viernes, 24 de febrero de 2023

EL BLOG ES DE TODOS USTEDES.

 



Muchas gracias a todas las personas que día a día ingresan al blog. Muchas gracias a todos aquellos que sienten la curiosidad de leer los fragmentos y textos de las diversas literaturas y su historia universal. El blog es la simple perspectiva y apreciación del cómo miro la literatura. Igualmente, todos los escritores publicados y seleccionados obedecen a mis gustos estéticos. De nuevo gracias.


Recordatorio: recuerden que en línea pueden comprar mi última novela: EL HACEDOR DE SOMBRAS publicada por la EDITORIAL COSTA RICA.

JORGE MÉNDEZ LIMBRICK.

miércoles, 22 de febrero de 2023

LAS PERSONAS DEL VERBO Gil de Biedma, Jaime. POESÍA COMPLETA. FRAGMENTO.

 




LAS PERSONAS DEL VERBO

Gil de Biedma, Jaime

 

Sinopsis

 

Las personas del verbo reúne la poesía completa de Jaime Gil de Biedma, una obra que ha contribuido a modernizar la poesía de nuestro tiempo, entroncando la poesía de lengua española con la tradición poética inglesa del monólogo dramático. De ahí, en parte, su notable singularidad. Porque, como señaló hace tiempo Joan Ferraté, en el que sigue siendo uno de los ensayos más lúcidos escritos sobre este poeta, el tema en la poesía de Gil de Biedma no es, desde luego, «la simple sacudida emotiva o la combinación de emociones a cuya expansión verbal se entregan regularmente nuestros poetas, sino siempre un complejo de emoción y conciencia, de visión y actitud, de vida vivida y juicio sobre la vida, complejo donde, insisto, ambos polos opuestos guardan la misma distancia con relación al yo del poeta, cuya experiencia privada se define en cada caso en términos de su oposición específica». Recuperamos para la sobrecubierta de la presente edición un grabado del escultor Xavier Corberó, que fue amigo del poeta. El grabado forma parte de la serie Aproximidades, que se publicó, en 1967, junto con un poema que Gil de Biedma luego incorporó, bajo el título de «Canción final», como cierre a la segunda edición de Las personas del verbo.

 

 

 


 

 

Shades of theprison-housebegin to close

UponthegrowingBoy,

But He beholdsthe light, and whenceifflows,

He seesit in hisjoy;

TheYouth, whodailyfartherfromtheeast

Musttravel, stillisNature’Priest,

And bythevisionsplendid

Isonhiswayattended;

At lengththeManperceivesit die away,

And fadeintothe light of commonday.

WORDSWORTH

 

 

 

 

 

 


AMISTAD A LO LARGO




Pasan lentos los días

y muchas veces estuvimos solos.

Pero luego hay momentos felices

para dejarse ser en amistad.



MIRAD:



somos nosotros.




Un destino condujo diestramente

las horas, y brotó la compañía.

Llegaban noches. Al amor de ellas

nosotros encendíamos palabras,

las palabras que luego abandonamos

para subir a más:

empezamos a ser los compañeros

que se conocen

por encima de la voz o de la seña.




Ahora sí. Pueden alzarse

las gentiles palabras

—ésas que ya no dicen cosas—,

flotar ligeramente sobre el aire;

porque estamos nosotros enzarzados

en mundo, sarmentosos

de historia acumulada,

y está la compañía que formamos plena,

frondosa de presencias.

Detrás de cada uno

vela su casa, el campo, la distancia.




Pero callad.

Quiero deciros algo.

Sólo quiero deciros que estamos todos juntos.

A veces, al hablar, alguno olvida

su brazo sobre el mío,

y yo aunque esté callado doy las gracias,

porque hay paz en los cuerpos y en nosotros.

Quiero deciros cómo todos trajimos

nuestras vidas aquí, para contarlas.

Largamente, los unos con los otros

en el rincón hablamos, tantos meses!

que nos sabemos bien, y en el recuerdo

el júbilo es igual a la tristeza.

Para nosotros el dolor es tierno.




Ay el tiempo! Ya todo se comprende.




LAS AFUERAS



I




La noche se afianza

sin respiro, lo mismo que un esfuerzo.

Más despacio, sin brisa

benévola que en un instante aviva

el dudoso cansancio, precipita

la solución del sueño.

Desde luces iguales

un alto muro de ventanas vela.

Carne a solas insomne, cuerpos

como la mano cercenada yacen,

se asoman, buscan el amor del aire

—y la brasa que apuran ilumina

ojos donde no duerme

la ansiedad, la infinita esperanza con que aflige

la noche, cuando vuelve.



II




Quién? Quién es el dormido?

Si me callo, respira?

Alguien está presente

que duerme en las afueras.




Las afueras son grandes,

abrigadas, profundas.

Lo sé pero, no hay quién

me sepa decir más?




Están casi a la mano

y anochece el camino

sin decirnos en dónde

querríamos dormir.




Pasa el viento. Le llamo?




Si subiera al salón

familiar del octubre

el templado silencio

se aterraría.




Y quizá me asustara

yo también si él me dice

irreparablemente

quién duerme en las afueras.



III




Ciudad

ya tan lejana!




Lejana junto al mar: tardes de puerto

y desamparo errante de los muelles.

Se obstinarán crecientes las mareas

por las horas de allá.




Y serán un rumor,

un pálpito que puja endormeciéndose,

cuando asoman las luces de la noche

sobre el mar.




Más, cada vez más honda

conmigo vas, ciudad,

como un amor hundido,

irreparable.




A veces ola y otra vez silencio.



IV




Os acordáis. Los años aurorales

como el tiempo tranquilos, pura infancia

vagamente asistida por el mundo.




La noche aún materna protegía.

Veníamos del sueño, y un calor,

un sabor como a noche originaria

se demoraba sobre nuestros labios,

humedeciendo, suavizando el día.




Pero algo a veces nos solicitaba.

El cuerpo, y el regreso del verano,

la tarde misma, demasiado vasta.




¿En qué mañana, os acordáis, quisimos

asomarnos al pozo peligroso

en el extremo del jardín? Duraba

el agua quieta, igual que una mirada

en cuyo fondo vimos nuestra imagen.




Y un súbito silencio recayó

sobre el mundo, azorándonos.



V




De noche,

cuando desciendas.




Pero es inútil, nunca

he de volver a donde tú

nacías ya con forma de recuerdo.




Quizá súbitamente crece

la sangre. Crece la sangre

hasta mucho más lejos que aquel brazo.




Nadie más que la mano desarmada,

la tenue palma

y este dolor.



VI




Como la noche no

quiero que tú desciendas,

no quiero cumplimiento

sino revelación.

Desciende hasta mis ojos

veloz, como la lluvia.

Como el furioso rayo,

irrumpe restallando

mientras quedan las cosas

bajo la luz inmóviles.

Que no quiero la dulce

caricia dilatada,

sino ese poderoso

abrazo en que romperme.



VII




Mirad la noche del adolescente.

Atrás quedaron las solicitudes

del día, su familia de temores,




y la distancia pasa en avenida

de memorias o tumbas sin ciudad,

arrabales confusos lentamente




apagados. La noche se afianza

—hasta los cielos cada vez, contigua

la sien late en el centro.




Bajo espesura de rumor la ausencia

se difunde y regresa hacia los ojos

sin sueño abiertos, sensitivos. Algo




que debe de ser brisa, como un rastro

de frescura borrándose, se exhala

desde el balcón por donde entró la noche.




Sus sigilosos dedos de tiniebla

rozan la piel exasperada, buscan

las yemas retraídas de los párpados.




Y la noche se llega hasta los ojos,

inquiere las inmóviles pupilas,

golpea en lo más tierno que aún resiste




en el instante de ceder, irrumpe

cuerpo adentro, la noche, derramada,

y corre despertando cavidades




retenidas, sustancias, cauces secos,

lo mismo que un torrente de mercurio,

y se disipa recorriendo cuerpo.




Es ella misma cuerpo, carne, párpado

adelgazado hasta el dolor, latido

de mucha suerte insomne,




forma sensible de la ausencia —ciego

de noche absorta, gira el pensamiento.

Y la rosa de rejalgar, allí




donde fue la memoria, se levanta,

cabeza de corrientes hacia el sueño

total del otro lado de la noche.



VIII




De pronto, mediodía.

Y se olvida el camino que trajimos

y aquel, acaso anhelo.




Más allá de los puentes,

alta, sobre la tierra prometida,

la ciudad cegadora se agrupaba

lo mismo que un cristal innumerable.




Jardines levantados

sobre la brusca margen de rompientes,

jardines intramuros recogiéndose,

asomaban follajes hacia el mar.




Allí, bajo los nobles eucaliptos

—ya casi piel, de tierna, la corteza—

descansa en paz el extranjero muerto.



IX




¿Fue posible que yo no te supiera

cerca de mí, perdido en las miradas?




Los ojos me dolían de esperar.

Pasaste.




Si apareciendo entonces

me hubieras revelado

el país verdadero en que habitabas!




Pero pasaste

como un Dios destruido.




Sola, después, de lo negro surgía

tu mirada.

FUENTE:

Published by Seix Barral, 2001

Archivo del blog

SILVINA OCAMPO CUENTO LA LIEBRE DORADA

 La liebre dorada En el seno de la tarde, el sol la iluminaba como un holocausto en las láminas de la historia sagrada. Todas las liebres no...

Páginas