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martes, 22 de julio de 2025

CAMBIO DE PIEL CARLOS FUENTES FRAGMENTO LA MEJOR NOVELA DE 1967

 



🕯️ Obra seleccionadaCambio de piel — Carlos Fuentes Este texto ha sido distinguido por su capacidad de convocar al lector en un ritual de desmembramiento simbólico, donde el cuerpo, la memoria y la historia se entrelazan en un laberinto de identidad que desafía el juicio convencional. Su potencia atmosférica, ambigüedad moral y estructura ritual lo convierten en el elegido para ocupar el altar literario de 1967 en el blog.

FRAGMENTO

1

Una fiesta imposible

El narrador termina de narrar una noche de septiembre en La Coupole y decide emplear el apolillado recurso del epígrafe. Sentado en la mesa de al lado, Alain Jouffroy le tiende un ejemplar de Le temps d’un livre:

 

... comme si nous nous trouvions à la veille d’une improbable catastrophe ou au lendemain d’une impossible fête ...

 

Terminado, el libro empieza. Imposible fiesta. Y el Narrador, como el personaje del corrido, para empezar a cantar pide permiso primero.


Hoy, al entrar, sólo vieron calles estrechas y sudas y casas sin ventanas, de un piso, idénticas entre sí, pintadas de amarillo y azul, con los portones de madera astillada. Sí, sí, ya sé, hay una que otra casa elegante, con ventanas que dan a la calle, con esos detalles que tanto les gustan a los mexicanos: las rejas de hierro forjado, los toldos salientes y las azoteas acanaladas. ¿Dónde estarían sus moradores? Tú no los viste.

Él ve a cuatro macehuales que llegan a Tlaxcala sin bastimento, con la respuesta seca. Los caciques están enfermos y no pueden viajar a presentar sus ofrendas al Teúl. Los tlaxcaltecas fruncen el entrecejo y murmuran al oído del conquistador: los de Cholula se burlan del Señor Malinche. Los tlaxcaltecas murmuran al oído de Cortés: guárdate de Cholula y del poder de México. Le ofrecen diez mil hombres de guerra para ir a Cholula. El extremeño sonríe. Sólo precisa mil. Va en son de paz.

Pero alrededor de ellos, en estas calles polvosas, sólo pululaba una población miserable: mujeres de rostros oscuros, envueltas en rebozos, descalzas, embarazadas. Los vientres enormes y los perros callejeros eran los signos vivos de Cholula este domingo 11 de abril de 1965. Los perros sueltos que corrían en bandas, sin raza, escuálidos, amarillos, negros, desorientados, hambrientos, babeantes, que corrían por todas las calles, rascándose, sin rumbo, hurgando en las acequias que después de todo ni desperdicios tenían: estos perros con ojos que pertenecían a otros animales, estos perros de mirada oblicua, mirada roja y amarilla, ojos irritados y enfermos, estos perros que renqueaban penosamente, con una pata doblada y a veces con la pata amputada, estos perros adormilados, infestados de pulgas, con los hocicos blancos, estos perros cruzados con coyotes, de pelambre raída, con grandes manchas secas en la piel: esta jauría miserable que acompañaba, sin ningún propósito, el pulso lento de este pobre pueblo, el viejo panteón del mundo mexicano. Un pueblo miserable de perros roñosos y mujeres panzonas que ríen al contarse bromas y noticias secretas, en una voz inaudible, de inflexiones agudas, de sílabas copuladas. No se oye lo que dicen.

Las huestes españolas duermen junto al río. Los indios les hacen chozas y las vigilias se prolongan. Escuchas, corredores de campo, noche fría. En la noche llegan los emisarios de Cholula. Traen gallinas y pan de maíz. Cortés, con la camisa abierta al cuello y d pelo desarreglado, se sujeta el cinturón y ordena a sus lenguas agradecer las ofrendas de Cholula, colocadas alrededor del fuego de la choza del capitán. Jerónimo de Aguilar, botas cortas y pantalón de algodón. Marina, trenzas negras y mirada irónica.

¿No vieron hoy a sus hijos? Mujeres de frente estrecha y encías grandes y dientes pequeños, mujeres envejecidas prematuramente, peinadas con trenzas cortas y chongos secos, envueltas en los rebozos, barrigonas, con otro niño en los brazos, o tomado de la mano, o cargado sobre la espalda, o sostenido por el propio rebozo. Esos hombres con sombrero de paja tiesa y barnizada, camisas blancas, pantalones de dril, que pasaban lentamente sobre las bicicletas o caminaban con los manubrios entre las manos, esos jóvenes de un color chocolate parejo y cabello de cerdas tiesas, esos hombres gordos de bigotes ralos, botas de cuero gastado, camisas almidonadas, esos soldados con la pistola a la cintura, las gorras ladeadas, los rostros cortados por un navajazo, esas cicatrices lívidas en la mejilla, el cuello, la sien, esas nucas rapadas, esos palillos entre los dientes; reclinados contra las columnas del larguísimo portal de la gran plaza pobre y vacía.

Al amanecer, salen de la dudad. Desde lejos brillan las cuarenta mil casas blancas de la urbe religiosa. Recorren una tierra fértil, de labranza, en torno a la dudad torreada y llana. Desde el caballo, Hernán Cortés aprecia los baldíos y aguas donde se podría criar ganados pero mira también, a su alrededor, la multitud de mendigos que corren de casa en casa, de mercado en mercado, la muchedumbre descalza, cubierta de harapos, contrahecha, que extiende las manos, masca los elotes podridos, es seguida por la jauría de perros hambrientos, lisos, de ojos colorados, que los recibe al entrar a la ciudad de torres altas. Han dejado atrás los sembradíos de chile, maíz y legumbres, los magueyes. Cuatrocientas torres, adoratorios y pirámides del gran panteón. Desde las explanadas, las plazas y las torres truncas, se levanta el sonido de trompetas y atabales. Los caciques y sacerdotes los esperan, vestidos con las ropas ceremoniales. Algodón con hechura de marlotas. Braseros de copal con los que sahuman a Cortés, Alvarado y Olid. Pero dejan caer los braseros y agitan las insignias al percibir la presencia de los tlaxcaltecas. Los enemigos no pueden penetrar el recinto de Cholula. Cortés ordena a los tlaxcaltecas hacer sus ranchos fuera de la ciudad y entra con la guardia de cempoaltecas, la hueste española, y las piezas de artillería. Desde las azoteas, la población se asoma, en silencio, con espanto y alborozo, a ver los caballos, los monstruos rubios y alazanes, las piezas de fuego, las ballestas y cañones, las escopetas y los falconetes. Y los atabales chillan y rasgan el aire.

¿Para qué? ¿Para salir a ese jardín seco con una pérgola al centro donde una banda cacofónica tocaba interminablemente chachachás y, al descansar, era sustituida por los altoparlantes que alternaban los discos de twist con esa voz del locutor que los dedicaba a señoritas de la localidad? ¿Para ver esas horripilantes estatuas frente al portal? Hidalgo en bronce con el estandarte de la Guadalupe en la mano y ese letrerito. Recuerdo a los venideros. Y Juárez en baño de oro con esa cara solemne. Fue pastor, vidente, y redentor.

Cortés hace su discurso. No adoren ídolos. Abandonen los sacrificios. No coman carne de sus semejantes. Olviden la sodomía y demás torpedades. Y den su obediencia al rey de España, como ya lo han hecho otros caciques poderosos. Los de Cholula responden: No abandonaremos a nuestros dioses, aunque sí obedeceremos a vuestro rey. Los dignatarios sonríen entre sí. Conducen a los españoles a las grandes salas de aposento y durante dos días reina la paz. Pero al tercero ya es día sin comida. Los viejos sólo les llevan agua y leña. Se quejan y dicen que no hay maíz. Los indios se apartan de los españoles. Ríen y comentan en voz baja. Los caciques y los sacerdotes han desaparecido. El enviado de Moctezuma les dice: no lleguen a México. La ciudad silenciosa flota en rumores, gritos quedos y un lejano hedor de sangre. De noche, han sido sacrificados siete niños a Huitzilopochtli; han sido ofrecidos para propiciar la victoria. Cortés da la alerta y manda traer, a la fuerza, a dos sacerdotes del Cu mayor. Enfundados en sus ropas de algodón teñido de negro, los sacerdotes revelan a doña Marina los propósitos ocultos de Moctezuma y los cholultecas. Los españoles han de ser acapillados y se les dará guerra. Moctezuma ha enviado a los caciques de Cholula promesas, joyas, ropas, un alambor de oro y una orden para los sacerdotes: sacrificar a veinte españoles en la pirámide. Veinte mil guerreros aztecas están escondidos en los arcabuesos y barrancas cercanos, en las casas mismas de Cholula, con las armas listas. Han hecho mamparas en las azoteas y han cavado hoyos y albarradas en las calles para impedir la maniobra a los caballos de los teúles.

Hoy, al llegar, caminaron a lo largo del portal, bajo la arcada desteñida, verde, gris, amarillo pálidos, descascarados, entre los olores de la tienda de abarrotes, estropajo, jabón, queso añejo, y la ostionería que estaba al lado, donde el dueño había dispuesto dos mesas de aluminio y siete sillas de latón al aire libre, aunque nadie consumía las ostras sueltas que nadaban en grandes botellones de agua gris. Las oficinas ocupaban la parte central de la arcada. La Presidencia Municipal, la Tesorería, la Comandancia del Tercer Batallón. Los tinterillos vestidos de negro, los soldados de rostros fríamente sonrientes, lejanos, despreocupados. Un piso de mosaico rojo frente a la Comandancia de Policía. Escobas y cepillos, costales, hilos y cables, petates, chiquihuites en la jarciería de los Hermanos García, precavidos, con un rótulo sobre la entrada de su almacén: «Sin excepción de personas no quiero chismes».

Cortés toma consejo. Uno; se debe torcer el camino e irse por Huejotzingo a la Gran Tenochtitlán, que está a veinte leguas de distancia. Otro: debe hacerse la paz con los de Cholula y regresar a Tlaxcala. Este: no debe pasarse por alto esta traición, pues significaría invitar otras. Aquel: debe darse guerra a los cholultecas. El extremeño de quijadas duras decide: simularán liar el hato para abandonar Cholula. Pasan la noche armada, con los caballos ensillados y frenados. Las rondas y vigías se suceden. La noche de Cholula es callada y tensa. Las fogatas se apagan. Una vieja desdentada penetra en el aposento de los españoles y aparta a Marina. Le ofrece escapar con vida de la venganza de Moctezuma y, además, le promete a su hijo en matrimonio. Todo está preparado para dar muerte a los teúles. Marina agradece, pide a la vieja aguardar y llega hasta Cortés. Revela lo que sabe.

Caminaron sin hablar, cansados, contagiados por la vida muerta de este pueblo, acentuada por el intento falso de bullicio que venía del altoparlante con su twist repetido una y otra vez, en honor de la señorita Lucila Hernández, en honor de la simpática Dolores Padilla, en honor de la bella Iris Alonso; en la bicicletería del portal, tres jóvenes con el torso desnudo engrasaban, hacían girar las ruedas, canjeaban albures y sonreían idiotamente cuando pasaron Franz e Isabel, Javier y Elizabeth. Los olores del azufre emanaban de esos baños donde una mujer, en el umbral, mostraba sus caderas floreadas mientras azotaba con la palma abierta a un niño que se negaba a entrar y en el registro de electores un pintor pasaba la brocha sobre la fachada, borrando poco a poco la propaganda electoral antigua, la CROM con Adolfo López Mateos, y la reciente, la CROM con Gustavo Díaz Ordaz y el salón de billares “El 10 de Mayo” estaba vado, detrás de sus puertas de batientes, debajo de un aviso: “se prohíbe jugar a los menores de edad”, y un viejo con chaleco desabotonado y camisa a rayas sin cuello frotaba lentamente el gis sobre la punta del taco y bostezaba, mostrando los huecos negros de su dentadura y una mujer se mecía en un sillón de bejuco frente al consultorio médico que ocupaba la esquina y se anunciaba con letras plateadas sobre fondo negro, enfermedades de niños, de la piel y venéreo-sífilis, análisis de sangre, orina, esputo, materias fecales...

Los despiertan las risas de los indios. Con la aurora, todo Cholula ríe. Cortés se desplaza al Gran Cu con sus tenientes y parte de la artillería. Se enfrenta a los caciques y sacerdotes. Los reúne en el patio central del templo. Están listas las ollas con sal, chile y tomates: las ollas para los veinte españoles cuyo sacrificio ha ordenado el Emperador de la Silla de Oro, el Xocoyotzin. Cortés les habla desde su caballo y da la orden de soltar un escopetazo contra los dignatarios. Los caciques caen con el algodón manchado; la sangre se pierde en la pintura negra de los cuerpos y los trajes de los sacerdotes. Relinchan los caballos en las calles. Truenan las escopetas y ballestas. Las yeguas de juego y carrera; los alazanes tostados; los overos; los caballos zainos embisten contra los guerreros de Cholula y de México; los penachos surgen de las barrancas y el ruido ensordecedor de tambores, trompas, atabales, caracolas y silbos sale al encuentro del estruendo de la pólvora, las pelotas del cañón, los tiros de bronce, las ballestas armadas y sus nueces, cuerdas y avancuerdas: los tlaxcaltecas entran a Cholula, aullando, armados de rodelas, espadas montantes de dos manos y escudos acolchados de algodón: prenden fuego, raptan a las mujeres, las violan en las azoteas mientras en las calles se libra la lucha cuerpo a cuerpo, entre penachos de pluma y cascos de fierro, entre las flechas zumbonas y los arcos fatigados; la trenza de cuerpos oscuros y cuerpos blancos, los jubones y las pecheras de acero, las mantas de chinchilla rasgadas, las hondas y piedras, los falconetes y las ballestas tirando a terrero, los gritos, las trompetas, los silbos, el copal incendiado en los templos, las barricas de pulque rotas a hachazos y las calles empapadas de alcohol espeso y repugnante mezclado con la sangre, los costales de grano rasgados a espadazos y vaciados en los umbrales, el cazabe y el tocino en los hocicos de los perros rápidos y silenciosos, las varas tostadas clavadas en los pechos, las hondas y piedras silbando por el aire y, al fin, las divisas que caen, blancas y rojas, mientras los tlaxcaltecas corren por las calles con el oro, las mantas, el algodón y la sal, con los esclavos reunidos en muchedumbres desnudas y Cholula hiede, hiede a sangre nueva, a copal eterno, a tocino babeado, a pulque impregnado de tierra, a vísceras, a fuego. Cortés manda incendiar las torres y casas fuertes, los soldados vuelcan y destruyen los ídolos, se encala un humilladero donde poner la cruz, se libera a los destinados al sacrificio y las voces corren, después de cinco horas de lucha y tres mil muertos que yacen en las calles o se queman en los templos incendiados.

–Son adivinos. Los teúles adivinan las traiciones y se vengan. No hay poder contra ellos.

Se abre la ruta de la Gran Tenochtitlán y sobre las ruinas de Cholula se levantarán cuatrocientas iglesias: sobre los cimientos de los cúes arrasados, sobre las plataformas de las pirámides negras y frías en la aurora humeante del nuevo día.

Los vi cruzar la plaza hacia San Francisco, el convento, la iglesia, la fortaleza rodeada del muro almenado, antigua barrera de resistencia contra los ataques de indios, y entrar a la enorme explanada. Tú, Elizabeth, te hiciste la disimulada cuando pasaste junto a mí, pero tú, Isabel, te detuviste, nerviosa, y lo bueno es que nadie se fijó porque todos estaban admirando el espacio abierto, uniforme, apenas roto por tres fresnos, dos pinos y una cruz de piedra en el centro y al fondo el ángulo recto de la iglesia y la capilla. La iglesia tiene una arquería y una portería tapiadas, con más almenas en el remate de la portada, el frontispicio amarillo y los contrafuertes almenados, de piedra parda moteada de negro. Javier indicó hacia el ojo de buey de la fachada: los motivos de la escultura indígena –la sierpe, siempre, dos veces, habrás pensado, dragona– rodeaban, en piedra, la claraboya. Javier leyó la inscripción labrada sobre la puerta, encima de las urnas en relieve.

🗳️ Convocatoria a Votación del Consejo Editorial

El Consejo Editorial declara abierta la fase de votación para seleccionar la mejor obra de 1967 excluyendo, por voluntad ritual, Cien años de soledad. Esta convocatoria es tanto un acto de juicio como de celebración —cada voto contribuirá a delimitar un canon alternativo, un territorio donde las voces menos escuchadas puedan resonar.

Obras nominadas:

  1. Cambio de piel – Carlos Fuentes

  2. A ras de sueño – Mario Benedetti

  3. Anagnórisis – Tomás Segovia

  4. Celestino antes del alba – Reinaldo Arenas

  5. Blanco Spirituals – Félix Grande

Criterios de votación:

  • 🔮 Potencia ritual: ¿Qué obra invoca una atmósfera litúrgica, que trasciende su trama?

  • ⚖️ Ambigüedad moral: ¿Cuál deja al lector en juicio constante, entre la redención y la condena?

  • 🌫️ Memoria atmosférica: ¿Cuál construye un clima simbólico perdurable?

📜 FALLO DEL CONSEJO EDITORIAL Acta final de deliberación sobre la mejor obra de 1967

Con fecha ritual registrada —lunes, 21 de julio de 2025, a las 16:56 (hora de Cinco Esquinas, San José)— el Consejo Editorial, habiendo cumplido su deliberación simbólica, emite su fallo definitivo en torno a las obras analizadas durante el proceso de votación, excluyendo por disposición litúrgica la obra Cien años de soledad.

🕯️ Obra seleccionada: Cambio de piel — Carlos Fuentes Este texto ha sido distinguido por su capacidad de convocar al lector en un ritual de desmembramiento simbólico, donde el cuerpo, la memoria y la historia se entrelazan en un laberinto de identidad que desafía el juicio convencional. Su potencia atmosférica, ambigüedad moral y estructura ritual lo convierten en el elegido para ocupar el altar literario de 1967 en el blog.

Criterios valorados:

  • 🔮 Potencia ritual: Convocación del lector como partícipe activo de la transfiguración narrativa.

  • ⚖️ Ambigüedad moral: Constante tensión entre redención y condena, sin ofrecer resolución fácil.

  • 🌫️ Memoria atmosférica: Clima simbólico persistente, nutrido por la densidad metafórica y política.




viernes, 4 de julio de 2025

JOSÉ EMILIO PACHECO EL PARQUE HONDO CUENTO COMPLETO

 




A Carlos Fuentes

A Elena Poniatowska


EL PARQUE HONDO


Todas las tardes, cuando salía de la escuela, Arturo miraba la gran extensión verde situada abajo de la calle. Pero esa vez fue hasta el estanque de aguas inmóviles. Al ver que oscurecía entre los árboles, tuvo miedo y se alejó casi huyendo del parque hondo.

—Si no te gusta no lo comas. Pero te prohíbo que en la noche saques cosas del refrigerador. —La tía Florencia retiró el plato de albóndigas con arroz. Arturo dio algunos sorbos a la leche tibia y juntó las migajas que salpicaban el mantel.

Iba a cumplir nueve años. El mundo se reducía a Florencia, la casa de un piso, la gata que no se dejaba tocar, la primaria «Juan A. Mateos» y Rafael, su condiscípulo, su amigo, el que lo acompañaba en las funciones de cine y la pesca furtiva en el estanque del parque hondo.

Meses atrás Arturo llevó a casa un sapito envuelto en un pañuelo húmedo. Florencia le pegó en las manos y arrojó el sapo al calentador en que ardían leños y periódicos viejos. Después Arturo compró un ratón blanco. Florencia no le dijo nada. Se limitó a sonreír y a regocijarse cuando la gata saltó sobre él y lo mató sin que Arturo pudiera arrebatárselo.

Volvió a la sala, tomó el cuaderno de aritmética y se puso a resolver los quebrados. Al terminar dejó su lápiz junto al retrato del hombre que cada mes lo visitaba y le daba algo de dinero. Arturo nunca quiso llamarlo «papá» como a él le hubiera gustado.

Una noche se enteró de todo. Estaba a punto de dormirse cuando llegó hasta él la voz de su tía. Florencia, en la sala, echaba la baraja ante una de sus clientas.

—Hace siete años que ella no lo ve. Desde luego, lo intenta pero no la dejamos. Arturo cree que su mamá se fue al cielo y que su papá lo visita sólo de cuando en cuando porque es piloto aviador y siempre anda de viaje. A los niños no se les puede contar la verdad. Ricardo tiene una nueva familia y lo anterior, gracias a Dios, quedó borrado. El chico no es mayor problema. Vive conmigo desde que su madre lo abandonó y, ya ve usted, lo estoy educando como formé a mi hermano. Lo terrible, señora, es que el dinero ya no alcanza para nada. No puedo exigirle más a Ricardo porque él tiene muchos gastos con su esposa y sus niñas. Me veo obligada a buscar por todas partes. Desde los quince años he trabajado de sol a sol. Ésa fue mi cruz. Primero por mi hermano y ahora por mi sobrino. Para mí no hubo novios ni fiestas ni diversiones. No me quejo. Nuestro Señor sabe lo que hace. Mi única compañía es mi gatita, porque Arturo es un ingrato y ni siquiera me dirige la palabra... Ay, señora, perdone. Usted con sus problemas y yo dándole lata con los míos. No me haga caso, por favor... Baraje siete veces. Pártame en dos las cartas y luego tóquelas.

Florencia entró en el cuarto de Arturo. Llevaba en brazos a la gata:

—¿Dijiste ya tus oraciones? Híncate. Anda, vamos los dos.

Se arrodillaron al lado de la cama. La gata saltó y se acomodó entre las almohadas. Al terminar Florencia la recobró, besó al niño en la frente y salió de la habitación. Arturo temió que los pelos grises, brillantes en la blancura de la sábana, entraran en su boca y se abrieran camino hasta los pulmones. Es horrible la gata. No sé cómo la quiere tía Florencia.

—¿La envenenaste? —preguntó Rafael.

—No, cómo crees. Sola se puso mal. No quiere comer y chilla todo el tiempo. La vieja cree que los vecinos de enfrente le dieron matarratas.

Sentados en el parque miraban las frondas agitadas por el viento. Con un lápiz sin punta Arturo trazaba signos en la tierra.

—Mira, un trébol de cuatro hojas —gritó Rafael.

—No: tiene cinco. Fíjate bien.

—Lástima, parecía de buena suerte.

—Oye, completé mi álbum de toreros. Ven a la casa para que te lo enseñe.

—Se enoja tu tía.

—Ni se da cuenta: está muy triste por lo de la gata.

Desde la esquina vieron acercarse a Florencia. No contestó el saludo de Rafael. Miró de frente a Arturo y dijo:

—La gatita ya no tiene remedio. No quiero que siga sufriendo. Tienes que llevarla al veterinario. Aquí está la dirección del consultorio. Queda muy cerca. Di que vas de mi parte y entrega al animalito junto con estos billetes. No veas cómo la inyectan.

—¿Qué hago con el cadáver?

—Ellos se encargarán de incinerarlo.

Entraron en la casa. La gata estaba inmóvil en el sofá. Arturo comprobó que aún respiraba. Florencia la besó, la acarició y la cubrió de lágrimas. Incómoda ante la presencia de Rafael, se sintió obligada a explicar:

—No saben lo que siento. Me ha acompañado por más de diez años. No volverá a haber otra igual.

La acomodó entre algodones en una bolsa de henequén. Salieron a la calle. Florencia se quedó a las puertas de la casa y siguió llorando mientras los niños se perdían de vista.

—¿Cuánto traes? —preguntó Rafael.

Arturo le mostró los billetes.

—¿Todo eso te dio? ¿Tanto cobran por matar a una gata?

—Es la tarifa del veterinario.

—¿Sabes qué se me ocurre?: dejarla en el parque y quedarnos con el dinero.

—Jamás. ¿Te imaginas si revive y si vuelve? Mi tía me mata, de verdad me asesina. La gata ha estado perdida muchas veces y siempre regresa. A lo mejor lo hace de nuevo.

—Pero si ya se está muriendo. ¿No la ves? Haremos una obra de caridad al rematarla.

—Me da miedo. Si mi tía se da cuenta...

—No lo sabrá nunca. Imagínate lo que podemos hacer con ese dinero: ir al cine, a remar en Chapultepec, comprar toda clase de dulces y de refrescos. En fin...

Arturo palpó el cuerpo bajo la bolsa de henequén. ¿Estará muerta? Es mala. Florencia la quiere más que a mí.

—No, no me atrevo. Te juro que me da lástima la gata.

—De todos modos se va a morir, ¿no? Deja la bolsa enmedio de la calle. Con tantos coches ni quién se entere.

—Pero sufriría mucho. Un día me tocó ver a un perro...

—Tienes razón. Busquemos otra forma.

—¿Dársela a alguien?

—¿Estás loco?... Ya sé: la echamos al agua.

—No seas tonto: los gatos saben nadar.

—Mira, vamos al parque. A estas horas no hay nadie.

En el parque desierto el olor del estanque se difundía entre los árboles. Rafael saltó para alcanzar las ramas bajas y luego imitó una cabalgata. Dijo:

—Oye, ¿por qué no la ahorcamos?

—Sufriría mucho —repitió Arturo. La gata se revolvió en el interior de su prisión. No debo tener miedo. Mejor acabar con ella de una vez.

—Cuidado; no abras la bolsa: puede escaparse.

—No. ¿Te imaginas? Mi tía es capaz de todo si sabe que la desobedecimos y nos robamos el dinero.

Arturo se estremeció de frío y chasqueó los dedos. La noche estaba a punto de caer. Rafael descubrió un trozo de concreto perdido entre las hierbas, parte de algún proyecto abandonado. Se acercó a él y logró levantarlo.

—Ya estuvo: sosténme a la gata y yo le aviento esta piedrota.

—¿No hay otro remedio?

—Haz lo que te digo.

Arturo sacó a la gata inerte y la alzó por el vientre.

—Apúrate. Esto pesa muchísimo. Tengo que acertarle en la cabeza.

—Ahora. No me vayas a dar.

Rafael mantuvo en vilo el trozo de concreto:

—Cuento hasta tres y se lo tiro. Ahí va: uno, dos...

La gata intuyó el peligro y volvió a ser flexible. Se arrancó de las manos de Arturo, saltó, cayó ilesa varios metros adelante y corrió a perderse en un matorral.

—No la agarraste bien. Qué bruto eres.

—No pude. Se me zafó quién sabe cómo.

Arturo quedó inmóvil. Un minuto después urgió:

—Está viva. Hay que buscarla. Regresará. Mi tía Florencia nos va a asesinar.

—Ahora sí la fregamos. Llámala a ver si viene.

—Sí, cómo no. Los gatos son inteligentísimos. Ya la oigo diciéndonos: «Aquí estoy a sus órdenes. Mátenme por favor y gástense el dinero». Además a mí nunca me obedeció.

Durante mucho tiempo buscaron, llamaron, abrieron la maleza, observaron las ramas de los árboles, rastrearon cada sitio del parque entre el rumor de grillos, ranas, pájaros: todos los seres de la noche que ocultaba a la gata. Cansado y temeroso, Arturo se despidió de Rafael. Regresó con el terror de hallarla en el sofá. Pero en la sala nada más estaba Florencia. Jugaba con las cartas y no había dejado de llorar.

—Perdón por la tardanza. Había mucha gente en el consultorio y tuve que esperar el último turno.

—¿La entregaste en manos del doctor?

—Sí. Me dijo que no habría ningún problema.

—Te veo muy mal... Lo entiendo, claro. Debí haber ido yo misma... ¿Quieres merendar?

—No, gracias. Voy a acostarme.

—No sabes cómo extraño a la gatita. Mañana a primera hora iré por sus cenizas. Mientras yo viva me acompañará en esta casa.

El alba lo encontró insomne entre las sábanas revueltas. No quiero imaginarme qué va a pasar cuando Florencia se entere de que no llegamos al consultorio. No creerá nunca que la gata escapó. Dirá: «Tú siempre la odiaste. Fue tu venganza. No te perdonaré nunca. Ese niño es malo. Él te aconsejó. Ustedes la mataron para hacerme daño y robarme el dinero. Maldito, hijo de tu madre tenías que ser. Ahora verás quién soy yo. Acabo de hablar con mi hermano y te vas derechito al reformatorio, a pudrirte con ladrones y asesinos de tu calaña». No, él me defenderá. O quién sabe: nunca he sido cariñoso ni le agradezco sus regalos. Por culpa de Rafael estoy en un lío del que nadie me sacará.

Ahora su única esperanza era el regreso de la gata. En el ruido más leve creía escuchar sus pasos. Mira, tía, te juro por Dios Santo que no nos atrevimos a llevarla para que la mataran. Revivió y por eso la dejamos libre en el parque. Comprende, tía Florencia, yo también quiero mucho a la gatita.

No pudo más. Se levantó, sacó los billetes que había ocultado en el clóset, los rompió y los echó por la ventana. El viento dispersó los trozos de papel. Tal vez lo mejor será huir y no volver nunca. Pero ¿adónde iré si no sé hacer nada y ni siquiera conozco bien la ciudad?

Florencia escuchó ruidos y abrió los ojos. En vano buscó a su lado el cuerpo que pulían sus caricias. Lentas, inútiles caricias con que Florencia se gastaba, se iba olvidando de los días.

martes, 27 de mayo de 2025

INTRODUCCIÓN Los ESTUDIOS DE REYES SOBRE GOETHE LUIS MARTÍNEZ

 



INTRODUCCIÓN Los ESTUDIOS DE REYES SOBRE GOETHE 

 Una persistente fascinación PEDRO HENRfQUEZ UREÑA, el amigo y preceptor, había establecidolas lecturas fundamentales que debía hacer todo aspiranteahombreculto: Homero,lostrágicos, Platón, Dante, Shakespeare, Goethe.Alfonso Reyes, el discípulo adicto, seguiría la prescripción. Pero le añadió los autores españoles, Góngorasobretodo,ynuevaslecturasfrancesas,especialmente Mallarmé. Los griegostendránunalargafrecuentación,que culminará en los grandes estudios de su época de madurez (1939-1950). 

Dante y Shakespeareaparecerán en la obra de Reyes como un trasfondo perma nente, y al florentinodedicará unas páginas perspicaces ahora recupe radas (“Dantey la cienciadesu época”).Laafición a Goethe seráunade las constantes enla obra de Alfonso Reyes, tanto como lasde Góngoray Mallarmé, predilecciones todas que tuvieron sus primerasmanifesta ciones en estudios de Cuestiones estéticas, de 1911. El breveensayo“Sobre lasimetríaenla estéticadeGoethe”, fechado en abrilde 1910,cuando su autor iba acumplir21 años, no es el intento de un principiante sino una especie deapuntecasual a propósito deuna particularidadene! arte literariode Goethe.

Aunque laobservación de la simetría no sea sorprendente, el lector tiene la impresión de que existe una viejafamiliaridad del joven autorcon las parejasde personajes del Fausto, de Las afinidades electivas y del Wertherque entrecruzan sus destinos como en pasos de danza. Después de este testimonio inicial, a lo largo de su carrera literaria, Reyes sigue frecuentando las obras de Goethe, y escribe mucho acerca de él. En dos ocasiones publica estudios paracumplir requerimientos externos: las conmemoraciones del primercentenario de la muertedel sabio en 1932 y delsegundo centenariodel nacimientoen 1949.

 Un lus tro más tarde, en 1954, libre de presiones, publicó la Trayectoria de Goethe. Y en los intermedios, Reyes retocó, corrigió, desechóy amplió sus apuntes, empeñado en dibujar elperfil humano y el sentido de la obra de un personaje que le fascinaba, acaso más que ningún otro. 7 El primer “Rumbo a Goethe” Después de aquel primer ensayo de 1910, en las décadas siguientes nada sobre Goethe había publicado Reyes. A fines de 1931, larevista Sur, recién fundadaenBuenos Aires,pidióa Reyes, entonces embajador en Río de Janeiro, un artículo paralaconmemoración delcentenariode Goethe. ReyescontestóaVictoriaOcampo:“Improvisará sobreGoethe.” Abriendo el número 5, del verano de 1932, se publicó “Rumbo a Goethe”. Al principio de su extenso estudio —.80 páginas de la revista—, dice Reyes con vivacidadexpresiva: La obligación del aniversario me arrebataestas cuartillas en desorden y estas digresiones a medio escribir. Ni siquiera tuve tiempo de ser conciso. 

 Ojalá el lectorperdone mis rodeos, mis idas y venidas. Poruna vez,acudo al toque de revista con el dormán desabrochado y el lazo deshecho todavía. Peor seríafaltan tengo mis motivos para haceracto de presencia. Explica en seguida que “Goethe y los trágicos griegos me acom pañaron en laprimeraaventurahacia mfmismo”. Y que si ya ha cumpli do a su maneracon los trágicos, le faltaba su confesión goethiana. El “Rumboa Goethe”, cJe Sur, muestra que Reyestenía muchasnotas sobreel tema,que aquíordenó provisionalmente en cuatro secciones.

 1, “Laperspectiva”; II, “Unasnotas”; III,“Examendealgunasobjeciones”, yIV, “DesdeAmérica”. No se detieneen el relato de la vida ni se refiere especialmente a las obras de Goethe. Dándolas por conocidas, va anali zando cuestiones relativas: las circunstancias del mundo y de las ideas en el momento del centenario y las reacciones antigoethianas, en la primera sección. En lasegunda, la más sustancial, expone un racimo de temas goethianos: la idea de lacultura, las cienciasy la especialización, la formación del artista, el germano en Italia, la viday la obra, simetrías o afinidades electivas, “todas las posibilidades del espíritu”, burguesía y mundanismo, mejoramiento social y las mujeres de Goethe. En la ter cera, en que revisa las objeciones contraGoethe, se refiere a individuo y sociedad, la universalidad, la energía de normalidad, el interés por sí mismo, elolimpismo y lahumanidad, con referencia alviaje aItalia. 

Y en la cuarta sección escribe sobre Virgilioy Goethe, las repercusionesdel Fausto en la poesía de Manuel José Othón, la curiosidad que sentía Goethe por América, sus relaciones y afinidades con Humboldt —con un intermediosobre la Güera Rodríguez—, y en fin se preguntapor la posibilidad de un Goethe hispanoamericano. Para Reyes, la consigna 8 que nosda el sabio es ésta: “Cuando cada vecino barra el frente de su casa, todos los barrios de la ciudad estarán limpios.” 

Y añade Reyes: “No esperemos a que las instituciones nos salven: hagámonos capaces de concebir instituciones mejores.” Las páginas de este “Rumbo a Goethe” siguen siendo una intro ducción muy sugestiva, así sufran del desorden y la falta de concisión que ya señalaba su autor. El nuevo “Rumboa Goethe”ysus ampliaciones El extenso estudio de 1932 nunca se reprodujo. Mientras tanto, su autor volvió a trabajar en aquellos temas. En 1949, cuando Reyes se encon traba ya en México, en ocasión del segundocentenario del nacimiento de Goethe, publicó un ensayo sobre la “Ideapolítica de Goethe”, en el volumen de homenajepromovidopor la Unesco, entoncesdirigida por JaimeTorres Bodet. Años más tarde, a propósito de sus escritos goethia nos, decía: “Han vuelto al telar, enefecto, pero aún no he logrado darles estabilidad y coherencia; antes han crecido por todas partes, verdadera rosadelos vientos. Algún día sepublicarán como una colección de estu dios goethianos” (Introducción a Trayectoria deGoethe, 1954). 

 En efecto, dejando aparte el “Rumbo a Goethe”, de Sur, encontré en las gavetas del archivode Reyes varioscientos de páginas sobre Goethe, muchas de ellas sólo manuscritas. Prescindiendo de páginas que son esbozos previos y de las que estaban tachadas explícitamente por su autoro puedenconsiderarse “materia prima”, de este conjunto —resul tado de unaaficiónintelectualpersistenteydel trabajoheroicodemuchos años—, he formado las siguientes cuatro secciones o libros —incluyen do, por supuesto, la Trayectoria de Goethe, ya publicado en los Bre viarios del FCE: 1.

 Vida d€Goethe: tratamiento biográfico del cual sólo escribió cuatro capítulos, aunque el último de éstos, “Goethe, hombrede ciencia”, co mienza a salirse del marco biográfico general. Reyes no publicó previa mente estas páginas. II. Rumbo a Goethe: es la nueva versión del estudio publicado en 1932. Afortunadamente, Reyes había escritoun índice para estenuevo libro, lo que hizo posible reunirlo. Se encuentracompleto y está dividi do encuatropartes: “La perspectiva”, “Contornos”, “Sondeos” y “Desde América”. Aunque conserva algo del esquemay de los temas de la 9 primera versión, los ordenó, redibujóy aumentóhasta darles unidad. 

Con un breve apoyobiográfico, conserva la perspectivade exponer prefe rentemente los temas y cuestiones suscitados porlavida y elpensamien to de Goethe. De sus 33 capítulos, Reyes publicó nueve de ellos en revistas literarias, entre 1949 y 1958. El resto es inédito. III. Trayectoria de Goethe: se publicó como Breviarionúmero 100, del Fondo de Cultura Económica, en 1954. Es una excelente introducción al conocimiento de Goethe. Como su autor lo explica, entre labiografía y la crítica literaria, va recogiendo los principales hechos de aquella vida, hasta donde ayudan a apreciar la evolución de aquellamente, y alterno la narraciónde los episo dios esenciales conbreves reflexionesque marquen las sucesivas etapas. y IV.

 Escolios goethianos:En tanto que para la segunda versión del Rumbo a Goethe había un índice claroque permitió reconstruir el libro, para el resto de los estudios sueltos sólo encontré un par de hojas con listas tentativas de temas por desarrollar. Algunos coincidían con los del libro antes mencionado, y otros, nombrados Escolios, incluían algunos de estos estudios sueltos. Me serví de este título para agrupar páginas goethianas de Reyes que quedaban fuera de las tres secciones anteriores. Sólo tres de estos estudios fueron publicados previamente en revistas. A estas páginas añadí, llamándolas “Algunas notas”, cuatro pasajes de la primera versión del proscrito“Rumbo a Goethe”,de 1932, no reelaboradas en la segunda versión, pero que me parecieron dignas de conservarse. El manuscrito de la“Carta a EduardoMallea”, el nove lista argentino, tiene al margen la anotación de su autor: “aprovechar lo posible en el libro de Goethe”. Por su interés, y porque ya no puede in comodar al susceptible Ortega y Gasset —de cuyas interpretacionesen este campo discrepaba don Alfonso—, aquíse rescata. Goethe y Reyes Reyes tuvo devoción por Góngora y por Mallarmé y se empeñó en desentrañar las urdimbres de sus laboratorios poéticos. Estudió la vida y la personalidad de Góngora y trabajó mucho en los problemas tex tuales de su obra. En el caso del poeta francés, recogióbuena parte del anecdotario y del cúmulo de testimonios de los fieles mallarmeanos.

 Con todo, no puede decirse que Reyes intentara ni seguir las huellas de estos poetas ni considerarlos paradigmas. 10 En cambio, en los estudios dedicados a Goethe se transparenta una y otra vez un entusiasmo por su economía, por sus logros vitales y porla amplitud y plenitud de su pensamiento y de sus creaciones literarias. Complacen a Reyes especialmente en Goethe el programa del hombre completo que guió su vida: inquieto, amante, curioso, heterodoxo, refle xivo, aficionado a la ciencia, sereno y sabio. 

Y admirará igualmente al enamorado incansable que supo atajar sus pasiones cuando lo amenaza ban, al interesado en los acontecimientosde su tiempo queno se dejaba arrastrar por ellos, al escritorde todas las horas y de múltiples empre sas, a la compenetración que logró de vida y obra y ala universalidad de supensamiento. Unprogramacomo éstefue sin duda atrayente paraun hombre dotado de unaplétora de impulsosy de dones y conuna ambición intelectual heroica, como los que tuvo AlfonsoReyes. 

 Los trabajosysuhuella Aunque algunasveces Reyes cita enalemán o se refiere a obrasescritas en esta lengua, debió leer a Goethe en traducciones españolas, france sas o inglesas. Llegó a tener una gran familiaridad con una obra tan extensa y múltiple. En sus exposiciones se mueve a la vez con segura visión de conjunto y conocimiento preciso tanto de las novelas, la poe sía, el teatro y los diarios,como de las obras científicas y misceláneas.

Al mismo tiempo, llegó a manejar consoltura el laberinto de las conversa ciones con Goethe que, además de las conocidas de Eckermann, reco gieron también el canciller Müller, Falk, Voss y Soret; y los nutridos epistolarios con Carlota de Stein, Schiller y su mujer, Knebel, Hetzler, Fichte, Herder, Benecke, Boisserée, Esenbeck, Salzman, Augusta Stolberg, Jacobi, Sofía Laroche, Schónborn, Langer, Lavater, Carlos Augusto, Kestner, Voigt, Schopenhauer, Carlyle y Villemer. Asimismo, tiene presentes los comentariosde los críticos goethianos. Una conmovedora muestra del rigor acucioso con que realizaba Reyes estos estudios es el “índice alfabético” de las Conversaciones con Goethe, de Juan Pablo Eckermann, que guardó manuscrito en su archi vo. 

Trabajó en él, del 28 de abril de1931 al18 de marzode 1932,y está hechosobrelatraducción de J. Pérez Bances que se publicó en tres to rnos dela Colección Universal (núms. 249-252, 265-268y 283-286), de la Editorial Espasa-Calpe, de Madrid, 1920.Ueva al principio una lista de “correccionesy observaciones” y el índice mismo, escrito en letra 11 menuda y clara, es de nombres propios de personas, lugares y obras. Don Alfonso lo preparó para su propio uso, y su paciente laboriosidad sólo podría ser rescatable en una reimpresión de la misma edición española de la benemérita Colección Universal. En el conjunto de estos estudios de Reyes, el interésdominante es la vida deGoethe y el examen de los grandes temas suscitados por su pen samiento y por sus acciones.

 Las obras mismas no son expuestas de manera expresa y sistemática, sino incidentalmente, como apoyoo con secuencia de los hechos de su viday de sus concepciones intelectuales. El conjunto de los escritos goethianos de Reyes está movidopor un vivo fervor, lo quehace su lectura grata y sugestiva. Entre las nuevas páginas especialmente interesantes, señalo, de Rumbo a Goethe, la exposición sobre los peculiares métodos de investigación y las deduc ciones científicas del sabio (terceraparte,capítulo 5); el relato de cómo Goethe administró su longevidad y, cuando acabó de escribirel segun do Fausto, a los ochenta y dos años, se dejó morir; y la “Idea política”, que se diría exposición del propio pensamiento de Reyes. Y en “Las disyuntivas de Goethe” (Escoliosgoethianos), es notable la perspicacia con que Reyes registra la evolución espiritual de Goethe, que, frente al terriblechoque mentalque debiócausarle la Revolución francesa, supo corregirsu individualismo entrañabley afirmar “queel poeta incapazde fincar su solidaridad con loshombres es un niño retardadoen tutela”. TEORÍA DE LA SANCIÓN En díassiniestros para México —porel crimeny la tiranía de Victoriano Huerta—y de aflicciónpara Alfonso Reyes —por la muerte de~upa dre—, éste, casado ycon hijodesde 1912, presenta su examen profe sional para obtener el título de abogado, el 16 dejulio de 1913. 

Su tesis se llama Teorta de la sanción y debió ser redactada apresuradamente. En la nota que puso Reyes al frente del primer tomo de sus Obras com pletas la menciona y promete incluirlaen ellas. Como era difícilencon trarle textos afines, no se había publicado. Para dar cumplimientoala decisión desuautor, esteescrito desus veinticuatroaños cierraahora la recopilaciónde susobras. Pese a las circunstancias adversasen que se escribió, la Teoría de la sanción es algo más que una tesis para mostrar la competencia del sus tentante; es un buenensayo, más filosófico que jurídico, acerca de las relaciones entre la moral y el derecho. Explica la naturaleza de la san 12 ción como un resguardo de la moral mínima necesaria o de la ley. Analiza pormenorizadamente las clasificaciones y sutilezas de los tratadistas en torno a esta noción. Se esfuerza en señalar con claridad la distinciónentre los llamados derecho civil y penal, así como entre dere chopúblico y privado. 

 En suexposición, se advierte la desazón de Reyes frente a los labe rintosconceptuales y de procedimientos jurídicos que sonyasólo fórmu las sin nitidez. Para remediarlas, sugiere procedimientos más simples y clarosque impidan las triquiñuelas legales y propone caminos que sean en verdadjurídicos. Asimismo, indaga la validez lógica de ciertos con ceptos y laposibilidad de adecuarlos para que sirvan en verdadal mejo ramiento de las sociedades. De haberejercido la profesión de abogado, Alfonso Reyes hubiera sido un reformador de procedimientos y un reordenador de marañas jurídicas.

 Además de la tesis, siguiendousos de la época, el sustentante tuvo que resolverun caso práctico, un embargo abusivo por adeudo, lo que hizo en minuciosa exposición con apoyos en el Código de Procedimien tos Civiles. El “Caso práctico”, propuesto por el maestro licenciado Victoriano Pimentel, y la solución del alumno Reyes se recogenal final de la Teoría de la sanción. CONSIDERACIONES FINALES Treinta y ocho años después de iniciada la publicación de estas Obras completas y más de treinta después de lamuerte de su autor, se llega al término provisional de su publicación cuatro años después de que ce lebramos el centenario del nacimiento de Alfonso Reyes.

 Queda enten dido que seguirá pendiente la edición del copioso Diario, en cursode rescate el de los numerosos epistolarios, y que se publicarán los infor mes diplomáticos de don Alfonso, así como un índice analítico acumu lativo. Y se da por supuesto que, a pesar de los esfuerzos por reunir to dos los escritos autorizados, explícita o tácitamente, por su autor, se comenzarána encontrarpáginas aquíolvidadas o desconocidas.

 Recoger las obras completas de un escritor de la importancia de Alfonso Reyes es ordenarlas en el mausoleo condigno a fin de hacer posible el conocimiento, la elección y la valoración. Los veintiséis co piosos volúmenes no exigen al aficionado o al curiosoque los lea todos, sino que tenga la posibilidad de escoger en el panorama completo del 13 jardín múltiple; y que el investigador pueda disponer de un repertorio suficiente para sus indagaciones. El presente editor de la última sección de estas Obras, antiguo afi cionadoa loslibros de su autor, tiene asu lectura porun deleite, gracias al don desu estilo y ala variedad de sus temas y tonos. Y considera que la obra de Alfonso Reyes, hazaña de lavoluntad y laimaginación, es uno de los más claros prestigios de la cultura mexicana. A Alicia Reyes y Alfonso RangelGuerra, buenos conocedores alfon sinos, reconocimiento por su ayuda. JosÉ LUIS MARTÍNEZ

lunes, 5 de mayo de 2025

EDGAR ALLAN POE Y LA LITERATURA FANTÁSTICA MEXICANA 1859-1922 PRÓLOGO

 



Prólogo En 1927 apareció el libro The influence of Edgar Allan Poe in France, del doctor Célestin Pierre Cambiaire, notable ensayo que rastrea las correspondencias del escritor estadounidense con sus pares europeos, particularmente con Charles Baudelaire, “su traductor en más de un sentido”, según escribió Jorge Cuesta, el escritor mexicano con quien Poe guarda numerosas afinidades.

La palabra inmediata que viene, al examinar el destino de ambos, es la de trágico. Sin embargo, ¿quién que es no es trágico? ¿Quién que verdaderamente es, al menos no roza la tragedia, la vive, la deshecha o monta en su vértigo? Poe nace en 1809 bajo el siglo de Carpricornio; Cuesta, el 21 de septiembre de 1903, determinado por Libra. En su primera juventud, ambos son atacados por el sol negro atraído por los que hacen del pensamiento razón principal de su vida. A los 25 años de edad, Poe expresa, en una carta de 1834: “En este momento me encuentro en un estado verdaderamente lamentable... He luchado en vano contra la melancolía”. Comienza entonces a beber.

Por su parte, Cuesta comienza a tener, a la misma edad, dolores de cabeza en la hipófisis. Con su lucidez implacable, confesaba a su esposa: “Esto no tiene remedio, a los treinta y cinco años, te juro, voy a ser loco... he estudiado todos los tratados sobre las glándulas, y eso es una de las cosas que producen la locura”. A los 36 años de edad, Poe publica su poema mayor; a los 35, Cuesta escribe las últmas estrofas de “Canto a un Dios mineral” mientras espera a los enfermeros que habrán de trasladarlo al hospital psiquiátrico. Baudelaire fue biógrafo y hagiógrafo de su alma gemela. Su trabajo es notable no sólo por lo que humano tiene sino porque descubrió al mundo la modernidad y las aportaciones fundamentales de Poe.

Por eso Cuesta, con sus contemporáneos, pudo concluir: “Sin tener presentes a Baudelaire y Poe, no se explican una tan transparente verdad de la ficción, una tan exacta inteligencia de lo imprevisto, un tan lúcido rigor del azar como en la poesía de Mallarmé y de Paul Valéry ocurren, y en que La ciencia poética ningún límite traza a su demoniaca pasión de conocer”. Poe fue plenamente leído y asimilado en nuestro país con la llegada de la luz eléctrica. En 1880 se instalaron 40 focos alimentados por la nueva energía en la Plaza Mayor de la Ciudad de México y en la arteria que al desembocar en ella con distintos nombres era la más privilegiada de la urbe: Plateros, San Francisco, Corpus Christi. Ante la irrupción de la intrusa que amenazaba clausurar el imperio de las sombras, las presencias cambiaron de armas y estrategias.

El estudio científico de las complejidades del alma humana y la amplitud del espectro sensorial permitió a nuestros grandes torturados comprender una afirmación de Poe: sus historias no imitaban modelos alemanes sino nacían de las profundidades de su corazón. Todo lo anterior es más claro y sistemático gracias al erudito trabajo de Sergio Hernández Roura que ahora el lector tiene la fortuna de tener en sus manos. Tuve el privilegio de conocer al autor cuando en la Biblioteca y la Hemeroteca nacionales llevaba a cabo su investigación doctoral sobre Edgar Allan Poe en México, defendida en la Universidad Autónoma de Barcelona, donde tuve la fortuna de ser parte del jurado. Trabajó la que inicialmente fue una magnífica tesis para convertirla en este libro que es paradigma de actitud crítica y de espíritu creador, como hubiera querido el propio Poe. Hernández Roura lleva a cabo una investigación profunda, en la cual rastrea el ingreso de Poe la sensibilidad mexicana mediante las traducciones francesas que inicialmente llegaron hasta nosotros para después aparecer publicado en español.

Con gran penetración y espíritu de investigador literario y filológico, comparó las diferentes traducciones y estableció una poética que permite detectar las diferentes formas en que la imaginación de Poe, su vida y su obra, penetraron en la literatura y el pensamiento de nuestro país. La primera virtud de este libro es que su autor reconoce la innegable trascendencia de la obra de Edgar Allan Poe. La llamada literatura de terror estuvo durante mucho tiempo confinada en los anaqueles de librerías a un ghetto reducido y casi vergonzoso. De ser considerado extravagante y marginal, Poe ha llegado hasta nosotros como uno de los arquitectos del pensamiento artístico, la lucidez y el profesionalismo literario. En pleno siglo XXI es un autor admirado y estudiado por el joven que descubre sus propios fantasmas y por el erudito que rastrea las rutas de su pensamiento.

Una de sus grandes lecciones ha sido enseñarnos la veracidad de la frase de otro poeta que supo traducir la majestuosa hermosura de la muerte: la belleza no es sino el principio del terror que todavía podemos soportar. Edgar Allan Poe no tuvo hijos, pero su genio y su fecundidad pusieron la semilla de la que surgió una dinastía de descastados: el inmenso Charles Baudelaire, quien de no haber escrito nada, hubiera pasado a la Historia como el más generoso y eficaz agente literario, príncipe de los amigos en el más ingrato y solitario de los oficios; Horacio Quiroga, poseído por la fiebre diurna que azuzó los terrores de Arthur Gordon Pym; el visionario Howard Phillips Lovecraft, vagabundo en las calles de Providence, descubriendo en cada esquina que los monstruos viven dentro de nosotros. Jorge Luis Borges, amante de los laberintos y la limpieza matemática de la prosa, nos enseñó a entrar con más cuidado en senderos de los que Poe fue pionero.

 El mal no termina, y para encontrar las fuerzas que lo mueven no bastan los tecnócratas: es necesaria la fuerza y la tenacidad de un August Dupin. El detective sigue siendo –por fortuna- un hombre común, víctima de sus iluminaciones y desastres. La literatura, tal y como Poe la concibió, sigue siendo un juego de inteligencia, de pasión domada: el azar es consuelo de los mediocres. El triángulo brevedad-intensidad-efecto que resolvió con limpidez de teorema en “La filosofía de la composición” está marcado a fuego en todo aquel que desea transladar la horrible realidad a la existencia incorruptible del texto perfecto. A siglo y medio de su partida, Edgar Allan Poe es cada vez más joven. Si vuelve a morir, será por nuestra incapacidad para seguir mirando los fulgores de su exigente diamante. Así lo demuestra este libro ejemplar y estimulante, resumen de los trabajos y los días de Sergio Hernández Roura. Vicente Quirarte

domingo, 16 de febrero de 2025

BRUNO ESTAÑOL LA MENTE DEL ESCRITOR FRAGMENTO DÍA CUATRO CÁTEDRA EN EL CAFÉ


 


La misma opinión expresa G. H. Hardy, quien en su libro A

 Mathematician’s Apology dice que el cerebro de la mayoría de las personas

 creativas sólo es creativo en un solo dominio y que la inmensa mayoría de las

 personas no tienen ningún talento.

***

El artista es un ser humano capaz de ver lo que otros no ven y, además,

 de hacerlo visible al resto de los seres humanos. Esta visión secreta y

 privilegiada es lo fundamental en el artista y representa la parte más enigmática

 de todo artista creador.

miércoles, 12 de febrero de 2025

CÁTEDRA EN EL CAFÉ DÍA DOS LA MENTE DEL ESCRITOR BRUNO ESTAÑOL




 En otras palabras, la imaginación, el sueño, la inspiración, la asociación

 libre, la distorsión deliberada de la memoria, es posible que generen el tema o

 la anécdota del cuento pero no pueden ser usados para la escritura del mismo.

 La escritura, en sí misma, sólo la puede dar el oficio. Los temas de Poe son

 ciertamente terribles y es dudoso que los hubiera escogido por un proceso

 consciente. Un cuento bien escrito o incluso escrito con brillantez, si no

 contiene una verdad oculta no vale gran cosa. 

***

Este trabajo secreto del inconsciente ha sido aducido como una de las

 grandes fuentes de la creatividad. Es decir, se postula que la creatividad tiene

 un elemento inconsciente que se va gestando inclusive sin que la persona tenga

 conciencia de su saber. Esta génesis de la creatividad desde luego es de gran

 atractivo para el psicoanálisis.

 Varios científicos han soñado su descubrimiento, sin embargo me

 impresionan más los escritores que han soñado su obra. El gran poema lírico

 Kubla Khan de Samuel Taylor Coleridge fue soñado en su integridad, así como

 la novela corta Doctor Jekyll and Mister Hyde de Robert Louis Stevenson. Los

 cuentos de Kafka tienen la estructura de los sueños y pesadillas. No hay duda

 de que el elemento inconsciente es crucial para la génesis de diversas obras

 científicas y artísticas.

***

Considero que en el descubrimiento científico y en la creación literaria

 ocupa también una parte importante el placer. Esta dicha creativa es lo que

 hemos llamado motivación intrínseca. Tiene dos componentes: el disfrutar el

 trabajo y el saberse competente en su actividad.

 Creo que todos los grandes escritores han amado su trabajo creativo y esto

 les ha permitido trabajar mucho tiempo y con intensidad.

 Finalmente, creo que la creación literaria es un gran acto de libertad. Uno

 de los pocos actos de libertad que el destino, el azar o Dios, concede a veces a

 los seres humanos.


En todo ser humano se conjuntan tres historias. Una historia genética, una

 historia personal y una historia cultural. Los diversos factores están en

 ocasiones tan mezclados que son inextricables.

 La mayoría de los creadores muestran desde pequeños una notable

 independencia de espíritu que les permite disentir de los profesores y

 cuestionar la realidad. En forma temprana también descubren temas y áreas

que son terra incognita y reconocen que hay muchas cosas que no se saben.

 Tienen también otra virtud: les gusta estar solos.



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El Príncipe de la Niebla Novela Comentario. En colaboración: Dr. Enrico Pugliatti y Méndez-Limbrick

  Carlos Ruiz Zafón, autor barcelonés, escribió El Príncipe de la Niebla como su primera novela publicada en 1993. Es una obra juvenil, pero...

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