Literatura en guerra
La narrativa contemporánea en Centroamérica
Margarita Rojas G.
Un somero repaso
analítico, realiza Margarita Rojas sobre la narrativa centroamericana
de finales del siglo XX y comienzos del XXI en su ensayo Literatura en guerra, la narrativa contemporánea en Centroamérica.
Los nombres de autores con obra consolidada e importante en el
panorama literario de la región, son revisados merced a la aguda como
esclarecedora lectura de Margarita, ofreciendo así, un panorama
sugerente y atractivo a ojos de estudiantes, académicos y público lector
en general, porque ingresa y escudriña, aunque de modo breve, en el
centro mismo de algunas novelas que le parecen capitales.
In Memoriam |
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Franz Galich |
Roberto Castillo |
Rafael Menjívar Ochoa |
I. El mapa narrativo de 2006 a 2012
¿Qué se ha publicado en el último sexenio, desde 2006 hasta ahora?
En primer lugar, una aclaración: por “narrativa contemporánea” no debe
entenderse las obras que han aparecido recientemente en todos los
países sino las que han publicado los escritores nacidos entre 1950 y
1964. Esta es la generación que domina actualmente el panorama y por
eso interesa especialmente su estudio. Es claro que también se publican
otras obras, de autores más viejos o más jóvenes y precisamente la
dinámica entre las tres estéticas es la que establece los conflictos
estéticos.
En el libro publicado en 2006
La ciudad y la noche se
planteó un modelo que explicaría supuestamente la opción estética de
los narradores latinoamericanos nacidos entre esos años, incluidos los
centroamericanos. Cuando se estudian los textos delimitados de esta
manera, se revela un conjunto de rasgos asombrosamente semejantes y, al
mismo tiempo, se muestran sus oposiciones con los de grupos
anteriores.
Antes de pasar revista a las novelas, los cuentos y los
relatos publicados en el período 2006 – 2012, es necesario recordar que
durante estos años fallecieron tres escritores centroamericanos cuya
obra también entraría en el corpus analizado.
En 2007 murió en Nicaragua, donde había vivido últimamente,
FRANZ GALICH que había nacido en Guatemala 56 años atrás. Autor de tres
libros de cuentos, publicó el primero,
Ficcionario inédito, cuando contaba 28 años; luego aparecieron
La princesa de Onix y otros relatos en 1989, y en 2003
El ratero y otros relatos. Se dio a conocer internacionalmente cuando ganó el premio Rogelio Sinán Panamá en 1999 con la novela
Managua Salsa City (¡Devórame otra vez!), después de la cual publicó dos más:
En este mundo matraca, en 2005, y
Y te diré quién eres (Mariposa traicionera), al año siguiente 2006.
En 2008, en Honduras, falleció ROBERTO CASTILLO, cuando
contaba con 58 años. Después de estudiar en este país, fue catedrático
de filosofía durante más de 20 años en la Universidad Nacional Autónoma
de Honduras; publicó la mayor parte de sus libros en la década de
1980, principalmente cuento y novela, hasta la vasta novela
La guerra mortal de los sentidos en 2002
. Recibió el Premio Plural de cuento, en México (1984) y el Premio Nacional de Literatura
Ramón Rosa en 1991.
También se ha de lamentar la muerte del prolífico escritor
guatemalteco, RAFAEL MENJÍVAR OCHOA, nacido en 1959 y fallecido el año
pasado. De Menjívar se resalta la fundación de la
Casa del escritor en
2001; fue autor, además, de un libro de poesía, al menos dos libros
ensayísticos, así como de ocho novelas, varias traducidas,
principalmente al francés, y dos merecedoras de premios internacionales:
Historia del traidor de Nunca Jamás, que ganó el Premio Latinoamericano de Novela
Educa en 1984, y la novela negra titulada
Los años marchitos de 1990, que ganó elPremio Latinoamericano de Novela
Ramón del Valle Inclán.
A diferencia de los escritores nacidos en la década de
1940, los de los años 50 abandonan definitivamente la búsqueda de las
utopías; la indagación acerca de la identidad - local, nacional o
regional, de grupos o de sexos - que caracterizaba la literatura de los
escritores anteriores, desapareció de las preocupaciones literarias de
los nuevos. Los acontecimientos de las obras desdeñan el campo y todo
rasgo que identifique un lugar particular: estos autores reaccionan
contra la imagen “folclórica” del continente (la reducción de América
Latina a "lo indígena, lo folclórico) frente a la cual oponen el
espacio de la urbe contemporánea mundial. Los ambientes predilectos por
todos son invariablemente los propios de las urbes contemporáneas:
cantinas y tabernas, ambientes subterráneos y lugares ocultos. Del
código que domina esta literatura forman parte el ambiente urbano
nocturno, las relaciones basadas en la violencia, y el juego entre la
traición y la lealtad. El género preferido es el relato policíaco, que
también reaparece en el cine contemporáneo.

Es
necesario observar, en primer lugar, que en este corpus hay autores ya
estudiados y autores que recién se incorporan a los géneros del cuento
o la novela. Entre estos últimos, podemos empezar por la panameña
Consuelo Tomás, quien se había destacado sobre todo en el campo de la
lírica, con 2 premios nacionales y alrededor de diez libros; un premio
con la única obra de teatro publicada, un premio con un libro de
cuento, y hace un par de años gana el premio nacional otra vez pero con
su primera novela. Se trata de
Lágrima de dragón, una
narración sencilla, con pasajes que podrían considerarse propios del
relato para niños. Muy pocas marcas temporales o espaciales ayudan a
ubicar la historia en una temporalidad específica ni en una ciudad
particular. Solo se logra determinar que se trata del pasado de una
ciudad frente al mar, que tuvo una importante inmigración desde China y
una violenta epidemia que diezmó la población. Por los nombres de los
personajes y otros pocos datos, parece ubicarse en el período colonial
panameño.
El acontecimiento inicial es el encuentro de un niño con la
muerte, materializada en un cadáver que están terminando de comer unos
buitres:
Detenido en mitad de la calle (…) Fang Lu observa cómo los
buitres devoran con fruición las entrañas de alguien que se convirtió
en materia inerte y comestible. No pestañea, no se tapa la nariz ante
el hedor, sólo trata de comprender. Esto que se comen las aves
encorvadas, ayer era una persona. Quizá cuando ya no pudieron ocultar
el olor de la podredumbre, lo sacaron para dejarlo íngrimo en la mitad
de su deceso. Un cadáver atravesado en su ruta entre la lavandería y la
casa de la Calle Grande (13).
La estructura textual respeta el modelo propuesto en
La ciudad y la noche ;
la mayor parte de los personajes, incluido el protagonista, son o
quedan huérfanos; no hay grupos familiares ni parejas; algunos son
criminales y otros adictos, como el apodado Fantasma, que había sido
investigador y profesor de historia y filosofía y ahora vive en las
ruinas del Colegio mendingando cigarrillos.
El escenario principal es urbano, en este caso, una ciudad cerrada
y encerrada, clausurada para sus propios habitantes, como una especie
de cárcel para quienes desobedezcan las órdenes de una cuadrilla
temible, la que controla la epidemia.
A pesar de la sencillez narrativa, los acontecimientos narrados
son trágicos, pertenecen al orden de las calamidades sociales; la
conclusión del texto, años después de la epidemia, no mejora la
perspectiva: ante una investigación posterior, que trata inútilmente de
recuperar el archivo perdido o robado, los protagonistas callan la
verdad, algunos mueren o se suicidan y otros, que han armado una vida
nueva, prefieren no referirse a la tragedia.
Otro escritor que se convirtió en novelista en los últimos años es
el nicaragüense RAMIRO LACAYO, quien había estado dedicado al cine
principalmente. Décadas atrás ya había publicado algunos cuentos y
ensayos, de 1984 es su tomo de cuentos
Nadie de importancia. Ahora se ha dado a conocer internacionalmente con la novela
Así en la tierra, que
fue finalista de la trigésimo novena edición del premio Ateneo de
Sevilla, en 2007, y la publicó la editorial Uruk dos años después, con
una segunda edición en 2010.

Veamos
ahora las publicaciones más recientes de los novelistas y cuentistas
más conocidos del Istmo, que continuaron en esos géneros. JACINTA
ESCUDOS, escritora salvadoreña, publicó dos libros de cuentos:
El diablo sabe mi nombre de 2008 y de editorial costarricense, que presenta algunos relatos fantásticos.
Crónicas para sentimentales, apareció dos años después, en Guatemala y ganó de los décimos Juegos Florales.
Fuera de El Salvador, HORACIO CASTELLANOS MOYA continuó su saga acerca de la violencia. Después de la excelente novela
Donde no estén ustedes de 2003, publicó en 2004 el tomo de seis cuentos titulado
Indolencia y también la primera edición de
Insensatez,
en la que realiza una interesante experimentación lingüística a partir
de las lenguas quichés. A estas siguió en 2006 la novela
Desmoronamiento, en 2008
Tirana memoria y el año pasado
La sirvienta y el luchador.

En
Guatemala, de ADOLFO MÉNDEZ VIDES vieron la luz tres libros en 2007,
dos novelas y un tomo de cuentos. Las primeras se titulan
El leproso y
La lluvia; los cuentos están en
El tercer patio.
En Costa Rica, DORELIA BARAHONA ha sido otra de las escritoras que
ha estado muy activa; en los últimos años cuenta con cuatro novelas
más dos publicaciones en obras colectivas: en 2006
Los deseos del mundo; en 2007
La ruta de las esferas; en 2011
Hotel Alegría y recién presentó la novela
Ver Barcelona.

En el género del cuento en Costa Rica durante este sexenio se publicaron dos excelentes libros:
La madriguera, de Rodolfo Arias, y
La última aventura de Batman,
de Carlos Cortés; ambos compartieron el premio nacional de 2010. El
primero muestra una cerrada escritura experimental, con claras
influencias de Cortázar en varios cuentos. El segundo, en cambio,
unifica bajo un estilo fluido los recuerdos de la época juvenil, de
familia, colegio, amores.
Antes de agregar más títulos y autores a este bosquejo del mapa de
la narrativa reciente del Istmo cabe preguntarse si existe alguna
tendencia común, que nos sirva para establecer algunas fronteras. La
respuesta que se dé a esta interrogante podría también completar un
capítulo de
La ciudad y la noche, el que se refiere al tiempo.
En ese libro se planteaba que el tiempo casi exclusivo durante el
cual transcurrían el 100% de los acontecimientos de las obras
estudiadas era la noche. En una urbe en tinieblas se dibuja un laberinto
con las innumerables calles y edificios que las circundan. Aunado a la
concentración compacta de la multitud humana, se forma un ambiente que
ayuda a la confusión, la escapatoria y el escondrijo de todos,
incluidos los criminales. La oscuridad así como la lluvia, la niebla y
la ceguera, aumentan la indeterminación del espacio urbano ya que así se
impide la distinción de rostros, cuerpos y otras diferencias de las
identidades.
Se hablaba también en
La ciudad y la noche de tres tipos
de lugares preferidos en estas obras, uno de los cuales se vincula con
el tema que estudiamos. Se trata del lugar secreto, que generalmente
esconde algún documento u objeto histórico. Podía ser una buhardilla,
una habitación clausurada por mucho tiempo, un sistema antiguo de
acueductos, una caja con documentos, un armario, en fin, una
computadora que guarda información desconocida.
Ahora bien, a partir de 2005 novelas y cuentos empiezan a mostrar
otro tipo de temporalidad; hemos contabilizado solamente en
Centroamérica al menos 11 novelas y libros de cuentos cuyos
acontecimientos se localizan en un tiempo histórico, preferentemente la
década de 1950 y la de 1970.
II. El tiempo y la historia
Así, a partir de los años que estamos estudiando, buena parte de
los novelistas y cuentistas centroamericanos han empezado a interesarse
por el tiempo histórico. En Costa Rica, por ejemplo, la novela
histórica en un sentido tradicional ya había recobrado terreno con las
novelas de Tatiana Lobo, publicadas entre 1992 y 2000
.

El
asunto ahora es ver cuál es el tratamiento que dan al pasado los
escritores nacidos entre 1950 y 1964, quienes no habían publicado
prácticamente nada sobre temas históricos. ¿Hay algún cambio, es un
nuevo género, acomodan los nuevos personajes a sus temas preferidos?
Del grupo de los autores que estudiamos, en 2007 DORELIA BARAHONA
intentó reunir varios hechos y personajes de la historia de Costa Rica
en
La ruta de las esferas. Vuelve a los fusilamientos de
Juanito Mora y William Walker, la rebelión de los mineros de Abangares y
la leyenda de Dulcehé, además del tema de las esferas de piedra del
valle del Diquís en la zona sur del país.

Con
Limón Blues,
que ganó el premio nacional de novela y el premio latinoamericano de
narrativa José María Arguedas, de Casa de las Américas, ANA CRISTINA
ROSSI había incursionado en una época y un lugar poco o casi nada
incluidos en la literatura costarricense: los acontecimientos relativos
a la inmigración jamaiquina en la provincia caribeña.
Con la que se suponía que iba a ser la continuación de
Limón Blues, en 2007 aparece
Limón reggae de la misma autora, la cual se ocupa de la década de los setenta. De la misma época trata la novela
Te llevaré en mis ojos, de Rodolfo Arias, que en 2010 ganó el Premio Nacional de Novela
Aquileo J. Echeverría, y
Así en la tierra..., del
nicaragüense Ramiro Lacayo, publicada un año antes. Los que tenían 20
años en esa década son precisamente los escritores cuyas obras estamos
estudiando; en todo el mundo fue una época de activa participación
estudiantil en algunas luchas políticas, de protesta y exigencias de
cambios, más beligerantes en unos países centroamericanos que en otros.
Así en la tierra…es
una de las que mejor ejemplifican el tema histórico en este grupo de
escritores ya que sus capítulos se alternan según los años 1969, 1979,
1984 y 2004. El interés por el tiempo se subraya debido a que los hechos
narrados transcurren además, en un período de 24 horas, desde las
cinco de la mañana de un día de agosto de 1969 a las cinco de la mañana
de un día de noviembre de 2004. En la presentación del libro, Sergio
Ramírez aclara que se trata de los momentos anteriores a tres
acontecimientos históricos: antes del terremoto de 1969, al llegar la
revolución diez años después y durante la revolución en 1984, todos los
tres complementados, dice el escritor, por el último período de 2004.
Así en la tierra… parece rendir homenaje a
Rayuela,
es decir, intentar una rayuela temporal. Como todas las obras de este
grupo, empieza en la noche. Se trata al inicio de un grupo de amigos
que escriben poesía y frecuentan bares y casinos. Hay, además,
prostitutas, traiciones, hechos que suceden por casualidad y un final
abierto. El sinsentido de la revolución deja sin finalidad el quehacer
del protagonista; divorciado, termina abandonado un domingo en la
mañana por la joven con quien pasó la noche y quien sí tiene un
compromiso político pues desea, al contrario de él, participar en una
marcha de campesinos.
El transcurrir de las décadas parece conducir al protagonista
desde los sueños juveniles, de proyectos literarios y de pareja, hasta
la soledad y la pérdida de ideales. Esta situación existencial se
advierte desde muy temprano pues en el primer episodio fechado en 1984
ha crecido la insatisfacción: buscando un taxi en Managua, por ejemplo,
detiene a uno cuyo chofer llevaba una camiseta del Che Guevara; llegan
a la Plaza 19 de julio, que “estaba llena de burócratas en trajes
verde oliva marchando con fusiles que parecían arcabuces”; pasan frente
a “mantas deshilachadas” y, agrega,
Cuando llegué, el día estaba instalado y la casa vacía, huérfana,
desamparada. Volví a sentir el amargo sabor del divorcio por
diferencias ideológicas en el cual perdí, además de la autoestima, el
carro y me dejó una mesa de jugar póquer (…) un televisor ensamblado en
Cuba y una cama matrimonial más vacía que la misma casa; donde antes
colgaban los cuadros ahora quedaban unas manchas rectangulares, contra
la pared un sofá roído por una jauría de chihuahuas de mi exmujer. Y
nada más (27-28).
Con el fin de captar la posición ideológica y ética de la
perspectiva del texto, es altamente significativo el último episodio de
la serie de 1979, cuando Claudio y Moisés ven el ajusticiamiento de un
soldado enemigo con el que habían caminado por un trecho del camino. A
pesar de que tratan de defender la vida de este y oponerse al
fusilamiento sin juicio, el comando sandinista al que lo entregan le
dispara por la espalda.
En el acontecimiento final de los narrados en la serie de 1984,
Claudio acompaña el cadáver de un joven que los policías mataron,
acusado de atentar contra el “comandante”. Después de analizar los
hechos llega a la conclusión de que eso es falso y dice: “lo vi
solitario en el abandono de la muerte y decidí acompañarlo” (130).

En
otro género literario, que goza del favor de estos escritores y
también de los guionistas de cine, en 2005 y 2009 aparecen dos novelas
policiales que conjugan un enfoque particular de la historia:
Mariposas negras para un asesino y
El laberinto del verdugo,
del escritor costarricense JORGE MÉNDEZ LIMBRICK. Ganadora la primera
del certamen UNA-palabra, la segunda mereció dos premios, el de la
Editorial Costa Rica y el Premio Nacional
Aquileo J. Echeverría
de novela. Típicas representantes de la tendencia del grupo de
narradores que estudiamos, esperan el tercer tomo para concluir los
aconteceres del detective Henry de Quincey y el misterioso Julián
Casasola Brown.
En relación con la temporalidad histórica, se puede agregar que,
al ambientarse ambos textos en el presente, no se pueden considerar
novelas históricas. Sin embargo, también en determinados momentos la
acción retrocede temporalmente. En
Mariposas negras para un asesino,
hay un relato insertado narrado por la voz de Macrón, un herbolario de
la época del emperador Augusto. La inclusión de la historia romana
permite entonces enlazar todo lo sucedido en un plan suprahistórico,
que atraviesa las épocas desde la antigüedad: el texto parece sugerir,
por lo tanto, que así como existe una subciudad bajo la ciudad que
normalmente todos vemos, a lo largo de los siglos ha habido una cofradía
que actúa impunemente, hereda sus leyes y se mueve a través de los
continentes.

En la otra novela,
El laberinto del verdugo, el
tiempo histórico no retrocede tanto sino que se materializa en el
archivo del país que cuida el nonagenario Gran Archivero de la Noche,
hábil restaurador de libros viejos y exdelincuente adicto a la morfina.
Este construyó un laberinto donde guarda la historia no oficial de
Costa Rica, y este laberinto se llama, como la novela, el Laberinto del
verdugo. El tiempo que se repasa aquí es el de la criminalidad pues los
asesinatos de jóvenes en el presente se conectan con otros que se
remontan a la primera mitad del siglo XX. Ante la inoperancia de la
investigación policial, un periodista y el mismo archivero encuentran
las claves en los viejos periódicos y archivos que resguarda el segundo
de ellos.

En Guatemala, OSWALDO SALAZAR había publicado en 2004
Por el lado oscuro.
Las acciones se centran en un asesinato ocurrido en 1939, durante la
dictadura de Jorge Ubico Castañeda, que gobernó el país entre 1931 y
1944. Hay en esta novela investigación de fuentes históricas, que se
citan en un capítulo final titulado “Afluentes narrativos”, si bien la
narración se concentra en la investigación policíaca.
Un año después sucedió casualmente un acontecimiento en ciudad de
Guatemala, que ocasionó la escritura de al menos dos obras en los años
posteriores. Fue el descubrimiento del archivo de la policía de
Guatemala que apareció gracias a una serie de explosiones del polvorín
del Ejército guatemalteco y residuos del material bélico utilizado
durante la guerra interna que comenzó en 1960 y terminó en 1996. El
polvorín estaba dentro de un complejo de edificios policíacos junto con
un centro de investigaciones criminales, la perrera policíaca, un
hospital abandonado que, según algunos investigadores funcionó como
centro de tortura, la academia de la policía, un depósito de vehículos
accidentados. En el edificio del hospital se descubrió el Archivo
policíaco, oculto en varios cuartos de los primeros dos pisos y otros
edificios adyacentes, que estaban repletos de materiales policíacos. Se
calcula que son alrededor de ochenta y tantos millones de documentos,
incluidos libros de actas de la década de 1890 y que se ocultaron hasta
la firma de la paz en 1996.

RODRIGO
REY ROSA, quien ha publicado en estos últimos seis años dos novelas y
dos libros de relatos, se ocupó de este Archivo en la obra que tituló
Material humano,
de 2009. El mismo lo cuenta en un artículo, en el cual agrega
información acerca del llamado Gabinete de identificación. Este estaba
oculto bajo un montículo de tierra sobre el cual pasaban las
carretillas con los documentos cuando se empezó el ordenamiento del
Archivo. Ahí estaban las fichas de identidad policíacas, algunas de las
cuales le permitieron ver, solo las fechadas hasta antes de 1970.
Otro relato sobre el mismo hecho es
300 de RAFAEL CUEVAS
MOLINA. Con esta obra su autor cambió el rumbo que llevaba su escritura
anterior, seis relatos de corte preferentemente intimista,
introspectivo. Con
300 Cuevas ganó el certamen UNA-palabra de 2010. Tanto esta como
Material humano son,
primero que nada, difíciles de ubicar dentro de un género específico;
la de Rey Rosa algunos la consideran una “mezcla de autobiografía,
diario, apuntes, citas, historia y ficción”
.
300 es
un relato curiosamente estructurado a partir de otros documentos que
se publicaron tanto en sitios web como en revistas y periódicos, con el
cambio de los nombres propios. Son capítulos, algunos de un párrafo,
que pertenecen a cuatro categorías establecidas según el tipo de
hablantes: los cinco denominados “De la parte de los hechos”, en los
que se narran los secuestros, es decir, acerca de las víctimas; los
seis titulados “De la parte de las razones de la violencia”, en los que
hablan gente común que trata de encontrar una explicación a lo
sucedido. En los cuatro que se titulan “De la parte de los otros-otros”
se agrupan fragmentos de anticomunistas, exiliados en Estados Unidos,
gente rica. También participan los burócratas que trabajaban en los
archivos y policías. Reveladoramente el último capítulo se titula “A mí
que me dejen en paz”; se trata, en fin, de un intento de armar el mapa
de todos los posibles participantes en la terrible represión de ese
país durante casi toda la mitad del siglo XX.

Después
de esa publicación, en Guatemala también, las novelas y los cuentos
que en 2007 lanza ADOLFO MÉNDEZ VIDES se localizan temporalmente en la
época del presidente Jacobo Arbenz y el golpe de estado del general
Castillo Armas, es decir, en la década de 1950. Como ha hecho en otras
ocasiones, el autor desarrolla el tema en un cuento y una novela de
formas distintas. La novela es
La lluvia y el cuento
El hombre perro, que aparece en
El tercer patio,
un tomo de seis cuentos. En este relato el tema histórico es tratado
aparentemente en un segundo plano, pues la persecución y el
apresamiento de un hombre durante la represión después de la caída de
Arbenz se narran en medio de la historia del deseo de su hijo de tener y
hacerse querer por un perro. El padre, que no vivía en la casa, ha
llegado a esconderse perseguido por la policía y la madre lo deja
quedarse en una bodega, de donde lo sacan el día de la primera comunión
del niño, sin hacer mucho ruido. Así sucede porque la madre está en
contra de sus actividades políticas: quiere primero que lo molesten las
pulgas en la bodega y luego que nadie se entere que se lo llevan
preso. Ambos, madre e hijo, mienten deliberadamente sobre el perro; el
niño que se pierde su fiesta, termina herido por los explosivos, sin
perro y sin padre.
En la novela
La lluvia también hay un episodio similar
cuando cae Arbenz y Muñoz, el protagonista, tiene que huir: temeroso de
que lo confundan y después de refugiarse en varios sitios, al final
los soldados lo dejan salir del zoológico. Pero en realidad él se
aprovecha de la confusión general pues no ha cumplido con el pacto
inicial en el complot urdido por el arzobispo católico y el gerente de
la compañía bananera en Guatemala para asesinar al presidente Jacobo
Arbenz. Son los años 1950; Arbenz era un militar que había subido con
un golpe de estado y que sale con otro ejecutado por el general Carlos
Castillo Armas en 1954.
El arzobispo y John Wayne, el empresario gringo, habían convocado a
Muñoz a una reunión con el fin de introducirlo en la casa presidencial
para que mate a Arbenz. La historia de Muñoz con el presidente alterna
con la de su familia en La Antigua. Él no es un joven cualquiera ya
que su brazo y su pie tullidos hacen que se lo considere un santo o un
sanador, no obstante sus aclaraciones en contra. Constreñido por los que
quieren que él sea otro, Muñoz empieza a vivir una vida doble incluso
con el mismo presidente, a quien cura sus migrañas con masajes y
alcanfor.
La novela abunda en signos dobles; Castillo Armas es llamado “el
traidor”; Muñoz tiene dos hermanas, una ciega que depende de su
ambiciosa hermana, ambas viven solas en Antigua; al seminarista lo
cuidan dos guardaespaldas muy parecidos; el obispo duplica la imagen del
Cristo de Esquipulas, que creen milagroso, una versión de bronce y
otra de madera, que envían a las fronteras de México y la de Honduras.
Finalmente, el carpintero que hace la imagen de madera tiene un hermano
gemelo.
El tema del doble acompaña a la figura del traidor; en este texto
hay varios: el primero, Castillo Armas, quien traiciona a Arbenz y,
sabiéndolo, acompaña a la pareja a pasear por Nueva York. Otro traidor
es el mismo Muñoz quien quema la imagen duplicada del Cristo de
Esquipulas encargadas por el obispo. De todas maneras en el desfile de
la victoria igualmente lo saluda junto con Castillo Armas y ambos le
agradecen la colaboración prestada sin saber de su actividad oculta.
La historicidad de
La lluvia revela otros hechos del
pasado, como el abuso cometido por el dictador Rafael Carrera contra el
abuelo marimbista de una mujer de Antigua y una matanza doble que
tiene lugar en el pueblo de Patcinzía. Con el relato sobre el general
Rafael Carrera, se retrocede temporalmente al siglo 19, ya que este
vivió de 1814 a 1865, derrotó a Morazán en 1837 y asumió la presidencia
de Guatemala en 1844 por 4 años.
Asimismo, la novela se permite contextualizar los hechos locales
en la historia mundial mediante la inclusión del entierro simbólico del
dictador ruso Stalin en Antigua, donde el alcalde encabeza la marcha
por las calles con un ataúd relleno de libros que luego incineran.
Curiosamente Muñoz comparte con Stalin varios rasgos: este de niño
padeció viruela, por lo que le quedaron marcas en la cara mientras que
Muñoz tiene marcas de viruela en la frente por no haber sido tratada
bien cuando era niño. Al igual que Muñoz, Stalin estudió en un
seminario teológico, de Tífilis, de donde lo expulsaron; murió casi en
los mismos años del gobierno de Arbenz, en febrero de 1953, año en que
también terminó la guerra coreana y se enfriaron más las relaciones
entre los Estados Unidos y la Unión Soviética, hecho que también se
menciona en
La lluvia así como el clima de macartismo que hace
rodar las leyendas anticomunistas difundidas por la CIA para preparar
el golpe contra Arbenz.
El cambio de gobierno coincide con la muerte del padre de Muñoz,
quien fallece media hora antes de la medianoche el día de su
cumpleaños. Después de saludar a Castillo Armas, Muñoz asiste con sus
hermanas a la frugal cena familiar; juntos deciden ocultar la hora de la
muerte del progenitor para no pagar de más a la funeraria; recogen los
restos de la cena, cierran la casa y dejan al muerto solo.

Dos
grandes novelas de HORACIO CASTELLANOS MOYA se publicaron en este
sexenio. Con estas se completa y se cierra la trilogía que inició en
2006 con la titulada
Donde no estén ustedes. Tirana memoria,
de 2008, marca en la carrera del autor un radical cambio estilístico y
una nueva posición, un giro de trescientos sesenta grados, sobre la
mujer ya que desaparecen las mujeres-objetos-sexuales que predominaron
en sus relatos anteriores. También en
La sirvienta y el luchador
de 2011, los personajes femeninos tienen una mayor participación, por
ejemplo, María Elena, cuya perspectiva guía el relato y participa
activamente hasta el final, y también su hija Belka.
En
Tirana memoria hay dos narradores, una es Haydée,
mujer casada con hijos, que escribe un diario en el que cuenta los
acontecimientos relativos al secuestro de su esposo. Su relato trata de
imitar la detallista forma de hablar de una mujer de su condición de
tal manera que llega a convertirse casi en una narración minimalista,
que no aburre, al contrario, interesa y hace desear al lector continuar
la lectura sin detenerse. Este efecto aumenta con el otro narrador,
neutro, que cuenta en forma alternada la huída de uno de los hijos de
Haydeé y que sabiamente suspende la narración en los momentos álgidos,
para crear mayor suspenso.

El
periodista secuestrado se oponía al “Brujo”, apodo con el que se
llamaba al dictador Maximiliano Hernández Martínez porque tenía
creencias teosóficas. Este gobernó El Salvador entre 1931 y 1944, murió
en 1966 y había sido, además, el responsable de la matanza de 25.000
campesinos en 1932. Todo esto se evoca en la novela, así como el hecho
principal cuando en 1944, un grupo de militares se alzó contra el
presidente y fueron duramente reprimidos en pocos días. Un mes después
se suscitó una huelga general de la sociedad civil, la cual obligó al
general a deponer el cargo de la primera magistratura.
El relato de Haydeé recrea día a día la organización de los
familiares de los presos, entre los cuales ella misma, que poco a poco
pasan del miedo o la indiferencia políticas a posiciones más activas y
organizadas contra el militar que los reprime cada vez más. Se trata de
estudiantes pero también de familias pudientes, de cafetaleros que
incluyen militares y señoras bien, incluso ex-colaboradores de
Hernández Martínez como el esposo de Haydeé en el pasado, o uno de los
hijos de ambos, alcohólico y mujeriego y luego pieza clave en el primer
intento de insurrección.
“El Brujo” nunca aparece como personaje, solo lo mencionan los
otros; poco a poco todos lo abandonan, empezando por el periodista
Pericles, que se convirtió en un férreo opositor y termina en las
cárceles del dictador fantasma. Al final de la novela, treinta años
después de estos hechos, su mejor amigo pinta a Pericles como un ángel
caído. Todos estos datos acercan la novela de Castellanos a
El señor Presidente,
de Miguel Ángel Asturias, tanto por la presencia del dictador fantasma
como por su fiel ayudante Miguel Cara de Ángel, que termina en las
profundidades de las mazmorras cuando ha perdido la gracia de su
“padre”.

La historia de la familia Aragón se vuelve a recuperar en la tercera novela de este ciclo,
La sirvienta y el luchador, publicada
el año pasado. En esta reaparecen algunos de los descendientes y
también otros personajes que habían estado en un segundo plano, como la
empleada doméstica de la familia, que resulta coprotagonista en
algunas partes. Todos se entremezclan en un violento escenario en el
que participan además los esbirros encargados de secuestros de
oponentes políticos, como el apodado “Vikingo”, un viejo luchador quien,
a pesar de estar enfermo de muerte, no quiere abandonar el sucio
trabajo.
Los acontecimientos de esta novela se localizan temporalmente en
1980, se centran en el secuestro, la tortura y el asesinato del
militante comunista Roberto Castellanos y su esposa danesa Anette, que
en la novela se llaman Betico y Brita; él no aparece en
Tirana memoria pero sí en
Donde no estén ustedes.
En ese contexto, los acontecimientos narrados en
Tirana memoria
se encadenan gracias a la casualidad, por ejemplo, poco a poco se
descubre que “Vikingo” era el encargado de vigilar a Pericles en 1944 y
ahora es uno de los secuestradores de su nieto. En el pasado había
también pretendido a María Elena, la empleada doméstica de la familia
Aragón, quien el día del secuestro empezaba a ayudar en la casa del
nieto. Al reconocerlo, en
La sirvienta y el luchador ella es quien identifica a “Vikingo” y lo busca para confirmar el secuestro.
En la segunda parte de la novela este complejo nudo de acciones
azarosas se complica ya que los acontecimientos se narran mediante las
múltiples perspectivas que ofrecen los nuevos personajes que van
apareciendo, cada uno de los cuales narra una parte de la acción.
También sucede que en algunos momentos haya una narración simultánea, lo
cual confiere un eficaz efecto de velocidad.
Se trata de la guerra en acción, con el relato de las batallas,
los ataques y los operativos de ambos bandos; los heridos, los muertos y
los presos; secuestros en los hospitales, la entrada en la fortaleza
(ciudad). Recordemos rápidamente que 1980 se considera un año álgido en
la historia reciente de El Salvador. Empezó con el asesinato del
procurador de la República, Mario Zamora Rivas, un mes después el del
Arzobispo de San Salvador, monseñor Óscar Arnulfo Romero; en mayo, la
violenta masacre de más de 600 personas en el río Sumpul en la frontera
con Honduras; y en diciembre la violación y el asesinato de cuatro
monjas estadounidenses por efectivos de la Guardia Nacional. Fue 1980
también el año de la formación del
Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional
(FMLN) gracias a la alianza de varias organizaciones. En enero de 1981
el FMLN lanzó una ofensiva general con el llamado a una insurrección a
nivel nacional, acción que sirvió como detonante de la guerra civil
subsiguiente. Desde el otro lado hubo grupos paramilitares, escuadrones
militares especiales y la fundación del partido de derecha Alianza
Republicana Nacionalista, Arena. La junta militar que tenía el poder en
esos años recibió ayuda del gobierno de Estados Unidos que se calcula
que llegó a 1.000 millones de dólares. Las conversaciones de paz se
iniciaron en 1989; se firmaron varios acuerdos y protocolos entre 1990 y
1992, aunque en medio de estas conversaciones se asesinó a 6 jesuitas
vinculados con la teología de la liberación y el FMLN lanzó una
ofensiva nacional. Esta violenta guerra de 12 años de duración causó la
pérdida de más de 75.000 civiles y alrededor de 9.000 desaparecidos.
En la novela, se mezclan las posiciones políticas dentro de una
misma familia, por ejemplo, las de María Elena, su hija Belka y el hijo
de esta. La primera afectivamente está con la familia Aragón; Belka,
por necesidades económicas y ambiciones profesionales, termina
involucrada con los militares. Su propio hijo, finalmente, quien milita
con el Frente Farabundo Martí es uno de los responsables de tirotear
el jeep donde viaja su madre en el primer trabajo.
Antes del Epílogo, María Elena y “Vikingo” conversan en el
hospital y atan varios cabos sueltos. Sin embargo, el final es abierto:
la novela empieza y termina con los torturadores, al inicio cuando van
a comer donde Rita, al final cuando entierran a la pareja Castellanos.
No se dilucida si Vikingo murió o no, si Belka sí se hirió.
¿Cómo se unen las tres novelas? En
Donde no estén ustedes se
había relatado el asesinato de Alberto Aragón hijo pero dentro de la
remembranza de la vida de su padre durante sus últimas semanas en
México. En
Tirana memoria se retrocede a la historia de
Pericles, padre de Alberto; en la tercera se llega a la década de 1980,
en unos días específicos, a la muerte del nieto de Pericles. Así, la
familia Aragón de las tres novelas y algunos allegados, amigos o
empleados, sirve como nudo a partir del cual la escritura teje una
compleja trama de relaciones secretas y de traiciones. Son cuarenta
años que se intentan novelar para tratar de descubrir en su imbricado
tejido una historia, la historia de una violenta guerra sucia y el final
de una familia.
Para finalizar, me interesa ahora incluir una reciente novela de
un escritor que, si bien es mucho más joven que los anteriores, publicó
un relato que coincide no solo en uno de los géneros preferidos de
aquellos –el relato policíaco- sino que además de tratar un hecho
histórico, de alguna forma responde a la interrogante lanzada por los
escritores anteriores a él. Se trata de
Verano rojo, de
DANIEL QUIRÓS, ganador del Premio Nacional
Aquileo J. Echeverría en novela en Costa Rica en 2010.

A
pesar de la diferencia de edad del autor (nacido en 1979), esta novela
comparte muchos rasgos con las del grupo anterior (los nacidos entre
1950 y 1963). Se trata claramente de una policíaca, con investigadores y
crímenes. Estos se desarrollan en el contexto histórico-político
centroamericano, tal como hacían
Cruz de olvido, de Carlos
Cortés y los relatos de Óscar Núñez. Sus personajes son, también como
en las anteriores, huérfanos y solitarios: un ex-investigador de
seguros y excombatiente de la guerra nicaragüense, que vive solo en un
pequeño pueblo de la costa Pacífica, al igual que su amiga Ilana
Echeverri, conocida como la Argentina. Su asesino es un individuo más
solitario aún, que había sido compañero de luchas de Ilana en Argentina
.
Se añaden sin embargo, un par de elementos novedosos, que separan
esta novela del modelo anterior: por un lado, la acción no transcurre
en una ciudad sino en pequeños poblados y en el campo; el protagonista,
incluso, explica que vivir en el campo fue su propia decisión, harto
de la vida urbana, con el propósito de “fomentar el olvido”
.
En medio de la profunda oscuridad del campo, los potreros y las
playas sin luna, un excombatiente de la guerra de Nicaragua de 1979
debe aprender a leer las complicadas claves de una amiga suya,
recientemente asesinada, para saber quién la mató. Ambos, de casi
sesenta años de edad, se habían hecho amigos porque eran de los pocos
que les interesaban los libros en los remotos pueblos donde vivían.
Cuando ella muere, Chepe se siente en la obligación moral de encontrar
al asesino y empieza a buscar las pistas escondidas en los dobles
signos de fotos, noticias y cartas que ella le deja en diversos
lugares.
En las fotos aparece la mujer con otros hombres, en algún lugar de
Buenos Aires y Managua. Cuando las ve, el narrador comenta sobre la
cercanía histórico-geográfica de “aquella época, que yo también había
vivido, que nunca volvería a acontecer” (p.40). Todos los documentos
Chepe los siente como un “laberinto sin nombre” (p.41) al que, en honor
de la amistad, se siente obligado a entrar.
De esta manera, él, la víctima y el asesino forman parte de un
tiempo y un compromiso político que terminan en eso, el gesto
mercenario y la traición, en un olvidado pueblo de un desconocido país.
Verano rojo obliga a su Lector a meterse de lleno y de
nuevo en los documentos acumulados a lo largo de 25 años después de los
sucesos de La penca, el 30 de mayo de 1984. Esto se utiliza para
articular la novela en la realidad histórica mediante acontecimientos
que podrían haber ocurrido, es decir, se inserta en un verosímil y al
hacerlo, de alguna forma saca a Costa Rica de su aislamiento
internacional y la inserta dentro de una geopolítica internacional.
Recordemos rápidamente que el acontecimiento histórico referido en
este relato es el atentado organizado contra Edén Pastora que cegó la
vida de varios personas que asistían a una conferencia de prensa
convocada por el líder nicaragüense. Esto ocurrió en un lugar en la
frontera entre Costa Rica y Nicaragua el 30 de mayo de 1984. Hubo
varias investigaciones, por ejemplo, el libro de los periodistas
norteamericanos Martha Honey y Tony Avirgan, y el documental que el año
pasado Peter Torbiörnsson periodista sueco presentó en Nicaragua y
Costa Rica.
Con el nombre de Peter Olson el periodista sueco aparece la
novela, ya que esta se construye sobre la base de la historia reciente
latinoamericana; algunos hechos son verificables así como varios
nombres de personajes recuerdan los nombres reales de los personajes
históricos, por ejemplo, el del asesino Roberto Vital Gaguine que en la
novela resulta Gandini.
Aunque la reproduce, la literatura también se permite jugar con la
historia: se imaginan personajes, destinos y muertes sobre el
trasfondo histórico sin que ambas líneas se contradigan.
Con lo anterior contrasta la curiosa mirada externa con que se ven
y se narran los hechos: aunque se narre en primera persona, el relato
mantiene un tono objetivo, neutral, externo: entonces nos preguntamos
si la literatura vuelve acaso a ser medio de revelación de una verdad,
un medio de denuncia social. Pero si es así, quien narra se preocupa de
denunciar aunque sin involucrarse, de mantenerse fuera de los hechos,
sin expresar el menor sentimiento o una determinada valoración
subjetiva.
De eso se derivaría el interés por el desciframiento de
documentos: esta forma de entender lo sucedido reduce al mínimo el
contacto personal; se trata, en fin, de un ejercicio mental, así como
el aparato de GPS transmite coordenadas para llegar finalmente al
escondite del asesino.
La continua lectura de documentos no es un detalle insignificante,
todo lo contrario, es altamente significativo pues conduce a una
visión de la literatura, de la literatura de este nuevo grupo de
escritores. La escritura escoge un tema político e histórico y lo moldea
dentro de las posibilidades que ofrece el género policial.
En el triángulo que se establece entre víctima, asesino e
investigador, Gandini también encarna al traidor y eso es el motivo por
el cual Chepe lo persigue hasta encontrarlo y verlo muerto. “En algún
momento fui de los buenos, ahora estoy demasiado viejo y cansado para
saber”, dice Chepe al periodista sueco en Liberia (p.81). Si Chepe se
jubiló antes de tiempo, podría tener ahora aproximadamente 55 años, lo
cual significa que nació en la década de 1950. De acuerdo con esto, ¿es
la intención de
Verano rojo desenterrar la historia que el
grupo anterior no quiso o no pudo revelar? Recordemos que uno de los
tres tipos de sitios preferidos de estos era el lugar secreto, el cual
generalmente contenía documentos de valor histórico.
En
Verano rojo se resuelve un acontecimiento del pasado al
tratar de solucionar un asesinato del presente. De esta forma la
novela de Daniel Quirós recoge e interroga las noticias pretéritas que
algunos no quisieron cerrar y otros no tuvieron la voluntad de resolver
después de 25 años. Sobre el tejido de la historia, la literatura teje
otro texto, lo amarra al primero y completa así los vacíos, que no
habían completado sus protagonistas. Por eso la primera pista es una
carta que imita la carta de un escritor a otro escritor. En
Verano rojo
se encuentra y se identifica al asesino, al traidor, se lo acorrala
hasta su muerte. Y el que lo lleva a cabo no es un joven de 30 años
sino un jubilado de casi 60.
Quienes lo acompañan en la siniestra y peligrosa aventura son sus
coetáneos, una hippie sudamericana ex-guerrillera y un ex-guerrillero
traidor (ver p.115): aún muerta, ella conduce al investigador con una
llave y varios documentos hacia las pistas que finalmente le ayudarán a
descifrar el curso de los acontecimientos, el suyo propio y el del
pasado compartido. Solo así se podrá ver la luz de las llamas. El texto
literario vuelve a ser instrumento para revelar una verdad histórica,
para la denuncia política.
En el epígrafe de
Tirana memoria se citan las siguientes palabras de Elías Canetti:
¿No sería más correcto que no quedase nada de una vida,
absolutamente nada? ¿Que la muerte significase extinguirse de pronto en
todos los que retengan alguna imagen de uno? ¿No sería más cortés
frente a los que vendrán? Pues tal vez todo lo que queda de nosotros
constituye una exigencia que les abruma. Quizá por eso no es libre el
hombre, porque queda demasiado de los muertos en él, y ese mucho se
resiste a extinguirse.

El escritor reconoce la imposibilidad de huir del pasado, de la
memoria de los muertos. La escritura, en consecuencia, es una forma de
conjuro contra esa esclavitud de la memoria, del recuerdo, de ahí el
título de la novela de Castellanos.
La inserción de una temporalidad de carácter histórico en la
narrativa del Istmo en este grupo de escritores muestra un nuevo
interés pero a la vez una gran dificultad para manejarlo. La conclusión
del acontecimiento histórico en
La lluvia de Méndez Vides no
se narra y la novela finaliza con los hechos relativos a la familia del
protagonista. Este, sea o no un ser ficticio, no es definitivamente la
figura de la historia de Guatemala.
Tanto en
Material humano, en el relato de Rafael Cuevas y en
Así en la tierra…,
el tiempo histórico se fragmenta en un mosaico narrativo. Algo
semejante ocurre en la trilogía de Castellanos Moya en la cual, además,
como en casi todas, los hechos históricos se mezclan con otros
inventados. Podría pensarse que la cantidad de años que median entre la
publicación de la primera
Donde no estén ustedes, 2003, y el
cierre del ciclo, 2011, es decir, la narración completa del asesinato
de Roberto Castellanos, expliquen parcialmente por qué estas sean los
únicos textos narrativos lograron incorporar y darle sentido pleno al
hecho histórico.
Por eso llama la atención el relato de Daniel Quirós: quizás por
ser un escritor nacido en otra década y tal vez también por el hecho de
vivir fuera de Centroamérica pudo mirar con mayor distancia la
reciente historia que los demás solamente pudieron percibir escondida
en lugares secretos.
En una noticia reciente se informaba que algunos países
centroamericanos viven en medio de una violencia extrema que sigue
creciendo: el índice de homicidios por persona en Guatemala y Honduras
es superior al de México, pues mientras que en este país es de 18
personas por cada 100,000 habitantes en Guatemala y Honduras llega a 41
homicidios anuales por cada 100,000 personas.
La narrativa ha sabido leer este mapa social desde hace más de
veinte años y ha lanzado serias advertencias. No se trata solamente de
los narcotraficantes, como dicen ahora los periódicos; los relatos que
hemos mencionado hablan de otras guerras, la del pasado reciente. Por
esa razón se equivocan los que hablan de “narrativa de la posguerra”.
Esta ES la literatura de la guerra, se trata de relatos que intentan
dar un significado a ese terrorífico tiempo que se vivió principalmente
en tres de los siete países centroamericanos. Porque se estén
escribiendo después de esos años no quiere decir que sean de la
“posguerra”; al contrario, son de la guerra porque hablan de esa
violencia.
Los años que empiezan a aflorar constituyen un “círculo infernal y
demoníaco”, en palabras de Johan Huizinga, en su clásico libro sobre
el juego. En este explica que, “en ninguna parte es tan imprescindible
el mantenimiento de las reglas del juego como en las relaciones entre
pueblos y estados. Cuando se violan, la sociedad cae en la barbarie y
en el caos”
.
Eso fue lo que hicieron durante esos años, los ejércitos, los
militares y las policías de Guatemala, El Salvador y Nicaragua, con la
complicidad y la ayuda permanente de los gobiernos de Estados Unidos.
Rompieron las reglas que sostenían el equilibrio y con esto destruyeron
esas sociedades. Se trata ahora de entender por qué y eso está tratando
de descifrar la literatura contemporánea del Istmo.
Margarita Rojas G.,
La ciudad y la noche. La narrativa latinoamericana contemporánea (San José: Farben, 2006).
Margarita Rojas G.,
La ciudad y la noche. Narrativa latinoamericana contemporánea (San José: Farben 2006).
Notas
Asalto al Paraíso en 1992,
Calipso en 1996 y
El año del laberinto en 2000.
Véase M. Rojas G.,
La ciudad y la noche. La nueva narrativa latinoamericana (San José: Farben, 2006).
No obstante, no deja de notarse el crecimiento urbano, pues como se
aclara en el mismo texto, el lugar donde transcurren varios hechos pasó
de un pueblo de 400 personas a “una ciudad de más de siete mil” (p.
15) y entre estos no solo locales guanacastecos (p. 66).
J. Huizinga,
Homo ludens (1938, nueva edición en español: Madrid: Alianza, 1998) p.248.
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