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lunes, 28 de julio de 2025

Publicación de Diario de un seductor FRAGMENTO.

 



📰 Editorial – Publicación de Diario de un seductor Consejo Editorial de Los Yoses

Este mes, el Consejo ha elegido publicar Diario de un seductor de Søren Kierkegaard. La decisión surge de un reconocimiento compartido: la obra representa una forma de pensar que incomoda, seduce y revela con ironía las fisuras del deseo humano.

El texto, más allá de sus implicaciones filosóficas, propone una lectura íntima sobre el arte de manipular, observar y reflexionar. No es una celebración del engaño, sino una exposición elegante de sus mecanismos. Johannes, su protagonista, no seduce por pasión, sino por método; y en ese método, aparece una forma de conocimiento que nos obliga a mirar hacia dentro.

La publicación no busca indulgencia ni polémica, sino abrir el espacio para una voz que cuestiona la autenticidad de nuestras elecciones afectivas. En tiempos donde la sinceridad se exige, Kierkegaard propone observar el artificio. El lector decidirá si hay verdad en ello.

El Consejo consagra esta obra con el sello del año 1929. Que la lectura sea juicio, no condena.

Editorial de Los Yoses

En colaboración: Enrico Pugliatti-Méndez-Limbrick



 

 

Sören Kierkegaard

 

 Diario de un seductor

Título original: Forførerens Dagbog

 Sören Kierkegaard, 1843

 Traducción: Demetrio Gutiérrez Rivero

 

 

 


 Prologo

 

 

 Sua passion predominante é la giovin principiante.

 

DON GIOVANNI, aria[1]

 

Me cuesta dominar la ansiedad que me acomete en este instante en que me resuelvo a transcribir, con el mayor cuidado, la copia que entonces hice con precipitación y con el corazón alterado. Pero incluso hoy, no obstante, siento idéntica inquietud y me hago idénticos reproches. No habían cerrado la mesa escritorio y todo se encontraba a mi disposición. Habla un cajón abierto. En él, sobre algunos papeles sueltos, se hallaba un volumen en cuarto, encuadernado con óptimo gusto. Estaba abierto en la primera página, en la que, en un pequeño recuadro de papel blanco, dejó escrito de su puño y letra: Comentarius perpetuus n° 4. Estoy tratando de serenarme, diciéndome que de no haber estado abierto el libro y de no haber sido tan sugestivo el título, no me hubiese vencido la tentación con tanta facilidad. El título resultaba bastante extraño, más que por sí mismo, por el lugar en el que se hallaba. Al examinar brevemente los papeles sueltos, comprendí que se trataba, de episodios amorosos, alguna alusión a aventuras personales y también borradores de cartas.

Ahora, cuando he podido dirigir la mirada por dentro al corazón tenebroso de aquel ser corrompido, cuando con el pensamiento vuelvo al instante en que estuve ante aquel cajón abierto, siento una sensación similar a la de quien, mientras registra la habitación de un monedero falso, descubre una cantidad de papeles sueltos que le indican que está sobre la pista; en esos momentos, a la satisfacción del hallazgo, se mezcla un gran asombro por todo el trabajo y el estudio realizado. Pero a mí la cuestión se me presentaba bajo otro aspecto, ya que, careciendo de función policial, mi actitud me colocaba en una senda al margen de la ley. En mi confusión, me sentía tan vacío de ideas como de palabras. Con frecuencia, nos dejamos dominar por una impresión, hasta que nos liberamos al reflexionar, y esta medición, rápida y mudable en su agilidad, penetra en el íntimo misterio de lo Desconocido. Cuanto más desarrollada está la facultad de reflexión, con mayor rapidez vuelve a asumir el predominio, lo mismo que el funcionario que extiende los pasaportes y, por la fuerza de la costumbre, puede mirar con fijeza y sin desorientarse, las más extrañas caras de aventureros. Pero, aunque mi ejercicio reflexivo está vigorosamente desarrollado, en el primer instante me dominó un profundo estupor; recuerdo claramente que me sentí palidecer y que poco faltó para que me desvaneciese. ¡Qué sensación de angustia experimenté en aquellos momentos! ¡Si él hubiese regresado a su casa y me hubiera hallado sin sentido ante su abierto escritorio! La mala conciencia, sin embargo, puede hacer interesante la existencia…

El título del libro no me llamó demasiado la atención imaginé que se trataba de una recopilación de fragmentos y párrafos extraídos de diferentes obras, hipótesis que pareció lógica pues sabía que estudiaba asiduamente. Sin embargo, el contenido era distinto por completo: un Diario personal, redactado con toda minuciosidad. Cuando lo conocí, no supuse que su vida necesitara un comentario, pero, después de lo que había podido ver, era imposible negar que el título fue elegido a conciencia por un hombre capaz de mirar por encima de sí mismo y de su situación. El título armonizaba perfectamente con el contenido. El fin de su existencia era vivir poéticamente y en la vida había sabido encontrar, con un sentido muy agudo, lo que hay de interesante y describir sus sensaciones lo mismo que si se tratara de una obra de imaginación poética. Por tanto, este Diario suyo no está rigurosamente de acuerdo con la verdad y no es una narración; podríamos decir que no se halla en el modo indicativo sino en el subjuntivo. Seguramente debió ser escrito poco después de los hechos, pues posee una eficacia tan vivamente dramática que hace revivir ante los ojos de nuestra mente, y para nosotros, el huidizo instante. No cabe la menor duda de que el Diario tuvo el único propósito de un fin de interés particular del autor. Considerando el plan general de la obra, lo mismo que sus pormenores, no puede suponerse que fuese escrito con finalidad literaria o con destino a la imprenta. Y no es que temiera la mirada indiscreta de los profanos; a todos los apellidos se les ha dado una apariencia demasiado extraña para que puedan ser auténticos. Sin embargo, creo sinceramente que ha conservado los nombres propios, de modo que más adelante pudiera identificarlos, pero que los demás se hubieran engañado ante los apellidos. Esta apreciación mía es exacta, por lo menos, en lo que se refiere al nombre de la muchacha, en torno a la que se centra el interés principal, y a la que yo conocí personalmente: Cordelia… En efecto, se llamaba Cordelia, pero su apellido no era Wahl.

¿A qué se debe, entonces, que este Diario posea todas las características de una creación poética? La respuesta no es difícil. Quien lo escribió tenía naturaleza de poeta, es decir, un temperamento que, por así decirlo, no es ni tan rico ni tan pobre como para poder separar perfectamente la realidad de la poesía. El espíritu poético era el signo más que él añadía a la realidad; ese signo más consistía en lo poético de que él gozaba, en una poética situación de esa realidad; cuando de nuevo la evocaba como fantasía de poeta, sabía hacer partido del placer. En el primer caso, gozaba en ser el objetivo estético; en el segundo, gozaba estéticamente de su propio ser. Es interesante señalar que, en el primer caso, en su fuero interno se deleitaba de un modo egoísta de cuanto la vida le otorgaba y, en parte, de aquellas mismas cosas con las que impregnaba la realidad; de ésta, en el primer aspecto se servía como un medio, en el segundo, la elevaba a una concepción poética. Por eso mismo, un resultado del primer aspecto es la condición anímica en la que se vino formando el Diario y fruto del seguro, su maduración; pero no debe despreciarse la observación de que en este caso, las palabras deben entenderse en un sentido algo diferente al otro. Y de este modo pudo percibir siempre la poesía en la doble forma en que su vida transcurrió y a través de esta misma forma.

Más allá del mundo en que vivimos, en un fondo lejano existe todavía otro mundo y ambos se encuentran más o menos en idéntica relación que la escena teatral y la real. A través de un delgadísimo velo, distinguimos otro mundo de velos, más tenue pero también de más intenso carácter estético que el nuestro y de un peso distinto de los valores de las cosas. Muchos seres que aparecen materialmente en el primero, pertenecen tan sólo a éste, pero tienen su auténtico lugar en el otro. En consecuencia, cuando un ser humano se desvanece de éste y llega a desaparecer casi de él totalmente, puede deberse a un estado de dolencia o de salud. Este es el caso de El, a quien conocí aun sin llegar a conocerle. No pertenecía al mundo real, pero tenía con él mucha relación. Penetraba en él muy hondamente; no obstante, cuanto más se hundía en la realidad, quedaba siempre fuera de ella. No es que le sacara fuera un espíritu del bien, ni tampoco uno del mal; nada puede afirmar en su contra… Padecía de una exacerbado cerebro, por lo que el mundo real no tenía para él suficientes estímulos, excepto en forma interrumpida. No se alejaba de la realidad por ser demasiado débil para soportarla, sino demasiado fuerte y precisamente en esta fuerza residía su dolencia. Apenas la realidad perdía su poder de estímulo, se sentía desarmado y el espíritu del mal venía a acompañarle. De eso, él tenía conciencia en el instante mismo en que le incitaban y en esa conciencia estaba el mal.

Conocí a la muchacha cuya historia constituye el tema central del libro; ignoro si sedujo a otras, aunque, seguramente, serla posible deducirlo de sus papeles. Parece que también en esta forma de proceder se condujo del modo absolutamente particular que le caracteriza, pues la naturaleza le había dotado de un espíritu demasiado selecto para que fuese uno de tantos seductores habituales. Con frecuencia aspiraba a algo completamente insólito; por ejemplo, a un saludo ya que el saludo era lo mejor que una dama tenía. Por medio de sus finísimas facultades intelectuales, sabía inducir a una muchacha a la tentación, ligarla a su persona incluso sin tomarla, sin desear siquiera poseerla; en el más estricto sentido de la palabra. Imagino perfectamente cómo sabía conducir a una muchacha hasta sentirse seguro de que ella iba a sacrificarlo todo por él. Y cuando lo había conseguido, cortaba de plano. Todo esto, sin que él, por su parte, hubiese demostrado el menor acercamiento, sin que aludiese al amor en ninguna de sus palabras, sin una declaración o siquiera una promesa. Pero, sin embargo, todo había ocurrido; y la desgraciada, al darse cuenta, sentía una doble amargura, puesto que nada le podía reclamar, o se veía lanzada, en una loca zarabanda, a los más opuestos estado de ánimo. A veces le dirigía reproches, para otras reprocharse a sí misma, pero, como en realidad nada había existido, debía preguntarse a sí misma si no era todo producto de su imaginación. Tampoco le quedaba el recurso de confiarse a alguien, pues, objetivamente, nada tenía que confiar. A otras personas se les puede contar un sueño, pero la muchacha en cuestión podía haber contado algo que no era un sueño, sino una amarga realidad, pese a lo cual, cuando deseaba desahogar un poco su angustiado corazón, todo volvía a desaparecer. De eso, las interesadas debían dolerse mucho, pero mejor que nadie hubieran podido formarse una idea clara del caso, aunque sintieran pesar sobre sí mismas su carga apremiante. Por tal causa, las víctimas que él causaba era de un tipo muy especial: no pasaban a engrosar el número de desdichadas que la sociedad condena al ostracismo; en ellas no se advertía ningún cambio visible; vivían en la relación habitual de siempre; respetadas en el círculo de los conocidos, como siempre; y, sin embargo, estaban sufriendo un profundo cambio, en una forma que a ellas les resultaba muy oscura y para los demás totalmente incomprensible. Su vida no estaba rota, como la de las otras seducidas; tan sólo, habían sido doblegadas y vencidas dentro de sí mismas; por idas para los demás, intentaban inútilmente volverse a encontrar. Así como podía decirse que recorría el camino de la vida sin dejar huellas, tampoco dejaba materialmente víctimas por vivir en un tono demasiado espiritual para un seductor tal como vulgarmente se concibe. En ocasiones, sin embargo, asumía un cuerpo «paraestático» y, entonces, era pura sensualidad. El mismo amor que por Cordelia sentía estaba tan lleno de complicaciones, que a causa de ellas parecía ser él el seducido; e incluso la propia Cordelia podía sentir la duda en su alma, pues en este caso no supo hacer tan inseguras sus huellas que resultara imposible toda comprobación. Para él, los seres humanos no eran más que un estímulo, un acicate; una vez conseguido lo deseado, se desprendía de ellos lo mismo que los árboles dejan caer sus frondosos ropajes; él se rejuvenecía mientras las míseras hojas marchitaban.

Sin embargo, en su mente, ¿qué aspecto debió adquirir todo esto? Con toda seguridad, quien induce al error a los demás, debe caer también en este mismo error. Cuando algún viajero extraviado pregunta por el camino a seguir, es muy reprobable indicarle un rumbo falso y luego dejarle marchar solo, pero carece de importancia si se compara con el daño que se hace a quien se impulsa a perder por las rutas de su alma. Al viajero extraviado le queda, por lo menos, el consuelo del paisaje, que le rodea, casi siempre variado, y la esperanza de que a cada recodo encuentre el buen camino; pero quien se desorienta en su Yo íntimo, queda recluido en un espacio muy angosto y en seguida vuelve a encontrarse en el punto del que partió y va recorriendo sin solución de continuidad un laberinto del que comprende que no podrá salir. Imagino que también esto debió ocurrirle a él, pero de forma mucho más terrible. No puedo imaginar una tortura mayor que la congoja de una inteligencia intrigante que de repente pierde su hilo conductor y que, cuando su conciencia despierta y trata de salir del laberinto, vuelve contra sí mismo toda su penetración cerebral. Le resultan inútiles todas las salidas de su cueva de zorro: cuando cree alcanzar la luz del día, se da cuenta de que se halla delante de una nueva entrada y, como una fiera despavorida, en la desgarradora desesperación que le acomete, trata de nuevo de salir, pero de nuevo sólo encuentra entradas que lo conducen de nuevo a sí mismo.

Un hombre así no comete crímenes, porque a menudo le engaña su propia superchería, pero recibe un castigo mucho más terrible que un verdadero delincuente; pues, en realidad, ¿qué es el dolor de la expiación si se compara con esta consecuente locura? El castigo, para él, tendrá un carácter puramente estético: un despertar resulta demasiado ético, según su modo de pensar. Ira conciencia se le aparece tan sólo bajo la forma de un conocimiento más elevado, que se expresa como una inquietud; y ni siquiera puede decirse que le acuse con toda propiedad, sino que le mantiene despierto y, al inquietarle, le priva de todo reposo. No puede admitirse que sea un demente: la diversidad de sus pensamientos no está fosilizada en la eternidad de la locura.

También a la pobre Cordelia le resultaba muy difícil encontrar la paz. Ella, ciertamente, le perdona de corazón, pero carece de paz pues la duda renace en su alma: fue ella quien quiso romper el compromiso, con lo que provocó su propia desdicha, ya que su orgullo necesitaba algo insólito. Luego viene el arrepentimiento, pero ni siquiera en esto encuentra la paz, pues en ese instante precisamente, otra voz en su conciencia le dice que ella no ha tenido culpa alguna: fue él mismo quien le puso con gran astucia ese propósito en el alma. De este modo nace el odio y su corazón se aligera al maldecir, pero no recobra la paz, ya que la conciencia le dirige nuevos reproches; se increpa a sí misma por odiarle y se censura por haber sido culpable, incluso engañada. Al engañarla, él cometió una falta muy grave, pero peor aún fue el desarrollarla estéticamente de modo que ella no puede prestar oído a una sola voz con sumisión por mucho tiempo y, en cambio, sí puede escuchar más y más reclamos. Cuando en su alma se despiertan los recuerdos, ella olvida pecado y culpa, para evocar sólo los instantes de felicidad, dejándose embriagar por una exaltación que nada tiene de particular. En esos lapsos, ella no se acuerda tan sólo de sí misma, sino que logra comprenderle a él con mucha claridad; esto demuestra la poderosa influencia creadora que sobre ella ejerció, que en él nada afectuoso encuentra, pero tampoco ve en él al ser noble; tan sólo lo percibe estéticamente. En cierta ocasión, Cordelia me escribió una esquela que contenía las siguientes palabras:

«Llegaba a ser a veces tan espiritual, que como mujer me sentía anonadada; pero luego se volvía apasionado, con tal desenfreno, que casi temblaba por él. En ocasiones, yo era una extraña para él, otras se me abandonaba completamente, pero luego, al abrazarle, todo desaparecía y con mis brazos solo ceñía “las nubes”. Antes de encontrarle, ya conocía yo esa frase, pero sólo él me enseñó su significado y cuando la empleo debo pensar siempre en él; igualmente siempre y sólo a través de él pienso cada pensamiento mío. Desde mi infancia amé la música; él era un maravilloso instrumento, siempre templado, rico en tonos como ningún otro; poseía fuerza y delicadeza en el sentir; ningún pensamiento le resultaba demasiado grande, ninguno excesivamente audaz o arriesgado; sabía rugir con la misma fuerza que una tormenta de otoño pero también susurrar imperceptiblemente. Ni una sola de mis palabras le resultaba algo vacío, sin efecto, pero no soy capaz de decir si le faltó efecto a mis palabras, pues jamás pude prever cuál sería. Con una sensación de temor inefable, colmada de inmensa beatitud, yo escuchaba la música evocada, que, sin embargo, no había evocado yo; aquella música llena de armonía con la que cada vez sabía arrastrarme».

Es terrible el castigo de Cordelia, pero mayor el que él sufrirá, cosa que intuí por la irresistible sensación de ansiedad que yo experimento, al pensar en todo eso. También yo me siento arrastrado en aquella zona nebulosa, en aquel mundo de ensoñación, donde nuestra misma sombra nos asusta a cada instante. Es inútil que intente liberarme, pues debo seguirle, como a un acusador mudo y amenazador. ¡Qué cosa más extraña! El sabía envolverlo todo en el más profundo secreto, pero hay un secreto aún más abismal: estoy «iniciado» en su secreto, pero de forma completamente ilegal, deshonesta. Quisiera olvidar y no lo logro. En alguna ocasión incluso pensé en hablarle de este asunto. Pero ¿de qué iba a servirme? Seguramente lo negaría todo, afirmando que el Diario no es más que una obra poética o me pediría que me callase, a lo que no me podría negar a causa del modo como me «inicié» en su secreto. Nada hay como un secreto que lleva consigo tanto maleficio y tanta maldición.

De Cordelia recibí una colección de cartas; ignoro si son todas las que escribió pues en alguna ocasión me había dicho que destruyó unas cuantas. Las copió y ahora quiero intercalarlas aquí, en su lugar correspondiente. Ninguna de ellas lleva fecha, pero aun el caso contrario de nada serviría pues cuanto más avanza el Diario más raras son las fechas y, al final, desaparecen por completo. Se tiene la impresión de que en esa etapa la historia se vuelve tan cualitativamente enjundiosa y, pese a toda realidad concreta, se acerca tanto a la idea que cualquier determinación temporal se hace insignificante. Para suplir esta falta, me ayudes mucho el hecho de que en distintos puntos del Diario existen palabras cuyo sentido, al principio, no pude comprender, pero, al remitirme a las cartas, comprobé que eran el germen o la circunstancia determinante de ella y por eso me fue fácil ordenarlas, colocando cada una donde está su motivo fundamental. Algunas de ellas deben haber sido escritas en un mismo día.

Tiempo después de que la abandonara, Cordelia le escribió algunas cartas que él devolvió, sin siquiera abrir. También éstas me las entregó; la propia Cordelia había roto los sellos y pude copiarlas. Jamás me dijo ella una sola palabra acerca de esas cartas; cuando la conversación se refería a sus relaciones con Johannes solía recitarme un verso, creo que de Goethe, que siempre puede significar algo distinto, según el modo como se diga y el estado de ánimo en que nos hallamos:

Ve

Desprecia

la felicidad.

La pesadumbre

vendrá después…

sábado, 4 de mayo de 2013

ANDRÉS ELOY BLANCO: ESCRITOR DE LA SEMANA.

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  • LOS ARTÍCULOS Y TEXTOS MÁS LEÍDOS DE LA SEMANA.


  • Por tal motivo he decidido ampliar algunas notas acerca del escritor o artículos más leído de la semana: en este caso acerca del venezolano Andrés Eloy Blanco.

    obras de este poeta:
    • Tierras que me oyeron (1921)
    • La Aeroplana Clueca (1935)
    • Barco de Piedra (1937)
    • Abigaíl (1937)
    • Malvina recobrada (1938)
    • Liberación y Siembra (1938)
    • Baedeker 2000 (1935)
    • Poda (1934)
    • El Poeta y el pueblo (1954)
    • Giraluna (1955)
    • La Juanbimbada (1959)

    • Fuente Wikipedia.


    Andrés Eloy Blanco (1896 - 1955).

    Hace ahora medio siglo que murió Andrés Eloy Blanco, poeta, humorista, abogado y político venezolano, ampliamente conocido en todo el mundo de habla española por Angelitos Negros, un poema suyo que se hizo muy célebre en una canción de Antonio Machín cuya versión musical era, al parecer, de M. Álvarez Maciste. Muchas personas en América Latina y en especial, en España, recuerdan los boleros popularizados por Antonio Machín, pero muy pocas saben quién fue el autor del poema que constituye un verdadero himno en contra de la discriminación racial. A continuación se presenta una breve reseña de su obra y algunos ejemplos de sus trabajos literarios, en especial, de su poesía de contenido social.
    Palabras clave: Venezuela, literatura, Andrés Eloy Blanco

    Abstract
    Half a century ago died in Mexico City Andrés Eloy Blanco, a Venezuelan poet, humorist, lawyer and politician, very well known in all Spanish speaking countries for his poem Angelitos Negros (Black Little Angels), which was made famous in Spain and Latin America through a song of Cuban singer Antonio Machín. Many people remember the "boleros" made popular by Antonio Machín, but very few know who was the author of a poem which became a true hymn against racial discrimination. This paper reports a brief  explanation of his life and work and also includes some examples of his socially oriented poetry.
    Key words: Venezuela, literature, Andrés Eloy Blanco.

    Nota biográfica
    Andrés Eloy Blanco nació en Cumaná en 1896 y, aunque podríamos decir que fue algo anterior a la llamada generación del 28 en Venezuela, hizo causa común con varios de sus integrantes con los que fundó Acción Democrática, partido del que proceden muchos de los políticos que dirigieron la política venezolana posteriormente, sobre todo, en la época en la que se inició el período democrático. Dentro de dicho partido, fue uno de los dirigentes políticos más destacados, junto con Rómulo Betancourt, Luis Beltrán Prieto Figueroa, Rómulo Gallegos y otros, quienes, en conjunto, lo convirtieron en el partido político de mayor relevancia en Venezuela durante toda la segunda mitad del siglo XX.
    Escribió numerosas obras humorísticas y poéticas con un elevado sentido social, en el que siempre trataba de armonizar las clásicas ideas republicanas de igualdad, libertad y fraternidad, algo bastante difícil de realizar para cualquier escritor que no tuviera una preparación tan amplia como la que tenía Andrés Eloy. Presidió el Congreso, pronunció numerosos discursos, escribió muchos artículos sobre diversos temas, fue ministro de Relaciones Exteriores durante el breve gobierno de Rómulo Gallegos y, en fin, fue uno de los hombres a cuyo pensamiento político y obra literaria, más le debe la Venezuela del siglo XX. Con su Canto a España había ganado, en 1923, el Certamen Hispanoamericano promovido por la Real Academia Española. Entre sus obras poéticas más famosas podemos citar Tierras que me oyeron (1921), Poda (1934) Barco de Piedra (1937) y Giraluna(1955). También escribió innumerables artículos en diversos periódicos, siempre con un elevado sentido del humor y de la sátira de contenido social.
    Su trayectoria política opacó, en cierto modo, su obra literaria, aunque también podría interpretarse en sentido inverso, hasta el punto de que tuvo que aclarar en una sesión de la Cámara de Diputados (el 10 de junio de 1943) su doble vocación de poeta por un lado, y de abogado y diputado por la otra:
    "Algunos colegas no han tomado en cuenta mi cualidad de diputado, sino mi cualidad de poeta. Así podría yo negarle a cualquiera de mis colegas que no fuera abogado o médico el derecho a referirse a una materia penal, porque son farmacéuticos o comerciantes. Precisamente he tratado de juntar siempre mi cualidad de diputado con mi cualidad de poeta. Porque tengo del poeta un concepto nuevo; porque considero como la más alta de sus funciones la función social del poeta. Yo debo con todo afecto corresponder a la frase del diputado Manzo, quien en este caso no fue muy 'manso' conmigo que digamos, diciéndole que yo no soy un notable abogado. En mí lo único notable como abogado es la falta de clientela" (Rivas Rivas, 1980; p. 180, las cursivas son nuestras).
    Su oposición a la larga dictadura de Juan Vicente Gómez le ocasionaron su prisión en el Castillo de Puerto Cabello, que fue donde escribió Barco de Piedra. Precisamente, este título hace referencia a la apariencia de dicho castillo rodeado por el mar.
    Su importancia como político también fue la razón por la que la dictadura de Pérez Jiménez lo envió al exilio. Se dirigió a México, donde siguió escribiendo y donde murió en un accidente de automóvil pocos años después (en 1955). Cualquiera de las obras que se han indicado puede servir para apreciar en lo que vale el contenido sociológico tan puro y elevado de sus poemas.
    Como muestra, se presenta, junto con otros ejemplos, un poema titulado Coloquio bajo la Palma, tomado de su obra titulada Giraluna y que, dentro de ella, forma parte de unas poesías escritas para los hijos. Muchos comentarios podrían hacerse sobre el valor estético y sociológico de este poema (los valores de la libertad, la fraternidad, la formación integral del ser humano, el valor del trabajo creador y, en especial, las ideas del beneficio colectivo por encima del individual) sobre todo, en una época en la que toda esta serie de valores se suelen desechar como algo anacrónico u obsoleto.
    Hoy en día, cuando el recuerdo de su obra literaria debería perdurar en los países hispánicos incluso por encima de su labor política, vemos que no es así y hasta en Venezuela casi se ha convertido en una figura prácticamente olvidada. ¿La razón?. El partido Acción Democrática se ha convertido en los últimos tiempos, en uno de los  símbolos de los 40 años de democracia, en algo equivalente a la oligarquía execrable que empobreció al país. Y poco importa que muchos de los grandes logros de esos 40 años correspondan también al gobierno de Acción Democrática, si a través de una información generalmente manipulada se ha logrado tergiversar la historia hasta el punto de no poder disponer, ni dentro ni fuera de Venezuela, de una visión realmente objetiva de nuestro pasado. Las naciones necesitan siglos de buenos gobernantes y del trabajo honesto y enriquecedor de sus habitantes para progresar y desarrollarse; y, en cambio, de muy poco tiempo de mal gobierno para despeñarse rumbo a su propia destrucción. Sucede algo parecido en otras escalas de la sociedad en la que vivimos. Así, Venezuela es un país empobrecido por la voracidad de las generaciones más recientes, personas que consideran que la acumulación de dinero es una meta (realmente maquiavélica) que está por encima del valor moral de los medios empleados para conseguirla. El valor social del trabajo honesto, como resulta lógico, ha desaparecido o, por lo menos, ha quedado reducido a su mínima expresión. Por ello dejaremos que el poema de Andrés Eloy Blanco al que hacíamos referencia, hable por sí solo.

    Coloquio bajo la palma
    Lo que hay que ser es mejor
    y no decir que se es bueno
    ni que se es malo,
    lo que hay que hacer es amar
    lo libre en el ser humano,
    lo que hay que hacer es saber,
    alumbrarse ojos y manos
    y corazón y cabeza
    y después, ir alumbrando.Lo que hay que hacer es dar más
    sin decir lo que se ha dado,
    lo que hay que dar es un modo
    de no tener demasiado
    y un modo de que otros tengan
    su modo de tener algo,
    trabajo es lo que hay que dar
    y su valor al trabajo
    y al que trabaja en la fábrica
    y al que trabaja en el campo,
    y al que trabaja en la mina
    y al que trabaja en el barco,
    lo que hay que dar es todo,
    luz y sangre, voz y manos,
    y la paz y la alegría 
    que han de tener aquí abajo,
    que para las de allá arriba,
    no hay que apurarse tanto,
    si ha de ser disposición
    de Dios para el hombre honrado
    darle tierra al darlo a luz,
    darle luz al enterrarlo.Por eso quiero, hijo mío,
    que te des a tus hermanos,
    que para su bien pelees
    y nunca te estés aislado;
    bruto y amado del mundo
    te prefiero a solo y sabio.
    A Dios, que me dé tormentos,
    a Dios que me dé quebrantos,
    pero que no me dé un hijo
    de corazón solitario.
    Angelitos Negros
    Angelitos Negros forma parte de una selección de poemas escritos entre 1928 y 1954 que aparecieron en diversas publicaciones y que se editaron en forma conjunta con el título de La Juanbimbada en 1959, es decir, después de su muerte (en Venezuela, Juan Bimba es el nombre de una persona del pueblo llano, de la misma manera que en los Estados Unidos se hacía referencia a la figura de John Doe). Si lo incluimos aquí es porque la versión original es algo más larga que la que nos ofrecía el bolero de Antonio Machín. Evidentemente, en la versión cantada se tuvo que reducir y resumir para lograr una adaptación que fuera más musical y menos literaria.
    Venezuela es un país sin problemas de discriminación racial, política o religiosa, hasta el punto de que el estereotipo de catalogar al venezolano como la misma expresión atrasada del latinoamericano que se manifiesta en muchas referencias de la literatura anglosajona, no se corresponde con la realidad y ello es así desde hace mucho tiempo. Bastaría con añadir (a las ideas expresadas por Andrés Eloy Blanco), el caso anecdótico de su amigo y compañero de partido Luis Beltrán Prieto Figueroa, que fue uno de los docentes, escritores y políticos más destacados de Venezuela de todos los tiempos (fue Ministro de Educación y candidato presidencial), y cuya admisión en el famoso Tropicana de La Habana en los años 50, fuera rechazada por su coloración oscura. Su extrañeza y la de los que lo acompañaban debió de ser mayúscula porque, incluso en esos tiempos, cualquier venezolano independientemente de su color o características raciales, podía ir a cualquier parte del país sin ningún tipo de limitaciones, las cuales eran mucho más frecuentes en otros latitudes (es justo señalar que casi en la misma época se rechazó la entrada de Nat King Cole en el Hotel Tamanaco, situado en una urbanización caraqueña del Este de la ciudad, y perteneciente a una cadena hotelera norteamericana, aunque muchos venezolanos de coloración oscura podían entrar libremente en el mismo). Además, en este último caso, si hubiese sido un hotel para blancos puros (la simple denominación resulta inconcebible en Venezuela), tal vez se hubiera quedado sin clientela. El problema trascendió y se corrigió enseguida porque muy poco tiempo después, se aceptó en dicho hotel a Louis Armstrong  y su orquesta y muchos otros artistas de variada procedencia étnica y cultural.
    Este falso estereotipo ha sido políticamente aprovechado por escritores nacionales e internacionales desde hace varios años, además de algunos políticos actuales, personas interesadas en menospreciar todo lo que es auténticamente venezolano o latinoamericano en función de una hegemonía de grupos o de países dominantes en el mundo actual. En la Venezuela actual no existen conflictos de carácter étnico entre los partidarios del gobierno y los que le hacen oposición y la propia demostración de que no existen prejuicios raciales está en el hecho de tener a un presidente como Hugo Chávez, quien comenzó a gobernar con el voto de la mayoría que votó en 1998 y si ahora ha crecido en número los que le hacen oposición sólo se puede explicar con la idea de que tanto el gobierno como la oposición están integrados por grupos de origen diverso desde el punto de vista étnico, cultural, social y económico.
    Venezuela es un país hermoso, con una larga tradición democrática, que ha venido siendo maltratado por propios y extraños y que ha venido teniendo en épocas recientes gobiernos cuyas acciones resultan inaceptables para el ciudadano promedio. Lo que resulta más censurable en esta situación es que, como llega a suceder en muchas ocasiones, los gobernantes llegan a subestimar a sus gobernados hasta un nivel inaudito. Para compensar en cierta forma el carácter negativo de las consideraciones anteriores en torno al falso estereotipo del latinoamericano y del venezolano en particular, se incluye a continuación la versión completa del poema Angelitos Negros:
    ¡Ah mundo! La Negra Juana,
    ¡La mano que le pasó!
    Se le murió su negrito,
    Sí señor.-Ay, compadrito del alma
    ¡tan sano que estaba el negro!
    Yo no le acataba el pliegue, 
    Yo no le miraba el hueso; 
    Como yo me enflaquecía,
    lo medía con mi cuerpo, 
    se me iba poniendo flaco
    como yo me iba poniendo.
    Se me murió mi negrito:
    Dios lo tendría dispuesto;
    ya lo tendrá colocao
    como angelito del Cielo.
    -Desengáñese, comadre,
    que no hay angelitos negros.
    Pintor de santos de alcoba, 
    pintor sin tierra en el pecho, 
    que cuando pintas tus santos 
    no te acuerdas de tu pueblo,
    que cuando pintas tus Vírgenes
    pintas angelitos bellos,
    pero nunca te acordaste 
    de pintar un ángel negro.
    -Pintor nacido en mi tierra,
    con el pincel extranjero,
    pintor que sigues el rumbo
    de tantos pintores viejos,
    aunque la Virgen sea blanca
    píntame angelitos negros.
    No hay un pintor que pintara 
    angelitos de mi pueblo,
    yo quiero angelitos blancos 
    con angelitos morenos.
    Ángel de buena familia
    no basta para mi cielo.
    Si queda un pintor de santos,
    si queda un pintor de cielos, 
    que haga un cielo de mi tierra, 
    con los tonos de mi pueblo, 
    con su ángel de perla fina,
    con su ángel de medio pelo,
    con sus ángeles catires,
    con sus ángeles morenos, 
    con sus angelitos blancos, 
    con sus angelitos indios,
    con sus angelitos negros,
    que vayan comiendo mango
    por las barriadas del cielo.Si al cielo voy algún día,
    tengo que hallarte en el cielo, 
    angelitico del diablo,
    serafín curucusero.
    Si sabes pintar tu tierra,
    así has de pintar tu cielo,
    con su sol que tuesta blancos,
    con su sol que suda negros,
    porque para eso lo tienes 
    calientito y de los buenos.
    Aunque la Virgen sea blanca
    píntame angelitos negros.
    -No hay una iglesia de rumbo,
    no hay una iglesia de pueblo, 
    donde hayan dejado entrar 
    al cuadro angelitos negros.
    Y entonces, ¿adonde van,
    angelitos de mi pueblo, 
    zamuritos de Guaribe,
    torditos de Barlovento?.
    Pintor que pintas tu tierra,
    si quieres pintar tu cielo, 
    cuando pintas angelitos
    acuérdate de tu pueblo
    y al lado del ángel rubio
    y junto al ángel trigueño, 
    aunque la Virgen sea blanca,
    píntame angelitos negros. 
    El Coloquio bajo el Olivo es una especie de canto en contra de la guerra y también en contra del racismo, y que forma parte, al igual que los demás "Coloquios", de su obra Giraluna, editada en México en 1955 pocos días antes de morir.
    Por mí, la flor en las bardas
    y la rosa de Martí,
    por mí el combate en la altura
    y en la palabra civil;
    para mí no hay negro esclavo,
    para mí no hay indio vil,
    para mí no hay perro judío
    ni hay español gachupín,
    el bravo ataca el sistema
    y respeta al paladín,
    el Cid abre herida nueva,
    no pega en la cicatriz
    y es pura la niña mora 
    como las hijas del Cid.
    Andrés Eloy Blanco presenta, en algunos de sus artículos, una visión del mundo en la que, de entrada, trata de delimitar la dimensión de sus proposiciones e interpretaciones, de manera muy similar a lo que hemos tratado de establecer en otras ocasiones (Escamilla, 1999, 2000, 2001). La idea central es que no se pueden comparar lugares o áreas geográficas que no tengan una escala o dimensión semejante porque corremos el riesgo de realizar un esfuerzo erróneo e inútil. A ello se refiere en un largo artículo de 1935 que plantea la rivalidad existente entre dos pueblos vecinos de Los Llanos occidentales. Para terminar, se presenta a continuación, y de manera resumida, su versión humorística de esta rivalidad:
    "Mamporal y Manatí son vecinos; seis leguas entre los dos pueblos; pero seis leguas hondas e irreconciliables. Manatí es a Mamporal lo que el señor Mussolini es al señor Modigliani o lo que el señor Frías es al señor Juan Ramos. Manatí es güelfo, Mamporal es gibelino; Manatí es tirio, Mamporal es troyano; Manatí es el Diablo, Mamporal es el Nuncio".
    No es raro encontrar este odio entre dos pueblos vecinos. Mejor diré, lo raro es no encontrarlo. Las fronteras hacen odios, la vecindad hace rencores. Y eso depende de la importancia de un pueblo en relación con la de otro. El Valle no puede odiar a Caracas, porque Caracas es mucho más importante que El Valle. Arganda puede odiar a Chinchón, pero Chinchón no puede odiar a Madrid. Mamporal y Manatí pueden odiarse, pero ninguno de ellos puede odiar a Calabozo. Mamporal y Manatí se odian como se odian el chofer del doctor Paúl y el portero del Ministro de Suiza, o como podrían odiarse la Ministra de Suiza y la señora del doctor Paúl.
    Ese odio entre Manatí y Mamporal es histórico, pero ha tenido recrudescencias y crisis esporádicas tremendas. Todo es cuestión de competencia, de espíritu exacerbado y mal dirigido. En cierta ocasión ejercía de cura en Manatí un viejecito adorable, más bueno que un cabritillo. En eso trajeron a Mamporal un curita joven, perfumado, galante, cantaba romanzas, trozos de ópera; recitaba "Reír llorando", mascaba pastillas de violeta y oficiaba con cierto garbo de matador de toros retirado. Manatí puso el grito en el cielo; pero, con todo eso, no descansó hasta echar poco menos que a palos al pobre curita viejo y manso y obtener para su parroquia un petimetre que recitaba La Rosa del Jardinero.
    En otra ocasión, decidió el gobierno pasar la carretera por Manatí. Ni un solo mamporalense viajó por tierra. Todos se iban por el río Apure, alargando el viaje en cinco días.
    Un día llegó a Manatí una pianola. Los manatieros se fueron sentando todos, unos después de otros, ante el piano artificial y todos ejecutaron piezas que, por la fuerza de ejecución, parecían destinadas a ser oídas en Mamporal. A los quince días, don Damián Robles, de Mamporal, tenía, él solo, dos pianolas en su casa.
    La cosa llegó hasta el punto de que en cierta desventurada ocasión cayó un rayo en Mamporal e incendió tres casas. En Manatí se alegraron:
    -¡Se acabó Mamporal!
    Pero a los pocos días surgió el problema gravísimo de que Mamporal tomaba una gran actualidad en la prensa nacional, se leía en los periódicos de Calabozo y de San Fernando y hasta en los grandes diarios de la capital de la República: "La catástrofe de Mamporal";  "Por los damnificados de Mamporal"; "Junta pro-Mamporal." Se alarmó Manatí y a los pocos días cuatro "filántropos" ofrecieron sus casas para que fueran quemadas "en la primera noche de tempestad"
    "La noticia ha caído como una bomba en Mamporal. No hay precedentes de semejante consternación. En la plaza principal de Manatí será inaugurado el 19 de abril el busto del coronel  Julio Rondón, héroe nacional, nacido en Manatí y orgullo de las armas llaneras.
    La desolación es general. No es para menos. La catástrofe cae sobre Mamporal, de un modo súbito y le deja de la noche a la mañana humillado, despoblado, arrasado, a mil leguas por debajo de su odiado rival.
    Y es claro. Manatí tiene su plaza y su busto, porque Manatí tiene su héroe. Y Mamporal no tiene gloria, Mamporal no tiene  a nadie.
    Mamporal tiene su plaza, pero hasta ahora no se había pensado en utilizarla en otra cosa que en el mercado y el atraque de burros y el paseo solitario de las vacas nocturnas. Cuando más, se podría pensar en erigir un monumento a Bolívar o a Páez; pero ante una gloria "particular", ante una gloria "propia", ante una gloria de "nacimiento" ya no hay nada que hacer.
    Se ha reunido la Junta de Progreso del Municipio  Mamporal. Considerando lo grave de la situación, el miembro Francisco de Paula Vera opinó "que se evitara por cualquier medio la erección del desgraciado busto de Julio Rondón". El Jefe Civil protestó en nombre de la libertad individual y terminó diciendo:
    -¿Y quién les manda a ustedes no tener a nadie?. Nosotros en Carora tenemos a Pedro León Torres.
    El Bachiller Mirabal Villasmil, Secretario de la Junta, propuso, con el apoyo del dueño de la posada, don Antonio Karam, sirio mamporalense "que se discutiera a Manatí la gloria del nacimiento del coronel Julio Rondón, ilustre prócer de la Independencia, por existir indicios de que había nacido en Calabozo".
    Teobaldo, el partero, rechazó la proposición.
    -No hombre, Julio Rondón nació en Manatí;  eso lo saben los gatos. Y tienen la fe de bautismo.
    Julio Rada apuntó, tímidamente:
    -Lo que se podría hacer era probar que Julio Rondón era un pendejo...
    -¡Eso no!- terció el Jefe Civil. -Eso sería ir contra una gloria nacional.
    -Entonces no hay más que hablar... ¿Qué se va a hacer...?
    -Hay una cosa... - insinuó socarrón el viejo Teobaldo.
    -¿Una cosa? ¿Y cuál?
    -Pues...  un busto...
    -¿Un busto? ¿De quién?
    -Yo no sé. En mi casa hay un busto de bronce, grande así... Desde hace muchos años.
    -Pero, ¿de quién es ese busto?
    -Yo no sé. Puede ser de Rojas Paúl, de Andueza... Yo no sé. O de Vargas.
    -Pero, ¿a quien se parece?.
    -A nadie. Eso sí que se lo puedo asegurar. Tiene veinte años en un rincón del cuarto de mi vieja. No sé como vino a dar aquí. Pero lo que sí es verdad es que no se parece a nadie.
    -Entonces -exclamó el Bachiller Mirabal Villasmil- ¡nos hemos salvado! ¡Viva Mamporal! ¡Viva Mamporal! ¡Viva Mamporal!.
    Teobaldo repitió:
    -¡Viva Mamporal!
    Aquél ¡Viva! En boca del comadrón de Mamporal, sonó como un parto, como el nacimiento de un héroe.
    El 19 de abril, a la misma hora en que los cohetes acogían en Manatí el primer gesto de bronce del coronel Julio Rondón, el bravo llanero, acá, en la plaza de Mamporal, limpia y soleadita, el Jefe Civil descorría una sábana blanca y dejaba al descubierto el busto broncíneo de un hombre austero, enfundado en severa vestimenta ciudadana. El pedestal luce una inscripción sencilla y noble: Mamporal agradecido a su benefactor".
    (Tomado de Andrés Eloy Blanco. La Gloria de Mamporal. In: La Aeroplana Clueca, 1935).
    Son muchas las correlaciones que se pueden hacer del artículo anterior, además de las que el propio Andrés Eloy hizo en la versión completa, con situaciones venezolanas, españolas y de otros países, tanto de nuestros tiempos como de épocas ya pasadas. Y llama la atención la referencia a Arganda y Chinchón, explicable hace exactamente setenta años pero ya no tan real en la actualidad por el hecho de que la ciudad de Arganda ha crecido mucho más últimamente, en razón a su mayor proximidad a Madrid, por lo que la posible rivalidad entre las dos poblaciones no debería tener el mismo sentido que el que pudiera tener hace tiempo. Tampoco debe extrañar esa alusión a dos poblaciones madrileñas en un libro publicado en 1935, pero que recogía trabajos escritos con bastante anterioridad. Y ello es porque la cultura auténticamente venezolana es también plenamente hispánica, mucho más en los Llanos del Orinoco, por las razones ya expresadas en un trabajo anterior (Rodríguez y Escamilla, 1998).
    En realidad, esa referencia a las poblaciones madrileñas la hizo Andrés Eloy a título personal, para dar más fuerza a sus ideas. Chinchón, que es una ciudad famosa en el mundo desde el siglo XVII por el descubrimiento de la quina (chinchonia o quinina) en el Virreinato del Perú, por parte de Francisca Enríquez de Rivera, segunda esposa del IV Conde de Chinchón (quien fue Virrey), fue también la cuna de Fray Pacífico de Chinchón, monje capuchino que fundó, en los Llanos venezolanos, la población de Santa Cruz del Nogal en 1764 (Röhl, 1990; Reynal, 1994). Es probable que Andrés Eloy no tuviera conocimiento de estos hechos y si se citan aquí es para mostrar que las relaciones históricas y culturales entre España y Venezuela son, como resulta inevitable, mucho más estrechas y frecuentes de lo que el común de la gente podría pensar. Como un hecho curioso, la plaza de Toros de Chinchón (la propia Plaza Mayor) fue el escenario de la famosa corrida de toros de Cantinflas en La vuelta al mundo en 80 días, película que se estrenó en 1956, un año después de la muerte de Andrés Eloy.
    Conclusión
    La literatura venezolana, como la española y la de muchos otros países, es muy rica en el ofrecimiento de modelos en lo estético, en lo social, en lo político y en lo ético. Es una lástima que los gobernantes venezolanos en épocas recientes, tal vez abrumados por la crisis que ellos mismos han creado, no le hayan dado la importancia que se merece, sino que han tratado de minimizarla y menospreciarla por no considerarla como algo propio. La cultura venezolana, en general, no debería ser subestimada por el hecho de no conocerla, como se hace en algunos países y, desafortunadamente, también en Venezuela. Como un pequeño ejemplo de lo que se señala podría indicarse el hecho de que la obra Manual de Urbanidad y Buenas Maneras para uso de la juventud de ambos sexos, de Manuel Antonio Carreño,  un magnífico libro editado en Caracas en el siglo XIX, fue texto aprobado por el Ministerio de Instrucción Pública de España para la Enseñanza Primaria, según se indica en la Gaceta de Madrid el 3 de agosto de 1855  y se tomó como una especie de modelo a seguir (Escamilla, 1978). Y lo interesante del caso es que dicho libro de texto se utilizaba como texto de estudio en España antes que lo recomendaran en Venezuela (1854). Desde luego, si observamos los modales de los gobernantes venezolanos desde hace varias décadas tendríamos que reconocer que la situación ha cambiado un poquito. Tal vez podríamos establecer un paralelismo con lo que se señalaba en México hace unas décadas con relación a la explotación petrolera (antes del hallazgo de nuevos yacimientos en el Sur): -Lástima que el petróleo mexicano haya comenzado en Tampico y haya terminado en tan poco.
    Y la labor de los Círculos Bolivarianos tanto en Venezuela como en España, está dirigida, empleando grandes cantidades de dinero provenientes de los elevados precios del petróleo, a "reescribir la Historia", probablemente tergiversando el sentido de lo que en realidad ocurrió. Bastaría con señalar la destrucción por parte de grupos identificados con el chavismo, del monumento a Colón ubicado junto a la Plaza Venezuela en Caracas, el 12 de octubre de 2004, por el hecho de que "representara un monumento al colonialismo imperialista español". Poco importó que la imborrable huella que España dejó en el continente fuera en su mayor parte altamente positiva y que cada una de las 40.000 ciudades que los españoles fundaron en América constituyan un excelente ensayo en la búsqueda personal de sus fundadores de un mundo mejor, algo que, indudablemente lograron en su mayor parte como se puede leer en un artículo de Alexis Márquez Rodríguez (2004).
    Y en España, así como en los países latinoamericanos, se deberían utilizar libros de lecturas de textos seleccionados en los Estudios Sociales para la Enseñanza Secundaria. Muchas de las lecturas que se emplean con este fin y que forman parte de los textos de estudio, son irrelevantes y hasta inconvenientes como se ha señalado en un artículo que hace referencia a los textos españoles (Escamilla, 1999). Uno de los inconveniente de los "paquetes" de textos estudiantiles es que sus contenidos y materiales complementarios (como las lecturas, por ejemplo) resultan algo esotérico, celosamente ocultos fuera del ámbito pedagógico, tal vez con la finalidad de no exponerlos a la crítica del público. ¿Puede haber interés en un regreso a libros antológicos útiles, interesantes, formados por lecturas breves de la literatura universal y que tuvieran aplicación, tanto para la enseñanza de nuestro hermoso idioma como para el aprendizaje de las Ciencias Sociales?. ¿Puede tener un libro como éste, un objetivo que sea altruista en pro de una mejor educación para nuestros hijos y nietos y que, por lo tanto, no tenga la imagen previa del libro como negocio?. Seamos pesimistas en cuanto al diagnóstico de la situación y lo suficientemente optimistas como para llegar a comprobar algún día nuestra idea en la práctica o, al menos, intentarlo.

    Bibliografía
    BLANCO, Andrés Eloy. Giraluna. México: Yocoima, 1955.
    BLANCO, Andrés Eloy. Antología Popular. Prólogo de Juan Liscano. Caracas: Monte Ávila Editores, Comisión Presidencial para el Centenario del nacimiento de Andrés Eloy Blanco, 1990, 1997, segunda edición.
    ESCAMILLA VERA, Francisco. La enseñanza de la Geografía en España durante el siglo XIX. Barcelona: Universidad de Barcelona, Facultad de Geografía e Historia. Tesis de Licenciatura, 1978, 333 páginas.
    ESCAMILLA VERA, Francisco.  Las fronteras conceptuales de un debate: el significado en Norteamérica del término "frontier". Barcelona: Biblio 3w, Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales Nº 164, 7 de julio de 1999 (www.ub.es/geocrit/b3w-164.htm).
    ESCAMILLA VERA, Francisco. Geografía Humana, Económica y Regional de Venezuela. In: CÁRDENAS COLMÉNTER, Antonio Luis; CARPIO CASTILLO, Rubén y ESCAMILLA VERA, Francisco. Geografía de Venezuela. Caracas: FEDUPEL (Fondo Editorial de la Universidad Pedagógica), 2000, 2ª edición, 496 pp.
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    ESCAMILLA VERA, Francisco.  La internacionalización del mercado de trabajo en los albores del siglo XXI: Aspectos éticos. Barcelona: Scripta Nova, Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales. IV Coloquio Internacional de Geocrítica, mayo de 2002 (http//www.ub.es/geocrit/sn/sn119123.htm).
    MÁRQUEZ RODRÍGUEZ, Alexis. Colón y el Descubrimiento. Caracas: Revista Electrónica Venezuela Analítica, 26/10/04.
    REYNAL LLÁCER, Vicente. Los Capuchinos valencianos en Hispanoamérica. I: Venezuela y Colombia 1645-1780. Burjassot, Valencia: Gráficas Hurtado, 1994.
    RIVAS RIVAS, José. Ingenio y gracia de Andrés Eloy Blanco. Caracas: Publicaciones Españolas, 1980. Ilustraciones de Pedro León Zapata. Las dos primeras ediciones son del Centro Editor (Caracas), de  mayo de 1970 y julio del mismo año.
    RODRÍGUEZ DÍAZ, Alberto J. y ESCAMILLA VERA, Francisco,. El Orinoco: 500 años de Historia. Barcelona: Biblio 3WRevista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales, Nº 110, 5 de septiembre de 1998 (www.ub.es/geocrit/b3w-110.htm).
    RÖHL, Eduardo. Historia de las ciencias geográficas de Venezuela (1498-1948). Caracas: edición de Héctor Pérez Marchelli, Talleres Gráficos Cromotip, 1990, 514 pp.


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