martes, 3 de abril de 2012

ESOPO. FÁBULAS.




(S.VI a.C.) Fabulista griego. Pocos datos existen sobre la biografía de Esopo, y ya en la época clásica su figura real se vio rodeada de elementos legendarios.


06 - El águila y los gallos.



Dos gallos reñían por la preferencia de las gallinas;
y al fin uno puso en fuga al otro.

Resignadamente se retiró el vencido a un matorral,
ocultándose allí. En cambio el vencedor orgulloso se subió a una tapia alta dándose a cantar con gran estruendo.

Mas no tardó un águila en caerle y raptarlo. Desde entonces el gallo que había perdido la riña se quedó con todo el gallinero.


A quien hace alarde de sus propios éxitos, no tarda en aparecerle quien se los arrebate.



07 - Las zorras a orillas del río Meandro.



Se reunieron un día las zorras a orillas del río Meandro con el fin de calmar su sed; pero el río estaba muy turbulento, y aunque se estimulaban unas a otras, ninguna se atrevía a ingresar al río de primera.

Al fin una de ellas habló, y queriendo humillar a las demás, se burlaba de su cobardía presumiendo ser ella la más valiente. Así que saltó al agua atrevida e imprudentemente. Pero la fuerte corriente la arrastró al centro del río, y las compañeras, siguiéndola desde la orilla le gritaban:

- ¡ No nos dejes compañera, vuelve y dinos cómo
podremos beber agua sin peligro!

Pero la imprudente, arrastrada sin remedio alguno,
y tratando de ocultar su cercana muerte, contestó:

- Ahora llevo un mensaje para Mileto; cuando vuelva les enseñaré cómo pueden hacerlo.


Por lo general, los fanfarrones siempre están al alcance del peligro.


08 - La zorra a la que se le llenó su vientre.



Una zorra hambrienta encontró en el tronco de una encina unos pedazos de carne y de pan que unos pastores habían dejado escondidos en una cavidad. Y entrando en dicha cavidad, se los comió todos.

Pero tanto comió y se le agrandó tanto el vientre que no pudo salir. Empezó a gemir y a lamentarse del problema en que había caído.

Por casualidad pasó por allí otra zorra, y oyendo sus quejidos se le acercó y le preguntó que le ocurría. Cuando se enteró de lo acaecido, le dijo:

-¡ Pues quédate tranquila hermana hasta que vuelvas
a tener la forma en que estabas, entonces de seguro
podrás salir fácilmente sin problema!


Con paciencia se resuelven muchas dificultades.


09 - La zorra y el espino



Una zorra saltaba sobre unos montículos, y estuvo de
pronto a punto de caerse. Y para evitar la caída,
se agarró a un espino, pero sus púas le hirieron
las patas, y sintiendo el dolor que ellas le producían,
le dijo al espino

-- ¡ Acudí a ti por tu ayuda, y más bien me has herido. !

A lo que respondió el espino:

-- ¡Tú tienes la culpa, amiga, por agarrarte a mí, bien sabes lo bueno que soy para enganchar y herir a todo el mundo, y tú no eres la excepción!


Nunca pidas ayuda a quien acostumbra a hacer el daño.


10 - La zorra y el leñador.



Una zorra estaba siendo perseguida por unos cazadores cuando llegó al sitio de un leñador y le suplicó que la escondiera. El hombre le aconsejó que ingresara a su cabaña.
Casi de inmediato llegaron los cazadores, y le preguntaron al leñador si había visto a la zorra.
El leñador, con la voz les dijo que no, pero con su mano disimuladamente señalaba la cabaña donde se había escondido.
Los cazadores no comprendieron las señas de la mano y se confiaron únicamente en lo dicho con la palabra.
La zorra al verlos marcharse, salió silenciosa, sin decirle
nada al leñador.

Le reprochó el leñador por qué a pesar de haberla salvado, no le daba las gracias, a lo que la zorra respondió:
--Te hubiera dado las gracias si tus manos y tu boca
hubieran dicho lo mismo.


No niegues con tus actos, lo que pregonas con tus palabras.

lunes, 2 de abril de 2012

DE LOS CAFÉS LITERARIOS A LAS REDES SOCIALES.



Hoy por hoy siento y no siento nostalgia por los "desaparecidos" cafés literarios en el ámbito universitario y algunos centros de la capital. ¿La razón? Las redes sociales han ocupado ese espacio y  lo han ocupado con creces. Es cierto, que ya no se puede oler el café del vecino de al lado en la tertulia de las 4 pm, ni estar envuelto en un humo constante de los cigarros que nos fumábamos, ni escuchar como una música de fondo a los demás comensales pero, es innegable que la inmediatez de las redes sociales han encontrado un campo fértil para los escritores y los amantes de la LITERATURA.  
¿Razones? Muchos escritores o amigos literarios por múltiples ocupaciones no pueden sentarse con nosotros a platicar sobre la LITERATURA pero, con las Redes Sociales lo hacen a distancia. 
También es innegable que las Redes Sociales han hecho un  acercamiento posible de generaciones nuevas y viejas de escritores que se dá con la red. Antes lo anterior era imposible.
Y esa interacción necesaria hace que nuestra literatura sea más viva, más lúcida.  El intercambio de información de noticias literarias actualmente nos enriquece a todos.
Lo acepto: la nostalgia del pasado por momentos me abruma - digo por momentos- porque si no fuera por las redes sociales la vida de muchos escritores- y me incluyo- fuera más lineal, monocromática y sin discusiones como las que enfrentamos en ocasiones en la Red. Además, así es la vida: un continuo cambio, un renovar constante, nada está quieto, todo gira en la realidad, la literatura también.
Es por tal razón que  deseo compartir este artículo que me encontré en la red. Es un artículo sobre los cafés literarios ya hoy prácticamente desaparecidos. Es un artículo interesante, ojalá que lo disfruten como lo he disfrutado yo.
J.Méndez-Limbrick.

Literatura y decadencia del café

Los establecimientos que antaño albergaban tertulias literarias y artísticas se han visto sustituidos por bares donde lo que interesa son transeúntes desleídos que ocupen el menor tiempo posible las mesas

 03:43  
El Café de Flore, de París, que se inauguró a finales del siglo XIX. / la opinión
El Café de Flore, de París, que se inauguró a finales del siglo XIX. / la opinión 

George Steiner escribió en su obra 'La idea de Europa' que "Europa está hecha de cafés. Dibujad un mapa de los cafés y tendréis uno de los indicadores esenciales de lo que es Europa. La idea de Europa tendrá contenido mientras haya cafés". Estos locales donde se cultivó la mejor literatura en los siglos pasados han languidecido con el paso del tiempo y finalmente han ido desapareciendo, víctimas de la aceleración de la vida moderna. Los cafés de hoy solo quieren transeúntes desleídos y ambulantes, aves de paso: ya no hay tiempo para hacer estancia en el local y se han impuesto esos bares con una larguísima barra donde pasar el menos tiempo posible

MIGUEL ÁNGEL GONZÁLEZ | A CORUÑA El café ha sido uno de los temas más fértiles que ha tenido la literatura moderna. De la relación del café con la ciudad, con la bohemia y, por supuesto, con la literatura, se podrían escribir cientos de páginas y el asunto no se agotaría. Si me perdonan la redundancia, diría que no pocas páginas sobre el café, se han escrito en el café tomándose el escritor una taza de café. La homofonía no debería confundirnos porque se trata de tres cafés absolutamente distintos. El arranque de la saga cafetera estuvo naturalmente en el brebaje, en la negra infusión oriental que se extendió por todo nuestro continente a lo largo del siglo XVII, pero aquel café-infusión -y esto es lo que aquí nos importa- dio luego paso a todo el fantástico universo del café-lugar que, haciéndose cultura y civilidad, nos deja después magníficas páginas en ensayos, poesías y novelas.

El viejo café ha sido un magnífico paisaje literario, posiblemente por su inequívoca condición metafórica. El café era un lugar de sedimentación. Y como un espejo que reproducía -en ocasiones distorsionado, pero se contaba con ello- todo lo que sucedía de puertas afuera.

El pago de una modesta consumición legitima la ocupación de una mesa que casi siempre será la misma y que así deviene despacho precario pero propio o, más precisamente, apropiado, estimulante, un lugar que a determinadas horas puede ser luminoso, tranquilo y caldeado. También es cierto que para escribir en el café es imprescindible mantener una cierta complicidad con el dueño del local, para que no nos desalojen por la permanente ocupación de la mesa como hace doña Rosa en La Colmena celiana, novela que tiene su epicentro en el café. Autores como Pla, Sender, Baroja, Larra, Umbral, Benet, Camba, Cunqueiro, Ridruejo, Delibes, Perucho, Gil de Biedma y Gómez de la Serna, entre muchos otros, han confesado su inveterada costumbre de apalancarse en un café para escribir. Y también lo hicieron personajes más sesudos como Roland Barthes, Zweig, Walter Benjamin, Habermas o George Steiner. La relación sería interminable.

El viejo café era de los pocos sitios en los que se podía estar a solas y, sin embargo, sentirse acompañado. Era un lugar privativo y compartido, un ámbito intersticial entre lo público y lo privado. El café era un escenario de rituales y tipologías humanas, en el que cada parroquiano interpretaba su papel que, aunque no tenía guión, era absolutamente predecible en sus apariciones, en sus gestos, en lo que decía y dejaba de decir. En el viejo café todos o casi todos se conocían, circunstancia que creaba una cálida familiaridad y camaradería. Y el café era, también, un mundo de continuas paradojas: en el café pasaba de todo, pero, por otra parte, nunca pasaba nada. En el café todo cambiaba para seguir igual. Estaba siempre en movimiento y, sin embargo, daba la impresión de una absoluta calma. Los rostros cambiaban según las horas, pero se mantenían los corrillos alrededor de las mismas mesas y persistía una base fija de parroquianos que eran como el común denominador, el nexo que daba continuidad y ligadura a una pluralidad siempre necesaria, porque nada era peor que el café endogámico y exclusivo, el casino de una sola tribu. El viejo café era, en fin, como un puerto de mar: mientras unos llegaban, otros se iban.

Aquel viejo café, sin embargo, a pesar de sus méritos, fue languideciendo y finalmente desapareció, víctima de la aceleración que nos ha impuesto la vida de hoy. El café sufrió las mismas transformaciones que la ciudad de la que era parte sustantiva. A partir de la segunda mitad del siglo XX, el café degeneró en bar y cafetería. Walter Benjamin, asiduo del café Prinzess de Berlín, donde escribió buena parte del Origen del drama del barroco alemán, comenta que su trabajo se vio abortado cuando el Prinzess se convirtió en una cervecería-restaurante. Confiesa que vivió aquel cambio como un desahucio. En toda Europa, el café se fue convirtiendo en algo meramente atópico y epilogal, en un ámbito anacrónico. El café quedó demodé. Resulta curioso, sin embargo, que aunque el viejo café no ha encontrado sustitución, a los lugares en los que chateamos les llamamos cibercafés y reproducen virtualmente la función socializadora del viejo café. También hemos intentado reproducir la atmósfera del viejo café o rehabilitar los que quedaban en pie -el Florián en Venecia, el Central en Viena o el Zúrich en Barcelona-, pero sólo hemos conseguido una penosa museización, una fetichización caricaturesca, un escenario para turistas. Burdas copias. Cafés sin alma porque les falta lo esencial, la atmósfera que creaban sus parroquianos, los asiduos personajes del café. Y nada es ya lo mismo. Los cafés de hoy sólo quieren transeúntes desleídos y ambulantes, aves de paso. Hoy no tenemos tiempo para hacer estancia en el café y ésta es la razón de que se haya impuesto ese bar tubular que apenas tiene mesas y en los que todo se reduce a una larguísima barra con taburetes para que la incomodidad nos haga levantar las posaderas. Tampoco se trata de lamentar la desaparición del viejo café que, por lo que decimos, resulta inviable. Al fin y al cabo, es algo que ya predijo Gómez de la Serna con su tajante afirmación: "Los cafés son humanos, demasiado humanos, así que mueren porque son mortales". 

sábado, 31 de marzo de 2012

William Butler Yeats. Premio nobel de literatura 1923.


De este gran escritor irlandés, actualmente poco leído les recomiendo a mis amigos blogueros el libro: EL CREPÚSCULO CELTA, TRADUCCIÓN DE JULIÁN MARÍAS.


Se ha comentado sobre este libro que:
RESEÑA:
Uno de los grandes problemas de la vida es que no podemos tener ninguna emoción pura. Siempre hay en nuestro enemigo algo que nos gusta, y en nuestro amor algo que nos desagrada. Es este enredo químico lo que nos hace viejos, y nos arruga la frente y hace más profundos los surcos de nuestros ojos. Si fuéramos capaces de amar y odiar con tan buen corazón como los Sidhe, podríamos volvernos tan longevos como ellos. Pero hasta que llegue ese día sus incansables gozos y pesares siempre habrán de constituir la mitad de su fascinación. En ellos jamás se agota el amor, y las órbitas de los astros no pueden rendir a sus pies danzantes. Los campesinos de Donegal se acuerdan de esto cuando se doblan sobre la pala, o se sientan junto a la criba, al anochecer, absortos en la pesadez de los campos, y cuentan historias sobre lo que no se puede olvidar.

De El crepúsculo celta.
Asimismo, me he visto tentado poner otras fuentes de información sobre Yeats en el blog, sin embargo, de todas - es mi opinión personal- que la Wikipedia sintetiza la vida y obra literaria en pocas páginas.

William Butler Yeats

De Wikipedia, la enciclopedia libre
William Butler Yeats fotografiado en 1911 por George Charles Beresford.
William Butler Yeats (Dublín, 13 de junio de 1865 - Roquebrune-Cap-Martin, Francia, 28 de enero de 1939), poeta y dramaturgo irlandés. Envuelto en un halo de misticismo, Yeats ha sido una de las figuras más representativas del renacimiento literario irlandés y fue uno de los fundadores del Abbey Theatre. También ejerció como senador. Fue galardonado con el Premio Nobel de Literatura en 1923.

Contenido

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[editar] Biografía

[editar] Primeros años

William Butler Yeats nació el 13 de junio de 1865 en Georgeville, cerca de Saymount Castle, en Dublín (Irlanda), como hijo del pintor John Butler Yeats y de Susan Pollexfen Yeats, de una familia angloirlandesa de comerciantes protestantes. Su abuelo, llamado también William Butler Yeats, era rector de la Iglesia Irlandesa, pero su padre era un nacionalista escéptico y ateo. El carácter del joven poeta combinó ambos mundos en un extraño misticismo que le permitía a la vez rechazar la religión tradicional y el cientifismo estéril. El biógrafo Richard Ellmann escribe al respecto: Eligió una fe excéntrica en algún lugar entre las creencias ortodoxas de su abuelo y los descreimientos no ortodoxos de su padre.
Monte Benbulben, en Sligo, Irlanda.
En 1867, a los dos años, Yeats se trasladó con su familia a Londres, al número 23 de la calle Fitzroy. Allí permaneció apenas cinco años, pues en julio de 1872 regresó con su madre y sus hermanos al condado irlandés de Sligo, a la casa de sus abuelos William y Elizabeth Pollexfen en Merville. Allí se empapó de los cuentos de hadas que contaba la gente sencilla de Irlanda; su misma madre le contó muchas historias de duendes y gnomos, mientras que los campesinos relataban experiencias con la "gente pequeña". Sin duda este periodo marcó para siempre su carácter, como él mismo admitió: El lugar que realmente tuvo mayor influencia en mi vida fue Sligo.
En octubre de 1874 regresa de nuevo con su familia a Londres y se instala en Edith Villas. Allí su padre se relaciona con un grupo de pintores de la Hermandad Prerrafaelista. En la primavera de 1877 William comienza sus estudios en la escuela londinense de Godolphin de Hammersmith, pero ante el escaso éxito de su padre como pintor marchan en el verano de 1881 a Balscadden Cottage, en Howth, cerca de Dublín. Yeats comienza a escribir y leer poesía. Estudia en la Erasmus Smith High School hasta diciembre de 1883,de forma poco aplicada y distraída, ya que lo único que parecía interesarle de verdad era la poesía.
En 1884 intentó en vano acceder al Trinity College; más tarde y a su pesar ingresa en la Escuela Metropolitana de Arte de Dublín, donde estudia pintura. Allí conoce a George Russell (que usó el pseudónimo de AE), y este le inicia en el mundo de lo esotérico y sobrenatural. Comienza a escribir poesía simbolista y a experimentar con visiones y alucinaciones. Detesta la ciencia, a la que veía en contraste directo con la poesía, la belleza y la verdad, y, tras renunciar al credo protestante en 1880, empieza a sentirse atraído por el Budismo.

[editar] Teatro

En 1896 regresó a Irlanda, donde se integró en el movimiento del renacimiento literario de su país y entabló amistad con la dramaturga nacionalista lady Isabella Augusta Gregory, en cuya casa se hospedó a veces para recobrar su quebrantada salud y que lo sacó de la depresión a que lo había abocado el final de tan larga historia de amor; con su ayuda fundó el Teatro Abbey y la Compañía de Teatro Nacional Irlandés (1901), fundamentales en el desarrollo cultural de la Irlanda de esos años. Yeats escribió alguas piezas para esta compañía, de la que fue director hasta su misma muerte. Al principio su inspiración para estas obras vino de la mitología céltica irlandesa, frecuentemente en torno al héroe Cúchulainn, la heroína Deirdre y el Ciclo de Ulster, bajo una fuerte impronta simbolista; Yeats estrenó en total las siguientes piezas, por orden cronológico: La condesa Cathleen (1892, representada en 1899); El país de nuestros deseos (1894); Cathleen Ni Houlihan (1902); The Pot of Broth (1902); Las aguas tenebrosas (1900, estrenado en 1904); El reloj de arena (1903); En los siete bosques (1903); El umbral del palacio del rey (1904); On Baile's Strand (1904); Deirdre (1906), El Unicornio de las Estrellas (1907); El yelmo verde (1910) y El gato y la Luna. Agotado el modelo del teatro simbolista, con el que Yeats quiso enfrentarse al Naturalismo ibseniano que imperaba en los escenarios ingleses, intentó innovar asimilando ciertos influjos del teatro nō japonés, que empezaba a conocerse en Europa a través de las traducciones de su secretario, el también poeta Ezra Pound; incorporó la ritualidad que caracteriza esta dramaturgia, empleó máscaras y gestos e incluyó coros, danzas y música ceremonial. Los elementos simbolistas se hallaban en diálogos de tono poético en los que irrumpía lo místico y lo onírico. Las piezas compuestas en este periodo fueron reunidas en 4 piezas para baile (1921).
Estas audacias escénicas exigían un público experto y reducido, por lo que contribuyeron al desarrollo del teatro de cámara; sin embargo Yeats va evolucionando en su dramaturgia hacia estructuras y lenguaje más claros dejando en el camino parte de su misticismo y hermetismo.

[editar] Últimos años

Yeats en 1923.
Por entonces el poeta norteamericano Ezra Pound empieza a trabajar como secretario suyo y le descubre la literatura japonesa; tras conocer a una joven medium, George Hyde-Lees, Yeats compra una torre normanda en Kiltartan Cross y se casa con Hyde-Lees en 1918. Fue una buena decisión, pues puso en orden la vida del poeta y renovó su poesía incitándole a experimentar con la escritura automática. Tras la independencia de Irlanda, es elegido senador por este nuevo país en 1922 y permanece en el cargo hasta 1928. En 1923 recibe el premio Nobel de literatura.
Este fue el período más fecundo de Yeats, el de su madurez y vejez. Destacan los volúmenes de poesía El casco verde, Responsabilidades y Los cisnes salvajes de Coole, en los que se evidencia una profunda evolución de su lenguaje lírico, que se hace personal, vigoroso, exacto y deslumbrante. En 1925 escribió el tratado Una visión, donde expresa su creencia en la íntima relación entre la imaginación poética y la realidad universal. Según el historiador Giordano Berti (en Claves y secretos del Tarot, Barcelona, Salvat, 2005, p. 23) en esta obra, la más misteriosa del poeta irlandés, vive el recuerdo de la enseñanza esotérica de la Golden Dawn sobre el Tarot; las "28 incarnaciones", como explicaba Yeats, son fases de la transformación del ser. De este material nacieron, por sugerencia de su secretario Ezra Pound, hermosas colecciones poéticas como La torre (1928), La escalera de caracol (1933) y Últimos poemas y obras de teatro, que incluye el celebrado «Bizancio», con las que Yeats alcanzó el cénit de su lírica.
Su poesía, a pesar de su espíritu innovador, generalmente se caracterizó por su cuidado formal, el simbolismo y ciertos toques que anticipan el surrealismo. El 28 de enero de 1939 fallece en la localidad francesa de Menton a los 73 años.
Yeats consiguió liberar a la poesía irlandesa de la esclavitud a los moldes, géneros y temas de la poesía británica; rompió con la tradición de la poesía victoriana adscribiéndose al simbolismo y profundizó en él en busca de los arquetipos junguianos que subyacen en todas las culturas.

[editar] Premio Nobel

En diciembre de 1923 Yeats fue condecorado con el Premio Nobel de Literatura y sacó el máximo partido a la ocasión. Fue consciente en todo momento del valor simbólico de este premio en tanto que era un irlandés el galardonado, poco después de que Irlanda consiguiera la independencia, subrayando este hecho siempre que le fue posible. En respuesta a las muchas cartas de felicitación que recibió dijo: «considero que este honor no ha venido a mí tanto como individuo que como representante de la literatura irlandesa, este reconocimiento es parte de la bienvenida por parte de Europa al estado libre». En la lectura de su discurso de aceptación del Nobel en la Real Academia Sueca se presentó como estandarte del nacionalismo irlandés y de la independencia cultural irlandesa. Destacó esta idea con las palabras:
Los teatros de Dublín eran edificios vacíos contratados por empresas itinerantes inglesas, y nosotros queríamos obras irlandesas con actores irlandeses. Cuando pensábamos en esas obras pensábamos en todo lo que es romántico y poético, ya que el nacionalismo al que invocábamos- el mismo nacionalismo al que ha invocado cada generación en momentos de desánimo- era romántico y poético.
El premio conllevó un importante aumento de la venta de sus libros pues sus editores (Macmillan) lograron una importante publicidad. Por primera vez tuvo dinero y pudo pagar no sólo sus propias deudas, sino también las de su padre.

[editar] Obra

  • 1886 - Mosada
  • 1888 - Fairy and Folk Tales of the Irish Peasantry
  • 1889 - El peregrinaje de Oisin y otros poemas (The Wanderings of Oisin and Other Poems)
  • 1891 - Representative Irish Tales
  • 1891 - John Sherman and Dhoya
  • 1892 - Irish Faerie Tales
  • 1892 - La condesa Cathleen (The Countess Kathleen)
  • 1893 - El Crepúsculo celta (The Celtic Twilight)
  • 1894 - The Land of Heart's Desire
  • 1895 - Poemas (Poems)
  • 1897 - La Rosa secreta (The Secret Rose)
  • 1899 - The Wind Among the Reeds (El viento entre los juncos)
  • 1900 - Las aguas sombrías (The Shadowy Waters)
  • 1902 - Cathleen ni Houlihan
  • 1903 - Ideas of Good and Evil
  • 1903 - En los siete bosques (In the Seven Woods)
  • 1907 - Discoveries
  • 1910 - El yelmo verde (The Green Helmet)
  • 1912 - The Cutting of an Agate
  • 1913 - Poems Written in Discouragement
  • 1914 - Responsibilities
  • 1916 - Reveries Over Childhood and Youth
  • 1917 - Los cisnes salvajes de Coole (The Wild Swans at Coole)
  • 1918 - Per Amica Silentia Lunae
  • 1921 - Michael Robartes and the Dancer
  • 1921 - Cuatro obras para baile (Four Plays for Dancers)
  • 1921 - Four Years
  • 1924 - The Cat and the Moon
  • 1925 - Una visión (A Vision)
  • 1926 - Estrangement
  • 1926 - Autobiografía (Autobiographies)
  • 1927 - October Blast
  • 1928 - La Torre (The Tower)
  • 1929 - La escalera de caracol (The Winding Stair)
  • 1933 - La escalera de caracol y otros poemas (The Winding Stair and Other Poems)
  • 1934 - Collected Plays
  • 1935 - Luna llena en marzo (A Full Moon in March)
  • 1938 - New Poems
  • 1938 - Second Chance
  • 1939 - Last Poems and Two Plays (Obra póstuma)
  • 1939 - On the Boiler (Obra póstuma)

[editar] Véase también

[editar] Bibliografía

Sobre Yeats

[editar] Enlaces externos


Predecesor:
Jacinto Benavente
Premio Nobel de Literatura
1923
Sucesor:
Władysław Reymont

viernes, 30 de marzo de 2012

¿Cuántas horas escribe un escritor?

Disculpe, y usted: ¿cuántas horas escribe al día?

En la soda Guevara: nosotros escritores bisoños nos hacíamos la siguiente pregunta: ¿cuántas horas escribirá Sábato, Carlos Fuentes, Borges y otros grandes escritores? ¿Cuántas horas diarias le dedicaba Juan Rulfo a su "Pedro Páramo" cada noche después de una cruenta labor como periodista?  Yo no sé si alguno de mis amigos escritores y  de mi generación les mortificaba tanto la pregunta como a mi persona. Pero, al final, de muchos años he llegado a la conclusión que: " en el arte no existen fórmulas ni tiempos definidos para la escritura, cada escritor posee su propio ritmo de escritura, de creación". Depende demasiado del temperamento de la persona. Por ejemplo: Ernesto Sábato - cuando vino a Costa Rica y yo le conocí- dijo que él escribía cuando sentía que iba a "explotar". Otro, que no soportaba las horas de oficina, sino que escribía cuando se sentía con humor para hacerlo era: Juan Carlos Onetti, y si nos atenemos a su personalidad y su conversación tan pausada, suponemos que los arranques para su escritura serían bastante lentos.
Es decir, el temple que tuvo Thomas Mann, que día a día escribió tres horas diarias de 9 a.m. a 12 md. con su estilográfica muchos no lo han tenido. Otros  ejemplos de férrea disciplina diaria serían: Vargas Llosa que incluso, en una entrevista manifestó que le encantaba vivir largos períodos en Londres porque así, se podía concentrar mucho más en sus escritos y que, no tenía tantas distracciones como  en los países latinoamericanos o en España en donde abundaban los amigos. 
Por su parte el genio de Barranquilla, García Márquez, se pone unos invariables overoles - o eso lo hacía todavía hace unos años atrás- y procura escribir 6 horas diarias, - eso sí- interrumpidas en varias oportunidades. De Borges no tengo información pero supongo, que de igual manera le ocuparon muchas horas su vasta e intelectualísima obra literaria. Por su parte, conocemos, que Carlos Fuentes es un obsesivo e igual que sus amigos del boom en el período de París, escribió durante muchas horas sus obras más importantes.
   Otros, como José Donoso, abandonó por períodos su novela cumbre "EL OBSCENO PÁJARO DE LA NOCHE" por problemas de salud pero, para poderla terminar se avocó a la tarea por largas horas diarias en su elaboración.
Los ejemplos son interminables: lo que sí es cierto, es que un escritor para plasmar en cientos de páginas su obra debe de sentarse, ya sea en un café rodeado de muchas personas o en un estudio en solitario y ponerse a teclear o a escribir con su estilográfica períodos de tiempo bastante prolongados.

CONSTANCIA VS DISTRIBUCIÓN DE TIEMPO.
Yo pienso, y aquí existe un error de apreciación a todas las anécdotas contadas por la mayoría de los escritores y es: constancia vs distribución de tiempo, y que en muchas ocasiones induce a error. Me explico: "no ser constante en el quehacer literario" como apuntan muchos escritores, no quiere decir, que no se ocupen muchas pero muchas horas luego para la creación literaria.
   Es decir, estamos de acuerdo que quizá la mayoría de escritores no sean "escritores de oficina" que no realicen una labor diaria pero, si se suman los períodos de horas en la labor o en su quehacer literario, son más o menos las mismas horas que escribir en forma fraccionada todos los días. Porque al final, estos escritores "no de oficina" se tienen que sumergir en maratónicos esfuerzos de días o semanas por lo no hecho a cuenta gotas. !Al final: es cuestión de gustos la forma de elaborar una novela!
J.Méndez-Limbrick.
Escritor-abogado.

jueves, 29 de marzo de 2012

Premio Cervantes 2000 FRANCISCO UMBRAL Narrador, ensayista y columnista español (Madrid, 1935 - 2007)


Premio Cervantes 2000
FRANCISCO UMBRAL

Narrador, ensayista y columnista español
(Madrid, 1935 - 2007)

Natural de Madrid, ciudad que está
presente en gran parte de su obra, aunque pasó su difícil infancia en la provincia de
Valladolid. El despego y distanciamiento de su madre respecto a él habría de marcar
su dolorida sensibilidad. Fue muy tardíamente escolarizado; era, sin embargo, un lector
compulsivo y autodidacta de todo tipo de literatura. Empieza a trabajar a los catorce
años como botones.
Emprendió su carrera periodística, en 1958, en El Norte de Castilla promocionado por
Miguel Delibes, quien se dio cuenta de su talento para la escritura. Más tarde, se
traslada a León para trabajar en la emisora La Voz de León y en el diario Proa y
colaborar en El Diario de León. Años después desarrolló su faceta periodística en los
diarios Ya, El País, Diario 16 y El Mundo, diario en el que mantuvo de 1989 hasta su
muerte la columna titulada “Los placeres y los días”. Por estas crónicas diarias de la
vida española fue galardonado con el Premio de Periodismo Mariano de Cavia y, ya
en los años 80, con el Premio González Ruano de Periodismo, por su artículo El trienio,
publicado durante su etapa en El País.
En 1959 se casó con María España Suárez Garrido, posteriormente fotógrafa de El País,
y ambos tuvieron un hijo, «Pincho», que falleció con tan sólo seis años de leucemia,
hecho del que nació su libro más lírico, dolido y personal: Mortal y rosa (1975). Eso
inculcó en el autor un característico talante altivo y desesperado, absolutamente
entregado a la escritura, que le ha suscitado no pocas polémicas y enemistades.
En 1961 marchó a Madrid como corresponsal, donde frecuentaría la tertulia del Café
Gijón, en la que recibió la amistad y protección del escritor Camilo José Cela, gracias
al cual publicaría sus primeros libros. Describe esos años en La noche que llegué al
café Gijón. Se convertiría en pocos años en un cronista y columnista de prestigio,
actividad que alternaría con la publicación de novelas, biografías, crónicas y
autobiografías testimoniales. En 1981, hizo una breve incursión en el verso con Crímenes
y baladas.
Su experiencia periodística está reflejada en sus memorias Días felices en Argüelles
(2005). Entre los diversos volúmenes en que ha publicado parte de sus artículos pueden
destacarse, en especial, Diario de un snob (1973), Spleen de Madrid (1973), España
cañí (1975), Iba yo a comprar el pan (1976), Los políticos (1976), Crónicas
postfranquistas (1976), Las Jais (1977), Spleen de Madrid-2 (1982), España como invento
(1984), La belleza convulsa (1985), Memorias de un hijo del siglo (1986), Mis placeres y
mis días (1994).
Como articulista practicó una especie de costumbrismo antiburgués que no
renunciaba al yo más intensamente romántico e intentaba dar a lo cotidiano, en
palabras de Novalis, la dignidad de lo desconocido, mezclando calle y cultura e
impregnándose a veces de una desolada ternura. Como cronista político, Umbral hizo
gala, además, de una gran acidez y mordacidad y una increíble intuición para captar
los entresijos de los asuntos.
Como narrador es uno de los más prolíficos de entre los escritores españoles. “Uno de
los primeros prosistas de la lengua española del siglo XX”, según Fernando Lázaro
Carreter. Y “el escritor más renovador y original de la prosa hispánica actual”, en
opinión de Miguel Delibes.
Su producción narrativa es tan extensa que se puede considerar que ha publicado de
dos a tres libros al año. Con Tamouré, obtuvo el Premio Nacional de Cuentos Gabriel
Miró en 1964. Su novela Balada de Gamberros, lo llevó a ser finalista del Premio
Guipúzcoa. Fue finalista de varios premios con sus cuentos Días sin escuela, Marilén
otoño-invierno y Si hubiéramos sabido que el amor era eso.
En 1975 obtiene el Premio Carlos Arniches de la Sociedad General de Autores y, ese
mismo año, el Premio Nadal de novela por Las Ninfas. En 1985 fue finalista del Premio
Planeta con su novela Pío XII, la escolta mora y un general sin un ojo, obra a la que
siguió Tatuaje, narración corta por la que obtuvo el Premio Antonio Machado en 1990.
Su novela Leyenda del César visionario obtuvo el Premio de la Crítica en 1992.
El 10 de mayo de 1996 recibe el Premio Príncipe de Asturias de las Letras por ser “uno
de los primeros prosistas de la lengua española del siglo XX”. En ese año se editaron
Capital del dolor y Los cuaderno de Luis Vives. De 1997 son sus obras La derechona y
La forja de un ladrón, novela con la que ganó el Premio Fernando Lara. En la lista de
premios cosechada por Umbral durante 1997 figuran, además de la Medalla de Oro
del Círculo de Bellas Artes de Madrid, el Premio Nacional de las Letras que, por el
conjunto de su obra, le concede el Ministerio de Cultura.
El 12 de diciembre de 2000 recibe el Premio Cervantes, el mayor reconocimiento de la
literatura en lengua española. El Director de la Real Academia Española de la Lengua,
Víctor García de la Concha, miembro y portavoz del jurado, se refirió a Umbral
diciendo que es “un creador de lenguaje absolutamente original, difícil de imitar, que
ha cultivado todos los géneros”.
Publicó cerca de cien libros entre narración, ensayo, cuento corto, biografías, diarios
íntimos, recopilaciones de sus artículos periodísticos... Sus biografías (ensayos) sobre
García Lorca, Gómez de la Serna y Valle Inclán, entre otras, lo sitúan en la vanguardia
del ensayo literario español.



CEREMONIA DE ENTREGA DEL PREMIO CERVANTES 2000
Discurso de FRANCISCO UMBRAL



Un hidalgo y un fantoche llenos de sol y de viento
Señor. Señora. Dignísimas autoridades. Señores académicos. Queridos Amigos.
YO, como don Quijote, “me invento pasiones para ejercitarme". Esta gentil declaración
de Voltaire encierra, me parece a mí, la más fina y sutil interpretación de Cervantes.
Porque Don Quijote no está loco y Cervantes mucho menos, eso lo sabemos desde el
principio del libro. Don Quijote es hidalgo cincuentón y soltero que, llegado a ese ápice
de la vida, decide pegar el salto cualitativo y cambiar la realidad de los libros por la
irrealidad de la vida, mucho más palpitante y vibrátil de lo meramente escrito. Don
Quijote principia, o casi, por hacer realidad una metáfora, los molinos que se parecen a
los gigantes, y arremete contra una realidad literaria que le desbarata, como tantas otras
le van a desbaratar a lo largo de su nuevo camino. Pero aprendamos esto: que Don
Quijote nunca se enfrenta sino contra metáforas del vivir, desface alegorías y yangüeses,
o reposa en unos duques, de modo que la locura empieza con la realidad y no antes.
Voltaire vio bien que el hombre en madurez o pega ese salto que digo o le coge ya la
postura a la vida, que es la muerte, y no dará más de sí. Don Quijote acierta con ese
momento en que se cambia de vida, de cabalgadura, de compañía -Sancho Panza- de
curas y bachilleres, de dueñas y sobrinas, del mismo sol en las mismas bardas. Los
libros que leía le estaban hurtando a la poesía de la acción con la poesía poética y mala
de la dicción. Así que incluso se inventa, entre las pasiones militares y andantes, una
nueva pasión amorosa, una moza lejana que viera en mercado, dejando que el propio
amor la ascienda a princesa.
Es la primera lección que Cervantes nos da en su libro. La vida tiene una segunda parte
que se correspondería con la tercera juventud de Aristóteles. Es él, Cervantes, quien
rompe con la mediocridad de su vida, pálidamente enaltecida de glorias bélicas, para
emprender un libro donde está su rabia por el mundo, su energía al fin liberada al
servicio de sí mismo, no ya la energía domeñada y servil del alcabalero y otras suertes.
Cervantes es irónico por anacrónico. Ha empezado tarde su aventura y lo sabe.
El Quijote no es el libro que vive sino la vida que no ha vivido, y no nos pone a su
personaje como ejemplo de nada ni hidalguía de nadie, sino como caso singular de
hombre que se decidió a pegar el salto y ese salto quien lo pega es él mismo en figura de
Quijote, e incluso se lo hace pegar a un pobre borriquero hecho de perezas y
conformidades, siendo así que Sancho nunca pierde el sentido, ese inútil y pobre sentido
CEREMONIA DE ENTREGA DEL PREMIO CERVANTES 2000
Discurso de FRANCISCO UMBRAL
común del pueblo, pero tampoco pierde la ironía y la distancia para burlarse de su amo
con todos los respetos. Don Quijote entra en su nueva edad como un escándalo y
Sancho pasa todas las aduanas como un saco de centeno. Tenemos, entonces, el salto
desdoblado en tres. Cervantes que roba la fama con un libro, Don Quijote que toma por
asalto la libertad del vivir más allá de la edad y la voluntad. Sancho, que primero a
regüeldo y luego a pleno pulmón, vive vida de caballero andante sin haber leído tales
libros. Es la primera rebelión española del intelectual aburguesado, la primera
revolución burguesa del hidalgo antecedente y el primer motín del castellano pueblo, un
motín de uno solo, Sancho, que vale todos los que vendrán. Aún hoy, y hoy más que
nunca, el hombre que no hace esa revolución interior, que no pega ese salto vecinal, será
comido por el poder, amortajado por lo establecido y muerto de asco.
España dio el salto quijotesco, porque Don Quijote es la metáfora de España, sí, pero no
en el sentido festival y dominical en que lo dicen quienes suelen. España se inventa
pasiones para sobrevivirse a sí misma, para ser algo más que una majada bien regida y
una provincia del latín que llamaremos castellano. La pasión de América, la pasión del
Imperio, la pasión de Europa, la pasión del mundo mueven Españas y nos ponen a la
cabeza del siglo, de los siglos. Hay una luz monárquica y difusa alumbrando las
batallas, y hay una luz popular y ambiciosa embriagando a las gentes. España todavía no
tiene agujetas de Imperio sino que quiere llegar a Carlos V, quiere escorializarse en
Felipe II, quiere parir su gran Barroco, del que viene preñada, porque la pasión de
España, antes que mística o ambiciosa es una pasión creadora, un movimiento de plebes
y reyes hacia la expresión tectónica y violenta de eso que Stendhal definiría como el
último pueblo con carácter propio que le queda a Europa.
España no es un compromiso burgués, como Sartre nos dice del hombre mismo y como
lo son Francia y otros estados. España es un compromiso guerrero por afirmarse, por
difundirse, por existir, por cumplir sus pasiones imposibles y, en suma, por ejercitarse.
Los españoles aman la vida por la vida, no por la mística ni el decoro, y varias
generaciones y tres siglos viven enamorados de Aldonza Lorenzo, la ríspida y dulce
Dulcinea, que a cada uno espera a la vuelta, como el pequeño Ulises que es.
Hay tres razones para ser héroe, como diría Salvador Dalí. En Cervantes, estas razones
son el inventarse pasiones, la capacidad de ejercitarse contra el tiempo y el haber roto
con el compromiso burgués de la novela y de la vida. El hombre que se inventa pasiones
es tan héroe o más como el que las vive. El hombre que se ejercita a diario, no sabemos
si para la vida o para la muerte, es el que quiere agotarlo todo aquí y, como decía Juan
Ramón Jiménez, que la muerte cuando llegue, sólo encuentre un pellejo vacío, porque
nuestra sementera humana la hemos esparcido fecundamente. Por aclarar un poco las
cosas, diremos que Don Quijote, efectivamente, es un personaje de novela, pero donde
veo yo al hombre metafórico es en Cervantes, que nos da el nivel medio del hombre
español, siempre de santo laico, de héroe doblado o de comunero entre el pueblo.
Queremos a Cervantes no tanto por ilustre como por hombre medio que roza
irónicamente el fracaso para triunfar de la España oficial con su España real, habitada
de mozas y domadores, de explotadores y manteadores, de duques aleves y amores
imposibles.
La novela de caballerías era un compromiso burgués con los burgueses de entonces, que
se llamaban hidalgos. Compromiso económico, literario, cultural, mercado de fantasías,
toma y daca de sueños anacrónicos. Siempre ha habido en estos países europeos una
cultura de pícaros que ha tenido como rehén al buen burgués perezoso. Esta continuidad
en lo mediocre la rompe el barroco, la rompe Cervantes, la rompe el 98, la rompe el 27,
la rompe siempre una juventud venidera, y el heroísmo irónico de Cervantes está en
hacer él solo la revolución de los jóvenes cuando ya es un viejo. Admitamos
prudentemente que España es un país de clases medias, también en lo intelectual, y con
ellas pacta el escritor o el artista por conveniencia, supervivencia y acomodo. Este pacto
es lo que explica la tardanza de nuestro país en algunos momentos de la historia, pero ya
vemos que esa tardanza se resuelve de pronto con un libro, con una espada, con un
caballero andante. Cervantes, sí, viene a romper el compromiso burgués de la novela de
caballerías, abriendo brecha para una nueva literatura, que es la de Quevedo, Torres
Villarroel, etc. El público de Lope era la plebe de los corrales de comedias. El público
del novelista eran los hidalgos o feudales en decadencia que tenían letras y leían malos
libros. Después de Cervantes, no siendo él barroco sino renacentista, el barroquismo no
es ya sólo una figura sino también una corriente, y en ella están Góngora, los citados
Quevedo y Torres, el teatro de Calderón y la imaginería religiosa que levanta una
Contrarreforma tardía históricamente, pero madura y otoñal en Berruguete y en toda la
lujuria católica de un ritualismo que se ha quedado vacío y por eso puede dedicarse
gratuitamente a la forma por la forma, cosa que ya no podemos sino llamar modernidad.
He ahí la herencia de Cervantes, el hombre que puso España patas arriba, vio arder la
cultura vieja y murió con el sol en las bardas como su personaje. Cervantes es la
modernidad por todo lo que se ha dicho y por sus dos máquinas de guerra: un hidalgo y
un fantoche llenos de sol y viento. Con sólo esa artillería pone en pie las Españas, deja
la revolución por donde pasa, un rastro de justicia, de ley, de reinado, que serviría de
regocijo a los lectores, pero ese regocijo es curativo y predispone, como vemos, a
mayores mudanzas. El hombre que se inventa pasiones para ejercitarse, encuentra luego
en la vida que esas pasiones son reales, que Dulcinea existe, siquiera como Aldonza, y
que la renovación personal y total hay que hacerla en serio. Cervantes empezó
ejercitándose contra sí mismo y acaba por ejercitarse contra los demás, trastornando
todas las vidas por donde pasa e incluso escribiendo una segunda parte de su libro
porque follones y malandrines se lo piratean y porque la España oficial u oficinesca le
resta el prestigio ganado e ignora la validez de su reforma. El autor se inventa un
segundo libro sobre el que ya escribiera, como se inventa una segunda vida erguida y
atroz, por sobre su vida de soldado, alcabalero, palaciego frustrado y pobre hidalgo
manchego. Antes que los grandes de su siglo rompe con el compromiso burgués de la
literatura y saca una novela que Unamuno llamó Biblia de España. Cervantes es
vanguardia, como vanguardia es rebeldía y como rebelde deja herencia. Nadie en
nuestra entraña progresista ha renegado de él, aunque muchos lo hayan utilizado como
tintero de oro de sus escribanías inquisitoriales.
Sólo tenemos el presente, los hombres templados, y presente purísimo, activísimo, es la
vida de Cervantes, Don Quijote y Sancho Panza, con sus caballos y rucios. Sólo a eso
hemos venido aquí. A conquistar el presente para todos.
Francisco Umbral

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POESÍA CLÁSICA JAPONESA [KOKINWAKASHÜ] Traducción del japonés y edición de T orq uil D uthie

   NOTA SOBRE LA TRADUCCIÓN   El idioma japonés de la corte Heian, si bien tiene una relación histórica con el japonés moderno, tenía una es...

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