martes, 16 de febrero de 2021

Barcelona-Vallvidrera, 1969-1971 . CORRER EL TUPIDO VELO. PILAR DONOSO.

 

 


Barcelona-Vallvidrera, 1969-1971

 

Atraído por el mundo editorial e intelectual, Barcelona será su nuevo destino. Mi madre se angustia, no quiere más cambios, pero, muy a su pesar, quedarán varios traslados más, de ciudad, de país, de continente.

Al llegar a Barcelona mi padre ve a su mujer tan disminuida ante el terror de buscar nuevamente un departamento, que la deja instalada en un restaurante en el barrio de Vallvidrera y empieza a recorrer el sector, pues los precios eran razonables. Sin saber por qué —con esa visión que lo caracterizó para encontrar lugares espléndidos donde vivir, hallaba casas y departamentos que siempre tenían un carácter especial— va directamente a un edificio antiguo cerca del Tibidabo, barrio que en otra época había sido muy elegante. Toca el timbre y pregunta si alguno de los departamentos está en arriendo. Hay uno en el segundo piso. Era un departamento maravilloso, se asomaba sobre el precipicio del cerro Vallvidrera, con ventanales de medio punto de una altura de tres metros, de cara al Mediterráneo y a toda la ciudad de Barcelona. Tanto en su vida como en sus novelas las casas fueron puntos centrales para él.

Poco tiempo después de instalarse, las hemorragias uterinas de mi madre vuelven. Es operada de urgencia y se le practica una histerectomía. Al momento de internarse, mis dos abuelas están en Barcelona. Todo sale bien, a pesar de las constantes peleas entre las dos ancianas por definir cuál es merecedora de más amor de mi parte, lo que torna el ambiente un poco infernal. Una vez que mi madre se recupera, ambas señoras regresan a Chile y la calma vuelve al hogar.

Mi padre, que trabaja incansablemente para poner punto final a la novela, refleja sus dudas de la época en una carta fechada el 13 de mayo:

Elucubro sobre la posibilidad de que reescribir toda la primera parte antes de seguir con la segunda sea un error, simplemente seguir adelante, ya que al fin y al cabo esto no será The Final Draft. Creo que voy a seguir adelante en cuanto termine esta parte como está. Entonces, cuando tenga las primeras tres partes listas, que al fin y al cabo son las fáciles y rápidas, entonces la reescribiré en un final draft. Después seguiré con las dos últimas partes. Pero, por otro lado, me gustaría desgenetizar esta primera parte. En fin, that can wait. Probablemente sea lo más realista, ya que es lo más trabajado que tengo y lo más listo para presentar. Tengo que seguir adelante.

Por otro lado, pienso que debo reajustar toda la primera parte con una revisión final. En fin. Estoy muy confuso. Trataré de terminar esta semana esta parte. No es imposible.

Más adelante:

Me aterra, de pronto, el volumen que ha cobrado la parte dos, con el agregado tan lógico de la historia de los monstruos al final.

Me entusiasma tanto la idea y la encuentro tan lógica, que creo que me va a seducir para seguir adelante.

En realidad, no le voy a dar a leer a nadie nada hasta terminar la segunda parte. Es la novela imaginada. Esto está fantástico. La novela está tomando un orden nuevo y una nueva dirección. Sobre todo un orden.

En un cuaderno posterior anota el 3 de diciembre:

Estoy definitivamente terminando el libro.

Idea: una serie de cuentos sobre ropa: Los vestidos.

Bueno, tengo completo y total el trabajo en bruto hasta el final.

Nombre para la próxima novela: Los malos pasos, Los malos pensamientos, me gustaría empezar a planearla en Málaga este invierno y comenzar a escribirla aquí en Vallvidrera en la primavera que viene, quizás terminarla a fines de año.

Luego, el 7 de diciembre:

Mañana tengo que comenzar el último capítulo de mi novela. Superficialmente parece que no le temo. Pero durante el día de hoy no he pensado en él, quitándole el poto a la jeringa. Es un capítulo final que se compondrá de dos partes cortas. La primera parte es la más complicada desde mi punto de vista. La segunda tiene que estar maravillosamente escrita y sutilmente hecha.

En la tarde del miércoles puedo llevarle a Carlos Barral todo el material completo y llamar a Carmen Balcells. Quizás festejar en Boccaccio.

El obsceno pájaro de la noche llega a su punto final, después de años de distintas versiones, trabajo, frustraciones y satisfacciones. Es el cierre del círculo creativo. Escribe entonces a sus padres:

He decidido hacer una locura... no regresar a USA a enseñar. Estoy en la etapa más creativa de mi vida y no puedo archivarme en una universidad. El pájaro lo entrego definitivamente a fines de esta semana. Carlos Barral, que es muy parco, escribió una carta a Gallimard diciéndoles: «Se trata de una obra genial, de gran, gran calidad, una de las piezas mayores de la literatura contemporánea...», etc. Él es el dueño de la Editorial Seix Barral y gran autoridad.

Pero está asustado. Rechazar un sueldo seguro lo hace dudar de si tomar el riesgo de dedicarse a los proyectos que tiene en mente, dos novelas pensadas, un libro de cuentos y uno de ensayos.

En otra carta a su padre:

Las opiniones sobre El obsceno pájaro de la noche me han envalentonado. Tengo una carrera demasiado linda por delante, y mis años maduros más creativos, que no puedo tirar a la basura. De modo que... bueno, tengo que salir adelante, ser valiente, si hay que pasar hambre se pasará, aunque no creo, pero María Pilar está de mi parte... No hay pelea que ganar, ya está ganada: lo decidí. Las locuras generalmente me salen bien.

Hasta ese momento su agente literario era Carl Brandt, de Estados Unidos, pero esta relación no durará más tiempo ya que conoce en Barcelona a Carmen Balcells, quien desde entonces será siempre un personaje central en su vida. Brandt quedará por un tiempo sólo a cargo de los derechos para lengua inglesa.

Hablando sobre Carmen en esas largas conversaciones, sentados bajo la sombra de la flor de la pluma, en la terraza de nuestra casa en Santiago de Chile, se reía de sí mismo por la autoridad que esta mujer tiene sobre él:

—Llego donde la Carmen Balcells, justo antes de terminar El pájaro, bastante mágicamente, me parece. Ella estaba muy presente en nuestras vidas, iba a visitarnos a nuestro departamento a menudo. Es una catalana de gran carácter. Por ambición llegó a ser lo que es. Estudió letras en la universidad, Carlos Barral la conoció y la invitó a participar en la editorial para manejar toda la parte extranjera, ahí toma contacto con muchos escritores y crea lazos de amistad con ellos. Luego, se va de Seix Barral y funda su agencia. Trabajó mucho, tenía muy buen «ojo literario», sabía reconocer dónde iban las cosas. Con esta visión logra ser la agente literaria de Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa, Carlos Fuentes, Jorge Edwards y muchos escritores importantes que con el paso del tiempo fue reclutando. Hoy en día tiene una oficina elegantísima y es la más importante agente de la lengua castellana. Una vez dijo: «Pepe Donoso es el más escritor de todos mis novelistas», aludiendo a mi trabajo, porque veo las cosas literariamente. Ella entra en la función literaria de los otros escritores, pero no entra a la «cocina literaria», como la obligo yo.

»¿Si la quiero? No, no la quiero nada, me hace sufrir horriblemente, es una canalla, una perversa».

Mi padre espera mi reacción ante sus palabras y se ríe porque sabe que yo noto lo mucho que la quiere, admira, depende y, a la vez, teme sus opiniones. A pesar de que dice sobre ella:

—Es una mercenaria de la literatura y me inspira terror la autoridad de su tono, pero me pregunto admirado de dónde habrá sacado ella tanta sabiduría, además de un gran sentido del humor.

Años más tarde, Carmen Balcells será un personaje en la novela El jardín de al lado, caracterizada en Nuria Monclús, y de algún modo mi padre también será un personaje en esa novela, Marcelo Chiriboga, un escritor exitoso. Luego del funeral de mi padre llegaron unas condolencias dando el pésame a nombre de Nuria Monclús y Marcelo Chiriboga... por supuesto enviadas por Carmen Balcells.

La Editorial Seix Barral va a publicar El obsceno pájaro de la noche. Las editoriales norteamericanas Knopf, Harpers & Row y Dutton quieren publicarla. Le llegan noticias de posibles «grandes oportunidades» para él sobre algo «que alguien dijo», que «era posible, pero aún nada definitivo», que «otro editor dijo», que «tal crítico opinó».

En Francia, Editions du Seuil; en Italia, Bompiani, y Jonathan Cape en Inglaterra publicarán también la novela, además de Coronación. Postula entonces al Premio Biblioteca Breve, de Seix Barral, uno de los más prestigiosos de la lengua española en ese momento. La felicidad para él es absoluta. Sin embargo, huye a Marbella, escapando de la olla de grillos, respecto de los dimes y diretes del mundo editorial, que le producen un temor inmenso. Marbella le parece un paraíso terrenal:

Sofisticado, elegante, blanco, Gibraltar al frente, África al otro lado del agua, cerca de Cádiz, Málaga, Sevilla, Granada. Greta Garbo entrando a una boutique en la plaza de los Naranjos. La duquesa de Windsor con perros iguales al Peregrine, sólo que negros. La joven esposa de Alain de Roschild agonizando de una larga leucemia con las mostacillas al tope. En la fonda, en el bar, de noche, hay marquesas disfrazadas de hippies y hippies disfrazados de marquesas. Nosotros paseamos impertérritos en nuestro Seat 600 inmundo (hay agencia de Rolls Royce en este pueblo de veinte mil habitantes), con la Pilarcita y el Peregrine.

Pienso usar este mundo en una novela: tenemos nuestra «petite entree» a través de Mary Foxá, la viuda del conde Agustín de Foxá, inmundo embajador de Franco ante Perón, y ella, íntima de Evita, es muy linda, muy extraña, le está estrujando hasta la última gota a lo que le queda de sus blasones, y muy amiga nuestra.

Desde Marbella escribe una carta a sus padres, fechada el 26 de febrero de 1970:

Hace ya dos meses que los parlamentos van y los parlamentos vienen, que las intrigas se tejen y se entretejen alrededor de mi novela, que dicen y que no dicen, que me llaman por teléfono, que se publica un artículo en Madrid echándome abajo, otro ensalzándome, que se citan palabras de Carlos Barral falsamente, que ya no sé quién es mi amigo y quién mi enemigo... la faramalla usual en un caso así. ¿Pero se imaginan lo que significa para mí el ganarme el Premio Biblioteca Breve? Hasta en Chile tendrían que reconocerme y tendrán que reconocer, pese a sí mismos, que en Chile HAY novelistas.

Es el premio que consagró a Mario Vargas Llosa, se lo ha ganado Goytisolo, Carlos Fuentes el año pasado. Y como, por ser muy «hereje» como libro, no lo van a publicar en España, va a ser un escandalazo que lo va a vender muchísimo más. Y, según dicen, es una novela tan loca y tan extraña que tiene material de best-seller. Carlos Barral me dijo que desde que leyó La casa verde, de Vargas Llosa, y Rayuela, de Cortázar, no ha leído nada que lo haya conmovido más y le haya interesado más profundamente.

Una cosa buena: que si no me saco el premio, Carlos Barral me ha prometido que no figuraré, de manera que así no se desprestigie mi novela. Hoy deben estar llegando todos los escritores del jurado y todos los periodistas, y me escuecen las orejas de lo que estarán hablando de mí.

¡No saben la ilusión que me hace sacarme el dichoso premio! Podría significar, incluso, que me atreva a regresar a Chile. ¿Se dan cuenta de que, en ese caso, su hijo será, junto con Neruda, el escritor chileno más conocido en el extranjero, y el hombre de letras número dos de Chile? Sería la consagración. Bueno, esperar... esperar... La María Pilar no deja de rezar rosarios, hagan ustedes otro tanto o lo equivalente.

Para qué cito a la lechera... el cántaro se puede romper en cinco días más, las ilusiones, los proyectos son infinitos, entre ellos, naturalmente, traerlos a ustedes por un buen tiempo, además de ir nosotros a Chile a ver a mi Nana y llevarles a la niña para que la conozcan.

Bueno, viejos queridos, aquí los deja este hijo egoísta, egocéntrico y ambicioso. Hay una vida, hay que vivirla bien y gozosamente, con todo lo que tiene, y a la mayor altura posible. Jamás creí que se me presentaría la oportunidad para vivirla a la altura emocional, profesional y social a la que la estoy viviendo. Creo que muy pronto voy a «hacer» otra úlcera, qué horror. Un abrazo muy grande para los tres, y para la Claudia, Martín y el Pocho y demás Donosos.

En Marbella mis padres se reencuentran después de muchos años con Toño Fernández Muro y su mujer, Sarah Grilo, pintores extraordinarios, ambos argentinos, residentes en Nueva York. Amigos verdaderos, profundos, entrañables, con los que hubo un vínculo excepcional, al punto de que tratan de convencerlos de que abandonen Nueva York y se vayan a vivir a Barcelona con ellos.

No coincidirán ahí, sino en 1979 en Madrid, donde la amistad se hace aún más estrecha y de mutua admiración. Viajaremos con ellos y su nieta, Carolina Head, en un recorrido inolvidable en auto desde Granada a Marruecos, lleno de acontecimientos, accidentes, peleas y aventuras. Pero como suele ocurrir en la estrecha y larga convivencia, la amistad fue distanciándose cada vez más y luego nos veíamos con muy poca frecuencia.

De vuelta en Barcelona, con todas estas nuevas posibilidades, la situación económica mejora algo. Ha ahorrado e invertido su dinero en Estados Unidos en una cuenta en dólares. Se siente liberado, por un tiempo, de los problemas financieros y del yugo de su suegro, que los ha ayudado en los últimos años, pero no sin pasar la cuenta. Le está pagando lo que le adeudaba por la operación de úlcera como por otros gastos realizados. No era fácil pedirle dinero prestado a su suegro, le incomodaba profundamente ser un supuesto «príncipe consorte». Le escribe, entonces, a mi abuelo ante estos nuevos augurios económicos.

Me falta muy poco para completar lo que he «sacado» del patrimonio de María Pilar y pienso reponerlo todo. De modo que, además de haberle mantenido a su hija a mi suegro en bastante buen estado, «devuelvo» todo y no adeudaré ni un solo cinco a mi suegro.

Podré pagar el alquiler en Barcelona y una criada. Voy a ahorrar para que nos podamos dar lujos. Recuerdo la primera carta de casado que Jorge Valdivieso me escribió desde Roma: «Estamos ahorrando en todas las cosas de primera necesidad para poder darnos lujos». Es lo que pienso hacer.

Lamentablemente, no obtiene el Premio Seix Barral y se siente frustrado. Justo en ese momento pelean Carlos Barral y Víctor Seix, lo que concluye en la disolución de la editorial y, por consiguiente, el premio. Carlos Barral fundó independientemente Barral Editores, y con un nuevo premio trató de hacer renacer el Biblioteca Breve sin conseguirlo. En una comida mi padre discute acaloradamente con Carlos Barral y terminan peleándose por un tiempo. Barral le echaba en cara que publicara El obsceno pájaro de la noche con su rival. Ingenuamente mi padre le ofrece el manuscrito a Carlos Barral, con la intención de ayudar a su nueva editorial.

Me relata así este acontecimiento que lo perturbó durante semanas, pues era incapaz de enfrentar el conflicto:

—Le dije: te doy mi manuscrito, te lo regalo, para que tú formes una nueva editorial, y Carlos Barral se puso furioso conmigo: «¡Qué eres, un indigno de mierda!, ¡con esa barba mal cortada!, ¡te ves ridículo con tus anteojos pegados con scotch!», me dijo furioso. Lo consideró como una ofensa, como un insulto. Luego, las cosas se arreglaron entre nosotros, gracias, en parte, a las gestiones diplomáticas de Carmen Balcells.

Mi padre esa noche cayó en cama con un supuesto ataque de úlcera y Carlos Barral abandonó la fiesta con unas copas de más, llorando. Pasada esa noche ambos «corrieron un tupido velo» sobre el asunto y volvieron a ser tan amigos como antes.

Mi padre está lleno de sí mismo en ese momento, todo lo que no está relacionado con su ascendencia en la carrera literaria ha tomado un segundo plano. A pesar del apoyo incondicional de mi madre, la deja bastante sola y a mí también. Incluso temas como la tramitación final y legal de mi adopción, tan necesaria, ha quedado relegada frente a su enorme egocentrismo.

Los problemas que ocurren en Chile con su familia tampoco lo inquietan demasiado, a pesar de las preocupaciones que sienten sus padres con respecto de la reciente separación de su hermano Gonzalo de su mujer, Gaby Plate, que en ese momento vive en la casa de avenida Holanda con sus hijos: Claudia, Martín y Gonzalo. Mi padre, a su manera, les da consuelo:

Queridos viejos:

Veo que los Plate les preocupan, pero no se les dé nada, acuérdense lo que éramos nosotros a la misma edad. Yo, por lo menos, un verdadero monstruo... y tan mal no he salido, por lo menos hasta ahora. La adolescencia en los niños sensibles es terrible, larga y casi intolerable. Cuando son inteligentes, logran salir en parte de la adolescencia y de eso se trata. Cuando son tontos, o muy débiles, la adolescencia se los devora y se quedan con los mismos problemas toda la vida. No dudo de que la Claudia y Martín vayan a salir de la adolescencia porque los dos son muy inteligentes. Yo, personalmente, y quizás por afinidad, prefiero las adolescencias convulsionadas que las adolescencias planas... el fruto maduro, generalmente, es mejor y más interesante. Y me parece estupendo que la Gaby ponga casa por su cuenta y haga su vida, lo único que siento es la soledad de ustedes. Hay que dar comprensión y cariño, que no dudo de que ustedes darán, ofrecer un puerto de afecto, un refugio, quedándose siempre a un lado y sin exigir demasiado... Es absurdo aconsejarlos. ¿Pero qué voy a hacer desde aquí? Cuéntenme de Gonzalo, ténganlo al tanto de mis movimientos, para que así quizás nos encontremos.

A pesar del distanciamiento, al escribir a Chile no deja de sentir cierta nostalgia por un aislamiento afectivo: estar lejos de su historia, de los viejos amigos que le hacen falta, de su país. El aislamiento emocional le duele. Encuentro la siguiente nota en su cuaderno de la época:

Es increíble que si me dieran a elegir a pasar quince días con, digamos, mi gran amigo Juan Goytisolo, con quien tengo mucho tema y mucho afecto, o quince días con alguna prima solterona y bigotuda de Talca, me temo que casi seguramente elegiría esta última.

Mi padre siente que aún no se recupera bien de la operación de úlcera, que le queda poca energía vital y psicológica. En una carta a Alberto Pérez le dice:

Envejecí mucho, y fuera de los libros, y aun eso, no me interesa realmente casi nada. Lo único posible para mí es escarbar dentro de la poca tierra que adentro me queda, a ver si encuentro algo antes de llegar a la roca donde no hay respuesta. Y eso ya no tardará. Tengo que apresurarme. Mi hija, maravillosa, crece, pero como un monumento al tiempo que yo voy perdiendo y que ella va ganando, amenaza constante, envidia constante que matiza el amor, distancia infinita, ser cuya experiencia será de otro siglo que el mío, de otro milenio que el mío, rubia, ojos negros, alegre, libre, vital, todo lo que yo no soy y no he sido nunca.

La época de Barcelona está plagada de éxitos, amigos, reconocimiento, contactos y proyectos. Pero las dificultades económicas persisten y a pesar del adelanto por El obsceno pájaro de la noche, que en un momento pareció solucionar las cosas, la economía familiar tambalea nuevamente. Como bien dice Gabriel García Márquez: «Todos los editores son ricos y todos los escritores son pobres».

Mi padre nunca consiguió la estabilidad económica que hubiera querido. Los premios le fueron siempre esquivos y sus ventas nunca alcanzaron la envergadura de sus pares del Boom. Piensa en Chile y trata de crear una conexión entre su historia familiar y yo, su hija española. Me cuenta historias familiares, me describe la casa de avenida Holanda, las calles, me detalla aromas y sensaciones, me hace imaginar y tomar conciencia de la existencia de mis abuelos, de la Nana y de mis primos, y a contestar que yo soy chilena. Pero mi sentido de pertenencia a España es más fuerte y, a pesar de los esfuerzos que hace mi padre, me paso horas viendo corridas de toros por la televisión, hablo catalán, ceceo y digo «olé» y «vale».

La posibilidad de volver a Chile está excluida en todo sentido y se aleja cada vez más. Las noticias que llegan desde allá anuncian un clima político desastroso por las próximas elecciones. El país está convulsionado y dividido en bandos totalmente antagonistas. Esta vez Salvador Allende parece no tener contrincante y parece probable que sea electo. Mi padre dice a sus padres, de manera premonitoria, en una carta de julio de 1970:

Yo estaría muy por un gobierno revolucionario, pero Salvador Allende me parece lo último de lo último, y no votaría por él por ningún motivo. No sé qué gente lleva. Si lleva a Carlos Altamirano me parece horrible. Aquí hay gente que se está yendo de regreso a Chile porque están tan seguros que va a salir Allende. Para mí sería un motivo más para no volver a mi patria. Si sale Allende, ¿no habría, como corolario, un golpe militar de derecha casi inmediatamente?

La vida en Barcelona es uno de los momentos más felices en la vida de mi madre. Está siempre alegre, dispuesta a todo. La recuperación del «entorno social» es clave. Ella es por naturaleza sociable, acogedora con quien llegue a su casa. Sigue a mi padre a todos lados; es una suerte de secretaria que trata de resolver la parte práctica de la vida, sin mucho resultado, pero, desde luego, bastante mejor que mi padre. Se siente acompañada al estar rodeada de amigos, invitaciones y largas conversaciones. Es admirada por su elegancia y su estatura. Es bautizada por todos como la «Nefer de Barcelona», por sus características similares a las de la raza egipcia. En una conferencia, Rosa Regàs la recuerda así en esa época:

Donoso nos hacía reír mucho, y sobre todo nos hacía reír María Pilar. Yo recuerdo la primera vez que la vi, en casa de unos amigos comunes: ella bajaba por una escalera y llevaba un traje muy bonito, con una especie de capa que le llegaba casi hasta las rodillas. Entonces, cuando llegó abajo, estuvo hablando un momento con nosotros y se desabrochó la capa, se la quitó, se la volvió a abrochar en la cadera y le quedó una falda larga preciosa que nos dejó a todos muy impresionados.

Personaje importante durante muchos años fue nuestro perro Peregrine. Mi padre lo había comprado mientras vivían en Pollensa y entonces era un miembro central y muy querido en la familia. Mi padre lo describe en una carta a su amigo Alberto Pérez:

Cómo es posible que haya escrito una carta tan importante sin mencionar al Peregrine. El Peregrine es mi perro campeón, un elegante pug blanco (Mopse, Carlin), como el perro que mira al público desde los pies de la marquesa de Pontejos de Goya, y en los autorretratos de Hogarth. Es un ser estupendo, un dragón minúsculo (según Mario Vargas Llosa) que echa mucho humo y ruidos increíbles.

Cuando quisieron que el Peregrine se cruzara ya era un poco viejo. Mi madre no perdía la esperanza y le compró todo tipo de productos geriátricos para que funcionara la cruza. Años más tarde este perro se convertiría en un verdadero monstruo, digno de El obsceno pájaro de la noche. Empezó a sufrir de cataratas, hubo que operarlo y, para que no abriera los ojos, le cosieron los párpados con dos botones color crema, que en esa enorme cara chata y negra resaltaban dándole un aire simplemente terrorífico.

Los perros siempre fueron muy importantes en la vida de mis padres, pero éste fue especial, tanto así que al morir, mientras vivíamos en Sitges, quisieron enterrarlo en la casa de Calaceite con una lápida que lo conmemorara. El problema era mantenerlo en buenas condiciones durante su traslado, así es que mi madre no encontró nada mejor que congelarlo en el freezer de la casa. Se me prohibió acercarme, pero mi curiosidad de niña de diez años pudo más y, al abrir la puerta del congelador, vi que el perro, con la cara hacia delante y muy apretado en el reducido espacio, aún miraba con los botones cosidos a sus párpados.

Creo que nunca olvidaré esa imagen.

A mi primo Martín le encargaron el traslado de Peregrine de Sitges a Calaceite, pues mis padres partieron antes para preparar las pompas fúnebres de tan célebre personaje. Martín lo envolvió en bolsas de basura y lo metió en una maleta con la que viajó tres horas en tren y luego otra más en autobús, mientras el descongelamiento inevitable hacía que la maleta goteara incesantemente.

 

Pero las cosas seguían su rumbo y una de ellas era la política y el modo en que sus pares del Boom se relacionaban con el tema.

Mi padre, más reacio a «la amistad», me describe esa época:

—Yo me sentía lejano, porque en ese momento todo era política, era estar con o en contra de Fidel Castro. Tanto Carlos Fuentes como Gabriel García Márquez como Vargas Llosa hacían política, estaban muy metidos en eso. A mí la política nunca me ha hecho vibrar, aunque mis novelas sí tienen un fondo político, esa es toda la política que concedo, es un poco lo que dice Ramokov que debe tener un autor, que también lo tienen Chejov y Tolstoi, es escribir la vida de ellos, pero no haciendo política.

»Yo he logrado que la gente de derecha me tilde de izquierdista, y los de izquierda me tildan de derechista».

 

En ese mismo tiempo viven en Barcelona Mario Vargas Llosa con su mujer, Patricia Llosa, que es mitad boliviana y pariente de mi madre. La amistad entre ellos se hace fuerte, se admiran mutuamente, y mi padre le pide a Mario Vargas Llosa que le escriba el prólogo de Coronación para una edición de bolsillo. Gabriel García Márquez también vive en Barcelona, pero mi padre, un poco celoso, creo yo, lo encuentra parco, menos humano y amistoso que Mario. Además, están Sergio Pitol y Jorge Edwards. Todos ellos se reunían constantemente durante el día para comer cualquier cosa en la Tortillería Flash-Flash y, por las noches, en las profundidades art nouveau de la boîte Boccaccio. Eran la gauche divine del momento, las mujeres guapas y bien vestidas; los hombres, talentosos y muy sofisticados: Carlos Barral, el editor-poeta, y su mujer; los hermanos Moix, el arquitecto Oriol Bohigas y Rosa Regàs; Óscar Tusquets y su mujer, Beatriz de Moura; los hermanos escritores Juan, Luis y José Agustín Goytisolo; la fotógrafa Colita.

También existía un grupo numeroso de novelistas hispanoamericanos que vivían autoexiliados por razones políticas, o bien por huir de los fantasmas que en los propios países los ahogaban. Todos pasaron largas temporadas fuera de sus países, de modo que el exilio, el cosmopolitismo y la internacionalización como escritores fue lo que los unió y lo que dio fruto a esa legendaria cofradía. La mayoría de las novelas capitales del Boom fueron escritas fuera del lugar de origen de cada autor.

Mi padre creía que este momento era ya el fin de ese fenómeno. Al igual que ve su inicio en aquella fiesta en México en casa de Carlos Fuentes, en 1965, ve su fin como unidad en una fiesta de Noche vieja de 1970 en Barcelona, en la casa de Luis Goytisolo, donde estaban Cortázar, Vargas Llosa, García Márquez y otros. Esta celebración, que marcó para él este comienzo del fin, es descrita así en Historia personal del Boom:

María Antonia, la mujer de Luis Goytisolo, presidía la fiesta, que, bailando ataviada con bombachas de terciopelo multicolor hasta la rodilla, botas negras, y cargada de alhajas bárbaras y lujosas, sugería un figurín de Léon Bakst para Scherezade o Petruska. Cortázar, aderezado con su flamante barba de matices rojizos, bailó algo muy movido con Ugné, su compañera; los Vargas Llosa, ante los invitados que les hicieron rueda, bailaron un valsecito peruano, y luego, a la misma rueda que los premió con aplausos, entraron los García Márquez para bailar un merengue tropical. Mientras tanto, nuestra agente literaria, Carmen Balcells, reclinada sobre los pulposos cojines de un diván, se relamía revolviendo los ingredientes de este sabroso guiso literario, alimentando, con la ayuda de Fernando Tola, Jorge Herralde y Sergio Pitol, a los hambrientos peces fantásticos que en sus peceras iluminadas decoraban los muros de la habitación. Carmen Balcells parecía tener en sus manos las cuerdas que nos hacían bailar a todos como a marionetas, y nos contemplaba, quizás con admiración, quizás con hambre, quizás con una mezcla de ambas cosas, mientras contemplaba a los peces danzando en sus peceras.

En esa fiesta había un clima de esperanza, de coherencia, de unidad, pese a que ya se traslucían las semillas de las divergencias que terminaron por, si no deshacer amistades, por lo menos por enfriarlas. Se evidenciaban algunos zarpazos de los excluidos y de celosos. Poco después estalló el caso de Heberto Padilla en Cuba, donde una serie de hechos llevaron a este poeta a leer en una sesión pública una carta de autocrítica donde se calificaba a sí mismo de «contrarrevolucionario objetivo» y afirmaba que, a pesar de la conmoción que su arresto había provocado, «no merecía estar libre», involucrando además a otros intelectuales cubanos que llamó al proscenio junto a él.

Fue este caso el que, con todo su estruendo, puso fin a la unidad entre los intelectuales latinoamericanos, dividiéndose entre quienes siguieron apoyando las políticas culturales de Fidel Castro y los que no.

Con todo, los contornos de este fenómeno son imposibles de fijar. Son sólo cuatro los nombres que, si los definimos, componen para el público el «gratis» del Boom, la elite, los «capos de mafia». Éstos eran y siguen siendo los más exageradamente alabados y los más exageradamente criticados: Julio Cortázar, Carlos Fuentes, Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa. Pero hay muchos otros nombres importantes que engrosaron las líneas de este movimiento: Augusto Roa Bastos, Manuel Puig, Mario Benedetti, entre otros.

Mi padre se sintió integrante de este Boom por converger en un mismo momento y en un mismo lugar con este grupo, pero intuyó que en el fondo nunca fue parte importante del movimiento, al igual que en otros momentos de su vida sintió su incapacidad de ser parte de un grupo o de un partido político. Sus libros nunca tuvieron el éxito comercial alcanzado por los de sus pares, si bien su calidad literaria nunca ha estado en duda.

El obsceno pájaro ya está suelto. En todas las librerías hay afiches con la portada del libro, además de jaulas colgando con el libro adentro. Hay entrevistas, reportajes fotográficos, avisos en los periódicos. Las «precríticas», lo que dice Vargas Llosa, lo que dice García Márquez, lo que dice Clotas, lo que dice Castellet. En fin, todo un mundo admirativo que se moviliza.

El lanzamiento, en diciembre de 1970, se realiza en un edificio decorado por Picasso frente a la catedral de Barcelona. Hay 250 invitados. Mi padre no cabe en sí de felicidad, aunque con cierta ironía escribe:

Por primera vez toco el papel en que viene envuelto el triunfo. No sé lo que habrá de verdadero, de valioso, adentro. Quizás no sea más que un mojón. Pero el papel, esta temporada, es muy bonito.

Para esta ocasión le ha comprado a mi madre, para que se luzca, una capa negra que le llega hasta los pies y un sombrero con alón negro y botas de cabritilla negra hasta las nalgas.

Es en esos días cuando recibe el llamado de Época Films, los productores de Tristana, de Luis Buñuel, pues «el maestro» quería hablar con él. Mi padre viajó inmediatamente a Madrid y estuvo tres días hablando con el cineasta, interesado en hacer una película de El lugar sin límites. Incluso ya tenía el reparto y las locaciones determinadas. El desarrollo del libro se trasladaría a un ambiente español y el guión parecía estar definido. Buñuel estaba muy entusiasmado, pero la censura española bajo Franco terminaría por hacer fracasar el proyecto.

Le escribe su padre:

Buñuel hace años que dice que ya no quiere hacer más películas. Pero que si la censura pasaba esta película, la haría inmediatamente. Yo puse cara larga: que no me atribulara, dijeron los productores, el gobierno español tiene tantas ganas de que Buñuel siga filmando en España, que le aguantan cualquier tema. Que no me preocupara, que ellos tienen mucha influencia. Tres días de conferencia, apuro, almuerzo con un sordo (Buñuel es como una tapia) y demás. Luego, tres semanas de espera, telefonazos diarios, que sí, que no, que parece, que... en fin, hasta que hace algunos días el telefonazo definitivo: la censura española dice que no, definitivamente, Buñuel o no Buñuel, que es una inmoralidad inaceptable, rechazada definitivamente y sin apelación y ya está... esperanzas rotas.

Mi padre empezó a sentir la necesidad urgente de un cambio. Otro lugar, otra gente o simplemente estar solo. La gauche divine era muy gauche y demasiado divine para él. Sentía que no pertenecía completamente a ese grupo, pero los frecuentaba, los observaba divertido, armando en su cabeza lo que luego sería Tres novelitas burguesas.

Entonces, mágicamente, aparecerá el lugar indicado donde emigrar.

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