Milton: poema en dos libros (1804)
El texto de Milton: Poema en dos libros constaba inicialmente de cuarenta y cinco planchas grabadas en relieve, según la técnica personal que Blake ya había empleado en otras ocasiones.
Aunque en la portada figura la fecha de 1 804, el proceso de elaboración de la obra se prolongó hasta 1811, y hacia 1818 se añadieron algunas láminas más hasta completar un total de cincuenta. Se conocen cuatro ejemplares de la obra, tres de ellos producidos en 18u , los llamados A, B y C, y el cuarto en 1818, el ejemplar D, conservado en la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos. En este texto, que de algún modo representa la idea final de Blake sobre el poema, se basa la presente edición en inglés, a partir de la cual se ha realizado la traducción española. El poema está dividido en dos libros, aunque la idea inicial de Blake pudo ser la de desarrollar el tema en doce libros, según se deduce de la portada, en la que parece dis tinguirse el número 12.
La composición gira en torno a dos visiones del poeta. La primera de ellas, narrada en el primer libro, aconteció cuando aún vivía en Lambeth, antes de trasladarse a Felpham. Sin duda le causó una honda impresión, pues la representó en tres láminas (números 17, 32 y 37). En éstas se representa cómo un meteoro penetra a través del pie izquierdo del poeta: «primero lo vi en el Cénit como un meteoro, / descendiendo perpendicular, veloz como veloz vencejo o golondrina; / y cayéndome en el pie izquierdo sobre el tarso, entró por ahí; / pero del pie izquierdo me surgió una tenebrosa nube que se extendió por Europa» (1. 17).
De este modo penetra Mil ton en el cuerpo de Blake, aunque éste aún no es consciente de que se trata de Milton: «Pero no supe que era Milton, pues no puede saber el hombre / lo que ocurre en sus miembros hasta qué períodos de Espacio y Tiempo / revelan los secretos de la Eternidad...» (1. 23); no obstante, es entonces cuando los sentidos del poeta adquieren la capacidad de percibir de un modo distinto:
«Y todo este Mundo Vegetativo me apareció en el Pie izquierdo, / como una reluciente sandalia hecha inmortal de piedras preciosas y oro. / Me agaché y me la até para transitar por la Eternidad» (1. 23). La razón por la que Milton inicia este periplo es esencialmente la de volver a reunirse con su emanación a fin de redimirse. Lo explica al principio en los siguientes términos: «¿Qué movió a Milton, que vagó por la Eternidad /[...] desdichado aunque en el cielo [...]/ contemplaba su séxtuple Emanación, esparcida por la profundidad, /[...] a des cender al abismo para redimirla y perecer él? / ¿Qué causa movió al final a Milton a esta empresa sin par? / ¡El Canto profético de un Bardo!» (1. 2). Este canto profético del Bardo se convierte en un elemento fundamental del primer libro, ya que aquí re vela la razón por la que Milton inicia su viaje. La segunda visión se narra en el libro segundo y se centra en la aparición de la vir gen Ololon, una niña de doce años que se presenta frente al jardín de Blake en Felpham y busca a Milton. Entonces aparece la sombra de Milton y Blake contempla una serie de elementos simbólicos, algunos de ellos con claros tintes apocalípticos e imágenes propias de la Revolución industrial, que representan de algún modo las ideas erróneas que Milton había mantenido en su vida y de las que tiene que purificarse.
Esencialmente, ésa es la razón de su periplo y de su necesidad de reintegrarse con Ololon, su emanación. En el apoteósico final del poema, Ololon, convertida en alondra, y el to millo silvestre, mensajero de Los en el Edén, se elevan juntos. Éstos son los elementos básicos sobre los que se construye la trama del poema, pero Milton entraña una extrema complejidad. Blake aprovecha para fundir en sus vi siones muchos otros detalles autobiográficos que se entremezclan con la narración. Un episodio concreto de este tipo es el enfrentamiento entre William Hayley, su amigo y mecenas, a quien Blake representa como Satán, y él mismo, que en el poema se en carna en Palamabron. Blake aprovecha para llevar a cabo numerosas digresiones que, de manera a veces forzada, integra en el flujo de la narración como si el poema creciera orgánicamente, pues considera que todo aquello que genera su mente creadora debe formar parte del texto.

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