popularidad me tienen sin cuidado”, escribió el propio poeta sobre el “desastre editorial” que fue la publicación de sus obras en vida.
       En torno al nacimiento de Carlos Pellicer, quien vio la primera luz en San Juan Bautista (hoy Villahermosa), existe el registro de dos fechas, una, el 4 de noviembre de 1899, que es la que él solía dar, y el 16 de enero de 1897, que se ha establecido como la fecha más certera. Falleció en la Ciudad de México, el 16 de febrero de 1977.
       Ingresó en la Academia Mexicana de la Lengua el 16 de octubre de 1953. Su apellido materno era Cámara. Estudió en la Escuela Nacional Preparatoria y en Colombia, a donde fue enviado por el gobierno de Venustiano Carranza. Cofundador de la revista San-Ev-Ank (1918) y de un nuevo ateneo de la juventud (1919). Fue secretario privado de José Vasconcelos. En agosto de 1921, junto con Vicente Lombardo Toledano, Diego Rivera, José Clemente Orozco y Xavier Guerrero entre otros, fundó el Grupo Solidario del Movimiento Obrero.
       Además fue un asiduo colaborador de revistas como Falange (1922-23), Ulises (1927-28) y Contemporáneos (1928-31). Fue profesor de poesía moderna en la UNAM y director del Departamento de Bellas Artes. Como museógrafo organizó los museos Frida Kahlo, el de la Venta y el Anahuacalli, entre otros.
       Pellicer fue un poeta explosivo, telúrico, solar, amante rendido de la naturaleza. También profundamente religioso y frugal, admiraba a San Francisco y a Sor Juana; también antiyanqui y antifascista, apóstol de Bolívar, Martí y Vasconcelos. En algún poema escribió: “Líbranos de la ciencia/ en manos de déspotas y de millonarios”; en otro lado clamó: “Te necesito en esta hora/ en que mi lengua cristiana/ pregunta a los ricos por tanta miseria”. Perteneció a una estirpe intelectual que aunaba la palabra a la acción.
       Su sinceridad, tanto en el terreno político como en el literario, le acarreó no pocas enemistades. Emparentado generacionalmente a Los Contemporáneos (Gorostiza, Villaurrutia, Cuesta, Novo), Pellicer no se afilió del todo a sus postulados estéticos, que eran más bien introspectivos, oraculares y vanguardistas.
       “Sí: yo soy un tradicionalista, pero no estático sino dinámico. Ahora están de moda el ‘cerebralismo’ y los semi-versos con cara de hambre. Yo soy lo contrario: la sensualidad, el ritmo y la riqueza”, escribía el poeta Carlos Pellicer, desde Roma, en 1928.
       Admirador confeso de Salvador Díaz Mirón, Manuel Gutiérrez Nájera y Rubén Darío, Pellicer trajo nuevo vigor al Modernismo y, no sin roces con el “Grupo sin grupo”, inaugurando su propia vía extrovertida, jocosa, incontinente como un volcán en erupción: “Nada o casi nada le debo a las ‘novedades’ literarias europeas… Las vocales me bastan para poner en acción toda una máquina de ritmo. A veces a los adjetivos los convierto en sustantivos. Mi construcción no es siempre correcta. Yo lo sé. Pero siempre es poética”, explicaba su credo en 1928.
       En su Antología Mínima (FCE) Gabriel Zaid lo define: “Le puso casa a la alegría en la poesía mexicana, y eso no lo había hecho ningún poeta de nuestra tierra; es nuestro primer poeta realmente moderno. Nuestro Huidobro”.
       Sobre su quehacer, el autor de Reincidencias plasmó: Yo era un gran árbol tropical./ En mi cabeza tuve pájaros;/ sobre mis piernas un jaguar. Octavio Paz reconoció en Pellicer al “Gran poeta”, porque “nos enseñó a mirar el mundo con otros ojos y al hacerlo modificó la poesía mexicana”.
       “Pellicer redescubrió la hermosura del mundo: el Sol que arde sobre los ríos vegetales del trópico, el mar que a cada instante llega por vez primera a la playa. Sus palabras quieren reordenar la creación. Y en ese trópico entrañable los elementos se concilian: la tierra, el aire, el agua, el fuego le permiten mirar en carne viva la belleza de Dios”, se asentó la antología Poesía en movimiento. México, 1915-1966, editada por Octavio Paz, Alí Chumacero, José Emilio Pacheco y Homero Aridjis, (Siglo XXI, México).
Los trabajos del poeta
La editorial Cal y Arena publicó en 2009, en su colección Los Imprescindibles, una antología del autor de Hora de junio, donde además se incluyen algunas prosas, seleccionada por Alberto Enríquez Perea. También en el FCE es posible hallar, en volúmenes independientes, casi todos los poemarios (11) de Pellicer; además de una Antología breve y Un paisaje hecho poema (que reúne poemas inspirados en la naturaleza). Además de Obras: Poesía (Col. Letras Mexicanas), que contiene casi la totalidad de los poemas del tabasqueño. Así como Cartas desde Italia (Col. Tezontle), que además del epistolario contiene 113 fotografías.
       Más difícil, aunque no imposible, es encontrar la edición de Carlos Pellicer. Poesía Completa, en tres tomos publicada en 1996 por la UNAM, Conaculta y El Equilibrista, con motivo del centenario natal del poeta (1997), ahora ya agotada.
       Como museógrafo, Carlos Pellicer organizó siete recintos: Museo de Tabasco (1952); Museo de Antropología de Hermosillo (1956), Casa Museo Frida Kahlo (1958); Museo Parque de La Venta (1958), Museo del Anahuacalli de Diego Rivera (1964), Museo Arqueológico de Tepoztlán (1965) y Museo Regional de Arqueología Carlos Pellicer Cámara (1974).
       En este campo, como en la lírica, le gustaba trabajar a su aire: “...cuando hago un museo y los he hecho siempre solo; todos los errores son míos, y si hay aciertos también son míos... Para mí hombre confundido con la tierra, las palabras son demasiado volátiles: se me escapan de las manos. En la organización de museos es donde me encuentro con menos obstáculos, con mayor posibilidad de ejercer, de establecer el orden”.
       Desde hace cinco años, la Biblioteca Nacional de México es la depositaria del archivo de Carlos Pellicer, que se estima en más de 60 mil documentos (cartas, escritos, publicaciones, libros) y cinco mil fotografías, y su biblioteca se halla en  la Biblioteca del Colegio de México.
       Fue autor de Colores en el mar y otros poemas (1921), Piedra de sacrificios (1924), Seis, siete poemas (1924), Oda de junio (1924), Hora y 20 (1927), Camino (1929), Cinco Poemas (1931), Esquemas para una oda tropical (1933), Estrofas al mar marino (1934), Hora de junio (1929-1936) (1937), Ara virginum (1940), Recinto y otras imágenes (1941), Hexágonos (1942), Discurso por las flores (1946), Subordinaciones (1949), Sonetos (1950), Práctica de vuelo (1956), Material poético 1918-1961 (UNAM, 1962), Dos poemas (1962), Con palabras y fuego (1963), Teotihuacan y 13 de agosto: ruina de Tenochtitlán (1965), Bolívar, ensayo de biografía popular (1966), Noticias sobre Nezahualcóyotl y algunos sentimientos (1972) y Cuerdas, percusión y alientos (1976).
       Luego de su muerte aparecieron Reincidencias (1978), Cosillas para el nacimiento (1978), Cartas desde Italia (1985) y Cuaderno de viaje (1987). En 1964 recibió el Premio Nacional de Literatura. En 1981, Luis Mario Schneider realizó la edición de sus Obras (poesías), en el FCE. Coautor de El trato con escritores (1961).

Fuente:
http://www.cultura.gob.mx/noticias/libros-revistas-y-literatura/9074-carlos-pellicer-le-puso-casa-a-la-alegria-en-la-poesia-mexicana:-gabriel-zaid.html

sábado, 27 de agosto de 2016

Gilberto Owen Estrada. Grupo: Los Contemporáneos.



 “La obra de Gilberto Owen se revalora como una de las más vigorosas de la primera mitad del siglo XX”
 Libros, revistas y literatura
 Efemérides
Información: JLB
Comunicado No. 701/2010
12 de mayo de 2010
***Al cumplirse 106 años de su nacimiento, el Conaculta rinde homenaje al miembro de  los Contemporáneos

***Octavio Paz escribió sobre él: “Owen es uno de los espíritus más serios de nuestra actual literatura”; y elogió sus hallazgos en el poema en prosa, género que como pocos “expresa la poesía de la vida moderna”



La vida y la obra de Gilberto Owen (1904-1952) comienzan a surgir de la oscuridad en la que se encontraban. Nuevas investigaciones arrojan datos sobre la vida de quien fue el “más enigmático” autor del grupo sin grupo —aquel llamado “archipiélago de soledades” que fue los Contemporáneos— y sobre un poema que se creía perdido. Los jóvenes lectores “lo descubren por sí mismos, lo disfrutan y admiran”.

A 106 años de su nacimiento, que se celebra este 13 de mayo, Conaculta rinde homenaje al escritor originario de El Rosario, Sinaloa. Gilberto Owen formó parte de la generación de autores que renovó la tradición literaria mexicana. Participó en las revistas Ulises y Contemporáneos, además de ocupar diversos cargos diplomáticos. Fue autor de Desvelo (1923, editado de manera póstuma), La llama fría (1925), Novela como nube (1928), Línea (1930) y Perseo vencido (1948).

     Si Owen buscó en su lírica “reprimir la emoción… hasta el grado en que parezca haber sido suprimida” (en Encuentros con Jorge Cuesta), esto no escapó al fino olfato de Octavio Paz, quien en Las peras del olmo (1957) aseguró que Owen es “uno de los espíritus más serios de nuestra actual literatura” por la originalidad de su obra y elogió sus hallazgos en “el poema en prosa, género que como pocos expresa la poesía de la vida moderna”.

     A más de un siglo de su nacimiento, “la obra de Owen ha venido revalorándose y reconociéndose como una de las escrituras más vigorosas de la primera mitad del siglo pasado. Sin embargo, entre los Contemporáneos, Owen es probablemente el menos leído y el menos apreciado; en buena parte por los años que estuvo fuera de México —en los que escribió lo más importante de su obra—, dividiendo su vida entre el periodismo y la diplomacia”, afirman en entrevista con Conaculta Francisco Javier Beltrán y Cynthia Ramírez, investigadores de la Universidad Autónoma del Estado de México.

     Otro aspecto que atrasó la valoración de este autor fue la dificultad de acceder a su obra: “Owen dejó nuestro país en 1928, a los 24  años de edad y vagó por Norte y Sudamérica. Su obra madura fue concebida y conocida en los países que habitó, publicada de manera muy azarosa y dispersa. El resto de los Contemporáneos no siguieron esta ruta; escribieron y publicaron en México”, agregan en entrevista los académicos.

     Explican que la poesía de Owen se conoció en nuestro país con la publicación Poesía y prosa (Imprenta Universitaria de la UNAM, 1953), edición preparada por Josefina Procopio y revisada por el propio Owen, la cual reunió gran parte de su producción, antes inaccesible.

     Posteriormente, el Fondo de Cultura Económica (México) publicó Obras de Gilberto Owen en 1979, con una reimpresión en 1996. Esta edición estuvo a cargo de Josefina Procopio, Miguel Capistrán, Luis Mario Schneider, Inés Arredondo y Alí Chumacero, quienes incluyeron cartas, ensayos y poemas que no se habían obtenido para la edición de 1953.

     El interés en Owen —abundan Francisco Javier Beltrán y Cynthia Ramírez— “nace del olvido en que se le tiene y de la escasa difusión de su obra, la cual permite adivinar que en la poesía se encuentra un camino para expresar los misterios y contradicciones de la vida. Otro elemento de peso es que actualmente los jóvenes están descubriendo, por sí mismos, a Owen. Y lo disfrutan, lo admiran. La atención de los especialistas es creciente y, sin embargo, insuficiente”.

     En 2004, estos investigadores organizaron en la Facultad de Humanidades de la UAEM un coloquio con motivo del primer centenario del poeta rosarino, cuyos trabajos se publicaron bajo el título Gilberto Owen Estrada: un siglo de poesía (UAEM, 2005).


     Indagación detectivesca
     La búsqueda y recuperación de la obra dispersa de Gilberto Owen ha sido una aventura propia de detectives que podría inspirar una película, pues es sabido que el propio Owen “perdía” cíclicamente sus manuscritos, en parte, por las muchas mudanzas que el trabajo diplomático le imponía, y también por su natural inclinación a borrar sus huellas.

     “Puede resultar inútil buscarle anclaje biográfico a Owen, pues siempre va a huir, vive huyendo, él mismo es huida”, describe Guillermo Sheridan en Tres ensayos sobre Gilberto Owen (UNAM, 2008).

     El poeta “se divertía expresando el mundo en clave, jugando con aspectos reales que expone como enigmas… Su nombre de pila fue Gilberto, santo que se celebra el 4 de febrero, en consecuencia dijo haber nacido ese día; todos lo creímos porque su acta de nacimiento no aparecía para revelarnos que nació el 13 de mayo de 1904; por otro lado, sus hijos también nacieron en sendos días 4. Esto se convirtió en los versos: ‘Todos los días cuatro son domingos/ porque los Owen nacen ese día’. Lo divertido es que Owen nos convenció a todos”, comentan Beltrán y Ramírez.

     Muchos han sido los lectores, investigadores, poetas y narradores, que han caído bajo el influjo de Owen, como los ya mencionados Luis Mario Schneider y Alí Chumacero; también Inés Arredondo, quien hizo un “apunte biográfico de Owen”, así como Tomás Segovia, Vicente Quirarte, Evodio Escalante, Carlos Montemayor, Daniel Sada y Guillermo Sheridan, entre otros.

     En los años setenta, se ocuparon de su obra Effie Boldridge (The poetry of Gilberto Owen, 1970), de la Universidad de Missouri y José Sergio Cuervo (El mundo poético de Gilberto Owen, 1974), de la Universidad de Nueva York en Buffalo.

     Nuevos datos se revelaron durante el Homenaje Nacional a los Contemporáneos, organizado por el Instituto Nacional de Bellas Artes en 1982. En esa ocasión se publicaron dos antologías: Monólogos en espiral (narrativa), a cargo de Sheridan, y Antología poética, con selección de Schneider. En las dos aparecen las obras clave de Owen: La llama fría y Novela como nube en la primera, Perseo vencido en la segunda.

     Algo de su vida
     Nacido sinaloense, Owen se trasladó con su madre a Toluca, en el Estado de México. Allí hizo sus primeros estudios en el Instituto Científico y Literario. Cuenta la leyenda que en ese lugar el joven Owen pronunció un discurso frente al presidente Álvaro Obregón, quien impresionado por su elocuencia lo invitó a trabajar en la oficina de la Presidencia como lector de prensa. Así, partió a la Ciudad de México y continuó sus estudios en la Escuela Nacional Preparatoria, donde conoció a Jorge Cuesta.

     Junto al autor de Canto a un dios mineral, Owen frecuentó los círculos literarios de los años viente y entró en contacto con Xavier Villaurrutia, Salvador Novo y Jaime Torres Bodet. Influido por la poesía simbolista de Enrique González Martínez y Juan Ramón Jiménez, Owen escribió los versos que conformarían Desvelo y comenzó a colaborar con la revista La Falange que dirigía Torres Bodet. Posteriormente, junto a Cuesta, Novo y Villaurrutia fundó la revista Ulises (bajo el patrocinio de Antonieta Rivas Mercado). En 1928, Owen partió para Estados Unidos para trabajar en la legación mexicana en Nueva York, pero se mantuvo cerca de Contemporáneos (1928-1931), dirigida por Torres Bodet y Bernardo Ortiz de Montellano.

     Escritor trashumante
     Por su vasta formación cultural (hablaba inglés, francés, sabía taquigrafía y era un lector compulsivo) Owen se pudo colocar en el Servicio Exterior sin mayor trámite. Allí comenzó un largo exilio que lo llevaría a distintas ciudades de EU (Nueva York, Detroit, Filadelfia), pero también a Canadá, Perú, Ecuador y Colombia.  

     Después de publicar en México La llama fría y Novela como nube, Owen escribió en Nueva York con su amigo el pintor Emilio Amero el guión para una película en el estilo vanguardista de Un perro andaluz (1929), de los españoles Dalí y Buñuel; texto que, desafortunadamente, se perdió.

     Por esa época comenzaron los poemas cubistas de Línea (otro poemario perdido y recuperado en parte gracias a sus “compañeros de viaje” Torres Bodet y Villaurrutia) que Alfonso Reyes publicó en Buenos Aires (Cuadernos del Mar del Plata, 1930) al lado de obras de Macedonio Fernández y Jorge Luis Borges.

     A principios de los treinta, ya en Lima, tuvo un episodio marxista y se vio involucrado en movimientos de corte socialista. Pasó por Ecuador donde lo expulsaron del Servicio Exterior. Finalmente, se refugió en Colombia y sobrevivió dando clases y colaborando en El Tiempo, el principal diario del país. Se casó con Cecilia Salazar Roldán, hija del general conservador Víctor Manuel Salazar, y tuvo hijos. Regresó a México en 1942 (año del suicidio de su amigo Jorge Cuesta), donde como autor era prácticamente un “fantasma”. Reintegrado a la diplomacia, fue cónsul en Filadelfia, lugar donde falleció en 1952. Tenía 48 años y había perdido la vista a consecuencia de su adicción al alcohol.

     Su curiosidad intelectual —aseguran los especialistas Beltrán y Ramírez— le permitió “mirar” o “ver”. Su poesía nos hace partícipes de aquello que Owen “vio” pues lo encontramos expuesto en imágenes: “Montaña tutelar”, “Amarillo amargo mar de Mazatlán”, “Calles ebrias de Taxco”, etcétera.

     Sindbad en Tenochtitlan
     Escrito durante muchos años, Perseo vencido es el libro de poemas en que descansa el gran prestigio de Owen. Comenzó a escribirlo en 1930 o 1931, apareció fechado en Bogotá en 1942, y publicado definitivamente en Lima, Perú, en 1948. Dividido en tres partes, en su centro se halla el famoso poema “Sindbad el varado, bitácora de febrero” que, siguiendo el calendario, está dividido en 28 días más “Tres versiones superfluas (para el día 29 de los años bisiestos”. Influido por Rimbaud y T.S. Eliot pero también por Nerval, Perseo… narra poéticamente la aventura espiritual de un enamorado, su intento de purificación y el fracaso del amor y de la poesía.

     “Sindbad es Gilberto Owen”, asegura Tomás Segovia (Cuatro ensayos sobre Gilberto Owen, FCE, 2001); “de este modo el sentido de la leyenda debe leerse en la vida de Gilberto Owen y el sentido de la vida de éste debe leerse en la leyenda”. Segovia afirma que “Owen nos da ciertos acontecimientos y ciertas obsesiones de su vida personal aureolados de un prestigio casi mágico, de una especie de misteriosa significación cifrada”. La operación de Owen es que no poetiza, sino que mitifica las circunstancias particulares de su biografía.

     La también poeta Roxana Elvridge-Thomas, al analizar Sindbad el varado, asegura que “dos posturas caracterizan a Gilberto Owen ante la poesía: curiosidad y agudeza…” Reelabora y asimila tanto la tradición, como el mito de Perseo y Medusa y la leyenda de Simbad el marino, como la vanguardia para crear una nueva propuesta renovada.

     Añade que “también dialoga entre líneas con otros escritores, algunas veces en tono de parodia, otras contradiciéndolos y una más rindiéndoles un íntimo homenaje al parafrasearlos… Combina estos elementos con otros tomados de las vanguardias para crear su poesía”.

     Vicente Quirarte destaca en “Perderse para encontrarse: itinerario de Gilberto Owen” que el poeta estaba al tanto de la yuxtaposición de tiempos, espacios y voces del T.S. Eliot, el simultaneísmo de Apollinaire, el poema en prosa de Max Jacob, las audacias ultraístas y creacionistas, la greguería de Gómez de la Serna, la palabra hablada de Juan Ramón Jiménez, el monólogo de Proust y el récit de Gide, entre otros aportes literarios.

     El novelista Daniel Sada señala que, además de la dimensión teológica de la obra oweniana, se advierte en ella la “estética de lo imprevisto”, entendida como “una larga metáfora sobre el desplazamiento y la sensación del viaje sin retorno; ese trayecto ofrece hallazgos que chispean y que dan pie a una lluvia de imágenes activas que en su desborde acaban por diluirse”.

     “El asombro ante lo imprevisto y las frases siempre al borde de la destrucción son los rasgos secretos que esconde la intimidad lírica de Gilberto Owen” —sostiene Sada en el ensayo Gilberto Owen: la estética de lo imprevisto.

Fuente:
http://www.cultura.gob.mx/noticias/libros-revistas-y-literatura/4561-“la-obra-de-gilberto-owen-se-revalora-como-una-de-las-mas-vigorosas-de-la-primera-mitad-del-siglo-xx”.html

viernes, 26 de agosto de 2016

Bernardo Ortiz de Montellano. Grupo: Los Contemporáneos. Poesía.


Bernardo Ortiz de Montellano nació en la Ciudad de México en 1899. Cultivó la poesía, el ensayo, el campo de la narrativa y el teatro, asimismo ejerció como editor al frente de las revistas La Falange (1922-1923) y Contemporáneos (1928-1931), la cual gestionó en una primera época junto con Jaime Torres Bodet. Sin embargo, como todos los de su generación, ante todo se asumió como poeta. Su obra en este rubro puede dividirse en tres etapas: una, inicial, estaría marcada por las obras: Avidez (1921), El trompo de siete colores (1925) y Red (1928); su etapa de madurez está integrada por dos libros: Sueños (1933) y Muerte de cielo azul (1937); su última producción, que abarca Hipnos y Libro de Lázaro, apareció póstumamente en la edición que del material preparado por el propio autor publicaran en 1952 sus amigos Wilberto Cantón y Octavio G. Barreda con el título de Sueño y poesía. Por otra parte, tiene en su haber tres obras teatrales, de las cuales dos fueron escritas para teatro de títeres. Fue autor de dos libros de cuentos: Cinco horas sin corazón (1940), El caso de mi amigo Alfazeta (1946) y en su labor ensayística destaca el libro Literatura indígena y colonial mexicana publicado en 1946.

Dra. María de Lourdes Franco Bagnouls
Instituto de Investigaciones Filológicas
Seminario de Edición Crítica de Textos
Universidad Nacional Autónoma de México

Fuente:
http://www.elem.mx/autor/datos/795

jueves, 25 de agosto de 2016

Conaculta recuerda a José Gorostiza a 110 años de su natalicio.


Conaculta recuerda a José Gorostiza a 110 años de su natalicio
  Libros, revistas y literatura
 Efemérides
Información: HBL
Comunicado No. 2446/2011
09 de noviembre de 2011
***El poeta nació en Villahermosa, Tabasco, el 10 de noviembre de 1901
***Influyó con su obra a la literatura mexicana, siendo uno de los miembros más brillantes de la generación de los Contemporáneos

“Lleno de mí, sitiado en mi epidermis por un dios inasible que me ahoga, mentido acaso/ por su radiante atmósfera de luces/ que oculta mi conciencia derramada,/ mis alas rotas en esquirlas de aire,/ mi torpe andar a tientas por el lodo;/ lleno de mí -ahíto- me descubro/ en la imagen atónita del agua”.
Con esas palabras de Muerte sin fin, el poeta José Gorostiza impactó para siempre a la literatura mexicana, dotando de sangre y latidos propios al sentir de toda una generación que se abría camino entre la influencia del pasado y la modernidad.
Uno de los miembros más brillantes y queridos de la llamada generación de los Contemporáneos, José Gorostiza, nació el 10 de noviembre de 1901 en la comunidad de San Juan Bautista, hoy conocida como Villahermosa, Tabasco, tierra a la que nombraría como “un paraíso de luminosidades y oscuridades que definieron su alma de juventud”.
Considerado uno de los maestros del simbolismo en el quehacer poético, creando en cada obra imágenes poderosas a las que muchos críticos describieron como arquetípicas, José Gorostiza fue un eterno hacedor de preguntas que para muchas generaciones tradujo los sentimientos más intrínsecos en cuestionamientos inteligibles, aunque profundamente espirituales, desgarradores y pasionales.
       Del grupo de los Contemporáneos, en el que destacan grandes figuras como Xavier Villaurrutia , Carlos Pellicer y Gilberto Owen, a Gorostiza se le reconoce en el ámbito poético por su destreza para moldear la belleza en palabras vivas que a menudo cruzan la frontera con lo onírico.
       Sus dos grandes obras, Canciones para cantar en las barcas (1925) y Muerte sin fin (1939), son para muchas generaciones de lectores un ejemplo del poder de la literatura para crear revoluciones culturales y para hacer participe al lector de sendas dialécticas, a menudo metafísicas que expresan las preguntas constantes de la condición humana.
       José Gorostiza fue un conocido adepto a la literatura europea y durante varios años se dedicó a la crítica literaria y de artes plásticas, reseñando en sus artículos el gran movimiento cultural que experimentaba México en el primer tercio del siglo XX.
       Como servidor público, trabajó en el servicio exterior desde 1927, representando los intereses de la nación en Italia e Inglaterra, entre otros países.
       En su papel de diplomático, Gorostiza invertía todo su tiempo libre en la creación de su obra literaria, afirmando que “la poesía no es diferente, en esencia, a un juego de escondidas,  en que el poeta la descubre y la denuncia, y entre ella y el, como en el amor, todo lo que existe es la alegría de este juego.
       Fue jefe del Departamento de Bellas Artes de la SEP y en 1958  trabajó como subsecretario de la Secretaría de Relaciones y como secretario de la misma en 1964.
       En 1944 se desempeñó como ministro plenipotenciario y director general de Asuntos Políticos y del Servicio Diplomático, siendo en 1946, asesor del representante de México ante el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas.
       Otro cargo relevante fue el de embajador de México en Grecia, de 1950 a 1951.  De 1953 a 1964 participó como delegado en muchas conferencias internacionales y de 1965 a 1970 ocupó la presidencia de la Comisión Nacional de Energía Nuclear.
       A mediados de los años cincuenta, el poeta ingresó como miembro de número de la Academia Mexicana de la Lengua, y se desempeño en la docencia como catedrático universitario. En 1968 fue galardonado con el Premio Nacional de Literatura.
       José Gorostiza falleció en la Ciudad de México el 16 de marzo de 1973, dejando con su obra una huella imborrable en la cultura mexicana.

***
(Fragmento). Muerte sin fin.
José Gorostiza
Muerte sin fin (fragmento)

" Lleno de mí, sitiado en mi epidermis
por un dios inasible que me ahoga,
mentido acaso
por su radiante atmósfera de luces
que oculta mi conciencia derramada,
mis alas rotas en esquirlas de aire,
mi torpe andar a tientas por el lodo;
lleno de mí —ahito— me descubro
en la imagen atónita del agua,
que tan sólo es un tumbo inmarcesible,
un desplome de ángeles caídos
a la delicia intacta de su peso,
que nada tiene
sino la cara en blanco
hundida a medias, ya, como una risa agónica,
en las tenues holandas de la nube
y en los funestos cánticos del mar
—más resabio de sal o albor de cúmulo
que sola prisa de acosada espuma.
No obstante —oh paradoja— constreñida
por el rigor del vaso que la aclara,
el agua toma forma.
En él se asienta, ahonda y edifica,
cumple una edad amarga de silencios
y un reposo gentil de muerte niña,
sonriente, que desflora
un más allá de pájaros
en desbandada.
En la red de cristal que la estrangula,
allí, como en el agua de un espejo,
se reconoce;
atada allí, gota a gota,
marchito el tropo de espuma en la garganta,
¡qué desnudez de agua tan intensa,
qué agua tan agua,
está en su orbe tornasol soñando,
cantando ya una sed de hielo justo!
¡Mas qué vaso —también— más providente
éste que así se hinche
como una estrella en grano,
que así, en heroica promisión, se enciende
como un seno habitado por la dicha,
y rinda así, puntual,
una rotunda flor
de transparencia al agua,
un ojo proyectil que cobra alturas
y una ventana a gritos luminosos
sobre esa libertad enardecida
que se agobia de cándidas prisiones! "

Fuente:
http://www.cultura.gob.mx/noticias/libros-revistas-y-literatura/16934-conaculta-recuerda-a-jose-gorostiza-a-110-anos-de-su-natalicio.html

http://www.epdlp.com/texto.php?id2=1770

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POESÍA CLÁSICA JAPONESA [KOKINWAKASHÜ] Traducción del japonés y edición de T orq uil D uthie

   NOTA SOBRE LA TRADUCCIÓN   El idioma japonés de la corte Heian, si bien tiene una relación histórica con el japonés moderno, tenía una es...

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