Barcelona-Vallvidrera,
1969-1971
Atraído por el
mundo editorial e intelectual, Barcelona será su nuevo destino. Mi madre se
angustia, no quiere más cambios, pero, muy a su pesar, quedarán varios
traslados más, de ciudad, de país, de continente.
Al llegar a
Barcelona mi padre ve a su mujer tan disminuida ante el terror de buscar nuevamente un departamento, que la deja instalada en un
restaurante en el barrio de Vallvidrera y empieza a recorrer el sector, pues
los precios eran razonables. Sin saber por qué —con esa visión que lo
caracterizó para encontrar lugares espléndidos donde vivir, hallaba casas y
departamentos que siempre tenían un carácter especial— va directamente a un
edificio antiguo cerca del Tibidabo, barrio que en
otra época había sido muy elegante. Toca el timbre y pregunta si alguno de los
departamentos está en arriendo. Hay uno en el segundo piso. Era un departamento
maravilloso, se asomaba sobre el precipicio del cerro Vallvidrera, con
ventanales de medio punto de una altura de tres metros, de cara al Mediterráneo
y a toda la ciudad de Barcelona. Tanto en su vida como en sus novelas las casas
fueron puntos centrales para él.
Poco tiempo
después de instalarse, las hemorragias uterinas de mi madre vuelven. Es operada
de urgencia y se le practica una histerectomía. Al momento de internarse, mis
dos abuelas están en Barcelona. Todo sale bien, a pesar de las constantes
peleas entre las dos ancianas por definir cuál es merecedora de más amor de mi
parte, lo que torna el ambiente un poco infernal. Una
vez que mi madre se recupera, ambas señoras regresan a Chile y la calma vuelve
al hogar.
Mi padre, que
trabaja incansablemente para poner punto final a la novela, refleja sus dudas
de la época en una carta fechada el 13 de mayo:
Elucubro sobre
la posibilidad de que reescribir toda la primera parte antes de seguir con la
segunda sea un error, simplemente seguir adelante, ya que
al fin y al cabo esto no será The Final Draft. Creo que voy a seguir adelante
en cuanto termine esta parte como está. Entonces, cuando tenga las primeras
tres partes listas, que al fin y al cabo son las fáciles y rápidas, entonces la
reescribiré en un final draft. Después seguiré con las dos últimas partes.
Pero, por otro lado, me gustaría desgenetizar esta primera parte. En fin, that
can wait. Probablemente sea lo más realista, ya que
es lo más trabajado que tengo y lo más listo para presentar. Tengo que seguir
adelante.
Por otro lado,
pienso que debo reajustar toda la primera parte con una revisión final. En fin.
Estoy muy confuso. Trataré de terminar esta semana esta parte. No es imposible.
Más adelante:
Me aterra, de
pronto, el volumen que ha cobrado la parte dos, con el agregado tan lógico de la historia de los monstruos al final.
Me entusiasma
tanto la idea y la encuentro tan lógica, que creo que me va a seducir para
seguir adelante.
En realidad,
no le voy a dar a leer a nadie nada hasta terminar la segunda parte. Es la
novela imaginada. Esto está fantástico. La novela está tomando un orden nuevo y
una nueva dirección. Sobre todo un orden.
En un cuaderno posterior anota el 3 de diciembre:
Estoy definitivamente
terminando el libro.
Idea: una
serie de cuentos sobre ropa: Los vestidos.
Bueno, tengo
completo y total el trabajo en bruto hasta el final.
Nombre para la
próxima novela: Los malos pasos, Los malos
pensamientos,
me gustaría empezar a planearla en Málaga este invierno y comenzar a escribirla
aquí en Vallvidrera en la primavera que viene, quizás
terminarla a fines de año.
Luego, el 7 de
diciembre:
Mañana tengo
que comenzar el último capítulo de mi novela. Superficialmente parece que no le
temo. Pero durante el día de hoy no he pensado en él, quitándole el poto a la
jeringa. Es un capítulo final que se compondrá de dos partes cortas. La primera
parte es la más complicada desde mi punto de vista.
La segunda tiene que estar maravillosamente escrita y sutilmente hecha.
En la tarde
del miércoles puedo llevarle a Carlos Barral todo el material completo y llamar
a Carmen Balcells. Quizás festejar en Boccaccio.
El
obsceno pájaro de la noche
llega a su punto final, después de años de distintas versiones, trabajo,
frustraciones y satisfacciones. Es el cierre del círculo creativo. Escribe entonces a sus padres:
He decidido
hacer una locura... no regresar a USA a enseñar. Estoy en la etapa más creativa
de mi vida y no puedo archivarme en una universidad. El
pájaro lo
entrego definitivamente a fines de esta semana. Carlos Barral, que es muy
parco, escribió una carta a Gallimard diciéndoles: «Se trata de una obra
genial, de gran, gran calidad, una de las piezas mayores de la literatura contemporánea...», etc. Él es el dueño de la
Editorial Seix Barral y gran autoridad.
Pero está
asustado. Rechazar un sueldo seguro lo hace dudar de si tomar el riesgo de
dedicarse a los proyectos que tiene en mente, dos novelas pensadas, un libro de
cuentos y uno de ensayos.
En otra carta
a su padre:
Las opiniones
sobre El obsceno pájaro de la noche me han envalentonado. Tengo una carrera demasiado linda por delante, y mis
años maduros más creativos, que no puedo tirar a la basura. De modo que...
bueno, tengo que salir adelante, ser valiente, si hay que pasar hambre se
pasará, aunque no creo, pero María Pilar está de mi parte... No hay pelea que
ganar, ya está ganada: lo decidí. Las locuras generalmente me salen bien.
Hasta ese
momento su agente literario era Carl Brandt, de Estados
Unidos, pero esta relación no durará más tiempo ya que conoce en Barcelona a
Carmen Balcells, quien desde entonces será siempre un personaje central en su
vida. Brandt quedará por un tiempo sólo a cargo de los derechos para lengua
inglesa.
Hablando sobre
Carmen en esas largas conversaciones, sentados bajo la sombra de la flor de la
pluma, en la terraza de nuestra casa en Santiago de
Chile, se reía de sí mismo por la autoridad que esta mujer tiene sobre él:
—Llego donde
la Carmen Balcells, justo antes de terminar El pájaro,
bastante mágicamente, me parece. Ella estaba muy presente en nuestras vidas,
iba a visitarnos a nuestro departamento a menudo. Es una catalana de gran
carácter. Por ambición llegó a ser lo que es. Estudió letras en la universidad, Carlos Barral la conoció y la invitó a participar en la
editorial para manejar toda la parte extranjera, ahí toma contacto con muchos
escritores y crea lazos de amistad con ellos. Luego, se va de Seix Barral y
funda su agencia. Trabajó mucho, tenía muy buen «ojo literario», sabía
reconocer dónde iban las cosas. Con esta visión logra ser la agente literaria
de Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa, Carlos
Fuentes, Jorge Edwards y muchos escritores importantes que con el paso del
tiempo fue reclutando. Hoy en día tiene una oficina elegantísima y es la más
importante agente de la lengua castellana. Una vez dijo: «Pepe Donoso es el más
escritor de todos mis novelistas», aludiendo a mi trabajo, porque veo las cosas
literariamente. Ella entra en la función literaria de los otros escritores, pero no entra a la «cocina literaria», como la obligo
yo.
»¿Si la
quiero? No, no la quiero nada, me hace sufrir horriblemente, es una canalla,
una perversa».
Mi padre
espera mi reacción ante sus palabras y se ríe porque sabe que yo noto lo mucho
que la quiere, admira, depende y, a la vez, teme sus opiniones. A pesar de que
dice sobre ella:
—Es una
mercenaria de la literatura y me inspira terror la
autoridad de su tono, pero me pregunto admirado de dónde habrá sacado ella tanta
sabiduría, además de un gran sentido del humor.
Años más
tarde, Carmen Balcells será un personaje en la novela El
jardín de al lado, caracterizada en Nuria Monclús, y de algún modo mi
padre también será un personaje en esa novela, Marcelo Chiriboga, un escritor
exitoso. Luego del funeral de mi padre llegaron unas
condolencias dando el pésame a nombre de Nuria Monclús y Marcelo Chiriboga...
por supuesto enviadas por Carmen Balcells.
La Editorial
Seix Barral va a publicar El obsceno pájaro de la noche.
Las editoriales norteamericanas Knopf, Harpers & Row y Dutton quieren
publicarla. Le llegan noticias de posibles «grandes oportunidades» para él
sobre algo «que alguien dijo», que «era posible, pero
aún nada definitivo», que «otro editor dijo», que «tal crítico opinó».
En Francia,
Editions du Seuil; en Italia, Bompiani, y Jonathan Cape en Inglaterra
publicarán también la novela, además de Coronación.
Postula entonces al Premio Biblioteca Breve, de Seix Barral, uno de los más
prestigiosos de la lengua española en ese momento. La felicidad para él es
absoluta. Sin embargo, huye a Marbella, escapando de
la olla de grillos, respecto de los dimes y diretes del mundo editorial, que le
producen un temor inmenso. Marbella le parece un paraíso terrenal:
Sofisticado,
elegante, blanco, Gibraltar al frente, África al otro lado del agua, cerca de
Cádiz, Málaga, Sevilla, Granada. Greta Garbo entrando a una boutique en la
plaza de los Naranjos. La duquesa de Windsor con
perros iguales al Peregrine, sólo que negros. La joven esposa de Alain de
Roschild agonizando de una larga leucemia con las mostacillas al tope. En la
fonda, en el bar, de noche, hay marquesas disfrazadas de hippies y hippies
disfrazados de marquesas. Nosotros paseamos impertérritos en nuestro Seat 600 inmundo
(hay agencia de Rolls Royce en este pueblo de veinte mil habitantes), con la Pilarcita y el Peregrine.
Pienso usar
este mundo en una novela: tenemos nuestra «petite entree» a través de Mary
Foxá, la viuda del conde Agustín de Foxá, inmundo embajador de Franco ante
Perón, y ella, íntima de Evita, es muy linda, muy extraña, le está estrujando
hasta la última gota a lo que le queda de sus blasones, y muy amiga nuestra.
Desde Marbella
escribe una carta a sus padres, fechada el 26 de
febrero de 1970:
Hace ya dos
meses que los parlamentos van y los parlamentos vienen, que las intrigas se
tejen y se entretejen alrededor de mi novela, que dicen y que no dicen, que me
llaman por teléfono, que se publica un artículo en Madrid echándome abajo, otro
ensalzándome, que se citan palabras de Carlos Barral falsamente, que ya no sé
quién es mi amigo y quién mi enemigo... la faramalla
usual en un caso así. ¿Pero se imaginan lo que significa para mí el ganarme el
Premio Biblioteca Breve? Hasta en Chile tendrían que reconocerme y tendrán que
reconocer, pese a sí mismos, que en Chile HAY novelistas.
Es el premio
que consagró a Mario Vargas Llosa, se lo ha ganado Goytisolo, Carlos Fuentes el
año pasado. Y como, por ser muy «hereje» como libro, no lo van a publicar en España, va a ser un escandalazo que lo va a vender
muchísimo más. Y, según dicen, es una novela tan loca y tan extraña que tiene
material de best-seller. Carlos Barral me dijo que desde que leyó La casa verde, de Vargas Llosa, y Rayuela,
de
Cortázar, no ha leído nada que lo haya conmovido más y le haya interesado más
profundamente.
Una cosa
buena: que si no me saco el premio, Carlos Barral me
ha prometido que no figuraré, de manera que así no se desprestigie mi novela.
Hoy deben estar llegando todos los escritores del jurado y todos los
periodistas, y me escuecen las orejas de lo que estarán hablando de mí.
¡No saben la
ilusión que me hace sacarme el dichoso premio! Podría significar, incluso, que
me atreva a regresar a Chile. ¿Se dan cuenta de que, en ese caso, su hijo será, junto con Neruda, el escritor chileno más conocido en
el extranjero, y el hombre de letras número dos de Chile? Sería la
consagración. Bueno, esperar... esperar... La María Pilar no deja de rezar
rosarios, hagan ustedes otro tanto o lo equivalente.
Para qué cito
a la lechera... el cántaro se puede romper en cinco días más, las ilusiones,
los proyectos son infinitos, entre ellos, naturalmente,
traerlos a ustedes por un buen tiempo, además de ir nosotros a Chile a ver a mi
Nana y llevarles a la niña para que la conozcan.
Bueno, viejos
queridos, aquí los deja este hijo egoísta, egocéntrico y ambicioso. Hay una
vida, hay que vivirla bien y gozosamente, con todo lo que tiene, y a la mayor
altura posible. Jamás creí que se me presentaría la oportunidad para vivirla a
la altura emocional, profesional y social a la que la
estoy viviendo. Creo que muy pronto voy a «hacer» otra úlcera, qué horror. Un
abrazo muy grande para los tres, y para la Claudia, Martín y el Pocho y demás
Donosos.
En Marbella mis
padres se reencuentran después de muchos años con Toño Fernández Muro y su
mujer, Sarah Grilo, pintores extraordinarios, ambos argentinos, residentes en
Nueva York. Amigos verdaderos, profundos,
entrañables, con los que hubo un vínculo excepcional, al punto de que tratan de
convencerlos de que abandonen Nueva York y se vayan a vivir a Barcelona con
ellos.
No coincidirán
ahí, sino en 1979 en Madrid, donde la amistad se hace aún más estrecha y de
mutua admiración. Viajaremos con ellos y su nieta, Carolina Head, en un
recorrido inolvidable en auto desde Granada a Marruecos,
lleno de acontecimientos, accidentes, peleas y aventuras. Pero como suele
ocurrir en la estrecha y larga convivencia, la amistad fue distanciándose cada
vez más y luego nos veíamos con muy poca frecuencia.
De vuelta en
Barcelona, con todas estas nuevas posibilidades, la situación económica mejora
algo. Ha ahorrado e invertido su dinero en Estados Unidos en una cuenta en
dólares. Se siente liberado, por un tiempo, de los
problemas financieros y del yugo de su suegro, que los ha ayudado en los
últimos años, pero no sin pasar la cuenta. Le está pagando lo que le adeudaba
por la operación de úlcera como por otros gastos realizados. No era fácil
pedirle dinero prestado a su suegro, le incomodaba profundamente ser un
supuesto «príncipe consorte». Le escribe, entonces, a mi abuelo ante estos nuevos augurios económicos.
Me falta muy
poco para completar lo que he «sacado» del patrimonio de María Pilar y pienso
reponerlo todo. De modo que, además de haberle mantenido a su hija a mi suegro
en bastante buen estado, «devuelvo» todo y no adeudaré ni un solo cinco a mi
suegro.
Podré pagar el
alquiler en Barcelona y una criada. Voy a ahorrar para que nos podamos dar
lujos. Recuerdo la primera carta de casado que Jorge
Valdivieso me escribió desde Roma: «Estamos ahorrando en todas las cosas de
primera necesidad para poder darnos lujos». Es lo que pienso hacer.
Lamentablemente,
no obtiene el Premio Seix Barral y se siente frustrado. Justo en ese momento
pelean Carlos Barral y Víctor Seix, lo que concluye en la disolución de la
editorial y, por consiguiente, el premio. Carlos
Barral fundó independientemente Barral Editores, y con un nuevo premio trató de
hacer renacer el Biblioteca Breve sin conseguirlo. En una comida mi padre
discute acaloradamente con Carlos Barral y terminan peleándose por un tiempo.
Barral le echaba en cara que publicara El obsceno pájaro de
la noche con su rival. Ingenuamente mi padre le ofrece el manuscrito a
Carlos Barral, con la intención de ayudar a su nueva
editorial.
Me relata así
este acontecimiento que lo perturbó durante semanas, pues era incapaz de
enfrentar el conflicto:
—Le dije: te
doy mi manuscrito, te lo regalo, para que tú formes una nueva editorial, y
Carlos Barral se puso furioso conmigo: «¡Qué eres, un indigno de mierda!, ¡con
esa barba mal cortada!, ¡te ves ridículo con tus anteojos
pegados con scotch!», me dijo furioso. Lo consideró como una ofensa, como un
insulto. Luego, las cosas se arreglaron entre nosotros, gracias, en parte, a
las gestiones diplomáticas de Carmen Balcells.
Mi padre esa
noche cayó en cama con un supuesto ataque de úlcera y Carlos Barral abandonó la
fiesta con unas copas de más, llorando. Pasada esa noche ambos «corrieron un
tupido velo» sobre el asunto y volvieron a ser tan
amigos como antes.
Mi padre está
lleno de sí mismo en ese momento, todo lo que no está relacionado con su
ascendencia en la carrera literaria ha tomado un segundo plano. A pesar del
apoyo incondicional de mi madre, la deja bastante sola y a mí también. Incluso
temas como la tramitación final y legal de mi adopción, tan necesaria, ha
quedado relegada frente a su enorme egocentrismo.
Los problemas
que ocurren en Chile con su familia tampoco lo inquietan demasiado, a pesar de
las preocupaciones que sienten sus padres con respecto de la reciente
separación de su hermano Gonzalo de su mujer, Gaby Plate, que en ese momento
vive en la casa de avenida Holanda con sus hijos: Claudia, Martín y Gonzalo. Mi
padre, a su manera, les da consuelo:
Veo que los
Plate les preocupan, pero no se les dé nada, acuérdense lo que éramos nosotros
a la misma edad. Yo, por lo menos, un verdadero monstruo... y tan mal no he
salido, por lo menos hasta ahora. La adolescencia en los niños sensibles es
terrible, larga y casi intolerable. Cuando son inteligentes, logran salir en
parte de la adolescencia y de eso se trata. Cuando son
tontos, o muy débiles, la adolescencia se los devora y se quedan con los mismos
problemas toda la vida. No dudo de que la Claudia y Martín vayan a salir de la
adolescencia porque los dos son muy inteligentes. Yo, personalmente, y quizás
por afinidad, prefiero las adolescencias convulsionadas que las adolescencias
planas... el fruto maduro, generalmente, es mejor y más interesante. Y me
parece estupendo que la Gaby ponga casa por su cuenta
y haga su vida, lo único que siento es la soledad de ustedes. Hay que dar
comprensión y cariño, que no dudo de que ustedes darán, ofrecer un puerto de
afecto, un refugio, quedándose siempre a un lado y sin exigir demasiado... Es
absurdo aconsejarlos. ¿Pero qué voy a hacer desde aquí? Cuéntenme de Gonzalo,
ténganlo al tanto de mis movimientos, para que así
quizás nos encontremos.
A pesar del
distanciamiento, al escribir a Chile no deja de sentir cierta nostalgia por un
aislamiento afectivo: estar lejos de su historia, de los viejos amigos que le
hacen falta, de su país. El aislamiento emocional le duele. Encuentro la
siguiente nota en su cuaderno de la época:
Es increíble
que si me dieran a elegir a pasar quince días con, digamos, mi gran amigo Juan Goytisolo, con quien tengo mucho tema y
mucho afecto, o quince días con alguna prima solterona y bigotuda de Talca, me
temo que casi seguramente elegiría esta última.
Mi padre
siente que aún no se recupera bien de la operación de úlcera, que le queda poca
energía vital y psicológica. En una carta a Alberto Pérez le dice:
Envejecí
mucho, y fuera de los libros, y aun eso, no me
interesa realmente casi nada. Lo único posible para mí es escarbar dentro de la
poca tierra que adentro me queda, a ver si encuentro algo antes de llegar a la
roca donde no hay respuesta. Y eso ya no tardará. Tengo que apresurarme. Mi
hija, maravillosa, crece, pero como un monumento al tiempo que yo voy perdiendo
y que ella va ganando, amenaza constante, envidia constante que matiza el amor, distancia infinita, ser cuya experiencia será de
otro siglo que el mío, de otro milenio que el mío, rubia, ojos negros, alegre,
libre, vital, todo lo que yo no soy y no he sido nunca.
La época de
Barcelona está plagada de éxitos, amigos, reconocimiento, contactos y
proyectos. Pero las dificultades económicas persisten y a pesar del adelanto
por El obsceno pájaro de la noche, que en un momento pareció solucionar las cosas, la economía
familiar tambalea nuevamente. Como bien dice Gabriel García Márquez: «Todos los
editores son ricos y todos los escritores son pobres».
Mi padre nunca
consiguió la estabilidad económica que hubiera querido. Los premios le fueron
siempre esquivos y sus ventas nunca alcanzaron la envergadura de sus pares del
Boom. Piensa en Chile y trata de crear una conexión
entre su historia familiar y yo, su hija española. Me cuenta historias
familiares, me describe la casa de avenida Holanda, las calles, me detalla aromas
y sensaciones, me hace imaginar y tomar conciencia de la existencia de mis
abuelos, de la Nana y de mis primos, y a contestar que yo soy chilena. Pero mi
sentido de pertenencia a España es más fuerte y, a pesar de los esfuerzos que hace mi padre, me paso horas viendo corridas de
toros por la televisión, hablo catalán, ceceo y digo «olé» y «vale».
La posibilidad
de volver a Chile está excluida en todo sentido y se aleja cada vez más. Las
noticias que llegan desde allá anuncian un clima político desastroso por las
próximas elecciones. El país está convulsionado y dividido en bandos totalmente
antagonistas. Esta vez Salvador Allende parece no
tener contrincante y parece probable que sea electo. Mi padre dice a sus
padres, de manera premonitoria, en una carta de julio de 1970:
Yo estaría muy
por un gobierno revolucionario, pero Salvador Allende me parece lo último de lo
último, y no votaría por él por ningún motivo. No sé qué gente lleva. Si lleva
a Carlos Altamirano me parece horrible. Aquí hay gente
que se está yendo de regreso a Chile porque están tan seguros que va a salir
Allende. Para mí sería un motivo más para no volver a mi patria. Si sale
Allende, ¿no habría, como corolario, un golpe militar de derecha casi
inmediatamente?
La vida en
Barcelona es uno de los momentos más felices en la vida de mi madre. Está
siempre alegre, dispuesta a todo. La recuperación del «entorno social» es clave. Ella es por naturaleza sociable, acogedora
con quien llegue a su casa. Sigue a mi padre a todos lados; es una suerte de
secretaria que trata de resolver la parte práctica de la vida, sin mucho
resultado, pero, desde luego, bastante mejor que mi padre. Se siente acompañada
al estar rodeada de amigos, invitaciones y largas conversaciones. Es admirada
por su elegancia y su estatura. Es bautizada por
todos como la «Nefer de Barcelona», por sus características similares a las de
la raza egipcia. En una conferencia, Rosa Regàs la recuerda así en esa época:
Donoso nos
hacía reír mucho, y sobre todo nos hacía reír María Pilar. Yo recuerdo la
primera vez que la vi, en casa de unos amigos comunes: ella bajaba por una
escalera y llevaba un traje muy bonito, con una especie de capa que le llegaba casi hasta las rodillas. Entonces, cuando llegó
abajo, estuvo hablando un momento con nosotros y se desabrochó la capa, se la
quitó, se la volvió a abrochar en la cadera y le quedó una falda larga preciosa
que nos dejó a todos muy impresionados.
Personaje
importante durante muchos años fue nuestro perro Peregrine. Mi padre lo había
comprado mientras vivían en Pollensa y entonces era
un miembro central y muy querido en la familia. Mi padre lo describe en una
carta a su amigo Alberto Pérez:
Cómo es
posible que haya escrito una carta tan importante sin mencionar al Peregrine.
El Peregrine es mi perro campeón, un elegante pug blanco (Mopse, Carlin), como
el perro que mira al público desde los pies de la marquesa de Pontejos de Goya,
y en los autorretratos de Hogarth. Es un ser
estupendo, un dragón minúsculo (según Mario Vargas Llosa) que echa mucho humo y
ruidos increíbles.
Cuando
quisieron que el Peregrine se cruzara ya era un poco viejo. Mi madre no perdía
la esperanza y le compró todo tipo de productos geriátricos para que funcionara
la cruza. Años más tarde este perro se convertiría en un verdadero monstruo,
digno de El obsceno pájaro de la noche. Empezó a sufrir de cataratas, hubo que operarlo y,
para que no abriera los ojos, le cosieron los párpados con dos botones color
crema, que en esa enorme cara chata y negra resaltaban dándole un aire
simplemente terrorífico.
Los perros
siempre fueron muy importantes en la vida de mis padres, pero éste fue
especial, tanto así que al morir, mientras vivíamos en Sitges, quisieron
enterrarlo en la casa de Calaceite con una lápida que
lo conmemorara. El problema era mantenerlo en buenas condiciones durante su
traslado, así es que mi madre no encontró nada mejor que congelarlo en el
freezer de la casa. Se me prohibió acercarme, pero mi curiosidad de niña de
diez años pudo más y, al abrir la puerta del congelador, vi que el perro, con
la cara hacia delante y muy apretado en el reducido
espacio, aún miraba con los botones cosidos a sus párpados.
Creo que nunca
olvidaré esa imagen.
A mi primo
Martín le encargaron el traslado de Peregrine de Sitges a Calaceite, pues mis
padres partieron antes para preparar las pompas fúnebres de tan célebre
personaje. Martín lo envolvió en bolsas de basura y lo metió en una maleta con
la que viajó tres horas en tren y luego otra más en
autobús, mientras el descongelamiento inevitable hacía que la maleta goteara
incesantemente.
Pero las cosas
seguían su rumbo y una de ellas era la política y el modo en que sus pares del
Boom se relacionaban con el tema.
Mi padre, más
reacio a «la amistad», me describe esa época:
—Yo me sentía
lejano, porque en ese momento todo era política, era estar con o en contra de Fidel Castro. Tanto Carlos Fuentes como Gabriel
García Márquez como Vargas Llosa hacían política, estaban muy metidos en eso. A
mí la política nunca me ha hecho vibrar, aunque mis novelas sí tienen un fondo
político, esa es toda la política que concedo, es un poco lo que dice Ramokov
que debe tener un autor, que también lo tienen Chejov y Tolstoi, es escribir la
vida de ellos, pero no haciendo política.
»Yo he logrado
que la gente de derecha me tilde de izquierdista, y los de izquierda me tildan
de derechista».
En ese mismo
tiempo viven en Barcelona Mario Vargas Llosa con su mujer, Patricia Llosa, que
es mitad boliviana y pariente de mi madre. La amistad entre ellos se hace fuerte,
se admiran mutuamente, y mi padre le pide a Mario Vargas Llosa que le escriba
el prólogo de Coronación
para una edición de bolsillo. Gabriel García Márquez también vive en Barcelona,
pero mi padre, un poco celoso, creo yo, lo encuentra parco, menos humano y
amistoso que Mario. Además, están Sergio Pitol y Jorge Edwards. Todos ellos se
reunían constantemente durante el día para comer cualquier cosa en la
Tortillería Flash-Flash y, por las noches, en las profundidades art nouveau de la boîte Boccaccio. Eran la gauche divine
del momento, las mujeres guapas y bien vestidas; los hombres, talentosos y muy
sofisticados: Carlos Barral, el editor-poeta, y su mujer; los hermanos Moix, el
arquitecto Oriol Bohigas y Rosa Regàs; Óscar Tusquets y su mujer, Beatriz de
Moura; los hermanos escritores Juan, Luis y José Agustín Goytisolo; la
fotógrafa Colita.
También
existía un grupo numeroso de novelistas
hispanoamericanos que vivían autoexiliados por razones políticas, o bien por
huir de los fantasmas que en los propios países los ahogaban. Todos pasaron
largas temporadas fuera de sus países, de modo que el exilio, el cosmopolitismo
y la internacionalización como escritores fue lo que los unió y lo que dio
fruto a esa legendaria cofradía. La mayoría de las novelas capitales del Boom fueron escritas fuera del lugar de origen de
cada autor.
Mi padre creía
que este momento era ya el fin de ese fenómeno. Al igual que ve su inicio en
aquella fiesta en México en casa de Carlos Fuentes, en 1965, ve su fin como
unidad en una fiesta de Noche vieja de 1970 en Barcelona, en la casa de Luis
Goytisolo, donde estaban Cortázar, Vargas Llosa, García Márquez y otros. Esta
celebración, que marcó para él este comienzo del fin,
es descrita así en Historia personal del Boom:
María Antonia,
la mujer de Luis Goytisolo, presidía la fiesta, que, bailando ataviada con
bombachas de terciopelo multicolor hasta la rodilla, botas negras, y cargada de
alhajas bárbaras y lujosas, sugería un figurín de Léon Bakst para Scherezade o Petruska. Cortázar, aderezado
con su flamante barba de matices rojizos, bailó algo
muy movido con Ugné, su compañera; los Vargas Llosa, ante los invitados que les
hicieron rueda, bailaron un valsecito peruano, y luego, a la misma rueda que
los premió con aplausos, entraron los García Márquez para bailar un merengue
tropical. Mientras tanto, nuestra agente literaria, Carmen Balcells, reclinada
sobre los pulposos cojines de un diván, se relamía revolviendo los ingredientes de este sabroso guiso literario,
alimentando, con la ayuda de Fernando Tola, Jorge Herralde y Sergio Pitol, a
los hambrientos peces fantásticos que en sus peceras iluminadas decoraban los
muros de la habitación. Carmen Balcells parecía tener en sus manos las cuerdas
que nos hacían bailar a todos como a marionetas, y nos contemplaba, quizás con
admiración, quizás con hambre, quizás con una mezcla
de ambas cosas, mientras contemplaba a los peces danzando en sus peceras.
En esa fiesta
había un clima de esperanza, de coherencia, de unidad, pese a que ya se
traslucían las semillas de las divergencias que terminaron por, si no deshacer
amistades, por lo menos por enfriarlas. Se evidenciaban algunos zarpazos de los
excluidos y de celosos. Poco después estalló el caso
de Heberto Padilla en Cuba, donde una serie de hechos llevaron a este poeta a
leer en una sesión pública una carta de autocrítica donde se calificaba a sí
mismo de «contrarrevolucionario objetivo» y afirmaba que, a pesar de la
conmoción que su arresto había provocado, «no merecía estar libre»,
involucrando además a otros intelectuales cubanos que llamó al proscenio junto
a él.
Fue este caso el que, con todo su estruendo, puso fin a la unidad
entre los intelectuales latinoamericanos, dividiéndose entre quienes siguieron
apoyando las políticas culturales de Fidel Castro y los que no.
Con todo, los
contornos de este fenómeno son imposibles de fijar. Son sólo cuatro los nombres
que, si los definimos, componen para el público el «gratis» del Boom, la elite,
los «capos de mafia». Éstos eran y siguen siendo los
más exageradamente alabados y los más exageradamente criticados: Julio
Cortázar, Carlos Fuentes, Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa. Pero hay
muchos otros nombres importantes que engrosaron las líneas de este movimiento:
Augusto Roa Bastos, Manuel Puig, Mario Benedetti, entre otros.
Mi padre se
sintió integrante de este Boom por converger en un mismo
momento y en un mismo lugar con este grupo, pero intuyó que en el fondo nunca
fue parte importante del movimiento, al igual que en otros momentos de su vida
sintió su incapacidad de ser parte de un grupo o de un partido político. Sus
libros nunca tuvieron el éxito comercial alcanzado por los de sus pares, si
bien su calidad literaria nunca ha estado en duda.
El
obsceno pájaro
ya está suelto. En todas las librerías hay afiches
con la portada del libro, además de jaulas colgando con el libro adentro. Hay
entrevistas, reportajes fotográficos, avisos en los periódicos. Las
«precríticas», lo que dice Vargas Llosa, lo que dice García Márquez, lo que
dice Clotas, lo que dice Castellet. En fin, todo un mundo admirativo que se
moviliza.
El
lanzamiento, en diciembre de 1970, se realiza en un
edificio decorado por Picasso frente a la catedral de Barcelona. Hay 250
invitados. Mi padre no cabe en sí de felicidad, aunque con cierta ironía
escribe:
Por primera
vez toco el papel en que viene envuelto el triunfo. No sé lo que habrá de
verdadero, de valioso, adentro. Quizás no sea más que un mojón. Pero el papel,
esta temporada, es muy bonito.
Para esta
ocasión le ha comprado a mi madre, para que se luzca,
una capa negra que le llega hasta los pies y un sombrero con alón negro y botas
de cabritilla negra hasta las nalgas.
Es en esos
días cuando recibe el llamado de Época Films, los productores de Tristana, de Luis Buñuel, pues «el maestro» quería hablar
con él. Mi padre viajó inmediatamente a Madrid y estuvo tres días hablando con
el cineasta, interesado en hacer una película de El lugar sin límites. Incluso ya tenía el reparto y las
locaciones determinadas. El desarrollo del libro se trasladaría a un ambiente
español y el guión parecía estar definido. Buñuel estaba muy entusiasmado, pero
la censura española bajo Franco terminaría por hacer fracasar el proyecto.
Le escribe su
padre:
Buñuel hace
años que dice que ya no quiere hacer más películas.
Pero que si la censura pasaba esta película, la haría inmediatamente. Yo puse
cara larga: que no me atribulara, dijeron los productores, el gobierno español
tiene tantas ganas de que Buñuel siga filmando en España, que le aguantan cualquier
tema. Que no me preocupara, que ellos tienen mucha influencia. Tres días de
conferencia, apuro, almuerzo con un sordo (Buñuel es como una tapia) y demás. Luego, tres semanas de espera, telefonazos diarios, que
sí, que no, que parece, que... en fin, hasta que hace algunos días el
telefonazo definitivo: la censura española dice que no, definitivamente, Buñuel
o no Buñuel, que es una inmoralidad inaceptable, rechazada definitivamente y
sin apelación y ya está... esperanzas rotas.
Mi padre
empezó a sentir la necesidad urgente de un cambio. Otro
lugar, otra gente o simplemente estar solo. La gauche divine
era muy gauche y demasiado divine
para él. Sentía que no pertenecía completamente a ese grupo, pero los
frecuentaba, los observaba divertido, armando en su cabeza lo que luego sería Tres novelitas burguesas.
Entonces,
mágicamente, aparecerá el lugar indicado donde emigrar.
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