Colette Rabaté es profesora
honoraria de Lengua, Literatura y Civilización Española en la Universidad
François Rabelais de Tours. Es autora de numerosos artículos dedicados a la
literatura y a la historia cultural españolas contemporáneas publicados en
revistas francesas y españolas y de obras como Le Temps de Goya (1746-1828) (Nantes, 2006), ¿Eva o María? Ser mujer en la época isabelina, 1833-1868
(Salamanca, 2007).
Jean-Claude Rabaté es catedrático
emérito de Civilización Española en la Universidad de la Sorbonne-Nouvelle,
París III y autor de numerosos artículos acerca de la historia cultural de la
España de la Restauración publicados en distintas revistas españolas y
extranjeras. Entre sus obras destacan 1900
en Salamanca (Universidad de Salamanca, 1997), Guerra de ideas en el joven Unamuno (Biblioteca Nueva, 2001) y una
edición crítica de En torno al casticismo
(Cátedra, 2005). Ambos son autores de Miguel
de Unamuno. Biografía (Taurus, 2009), de una edición de Cartas del destierro de Miguel de Unamuno
(Universidad de Salamanca, 2012), del primer volumen de su correspondencia, Epistolario I, 1880-1899 (Universidad de
Salamanca, 2017) por el que recibieron el Premio Nacional de Edición
Universitaria (2018) y de En el
torbellino. Unamuno en la Guerra Civil (Marcial Pons Historia, 2018),
además de comisarios de la exposición «Yo, Unamuno» en la Biblioteca Nacional
de España (2015). Son también autores de una edición crítica del último texto
de Miguel de Unamuno, El resentimiento
trágico de la vida. Notas sobre la revolución y la guerra civil españolas
(Pre-textos, en prensa).
Esta nueva biografía recoge lo esencial de la vida privada y pública de Miguel de Unamuno fundándose rigurosamente en sus palabras: diarios, epistolarios y obra periodística.
Ofrece
datos nuevos gracias a documentos inéditos que ayudan a revisitar su vida y
personalidad aclarando momentos clave de su existencia, esencialmente los años
de la Segunda República y el famoso «discurso» del 12 de octubre de 1936.
El
libro destaca también la gran coherencia de los dichos y hechos de un hombre
seguro de su misión de «caballero andante de la palabra», que traducen hasta
sus últimos días la doble voluntad de usar el «verbo español» y su pluma para
convencer a los hombres y vencer a la muerte «sembrando semillas de eternidad».
La
vida de este intelectual heterodoxo, padre y esposo púdico, pedagogo
empedernido, traductor y filólogo, descubridor de Hispanoamérica, rector
controvertido, excursionista incansable, dramaturgo desilusionado, poeta
fecundo, novelista inconformista, orador y periodista comprometido,
anticolonialista, aliadófilo y pacifista, opositor feroz a la Monarquía, al
militarismo, al clericalismo y a la dictadura de Miguel Primo de Rivera, se
convierte en un testimonio de primer orden acerca de la historia política y
cultural de España desde la última guerra carlista hasta los primeros meses de
la Guerra Civil. Su pensamiento sigue hoy más vigente que nunca.
Prólogo
Salamanca, 12 de octubre de 1936, por la
tarde
Miguel
de Unamuno, sentado como siempre en «el sillón frailero» de su cuarto de
estudio, rodeado de sus libros, vuelve a pensar en los acontecimientos
terribles que acaba de vivir. A pesar de la presencia de Miguelín y de sus dos
hijos, Rafael y Felisa, se siente solo, abandonado y sobre todo vencido…
vencido después de su último combate por la razón y la paz… No puede olvidar el
aciago acto del paraninfo en que oyó los aullidos contra la anti-España, los
vivas a la muerte y mueras a los intelectuales traidores; no puede olvidar los
abucheos y amenazas de un público excitado y hostil cuando se dirigió a Millán
Astray para decirle que vencerán la fuerza brutal, el odio y el resentimiento,
pero no convencerán y no llegará la paz, sino la victoria; no puede olvidar los
insultos y gritos de odio de unos socios del casino que lo rechazaron como si
fuera un perro rabioso y un criminal.
Hace
varias semanas que ya sabe cuán inútil es su pluma para combatir por la
compasión, la convivencia, la libre opinión y contra una irreprimible locura
colectiva; en esta salvaje guerra incivil donde los hunos y los hotros están
perdiendo toda humanidad, tiene miedo a quedar atrapado en el torbellino de
odio y de resentimiento y solo puede confiar su dolor y su desengaño a sus
«hijos de papel»… Ya entiende que la guerra civil de su niñez era un sueño y
que no habrá paz en la guerra.
Hoy
le han quitado brutalmente el derecho a expresarse públicamente. Ha perdido su ardiente
palabra, «la espada del espíritu», y quizá se diga como en 1917 y en otras
tantas ocasiones: «fundamentalmente, no soy más que palabra; el no hablar es
morir». Pero es poco probable que agregue como antes «y, francamente, morir, a
morir no estoy dispuesto» ante el huracán de odio y de violencia que lo arrasa
todo en este terrible otoño de 1936.
Para
él se acaban cincuenta años de combates en los que siempre defendió el derecho
contra la fuerza… Sí, cincuenta años del mismo combate de un liberal que acaba
de entender que sus ideas ya no tienen ningún poder… Y esta experiencia es aún
más dolorosa porque significa el fracaso de un intelectual convencido del poder
de las ideas incluso sobre los «hechos». Al repensar en el «vencer no es
convencer» que opuso a las amenazas de Millán Astray, quizá se acuerde de lo
que escribió en 1886 para una conferencia titulada «El derecho y la fuerza» en
que ya exaltaba la libertad de pensar por encima de cualquier forma de
violencia o de coacción:
Cada
cual es libre en su esfera, libre de asociarse y de dejar la asociación, libre
para pactar y libre para romper el pacto, únicamente no es libre para atacar la
libertad ajena, luchen las libertades en el contrato, no las voluntades en la
fuerza, al vencimiento que es el sucumbir de la libertad sustituya el
convencimiento que es el sucumbir de la voluntad.1
Miguel
de Unamuno entiende que no podrá agitar los espíritus como lo hizo tantas veces
a partir de los sermones laicos que sembraba por toda la península cuando declaraba,
fuera de cualquier programa y dogma al final de su conferencia en el teatro de
La Zarzuela en marzo de 1906:
Yo,
que no soy un hombre de partido, no he venido a traeros un programa […]; no he
querido más que animar, si es posible, los espíritus; activar las entrañas y
verter, donde quiera que me llamen y hasta donde no me llamen, oportuna y sobre
todo inoportunamente, el sacramento de la palabra (IX, 181).
Desengañado,
dolorido y sumamente pesimista no deja de confiar en El resentimiento trágico de la vida: «los motejados de
intelectuales les estorban tanto a los hunos
como a los hotros. Si no les fusilan
los fascistas les fusilarán los marxistas». De hecho, si bien este eterno
caballero andante de la palabra no consigue convencer a los que predican la
violencia como única forma de combate, no sale vencido de sus innumerables
combates por la cultura, la paz, la justicia, la convivencia, la libertad
individual y, en suma, por la Verdad, su verdad.
El
relato de una vida tan apasionante como fecunda traduce la permanencia y la
sorprendente actualidad de su voz, más que nunca en los años agitados que
vivimos. Nos enseña que, a pesar de los errores y vacilaciones, accesos de ira
y remordimientos propios de cualquier ser humano, Miguel de Unamuno ha conseguido
vencer a la Esfinge y colmar su anhelo de «sembrar semillas de eternidad», ya
presente desde los años de niñez y mocedad bilbaínos.
1.
Miguel de Unamuno, El derecho y la fuerza,
edición de Eugenio Luján Palma, Sevilla, Punto Rojo Libros, 2017. El libro
recalca la sorprendente coherencia del pensamiento unamuniano y prueba que en
la conferencia de 1886 se encuentra «en germen» la famosa frase pronunciada el
12 de octubre de 1936.
Fuente:
Publicado por:
Galaxia
Gutenberg, S.L.
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Edición
en formato digital: septiembre de 2019
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