Haz un trazo suave con el pincel y la espátula, no rasgues el lienzo con su característico sonido, porque los fantasmas que están en la pintura podrían hacerte un conjuro o quizá convocar a todas las brujas en un aquelarre sin tiempo, mira pintor en esa oscuridad se pueden ausentar los maléficos pero, yo los deseo ahí, aunque nadie los pueda mirar. ¿Los ves, pintor?
***Pintor, entiende los murmullos, pero tampoco afines demasiado el ojo pintor, porque puedes mirar los muertos y los confabuladores que ya no están, todos aquellos que levantaron la cerviz y nunca fueron hallados en el barranco, y que fueron los rostros de otros rostros ausentes y torturados. Mira, dentro de la pintura, más allá de las veladuras, en donde se fragua otro universo de símbolos y espacios, donde ruedan otros mundos y otras sombras. Mira pintor, donde se fraguan los secretos de otras pinturas de símbolos esotéricos. Pinta el cuadro, Adolfo, porque yo acá doy las órdenes; porque el que transforma en el lienzo soy yo. Tú eres el pintor pero, yo guío tu mano y tu trazo. Cada línea que hacés de mi retrato. Cada línea que hacés de mi rostro yo te lo dicto pintor.




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