sábado, 31 de mayo de 2025

FILÓSTRATO CARTAS DE AMOR FRAGMENTOS

 



FILÓSTRATO CARTAS DE AMOR 

1 [A un jovencito]

1 Las rosas, dejándose llevar por sus hojas como si fueran alas, se han dado prisa por llegar hasta ti. Acógelas con cariño, ya por ser el recuerdo de Adonis, ya la tintura de Afrodita2, ya los ojos de la tierra3. Cierto es que al atleta le corresponde el acebuche, al Gran Rey la recta tiara4 y al soldado el yelmo, pero 1 Ep. 29 en la edición de Olearius. 2 El episodio de la muerte de Adonis herido por un jabalí y el sufrimiento de la diosa Afrodita están Intimamente ligados al nacimiento y al color de la rosa, pero las versiones literarias de este detalle etiológico son múltiples. En el Canto fúnebre por Adonis de Bión (frg. 1.64-66) las rosas brotan de la sangre de Adonis y, a su vez, Nicandro (frg. 65 Schn. = Escolio a Teócrito V 92) re lata que la diosa, mientras corría para encontrarse con su amado malherido, se pinchó con las espinas de la rosa y la flor, que hasta entonces había sido blan ca, quedó teñida con su sangre (cf. Ep. 4). 3 Los ojos empleados como metáfora por la parte más hermosa. En la no vela de Aquiles Tacio (II 1) se reproduce la letrilla de una canción dedicada a la rosa en la que se la llama entre otras cosas «ornato de la tierra» y «ojos de las flores». 4 La «recta tiara» es conjetura de Boissonade a partir de una intuición de Wesseling basada, a su vez, en Jenofonte, Anábasis II5, 23, pasaje en el que se recoge que éste era atributo exclusivo del Gran Rey de los persas. 120 FILÓSTRATO a un jovencito hermoso las rosas, por la afinidad en el aroma y por la familiaridad en el color; sin embargo, no serás tú quien se ciña con las rosas, sino ellas contigo5.

 2 [A una mujer]6 Te he enviado una corona de rosas, no tanto para honrarte —aunque en verdad también para esto—, como para hacer un favor a las propias rosas, para que no se marchiten7. 5 Nótese cómo con este ocurrente final Filóstrato no sólo invierte el géne ro del anathematikón (genus dedicatorium) al privar al regalo de su condición excepcional, sino que al mismo tiempo se está invirtiendo o anulando la estruc tura priamélica, pues el aserto de que la rosa compete a los jovencitos (resalta do sobre el de que el olivo, la tiara o el yelmo corresponden al atleta, el rey o el soldado respectivamente) es invalidado en el momento en que se afirma que es realmente el joven el ornato de la flor. Este tipo de construcción antitética se puede leer en Ep. 2 y 9 y es corriente en los epigramas de la Antología Palati na (cf. V 90, 91 y 142 anónimos y V 143 de M eleagro). 6 Ep. 30 en la edición de Olearius. Algunos manuscritos de la familia 1 in titulan «Al mismo» o «A un jovencito». 7 Sobre este tipo de anathematikón invertido en el que el regalo no benefi cia al destinatario, sino que aquél se ve favorecido por éste, véase la nota 5. Re mitimos también a las páginas de nuestra «Introducción» donde se reproduce el poema de Ben Jonson «A Celia», en el que el poeta inglés se expresa en térmi nos idénticos a los del sofista. Bibliografía sobre la influencia del epistolario de Filóstrato sobre la obra de Ben Jonson puede consultarse en A. R. Benner, F. H. Fobes, The Letters of Alciphron, Aelian and Philostratus, Cambridge (Mass.)-Londres, 1949, pag. 417. CARTAS DE AMOR 

 3 [A un jovencito]8 121 Los lacedemonios se vestían con corazas teñidas de púrpu ra, bien para impactar a sus enemigos por el sobrecogimiento que produce su color, bien para no distinguir la sangre por la si militud del tinte9. Vosotros, en cambio, hermosuras, tenéis que pertrecharos sólo con rosas y aceptar de los amantes esta arma dura10. Así, el jacinto11 le corresponde al mozalbete blanqueci no, el narciso al moreno, pero la rosa a todos, porque también fue mozalbete hace tiempo12, y flor, y medicamento y ungüen to13. Ellas persuadieron a Anquises, ellas desalmaron.a Ares, 8 Ep. 27 en la edición de Olearius. Los manuscritos de la familia 1 intitulan «Al mismo». 9 Noticia tomada de las Antiguas costumbres de espartanos 24 de Plutar co (Mor. 238F), de donde se suprime la primera de las razones por la que se vestían de púrpura, a saber: porque lo consideraban un color muy varonil. So bre esta misma anécdota escriben también Jenof. (Anábasis 12, 16, La repú blica de los lacedemonios 11.3), Eliano (Historias curiosas V I6) y V alerio Máximo, I I 6,2 y en los tres casos se refieren a una túnica (no una coraza) coin cidiendo con la lectura —quizá la facilior— de los manuscritos de la familia 1. 10 Nótese el paso al ámbito metafórico de la militia amoris. 11 Todavía hoy sigue siendo discutida la identificación del jacinto griego. En lo que no parece haber dudas es en el tono oscuro de sus pétalos (cf. Ep. 36 —no en vano la flor brotó de la sangre del joven Narciso—) y que en ellos po día leerse un signo parecido a la ípsilon mayúscula (Y), inicial del nombre del muchacho, o las letras alfa e iota (AI), que serían el lamento de Apolo por ha ber provocado su muerte. 12 En cierto modo la rosa fue el joven Adonis (cf. Ep. 1). 13 Para la rosa como fármaco, cf. Anacreónticas LV 24 (Brioso) «remedio de dolientes es la rosa» (así también Dioscórides, 199 y Plinio en su Historia natural XXI73 ss„ y en el Papiro de Oxirrinco II135 se cita como ingredien te específico para el dolor de oído). En cuanto a la rosa como ungüento, el so fista quizá tenga en mente el aceite de rosas (rodelio) con el que la diosa unge el cadáver de Héctor para preservarlo de las alimañas y la corrupción (Ilíada XXIII186). 122 FILÓSTRATO ellas recordaron a Adonis que viniera14, ellas son el cabello de la primavera, ellas los resplandores de la tierra, ellas las antor chas del amor. 

 4 [A un jovencito]15 Me acusas de que no te haya enviado rosas, pero yo no hice esto por indiferencia ni porque sea una persona incapaz de amar, sino porque veía que, como eras pelirrojo y estabas coro nado con tus propias rosas, no te hacían falta flores ajenas. Ho mero no ciñó con corona al pelirrojo Meleagro16, ya que esto hubiera supuesto un segundo fuego sobre el fuego, y un doble tizón sobre aquél17, pero tampoco a Aquiles, ni a Menelao, ni a 14 Anquises, Ares y Adonis son conquistas de la diosa Afrodita, aquí repre sentada por su flor. Anquises es el padre de Eneas, seducido por la diosa mien tras apacentaba sus reses en el Ida; la versión más célebre de los amores de Ares y Afrodita es la que relata el aedo Demódoco en la Odisea (VIH 266 ss.); y en cuanto a Adonis, Filóstrato alude a la disputa que Afrodita y Perséfone mantenían por hacerse con los favores del joven, disputa que Zeus dirimió dis poniendo que aquél pasara una tercera parte del año con cada diosa y el otro tercio con quien quisiera. Finalmente Afrodita consiguió que el joven perma neciera siempre con ella esa tercera parte en la que aquél podía elegir. 15 Ep. 37 en la edición de Olearius. La mayoría de los manuscritos de la fa milia 1 intitulan «Al mismo». 16 En verdad, cuando Homero menciona al héroe etolio (Iliada II642 y IX 543 ss.) nunca lo presenta coronado. 17 Alusión al mito según el cual, cuando Meleagro nació, las Moiras advir tieron a su madre Altea de que mientras el tizón del hogar ardiera el niño segui ría vivo. Por ello la madre guardaba el tizón en un cofre. Pero cuando Melea gro mató a su tío, el hermano de Altea, durante la cacería del jabalí de Calidón, aquélla enfurecida volvió a echar al fuego el tizón y el joven perdió la vida. En Ep. 21 se menciona en un contexto similar una «corona de fuego» para referir se a una guirnalda de rosas. CARTAS DE AMOR 123 los demás que en su obra lucen un largo cabello. Esta flor es te rriblemente envidiosa, efímera y muy rápido llega a su fin18, y se dice que además tuvo su origen en una penosísima causa; esto es: la espina de las rosas pinchó a Afrodita cuando pasaba, según cuentan ciprios y fenicios19. No nos coronemos con san gre. Escapemos de una flor que ni siquiera respeta a Afrodita20. 

 5 [A un jovencito]21 ¿De dónde eres, jovencito? Dime por qué tan inconmovible te muestras en amores ¿De Esparta dirás? ¿No viste, entonces, a Jacinto, no te coronaste con su herida22? ¿Acaso de Tesalia? 18 En su carácter efímero radica precisamente su belleza (cf Aq. Tac., Π 36, 2). Este mismo motivo será retomado en Ep. 51. 19 Cf. Ep. 1. En este caso parece que se pone la sangre de la diosa en el ori gen de la flor y no del color. Por otra parte, el nombre del padre de Adonis, Ci- niras, es de origen fenicio. 20 La última frase podría admitir importantes diferencias interpretativas se gún la lectura de los códices que se adopte. Entendemos que del texto transmi tido por los manuscritos de la familia 2 se extrae una interpretación más acor de con el contenido de la carta, ya que el destinatario insiste, por las razones expuestas y el argumento de que ni siquiera perdonaron a la diosa, en que no es necesario el uso de las rosas para una guirnalda. Sin embargo, el texto transmi tido por los códices de la familia 1 (allá ti; me stephanoúmetha ánthos, ho onde Aphrodites pheídetai;) podría contener un curioso aprosdóketon final para la carta, recurso del que ya hemos visto que gusta Filóstrato, que además estaría acorde con el tratamiento privilegiado que la rosa tiene para un amante, y que en cierto modo daría la razón al amado que quiere que se le manden rosas: «¿Entonces qué? ¿No nos vamos a coronar con una flor que ni siquiera evita a Afrodita?»; esto es: «¿vamos a despreciar nosotros una flor que se atreve con la propia diosa?». 21 Ep. 41 en la edición de Olearius. La mayoría de los manuscritos de la fa milia 1 intitulan «Al mismo». 22 Entiéndase «con las flores que brotaron de la sangre derramada de su he rida»; cf. Ep. 3. 124 FILÓSTRATO Entonces, ¿no te enseñó tampoco Aquiles de Ftía23? ¿Acaso de Atenas? ¿No pasaste, pues, junto a Harmodio y Aristogiton24? ¿Acaso de Jonia? ¿Y qué más delicado que esa tierra de donde son los Brancos25 y los Claros26, los querubines de Apolo? ¿Acaso de Creta, donde más grande es Eros, que vaga en tomo a sus cien ciudades27? Un escita me pareces y un bárbaro proce dente de aquel altar y sus inhospitalarios sacrificios28. Puedes, 23 Pasaje alusivo a la relación de Aquiles y Patroclo, cuya intrepretación erótica, según Ateneo (XIII, 601A y 602E), remonta al menos a los Mirmido nes de Esquilo. 24 Se refiere a las estatuas que en honor de estos dos amantes paradigmáti cos y tiranicidas se erigieron en el ágora de Atenas y todavía Pausanias pudo ver (18, 5). El episodio del magnicidio (Aristogiton mató a Hiparco, hijo de Pi sistrato y hermano de Hipias, al saber que su amado Harmodio iba a ser forza do por aquél) es recogido por Heród., V 55, V I123, Tucíd., 120 y V I54 o los Escolios áticos (PMG 893-896). 25 Pastor amado por Apolo al que dotó del don de la profecía. Fundó el san tuario de Dídima, en la Jonia asiática, que llegó a gozar de fama similar al de Delfos. Este episodio mítico es mencionado por Longo (IV 17), en un contex to muy similar al de la carta, por Luciano (Diálogos de los dioses 6.2), por los Himnos álficos (34.7) y sobre todo por Calimaco (frg. 194 = Yambos 4.28-31) y Clemente de Alejandría (Misceláneas V 8,48). Otras fuentes completas son Varrón, citado por los Escolios a la Tebaida de Estado VIII198 y Co- nón 33 (FGH 26 FI). Este personaje será citado nuevamente en Ep. 8 y 57. 26 Teopompo en el Escolio a Apolonio de Rodas 1308 transmite dos versio nes sobre la fundación de Claros, ciudad jonia junto a Colofón. Se atribuye bien al héroe epónimo o bien a Manto, la hija de Tiresias. 27 Creta «la de las cien ciudades» o hekatómpolis es epíteto homérico (¡lia da II649) en referencia quizá a la populosidad de la isla. Estrabón (X 4, 15) explica el origen de las diferencias entre éste y el otro epíteto similar con el que Homero designa la isla, «la de las noventa ciudades» (Odisea XIX 174). En cuanto a que fuera sede de Eros, cf. Anacreónticas XIV 22 ss. (Brioso): «Cre ta la opulenta, en que de villa en villa Amor su culto tiene abierto». Además esta idea puede tener, dado el contexto, como trasfondo la conciencia de que tradicionalmente se considerase Creta como la cuna de la pederastía. 28 El pueblo escita es paradigmático para designar la barbarie. Sobre sus CARTAS DE AMOR 125 por tanto, honrar tus costumbres patrias. Así que, si no quieres salvarme, coge tu espada. No voy a pedir indulgencia, no te mas; deseo incluso una herida29. 

 6 [A una mujer]30 Si te muestras casta, ¿por qué sólo conmigo? Si complacien te, ¿por qué no también conmigo?31 sangrientos sacrificios y su adopción y adaptación por los laconios, véase la también filostratea Vida de Apolonio de Tiana 6.20. Aristéneto también se servirá del motivo en Ep. II20. 29 Una vez más Filóstrato gusta de los juegos conceptuales basados en una construcción priamélica, en este ejemplo negativa. Tras dejar claro que este jo ven, detractor amoris, no es de ninguna de las regiones griegas citadas, sino de tierra bárbara, en lugar de recriminárselo o rechazarlo, lo da por válido si aca so con una pasión aún más intensa y autodestractiva. 30 Ep. 43 en la edición de Olearius. Los manuscritos de la familia 1 intitu lan «A un jovencito» o «Al mismo». 31 Sobre la estructura poética de esta epístola, véase el comentario en nues tra «Introducción». Además de los epigramas de Estratón (Antol. Palat. XII 235) y Nicarco (Antol. Palat. XI 252), o, como señalan A. R. Benner, F. H. Fobes, The Letters..., ad loe., los versos de Proper., Π 22, 43 (Aut si es dura, nega: sin es non dura, venito!), la carta puede confrontarse también con otras composiciones del de Sardes en las que se recoge en forma de paradoja el com portamiento inconstante de los jovencitos, también conocido como «tópico de los vilanos del abrojo»; cf. Antol. Palat. XII203: «Me besas cuando no quiero; te beso cuando no quieres. Eres fácil, si te rehuyo; difícil, si te abordo»; otra va riante latina y de tipo heterosexual puede leerse en el Eunuco de Terencio (812 s.): novi ingenium mulierum: / nolunt ubi velis; ubi nolis cupiunt ultro. Una variante del motivo puede leerse también en Aristén., Ep. II 16 (cf. n. 370). 126 FILÓSTRATO 

 7 [A un jovencito]32 Como soy pobre te parezco más deshonroso33. Y lo cierto es que incluso el propio Eros va desnudo, y las Gracias y las estre llas34. Veo también a Heracles en los cuadros cubierto con una piel de fiera y las más veces durmiendo en el suelo35, y a Apolo 32 Ep. 44 en la edición de Olearius. La mayoría de los manuscritos de la fa milia 1 intitulan «Al mismo». 33 Esta epístola responde al esquema de los «encomios paradójicos» cita dos en la «Introducción», aunque en este caso puede entenderse bien como un encomio de la pobreza, bien como una variante del progimnasma del vituperio, unpsogos ploútou o «vituperio de la riqueza» (como en Owio.,Amoresl 10,53 ss.). También en Ep. 38 puede leerse que los pobres son protegidos de la divi nidad, idea que también aparece en M enandro, frg. 256 (Κ.-Th). Por otra par te, las concomitancias entre esta carta (y Ep. 23) y los pasajes de Tibul., 15,61 ss. (encomio de la pobreza) y II3,79-80 (castigo voluntario) hicieron postular un origen común de la epistolografía erótica y la elegía latina en la elegía eró tica helenística. 34 Utilización sesgada de la iconografía mitológica en los exempla adu cidos por el remitente. En el caso de Eros y las Gracias se los representa desnu dos como paradigma de belleza natural, sin aditamentos, no de la pobreza; cf. Proper., I 2, 8 Nudus Amor formae non amat artificem', y el frg. 87 (CA) de Euforión: charítessin apharésin. Que las Gracias están desnudas es, además, frase recogida en las colecciones de paremiógrafos antiguos (Apostolio, 182, Zenobio, 136, Gregorio de Chipre, 133). Aristéneto se sirve del mismo mo tivo en Ep. II21. 35 La imagen de Heracles cubierto con la piel del león de Nemea y durmien do en el suelo que el remitente asegura haber visto en cuadros podría estar re mitiendo veladamente a las también filostrateas Imágenes (cf. Π 22 «Heracles y los Pigmeos»). Pero la referencia en la carta a «dormir en el suelo» puede ser igualmente una alusión a la thyraulía, o imagen del amante durmiendo en la puerta de la amada, uno de los elementos que forman parte del paraklausíthy ron, uno de los topoi que, a su vez, configuran el género de composición litera ria del kdmos. Para las koimeseis epi thyrais de los amantes, véase el ilustrativo pasaje del Banquete platónico (183a). El motivo se repite en Ep. 14. Por su par te, el epistológrafo Aristéneto se servirá del motivo en varias composiciones. CARTAS DE AMOR 127 con un liviano calzón lanzando el disco, disparando el arco o corriendo36; en cambio, los reyes persas viven con voluptuosi dad y se entronizan altivos alegando como prueba de majestad su mucho oro. Por ello sufrieron de tan mala forma el ser ven cidos por los indigentes griegos. Era un mendigo Sócrates, pero corría a cobijarse bajo su capa raída el rico Alcibiades37. La po breza no es motivo de reproche, ni la fortuna exime de culpa a nadie en su relación con el prójimo. Mira el teatro: el pueblo lo componen los pobres. Mira los juicios: los pobres se sientan en el tribunal. Mira las batallas: mientras que los ricos con sus ar maduras de oro abandonan la formación, nosotros, en cambio, destacamos por nuestro valor. Y en la actitud que tenemos con vosotros, hermosuras, observa cuánta diferencia hay. El rico se ensoberbece con el que ha seducido, como si lo hubiera com prado. El pobre da las gracias como quien ha sido objeto de pie dad. Aquél se vanagloria de su presa, el pobre guarda silencio. Además el ilustre achaca la conquista a los recursos de su atrac tivo personal; el pobre, en cambio, a la benevolencia de quien la concede. El rico envía en calidad de mensajero a un adulador, a un parásito, a un cocinero y a los camareros; el pobre, a sí mismo, para no perder en estos menesteres el honor de hacerlo él mismo. El rico, cuando ha hecho un regalo, de inmediato queda de manifiesto, pues el asunto se pone en evidencia para 36 También en Imágenes 124 Filóstr. se recrea en la descripción de Apo lo lanzando el disco que hirió de muerte a Jacinto, aunque no se menciona su indumentaria. En cualquier caso, la interpretación de la prenda citada en la car ta se presenta ambigua, ya que el término griego zoma puede hacer referencia a una túnica corta o calzón (con lo que se incidiría en la liviandad de la vesti menta), pero también a un cinturón o talabarte de cuero del que la divinidad lle varía colgadas sus armas (con lo que se incidiría en la desnudez). 37 Para la relación de Sócrates y Alcibiades, véase preferentemente el Ban quete de Platón (219b-d). La imagen de Alcibiades bajo el manto del filóso fo puede leerse también en los Amores de Luciano (54). 128 FILÓSTRATO la multitud de los que están al corriente, de manera que ningu no de los vecinos ni de los viandantes que por allí pasan se que dan sin conocer el hecho. El que tiene trato con un amante po bre pasa desapercibido, pues no va unida a la demanda la indiscreción, evita dilvulgarlo entre ajenos, para que no surjan rivales en amores entre los que son más poderosos que él (cosa fácilmente esperable), y no confiesa su suerte, sino que la ocul ta. ¿Qué más puedo decir? El rico te llama su amado; yo mi dueño. Aquél su lacayo; yo mi dios. Aquél te considera una par te de su patrimonio; yo, en cambio, todo lo mío. Por eso, si aquél se enamora de nuevo de otro, tendrá la misma disposición con él; el pobre, en cambio, se enamora sólo una vez. ¿Quién es capaz de quedarse contigo cuando estás enfermo? ¿Quién de quedarse en vela? ¿Quién de seguirte al campo de batalla? ¿Quién de interponerse ante una flecha disparada? ¿Quién de caer por ti?38 En todo eso soy rico. 

 8 [A un jovencito]39 De que, pese a que soy extranjero, te ame, no te asombres: no se puede condenar a los ojos por extranjería40, pues la belle 38 Las interrogaciones retóricas del remitente enlazan con la creencia gene ralizada de que un ejército formado por amantes y amados puede llegar a ser invencible, al modo del célebre «batallón sagrado» tebano. Son muchos los pa sajes que lo testimonian·. Plat., Banquete 178e-179a, Jenof., Banquete 8, 32- 34, Plut., Erótico 17 (Mor. 761B-C), Charlas de sobremesa 16 (Mor. 618D), Pelópidas 18, Ateneo, XIII, 561F, 602A. Sobre Gorgidas como creador del batallón tebano, véase Polieno, Estratagemas Π 5. 39 Ep. 46 en la edición de Olearius. Los manuscritos de la familia 1 intitu lan «Al mismo». 40 El remitente se presenta como «víctima» de una graphs xenías (así en el Atica o xenelasía en Laconia), proceso (generalmente con castigo de destierro) CARTAS DE AMOR 129 za prende en ellos del mismo modo que el fuego y es preciso que aquélla resplandezca para que éstos se incendien inmedia tamente; pero ni con los oídos ni con los ojos hay que hacer dis tingos entre extranjeros y ciudadanos, sino que para ambos son los mensajeros del alma41. Desde luego Branco42 no huyó de Apolo porque fuera extranjero, ni Hilas43 de Heracles, ni Atim- nio44 de Radamante, ni Patroclo45 de Aquiles, ni Crisipo46 de Layo. También amaba a Esmerdies47 Polícrates el Samio, y al al que se sometía a los extranjeros que habían usurpado derechos de ciudada nía. La carta se incluye en el tipo que se ha dado en llamar encomio paradójico y la argumentación es típicamente escolar, basada en una batería de exempla (¡veintitrés!), de los que once son mitológicos (Branco, Hilas, Atimnio, Patro clo, Crisipo, Esmerdies, Agesilao, Asclepio, Zeus, Ganimedes y el Fénix) y doce de la naturaleza o realia (lluvia, ríos, Nilo, sol, alma, ruiseñor, golondri na, alción, elefante, letras, tisú y magos). Este mismo tema reaparecerá en Ep. 28. 41 Filóstrato introduce una variante o ampliación del topos de los ojos como vía de acceso de la pasión erótica asimilándolo al del «amor de oídas». 42 Cf. Ep. 5, n. 25 43 Hilas es hijo de Teodamante, rey de los dríopes, amado por Heracles. Durante una escala en la expedición de los argonautas, el joven fue raptado por las ninfas de una fuente, lo que provocó que el hijo de Zeus abandonara la ex pedición. Así lo relata Apolonio de Rodas en Argonáuticas 1207 ss. Especial mención merece la reelaboración literaria del motivo en el Idilio XIII de Teócr. 44 Atimnio es una aguda corrección de Boissonade por el transmitido Li- cimnio. Atimnio es hijo de Zeus y Caisopea, al que Apolodoro en su Bibliote ca (III 6) presenta como amado por los cretenses Radamante, Minos y Sarpe don, hijos de Zeus y Europa. 45 Cf. Ep. 5, n. 23. 46 Hijo de Pélope violado por Layo (cf. Ateneo, XIII, 602F). Este episodio se disputa con el de Orfeo en Tracia los orígenes mitológicos de la pederastía. 47 Episodio homoerótico narrado por Eliano (Historias curiosas IX 4), quien también cita la relación con Anacreonte: Polícrates, celoso de Anacreon te, hizo que el joven Esmerdis se cortara la cabellera (cf. Ateneo, ΧΠ, 540C y Anacreonte, PMG 366 y quizá también PMG 347, frg. 1). 130 FILÓSTRATO jovencito persa48 Agesilao (no conozco el nombre del mozalbe te). Foráneas son también las lluvias para la tierra, los ríos para el mar, Asclepio49 para los atenienses, Zeus para nosotros50, el Nilo51 para los egipcios y el sol para todos. Extranjera es tam bién el alma para el cuerpo, el ruiseñor para la primavera, la go londrina para la casa, Ganimedes52 para el cielo, el alción53 para la roca, el elefante54 para los romanos y el ave Fénix55 para los indios: ésta es extranjera y además se demora; y a la cigüeña, en cambio, quienes primero la ven también la veneran56. Foráneas 48 El nombre del jovencito persa es Megabates según Jenof., Agesilao 5 y Plut., Agesilao 11. 49 Recuérdese que su principal centro de culto estaba en Epidauro, en la Ar golide. 50 Quizá haya de entenderse que el remitente escribe en un contexto roma no y no griego, y probablemente también que éste sea uno de los pocos realia extralingüísticos que identifiquen remitente y autor. 51 La ubicación de las fuentes del Nilo fue ya tema de debate en el mundo antiguo. 52 La variante mítica más común, la del rapto de Ganimedes mientras pas toreaba en los montes de Troya por Zeus metamorfoseado en águila, fue pronto motivo paradigmático en la erótica pederástica de la literatura clásica. 53 Alcíone, hija de Eolo, fue metamorfoseada en ave por Zeus y Hera por comparar su felicidad conyugal con la de los dioses y castigada a poner sus huevos en la orilla con lo que el mar terminaba llevándoselos. Finalmente Zeus se apiada y hace que los vientos se calmen siete días antes y después del sols ticio de invierno para que pudiera incubarlos. Éstos son los llamados «días del alción». 54 Aunque el marfil era ya utilizado desde época arcaica, los griegos cono cieron el empleo de los elefantes como medio de guerra en la Batalla del Hidas- pe en la que Alejandro se enfrentó al rey Poro (326 a. C.), mientras que los ro manos en la invasión de Pirro (280 a. C.). 55 Cada quinientos años, según los de Heliópolis (así en Heród., Historias Y Ti). 56 E lian o en su Historia natural X 16 hace referencia a esta misma prácti ca referida a los egipcios. CARTAS DE AMOR 131 son también las letras, pues llegaron de Fenicia57, y el tisú de los seres58 y el saber divino de los magos, cosas todas estas de las que hacemos uso con más placer que de las de la tierra, porque rara es la posibilidad de adquirir aquéllas, mientras que a la po sesión de éstas, en cambio, le damos poco valor59. Mejor es también el amante extranjero, en la medida en que está más li bre de sospecha por ser desconocido, y de cara a pasar desaper cibido es más reservado. Pero si precisas que esté instalado, ins críbeme y sé mi Zeus Fratrio y mi Apolo Patrio, pero mi tribu que sea la de Eros60. 

 9 [A un jovencito]61 ¿Qué les ocurre a las rosas? Antes de estar a tu lado eran hermosas, genuinas rosas (porque yo no las habría enviado si no hubieran merecido que las tuvieras), pero al llegar se mar chitaron inmediatamente y expiraron62. No sé con exactitud la 57 Es un hecho admitido que el alfabeto griego procede del fenicio (cf. H e- ród., Historias V 58), aunque más complejo es elucidar cuándo, dónde y en qué circunstancias se produjo la adaptación. 58 El «tisú de los seres» (Serón hyphaí) es corrección de Boissonade (mo riente Wesseling) por un ininteligible «ninfas de las sirenas» (Seirinôn nytnp- hai) de los códices. 59 La idea de que aquello que es escaso o ajeno es también de más valor pasó pronto a ser proverbial. 60 Las tribus (phylaí) eran divisiones territoriales basadas en pertenencia a grupos de parentesco y, aunque su organización, estructura e importancia fue variando con el tiempo, puede decirse que constituían la base de la sociedad y dominaban la vida política. Aquí la nota erótico-humorística de Filóstrato es evidente. 61 Ep. 33 en la edición de Olearius. La mayoría de los manuscritos de la fa milia 1 intitulan «Al mismo». 62 Agudo juego de palabras, como bien señala F. Conca, Alcifrone. Filos 132 FILÓSTRATO causa, pues no quisieron decirme nada, pero es fácil deducirla: no soportaron verse superadas en gloria, ni resistieron la rivali dad contigo, sino que, tan pronto como tocaron una piel más aromática, al instante murieron. Así también le sucede al farol superado por un fuego mayor, y las estrellas se apagan cuando no pueden mirar de frente al sol. 

 10 [A un jovencito]63 A los pájaros los acogen los nidos, a los peces las rocas, los ojos a los jóvenes hermosos64. Aquéllos emigran, cambian de residencia y se establecen aquí o allá (pues los guían las esta ciones según lo van marcando); pero cuando la belleza ha flui do una sola vez hasta los ojos ya no se aleja de esa morada. Así también yo te acogí y te llevo por doquier en las redes de mis trato... Lettere d’amore, Milán, 2005, ad loe., con esta forma verbal (apépneu- se) que también puede significar «perdieron su aroma». La carta recoge una nueva variante del género anathematikón con las rosas como protagonistas: el regalo, en lugar de ser motivo de encomio —que lo es, como bien aclara el re mitente en el paréntesis— queda desvirtuado en presencia del destinatario (véase en este mismo sentido en el epigrama de Antol. Palat. V 143 de M eleag., cómo se mustia la corona en las sienes de Heliodora). Una constante en este tipo de género de composición literaria es la personificación del regalo, en nuestro caso rosas que no sólo son capaces de sentir pudor o vergüenza, sino que incluso poseen la capacidad de hablar (cf. Ep. 20,46,54 y 63). También en Aristén., Ep. I 3, el aroma de Limone supera todas las fragancias del locus amoenus. 63 Ep. 50 en la edición de Olearius. La mayoría de los manuscritos de la fa milia 1 intitulan «Al mismo». 64 La imagen de los ojos como órganos captores de la imagen del ser ama do está aquí ampliada con la metáfora venatoria de la red. La carta va adqui riendo un tono creciente en el que la pasión amorosa va llevando a la obnubi lación o embotamiento de los sentidos del amante. CARTAS DE AMOR 133 ojos; y si llego a la montaña65, te me asemejas a un pastor que sentado es capaz de seducir a las rocas66; y si llego al mar, el mar te hace emerger como a Afrodita las profundidades67; y si a una pradera, destacas entre las propias flores. En verdad nada semejante brota allí. Porque, por muy hermosas que sean y do tadas de encantos de otro tipo, por el contrario duran un solo día. Y es cierto que cuando estoy junto a un río, éste se desva nece —no me explico cómo— y, en su lugar, creo que eres tú el que fluye, hermoso, grande, mucho mayor que el mar. Y cuando miro al cielo pienso que el sol se pone y que deambula en algún tipo de nivel inferior, y que en su lugar luce quien yo quiero. Y si además se hace de noche, veo sólo dos estrellas, al Héspero68 y a ti. 65 La forma transmitida por los códices de la familia 2 (la familia 1 omite la frase completa) kán te émporós tis («si llego como un viandante») ha trata do de ser corregida desde las primeras ediciones. Preferimos la conjetura de Westermann kán t’ ep’ oros ti más acorde con el contexto anafórico y paleográ- ficamente plausible. 66 Entiéndase «con tu hermosura». Con este impossibile se quiere aludir a Orfeo como paradigma mitológico, músico capaz de mover rocas, animales y árboles con su arte. 67 La figura de Afrodita anadyomene o emergiendo del mar es paradigmá tica en la écfrasis de la belleza femenina. Lo anecdótico aquí es que la carta es de orientación homoerótica masculina, de hecho de algún manuscrito se dedu ce que el destinatario es una mujer, como índica J. F. Boissonade, Philostrati Epistolae..., Paris-Leipzig, 1842, pág. 142: nam satimpro tous kaloùs exhibet tàs kalás. Esta advocación de la diosa volverá a ser citada en Ep. 36 y en Aris- tén., Ep. 17. 68 El Héspero como astro más hermoso de la bóveda celeste es citado ya así en Iliada XXII 318

viernes, 30 de mayo de 2025

LA FILOSOFÍA N LA EDAD MEDIA DESDE LOS ORÍGENES PATRÍSTICOS HASTA EL FIN DEL SIGLO XIV

 



 PREFACIO 

 La primera edición de esta obra data de 1922. Al presentarla de nuevo, después de veinte años, bajo una forma mucho más amplia, hemos respetado su primitivo carácter. Sigue tratándose de una visión de conjunto de la filosofía medieval, escrita para lectores cultos que deseen iniciarse en estas cuestiones.

 Los especialistas, o quienes aspiren a serlo, disponen de un admirable instrumento de trabajo en la segunda 'sección del Grundriss der Geschichte dar Philosophie, de Friedrich Ueberweg: Die patristische und scholastische Philosophie, undécima edición, publicada por Bernhard Geyer, Berlín, E. 8. Mittler, 1928. No se pueden aportar más hechos, ni más inteligentemente interpretados, en un volumen menor; sus indicaciones bibliográficas son de una riqueza inmensa, y de ahí es de donde toda inves tigación personal debe tomar su origen. Los que prefieran una orientación filosófica en toda esta masa de hechos estudiarán con provecho los dos volúmenes de la Histoire de la philosophie médiévale, de Maurice de Wulf, París, J. Vrin, 1934, 1936. 

En ella encontrarán, además de los complementos bibliográficos necesarios para el período 1928-1936, una serie de estudios históricos llevados según principios filosóficos definidos, y que se benefician de su luz. Por fin, para situar el pensamiento medieval en su relación con el conjunto de las tradiciones griegas de las que es here dero —punto de vista tan necesario como los precedentes—, debe leerse la Philosophie du moyen age, por Emile Bréhier (París, Albin Michel, 1937), cuya claridad y precisión no dejan nada que desear. Más adelante seña laremos otras obras generales sobre el mismo tema, cada una de las cuales se recomienda por sus propios méritos, que nosotros no pretendemos su plir. Nuestra intención no ha sido escribir una obra de erudición, o presen tar una serie de monografías sobre los principales pensadores de la Edad Media, ni siquiera citar todos los nombres propios conocidos, cosa que, en cierto sentido, hubiera sido más fácil, sino simplemente contar una his toria tal como se puede apreciar en sus líneas más generales después de haberla estudiado y enseñado durante muchos axlos, seleccionando de sus HHL HHL 8 Prefacio momentos principales sólo aquello que pueda aclarar su sentido general. 

 Las divisiones por siglos y por series de autores no representan aquí más que simples marcos. Con frecuencia podrían ser distribuidos los filósofos y los teólogos según series diferentes, por razones distintas y a veces me jores; pero esperamos que en cada caso nos serán reconocidas las que nos han aconsejado el orden que hemos creído deber adoptar. El índice de nombres propios permitirá reunir cuanto se relaciona con el mismo personaje y ver en qué otros marcos se le podría, quizá, inscribir. 

Las indicaciones bibliográficas han sido reducidas al mínimo, ya que al menos uno de los trabajos que indicamos remite por regla general a todos los demás. Aun cuando hemos creído que debíamos ahorrar al lector las referencias en una obra de este género, hemos conservado y aumentado las citas en las cuales el latín técnico, aunque sólo sea por su vigor, es con frecuencia irreemplazable. 

Por otra parte, el texto se comprende siempre sin ellas y da, de ordinario, su equivalencia. Accediendo a un deseo frecuentemente expresado, hemos añadido a esta historia dos capítulos de introducción al pensamiento filosófico de los Padres de la Iglesia. Finalmente, con objeto de rectificar ciertas ilusiones ópticas, de otro modo inevitables, todos estos acontecimientos han sido situados en el marco ampliado de una historia de la cultura intelectual de la Edad Media, disminuyendo así, según espero, la separación que existe siempre entre semejantes esbozos históricos y la complejidad de lo real. A pesar de este esfuerzo por abarcar lo más exactamente posible lo concreto, es necesario confesar que toda historia de la filosofía de la Edad Media presupone la decisión de abstraer esta filosofía del medio teológico en que ha nacido y del cual no es posible separarla sin violentar la realidad histórica. Puede verse que no hemos admitido ninguna línea de demarcación rigurosa entre la historia de la filosofía y la historia de la teología, no solamente en la época patrística, sino incluso en la Edad Media. 

 De ahí no se sigue que no se pueda hablar en justicia de una historia de la filosofía medieval. Nada más legítimo, desde el punto de vista de la historia general de la filosofía, que hacerse cuestión del desarrollo y proceso de los problemas filosóficos planteados por los griegos, a lo largo de los catorce primeros siglos de la era cristiana. Sin embargo, si se quiere estudiar y comprender la filosofía de esta época, hay que buscarla donde se encuentra, es decir, en los escritos de hombres que se presentaban abiertamente como teólogos o que aspiraban a serlo. La historia de la filosofía de la Edad Media es una abstracción sacada de esa realidad, más vasta y más comprensiva, que fue la teología católica medieval. 

No hay por qué sorprenderse de las incesantes referencias que, en el curso de esta obra, se hacen a problemas propiamente teológicos; antes al contrario, dichas referencias recordarán provechosamente la simbiosis de estas dos disciplinas intelectuales durante la larga serie de siglos que tenemos que recorrer. 

 Una obra tan general no se escribe sin que su autor contraiga innumerables deudas respecto de los que le han precedido en el estudio de las HHL HHL Prefacio 9 mismas cuestiones. Hemos reconocido expresamente muchas, pero nos es imposible reconocerlas todas. Las dimensiones de esta obra no han aco bardado la generosa amistad del sacerdote André Combes, profesor del Instituto Católico de París, que ha tenido a bien leerla manuscrita y sugerirnos numerosas correcciones, varias de las cuales afectaban no sólo a la simple forma, sino también al fondo. Otra deuda para con él, de naturaleza más precisa todavía —puesto que se trata de páginas redactadas a petición nuestra—, será señalada más adelante, en su lugar; pero desea mos expresarle desde ahora nuestro más vivo agradecimiento. E. G.

jueves, 29 de mayo de 2025

VIDA Y OBRA DE GALDOS (18 43-1920)


 


Este estudio se propone mostrar la unidad interior de la obra galdosiana y el desarrollo orgánico del mundo de Galdós, que va de la Historia a la Mitología, de la Materia al Espíritu, de España a la Humanidad. Desarrollo que no es una evolución, sino una formación, un depurado crecimiento, en el cual cada etapa creadora no anula la anterior: la incorpora a una realización necesaria de su mundo. Dickens, Balzac, Zola, y especialmente Cervantes, forman el fon do sobre el cual se destaca la obra de Galdós. Cervantes, además de transmitirle la forma irónica para captar un personaje y plantearse un problema o concebir un conflicto, le guía en el estudio del complejo de la cristalización de la cultura española. Galdós se forma un concepto de la historia y de la vida, primero con las ideas de Comte y Taine, después con las de Hegel y Schopenhauer. En este trabajo no se encontrará ni un análisis de las obras de Galdós ni un estudio de los temas que constituyen el mundo galdosiano. Obras y temas se han tenido en cuenta en tanto que nos mostraban el significado de la Obra y sólo en el grado que ayudaban a ello. # # # Me han ayudado a preparar esta nueva edición las Señoras Flor Urrutia de Menéndez, y Sacha Casalduero junto con los Señores An gel Del Río y Charles A. Me Bride, a quienes me complazco en dar las gracias, J. C. New York, 1961.

miércoles, 28 de mayo de 2025

Cristina Rivera Garza Nadie me verá llorar fragmento

 




Cristina Rivera Garza

Nadie me verá llorar

 

 

 


Título original: Nadie me verá llorar

Cristina Rivera Garza, 1999

Ilustración de la cubierta: El suicidio de Dorothy Hale, óleo sobre madera (1939), de Frida Kahlo

Fotografía de la autora: Ernesto Lehn

 

 

 

 


 a lrg

Para Hilda Garza Bermea y Antonio Rivera Peña

 

 


Esta enferma observa buena conducta. Le gusta trabajar, es dedicada y tiene buen carácter. La enferma habla mucho, ésta es su excitación.

«Estudio psico-patológico de la enferma Matilda Burgos del pabellón tranquilas, primera sección».

 Profesora Magdalena O. viuda de Álvarez

Departamento de sarapes y de rebozos

Mixcoac, D.F., Manicomio General,

30 de junio, 1935

Beware of those who say we are the beautiful losers

Diane Di Prima, Pieces of a Song

 

 


1

Reflejos, gradaciones de luz, imágenes

 

Vemos por algo que nos ilumina;

por algo que no vemos.

Antonio Porchia

 

—¿Cómo se convierte uno en un fotógrafo de locos?

Dentro de la cabeza de Joaquín Buitrago hay un zumbido de abeja que no lo deja dormir ni descansar en paz. Matilda. Una palabra, un batir de alas. Despierto, con los músculos tensos y los ojos abiertos, enciende un cerillo. La luz anaranjada del fósforo alumbra sus dedos manchados de nicotina y la carátula del reloj de bolsillo bajo la cual las dos manecillas doradas, encima la una sobre la otra, parecen haberse detenido para siempre a las doce en punto. Con la misma llama enciende la lámpara de petróleo, el quemador izquierdo de la estufa y un cigarrillo Monarca. Hay sobre su rostro una sombra casi violeta a punto de convertirse en sonrisa que, sin embargo, se queda congelada en una mueca sobre los labios. Aun sin verla, la expresión lo molesta, lo avergüenza, pero no puede hacer nada para borrarla. Está alegre. Pero no sabe qué hacer con la alegría.

Sin camisa, Joaquín se pasa de cuando en cuando el pañuelo por la frente y alrededor del cuello para eliminar el sudor. Al mismo tiempo pone a hervir agua en una olla de peltre azul. Está preparando la emulsión de almendras dulces, clorhidrato de morfina y jarabe de flor de naranjo que ya no mitiga su insomnio crónico pero cuyo olor de cualquier manera lo hace soñar, aun con los ojos abiertos y los músculos tensos. Lo ha intentado todo, las tinturas de colombo, de cuasia, de genciana, de quina: treinta centímetros cúbicos de cada una mezclado con diez centigramos de morfina. Tres cucharadas al día. Veinte. Vasos enteros. También ha probado el opio en agua de almidón; el bromuro de potasio, perfecto para aquellos atacados por preocupaciones del espíritu, afecciones morales depresivas y esfuerzos intelectuales excesivos; el bromuro de sodio, recomendado en casos de constante irritación; el paraldehído en jarabe de laurel de cerezo o en agua de tilo. Su insomnio ha vencido todos los remedios. Al final, sólo la emulsión de almendras es capaz de apaciguarlo mientras aguarda el amanecer en el horizonte. Entonces, entre las seis y las ocho de la mañana, duerme sobre su catre justo cuando todos los demás despiertan y la ciudad vuelve a juntarse en su nudo de ruido y velocidad.

La luz lo distrae. No lo puede evitar. Apenas el ámbar cruza el límite movedizo entre la oscuridad y la falta de oscuridad, sus pupilas van detrás del color como por instinto. Son muchos años ya de perseguir la luz como se persigue a un animal. Años de esconder el rostro y el cuerpo detrás de lentes, esterópidos Gaumont comprados en París y cámaras Eastman o Graflex traídas directamente de Rochester. Son ya muchos años inútiles, años extendidos como un lienzo de muselina negra horadado a veces, muy pocas veces, por algunos agujeros luminosos, efímeros. Luciérnagas como mujeres y viceversa. Inmóvil, preso una vez más de su automatismo fototrópico, Joaquín observa las cuatro paredes de su cuarto. Aspira el humo del cigarrillo, se coloca las madejas de cabello grasoso detrás de las orejas, cruza los brazos sobre su pecho desnudo y observa. No hay nada que haga o recuerde con mayor placer. Joaquín es un hombre tenso, alguien que sólo se siente cómodo en los márgenes de los días, detrás de los espejos. Bajo la luz mortecina que produce el petróleo, las sobrepuestas capas de pintura crean paisajes umbrosos sobre los muros de adobe de su cuarto. Hay un bosque otoñal extendido sin orden ni dirección determinada. Al fondo emergen montañas de aguamarina y cielos encapotados de púrpura. Aquí y allá aparecen los hocicos abiertos rojos de ira y melancolía de los perros y, en el fondo, en lo que fue tal vez la primera capa de pintura original, hay rizos de nieve blanca obligados a caer por los embates del salitre y la humedad de todas las temporadas de lluvia. La nieve. La nieve del tiempo, mansa y blanca, duradera. Por un momento, el deseo de sentir los copos de nieve es tan agudo que Joaquín tiene que cerrar los ojos. Entonces, refugiado en la penumbra de su cabeza, recuerda cuánto le disgusta el color blanco.

—Matilda —murmura mientras mueve la cabeza de izquierda a derecha y vierte un poco de la emulsión en un pocillo de barro. El líquido deja un escozor amargo en la punta de la lengua. Una vez en el estómago, los almendros y la flor de naranjo crean una tarde fresca en los labios.

—¿Cómo se convierte uno en fotógrafo de locos? —le había preguntado. Joaquín, desacostumbrado a oír la voz de los sujetos que fotografiaba, pensó que se trataba del murmullo de su propia conciencia. Ahí, frente a él, sentada sobre el banquillo de los locos, vistiendo un uniforme azul, la mujer que debería de haber estado inmóvil y asustada, con los ojos perdidos y una hilerilla de baba cayendo por la comisura de los labios, se comportaba en cambio con la socarronería y altivez de una señorita de alcurnia posando para su primera tarjeta de visita. Él había hecho tantas después de todo, cientos de ellas. Antes de llegar a las cárceles y, después, al manicomio, ya era un profesional de la fotografía. Un hombre de levita y zapatos boleados ante el cual las mujeres más diversas se abrían como puertas. Bastaba una frase, cierto tono sugerente en la voz, para propiciar la mejor coquetería y el más honesto exhibicionismo femenino. Lo que él buscaba era el azoro, el rasgamiento del pudor, su misma médula. Antes. No desde hacía muchos años. No hasta volver a encontrar a Matilda. En lugar de recargarse sobre la pared y mirar en silencio el vacío, ella se había inclinado hacia la cámara, y acomodándose el largo cabello de caoba con gestos seductores, formuló la única pregunta que le recordaba la muerte. La suya.

El fotógrafo pudo haberle respondido lo que siempre se decía a sí mismo: la maldita morfina. O lo que nunca se decía a sí mismo pero que hoy, este 26 de julio a las tres treinta de la tarde, le llegó de repente a su cabeza: Roma, la imposibilidad de la luz romana. Por algunos instantes, todavía incapaz de creer que una loca le preguntara aquello, estuvo tentado a contarle el milagro de sus tres años en Italia. 1897. El ejercicio voraz de la fotografía. Roma fija para siempre en papeles albuminados, placas de plata sobre gelatina. Roma, hiriendo sus retinas de veintiséis años. Tres veranos muy largos. Un paisaje de lomas, nubes, ríos. Una mujer: Alberta. Roma que había partido su vida en dos: antes y después. Antes Alberta, y después la morfina.

—¿Cómo te llamas? —el sonido de su propia voz lo sorprendió.

—Matilda. Matilda Burgos.

Repitió el nombre un par de veces tratando de mantener la atención de la mujer en la lente. Luego, la tercera, la cuarta vez, empezó a degustarlo, a masticarlo, a exprimirlo. Ella cedió. Su sonrisa primero y después sus ojos. La mujer ya estaba posando. En ese momento la luz de julio se transformó y las aguas del Tíber llegaron a sus rodillas. Alberta estaba gritando su nombre y agitando sus manos como si él se encontrara en la otra orilla.

—Aquí estoy —le dijo.

—No, tú estás aquí —murmuró la mujer llevando la mano de él hacia sus piernas. Joaquín no supo qué hacer. Ella lo atrajo hacia sí, mesó sus cabellos y se burló de su torpeza.

—¿Entonces, cómo se convierte uno en un fotógrafo de locos? —la pregunta de Matilda lo sacó de las aguas del Tíber y lo regresó a Mixcoac.

En voz muy baja, totalmente inaudible, Joaquín se dijo a sí mismo: «Todo fracaso comienza con la luz, con el deseo de atrapar la luz para siempre». Luego, molesto, reaccionando con la hostilidad habitual, dijo algo en voz alta:

—Mejor dime cómo se convierte uno en una loca.

Por toda respuesta Matilda alzó los hombros y le hizo un guiño con el ojo izquierdo.

—¿De verdad quiere que le cuente?

Joaquín Buitrago, que había olvidado la risa, se asombró al sentir en sus labios el estruendo de una carcajada. El eco recorrió el manicomio y, como si no tuviera más lugar a donde ir, se le introdujo por las orejas. El sonido invadió su cabeza todo el día y toda la noche. No era el monótono zumbido de una abeja, sino el estrépito de un vaso de cristal rompiéndose en la sangre. Como siempre a las seis de la mañana, cayó rendido, engarruñado y todavía tenso sobre su camastro maltrecho.

martes, 27 de mayo de 2025

INTRODUCCIÓN Los ESTUDIOS DE REYES SOBRE GOETHE LUIS MARTÍNEZ

 



INTRODUCCIÓN Los ESTUDIOS DE REYES SOBRE GOETHE 

 Una persistente fascinación PEDRO HENRfQUEZ UREÑA, el amigo y preceptor, había establecidolas lecturas fundamentales que debía hacer todo aspiranteahombreculto: Homero,lostrágicos, Platón, Dante, Shakespeare, Goethe.Alfonso Reyes, el discípulo adicto, seguiría la prescripción. Pero le añadió los autores españoles, Góngorasobretodo,ynuevaslecturasfrancesas,especialmente Mallarmé. Los griegostendránunalargafrecuentación,que culminará en los grandes estudios de su época de madurez (1939-1950). 

Dante y Shakespeareaparecerán en la obra de Reyes como un trasfondo perma nente, y al florentinodedicará unas páginas perspicaces ahora recupe radas (“Dantey la cienciadesu época”).Laafición a Goethe seráunade las constantes enla obra de Alfonso Reyes, tanto como lasde Góngoray Mallarmé, predilecciones todas que tuvieron sus primerasmanifesta ciones en estudios de Cuestiones estéticas, de 1911. El breveensayo“Sobre lasimetríaenla estéticadeGoethe”, fechado en abrilde 1910,cuando su autor iba acumplir21 años, no es el intento de un principiante sino una especie deapuntecasual a propósito deuna particularidadene! arte literariode Goethe.

Aunque laobservación de la simetría no sea sorprendente, el lector tiene la impresión de que existe una viejafamiliaridad del joven autorcon las parejasde personajes del Fausto, de Las afinidades electivas y del Wertherque entrecruzan sus destinos como en pasos de danza. Después de este testimonio inicial, a lo largo de su carrera literaria, Reyes sigue frecuentando las obras de Goethe, y escribe mucho acerca de él. En dos ocasiones publica estudios paracumplir requerimientos externos: las conmemoraciones del primercentenario de la muertedel sabio en 1932 y delsegundo centenariodel nacimientoen 1949.

 Un lus tro más tarde, en 1954, libre de presiones, publicó la Trayectoria de Goethe. Y en los intermedios, Reyes retocó, corrigió, desechóy amplió sus apuntes, empeñado en dibujar elperfil humano y el sentido de la obra de un personaje que le fascinaba, acaso más que ningún otro. 7 El primer “Rumbo a Goethe” Después de aquel primer ensayo de 1910, en las décadas siguientes nada sobre Goethe había publicado Reyes. A fines de 1931, larevista Sur, recién fundadaenBuenos Aires,pidióa Reyes, entonces embajador en Río de Janeiro, un artículo paralaconmemoración delcentenariode Goethe. ReyescontestóaVictoriaOcampo:“Improvisará sobreGoethe.” Abriendo el número 5, del verano de 1932, se publicó “Rumbo a Goethe”. Al principio de su extenso estudio —.80 páginas de la revista—, dice Reyes con vivacidadexpresiva: La obligación del aniversario me arrebataestas cuartillas en desorden y estas digresiones a medio escribir. Ni siquiera tuve tiempo de ser conciso. 

 Ojalá el lectorperdone mis rodeos, mis idas y venidas. Poruna vez,acudo al toque de revista con el dormán desabrochado y el lazo deshecho todavía. Peor seríafaltan tengo mis motivos para haceracto de presencia. Explica en seguida que “Goethe y los trágicos griegos me acom pañaron en laprimeraaventurahacia mfmismo”. Y que si ya ha cumpli do a su maneracon los trágicos, le faltaba su confesión goethiana. El “Rumboa Goethe”, cJe Sur, muestra que Reyestenía muchasnotas sobreel tema,que aquíordenó provisionalmente en cuatro secciones.

 1, “Laperspectiva”; II, “Unasnotas”; III,“Examendealgunasobjeciones”, yIV, “DesdeAmérica”. No se detieneen el relato de la vida ni se refiere especialmente a las obras de Goethe. Dándolas por conocidas, va anali zando cuestiones relativas: las circunstancias del mundo y de las ideas en el momento del centenario y las reacciones antigoethianas, en la primera sección. En lasegunda, la más sustancial, expone un racimo de temas goethianos: la idea de lacultura, las cienciasy la especialización, la formación del artista, el germano en Italia, la viday la obra, simetrías o afinidades electivas, “todas las posibilidades del espíritu”, burguesía y mundanismo, mejoramiento social y las mujeres de Goethe. En la ter cera, en que revisa las objeciones contraGoethe, se refiere a individuo y sociedad, la universalidad, la energía de normalidad, el interés por sí mismo, elolimpismo y lahumanidad, con referencia alviaje aItalia. 

Y en la cuarta sección escribe sobre Virgilioy Goethe, las repercusionesdel Fausto en la poesía de Manuel José Othón, la curiosidad que sentía Goethe por América, sus relaciones y afinidades con Humboldt —con un intermediosobre la Güera Rodríguez—, y en fin se preguntapor la posibilidad de un Goethe hispanoamericano. Para Reyes, la consigna 8 que nosda el sabio es ésta: “Cuando cada vecino barra el frente de su casa, todos los barrios de la ciudad estarán limpios.” 

Y añade Reyes: “No esperemos a que las instituciones nos salven: hagámonos capaces de concebir instituciones mejores.” Las páginas de este “Rumbo a Goethe” siguen siendo una intro ducción muy sugestiva, así sufran del desorden y la falta de concisión que ya señalaba su autor. El nuevo “Rumboa Goethe”ysus ampliaciones El extenso estudio de 1932 nunca se reprodujo. Mientras tanto, su autor volvió a trabajar en aquellos temas. En 1949, cuando Reyes se encon traba ya en México, en ocasión del segundocentenario del nacimiento de Goethe, publicó un ensayo sobre la “Ideapolítica de Goethe”, en el volumen de homenajepromovidopor la Unesco, entoncesdirigida por JaimeTorres Bodet. Años más tarde, a propósito de sus escritos goethia nos, decía: “Han vuelto al telar, enefecto, pero aún no he logrado darles estabilidad y coherencia; antes han crecido por todas partes, verdadera rosadelos vientos. Algún día sepublicarán como una colección de estu dios goethianos” (Introducción a Trayectoria deGoethe, 1954). 

 En efecto, dejando aparte el “Rumbo a Goethe”, de Sur, encontré en las gavetas del archivode Reyes varioscientos de páginas sobre Goethe, muchas de ellas sólo manuscritas. Prescindiendo de páginas que son esbozos previos y de las que estaban tachadas explícitamente por su autoro puedenconsiderarse “materia prima”, de este conjunto —resul tado de unaaficiónintelectualpersistenteydel trabajoheroicodemuchos años—, he formado las siguientes cuatro secciones o libros —incluyen do, por supuesto, la Trayectoria de Goethe, ya publicado en los Bre viarios del FCE: 1.

 Vida d€Goethe: tratamiento biográfico del cual sólo escribió cuatro capítulos, aunque el último de éstos, “Goethe, hombrede ciencia”, co mienza a salirse del marco biográfico general. Reyes no publicó previa mente estas páginas. II. Rumbo a Goethe: es la nueva versión del estudio publicado en 1932. Afortunadamente, Reyes había escritoun índice para estenuevo libro, lo que hizo posible reunirlo. Se encuentracompleto y está dividi do encuatropartes: “La perspectiva”, “Contornos”, “Sondeos” y “Desde América”. Aunque conserva algo del esquemay de los temas de la 9 primera versión, los ordenó, redibujóy aumentóhasta darles unidad. 

Con un breve apoyobiográfico, conserva la perspectivade exponer prefe rentemente los temas y cuestiones suscitados porlavida y elpensamien to de Goethe. De sus 33 capítulos, Reyes publicó nueve de ellos en revistas literarias, entre 1949 y 1958. El resto es inédito. III. Trayectoria de Goethe: se publicó como Breviarionúmero 100, del Fondo de Cultura Económica, en 1954. Es una excelente introducción al conocimiento de Goethe. Como su autor lo explica, entre labiografía y la crítica literaria, va recogiendo los principales hechos de aquella vida, hasta donde ayudan a apreciar la evolución de aquellamente, y alterno la narraciónde los episo dios esenciales conbreves reflexionesque marquen las sucesivas etapas. y IV.

 Escolios goethianos:En tanto que para la segunda versión del Rumbo a Goethe había un índice claroque permitió reconstruir el libro, para el resto de los estudios sueltos sólo encontré un par de hojas con listas tentativas de temas por desarrollar. Algunos coincidían con los del libro antes mencionado, y otros, nombrados Escolios, incluían algunos de estos estudios sueltos. Me serví de este título para agrupar páginas goethianas de Reyes que quedaban fuera de las tres secciones anteriores. Sólo tres de estos estudios fueron publicados previamente en revistas. A estas páginas añadí, llamándolas “Algunas notas”, cuatro pasajes de la primera versión del proscrito“Rumbo a Goethe”,de 1932, no reelaboradas en la segunda versión, pero que me parecieron dignas de conservarse. El manuscrito de la“Carta a EduardoMallea”, el nove lista argentino, tiene al margen la anotación de su autor: “aprovechar lo posible en el libro de Goethe”. Por su interés, y porque ya no puede in comodar al susceptible Ortega y Gasset —de cuyas interpretacionesen este campo discrepaba don Alfonso—, aquíse rescata. Goethe y Reyes Reyes tuvo devoción por Góngora y por Mallarmé y se empeñó en desentrañar las urdimbres de sus laboratorios poéticos. Estudió la vida y la personalidad de Góngora y trabajó mucho en los problemas tex tuales de su obra. En el caso del poeta francés, recogióbuena parte del anecdotario y del cúmulo de testimonios de los fieles mallarmeanos.

 Con todo, no puede decirse que Reyes intentara ni seguir las huellas de estos poetas ni considerarlos paradigmas. 10 En cambio, en los estudios dedicados a Goethe se transparenta una y otra vez un entusiasmo por su economía, por sus logros vitales y porla amplitud y plenitud de su pensamiento y de sus creaciones literarias. Complacen a Reyes especialmente en Goethe el programa del hombre completo que guió su vida: inquieto, amante, curioso, heterodoxo, refle xivo, aficionado a la ciencia, sereno y sabio. 

Y admirará igualmente al enamorado incansable que supo atajar sus pasiones cuando lo amenaza ban, al interesado en los acontecimientosde su tiempo queno se dejaba arrastrar por ellos, al escritorde todas las horas y de múltiples empre sas, a la compenetración que logró de vida y obra y ala universalidad de supensamiento. Unprogramacomo éstefue sin duda atrayente paraun hombre dotado de unaplétora de impulsosy de dones y conuna ambición intelectual heroica, como los que tuvo AlfonsoReyes. 

 Los trabajosysuhuella Aunque algunasveces Reyes cita enalemán o se refiere a obrasescritas en esta lengua, debió leer a Goethe en traducciones españolas, france sas o inglesas. Llegó a tener una gran familiaridad con una obra tan extensa y múltiple. En sus exposiciones se mueve a la vez con segura visión de conjunto y conocimiento preciso tanto de las novelas, la poe sía, el teatro y los diarios,como de las obras científicas y misceláneas.

Al mismo tiempo, llegó a manejar consoltura el laberinto de las conversa ciones con Goethe que, además de las conocidas de Eckermann, reco gieron también el canciller Müller, Falk, Voss y Soret; y los nutridos epistolarios con Carlota de Stein, Schiller y su mujer, Knebel, Hetzler, Fichte, Herder, Benecke, Boisserée, Esenbeck, Salzman, Augusta Stolberg, Jacobi, Sofía Laroche, Schónborn, Langer, Lavater, Carlos Augusto, Kestner, Voigt, Schopenhauer, Carlyle y Villemer. Asimismo, tiene presentes los comentariosde los críticos goethianos. Una conmovedora muestra del rigor acucioso con que realizaba Reyes estos estudios es el “índice alfabético” de las Conversaciones con Goethe, de Juan Pablo Eckermann, que guardó manuscrito en su archi vo. 

Trabajó en él, del 28 de abril de1931 al18 de marzode 1932,y está hechosobrelatraducción de J. Pérez Bances que se publicó en tres to rnos dela Colección Universal (núms. 249-252, 265-268y 283-286), de la Editorial Espasa-Calpe, de Madrid, 1920.Ueva al principio una lista de “correccionesy observaciones” y el índice mismo, escrito en letra 11 menuda y clara, es de nombres propios de personas, lugares y obras. Don Alfonso lo preparó para su propio uso, y su paciente laboriosidad sólo podría ser rescatable en una reimpresión de la misma edición española de la benemérita Colección Universal. En el conjunto de estos estudios de Reyes, el interésdominante es la vida deGoethe y el examen de los grandes temas suscitados por su pen samiento y por sus acciones.

 Las obras mismas no son expuestas de manera expresa y sistemática, sino incidentalmente, como apoyoo con secuencia de los hechos de su viday de sus concepciones intelectuales. El conjunto de los escritos goethianos de Reyes está movidopor un vivo fervor, lo quehace su lectura grata y sugestiva. Entre las nuevas páginas especialmente interesantes, señalo, de Rumbo a Goethe, la exposición sobre los peculiares métodos de investigación y las deduc ciones científicas del sabio (terceraparte,capítulo 5); el relato de cómo Goethe administró su longevidad y, cuando acabó de escribirel segun do Fausto, a los ochenta y dos años, se dejó morir; y la “Idea política”, que se diría exposición del propio pensamiento de Reyes. Y en “Las disyuntivas de Goethe” (Escoliosgoethianos), es notable la perspicacia con que Reyes registra la evolución espiritual de Goethe, que, frente al terriblechoque mentalque debiócausarle la Revolución francesa, supo corregirsu individualismo entrañabley afirmar “queel poeta incapazde fincar su solidaridad con loshombres es un niño retardadoen tutela”. TEORÍA DE LA SANCIÓN En díassiniestros para México —porel crimeny la tiranía de Victoriano Huerta—y de aflicciónpara Alfonso Reyes —por la muerte de~upa dre—, éste, casado ycon hijodesde 1912, presenta su examen profe sional para obtener el título de abogado, el 16 dejulio de 1913. 

Su tesis se llama Teorta de la sanción y debió ser redactada apresuradamente. En la nota que puso Reyes al frente del primer tomo de sus Obras com pletas la menciona y promete incluirlaen ellas. Como era difícilencon trarle textos afines, no se había publicado. Para dar cumplimientoala decisión desuautor, esteescrito desus veinticuatroaños cierraahora la recopilaciónde susobras. Pese a las circunstancias adversasen que se escribió, la Teoría de la sanción es algo más que una tesis para mostrar la competencia del sus tentante; es un buenensayo, más filosófico que jurídico, acerca de las relaciones entre la moral y el derecho. Explica la naturaleza de la san 12 ción como un resguardo de la moral mínima necesaria o de la ley. Analiza pormenorizadamente las clasificaciones y sutilezas de los tratadistas en torno a esta noción. Se esfuerza en señalar con claridad la distinciónentre los llamados derecho civil y penal, así como entre dere chopúblico y privado. 

 En suexposición, se advierte la desazón de Reyes frente a los labe rintosconceptuales y de procedimientos jurídicos que sonyasólo fórmu las sin nitidez. Para remediarlas, sugiere procedimientos más simples y clarosque impidan las triquiñuelas legales y propone caminos que sean en verdadjurídicos. Asimismo, indaga la validez lógica de ciertos con ceptos y laposibilidad de adecuarlos para que sirvan en verdadal mejo ramiento de las sociedades. De haberejercido la profesión de abogado, Alfonso Reyes hubiera sido un reformador de procedimientos y un reordenador de marañas jurídicas.

 Además de la tesis, siguiendousos de la época, el sustentante tuvo que resolverun caso práctico, un embargo abusivo por adeudo, lo que hizo en minuciosa exposición con apoyos en el Código de Procedimien tos Civiles. El “Caso práctico”, propuesto por el maestro licenciado Victoriano Pimentel, y la solución del alumno Reyes se recogenal final de la Teoría de la sanción. CONSIDERACIONES FINALES Treinta y ocho años después de iniciada la publicación de estas Obras completas y más de treinta después de lamuerte de su autor, se llega al término provisional de su publicación cuatro años después de que ce lebramos el centenario del nacimiento de Alfonso Reyes.

 Queda enten dido que seguirá pendiente la edición del copioso Diario, en cursode rescate el de los numerosos epistolarios, y que se publicarán los infor mes diplomáticos de don Alfonso, así como un índice analítico acumu lativo. Y se da por supuesto que, a pesar de los esfuerzos por reunir to dos los escritos autorizados, explícita o tácitamente, por su autor, se comenzarána encontrarpáginas aquíolvidadas o desconocidas.

 Recoger las obras completas de un escritor de la importancia de Alfonso Reyes es ordenarlas en el mausoleo condigno a fin de hacer posible el conocimiento, la elección y la valoración. Los veintiséis co piosos volúmenes no exigen al aficionado o al curiosoque los lea todos, sino que tenga la posibilidad de escoger en el panorama completo del 13 jardín múltiple; y que el investigador pueda disponer de un repertorio suficiente para sus indagaciones. El presente editor de la última sección de estas Obras, antiguo afi cionadoa loslibros de su autor, tiene asu lectura porun deleite, gracias al don desu estilo y ala variedad de sus temas y tonos. Y considera que la obra de Alfonso Reyes, hazaña de lavoluntad y laimaginación, es uno de los más claros prestigios de la cultura mexicana. A Alicia Reyes y Alfonso RangelGuerra, buenos conocedores alfon sinos, reconocimiento por su ayuda. JosÉ LUIS MARTÍNEZ

domingo, 25 de mayo de 2025

Mijaíl Bulgákov Corazón de perro NOVELA FRAGMENTO

 




Mijaíl Bulgákov

Corazón de perro


 

 

¡WUU, WUHU, WUHUHUHU, HUUUU! Mírenme, me estoy muriendo. La tormenta llega hasta el portal, gritándome su plegaria de los agonizantes y yo grito al mismo tiempo. Se terminó. Estoy acabado. Un bribón con gorra mugrienta —el cocinero de la cantina de empleados del Consejo Central de Economía Nacional— me escaldó el flanco izquierdo. ¡Basura! ¡Y a eso lo llaman un proletario! ¡Dios mío, cuánto me duele! Me quemó hasta los huesos. Y ahora chillo, chillo. Pero, ¿qué gano con chillar?

¿Qué le había hecho yo? Por remover algunos desperdicios no se hubiera arruinado el Consejo de Economía Nacional. ¡Roñoso! ¿Le vieron la facha, a ese incorruptible? Es más ancho que alto. Ah, los hombres, los hombres... A mediodía tuve derecho a mi ración de agua hirviendo; ahora es casi de noche, deben ser las cuatro de la tarde, a juzgar por el olor a cebolla que viene del cuartel de bomberos de la Prechistienka. Como ustedes saben, en la cena los bomberos comen kacha; además es kacha de la peor especie, parece hongo. A propósito de hongos, unos perros amigos míos me dijeron que era el plato del día en el restaurant Bar, en la Neglinaia: hongos con salsa picante a 3 rublos 75 kopecks la porción. Bueno, para quienes les guste... Yo, todavía prefiero lamer un zapato viejo. WUHUHUUUITU... Mi flanco quemado me duele horriblemente y me parece que ahora mi vida ya está trazada: mañana, las llagas van a empezar a supurar ¿y qué podré hacer para curarlas? En verano se puede ir a Sokolniki; allá, el pasto es excelente, es un pasto especial. Además, siempre hay trozos de salchichón que se pueden comer gratis, o papeles grasientos, abandonados por la gente, a los que es posible lamer. Si no hubiese idiotas que provocan ganas de vomitar cuando cantan "Celeste Aída" a la luz de la luna, el lugar sería ideal. Pero ahora ¿adónde ir? ¿Recibieron alguna vez ustedes patadas en el vientre? ¿O ladrillos en las costillas? Pues yo sí, y con demasiada frecuencia. Ya aguanté bastante, me resigné a mi destino y si ahora lloro es tan sólo por causa del frío y del dolor físico, porque mi espíritu permanece vivo... El espíritu de un perro es obstinado.

Pero lo que está destrozado, roto, es el cuerpo; soportó demasiado a los hombres... Y finalmente, esta agua hirviendo que me quemó el pelo dejándome todo el flanco izquierdo sin defensa. Por un sí, por un no, puedo pescar una pulmonía y entonces moriré de hambre: cuando se tiene pulmonía hay que quedarse acostado bajo la escalera, en la entrada grande; y ¿quién va a recorrer los tachos de basura para alimentar a un perro solitario y enfermo? Si el pulmón me falla no podré hacer otra cosa sino arrastrarme sobre el vientre hasta volverme tan débil que cualquier patán borracho termine conmigo a bastonazos. Entonces los barrenderos me levantarán de las patas y me arrojarán en su carretón....

De todos los proletarios, los barrenderos constituyen la peor calaña, la hez de la humanidad, la categoría más baja. Los cocineros son diferentes. Tomen por ejemplo a ese pobre Ylas, de la Prechistienka: ¡cuántas vidas salvó! Cuando se está enfermo lo que más se necesita es algo para comer. Era entonces, dicen los viejos perros, cuando Ylas tendía un hueso con un poco de carne alrededor. ¡Bendita sea su alma! Era un hombre importante, había sido cocinero en la casa de los condes Tolstoi: nada que ver con el Consejo de Alimentación. Lo que maquinan allí dentro sobrepasa el entendimiento canino; esos puercos prefieren la sopa de repollo con tocino rancio y los pobres diablos no se dan cuenta de nada: llegan, comen, y hasta son capaces de pedir más.

Conozco a una dactilógrafa en la sección nueve que gana 45 rublos; de acuerdo, tiene un amante que le compra medias de seda. ¡Pero cuántas afrentas soporta en cambio! Por ejemplo, él no puede hacer el amor normalmente, como todo el mundo lo hace, a la francesa. Dicho sea entre nosotros, qué gentuza, esos franceses. Por cierto, cuando comen no se privan, y lo acompañan todo con vino tinto. Si...

Esta dactilógrafa, pues, con sus 45 rublos no puede costearse el Bar, ni siquiera ir al cine, y el cine es el único consuelo que una mujer tiene en la vida. Está allí tiritando, haciendo muecas, pero come... Reflexionen un poco: 40 kopecks por dos platos que juntos no valen ni 15, porque el ecónomo se guardó 25. ¿Creen que ella merece tal cosa? Tiene algo en el pulmón izquierdo, además de una enfermedad francesa que le contagió el amante, le hicieron una retención sobre su sueldo v en la cantina le dan de comer podredumbre. Sale... Corre hasta el portal, en las piernas lleva puestas las medias que le regaló el amante. Tiene frío en las piernas y el vientre, porque la ropa de lana que usa se asemeja a lo que me queda de pelambre y su calzón de encaje es sólo una apariencia de ropa interior. Otro regalo del amante. Si se le ocurriese usar uno de franela, él le diría: ¡Qué elegancia, querida! ¿Crees que no estoy harto de mi Matriona y de sus bombachas de franela? Llegó mi hora: soy Presidente y todo cuanto puedo robar es para los cuerpos de mujer, las colas de langosta y el buen vino. Pasé bastante hambre cuando era joven; ahora me llegó el turno... Y la vida del más allá no existe.

Ah sí, la compadezco. Pero me compadezco aún más a mí mismo. No lo digo por egoísmo, no, sino porque evidentemente las condiciones no son comparables. Ella, en su casa, al menos está abrigada.

Mientras que yo, en cambio... ¿Adónde puedo ir?

¡WHUHUUHUUU!

—Chist, chist, pequeña bola, pobre bola, ¿por qué gimes, quién te hizo daño?

Como una vieja bruja cabalgando en su escoba, la tormenta sacude la puerta y viene a aullar en los oídos de la joven, levanta su falda hasta las rodillas descubriendo las medias color crema y una angosta franja de encaje mal lavado. Ahoga las palabras y hace volar la nieve sobre el perro.

—Dios mío... Qué tiempo... Y me duele el vientre. ¡Es el tocino de la sopa! ¿Cuándo terminará todo esto?

Agachando la cabeza, la joven parte a desafiar la tempestad, traspone el portal, avanza por la calle vacilando y desaparece en un torbellino de nieve.

El perro permanece en el lugar con su flanco mutilado; sofocado, se ovilló contra la pared helada y tomó la firme decisión de jamás apartarse de ella, de morir allí, bajo el portal. Lo invade la desesperación: se siente tan enfermo, tan solo, tan aterrorizado, tan lleno de amargura que a sus ojos asoma un débil llanto, el cual no demora en secarse. El flanco herido está erizado de matas de pelos congelados entre los que aparecen, siniestras, las huellas rojas de la quemadura. Hasta donde puede llegar la ignorancia, la estupidez, la crueldad de los cocineros...

Lo había llamado "Bola". .. ¿Cómo, “Bola”? Bola quiere decir un perro bien redondo, rechoncho, tonto, que come los mejores manjares y tiene padres nobles; él, en cambio, sólo es un mendigo flaco y tullido, un perro vagabundo... Gracias, de todos modos, por la palabra amable.

En la acera opuesta se abrió la puerta de una tienda profusamente iluminada y de ella salió un ciudadano. No un camarada, sino un verdadero ciudadano; mejor aún, un "señor". Al verlo de cerca no cabe duda alguna, es realmente un señor.

¿Creen que lo reconozco por el abrigo? Absurdo. Hoy en día muchos proletarios usan abrigo. Por supuesto, el cuello no es igual, pero de lejos uno se puede equivocar. Mientras que si se confía en los ojos, ya sea de cerca o de lejos, resulta imposible equivocarse. Los ojos son lo más importante que existe: algo así como un barómetro. Descubren al que tiene el corazón endurecido, que por cualquier insignificancia es capaz de plantarle a uno la punta de su zapato en las costillas, y al que le teme a todo el mundo: a esta clase de lacayos, resulta un verdadero placer morderles la pantorrilla... ¿Tienes miedo? Toma, agarra esto. Ya que tienes miedo, te lo mereces... Grrr-grrr... ¡Uauu! ¡Uauu!

El señor cortó con paso decidido a través del torbellino de nieve para llegar hasta el portal. "Se nota que éste no va a comer carne averiada; y si llegasen a servírsela, provocaría un buen escándalo: escribiría a los periódicos para decirles: ¿Este alimento me enfermó, a mí? Filip Filipovich, 75.

“Se aproxima. Se ve que come hasta hartarse, que no roba ni pega puntapiés, y también que no teme a nadie; y si no tiene miedo, es porque jamás tiene hambre. Este señor es un trabajador intelectual; usa barba en punta bien recortada y bigote entrecano y abundante como el de un altivo caballero francés, pero a través de la tempestad se desprende de él un olor desagradable. Un olor de hospital. Y de cigarro.”

"Me pregunto qué demonio pudo haberlo atraído a la cooperativa de la Economía Central. Está muy cerca... ¿Qué espera? Uau u uuuii... ¿Qué habrá ido a comprar dn este negocio miserable? ¿No le basta con el mercado del Okhonyi RIAD? ¿Qué?... ¡Salchichón! Señor, si supiese con lo qué hacen ese salchichón, ni siquiera se habría acercado a este negocio. Démelo a mí."

Juntando sus últimas fuerzas, como enloquecido, el perro abandona el refugio del portal para arrastrarse por la acera. Encima de su cabeza, el disparo de un trueno y la tempestad que agita las enormes letras de un cartel de tela: ¿Es posible el rejuvenecimiento?

"¡Evidentemente, es posible! ¡El olor me rejuveneció y me reanimó llenó de ondas ardientes mi estómago vacío desde hace dos días; el olor, más fuerte que el del hospital, el divino olor carne de caballo picada con ajo y pimienta! Lo sé, huelo en el bolsillo derecho del abrigo el salchichón. Justo encima de mi cabeza. ¡Oh, amo mío! ¡Mírame! Me muero. Esclava es nuestra alma y vil es nuestro destino."

El can se aproxima arrastrándose sobre el vientre como una serpiente con los ojos anegados en lágrimas. "Mire la obra de ese cocinero. Pero jamás querrá dármelo. ¡Oh, conozco tan bien a los ricos! En el fondo, ¿para qué que ese trozo de caballo podrido? Sólo el Mosselprom vende semejantes venenos. Hoy, usted comió gracias a las glándulas sexuales masculinas, una celebridad mundial... ¡Uauuuuuu! ¿Qué hacemos en esta tierra? Aún soy demasiado joven para morir y la desesperación es un pecado mortal. Lo único que me queda por hacer es lamerle las manos."

El enigmático señor se ha inclinado hacia el perro con un movimiento que hace centellar la montura de oro de sus anteojos. Sin quitarse los guantes pardos, abre el papel que inmediatamente es llevado por el viento, toma un pedacito de salchichón.

—Cracovia Extra— y se lo da al perro.

¡Oh, hombre desinteresado! ¡Wu u u uuuuu!

—Chist, chist —susurra el señor, y agrega con un tono extraordinariamente severo—: ¡Agarra, Bola, agárralo!

“Bola, de nuevo. Esta vez ya estoy bautizado. Pero puede usted llamarme como quiera. Por su gesto admirable...”

En un abrir y cerrar de ojos el animal rasga la piel. Muerde el Cracovia. profiriendo un breve grito y lo traga en un santiamén al mismo tiempo que la nieve que lo cubre; en su apresuramiento le faltó poco para comerse también el piolín, casi se atraganta, se le llenan los ojos de lágrimas.

“¡Le lamo cien veces las manos, beso la botamanga de su pantalón, oh, benefactor mío!”

—Ahora basta...

El señor había hablado con voz brusca, en tono de mando. Se inclina hacia Bola, lo mira fijo a los ojos, escudriñándolo y pasa inopinadamente una mano enguantada y acariciante por el bajo vientre del perro.

—¡Ajá! —dice con aire entendido—, y no tienes collar... Muy bien, muy bien; eres exactamente lo que yo buscaba. Sígueme. Por aquí, chist, chist —agrega chasqueando los dedos.

“¿Seguirle? ¡Lo seguiría hasta el fin del mundo! ¡Aunque me golpease con sus botines de fieltro, no diría ni una palabra!”

A todo lo largo de la Prechistienka brillaban lamparillas. El dolor en el flanco era intolerable. Pero por momentos Bola lograba olvidarlo, pues se hallaba demasiado ocupado en no perder de vista, a través de la multitud, la milagrosa aparición del abrigo, y en hallar la manera de expresarle su amor y su veneración, lo cual hizo por lo menos siete veces durante el trayecto desde la Prechistienka hasta la calle Obukhov. Besó uno de los botines bienamados en la esquina de la calle Miortvyi; para abrirse paso lanzó un rugido salvaje que aterrorizó a tal punto a una transeúnte que la hizo caer sentada sobre un mojón; en dos o tres oportunidades profirió gemidos lastimosos para mantener la compasión de su salvador.

En un momento dado, un desvergonzado gato de albañal salió de un caño de desagüe, como un gato salvaje, y a pesar de la tormenta olfateó el Cracovia. A Bola se le subió la sangre a la cabeza sólo con pensar que el opulento excéntrico que recogía a los perros heridos en los portales pudiese también llevarse consigo a ese ladrón que pretendía saborear los productos del Mosselprom. Por lo tanto mostró sus dientes al intruso en forma tan amenazadora que éste, silbando como un globo que se desinfla, trepó por el caño hasta el segundo piso. —¡Frrr! ¡Uau!— “¡Buen viaje!” Si hubiese que abastecer con productos del Mosselprom a todos los piojosos que infestan la Prechistidnka...

El señor había sido sensible a tanta servicialidad, ya que al llegar frente al cuartel de bomberos y cuando pasaban por debajo de una ventana de la que salía el delicioso bramido de un corno inglés, gratificó al perro con otro trozo de salchichón, algo más pequeño que el primero —debía pesar unos veinte gramos.

"Tipo raro. ¡Me quiere conquistar! No se aflija, no pienso irme. Lo seguiré dondequiera me lo ordene."

—¡Chist, chist, por aquí!

"¿En la calle Obukhov? Desde luego. Conozco muy bien esta calle."

—¡Chisssttt!

"¿Aquí? Con todo gus... Bueno, no. No, perdóneme, hay un portero. Y no existe nada peor que eso. Es muchísimo más peligroso que un barrendero. Una raza decididamente odiosa. Aun más repugnante que los gatos. Descuartizadores con librea de botones dorados."

 

—Vamos, no temas nada, avanza.

—Mis respetos, Filip Filipovich.

—Buenos días, Fiodor.

"¡Vaya! ¡Alguien importante! ¡Dios de los perros, mira adónde me conduce mi destino! ¡Quién podrá ser este hombre que hace entrar a los perros de la calle en un edificio, a la vista de un portero? Ese canalla no dijo ni "mu". Me miró de reojo pero se mantuvo digno bajo su gorra galonada. Como si fuese algo absolutamente normal. ¡Lo respeta, lo considera, no puede con él! ¡Pues sí, yo estoy con Él, entro con Él! ¿Qué? ¿Me has tocado? ¡Agárrate esto! Ah, morder la pantorrilla callosa de un proletario... Si no eres tú, será tu hermano... Todos los escobazos que recibí, ¿eh?"

—Vamos, ven aquí.

"Comprendo muy bien, no se preocupe. Donde usted vaya, iré yo. Indíqueme tan sólo el camino, no me quedaré atrás a pesar de mi flanco lastimado. "

Voz en la escalera:

—¿No hay correspondencia para mí, Fiodor?

Voz deferente, desde la planta baja:

—No señor, nada. (Luego, casi a media voz, en tono confidencial, apresurado.) En el departamento número tres pusieron nuevos.

El gran benefactor de perros interrumpió súbitamente su ascensión. Se inclina sobre la barandilla y pregunta, aterrorizado:

—¿Qué-é?

El ojo alerta, el bigote erguido.

Abajo, el portero levanta la cabeza, pone sus manos a ambos lados de la boca, como una bocina:

—Tal como le digo: son cuatro.

—¡Por Dios! Imagino lo que ocurrirá. ¿Y cómo son?

—Pasables...

—¿Y Fiodor Pablovich?

—Fue a buscar ladrillos y biombos. Van a hacer tabiques.

—¿Qué novedad es ésta?

—Van a agregar gente en todos los departamentos, menos en el suyo, Filip Filipovich. Hace un rato hubo una reunión y nombraron un nuevo comité. Los demás... despedidos.

—¡Es increíble! ¡Ay, ay, ay! Chist, chist.

"Ya voy, ya voy. Hago todo lo que puedo pero mi flanco me hace demorar. Permítame lamerle el botín."

Abajo, la gorra del portero ha desaparecido. En el rellano de mármol, los tubos de la calefacción irradian un suave calor. Unos peldaños más... y aquí está el Hermoso Piso.

Cuando el olor de la carne se huele a tres kilómetros, no vale la pena de aprender a leer. Sin embargo, si usted vive en Moscú y tiene tan sólo un poco de seso, quiéralo o no, termina por saber leer sin necesidad de haber tomado lecciones. Entre los cuarenta mil perros de Moscú, ninguno ha de ser tan estúpido como para no saber deletrear la palabra salchichón.

Bola había empezado a aprender por los colores. Desde la edad de cuatro meses había observado, diseminados por todo Moscú, grandes carteles de un azul verdoso que llevaban la leyenda M S P O — comercio de carne. Evidentemente, hay que repetirlo, no servían para nada ya que el olor bastaba. Pero una vez se equivocó: engañado por un pérfido color azulado, y privado momentáneamente del olfato debido a emanaciones de nafta, Bola había entrado en el negocio de artículos eléctricos de los hermanos Polubizner, en la Miasniskaia. Allí fue donde trabó relaciones con el hilo eléctrico: ¡al lado de eso el látigo del cochero no era nada! Este memorable acontecimiento marcó el comienzo de la educación de Bola. En cuanto salió empezó a darse cuenta que "azul" no siempre significa "carne"; aullando de dolor, con la cola entre las patas, recordó que en el extremo izquierdo de los carteles de las carnicerías había siempre una cosa roja o dorada parecida a un pequeño trineo.

Luego los progresos fueron más rápidos. Aprendió la "A" en Giavryba en la esquina de lo Mokhovaia, después la "B"... Le resultaba más fácil empezar por el final de la palabra porque al principio había una mayúscula.

Las pequeñas chapas de mayólica colocadas en las esquinas de las calles de Moscú significaban, con toda seguridad, "queso". En cuanto al pequeño grifo negro de samovar con que comenzaba el letrero del ex propietario Téhichkin, evocaba montañas de queso de Holanda, dependientes brutos odiados por los perros, aserrín en el piso y el espantoso olor del innoble bakstein.

También estaban los lugares de los cuales brotaban sonidos de acordeón (que bien valían "Celeste Aída") y olor a salchichas: entonces era muy fácil deletrear en los carteles blancos las primeras letras de la palabra "Prohi... ", que querían decir "Prohibido blasfemar y dar propinas". Algunas veces entre los jugadores estallaban riñas, se golpeaban a puñetazos y también a patadas o a servilletazos, aunque esto último ocurría con menor frecuencia.

Una vidriera llena de mandarinas y jamones rancios era G-a... Ga... Gastronomía. Oscuras botellas que contenían un desagradable líquido... V-I - Vi... Vino... Vinos, la antigua casa Elisséiev Hermanos.

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POESÍA CLÁSICA JAPONESA [KOKINWAKASHÜ] Traducción del japonés y edición de T orq uil D uthie

   NOTA SOBRE LA TRADUCCIÓN   El idioma japonés de la corte Heian, si bien tiene una relación histórica con el japonés moderno, tenía una es...

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