jueves, 3 de marzo de 2016

Jorge Luis Borges. Discusión. LESHE D. WEATHERHEAD: After Death (The Epworth Press London, 1942).


Jorge Luis Borges. Discusión. Obras Completas. Editorial EMECÉ Editores, 1972.
LESHE D. WEATHERHEAD: After Death (The Epworth Press London,
1942).

Yo he compilado alguna vez una antología de la literatura
fantástica. Admito que esa obra es de las poquísimas que un
segundo Noé debería* salvar de un segundo diluvio, pero delato
la culpable omisión de los insospechados y mayores maestros del
género: Parménides, Platón, Juan Escoto Erígena, Alberto Magno,
Spinoza, Leibniz, Kant, Francis Bradley. En efecto,_¿qué son los
prodigios de Wells o de Edgar Alan Poe —una flor que nos llega
del porvenir, un muerto sometido a la hipnosis— confrontados
con la invención de Dios, con la teoría laboriosa de un ser que
DISCUSIÓN 281
de algún modo es tres y que solitariamente perdura fuera del
tiempo} ¿Qué es la piedra bezoar ante la armonía preestablecida,
quién es el unicornio ante la Trinidad, quién es Lucio Apuleyo
ante los multiplicadores de Buddhas del Gran Vehículo, qué
son todas las noches de Shahrazad junto a un argumento de Berkeley?
He venerado la gradual invención de Dios; también el
Infierno y el Cielo (una remuneración inmortal, un castigo inmortal)
son admirables y curiosos designios de la imaginación
de los hombres.
Los teólogos definen el Cielo como un lugar de sempiterna
gloria y ventura y advierten que ese lugar no es el dedicado a
los tormentos infernales. El cuarto capítulo de este libro muy
razonablemente, niega esa división. Arguye que el Infierno y el
Cielo no son localidades topográficas, sino estados extremos del
alma. Plenamente concuerda con André Gide (Journal, página
677) que habla de un Infierno inmanente, ya declarado por el
verso de Milton: Which way I fly is Hell; myself arn Hell; parcialmente
con Swedenborg, cuyas irremediables almas perdidas
prefieren las cavernas y los pantanos al esplendor insoportable
del Cielo. Weatherhead propone la tesis de un solo heterogéneo
ultramundo, alternativamente infernal y paradisíaco, según la
capacidad de las almas.
Para casi todos los hombres, los conceptos de Cielo y de felicidad
son inseparables. En la década final del siglo xrx, Butler proyectó,
sin embargo, un Cielo en el que todas las cosas se frustraran
ligeramente (pues nadie puede tolerar una dicha total)
y un Infierno correlativo, en el que faltara todo estímulo desagradable,
salvo los que prohiben el sueño. Bernard Shaw, hacia
1902, instaló en el Infierno las ilusiones de la erótica, de la abnegación,
de la gloria y del puro amor imperecedero; en el Cielo,
la comprensión de la realidad (Man and Superman, tercer acto).
Weatherhead es un mediocre y casi inexistente escritor, estimulado
por lecturas piadosas, pero intuye que la directa persecución
de una pura y perpetua felicidad no será menos irrisoria del otro
lado de la muerte que de éste. Escribe: "La concepción más alta
de las experiencias gozosas que hemos denominado Cielo es la de
servir: es la de una plena y libre participación en la obra
de Cristo. Esto podrá ocurrir entre otros espíritus, tal vez en
otros mundos; quizá podremos ayudar a que el nuestro se salve."
En otro capítulo afirma: "El dolor del Cielo es intenso, pues
cuanto más hayamos evolucionado en este mundo, tanto más
podremos compartir en el otro la vida de Dios. Y la vida de
Dios es dolorosa. En su corazón están los pecados, las penas,
todo el sufrimiento del mundo. Mientras quede un solo pecador
282 JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETAS
en el universo, no habrá felicidad en el Cielo." (Orígenes, afirmador
de una reconciliación final del Creador con todas las criaturas,
incluso el diablo, ya ha soñado ese sueño.)
No sé qué opinará el lector, de tales conjeturas semiteosóficas.
Los católicos (léase los católicos argentinos) creen en un mundo
ultraterreno, pero he notado que no se interesan en él. Conmigo
ocurre lo contrario; me interesa y no creo.

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