martes, 30 de agosto de 2016

J. Méndez-Limbrick. Fragmento. Novela. EL LABERINTO DEL VERDUGO.

Novela: "El laberinto Del Verdugo". Premio Editorial Costa Rica 2009. Premio Nacional de novela: Aquileo J Echeverría 2010.

"Estaban en libertad. Escucharon en el silencio ruido de sirenas elevándose hasta el infinito. Miraron la ciudad desde un monte pelado, las luces del San José distante le corroyeron las entrañas a Henry, un enorme gusano sitiado en el hígado resurgía con más fuerza y odio por los seres de la noche.
Ossorio no preguntó, solo se quedó mirando a Henry con los ojos desorbitados, parpadeantes; pensó entonces que la conspiración que contó Henry no era fábula o invención de un desquiciado.
En adelante Ossorio se convertía en la sombra de Henry, y se transmutaba de viejo parlanchín y del parloteo de todas las noches en el sanatorio a un promotor de silencios absolutos.

***

Caminaron en la oscuridad de la noche, atraídos hacia las luces mortecinas de la ciudad lo mismo que insectos torpes buscando la flama de la candela. Miraron las siluetas de los altos edificios recortados en niebla.
El aliento de la noche le arrancó la memoria de la huida a Henry, ya no pensó en el escape, tenía que pensar cómo llegar a donde su amigo en la Torre del Pacífico... Debía pensar deprisa porque a la mañana siguiente saldrían en los periódicos fotos en primera plana de los asesinatos. A mansalva los periodistas tendrían el visto bueno de las autoridades judiciales para que deformaran los acontecimientos de la huida. Jalonearían los hilos de la opinión pública de arriba abajo con tal de encontrarlos. Era un viejo truco que la mayoría de las ocasiones funcionaba: se inventaba alguna historia violenta que acabaría con las ilusiones de cualquier prófugo, y entonces las personas colaboraban para la caza del delincuente. Henry supuso que en el caso suyo no se tenía que hacer un gran esfuerzo de invención. Eran ciertos los homicidios... ¡Bastaría con un resumen de quién era el asesino de las putas años atrás!

***

Decidieron tomar el metro periférico para llegar a la Zona Fantasma; buen plan o no, era el único que tenían a mano.
El metro corrió a gran velocidad a modo de la prostituta, que con ademanes frívolos se desnuda para terminar rápido el negocio y no porque desea tener sexo con el cliente, así el metro periférico enseñaba con obscena malicia y perversión los lugares de San José olvidados por los ciudadanos del día: en algunas de las estaciones se observaban grupos de pordioseros consumiendo droga en rincones, en otros sectores los pordioseros y los niños de las calles dormían en cartones sucios...
Y más allá de las estaciones, bordeando con el metro las Zonas del Pacífico, todo estaba idéntico al año que Henry fue internado, nada cambiaba: prostitutas en las esquinas, viejas travestis reunidas en un aquelarre peleaban por zonas territoriales contra las verdaderas muñecas de la noche: los nuevos travestis, jovencitos de quienes cualquiera tenía que afinar bien el ojo para no caer en el error de una compañía no deseada.
En otros ramales del metro pudo observar a jóvenes pordioseros recorriendo en jaurías hacia los asaltos promisorios de bombas de gasolina o de mercados abiertos las 24 horas.

Descendieron por ramales del metro, llegaron a estaciones subterráneas para luego emerger paralelos a las autopistas.
Bordearon los Hatillos, pasaron por la Sabana, dieron un vistazo al Valle de las Muñecas y llegaron hasta San Pedro de Montes de Oca para reiniciar las visitas a las zonas pétreas de San José: la Zona Fantasma, la Zona del Pacífico y la Zona del Vampiro.
En la estación Bartolo Díaz, Ossorio tiritaba de frío, en la huida del psiquiátrico tenían que pasar a nado el lago de los nenúfares y escalar con cuerdas la enorme tapia, llegar a los laberintos y más tarde a los Ninfeos y a partir de ese momento ninguno de los dos recordaba los detalles de la huida.

***

Al llegar a la Torre del Pacífico Henry levantó la mirada al gigante inservible que envejecía.
El Gran Archivero de la Noche, el archivero de las memorias olvidadas, lo estaba esperando en el mezanine. Al mirar a Ossorio no dijo nada, nomás una simple mueca de curiosidad porque Henry le había comentado que si escapaba, sería sin ayuda.
Era al único ser mortal al que confiaba el escape por medio de correos electrónicos.
Antes de entrar a las entrañas de la Torre del Pacífico miró por segunda vez al gigante desde la base: una bruma granate reflejo de las luces neón coronaba al cíclope.
El Gran Archivero de la Noche dijo que le daba gusto verlo, también saludó a Ossorio que continuaba mudo porque algo o alguien le extirpaba el miembro del habla. Se introdujeron en un pasillo semioscuro. Plafones quebrados dejaban al descubierto sus entrañas iluminadas por unos bombillos de 25 candelas.
No era la primera vez que Henry se internaba por los pasadizos del gigante inservible, ya lo hacía en otra ocasión pocos días antes que lo encontraran en San José de la Montaña con la prostituta muerta a su lado y en un baño de sangre.

Avanzaron, el Gran Archivero de la Noche iba delante varios metros de ambos, en silencio abría sombras con una lámpara que iluminaba lo necesario para que nadie tropezara, y Henry aprovechaba para comentarle a Ossorio (que continuaba en mudez total) parte de la historia del Gran Archivero de la Noche. Le explicó que el Gran Archivero de la Noche vivía en la Zona Fantasma hacía décadas, que era un ex convicto comedor de opio y fanático del láudano, que purgaba una condena por un homicidio violento y que al cumplir la media pena lo trasladaron a un centro de confianza y de ahí a la Torre del Pacífico bajo la vigilancia de las autoridades del Instituto Nacional de Criminología para un proyecto de reorganización de los archivos de la nación. Al terminar Henry de hablar, se dijo para sí que tenía dos aliados en contra de Julián Casasola Brown".

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