miércoles, 31 de agosto de 2016

Jaime Torres Bodet. Grupo: Los Contemporáneos.


Jaime Torres Bodet, la fusión de la vanguardia y la tradición
 Libros, revistas y literatura
 Efemérides
Comunicado No. 578/2010
17 de abril de 2010
***Su obra poética se inscribe en la tradición de la modernidad, junto a López Velarde, González Martínez y Rubén Darío

***Como funcionario construyó escuelas y promovió la alfabetización y los Libros de Texto Gratuitos

***Conaculta recuerda el 108 aniversario del natalicio del artista y hombre de Estado, que se cumple este 17 de abril

Secretario de Educación en dos ocasiones, secretario de Relaciones Exteriores y director general de la UNESCO, Jaime Torres Bodet (17 de abril de 1902–13 de mayo de 1974) fue uno de los más destacados autores de su generación, sin embargo, su obra poética y narrativa es actualmente poco leída, y menos estudiada, en parte opacada por otros autores de su grupo literario, los Contemporáneos, como Salvador Novo, José Gorostiza y Xavier Villaurrutia.
Torres Bodet fue un humanista y estudioso de la literatura, poeta y ensayista; como político fue un verdadero hombre de Estado. Su labor en la alfabetización del país ha sido ampliamente reconocida, además modernizó nuestra política exterior durante los inicios de la Guerra Fría.

     Salvador Novo solía decir de Torres Bodet: “Jaime no ha tenido vida, desde pequeño ha tenido biografía”.


Apego a la tradición
Aunque fue parte del grupo de vanguardia artística en México, los Contemporáneos, como poeta, fue el más apegado a la tradición y las formas clásicas. Esta fidelidad a sus mayores: Tablada, López Velarde, González Martínez, Darío —coinciden los estudiosos de su obra— es la causa más probable del poco apego de los lectores actuales hacia su obra.

     Sobre el quehacer poético, el propio Torres Bodet escribió: “Rosa inmarcesible y luz sincera/ se ganan duramente, hora tras hora”, en la dedicatoria del libro Sin tregua.

     En Nunca escribió su propia definición: “Nunca me sentiré rey destronado/ ni ángel abolido, mientras viva,/ sino aprendiz de hombre eternamente”.

     Sobre su incansable labor acuñó esta frase: “la fe que puse en el fervor humano/ y en la eficacia del esfuerzo puro”, que podría leerse como la divisa de su vida.

     El doctor Leonardo Martínez Carrizales, investigador de la obra de Jaime Torres Bodet, es autor de El recurso de la tradición. Jaime Torres Bodet ante Rubén Darío y el modernismo (UNAM, 2007), un estudio realizado después de adentrarse en el archivo del poeta y funcionario.

     “El pensamiento poético de Jaime Torres Bodet”, escribe el investigador de la UAM, “se articula en torno de la condición ejemplar atribuida al poeta y de elevación y profundidad de su decir poético”.

     En los archivos del poeta, Martínez Carrizales rescató un texto donde el propio Torres Bodet habla del poco apego que sentía hacia la llamada poesía experimental: “Se ha llegado a exigir la sorpresa, por la sorpresa misma. Quieren muchos de los autores famosos de nuestros días que el lenguaje gobierne al hombre y no el hombre al lenguaje del que se sirve. De instrumento, el idioma ha pasado a ser hipnótico dictador. Y no son desdeñables, en algunos casos, las aventuras que logran varios ingenios bajo el efecto de aquella hipnosis, pródiga en sortilegios. La impaciencia, la prisa, el automatismo, leyes de nuestro tiempo, parecen incompatibles con la técnica lenta y lógica que normaba la expresión literaria, en la prosa tanto como en el verso”.

     El investigador opina en su estudio, que analiza el último tramo de la vida de Torres Bodet, cuando publicó la biografía Rubén Darío. Abismo y cima (1966), que “a muy pocos se les ha ocurrido considerar seriamente a Torres Bodet como un hombre perteneciente a un tiempo histórico y a un espacio social organizado de acuerdo con principios que ya no son los nuestros, a pesar de nuestra cercanía cronológica con la última etapa de su vida […] un tiempo y un espacio sustancialmente ajenos a nosotros” (65).

     “El anacronismo de su obra radica en su clasicismo. La irritante simetría del verso torresbodetiano opera en una suerte de museografía estilística, el testimonio de una estética que fue y pudo ser, pero que terminó arrollada por la fuerza vital y agónica de sus coetáneos”, asegura Ignacio M. Sánchez Prado en su reseña “Jaime Torres Bodet, poeta”, publicada en Letras Libres.

     “Siempre he pensado que lo mejor de una literatura se oculta en los rincones oscuros de la obra de sus escritores raros. Torres Bodet es un raro no sólo por ser el poeta menor de la mayor generación poética de México, sino porque su obra poética no ha encontrado lugar en la configuración canónica de la literatura mexicana”, concluye Sánchez Prado.


Diversas lecturas
En Protagonistas de la Literatura Mexicana (Lecturas Mexicanas, Segunda serie, No. 48, 1986), el crítico Emmanuel Carballo consigna la entrevista que tuvo con Torres Bodet en 1965, allí afirma que “desde el momento es que comienza a vivir los años de aprendizaje, Torres Bodet respeta la tradición, pero sabe aprovechar las lecciones de la modernidad cuando ésta no se opone a sus ideas acerca de la poesía y el poeta”.

     José Gorostiza escribió: “Cripta es un libro de un solo momento poético. De otra suerte no hubiesen sido posibles ni su unidad interior ni su perfecto equilibrio técnico”.

     En el texto “Los jóvenes poetas de México”, Xavier Villaurrutia señaló: “Jaime Torres Bodet es un poeta formado. Su pensamiento conciso, contenido, explica que no venga a romper nuestra tradición poética; antes bien a continuarla. La seguridad de su acento, su conciencia artística, lo han afirmado personal, trabajando dentro de formas arquitectónicas y fuera de ellas”.

     En la Antología de la poesía mexicana moderna, Jorge Cuesta escribió: “Poesía honda, fina, de matices, moderna (la de Torres Bodet). Tan pronto se nutre en abstracciones como se fija, de una manera directa, en las cosas. En una inquietud constante, va del pensamiento a la vida y de la vida a la técnica. Un zigzag en que el capricho tiene una mínima parte, aquella que le deja un arte profundo y verdadero”.

     Si esto era así en los años 30 y 40, para mediados de los años 60 el gusto y la lectura de la poesía habían cambiado radicalmente. Mendiola consigna las opiniones vertidas en las dos antologías más influyentes, ambas editadas en 1966.

     En el prólogo a Poesía en movimiento, Octavio Paz dice: “la mayor parte de los poetas de esta generación sufrieron, al comenzar, la influencia de González Martínez. Como el resto de sus compañeros, Jaime Torres Bodet la abandonó pronto pero, a diferencia de ellos, retuvo la sensibilidad mesurada que la animaba, meditabunda a ratos y en otros moralizante”.

     Monsiváis en La poesía mexicana del siglo XX escribió que, en la poesía de Torres Bodet, “sus maestros son Pedro Salinas y Enrique González Martínez. Del primero adopta las formas sencillas, la intención de levedad; del segundo acepta la idea de la literatura como exhortación...”.

     José Luis Martínez, quien fuera secretario del poeta, en entrevista con Javier Aranda Luna (Reforma, 1994) reconoció que hubo “una corriente de frialdad, de antipatía hacia su obra. Lo acusaron de burócrata, de no haber tenido vida privada sino oficial”.

     El propio Torres Bodet abordó el tema en sus memorias: “Siempre me he preguntado si es tan perjudicial para el escritor —según muchos lo afirman— el tener que ganarse el pan en menesteres distintos al de las letras. Sinceramente, yo no lo creo... Ofrece, además, el segundo oficio otro género de ventajas. Desde luego, obliga al autor a salir de sus abstracciones, a no ser autor incesantemente y a convivir con los demás hombres…”.


Al rescate de la prosa
En Protagonistas…, Emmanuel Carballo, pone suma atención a los ensayos biográficos que don Jaime dedicó a Balzac (1959), Tolstoi (1965), Darío (1966) y Proust (1967); también a su ensayo Tres inventores de realidad (sobre los novelistas del siglo XIX: Stendhal, Dostoyevski y Pérez Galdós), pues en ellos, el prosista usa lo que entendía como la virtud principal del crítico: “la capacidad de honradez en la admiración. Esto lo impone un elemental deber: el de la modestia”.

     También José Luis Martínez, en su momento, advirtió la valía de estos ensayos biográficos y también recomendó la lectura de la primera parte de las memorias de Torres Bodet, Tiempo de arena (1955), al que calificó como uno de sus mejores libros, pues “más que una autobiografía vital es, sobre todo, una biografía intelectual, una historia de su formación espiritual, por eso las páginas más hermosas de ese libro son las que narran la revelación de personalidades artísticas y literarias”.

     Y también su crítica de cine, la cual, recordó Martínez, “la hizo en los tiempo del cine mudo”, entre 1925 y 1926 en Revista de Revistas. Se firmaba Celuloide y la sección se llamaba Cinta de plata. El crítico y estudioso de los Contemporáneos, Luis Mario Schneider recogió estas reseñas en La cinta de plata. Crónica cinematográfica (UNAM, 1986).

     De sus novelas y relatos (siete volúmenes publicados entre 1927 y 1941), a los que Carballo considera de un estilo que “se aparta de la simplicidad sintáctica y de la ornamentación superflua”; un ya viejo y cansado Torres Bodet designó como meros “ejercicios” formales cuyo valor, si acaso, fue “la flexibilidad que pudieron proporcionar al estilo de sus autores, para acometer empresas más importantes, entonces sólo en promesa”. Este juicio lo llevó “a no insertar ni un solo capítulo de estos textos” en el volumen de Obras escogidas publicado en el FCE en 1961.

     Algunas de sus prosas se titulan: Margarita de niebla; La educación sentimental; Proserpina rescatada (1931), también Arte deshumanizado y Nacimiento de Venus y otros relatos (escritos entre 1928 y 1931, pero publicados en 1941). Sin embrago, el que más apreciaba Torres Bodet fue Sombras, publicado en 1937.


Biografía mínima
En la vida cultural de los años 20, Torres Bodet tuvo un papel protagónico, fue secretario de José Vasconcelos en la Universidad Nacional de México (1921), después lo acompaña a la Secretaría de Educación Pública (1922-1924), donde como jefe del Departamento de Bibliotecas, en 1922, organizó la revista El Libro y el Pueblo y varias bibliotecas populares. Más tarde fue coeditor de importantes publicaciones como Falange (1922-23) y Contemporáneos (1928-1931), publicación que daría nombre a su grupo literario.

     De 1922 a 1925 publicó siete volúmenes de versos (Nuevas canciones, Poemas, Biombos), de ellos seleccionó los mejores en Poesías (1926). De pronto, sin abandonar el verso, se entusiasmó por la prosa. Escribió ensayos (Contemporáneos, 1928) y la novela Margarita de Niebla (1927). Después vendrían sus poemarios de madurez Destierro (1930) y Cripta (1937); después Sonetos (1949), Fronteras (1954) y Trébol de cuatro hojas (1958), entre otros.

     Diplomático entre 1929 y 1943 (en Madrid, La Haya, París, Buenos Aires y Bruselas, donde lo sorprende, en 1939, la Segunda Guerra Mundial). A su regreso en México, subsecretario de Relaciones Exteriores (1940-1943); Secretario de Educación Pública con el Presidente Manuel Ávila Camacho (1943-1946); Secretario de Relaciones Exteriores con el Presidente Miguel Alemán (1946-1948), director general de la UNESCO (1948-1952); Embajador de México en Francia (1955-1958), Secretario de Educación Pública del Presidente Adolfo López Mateos (1958-1964).

     Como funcionario público, escribe Salvador Diego en su ensayo biográfico sobre el poeta, son innegables: “Cifras publicadas indican que en tan sólo dos años consiguió que un millón doscientos mil mexicanos aprendieran a leer y a escribir”. Añade que “su determinación es sólo es equiparable, como educador a la de Bassols y a la de Sáenz, y como diplomático a la Alfonso Reyes.

     En sus años en el Servicio Exterior y luego en la SEP, Torres Bodet se alejó de la prosa, no así del todo de la poesía: “La poesía cobró, en mí existencia, un significado sumamente distinto: se volvió acción”, le confesó a Emmanuel Carballo en la entrevista publicada en Protagonistas…

     A Torres Bodet no sólo se deben las masivas campañas de alfabetización, a mediados de años 40, y los Libros de Texto Gratuitos de la SEP (1959), sino la edificación del Conservatorio Nacional de Música, la Escuela Normal para Maestros, la Escuela Normal Superior, el Museo Nacional de Antropología, el Museo de Arte Moderno y la organización y adaptación de los museos de Arte Virreinal y de Pintura Colonial, entre otras acciones.

     La obra de Torres Bodet se puede leer en Obras escogidas (FCE, 1983) y El juglar y la domadora (Colmex, 1992).

Fuente:
http://www.cultura.gob.mx/noticias/libros-revistas-y-literatura/4083-jaime-torres-bodet-la-fusion-de-la-vanguardia-y-la-tradicion.html

martes, 30 de agosto de 2016

J. Méndez-Limbrick. Fragmento. Novela. EL LABERINTO DEL VERDUGO.

Novela: "El laberinto Del Verdugo". Premio Editorial Costa Rica 2009. Premio Nacional de novela: Aquileo J Echeverría 2010.

"Estaban en libertad. Escucharon en el silencio ruido de sirenas elevándose hasta el infinito. Miraron la ciudad desde un monte pelado, las luces del San José distante le corroyeron las entrañas a Henry, un enorme gusano sitiado en el hígado resurgía con más fuerza y odio por los seres de la noche.
Ossorio no preguntó, solo se quedó mirando a Henry con los ojos desorbitados, parpadeantes; pensó entonces que la conspiración que contó Henry no era fábula o invención de un desquiciado.
En adelante Ossorio se convertía en la sombra de Henry, y se transmutaba de viejo parlanchín y del parloteo de todas las noches en el sanatorio a un promotor de silencios absolutos.

***

Caminaron en la oscuridad de la noche, atraídos hacia las luces mortecinas de la ciudad lo mismo que insectos torpes buscando la flama de la candela. Miraron las siluetas de los altos edificios recortados en niebla.
El aliento de la noche le arrancó la memoria de la huida a Henry, ya no pensó en el escape, tenía que pensar cómo llegar a donde su amigo en la Torre del Pacífico... Debía pensar deprisa porque a la mañana siguiente saldrían en los periódicos fotos en primera plana de los asesinatos. A mansalva los periodistas tendrían el visto bueno de las autoridades judiciales para que deformaran los acontecimientos de la huida. Jalonearían los hilos de la opinión pública de arriba abajo con tal de encontrarlos. Era un viejo truco que la mayoría de las ocasiones funcionaba: se inventaba alguna historia violenta que acabaría con las ilusiones de cualquier prófugo, y entonces las personas colaboraban para la caza del delincuente. Henry supuso que en el caso suyo no se tenía que hacer un gran esfuerzo de invención. Eran ciertos los homicidios... ¡Bastaría con un resumen de quién era el asesino de las putas años atrás!

***

Decidieron tomar el metro periférico para llegar a la Zona Fantasma; buen plan o no, era el único que tenían a mano.
El metro corrió a gran velocidad a modo de la prostituta, que con ademanes frívolos se desnuda para terminar rápido el negocio y no porque desea tener sexo con el cliente, así el metro periférico enseñaba con obscena malicia y perversión los lugares de San José olvidados por los ciudadanos del día: en algunas de las estaciones se observaban grupos de pordioseros consumiendo droga en rincones, en otros sectores los pordioseros y los niños de las calles dormían en cartones sucios...
Y más allá de las estaciones, bordeando con el metro las Zonas del Pacífico, todo estaba idéntico al año que Henry fue internado, nada cambiaba: prostitutas en las esquinas, viejas travestis reunidas en un aquelarre peleaban por zonas territoriales contra las verdaderas muñecas de la noche: los nuevos travestis, jovencitos de quienes cualquiera tenía que afinar bien el ojo para no caer en el error de una compañía no deseada.
En otros ramales del metro pudo observar a jóvenes pordioseros recorriendo en jaurías hacia los asaltos promisorios de bombas de gasolina o de mercados abiertos las 24 horas.

Descendieron por ramales del metro, llegaron a estaciones subterráneas para luego emerger paralelos a las autopistas.
Bordearon los Hatillos, pasaron por la Sabana, dieron un vistazo al Valle de las Muñecas y llegaron hasta San Pedro de Montes de Oca para reiniciar las visitas a las zonas pétreas de San José: la Zona Fantasma, la Zona del Pacífico y la Zona del Vampiro.
En la estación Bartolo Díaz, Ossorio tiritaba de frío, en la huida del psiquiátrico tenían que pasar a nado el lago de los nenúfares y escalar con cuerdas la enorme tapia, llegar a los laberintos y más tarde a los Ninfeos y a partir de ese momento ninguno de los dos recordaba los detalles de la huida.

***

Al llegar a la Torre del Pacífico Henry levantó la mirada al gigante inservible que envejecía.
El Gran Archivero de la Noche, el archivero de las memorias olvidadas, lo estaba esperando en el mezanine. Al mirar a Ossorio no dijo nada, nomás una simple mueca de curiosidad porque Henry le había comentado que si escapaba, sería sin ayuda.
Era al único ser mortal al que confiaba el escape por medio de correos electrónicos.
Antes de entrar a las entrañas de la Torre del Pacífico miró por segunda vez al gigante desde la base: una bruma granate reflejo de las luces neón coronaba al cíclope.
El Gran Archivero de la Noche dijo que le daba gusto verlo, también saludó a Ossorio que continuaba mudo porque algo o alguien le extirpaba el miembro del habla. Se introdujeron en un pasillo semioscuro. Plafones quebrados dejaban al descubierto sus entrañas iluminadas por unos bombillos de 25 candelas.
No era la primera vez que Henry se internaba por los pasadizos del gigante inservible, ya lo hacía en otra ocasión pocos días antes que lo encontraran en San José de la Montaña con la prostituta muerta a su lado y en un baño de sangre.

Avanzaron, el Gran Archivero de la Noche iba delante varios metros de ambos, en silencio abría sombras con una lámpara que iluminaba lo necesario para que nadie tropezara, y Henry aprovechaba para comentarle a Ossorio (que continuaba en mudez total) parte de la historia del Gran Archivero de la Noche. Le explicó que el Gran Archivero de la Noche vivía en la Zona Fantasma hacía décadas, que era un ex convicto comedor de opio y fanático del láudano, que purgaba una condena por un homicidio violento y que al cumplir la media pena lo trasladaron a un centro de confianza y de ahí a la Torre del Pacífico bajo la vigilancia de las autoridades del Instituto Nacional de Criminología para un proyecto de reorganización de los archivos de la nación. Al terminar Henry de hablar, se dijo para sí que tenía dos aliados en contra de Julián Casasola Brown".

lunes, 29 de agosto de 2016

Antonieta Rivas Mercado. Grupo: Los Contemporáneos.

(En la gráfica: Antonieta Rivas Mercado con el poeta granadino Federico García Lorca).
Comunicado No. 1686/2014
23 de septiembre de 2014
La exhibición es organizada por el Conaculta, a través de la Biblioteca de México, en coordinación con la Fundación Rivas Mercado A.C
En el marco de la exposición, se presentará el libro Antonieta Rivas Mercado, Diario de Burdeos, Edición crítica y se ofrecerá la conferencia "El Ángel y el Águila”, el 9 y 16 de octubre, respectivamente
Antonieta Rivas Mercado es un personaje histórico del siglo XX mexicano. Dedicó su vida al apoyo y promoción del arte y la cultura en México. Fue hija del reconocido arquitecto Antonio Rivas Mercado, creador del monumento a la Independencia y de quien heredó el gusto por la cultura. Impulsó numerosos proyectos de gran relevancia en México como el Teatro Ulises, el “salón de baile fino” El Pirata; patrocinó el Teatro de Orientación de la Secretaría de Educación Pública, así como ediciones y exposiciones.
En el ámbito literario, Antonieta Rivas Mercado colaboró en la revista Contemporáneos y en El Sol de Madrid, así como en la revista Ulises, que dirigían Xavier Villaurrutia y Salvador Novo. Escribió la reseña bibliográfica del libro En torno a nosotras, de Margarita Nelken.
Antonieta Rivas Mercado apoyó a escritores y artistas, entre los que se cuentan: Salvador Novo, Xavier Villaurrutia, Gilberto Owen, Celestino Gorostiza, Manuel Rodríguez Lazo, Castellanos, Andrés Henestrosa, Isabela Corona, Roberto Montenegro, Lupe Medina de Ortega.
La también escritora abrió puertas con sus aportes al teatro de vanguardia, la creación y promoción de la Orquesta Sinfónica de la Ciudad de México con Carlos Chávez.
Antonieta Rivas Mercado. Artífice de las artes permanecerá en exhibición del 26 de septiembre al 2 de noviembre de 2014, y podrá ser visitada en horario de 10:00 a 18:00 horas, en el vestíbulo del Foro Polivalente Antonieta Rivas Mercado de la Biblioteca de México, en la Plaza de la Ciudadela, en el Centro Histórico de la Ciudad de México.
Dentro de las actividades paralelas de la exposición se llevará a cabo la presentación del libro Antonieta Rivas Mercado, Diario de Burdeos. Edición Crítica, acto en el que participarán Ivett Tinoco García, secretaria de Difusión Cultural de la UAEM; Mauricio Gutiérrez Cortés, director de Desarrollo e Investigación de la UAEM; Pedro Daniel García Muciño, director del Instituto de Cultura, Turismo y Arte de Toluca y Martha Gargollo Orvañanos, presidenta de la Fundación Rivas Mercado A.C., el jueves 9 de octubre a las 18:00 horas
Se ofrecerá la conferencia El ángel y el águila con la participación de la escritora, investigadora y académica Fabienne Bradu y Ana Kuri, directora de la Fundación Rivas Mercado A.C., el jueves 16 de octubre a las 18:00 horas.
Al concluir la presentación del libro y la conferencia se proyectará el video: Antonieta Rivas Mercado. Estas actividades tendrán lugar en el mismo Foro Polivalente Antonieta Rivas Mercado de la Biblioteca de México, la entrada es libre y el cupo es limitado.

Fuente:
http://www.cultura.gob.mx/noticias/artes-plasticas-y-fotografia/36178-inauguraran-la-exposicion-antonieta-rivas-mercado-artifice-de-las-artes.html

domingo, 28 de agosto de 2016

Carlos Pellicer. Grupo: Los Contemporáneos. Homenaje. Conaculta.


Carlos Pellicer le puso casa a la alegría en la poesía mexicana: Gabriel Zaid
  Libros, revistas y literatura
 Efemérides
Información: JLB
Comunicado No. 1767/2010
03 de noviembre de 2010
***Conaculta rinde homenaje al vate tabasqueño; se espera la pronta edición de las cartas de Pellicer desde Tierra Santa, edición cuidada por Vicente Quirarte y Serge Zaïtzeff

La obra poética de Carlos Pellicer, quien falleció hace 33 años y sus restos descansan en la Rotonda de las Personas Ilustres de la Ciudad de México, ha tenido una amplia difusión en español, aunque harían falta ediciones de sus poemas en otros idiomas como el inglés y francés. Recientemente se han publicado antologías de su poesía en alemán (en una edición suiza) y en portugués (en Recife, Brasil).
       También se espera la pronta edición de las cartas de Pellicer desde Tierra Santa, edición cuidada por Vicente Quirarte y Serge Zaïtzeff, uno de los mayores especialistas en el legado pelliceriano y a quien se debe el rescate de los epistolarios de Gabriela Mistral a Carlos Pellicer, y de José Vasconcelos a Pellicer y Mistral, entre otros. Dichas cartas serán publicadas por la UNAM y Ediciones El Equilibrista.
       “Yo escribo para mi placer personal. Jamás me he ocupado de la gente. No me importa la gente. Es mi único egoísmo. Yo mismo soy mi público, y la gloria y la popularidad me tienen sin cuidado”, escribió el propio poeta sobre el “desastre editorial” que fue la publicación de sus obras en vida.
       En torno al nacimiento de Carlos Pellicer, quien vio la primera luz en San Juan Bautista (hoy Villahermosa), existe el registro de dos fechas, una, el 4 de noviembre de 1899, que es la que él solía dar, y el 16 de enero de 1897, que se ha establecido como la fecha más certera. Falleció en la Ciudad de México, el 16 de febrero de 1977.
       Ingresó en la Academia Mexicana de la Lengua el 16 de octubre de 1953. Su apellido materno era Cámara. Estudió en la Escuela Nacional Preparatoria y en Colombia, a donde fue enviado por el gobierno de Venustiano Carranza. Cofundador de la revista San-Ev-Ank (1918) y de un nuevo ateneo de la juventud (1919). Fue secretario privado de José Vasconcelos. En agosto de 1921, junto con Vicente Lombardo Toledano, Diego Rivera, José Clemente Orozco y Xavier Guerrero entre otros, fundó el Grupo Solidario del Movimiento Obrero.
       Además fue un asiduo colaborador de revistas como Falange (1922-23), Ulises (1927-28) y Contemporáneos (1928-31). Fue profesor de poesía moderna en la UNAM y director del Departamento de Bellas Artes. Como museógrafo organizó los museos Frida Kahlo, el de la Venta y el Anahuacalli, entre otros.
       Pellicer fue un poeta explosivo, telúrico, solar, amante rendido de la naturaleza. También profundamente religioso y frugal, admiraba a San Francisco y a Sor Juana; también antiyanqui y antifascista, apóstol de Bolívar, Martí y Vasconcelos. En algún poema escribió: “Líbranos de la ciencia/ en manos de déspotas y de millonarios”; en otro lado clamó: “Te necesito en esta hora/ en que mi lengua cristiana/ pregunta a los ricos por tanta miseria”. Perteneció a una estirpe intelectual que aunaba la palabra a la acción.
       Su sinceridad, tanto en el terreno político como en el literario, le acarreó no pocas enemistades. Emparentado generacionalmente a Los Contemporáneos (Gorostiza, Villaurrutia, Cuesta, Novo), Pellicer no se afilió del todo a sus postulados estéticos, que eran más bien introspectivos, oraculares y vanguardistas.
       “Sí: yo soy un tradicionalista, pero no estático sino dinámico. Ahora están de moda el ‘cerebralismo’ y los semi-versos con cara de hambre. Yo soy lo contrario: la sensualidad, el ritmo y la riqueza”, escribía el poeta Carlos Pellicer, desde Roma, en 1928.
       Admirador confeso de Salvador Díaz Mirón, Manuel Gutiérrez Nájera y Rubén Darío, Pellicer trajo nuevo vigor al Modernismo y, no sin roces con el “Grupo sin grupo”, inaugurando su propia vía extrovertida, jocosa, incontinente como un volcán en erupción: “Nada o casi nada le debo a las ‘novedades’ literarias europeas… Las vocales me bastan para poner en acción toda una máquina de ritmo. A veces a los adjetivos los convierto en sustantivos. Mi construcción no es siempre correcta. Yo lo sé. Pero siempre es poética”, explicaba su credo en 1928.
       En su Antología Mínima (FCE) Gabriel Zaid lo define: “Le puso casa a la alegría en la poesía mexicana, y eso no lo había hecho ningún poeta de nuestra tierra; es nuestro primer poeta realmente moderno. Nuestro Huidobro”.
       Sobre su quehacer, el autor de Reincidencias plasmó: Yo era un gran árbol tropical./ En mi cabeza tuve pájaros;/ sobre mis piernas un jaguar. Octavio Paz reconoció en Pellicer al “Gran poeta”, porque “nos enseñó a mirar el mundo con otros ojos y al hacerlo modificó la poesía mexicana”.
       “Pellicer redescubrió la hermosura del mundo: el Sol que arde sobre los ríos vegetales del trópico, el mar que a cada instante llega por vez primera a la playa. Sus palabras quieren reordenar la creación. Y en ese trópico entrañable los elementos se concilian: la tierra, el aire, el agua, el fuego le permiten mirar en carne viva la belleza de Dios”, se asentó la antología Poesía en movimiento. México, 1915-1966, editada por Octavio Paz, Alí Chumacero, José Emilio Pacheco y Homero Aridjis, (Siglo XXI, México).
Los trabajos del poeta
La editorial Cal y Arena publicó en 2009, en su colección Los Imprescindibles, una antología del autor de Hora de junio, donde además se incluyen algunas prosas, seleccionada por Alberto Enríquez Perea. También en el FCE es posible hallar, en volúmenes independientes, casi todos los poemarios (11) de Pellicer; además de una Antología breve y Un paisaje hecho poema (que reúne poemas inspirados en la naturaleza). Además de Obras: Poesía (Col. Letras Mexicanas), que contiene casi la totalidad de los poemas del tabasqueño. Así como Cartas desde Italia (Col. Tezontle), que además del epistolario contiene 113 fotografías.
       Más difícil, aunque no imposible, es encontrar la edición de Carlos Pellicer. Poesía Completa, en tres tomos publicada en 1996 por la UNAM, Conaculta y El Equilibrista, con motivo del centenario natal del poeta (1997), ahora ya agotada.
       Como museógrafo, Carlos Pellicer organizó siete recintos: Museo de Tabasco (1952); Museo de Antropología de Hermosillo (1956), Casa Museo Frida Kahlo (1958); Museo Parque de La Venta (1958), Museo del Anahuacalli de Diego Rivera (1964), Museo Arqueológico de Tepoztlán (1965) y Museo Regional de Arqueología Carlos Pellicer Cámara (1974).
       En este campo, como en la lírica, le gustaba trabajar a su aire: “...cuando hago un museo y los he hecho siempre solo; todos los errores son míos, y si hay aciertos también son míos... Para mí hombre confundido con la tierra, las palabras son demasiado volátiles: se me escapan de las manos. En la organización de museos es donde me encuentro con menos obstáculos, con mayor posibilidad de ejercer, de establecer el orden”.
       Desde hace cinco años, la Biblioteca Nacional de México es la depositaria del archivo de Carlos Pellicer, que se estima en más de 60 mil documentos (cartas, escritos, publicaciones, libros) y cinco mil fotografías, y su biblioteca se halla en  la Biblioteca del Colegio de México.
       Fue autor de Colores en el mar y otros poemas (1921), Piedra de sacrificios (1924), Seis, siete poemas (1924), Oda de junio (1924), Hora y 20 (1927), Camino (1929), Cinco Poemas (1931), Esquemas para una oda tropical (1933), Estrofas al mar marino (1934), Hora de junio (1929-1936) (1937), Ara virginum (1940), Recinto y otras imágenes (1941), Hexágonos (1942), Discurso por las flores (1946), Subordinaciones (1949), Sonetos (1950), Práctica de vuelo (1956), Material poético 1918-1961 (UNAM, 1962), Dos poemas (1962), Con palabras y fuego (1963), Teotihuacan y 13 de agosto: ruina de Tenochtitlán (1965), Bolívar, ensayo de biografía popular (1966), Noticias sobre Nezahualcóyotl y algunos sentimientos (1972) y Cuerdas, percusión y alientos (1976).
       Luego de su muerte aparecieron Reincidencias (1978), Cosillas para el nacimiento (1978), Cartas desde Italia (1985) y Cuaderno de viaje (1987). En 1964 recibió el Premio Nacional de Literatura. En 1981, Luis Mario Schneider realizó la edición de sus Obras (poesías), en el FCE. Coautor de El trato con escritores (1961).

Fuente:
http://www.cultura.gob.mx/noticias/libros-revistas-y-literatura/9074-carlos-pellicer-le-puso-casa-a-la-alegria-en-la-poesia-mexicana:-gabriel-zaid.html

sábado, 27 de agosto de 2016

Gilberto Owen Estrada. Grupo: Los Contemporáneos.



 “La obra de Gilberto Owen se revalora como una de las más vigorosas de la primera mitad del siglo XX”
 Libros, revistas y literatura
 Efemérides
Información: JLB
Comunicado No. 701/2010
12 de mayo de 2010
***Al cumplirse 106 años de su nacimiento, el Conaculta rinde homenaje al miembro de  los Contemporáneos

***Octavio Paz escribió sobre él: “Owen es uno de los espíritus más serios de nuestra actual literatura”; y elogió sus hallazgos en el poema en prosa, género que como pocos “expresa la poesía de la vida moderna”



La vida y la obra de Gilberto Owen (1904-1952) comienzan a surgir de la oscuridad en la que se encontraban. Nuevas investigaciones arrojan datos sobre la vida de quien fue el “más enigmático” autor del grupo sin grupo —aquel llamado “archipiélago de soledades” que fue los Contemporáneos— y sobre un poema que se creía perdido. Los jóvenes lectores “lo descubren por sí mismos, lo disfrutan y admiran”.

A 106 años de su nacimiento, que se celebra este 13 de mayo, Conaculta rinde homenaje al escritor originario de El Rosario, Sinaloa. Gilberto Owen formó parte de la generación de autores que renovó la tradición literaria mexicana. Participó en las revistas Ulises y Contemporáneos, además de ocupar diversos cargos diplomáticos. Fue autor de Desvelo (1923, editado de manera póstuma), La llama fría (1925), Novela como nube (1928), Línea (1930) y Perseo vencido (1948).

     Si Owen buscó en su lírica “reprimir la emoción… hasta el grado en que parezca haber sido suprimida” (en Encuentros con Jorge Cuesta), esto no escapó al fino olfato de Octavio Paz, quien en Las peras del olmo (1957) aseguró que Owen es “uno de los espíritus más serios de nuestra actual literatura” por la originalidad de su obra y elogió sus hallazgos en “el poema en prosa, género que como pocos expresa la poesía de la vida moderna”.

     A más de un siglo de su nacimiento, “la obra de Owen ha venido revalorándose y reconociéndose como una de las escrituras más vigorosas de la primera mitad del siglo pasado. Sin embargo, entre los Contemporáneos, Owen es probablemente el menos leído y el menos apreciado; en buena parte por los años que estuvo fuera de México —en los que escribió lo más importante de su obra—, dividiendo su vida entre el periodismo y la diplomacia”, afirman en entrevista con Conaculta Francisco Javier Beltrán y Cynthia Ramírez, investigadores de la Universidad Autónoma del Estado de México.

     Otro aspecto que atrasó la valoración de este autor fue la dificultad de acceder a su obra: “Owen dejó nuestro país en 1928, a los 24  años de edad y vagó por Norte y Sudamérica. Su obra madura fue concebida y conocida en los países que habitó, publicada de manera muy azarosa y dispersa. El resto de los Contemporáneos no siguieron esta ruta; escribieron y publicaron en México”, agregan en entrevista los académicos.

     Explican que la poesía de Owen se conoció en nuestro país con la publicación Poesía y prosa (Imprenta Universitaria de la UNAM, 1953), edición preparada por Josefina Procopio y revisada por el propio Owen, la cual reunió gran parte de su producción, antes inaccesible.

     Posteriormente, el Fondo de Cultura Económica (México) publicó Obras de Gilberto Owen en 1979, con una reimpresión en 1996. Esta edición estuvo a cargo de Josefina Procopio, Miguel Capistrán, Luis Mario Schneider, Inés Arredondo y Alí Chumacero, quienes incluyeron cartas, ensayos y poemas que no se habían obtenido para la edición de 1953.

     El interés en Owen —abundan Francisco Javier Beltrán y Cynthia Ramírez— “nace del olvido en que se le tiene y de la escasa difusión de su obra, la cual permite adivinar que en la poesía se encuentra un camino para expresar los misterios y contradicciones de la vida. Otro elemento de peso es que actualmente los jóvenes están descubriendo, por sí mismos, a Owen. Y lo disfrutan, lo admiran. La atención de los especialistas es creciente y, sin embargo, insuficiente”.

     En 2004, estos investigadores organizaron en la Facultad de Humanidades de la UAEM un coloquio con motivo del primer centenario del poeta rosarino, cuyos trabajos se publicaron bajo el título Gilberto Owen Estrada: un siglo de poesía (UAEM, 2005).


     Indagación detectivesca
     La búsqueda y recuperación de la obra dispersa de Gilberto Owen ha sido una aventura propia de detectives que podría inspirar una película, pues es sabido que el propio Owen “perdía” cíclicamente sus manuscritos, en parte, por las muchas mudanzas que el trabajo diplomático le imponía, y también por su natural inclinación a borrar sus huellas.

     “Puede resultar inútil buscarle anclaje biográfico a Owen, pues siempre va a huir, vive huyendo, él mismo es huida”, describe Guillermo Sheridan en Tres ensayos sobre Gilberto Owen (UNAM, 2008).

     El poeta “se divertía expresando el mundo en clave, jugando con aspectos reales que expone como enigmas… Su nombre de pila fue Gilberto, santo que se celebra el 4 de febrero, en consecuencia dijo haber nacido ese día; todos lo creímos porque su acta de nacimiento no aparecía para revelarnos que nació el 13 de mayo de 1904; por otro lado, sus hijos también nacieron en sendos días 4. Esto se convirtió en los versos: ‘Todos los días cuatro son domingos/ porque los Owen nacen ese día’. Lo divertido es que Owen nos convenció a todos”, comentan Beltrán y Ramírez.

     Muchos han sido los lectores, investigadores, poetas y narradores, que han caído bajo el influjo de Owen, como los ya mencionados Luis Mario Schneider y Alí Chumacero; también Inés Arredondo, quien hizo un “apunte biográfico de Owen”, así como Tomás Segovia, Vicente Quirarte, Evodio Escalante, Carlos Montemayor, Daniel Sada y Guillermo Sheridan, entre otros.

     En los años setenta, se ocuparon de su obra Effie Boldridge (The poetry of Gilberto Owen, 1970), de la Universidad de Missouri y José Sergio Cuervo (El mundo poético de Gilberto Owen, 1974), de la Universidad de Nueva York en Buffalo.

     Nuevos datos se revelaron durante el Homenaje Nacional a los Contemporáneos, organizado por el Instituto Nacional de Bellas Artes en 1982. En esa ocasión se publicaron dos antologías: Monólogos en espiral (narrativa), a cargo de Sheridan, y Antología poética, con selección de Schneider. En las dos aparecen las obras clave de Owen: La llama fría y Novela como nube en la primera, Perseo vencido en la segunda.

     Algo de su vida
     Nacido sinaloense, Owen se trasladó con su madre a Toluca, en el Estado de México. Allí hizo sus primeros estudios en el Instituto Científico y Literario. Cuenta la leyenda que en ese lugar el joven Owen pronunció un discurso frente al presidente Álvaro Obregón, quien impresionado por su elocuencia lo invitó a trabajar en la oficina de la Presidencia como lector de prensa. Así, partió a la Ciudad de México y continuó sus estudios en la Escuela Nacional Preparatoria, donde conoció a Jorge Cuesta.

     Junto al autor de Canto a un dios mineral, Owen frecuentó los círculos literarios de los años viente y entró en contacto con Xavier Villaurrutia, Salvador Novo y Jaime Torres Bodet. Influido por la poesía simbolista de Enrique González Martínez y Juan Ramón Jiménez, Owen escribió los versos que conformarían Desvelo y comenzó a colaborar con la revista La Falange que dirigía Torres Bodet. Posteriormente, junto a Cuesta, Novo y Villaurrutia fundó la revista Ulises (bajo el patrocinio de Antonieta Rivas Mercado). En 1928, Owen partió para Estados Unidos para trabajar en la legación mexicana en Nueva York, pero se mantuvo cerca de Contemporáneos (1928-1931), dirigida por Torres Bodet y Bernardo Ortiz de Montellano.

     Escritor trashumante
     Por su vasta formación cultural (hablaba inglés, francés, sabía taquigrafía y era un lector compulsivo) Owen se pudo colocar en el Servicio Exterior sin mayor trámite. Allí comenzó un largo exilio que lo llevaría a distintas ciudades de EU (Nueva York, Detroit, Filadelfia), pero también a Canadá, Perú, Ecuador y Colombia.  

     Después de publicar en México La llama fría y Novela como nube, Owen escribió en Nueva York con su amigo el pintor Emilio Amero el guión para una película en el estilo vanguardista de Un perro andaluz (1929), de los españoles Dalí y Buñuel; texto que, desafortunadamente, se perdió.

     Por esa época comenzaron los poemas cubistas de Línea (otro poemario perdido y recuperado en parte gracias a sus “compañeros de viaje” Torres Bodet y Villaurrutia) que Alfonso Reyes publicó en Buenos Aires (Cuadernos del Mar del Plata, 1930) al lado de obras de Macedonio Fernández y Jorge Luis Borges.

     A principios de los treinta, ya en Lima, tuvo un episodio marxista y se vio involucrado en movimientos de corte socialista. Pasó por Ecuador donde lo expulsaron del Servicio Exterior. Finalmente, se refugió en Colombia y sobrevivió dando clases y colaborando en El Tiempo, el principal diario del país. Se casó con Cecilia Salazar Roldán, hija del general conservador Víctor Manuel Salazar, y tuvo hijos. Regresó a México en 1942 (año del suicidio de su amigo Jorge Cuesta), donde como autor era prácticamente un “fantasma”. Reintegrado a la diplomacia, fue cónsul en Filadelfia, lugar donde falleció en 1952. Tenía 48 años y había perdido la vista a consecuencia de su adicción al alcohol.

     Su curiosidad intelectual —aseguran los especialistas Beltrán y Ramírez— le permitió “mirar” o “ver”. Su poesía nos hace partícipes de aquello que Owen “vio” pues lo encontramos expuesto en imágenes: “Montaña tutelar”, “Amarillo amargo mar de Mazatlán”, “Calles ebrias de Taxco”, etcétera.

     Sindbad en Tenochtitlan
     Escrito durante muchos años, Perseo vencido es el libro de poemas en que descansa el gran prestigio de Owen. Comenzó a escribirlo en 1930 o 1931, apareció fechado en Bogotá en 1942, y publicado definitivamente en Lima, Perú, en 1948. Dividido en tres partes, en su centro se halla el famoso poema “Sindbad el varado, bitácora de febrero” que, siguiendo el calendario, está dividido en 28 días más “Tres versiones superfluas (para el día 29 de los años bisiestos”. Influido por Rimbaud y T.S. Eliot pero también por Nerval, Perseo… narra poéticamente la aventura espiritual de un enamorado, su intento de purificación y el fracaso del amor y de la poesía.

     “Sindbad es Gilberto Owen”, asegura Tomás Segovia (Cuatro ensayos sobre Gilberto Owen, FCE, 2001); “de este modo el sentido de la leyenda debe leerse en la vida de Gilberto Owen y el sentido de la vida de éste debe leerse en la leyenda”. Segovia afirma que “Owen nos da ciertos acontecimientos y ciertas obsesiones de su vida personal aureolados de un prestigio casi mágico, de una especie de misteriosa significación cifrada”. La operación de Owen es que no poetiza, sino que mitifica las circunstancias particulares de su biografía.

     La también poeta Roxana Elvridge-Thomas, al analizar Sindbad el varado, asegura que “dos posturas caracterizan a Gilberto Owen ante la poesía: curiosidad y agudeza…” Reelabora y asimila tanto la tradición, como el mito de Perseo y Medusa y la leyenda de Simbad el marino, como la vanguardia para crear una nueva propuesta renovada.

     Añade que “también dialoga entre líneas con otros escritores, algunas veces en tono de parodia, otras contradiciéndolos y una más rindiéndoles un íntimo homenaje al parafrasearlos… Combina estos elementos con otros tomados de las vanguardias para crear su poesía”.

     Vicente Quirarte destaca en “Perderse para encontrarse: itinerario de Gilberto Owen” que el poeta estaba al tanto de la yuxtaposición de tiempos, espacios y voces del T.S. Eliot, el simultaneísmo de Apollinaire, el poema en prosa de Max Jacob, las audacias ultraístas y creacionistas, la greguería de Gómez de la Serna, la palabra hablada de Juan Ramón Jiménez, el monólogo de Proust y el récit de Gide, entre otros aportes literarios.

     El novelista Daniel Sada señala que, además de la dimensión teológica de la obra oweniana, se advierte en ella la “estética de lo imprevisto”, entendida como “una larga metáfora sobre el desplazamiento y la sensación del viaje sin retorno; ese trayecto ofrece hallazgos que chispean y que dan pie a una lluvia de imágenes activas que en su desborde acaban por diluirse”.

     “El asombro ante lo imprevisto y las frases siempre al borde de la destrucción son los rasgos secretos que esconde la intimidad lírica de Gilberto Owen” —sostiene Sada en el ensayo Gilberto Owen: la estética de lo imprevisto.

Fuente:
http://www.cultura.gob.mx/noticias/libros-revistas-y-literatura/4561-“la-obra-de-gilberto-owen-se-revalora-como-una-de-las-mas-vigorosas-de-la-primera-mitad-del-siglo-xx”.html

viernes, 26 de agosto de 2016

Bernardo Ortiz de Montellano. Grupo: Los Contemporáneos. Poesía.


Bernardo Ortiz de Montellano nació en la Ciudad de México en 1899. Cultivó la poesía, el ensayo, el campo de la narrativa y el teatro, asimismo ejerció como editor al frente de las revistas La Falange (1922-1923) y Contemporáneos (1928-1931), la cual gestionó en una primera época junto con Jaime Torres Bodet. Sin embargo, como todos los de su generación, ante todo se asumió como poeta. Su obra en este rubro puede dividirse en tres etapas: una, inicial, estaría marcada por las obras: Avidez (1921), El trompo de siete colores (1925) y Red (1928); su etapa de madurez está integrada por dos libros: Sueños (1933) y Muerte de cielo azul (1937); su última producción, que abarca Hipnos y Libro de Lázaro, apareció póstumamente en la edición que del material preparado por el propio autor publicaran en 1952 sus amigos Wilberto Cantón y Octavio G. Barreda con el título de Sueño y poesía. Por otra parte, tiene en su haber tres obras teatrales, de las cuales dos fueron escritas para teatro de títeres. Fue autor de dos libros de cuentos: Cinco horas sin corazón (1940), El caso de mi amigo Alfazeta (1946) y en su labor ensayística destaca el libro Literatura indígena y colonial mexicana publicado en 1946.

Dra. María de Lourdes Franco Bagnouls
Instituto de Investigaciones Filológicas
Seminario de Edición Crítica de Textos
Universidad Nacional Autónoma de México

Fuente:
http://www.elem.mx/autor/datos/795

jueves, 25 de agosto de 2016

Conaculta recuerda a José Gorostiza a 110 años de su natalicio.


Conaculta recuerda a José Gorostiza a 110 años de su natalicio
  Libros, revistas y literatura
 Efemérides
Información: HBL
Comunicado No. 2446/2011
09 de noviembre de 2011
***El poeta nació en Villahermosa, Tabasco, el 10 de noviembre de 1901
***Influyó con su obra a la literatura mexicana, siendo uno de los miembros más brillantes de la generación de los Contemporáneos

“Lleno de mí, sitiado en mi epidermis por un dios inasible que me ahoga, mentido acaso/ por su radiante atmósfera de luces/ que oculta mi conciencia derramada,/ mis alas rotas en esquirlas de aire,/ mi torpe andar a tientas por el lodo;/ lleno de mí -ahíto- me descubro/ en la imagen atónita del agua”.
Con esas palabras de Muerte sin fin, el poeta José Gorostiza impactó para siempre a la literatura mexicana, dotando de sangre y latidos propios al sentir de toda una generación que se abría camino entre la influencia del pasado y la modernidad.
Uno de los miembros más brillantes y queridos de la llamada generación de los Contemporáneos, José Gorostiza, nació el 10 de noviembre de 1901 en la comunidad de San Juan Bautista, hoy conocida como Villahermosa, Tabasco, tierra a la que nombraría como “un paraíso de luminosidades y oscuridades que definieron su alma de juventud”.
Considerado uno de los maestros del simbolismo en el quehacer poético, creando en cada obra imágenes poderosas a las que muchos críticos describieron como arquetípicas, José Gorostiza fue un eterno hacedor de preguntas que para muchas generaciones tradujo los sentimientos más intrínsecos en cuestionamientos inteligibles, aunque profundamente espirituales, desgarradores y pasionales.
       Del grupo de los Contemporáneos, en el que destacan grandes figuras como Xavier Villaurrutia , Carlos Pellicer y Gilberto Owen, a Gorostiza se le reconoce en el ámbito poético por su destreza para moldear la belleza en palabras vivas que a menudo cruzan la frontera con lo onírico.
       Sus dos grandes obras, Canciones para cantar en las barcas (1925) y Muerte sin fin (1939), son para muchas generaciones de lectores un ejemplo del poder de la literatura para crear revoluciones culturales y para hacer participe al lector de sendas dialécticas, a menudo metafísicas que expresan las preguntas constantes de la condición humana.
       José Gorostiza fue un conocido adepto a la literatura europea y durante varios años se dedicó a la crítica literaria y de artes plásticas, reseñando en sus artículos el gran movimiento cultural que experimentaba México en el primer tercio del siglo XX.
       Como servidor público, trabajó en el servicio exterior desde 1927, representando los intereses de la nación en Italia e Inglaterra, entre otros países.
       En su papel de diplomático, Gorostiza invertía todo su tiempo libre en la creación de su obra literaria, afirmando que “la poesía no es diferente, en esencia, a un juego de escondidas,  en que el poeta la descubre y la denuncia, y entre ella y el, como en el amor, todo lo que existe es la alegría de este juego.
       Fue jefe del Departamento de Bellas Artes de la SEP y en 1958  trabajó como subsecretario de la Secretaría de Relaciones y como secretario de la misma en 1964.
       En 1944 se desempeñó como ministro plenipotenciario y director general de Asuntos Políticos y del Servicio Diplomático, siendo en 1946, asesor del representante de México ante el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas.
       Otro cargo relevante fue el de embajador de México en Grecia, de 1950 a 1951.  De 1953 a 1964 participó como delegado en muchas conferencias internacionales y de 1965 a 1970 ocupó la presidencia de la Comisión Nacional de Energía Nuclear.
       A mediados de los años cincuenta, el poeta ingresó como miembro de número de la Academia Mexicana de la Lengua, y se desempeño en la docencia como catedrático universitario. En 1968 fue galardonado con el Premio Nacional de Literatura.
       José Gorostiza falleció en la Ciudad de México el 16 de marzo de 1973, dejando con su obra una huella imborrable en la cultura mexicana.

***
(Fragmento). Muerte sin fin.
José Gorostiza
Muerte sin fin (fragmento)

" Lleno de mí, sitiado en mi epidermis
por un dios inasible que me ahoga,
mentido acaso
por su radiante atmósfera de luces
que oculta mi conciencia derramada,
mis alas rotas en esquirlas de aire,
mi torpe andar a tientas por el lodo;
lleno de mí —ahito— me descubro
en la imagen atónita del agua,
que tan sólo es un tumbo inmarcesible,
un desplome de ángeles caídos
a la delicia intacta de su peso,
que nada tiene
sino la cara en blanco
hundida a medias, ya, como una risa agónica,
en las tenues holandas de la nube
y en los funestos cánticos del mar
—más resabio de sal o albor de cúmulo
que sola prisa de acosada espuma.
No obstante —oh paradoja— constreñida
por el rigor del vaso que la aclara,
el agua toma forma.
En él se asienta, ahonda y edifica,
cumple una edad amarga de silencios
y un reposo gentil de muerte niña,
sonriente, que desflora
un más allá de pájaros
en desbandada.
En la red de cristal que la estrangula,
allí, como en el agua de un espejo,
se reconoce;
atada allí, gota a gota,
marchito el tropo de espuma en la garganta,
¡qué desnudez de agua tan intensa,
qué agua tan agua,
está en su orbe tornasol soñando,
cantando ya una sed de hielo justo!
¡Mas qué vaso —también— más providente
éste que así se hinche
como una estrella en grano,
que así, en heroica promisión, se enciende
como un seno habitado por la dicha,
y rinda así, puntual,
una rotunda flor
de transparencia al agua,
un ojo proyectil que cobra alturas
y una ventana a gritos luminosos
sobre esa libertad enardecida
que se agobia de cándidas prisiones! "

Fuente:
http://www.cultura.gob.mx/noticias/libros-revistas-y-literatura/16934-conaculta-recuerda-a-jose-gorostiza-a-110-anos-de-su-natalicio.html

http://www.epdlp.com/texto.php?id2=1770

miércoles, 24 de agosto de 2016

Jorge Cuesta. Poesía coral. Canto a un dios mineral.


Poesía coral
Jorge Cuesta

Canto a un dios mineral

Capto la seña de una mano, y veo
que hay una libertad en mi deseo;
ni dura ni reposa;
las nubes de su objeto el tiempo altera
como el agua la espuma prisionera
de la masa ondulosa.
Suspensa en el azul la seña, esclava
de la más leve onda, que socava
el orbe de su vuelo,
se suelta y abandona a que se ligue
su ocio al de la mirada que persigue
las corrientes del cielo.
Una mirada en abandono y viva,
si no una certidumbre pensativa,
atesora una duda;
su amor dilata en la pasión desierta
sueña en la soledad y está despierta
en la conciencia muda.
Sus ojos, errabundos y sumisos,
el hueco son, en que los fatuos rizos
de nubes y de frondas
se apoderan de un mármol de un instante
y esculpen la figura vacilante
que complace a las ondas.
La vista en el espacio difundida,
es el espacio mismo, y da cabida
vasto y nimio al suceso
que en las nubes se irisa y se desdora
e intacto, como cuando se evapora,
está en las ondas preso.
Es la vida allí estar, tan fijamente,
como la helada altura transparente
lo finge a cuanto sube
hasta el purpúreo límite que toca,
como si fuera un sueño de la roca,
la espuma de la nube.
Como si fuera un sueño, pues sujeta,
no escapa de la física que aprieta
en la roca la entraña,
la penetra con sangres minerales
y la entrega en la piel de los cristales
a la luz, que la daña.
No hay solidez que a tal prisión no ceda
aun la sombra más íntima que veda
un receloso seno
¡en vano!; pues al fuego no es inmune
que hace entrar en las carnes que desune
las lenguas del veneno.
A las nubes también el color tiñe,
túnicas tintas en el mal les ciñe,
las roe, las horada,
y a la crítica muestra, si las mira,
por qué al museo su ilusión retira
la escultura humillada.
Nada perdura, ¡oh, nubes!, ni descansa.
Cuando en un agua adormecida y mansa
un rostro se aventura,
igual retorna a sí del hondo viaje
y del lúcido abismo del paisaje
recobra su figura.
Íntegra la devuelve el limpio espejo,
ni otra, ni descompuesta en el reflejo
cuyas diáfanas redes
suspenden a la imagen submarina,
dentro del vidrio inmersa, que la ruina
detiene en sus paredes.
¡Qué eternidad parece que le fragua,
bajo esa tersa atmósfera de agua,
de un encanto el conjuro
en una isla a salvo de las horas,
áurea y serena al pie de las auroras
perennes del futuro!
Pero hiende también la imagen, leve,
del unido cristal en que se mueve
los átomos compactos:
se abren antes, se cierran detrás de ella
y absorben el origen y la huella
de sus nítidos actos.
Ay, que del agua el imantado centro
no fija al hielo que se cuaja adentro
las flores de su nado;
una onda se agita, y la estremece
en una onda más desaparece
su color congelado.
La transparencia a sí misma regresa
y expulsa a la ficción, aunque no cesa;
pues la memoria oprime
de la opaca materia que, a la orilla,
del agua en que la onda juega y brilla,
se entenebrece y gime.
La materia regresa a su costumbre.
Que del agua un relámpago deslumbre
o un sólido de humo
tenga en un cielo ilimitado y tenso
un instante a los ojos en suspenso,
no aplaza su consumo.
Obscuro perecer no la abandona
si sigue hacia una fulgurante zona
la imagen encantada.
Por dentro la ilusión no se rehace;
por dentro el ser sigue su ruina y yace
como si fuera nada.
Embriagarse en la magia y en el juego
de la áurea llama, y consumirse luego,
en la ficción conmueve
el alma de la arcilla sin contorno:
llora que pierde un venturero adorno
y que no se renueve.
Aun el llanto otras ondas arrebatan,
y atónitos los ojos se desatan
del plomo que acelera
el descenso sin voz a la agonía
y otra vez la mirada honda y vacía
flota errabunda fuera.
Con más encanto si más pronto muere,
el vivo engaño a la pasión se adhiere
y apresura a los ojos
náufragos en las ondas ellos mismos,
al borde a detener de los abismos
los flotantes despojos.
Signos extraños hurta la memoria,
para una muda y condenada historia,
y acaricia las huellas
como si oculta obcecación lograra,
a fuerza de tallar la sombra avara
recuperar estrellas.
La mirada a los aires se transporta,
pero es también vuelta hacia adentro, absorta,
el ser a quien rechaza
y en vano tras la onda tornadiza
confronta la visión que se desliza
con la visión que traza.
Y abatido se esconde, se concentra,
en sus recónditas cavernas entra
y ya libre en los muros
de la sombra interior de que es el dueño
suelta al nocturno paladar el sueño
sus sabores obscuros.
Cuevas innúmeras y endurecidas,
vastos depósitos de breves vidas,
guardan impenetrable
la materia sin luz y sin sonido
que aún no recoge el alma en su sentido
ni supone que hable.
¡Qué ruidos, qué rumores apagados
allí activan, sepultos y estrechados,
el hervor en el seno
convulso y sofocado por un mudo!
Y graba al rostro su rencor sañudo
y al lenguaje sereno.
Pero, ¡qué lejos de lo que es y vive
en el fondo aterrado y no recibe
las ondas todavía
que recogen, no más, la voz que aflora
de una agua móvil al rielar que dora
la vanidad del día!.
El sueño, en sombras desasido, amarra
la nerviosa raíz, como una garra
contráctil o bien floja;
se hinca en el murmullo que la envuelve,
o en el humor que sorbe y que disuelve
un fijo extremo aloja.
Cómo pasma a la lengua blanda y gruesa,
y asciende un burbujear a la sorpresa
del sensible oleaje:
su espuma frágil las burbujas prende,
y las prueba, las une, las suspende
la creación del lenguaje.
El lenguaje es sabor que entrega al labio
la entraña abierta a un gusto extraño y sabio:
despierta en la garganta;
su espíritu aun espeso al aire brota
y en la líquida masa donde flota
siente el espacio y canta.
Multiplicada en los propicios ecos
que afuera afrontan otros vivos huecos
de semejantes bocas,
en su entraña ya vibra, densa y plena,
cuando allí late aún, y honda resuena
en las eternas rocas.
Oh, eternidad, oh, hueco azul, vibrante
en que la forma oculta y delirante
su vibración no apaga,
porque brilla en los muros permanentes
que labra y edifica transparentes,
la onda tortuosa y vaga.
Oh, eternidad, la muerte es la medida,
compás y azar de cada frágil vida,
la numera la Parca.
Y alzan tus muros las dispersas horas,
que distantes o próximas, sonoras
allí graban su marca.
Denso el silencio trague al negro, obscuro
rumor, como el sabor futuro
sólo la entraña guarde
y forme en sus recónditas moradas,
su sombra ceda formas alumbradas
a la palabra que arde.
No al oído que al antro se aproxima
que al banal espacio, por encima
del hondo laberinto
las voces intrincadas en sus vetas
originales vayan, más secretas
de otra boca al recinto.
A otra vida oye ser, y en un instante
la lejana se une al titubeante
latido de la entraña;
al instinto un amor llama a su objeto;
y afuera en vano un porvenir completo
la considera extraña.
El aire tenso y musical espera;
y eleva y fija la creciente esfera,
sonora, una mañana:
la forman ondas que juntó un sonido,
como en la flor y enjambre del oído
misteriosa campana.
Ése es el fruto que del tiempo es dueño;
en él la entraña su pavor, su sueño
y su labor termina.
El sabor que destila la tiniebla
es el propio sentido, que otros puebla
y el futuro domina.

Jorge Cuesta
Nació en Córdoba, Veracruz, el 21 de septiembre de 1903. Su niñez, precoz y
solitaria, de pocos juegos, transcurrió tranquila con excepción del accidente
acontecido al año de nacer cuando, de los brazos de la niñera, el pequeño cayó
golpeándose en una parte muy cercana al ojo izquierdo contra el filo de una mesa.
Tiempo después, cuando Jorge contaba nueve años, fue intervenido
quirúrgicamente para dar solución a la secuela que aquel descuido había dejado en
él: un constante lagrimeo. Es esta la razón por la que en las fotos aparece con el
párpado a medio cerrar. Atraído por las matemáticas, la física, la música y la
química, después de concluir sus estudios correspondientes a la preparatoria, se
muda a la ciudad de México en 1921 y, al llegar, escribe a sus padres en espera de
la autorización para ingresar al Conservatorio Nacional y hacer realidad una de sus
aspiraciones: ser violinista. Finalmente, deja de lado esta idea e ingresa a la
Facultad de Ciencias Químicas, concluyendo su carrera profesional cuatro años
más tarde —aunque nunca llegaría a presentar la tesis, motivo por el cual no se
título. Sin embargo, esto no le impediría ejercer plenamente la pasión por la ciencia
en varias instituciones. En el año de 1924, al lado de Jaime Torres Bodet, Bernardo
Ortiz De Montellano, Carlos Pellicer, Salvador Novo, Gilberto Owen, José Gorostiza y
Xavier Villaurrutia, formaría parte del "grupo sin grupo" o el "archipiélago de
soledades"—como dijera Villaurrutia: Los Contemporáneos. Como miembro del
mismo, acepta prologar la Antología de la poesía mexicana moderna, publicada en
1928, circunstancia por la que, las críticas hechas a ésta recayeron, a la vez, sobre
él. Pero, Cuesta, no escatimando jamás en hacer frente al abanico desplegado de
las acusaciones realizadas por sus mayores detractores, es decir, a las emprendidas
por los escritores "nacionalistas" y los estridentistas —corriente de la cual formaban
parte Manuel Maples Arce y Salvador Gallardo Dávalos, entre otros— que tachaban
al grupo de cosmopolitas, sin mencionar los muchos adjetivos de que eran objeto,
redacta una carta desde París —estancia que duró tan sólo dos meses—, al director
de Revista de Revistas, Manuel Horta, exponiéndole las razones por las cuales
figuraban incluidos poetas que a él le parecían "destestables", tales como Amado
Nervo y Rafael López, mientras que, Manuel Gutiérrez Nájera, igualmente
aborrecido, no figuraba dentro de ella. El argumento, de sólidos andamios, utilizado
para defender la postura que adoptó al atender a la selección, se sintetiza en las
inteligentes líneas de esa carta y, para quienes son observadores y poseen el libro
de la Antología , en el prólogo mismo que escribió. Ese año, al llegar de Europa,
contrae nupcias con Lupe Marín, quién alguna vez fuera esposa de Diego Rivera.
En 1930, trabaja para la Subsecretaría de Educación Pública. Con posterioridad, en
1932, ya desaparecida la revista Contemporáneos, editada por el grupo (para ser
precisos, ocho meses después, en agosto), funda la más rigurosa y analítica de
México: Examen. Si en Ulises algunos de los jóvenes escritores de aquella
generación encontraron la libertad del desparpajo, -Novo y Villaurrutiadescubriendo
otros caminos, y en Contemporáneos pusieron al país a la vanguardia
de los movimientos que estaban gestándose o realizando ya en otras partes del
mundo como Francia, Alemania, Estados Unidos o España (recordemos que la
mayoría de ellos sino es que todos, eran lectores de Revista de Occidente de
Ortega y Gasset y de la Nouvelle Revue Francaise), en Examen, cuyo director era el
miembro más obstinado y batallador en cuanto a las cuestiones intelectuales se
refería, se llevó a cabo una exposición metódica de la cultura donde, a diferencia
de las otras dos mencionadas líneas antes, la política, la crítica social y la filosofía,
tenían cabida dentro de sus páginas, conjugándose con la literatura. Es éste un
indicio del advenimiento de las revistas "modernas". Examen, tuvo el honor de ser
la primera. Lamentablemente, sólo tuvieron la oportunidad de ver la luz tres
números. Maples Arce, inició una querella legal (con esas argucias leguleyas que
todos conocemos), alegando que se estaban cometiendo atentados contra la
moralidad de la sociedad en turno y que, tanto el director como ese maldiciente
autor que publicaba cierta novela a entregas -al estilo de Payno con El fistol del
diablo- debían ser consignados y procesados por la justicia (el autor del que hablo
es Rubén Salazar Mallén y la "soez" novela, Cariátide). Luego de la trifulca que
obligó a dar por terminada la revista, colabora en otras y escribe para algunos
periódicos como El Universal, y publica dos ensayos de corte político (1934): El
plan contra Calles y Crítica de la reforma al artículo tecero. En 1938, entró como
jefe del departamento de laboratorio en una industria de azúcares y alcoholes —ya
antes, a partir de 1932 y hasta 1937, había trabajado en la Sociedad de
Productores de Alcohol. Allí, absorbido por sus inclinaciones científicas, llevaba a
cabo experimentos con enzimas —de las que, se dice, llegó a inyectarse— y hacía
investigaciones con sustancias de diversa índole -a saber, entre tantas más, una
impedía la maduración de los frutos y otra permitía, después de su ingestión,
beber toda clase de alcoholes sin llegar a un estado de embriaguez. Es,
precisamente, en este lapsus de su vida, en que principia su obsesión, buscando
aquéllo que según los gnósticos había encontrado Paracelso: el elixir de la vida.
Aunque el poeta, con sus invenciones de fórmulas químicas, no tuvo la fortuna de
hallarlo, si encontró este otro proscrito: la locura -decía Dryden, "la locura es un
placer que sólo el loco conoce". Esto, aunado a otras angustias morales, lo llevaron
a una serie de instituciones asilares. En la última, cometió suicidio el 13 de agosto
de 1942, estando en la plenitud de su vida, pero ya no en la más vasta lucidez
intelectual como para discernir lo verdadero de lo ficticio -aunque, ¿quién dicta qué
es lo racional? quizá la enajenación es la ventana, más que la ventana, la puerta a
la verdadera razón, esa otra cara de la moneda que, nosotros, precisamente por
"cuerdos", no logramos evidenciar, permaneciendo una posible "realidad real"
invisible a nuestros ojos. Al quitarse la vida, contaba apenas con 38 años. En
palabras de Villaurrutia, Jorge Cuesta fue "el más universalmente armado de los
escritores del grupo, porque la filosofía, la ciencia, la estética, la crítica y la poesía,
lo atraían con la misma fuerza".

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Pálido punto de luz
Claroscuros en la educación
http://palido.deluz.mx Número 42. (Marzo 2014) Ritmo

Jorge Cuesta, el poeta que defendió la libertad creadora.


Jorge Cuesta, el poeta que defendió la libertad creadora
Jorge Cuesta, el poeta que defendió la libertad creadora
  Libros, revistas y literatura
 Efemérides
Información: JRA
Comunicado No. 1237/2013
13 de agosto de 2013
Este 13 de agosto se cumplen 71 años del deceso del autor de Canto a un Dios mineral

Aún hay mucho qué analizar del poeta Jorge Cuesta (23 septiembre 1903- 13 agosto 1942), pues sus biografías se incrementan constantemente y son generadas desde distintos aspectos, como poeta, o bien como el alquimista del grupo de Los Contemporáneos, sin olvidar que es el fundador de la crítica literaria en México.

Jorge Mateo Cuesta Porte Petit desarrolló en sus ensayos diversos razonamientos y un profundo vigor intelectual, para de esa manera sacudir los cánones de la cultura en las primeras décadas del siglo XX. El título Obras reunidas II. Ensayos y prosas varias, de Jorge Cuesta, editado por el Fondo de Cultura Económica, señala que su corta vida dejó en la literatura nacional la profunda marca de una de las inteligencias más destacadas de su tiempo.

Si bien Jorge Cuesta privilegió el soneto, su poema más ambicioso y mejor logrado es Canto a un dios mineral, obra que se pertenece a la rica tradición del poema filosófico mexicano, por lo que se le coloca en las recopilaciones del género al lado de obras como Primero sueño de Sor Juana Inés de la Cruz; Muerte sin fin de José Gorostiza; Blanco de Octavio Paz e Incurable de David Huerta.

Jorge Cuesta nació en Córdoba, Veracruz, donde realizó sus primeros estudios. En la Ciudad de México cursó la carrera de ciencias químicas. En 1927 conoció a Guadalupe Marín (entonces esposa del pintor Diego Rivera), que más tarde sería su esposa, y ese mismo año publicó su polémica Antología de la poesía mexicana moderna.

En 1928 viajó a Europa, donde estuvo en contacto con André Breton, Carlos Pellicer, Samuel Ramos y Agustín Lazo. A partir de 1930 formó parte del grupo Los contemporáneos, quienes lo llamaron El Alquimista.

Colaboró en la revista Ulises, en los periódicos El Universal y El Nacional, en las revistas Contemporáneos, Voz Nacional, Letras de México. En 1932 fundó la revista Examen. Su poesía fue recopilada póstumamente en dos ediciones, una prologada por Alí Chumacero y otra por Elías Nandino y Rubén Salazar Mallén.

Jorge Cuesta se quitó la vida el 13 de agosto de 1942, cuando tenía 38 años, se colgó con sus propias sábanas de los barrotes de la cama.

La recuperación de su obra

En el tercer tomo de la colección Obras reunidas, editado por el Fondo de Cultura Económica, uno de sus compiladores, Jesús R. Martínez Malo, señala que Jorge Cuesto ejerció una apasionada defensa de la única moral  que pregonó: la libertad del artista en el ejercicio de su acto creador, desligando al arte de cualquier atadura al servicio de intereses políticos, ideológicos y partidistas.

“Esto lo demuestra en muchos de sus textos, pero sobre todo a través de su lúcida argumentación contra la escandalosa y vergonzosa consignación de su revista –Examen–; en su polémico texto sobre Marx; en los escritos en que defendió a capa y espada la autonomía universitaria, así como en sus sólidos argumentos en contra de la implantación de las políticas culturales y educativas al servicio del nacionalismo a ultranza, tan en boga en su época.

“La mayor parte del total de la producción literaria de Jorge Cuesta fue publicada en vida por el autor en las revistas que en su momento fueron las más importantes para la difusión de la vanguardia cultural en México, es decir, al reunir en un solo tomo sus ensayos y obras varias, se ofrece al lector la oportunidad de entrar en contacto con el escritor, quien ‘piensa en voz alta’ sobre los temas que le interesaron siempre”.

Otro de los compiladores del tercer tomo de Obras reunidas, del Fondo de Cultura Económica, es Christopher Domínguez Michael, quien señala que el poeta, en su corta vida, dejó en la memoria de amigos y conocidos las marcas profundas de la amistad y de la admiración hacia una de las inteligencias más destacadas de su tiempo.

“Ningún escritor mexicano tuvo una muerte tan atroz (autocastración y suicidio) y ninguno recibió de la posteridad una reparación tan cumplida. Veinte años después de su muerte comenzó la recuperación de los papeles de un poeta y crítico que nunca publicó un libro en vida”.

Los primeros en acercarse a la obra de Jorge Cuesta fueron José Emilio Pacheco y Juan García Ponce en los años sesenta del siglo XX. A partir de entonces, prácticamente todo los escritores mexicanos contemporáneos se han acercado a su producción literaria.

“Es frecuente encontrar discusiones sobre su trabajo como poeta, sobre su caso psiquiátrico, al suicida, al químico y al alquimista, al fundador de la crítica literaria en México, al observador implacable del nacionalismo cultural y de sus mitos plásticos, al espíritu liberal que combatió por el Estado laico y lo defendió, en la educación pública y en la universidad, contra el clericalismo de derechas y de izquierdas.

“Cuesta fue quien dio forma al canon de la tradición literaria y uno de los pocos intelectuales latinoamericanos que, siguiendo a Julien Benda, denunció ‘la traición de los clérigos’, ese momento fatal cuando se olvidó ‘la obligación moral de ser inteligente’ y se puso a la crítica al servicio del comunismo y del fascismo”.

Christopher Domínguez Michael señala que Jorge Cuesta ha sido el rito de transición indispensable para entrar en la tradición crítica: de autor secreto a conciencia de una literatura, ese ha sido el destino de un hombre que, habiendo vivido en las sombras, alcanza su centenario en el mediodía.

El también crítico literario destaca que fue el primer intelectual moderno de México. “Su pensamiento crítico está arraigado en la cultura contemporánea del país como si con los años sus textos hubieran proliferado hasta poblar tupidamente el jardín del porvenir. La suya es una de las pocas victorias morales que la posteridad ha concedido a un intelectual.

“Jorge Cuesta es una referencia cultural porque tuvo razón o porque consideramos sus razones como nuestras. Esa empatía la provoca el ejercicio de la crítica moderna en las condiciones de un contexto que no la acepta como tal. Parece que el escritor no fue comprendido en los años treinta del siglo pasado por lo que sería aberrante que el presente no intentara pagar una deuda tan grande”.

Chistopher Domínguez comenta también que la critica literaria de Jorge Cuesta fue el objetivo de la mayoría de sus ensayos, e inclusive leyéndolos como formas estáticas que relacionen autoras y obras, “estamos ante un caso notable de la perspicacia estética. Su obra resiste la prueba de la actualidad.

“Si entendemos al critico sólo como aquel que establece personalmente una jerarquía de valores, la atingencia de este autor sorprende por su afirmación en el gusto contemporáneo. Recordarlo es un homenaje y una forma de intentar corregir esa situación”.

Fuente:
http://www.cultura.gob.mx/noticias/libros-revistas-y-literatura/28516-jorge-cuesta-el-poeta-que-defendio-la-libertad-creadora.html

martes, 23 de agosto de 2016

Xavier Villaurrutia es el poeta del deseo, la soledad y el temor: Anthony Stanton.


Xavier Villaurrutia es el poeta del deseo, la soledad y el temor: Anthony Stanton

RMM
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  Libros, revistas y literatura
Información: LCL
Comunicado No. 1218/2013
08 de agosto de 2013
El investigador de El Colegio de México realizó el estudio La rosa de Villaurrutia que se incluye en Nocturna Rosa de Xavier Villaurrutia una edición facsimilar del poema editada por la Dirección General de Publicaciones del Conaculta
El volumen será presentado el domingo 11 de agosto a las 12:00 horas en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes
La poesía de Xavier Villaurrutia es actual, intensa, estética, fantástica, cercana a los mitos, a los sentimientos y a la vida instintiva, por eso conecta directamente con los sentimientos del lector actual, expresó el investigador y profesor de El Colegio de México Anthony Stanton quien realizó el estudio La rosa de Villaurrutia incluido en Nocturna Rosa de Xavier Villaurrutia, una edición facsimilar del poema de la Dirección General de Publicaciones del Conaculta.

Este libro contiene la primera impresión del poema Nocturna Rosa —edición de un tiraje muy peculiar ya que sólo constó de 11 ejemplares que el poeta dio a sus amigos más cercanos— tal y como fue publicado el 24 de febrero de 1937: a color (rojo y negro), en su tamaño original (30.5 x 21.5 centímetros) y con un dibujo del pintor Fernando Lazo que lo ilustra: una cabeza cortada e invertida que remite al retrato del poeta.

“Una versión del poema que muestra que es una joya, un poema bello, intenso, vivo y actual a pesar de tener más de 76 años. Un poema que comunica muy bien con el lector actual y de cualquier edad por las sensaciones que despierta, porque resume la visión que tenía Xavier Villaurrutia de la poesía y porque es una muestra excelente de cómo escribir un poema completo que se sostiene solo”, añadió el profesor.

Esta edición facsimilar de Nocturna rosa está divida en dos secciones: la primera presenta el poema y la segunda desarrolla el estudio realizado por Anthony Stanton: La rosa de Villaurrutia.

Ambas partes permiten conocer al lector como este poema consta de 53 versos agrupados en 10 estrofas, a través de los cuales Xavier Villaurrutia intentó retratarse, “como lo que es: un poeta intenso, un poeta del deseo, de la fascinación, de la soledad, de los juegos de palabras, del miedo, de la fascinación y de la angustia, temas fuertes pero con los que se identifican muchos de los jóvenes de ahora”, añadió el también miembro del Instituto Internacional de Literatura Iberoamericana.

En las primeras cuatro páginas del libro, el lector podrá conocer este poema que con un lenguaje neutro y de palabras comunes, por un lado habla de un estereotipo, un cliché: la rosa, símbolo de la belleza y  del amor, y por el otro, concentra los intereses y las obsesiones de Xavier Villaurrutia: la unión de los contrarios, el erotismo, el deseo y la soledad.

“Es curioso —añade el especialista— que un poeta en 1937 haya escogido este símbolo para decir ‘yo también hablo de la rosa’ pero en una forma de reto, ya que la consideraba como algo marchito, estereotipado, un cliché, al que él le inyectó un nuevo sentido para dar origen a una poesía personal, original y distinta que también habla de temas universales.

“El lector descubrirá que se trata de un poema que provoca una complicidad y que muestra que Villaurrutia es un poeta de interiores, de la alcoba y solitario, que no celebra la épica, el nacionalismo, ni hace una poesía social ni política, porque nunca comulgó con el nacionalismo revolucionario que fue la corriente dominante en los treinta, que es cuando escribe este poema”.

La segunda parte del libro expone el estudio del doctor en literatura hispanoamericana Anthony Stanton: La rosa de Villaurrutia que sirve como epílogo del libro. En esta sección el investigador aborda de forma breve el marco histórico y literario del poema, su estructura y el lugar que ocupa dentro de la obra total del poeta.

También habla de los estudios dedicados a este poema, por ejemplo, el primero, realizado por Enrique Caraciollo-Trejo de 1986 que propone una lectura filosófica del poema y otro más extenso de Arturo Cantú del año 2002 que ofrece una lectura metapoética del mismo.

Conversa sobre los escritores y obras que influyen en la obra de Xavier Villaurrutia, entre los que destacan Ramón López Velarde y el ensayo titulado La rosa de Cocteau publicado en 1933, el cual el poeta leyó en diversas ocasiones y en el que descubrió muchos de los símbolos predilectos del poeta, novelista y dramaturgo Jean Cocteau que más tarde se vuelven sus símbolos personales: ángeles, rosas, espejos, estatuas.

“Vemos que Nocturna Rosa se trata de un poema que refleja su arte poético, que habla de lo que para él es la poesía y que explota el lugar común, hace alusiones a diversos poetas y corrientes místicas. Descubrimos que se trata de un texto a través del cual Xavier detona una dimensión mítica, ritual y sagrada de la palabra, y al mismo tiempo, refleja que es un poeta intelectual y consciente de lo que está diciendo y viviendo”.

Finalmente Anthony Stanton destacó que el objetivo de este libro es despertar el interés del lector por la obra de Xavier Villaurrutia, en especial por este poema que le mostrará una visión diferente “de lo que es el deseo, la soledad, la angustia y la fascinación por las palabras, es decir, cosas que vive a cada instante. Además de que lo invita a descubrir lo que es poesía: un género literario que llega al corazón y conmueve”.

lunes, 22 de agosto de 2016

Salvador Novo.


Salvador Novo, un escritor muy original dentro de los moldes clásicos: Hugo Gutiérrez Vega
Libros, revistas y literatura
Efemérides
Información: AGB
Comunicado No. 41/2014
12 de enero de 2014
Este 13 de enero se cumplen 40 años del fallecimiento del escritor, poeta, cronista y dramaturgo integrante del grupo de los Contemporáneos


El escritor, poeta, cronista y dramaturgo Salvador Novo (Ciudad de México, 30 de julio de 1904 — Ibídem, 13 de enero de 1974), cultivó prácticamente todos los campos de la literatura.  Galardonado con el Premio Nacional de Literatura en 1967, nombrado Cronista Oficial de la Ciudad de México y miembro de la Academia Mexicana de la Lengua, Salvador Novo fue un autor vanguardista y miembro del grupo los Contemporáneos.
A 40 años del fallecimiento de Salvador Novo, el poeta Hugo Gutiérrez Vega, recordó que Novo, “en una época de misoginia máxima, era efectivamente un lobo estepario, un lobo solitario y al mismo tiempo, muy famoso y muy solicitado, muy admirado y muy zaherido”.
En entrevista con el Conaculta, precisó que el legado de Salvador Novo es múltiple: “primero, su poesía, la poesía juvenil y después la poesía satírica. El segundo, un libro bellísimo, La nueva grandeza mexicana (1946), que recoge su idea de la historia del país y de la grandeza cultural del país”.
Su tercer legado, comentó Hugo Gutiérrez Vega, recientemente galardonado con el Premio Nacional de Ciencias y Artes en el campo de Literatura y Lingüística, fue su labor en el teatro: “como director, como dramaturgo, en todos sentidos enriqueció al teatro mexicano y por último, su figura como cronista con aspectos muy valerosos, sobre todo en defensa de su sexualidad y de la sexualidad libre”.
En sí, Salvador Novo, dijo, fue un “incendiario de joven y bombero de viejo, en sus últimos años ya no era el hombre valeroso y provocador que fue, pero en fin estas cosas suceden. Haciendo la síntesis, el poeta joven, el poeta satírico, el cronista de la grandeza mexicana y de los viajes por el país, el dramaturgo y promotor teatral y por último el cronista de la ciudad”.
Salvador Novo participó activamente en la renovación de la literatura mexicana, pues formó parte del grupo Contemporáneos, fundado en 1928 y donde militaban figuras de la talla de Jaime Torres Bodet, Bernardo Ortiz de Montellano, Enrique González Rojo, José Gorostiza, Carlos Pellicer, Gilberto Owen, Jorge Cuesta y Xavier Villaurrutia.
Tayde Acosta, investigadora de la UNAM, precisó que en 1927 “este grupo se denominó grupo de Ulises y con la colaboración de Antonieta Rivas Mercado, publicaron la revista Ulises y un año después formaron el Teatro de Ulises, que fue el primer teatro moderno de México”.
Se trataba del teatro más vanguardista del momento a nivel internacional, señaló el investigador y crítico literario Sergio Téllez-Pon. Los Contemporáneos “fueron los principales impulsores de que ese teatro llegara a México, esto en respuesta al teatro que se venía montando en México, que era un teatro del porfirismo, dramático, español, decadente o de zarzuela, con espectáculos bastante banales”.
Para traer a los dramaturgos más importantes del momento y montar sus obras en nuestro país, el grupo tenía además que traducir las obras, por lo que el Teatro de Ulises, se convirtió en “un suceso y un escándalo en su época”, indicó Sergio Téllez-Pon.
De hecho, agregó el también colaborador de la revista Tierra Adentro, los Contemporáneos, quienes además editaron una revista con ese nombre, “siempre fueron vanguardistas: el teatro, la revista, la poesía, fueron una especie de bocanada de aire fresco dentro de este ambiente mexicano, que estaba anquilosado y también veían que la Revolución Mexicana, no cuajaba, no traía la vitalidad revolucionaria o cultural que se necesitaba, ellos tomaron esa bandera y ellos fueron los revolucionarios intelectuales del país”.
Como poeta, Salvador Novo es uno de los más importantes del siglo XX y por fortuna, refirió Sergio Téllez-Pon, “es uno de los poetas más leídos, tanto en su poseía seria, escrita para un público amplio, como su poesía satírica”, la cual se leía en círculos cercanos al escritor “porque él mismo distribuía sus poemas entre sus cuates”.
Por ello, estos poemas satíricos no eran muy difundidos, sin embargo, en años recientes estos textos han adquirido un gran realce y “las dos partes, la parte seria y la satírica se complementan y lo hacen todavía más leído como poeta”.
Tayde Acosta apuntó que la parte de la sátira de Salvador Novo es sumamente interesante, pues, por ejemplo, en la década de los veinte, los Contemporáneos y Diego Rivera tenían un pleito casado y de hecho, el muralista pintó a Salvador Novo con orejas de burro en una de sus obras.
En respuesta, el poeta escribió La Diegada “una sátira terrible donde ataca a Diego Rivera, Lupe Marín y Frida Kahlo. A Salvador Novo, que era un caballero y un hombre muy educado, había gente que le temía por su lengua, era temible, pues tenía la facilidad para atacar a la gente, en prosa y en verso”.
Entre los poemas más importantes de Novo se encuentran XX Poemas, Espejo y Nuevo Amor, de 1933, que se considera el más grande poema homosexual, ya que Novo fue un pionero de la libertad sexual.
“Sin duda –comentó Téllez-Pon– Novo como homosexual es fundamental, es importantísimo, es uno de los primeros en manifestarlo abiertamente, sin ningún pudor, ninguna restricción social, ni moral, ni intelectual, Novo desde muy joven lo cuenta en La estatua de sal, sus memorias inconclusas, vivió su homosexualidad con total libertad y sin ningún recato (…) fue un vanguardista, un activista gay. Con su sola personalidad, con su sola presencia, con su sola libertad, lo consiguió”.
Para Gutiérrez Vega, en esta parte Novo fue totalmente vanguardista, pues “fue un pionero de la libertad gay, valerosísimo, se enfrentó a una sociedad machista y homofóbica, inclusive fue objeto de toda clase de burlas, enfrentó esas burlas, aunque en lo que se refiere a su tarea literaria, no le llamaría vanguardista, diría que era un escritor muy original dentro de los moldes clásicos”.
También Taydé Acosta considera que Salvador Novo “estuvo súper adelantado a su momento, él nunca ocultó su homosexualidad, como en el caso de sus compañeros que fueron más discretos, como Xavier Villaurrutia, Novo no, desde los años veinte comenzó; de entrada vivía plenamente su vida privada, no dejaba pasar la oportunidad para referirse a su homosexualidad y lo mencionó en sus primeros libros de relatos, aventuras que tuvo en Estados Unidos, él decía su condición y además sí hacía como exhibición, era excéntrico”.
La especialista, recordó que a Novo le gustaba vestir con muchos colores y en la época en que tuvo que empezar a usar peluquín, lo utilizaba de diferentes colores, como el anaranjado y al final, en la década de los sesenta, comenzó a llevar anillos enormes en todos los dedos.
Por otro lado, la obra en prosa de Salvador Novo también es de suma importancia. Tayde Acosta señaló que “en principio, porque era un gran escritor, tenía una prosa magnífica, escribía muy bien y, además, de muy fácil acceso, porque es riquísima su escritura, cuando lo lees te diviertes, lo disfrutas muchísimo”.
Return Ticket editado por Cvltvra en 1928, Nueva grandeza mexicana editado por Hermes en 1946 y La estatua de sal publicado por Conaculta en 1998, dijo, “son libros de relatos y memorias del propio Novo que también son una pequeña historia de la ciudad de México”.
Además escribió, con artículos y crónicas, los libros La vida en México en el periodo presidencial de Lázaro Cárdenas; de Manuel Ávila Camacho; de Miguel Alemán; de Adolfo Ruiz Cortines; de Adolfo López Mateos; de Gustavo Díaz Ordaz y de Luis Echeverría.
Se trata de relatos donde, precisó la investigadora de la UNAM, “Novo habla de la Ciudad de México, de la sociedad, de arte, de política, de deportes, de espectáculos, de comida, de teatro, de cine, de moda, de literatura, como su nombre lo dice, son relatos de todo el medio social durante los diversos periodos presidenciales, y no sabes qué delicia es leer esto, te enteras de todo y aprendes muchísimo, pero sobre todo se disfruta mucho conocer ese México del siglo XX”.
Para Sergio Téllez-Pon, una parte importantísima de la obra de Salvador Novo es La estatua de sal, sus memorias inconclusas que se publicaron en 1998. “La verdad es que la prosa de Novo es deslumbrante, su forma de escritura, en particular en La estatua de sal, es de una delicia, de un gozo, es deslumbrante, te atrapa inmediatamente, cuenta cosas tan chuscas y divertidas, gracias a su gran prosa”.
Pero una parte central de su legado, agregó el especialista, es también la crónica. “Ahora que hay este boom de la crónica, uno de los pilares de esta tendencia, sin duda, es Salvador Novo, eso lo convierte en un visionario, que supo ver en la crónica un género totalmente flexible, entre el ensayo y la narrativa”, a pesar de que en aquellos años, era un género relegado en la literatura, considerado más propio para el periodismo.
Novo es uno de los cronistas más importantes y destacados del México contemporáneo, lo que le valió ser nombrado Cronista Oficial de la Ciudad de México, en 1965 por el presidente Gustavo Díaz Ordaz, con lo cual la calle en que vivía en Coyoacán, tomó su nombre.
Sergio Téllez-Pon destacó que “con ese título hacía muchísimas cosas, estaba encargado de escribir textos que rescataran la historia de la ciudad de México”, pero también escribió crónicas de viajes, por ejemplo Continente vacío, donde relata sus periplos por Buenos Aires y Montevideo, donde conoció a Federico García Lorca y con el cual tuvo un romance, además de otros viajes a Jalisco, Michoacán y hasta Hawai, textos que para el especialista “son riquísimos”.
Salvador Novo también tuvo, a lo largo de su vida, una gran pasión por el teatro. Luego de crear el Teatro de Ulises, fundó el teatro La Capilla, en Coyoacán, donde montó por primera vez en México Esperando a Godot, de Samuel Beckett, lo que muestra lo vanguardista que era.
En 1932 Salvador Novo participó en la formación del Teatro de Orientación; en 1947 junto con Xavier Villaurrutia, Celestino Gorostiza y Clementina Otero, formó la Escuela de Arte Teatral de Bellas Artes, donde además ellos eran profesores y también fue el primer director de la Coordinación Nacional de Literatura de Bellas Artes, que en esa época se denominaba  Departamento de Teatro y Literatura.
También fue director de Teatro del INBA “y allí le dio foro a jóvenes dramaturgos que después fueron muy importantes, como Emilio Carballido y Sergio Magaña, les abría las puertas a jóvenes que traían una nueva mentalidad con respecto al teatro”, precisó Téllez-Pon.
Pero el escritor y poeta también incursionó en la televisión y la publicidad y de hecho se le adjudica la autoría del slogan “remoje, sacuda y tienda”, que eran los tres pasos para el uso de un detergente de ropa.
Hugo Gutiérrez Vega, Sergio Tellez-Pon y Tayde Acosta, consideran de suma importancia fomentar la lectura de toda la obra de Salvador Novo pues, aunque su poesía completa nunca ha sido publicada, fue el primer poeta mexicano del que se tradujo un libro completo al inglés en 1935.
Pero además, como señaló Carlos Monsiváis, en el marco del centenario del nacimiento de Salvador Novo: “El gran legado es lo que el concepto ‘Salvador Novo’ engloba: una prosa enérgica, divertida, renovada, barroca; una poesía de múltiples facetas; una mirada sobre la ética liberal en el país del capitalismo salvaje sin conciencia de culpa; un testimonio único sobre la condición gay en el México de la primera mitad del siglo XX (su crónica autobiográfica La estatua de sal y sus sonetos en contra y a favor de sí mismo); una actitud de desafío que mantiene casi intacta por tres décadas; una poesía de la confesión aparente y del orgullo al cabo de todas las proclamaciones de derrota.  Y a esta enumeración del legado, agréguense las vivencias de cada uno de los lectores”.
Fuente:
http://www.cultura.gob.mx/noticias/libros-revistas-y-literatura/31657-salvador-novo-un-escritor-muy-original-dentro-de-los-moldes-clasicos:-hugo-gutierrez-vega.html

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