domingo, 11 de noviembre de 2012

Publio Ovidio Nasón M E T A M O R P H O S E S


Publio Ovidio Nasón (En latín Publius Ovidius Naso), (Sulmona, 20 de marzo de 43 adC † Tomis, actual Constanza, 17), poeta romano. Famoso por sus obras Ars amandi y Las metamorfosis, obra en verso sobre la mitología de su época. Ha sido el primer autor de la antigüedad que ha escrito una autobiografía poética, Triste, lo cual resulta complicado desvincular la producción literaria de su propia vida.
Nació el 20 de marzo de 43 adC en Sulmona, Italia, como él mismo dice, en el país de los penignos. Era caballero de rancia estirpe, de cuya antigüedad se siente orgulloso. Se sabe muy poco sobre su familia y casi todo lo relata en Triste. Su padre fue propietario de fincas y murió a los noventa años, poco antes que su madre. Su hermano había nacido exactamente un año antes que él y fue su compañero de estudios. Compartió con él la vida política hasta los veinte años, edad a la que falleció.

Tuvo tres esposas, en los que se muestra poco explícito en lo referente a los dos primeros. Con la primera se casó muy joven, tachada de nec digna nec utilis, lo que hace pensar que no pertenecía a su mismo rango social y que no le dio hijos en su corto matrimonio, como también lo fue el segundo. No se sabe a ciencia cierta a cuál de las dos esposas se refiere como natural del país de los faliscos. Las referencias son, no obstante, mucho más amplias sobre la hija que tuvo fruto de su segundo matrimonio y que le hizo dos veces abuelo en sendos matrimonios. Las noticias sobre su tercera esposa, Fabia, son mucho mayores. Con ella tuvo una hija y por ella Ovidio sintió gran cariño, una mezcla entre padre y maestro literario.

Dada la buena posición económica y social de sus padres, Publio Ovidio fue enviado a Roma a perfeccionar sus estudios. Tuvo como maestros a Arelio Fusco, originario de Asia Menor, y al hispano Porcio Latrón, dando muestras de sensibilidad poética en detrimento de la eluciencia prosaica requerida en el foro. Más tarde viajó a Atenas, Asia Menor y Sicilia.


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Publio Ovidio Nasón M E T A M O R P H O S E S - M e t a m o r f o s i s 1
La Introducción de esta edición digital se ha tomado de la siguiente obra:
Metamorfosis
Colección dirigida por Carlos Ansó
Traducción: Antonio Ruiz de Elvira
1.ª edición: setiembre, 1983
La presente edición es propiedad de Editorial Bruguera, S. A.
Camps y Fabrés, 5. Barcelona (España)
Traducción: © Antonio Ruiz de Elvira – 1981
Introducción: © Antonio Ruiz de Elvira – 1981
Diseño de cubierta: Neslé Soulé
Printed in Spain
ISBN 84-02-089836 / Depósito legal: B. 27.697 – 1982
Impreso en los Talleres Gráficos de Editorial Bruguera. S. A.
Carretera Nacional 152. km 21,650. Parets del Valles (Barcelona) 1983

INTRODUCCIÓN
Los mitos y la poesía
Las Metamorfosis de Ovidio tienen el doble valor, poético y mitográfico a la vez, que caracteriza a la gran masa de las obras maestras de la poesía clásica, desde Homero hasta Museo, desde Virgilio hasta Claudiano. De entre los géneros poéticos de la Antigüedad, la épica, la lírica y la. tragedia, que son los géneros nobles que constituyen la poesía pura, se muestran tan estrechamente ligados con la mitología, que de hecho no ofrecen nunca valores poéticos independientes de ella.
Tal independencia se muestra, en cambio, en buena medida, en la comedia, y, bastante menos, pero independencia desde luego, temática al menos, en la elegía, en la yambografía, en la epigramática,
en la bucólica, en la poesía didáctica, en la sátira y en la fábula coliámbica, géneros todos ellos que, sustituyendo la tradición mítica por escenas de creación libre o por temas de reflexión, observación, crítica o experiencia personal, se aproximan con frecuencia a la prosa (aun cuando tampoco es raro encontrar en ellos joyas de la más alta y acabada perfección poética: bastaría recordar, por ejemplo,
los libros V-VII y IX-XI de la Antología Palatina). El mundo de la ficción, o bien de la reflexión. cómica, elegiaca, bucólica, didáctica, epigramática, satírica o fabulística, como el de la prosa poética, en especial la prosa novelística y novelesca en todas sus variedades, ofrece de la realidad una interpretación ideal que aún es predominantemente emotiva, como en la poesía noble, pero que está invadida de la racionalidad que predomina en la prosa. La poesía noble es carne de emoción sobre hueso de racionalidad. Y resulta curiosamente paradójico que sea precisamente esta poesía pura, cuya función es describir «lo que podría ocurrir» la que, externamente al menos, se identifica con la historia, con la prosa histórica, por supuesto, en el carácter distintivo de ésta, a saber, en referir «lo ocurrido», puesto que como ocurrido se concibe el contenido de los mitos. La contradicción es sólo aparente, como es natural: en la historia predominan los hechos, en la poesía las posibilidades. La historia refiere lo ocurrido «como ocurrió»; sus interpretaciones ideales tienden a explicitar y completar los datos ofrecidos por las fuentes, excluyendo lo meramente
posible. La poesía, en cambio, refiere lo que se concibe como ocurrido, pero no «como ocurrió» sino «como pudo ocurrir»; sus interpretaciones ideales tienden a presentar la realidad en forma imaginativa y emotiva, creando libremente, sobre datos cuasi-históricos, detalles y evocaciones que puedan admitirse como verosímiles o incluidas de algún modo en la esfera lógica de lo posible. Y este universal ámbito de lo posible es lo que, por otra parte, acerca la poesía a la filosofía en la común elevación de ambas.
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Cuanto antecede viene a ser un resumen, aplicado a la poesía clásica de contenido mitológico, de veinticuatro siglos de teoría de la poesía, resumen centrado en el capítulo 9 de la Poética de Aristóteles, y elaborado a la vista de las más importantes obras modernas de estética, poética y ciencia de la literatura, y de todos los comentarios existentes, desde la Antigüedad hasta nuestros días, sobre dicha obra aristotélica, los cuales, para el capítulo 9, han culminado recientemente en un estudio notabilísimo y exhaustivamente sintético de Kurt von Fritz («Entstehung und Inhalt des neunten Kapitels von Aristoteles' Poetik», en Festschrift Ernst Kapp, Hamburg 1958, pp. 67-91; cf., del mismo autor, Fondation Hardt, Entretiens IV 85 ss., y University of California Publications in Philosophy, 28, 3, pp. 113 ss., y cf. especialmente mis propias contribuciones a esta cuestión en Emerita XXI p. 74 n. 2, y en Anales de la Universidad de Murcia XVI pp. F 165-7). Pues bien,
insistimos en algo que parece obvio, pero que, por extraño que ello resulte, suele sonar a raro en oídos filológicos modernos: ¿qué quedaría de la poesía épica, lírica y trágica de los griegos y romanos si de ella cercenásemos la mitología? La respuesta es: poco en cantidad y ese poco aburrido en calidad. Imaginemos, por ejemplo, la novena Pítica sin la historia de Cirana y de Aristeo; no queda nada más que Telesícrates, un perfecto desconocido para nosotros, ganó un premio porque corría mucho, y Píndaro no sería Píndaro si se hubiese limitado a contar efímeras victorias contemporáneas sin tener permanentes glorias míticas con que relacionarlas. Es esta temática la que da alas a la inspiración, nobleza y profundidad a la emoción poética, interés al conjunto y a los detalles no míticos que forman parte de aquél. Y lo mismo ocurre en la tragedia: mientras el comentario filológico discurre por cauces mitológicos todo resulta interesante, y es infinita la
variedad de matices que se obtienen por el nuevo tratamiento de un asunto ya conocido; pero el interés del auditorio se eclipsa en cuanto la complicación situacional, ideológica o psicológica, o bien meramente verbal, nos hace perder de vista, por algún momento, la significación de los personajes que tenemos delante. Esto último es mucho más raro en la poesía épica, cuyo carácter mitológico resulta, por tanto, aún más, inexcepcionable y esencial, si cabe, que el de la lírica y
trágica. Pero es que también los otros géneros poéticos que hemos calificado de más próximos a la prosa se dejan con frecuencia invadir por la mitología, y es entonces también cuando escalan las alturas de la poesía noble. ¿Qué nos importarían a nosotros las cuitas amorosas de Propercio si no fuera porque con ocasión de ellas suele enfrascarse en episodios de la mitología que nos hacen abrirnos a los personales problemas así enlazados con ellos? Así es como la elegía se eleva a las alturas de la épica y de la lírica a la vez, y por eso puede Propercio rivalizar con Horacio. La propia poesía elegiaca de Ovidio se encuentra, claro está, en ese caso. Ni aun la misma Ars tendría gran interés por su tema sin la mitología que la enriquece; lo mismo los Remedia y los Amores (no el De medicamine por su tema y brevedad), y con mayor motivo las Heroides, que son
mitología pura. También los Fastos, por una parte, y las Tristes y Pónticas por otra, obras en las que, por su plan y circunstancias, predominan lógicamente los temas romanos, contienen centenares de mitos griegos, desarrollados con frecuencia en los Fastos en relatos extensos, y brevemente expuestos, o meramente aludidos, en las Tristes y Pónticas.
Pero la máxima obra mitográfica de Ovidio es desde luego las Metamorfosis, tanto por su plan y contenido, como por haber sido para los siglos de Occidente el más espléndido y popular manual de mitología, en el que han bebido directamente las legiones de artistas que en la pintura, escultura y música tanto o más que en la literatura han producido la inmensidad de obras mitológicas que constituyen buena parte del tesoro artístico de Europa. Y al mismo tiempo que la máxima obra mitográfica, son también las Metamorfosis la obra que nunca, ni aun en las épocas que menos han apreciado a Ovidio, ha dejado de ser generalmente estimada como su obra más perfecta y de mayor aliento. ¡La más mitográfica es también la más poética! Obsérvese que esto no puede ser casual, sino que es a la vez la necesaria consecuencia de cuanto llevamos dicho y su más conspicua prueba.
Ovidio empezó por la elegía, pero al llegar a la madurez, tanto en edad como en inspiración, decidió emprender la composición de una obra de poesía pura, de un epos hexamétrico extenso y unitario,
de un poema arquitectónico y sabiamente trabajado que pudiese colocarle en la cima de un género y darle una gloria imperecedera. Siendo éste el propósito del poeta, como consta tanto por sus propias Publio Ovidio Nasón M E T A M O R P H O S E S - M e t a m o r f o s i s 3
declaraciones (Met. XV 871-879, y cf., sobre la composición de la obra, Trist. I 1, 117; I, 7, 13 ss., 19 ss., 23 ss., 27 ss., 35 cc.; II 555 s.; III 14, 19 ss.) como por la realidad misma del poema conseguido, y dado el extraordinario virtuosismo de este versificador innato, el de más extraordinaria difícil facilidad de todos los poetas de la Antigüedad, los problemas que se le presentaban eran sólo los de la elección del tema y la apropiada manera de tratarlo. La solución que dio al primero de ellos fue ya un notable acierto. Aunque nos son desconocidas las calidades poéticas de los modelos inmediatos de Ovidio, de los que luego hablaremos, sí es del todo evidente que ninguno de ellos alcanzó la consideración de primera figura ni un rango semejante al de los autores de los poemas épicos que conservamos. Ahora bien, ninguno de estos últimos había
escogido como tema para sus epopeyas un conjunto de mitos heroicos de Grecia, sino que todos ellos habían tratado de un mito particular, reducido a veces, y así precisamente en el princeps y soberano modelo eterno de perfección, la Ilíada, hay un breve episodio de un mito más extenso. Y al peso de esta tradición necesariamente había de añadirse para Ovidio la autorizada monición horaciana non fumum ex fulgore sed ex fumo dare lucem cogitat, nec gemino bellum Troianum orditur ab ovo. Los propios poemas del ciclo épico a que aquí alude Horacio desarrollaban también, aunque en forma más prolija que la Ilíada, una narración única y concebida siempre como complemento necesario de la Ilíada (así los Cypria, la Aethiopis, la Pequeña Ilíada, 'Il…ou Pšrcij y los Retornos; y del mismo modo, por ejemplo, y ya se concibieran corno independientes, ya como en algún sentido preliminares del ciclo troyano, la O„cal…aj ”Alwsij y la primitiva Tebaida
predecesora de la antimaquea). Pues bien, Ovidio desatendió todos estos precedentes y prefirió escoger para su epopeya un tema amplio y múltiple, aunque unitario, a saber, una narración de todos los mitos heroicos de Grecia terminados en cambios de forma (a los que añadiría como apéndice los mitos romanos de la misma clase o latamente similares), y no tener así que rivalizar con los más grandes poetas épicos de Grecia y de Roma, sino solamente con poetas de segunda fila, sobre los que le seria fácil alcanzar el primer puesto como narrador de metamorfosis. Algunos posibles modelos y fuentes de Ovidio
Veamos ahora quiénes eran estos poetas de metamorfosis y cómo debemos enjuiciar su calidad de modelos de Ovidio juntamente con los narradores prosaicos del mismo tema.
El más importante, sobre todo por ser el menos desconocido para nosotros, es Nicandro de
Colofón, del siglo III o del II (v. ed. Gow, p. 8), autor de un poema elegiaco titulado 'Ofiak£ y de varios poemas épicos, de entre los cuales el que ha podido servir de modelo a Ovidio es el titulado `EteroioÚmena o Transformaciones (propiamente «Objetos que están sufriendo transformación»), cuyo asunto nos es conocido en parte por los sumarios en prosa del mitógrafo de la época antonina Antonino Liberal, conservados, como las Pasiones amorosas de Partenio, en un único manuscrito, el famoso Palatinus 398, que es uno de los treinta y ocho Palatini que por exigencia de Napoleón en el tratado de Tolentino pasaron del Vaticano a París en 1797, y que a raíz de la Restauración, en 1816, fueron devueltos a su primitiva procedencia, Heidelberg, donde se conservan en la actualidad.
Pero el fragmento más extenso que poseemos de los `EteroioÚmena de Nicandro tiene sólo cuatro hexámetros, citados por el escoliasta de Eurípides, Hécuba 3:
oenq' `Ek£bh Kisshˆj, Ót' ™n purˆ dšrketo p£trhn
kaˆ pÒsin ˜lkhqe‹sa paraspa…ronta quhla‹j,
e„j ¤la possˆn Ôrouse kaˆ ¿n ºll£xato morf¾n
gr»ion `Urkan…dessin ™eidomšnh skul£kessin, y por la comparación con el pasaje en que Ovidio cuenta las desdichas de Hécuba y su
metamorfosis en perra (Met. XIII 422-571), puede advertirse que mientras Nicandro (seguido por Séneca en el Agamenón vv. 723-6) sitúa esa metamorfosis durante la toma de Troya como Publio Ovidio Nasón M E T A M O R P H O S E S - M e t a m o r f o s i s 4
inmediatamente posterior a la muerte de Príamo, Ovidio en cambio, siguiendo a Eurípides,
interpone entre ambos sucesos el viaje a Tracia, el descubrimiento del asesinato de Polidoro y elcastigo de Poliméstor; luego su dependencia de Nicandro es insignificante en este caso, único en el que podemos comparar poeta con poeta y mitógrafo con mitógrafo. Con tanto mayor motivo habrá, por lo menos, que abstenerse de formular dependencia para los mitos de Ovidio de cuyo tratamiento
por Nicandro conocemos sólo algunos detalles sobre la trama argumental, pero sin conocimiento alguno del tenor verbal de Nicandro. Así los de Cragaleo convertido en piedra (brevemente aludido en Met. XIII 714 s.), Cerambo en escarabajo (algo diferente y también muy brevemente narrado en
Met. VII 353-6), Bato en piedra (Met. II 687-707, de raigambre hesiodea, v. infra), Dríope en ninfa (pero en loto en Met. IX 327-393, con varios detalles diferentes), Biblis en ninfa (pero en fuente en
Met. IX 450-665, también con detalles diferentes), de los pastores mesapios en árboles (aludido, también con variantes, en Met. XIV 513-522), de las hermanas de Meleagro en pintadas (casi igual en Met. VIII 535-546), de Cigno, hijo de Neptuno, en cisne (Met. XII 72-145, procedente de los Cypria), de las hijas de Minias en un murciélago y dos lechuzas (algo diferente en Met. IV 389415),
de las hijas de Orión en cometas (diferente en Met. XIII 692-9), de las hermanas de Faetón en álamos (Met. II 340-366, de raigambre probablemente esquilea en las Heliades, y en Eur., Hipp, 735 ss. y Apoll. Rhod. IV 603 ss., cf. Plin., N. H. XXXVII 31), de Alcíone en alción (Meta XI 410- 748, de raigambre homérica en I1. IX 562 ss., y en Eur., Iph. Taur. 1089 ss.; también en Cicerón, v. infra), y de Adonis en anémona (Met. X 731-9, cf. Bión I 66). Por tanto, podemos concluircon toda verosimilitud que Ovidio vale mucho más que Nicandro (cf. Kraus en Pauly-Wissowa, XVIII 1939) y que el que éste haya narrado algunas de las metamorfosis que luego narra Ovidio no basta para
llamarle modelo de Ovidio, sino a lo sumo una fuente o precedente entre las innumerables obras de la literatura griega que Ovidio conocía perfectamente y utilizaba a su conveniencia sin ulterior lazo o deuda.
Sigue en importancia a Nicandro como precedente inmediato de narrador hexamétrico de
metamorfosis Partenio de Nicea, poeta del siglo I a. C., amigo de Cornelio Galo, a quien dedica (con el curioso hiperlatinismo constante en los griegos para los vocativos de los en -ius ð Korn»lie G£lle) una narración entre mitográfica y novelesca en prosa, única obra suya conservada, titulada Pasiones amorosas (o, si se prefiere, Historias de amor), pero autor sobre todo de elegías y de unas Metamorfosis que probablemente eran un epos hexamétrico aunque de ellas no se conservafragmento alguno v sí sólo un resumen en prosa, transmitido por Eustacio, in Dion. Perieg. v. 420, y
schol. in eundem locum, de cómo narra Partenio en las Metamorfosis el mito de Escila la hija de Niso, en donde se ve que la narración coincide en general tanto con la preciosa Ciris de la Appendix Vergiliana como con Ovidio, Met. VIII 1-151; la única divergencia notable es que mientras Partenio
y la Ciris (como también Apollod. III 15, 8 y schol. Eur., Hipp. 1200) hacen a Minos arrastrar por el mar a Escila, atada al timón de su navío, Ovidio omite este rasgo de crueldad en el justo Minos,
haciendo que sea la propia Escila la que se arroje al mar para seguir a nado a la flota de su ídolo, Paciente cupidine vires. Ahora bien, como también en este caso encontramos, como es natural, que el asunto está mencionado y tratado mucho antes de Partento, y por otra parte tampoco consta con
seguridad que las Metamorfèseij de éste fueran escritas antes que las de Ovidio, de nuevo
tenemos que rechazar entre Ovidio y Partenio relación alguna de dependencia. En efecto, la
«criminal Escila» está ya mencionada, en un impresionante relato lírico, en las Coéforos 613 ss., y
que fue tema de tragedias lo sabemos por el propio Ovidio, Trist. II 393 s. Luego el que Partenio contase este mito que tiene rasgos de cuento no tiene mucha mayor significación que el hecho, absolutamente insignificante, de que también Calímaco mencione a Escila en vigoroso hexámetro y
medio de la Hécale (fr. 288)
SkÚlla gun¾ katak©sa kaˆ oÙ yÚqoj oÜnom' oecousa
porfuršhn ½mhse krška
y el de que, en cuatro dísticos mucho más emotivos y exquisitos que todos los versos de Calímaco, Publio Ovidio Nasón M E T A M O R P H O S E S - M e t a m o r f o s i s 5
resuma Propercio el espléndido epilio de la Appendix. Y en cuanto a la datación de las
Metamorfosis de Partenio, no consta en absoluto ni en qué época de su vida las compuso, ni
tampoco cuáles son los límites cronológicos de esa vida, y como la noticia de Suidas de que vivió hasta el reinado de Tiberio, aunque sea un poco sospechosa por resultar entonces, al parecer, una vida larguísima, no es posible sin embargo rechazarla ni sustituirla por ningún dato más convincente, resulta lo que hemos dicho respecto de nuestra absoluta imposibilidad de determinar si las Metamorfosis de Partenio (y lo mismo la Ciris, pese a los ingeniosos argumentos de Büchner, en
Pauly-Wissowa VIII A, 1123-5, a favor de la anterioridad de la Ciris con respecto a las
Metamorfosis de Ovidio) son anteriores o posteriores a las de Ovidio.
Eso mismo ocurre con las 'Alloièseij o Alteraciones de Antígono de Caristo el Joven,
contemporáneo de Ovidio y que nada tiene que ver con el Antígono de Caristo paradoxógrafo del siglo III a. C.; en cuanto a la obra misma, es totalmente desconocida. 

Otros autores de Metamorfosis
de los que tampoco sabemos casi nada son Didimarco, mencionado en la nota marginal del
Palatinus 398 al capítulo 23 de Antonio Liberal como narrador, lo mismo que Nicandro, del mito de
Bato (y mencionado también en schol. Ambros. Theocr. I, 3), y un Teodoro de quien dice Probo ad
Verg. Georg. I 399 que es fuente de Ovidio para una de las dos versiones sobre Alcíone, que
generalmente se admite que es la meramente aludida en Met. VII 401, si bien se trata de una
admisión absolutamente desprovista de fundamento, una mera conjetura en el vacío. En efecto,
Probo sólo dice que hay dos versiones y que Ovidio sigue a Nicandro en la una y a Teodoro en la
otra. Y para concluir que la de Teodoro es la de Met VII 401 sólo se aduce que la otra, desarrollada
con todo detalle en el conmovedor relato, una de las joyas más acabadas de todo el poema, de Met.
XI 410-748, contiene como causa ocasional del desdichado viaje de Céix su deseo de consultar el
famoso oráculo apolíneo de Claros en la Jonia, lo cual sería un rasgo patriótico del colofonio
Nicandro. Como se ve, el argumento no puede ser más frágil, si bien encontramos igualmente
aventurado pretender que sea ésta la versión de Teodoro, como pretendía Dietze (cf., sobre toda la
cuestión, Pauly-Wissowa XI 373 Kroll, con el que, como puede verse, no estoy de acuerdo), y lo
único que podemos asegurar es que existió un poema hexamétrico de Teodoro titulado
Metamorfosis, en el que narraba, además de una de las versiones sobre el origen de los alciones, la
historia de Esmirna o Mirra (datos adicionales de Plut., paran. min. 22, 311 A, y Suid, s. v.); si este
Teodoro es el mismo, como algunos suponen, que el mencionado por schol. Apoll. Rhod. IV 264, la
obra seria muy extensa, pues cita del libro 29, pero la identificación resulta enigmática en los
Teodoros (que son 203 en Pauly-Wissowa, de entre los cuales distingue a 20 Diógenes Laercio II
103; aún hay otro pasaje mitográfico de un Teodoro, citado en Phot., bibl. 190, p. 152 b 26, de
quien nada más se sabe), y no podemos por tanto tener la seguridad de que fuesen tan prolijas las
Metamorfosis de Teodoro.
Otro precedente relativamente importante, por ser el más antiguo de esta clase aunque ceñido a
un tipo especial de metamorfosis, es la 'Orniqogon…a de Boiè, que podemos transcribir por Beo. Se
atribuyó a esta Beo, sacerdotisa mítica de Delfos, y sin duda en conexión con los o„wno… o
utilización de los pájaros para las actividades mánticas o adivinatorias, un cierto poema hexamérico
sobre el origen de algunos pájaros por metamorfosis de personas humanas, bajo ese título de
Ornitogonia. El poema, del que no se conserva ningún fragmento verbal, parece datar de antes del
siglo ni (Filócoro es el primero, que sepamos, que lo conoce, citado en Ateneo IX 11, 393 E como
citador de la Ornitogonia de Boiè y no de Bo‹oj, y no haber sido muy conocido hasta que en Roma
fue objeto de una retractatio por Emilio Macro, amigo de Ovidio. De su contenido, que en parte
coincide con datos de Aristóteles, Hist. anim. IX, conocemos diez historias (en Antonino Liberal),
pero de estas diez ninguna tiene en Ovidio correspondencia propiamente dicha.
Tales son, pues, los poemas griegos de tema exclusivamente metamórfico que han servido de
modelos a Ovidio. Como hemos visto, para Ovidio no han sido en realidad sino una de las
secciones, y no la más considerable, del repleto almacén de metamorfosis que le ofrecía la poesía
griega en general, a partir del mismo Homero, y que Ovidio ha utilizado a su comodidad y en la
medida y selección que en cada caso estimaba más oportuna. A los poetas que ya hemos
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mencionado como sus fuentes o precedentes, añadiremos aún, por ejemplo, Hesíodo frs. Rzach 181
(en Hygin., Poet. Astron. II 1 y schol. Arat. 27, etc.: de las Eeas, sobre Calisto, para Met. II 409 ss.),
153 (en Antonino Liberal, 23: de las Eeas, sobre Bato, para Met. II 687 ss.), 161 s. (en Tzetzes, in
Lycophr. 682: de la Melampodia, sobre Tiresias, para Met. III 320 ss.), y 138 (en schol. Eur. Phoen.
1116: del Egimio, sobre el guardián Argos, para Met. I 624. ss.); Eurípides (además de la Hécuba ya
mencionada, la Medea para Met. VII 394-7, las Bacantes para Met. III 513 ss., y el Hipólito para
Met. XV 497 ss.); Sófocles (las Traquinias para Met. IX 134 ss.); Teócrito (idyl. XI para Met. XIII
750 ss.); Euforión de Calcis (fr. 38, 1 Meineke porfuršh Ø£kinqe para Met. X 162 ss., para el que
también Bión fr. 1 Gallavotti, y Euforión fr. 47 Meineke para Met. I 459); Fánocles ”Erwtej ½
kalo… citados por Clem. Alex., strom VI 440 y protr. 28 y Lact. Plac. arg. Met. II fab. 4, para Met.
II 367-380, cf. Verg. Aen. X 189 ss.); Calímaco (además de lo antes mencionado, la Hécale en
general para Met. VIII 630 ss., y Hymn. VI 24-117 para Met. VIII 739 ss.); y Mimnermo de Colofón
(fr. 10 D. para Met. II 385 s., cf. H. Fränkel, Ovid. p. 216). De modo que no pecaremos de excesivamente
generalizadores si, con Schanz en la segunda edición de la Römische Literaturgeschichte, II
1, p. 219, anterior a los trabajos de Lafaye y Castiglione que aún hoy son los fundamentales para las
fuentes de las Metamorfosis de Ovidio, afirmamos que es la poesía griega en su conjunto la fuente
de las Metamorfosis, y que, como no podía menos de ocurrir en un poeta de la talla de Ovidio, su
inspiración va más hacia los grandes poetas clásicos (Homero, Hesiodo, el ciclo épico, los trágicos)
que hacia los helenísticos, y entre estos últimos más hacia los originales y briosos Teócrito y
Apolonio de Rodas que hacía el mucho más famoso que consumado Calímaco, y que sólo el hecho
de que hayan sido helenísticos los autores de poemas consagrados exclusivamente a las
metamorfosis le hace aproximarse más a éstos en cuanto al tema. Pues la propia elección de este
tema depende tan poco del gusto por los helenísticos como pueda depender la elección por Virgilio
del tema didáctico para la más perfecta de sus obras, los Georgica, puesto que sus modelos
helenísticos Arato (y su versión por Varrón del Átace), Eratóstenes y las propias Geórgicas de
Nicandro quedan igualmente desbordados por su directa dependencia de los Trabajos y Días de
Hesiodo, y aun por sus primeras imitaciones de Homero en los símiles, sin contar su extraordinaria
veneración hacia el egregio Lucrecio, tan presente en todo el poema, y también hacia Ennio.
Eso es, pues, lo que ocurre con las fuentes griegas. Con mayor motivo hay que decir eso mismo
de los precedentes latinos, entre los cuales se mencionan sobre todo los epilios metamórficos
Alcyones (del que casi nada sabemos, por mucho que estrujemos los datos de Nonio Marcelo I p. 65
M. (=90 L.) y de Script. Hist. Aug., Gord. III 2) y Glaucus (obra de niñez y que quizá fue una de las
que tuvieron el fabuloso, aunque efímero, éxito que indica Plut. Cic. II 3-4) de Cicerón, Glaucus de
O. Cornificio, Smyrna de Helvio Cinna, lo de Licinio Macro Calvo, celebérrimos poemas los dos
últimos, y la Ciris, así como, poema probablemente más extenso, la ya mencionada Ornithogonia,
de Emilio Macro, y, sobre todo, la esplendorosa escena, uno de los trozos más encantadores de todo
Virgilio, del canto de Sileno en Buc. VI, para la que el propio Virgilio utilizó uno de esos pasajes de
las prolijísimas Historias filípicas de Teopompo que quizá ya por entonces habían sido extractados
en grupos de Par£doxa o Maravillas, y de la que es igualmente precedente el breve canto de Orfeo
en Apoll. Rhod. I 496-511 (cf. también Verg. Georg. IV 347). Virgilio aparece igualmente utilizado
en Met. X 8-75 para la historia de Orfeo y Eurídice, que no contiene metamorfosis de ninguna clase
(como varias otras incluidas en el poema por extensión y para aprovechar su extraordinaria belleza),
y que en las propias Geórgicas está enlazada con el episodio de Aristeo que es de raigambre
pindárica, narrado en el más hermoso de todos los poemas de Píndaro, la Pítica IX. Y utilización, o
al menos consciente imitación y deliberada reminiscencia de Virgilio hay igualmente en varios
otros pasajes, de los cuales el más conspicuo es la tempestad que sufre Céix en Met. XI 480-572;
utilización frecuente de la Eneida, en los libros XIII y XIV. En cuanto a los mencionados epilios
latinos o pequeños poemas épicos sobre una única figura mítica que sufre al final la metamorfosis,
de ellos no sabemos casi nada, como hemos dicho, y hay que tenerlos en cuenta casi sólo como
nuevos datos del gusto que por el tema de las metamorfosis, entre los infinitos aspectos de la
siempre presente mitología, se daba en la época, y sin que podamos tampoco establecer ningún otro
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nexo entre ellos y el poema de Ovidio.
Han supuesto algunos que Ovidio debió utilizar también algún manual mitográfico en prosa,
semejante a los que nosotros poseemos de Higinio, Apolodoro, Eratóstenes y Conón, o incluso
alguno de estos mismos, pero la datación y génesis de estos utilísimos manuales sigue siendo
enigmática para nosotros, y la suposición es totalmente gratuita. Lo que sí es evidente es que pudo
Ovidio utilizar la historiografía relativa a períodos primitivos, muy en especial los primeros libros
de la flamante obra de Diodoro, pero vista la calidad y la multiplicidad de sus fuentes poéticas, así
como su personal manera de utilizarlas, poco es lo que queda para las fuentes prosaicas, como no
sea algún detalle o precisión erudita.
Tratamiento del tema
Si ya en el tema y argumento vemos la extraordinaria libertad y aisance con que Ovidio ha
procedido, todavía son mayores las empleadas en la solución al otro problema a que antes nos
referíamos, la apropiada manera de tratar su tema. Aquí la originalidad, maestría y pujante
personalidad de Ovidio son aún más conspicuas. Idea puramente suya ha debido ser (cf. Met. I 3,
Trist. II 559 s., y Kraus en Pauly-Wissowa XVIII, 1940) la de ordenar cronológicamente todas las
metamorfosis de la mitología griega, para terminar con las propias de la «pseudomitología» (Rose)
romana, es decir, en todo caso, con las metamorfosis ubicadas en Italia y más o menos directamente
relacionadas con Eneas y sus descendientes. Dicha ordenación cronológica sigue en general las
cronologías míticas más autorizadas de la Antigüedad, pero naturalmente que sin un absoluto rigor,
y ya sólo el que el hilo conductor sea esta guía cronológica aproximada es un gran acierto que le da
ocasión a las más hábiles transiciones, mediante las cuales ya la narración es prolija y elaborada, ya
breve y concisa, ya, en numerosos casos, se limita a una fugaz mención, a veces un único nombre,
siempre según el personal gusto y elección del autor, lo que de nuevo manifiesta la prodigiosa
soltura con que el poeta se mueve en su elemento.
Datación de las Metamorfosis
La datación de las Metamorfosis de Ovidio es fácil. De las propias declaraciones del autor en los
pasajes de las Tristes arriba citados, se deduce con seguridad que la obra estaba prácticamente
terminada, aunque no retocada, en las postrimerías del año 9 de nuestra era, momento en que el
poeta partió de Roma para su relegación. No podemos, en cambio, saber cuánto tiempo había
empleado en escribirla, y sólo puede pensarse que es verosímil que le costase quizá algunos años de
trabajo. No conocemos el detalle de lo que ocurrió en seguida a la obra, pero sí sabemos que por lo
menos algunos ejemplares quedaron en Roma mientras el autor estaba lejos y no pudo controlarlos,
lo que tal vez pudo influir en las notables divergencias que para el texto de unos pocos y brevísimos
pasajes muestran los manuscritos, conforme se refleja en el aparato crítico de mi edición, más abajo
citada.
En cuanto a que el año en que Ovidio salió de Roma hacia Tomis fue el 9, y no el 8 como
comúnmente se admite desde que Merkel dictaminó, en 1841, que la quinquennis Olympias de
Pont. IV 6, 5 y el tempora quinta de Fast. III 164 significa «periodo de cinco años completos» y no
«período de cuatro años completos y cinco comenzados» que es su verdadera significación en estos
pasajes, yo estoy convencido de que es así por las razones que, como consecuencia de mis estudios
cronológicos, he expuesto en diferentes ocasiones y especialmente en mi reseña del librito Punti
controversi di sintassi latina de G. dall' Olio; y del mismo modo hay que entender en cómputo
inclusivo el sexta bruma de Pont. IV 13, 40 que es otro de los pasajes clave para esta datación.
Publio Ovidio Nasón M E T A M O R P H O S E S - M e t a m o r f o s i s 8

BIBLIOGRAFÍA
De entre las ediciones completas de las Metamorfosis, aparte de la de Rudolf Ehwald, Lipsiae
1915, que es la mejor de las existentes, son notables, aunque inferiores a la ehwaldiana, la de G.
Lafaye, Paris 1927 (varias veces reimpresa), la de Miller en la colección Loeb, London 1916
(muchas veces reimpresa; sólo tiene interés la traducción), y, recientemente, con motivo del
bimilenario y no indigna de él, la edición con traducción alemana en hexámetros de Hermann
Breitenbach. Zürich, In aedibus Artemidos 1958, trabajo cuidadísimo y exquisito en todas sus
partes.
En cuanto a España, no tenemos ninguna contribución importante a la filología de las
Metamorfosis, pero sí cabe citar una serie de trabajos estimables por diversos títulos. En primer
lugar las Anotaciones de Pedro Sánchez de Viana, Valladolid 1589, más interesantes que su
traducción española en verso, famosa pero arbitrariamente parafrástica como era lo usual, publicada
en la misma ciudad y año, y reimpresa últimamente en la Biblioteca Clásica Hernando, Madrid
1887. Parecido carácter tienen las traducciones en verso de Antonio Pérez Sigler, Salamanca 1530
(reimpresa en Burgos 1609) e incompleta de Felipe Mey, Tarragona 1586. Anterior a todas éstas es
la versión española en prosa de Jorge de Bustamante. En Anvers (sic) 1551, muchas veces
reimpresa (Burgos 1557, Toledo 1578, Amberes 1595, Madrid 1622, Madrid 1664, Pamplona
1718), anónimas todas las ediciones que yo he visto y de poco valor la traducción. Pero bastante
anterior todavía, un incunable, es la traducción catalana en prosa de Francisco Alegre (Lo libre de
les transformacions del poeta Ovidi, Barcelona 1494). En el siglo XVIII es notable la traducción en
prosa, con prolijas exégesis que sin embargo en modo alguno son un comentario del texto, de Diego
Suárez de Figueroa (todo Ovidio, en 12 tomos, Madrid 1728-38). En el XIX, la traducción en prosa,
no enteramente desdeñable, de Francisco Crivell, Madrid 1805-19. Y en nuestro siglo lo único
digno de mención es la edición bilingüe, con traducción catalana en prosa, de A. M. Trepat y A. M.
de Saavedra, publicada por la fundación Bernat Metge en Barcelona 1929, 1930, 1932.
Aparte de eso, sí hay en España algo interesante que podría ser utilizado como testimonio de
tradición indirecta medieval, de modo semejante a la versión de Planudes, y es la frecuente
utilización de las Metamorfosis de Ovidio en la General Estoria de Alfonso el Sabio, de la que
poseemos ya las dos primeras partes, en tres volúmenes, de la gran edición crítica de Sola-linde,
Kasten y Oelschläger. Pero los pasajes de las Metamorfosis aparecen en la General Estoria de tal
manera insertos entre explicaciones adicionales, e interrumpidos a su vez y parafraseados,
abreviados o refundidos de mil maneras imprevisibles, que la tarea de seguir el rastro de las
variantes del texto en esa maraña sería, sí, fructuosa en algunos casos, pero tan ardua y lenta y en
suma tan desproporcionada con los resultados que de ella cabe esperar, que no nos hemos decidido
a emprenderla.
De la copiosa bibliografía existente acerca de las Metamorfosis, de Ovidio, la mejor guía hasta
1933 es la maravillosa Einleitung zu Ovid, de Edgar Martini, Prag 1933. Con posterioridad se han
publicado dos libros sobre Ovidio en general, los de Hermann Fraenkel y L. P. Wilkinson, sin
grandes méritos ninguno de los dos, y buen número de trabajos menores, entre los que descuellan
los reunidos en los tomos colectivos publicados, independientemente unos de otros, con ocasión del
bimilenario del poeta: son los titulados Fasti Pontici Ovidio poetae dicati (Roma, 1958), Ovidiana
(París, 1958) Y, sobre todo, los Atti del Convegno Internazionale Ovidiano (dos tomos), Roma,
1959. En estos últimos se contienen trabajos de gran valía, unos dedicados exclusivamente a las
Metamorfosis, y otros al conjunto de los poemas ovidianos; entre estos últimos sobresalen mucho
por su extraordinario interés especialmente para las Metamorfosis los titulados «Appunti sulla
fortuna di Ovidio nel Medioevo» de V. Ussani y «De nominum Ovidianorum Graecitate» de W. F.
Jackson Knight. De la abundante bibliografía posterior, merecen destacada mención el comentario
Publio Ovidio Nasón M E T A M O R P H O S E S - M e t a m o r f o s i s 9
en varios tomos de Bömer y la monografía de B. Otis, Ovid as an Epic Poet, Cambridge, 1966.
NUESTRA TRADUCCIÓN*
El problema más importante del traductor de las Metamorfosis es el de la transcripción de los
nombres propios. Se trata de un tema al que desde hace muchos años vengo consagrando
especialísima atención y cuidadoso estudio, tanto en mis clases como en mis escritos. Por tanto, las
transcripciones que en esta traducción ofrezco deben considerarse como modelos, de los que han de
extraerse las normas aplicables al problema, incluso en las inconsecuencias y vacilaciones, de las
cuales se ha eliminado el mayor número posible, y las que subsisten son plenamente conscientes y
deliberadas por mi parte y deben mantenerse por ahora.
El texto latino sobre el. que descansa la presente traducción es el que figura en mi edición:
Ovidio, Metamorfosis, I (Lib. I-V), Barcelona, «Alma Mater», 1964; II (Lib. VI-X), Barcelona,
«Alma. Mater», 1969. De esta edición coa traducción restan aún por publicarse los cinco últimos
libros de las Metamorfosis, en el tomo III, ya preparado. El riguroso respeto a la tradición
manuscrita es el método con el que he confeccionado el texto de la parte ya publicada, y su mayor
novedad es la consideración íntegra y total, para los pasajes afectados de variantes, de la tradición
indirecta representada por la famosa versión griega en prosa realizada por Máximo Planudes a
principios del siglo XIV. Esta versión planudea es, a pesar de los errores de comprensión que tan a
placer se han señalado con frecuencia, un trabajo verdaderamente extraordinario, que se anticipa en
muchos siglos al método que hoy es el único admitido en la traducción de toda clase de obras, clásicas
y no clásica: es literaria y literal a la vez, y está libre por igual de la estricta literalidad a menudo
casi ininteligible y siempre pintoresca, y de la exquisitez literaria llena de infidelidad que tanto se
sigue practicando en la actualidad en toda clase de traducciones.
Las notas que doy al pie de cada página sólo pretenden ser aclaraciones de la traducción,
absolutamente necesarias para la cabal comprensión del texto. Para no alargar desmesuradamente la
extensión de estas notas, he procurado ceñirme a lo que consideraba estrictamente indispensable,
aun a sabiendas de que en muchos casos la curiosidad del lector por conocer el contenido general de
un mito determinado quedará insatisfecha y hará que parezcan concisas en exceso. El uso de algún
manual sobre la mitología griega y romana puede permitir completar el conocimiento de las
leyendas míticas griegas y romanas; de entre los manuales dedicados a la exposición de los mitos
antiguos, los más asequibles son los de P. Grimal, Diccionario de la mitología griega y romana,
trad. esp., Barcelona, Ed. Labor, 1965, y A. Ruiz de Elvira Mitología clásica, Madrid, Ed. Gredos,
1975. En ellos se podrán encontrar las diferentes fuentes clásicas que permiten una exposición
sistemática de los ciclos legendarios, así como la bibliografía moderna pertinente.
Advierto que hago uso, indistintamente y según la conexión de cada pasaje, de los nombres
griegos o latinos de las divinidades principales.
La mayoría de las palabras griegas y latinas las menciono en transcripción española, y ésta con
arreglo a lo indicado en la Introducción, págs. 241 y 306. Cuando a un nombre propio en
transcripción se le adscribe una traducción o equivalencia aproximada, ésta va generalmente entre
comillas.
ANTONIO RUIZ DE ELVIRA
* Obviamente este comentario hace referencia a su traducción, que en este caso no es la que se ha tomado en esta obra
sintética [Nota del escaneador].

sábado, 10 de noviembre de 2012

HOMERO. LA ILÍADA.



Homero, nombre tradicionalmente asignado al famoso autor de la Iliada y la Odisea, las dos grandes epopeyas de la antigüedad griega. Nada se sabe de su persona, y de hecho algunos ponen en duda que sean de él estas dos obras. Sin embargo, los datos lingüísticos e históricos de que se dispone, permiten suponer que los poemas fueron escritos en los asentamientos griegos de la costa oeste de Asia Menor, hacia el siglo IX a.C. 
La tradición sostiene que Homero era ciego y varios lugares reclaman ser su lugar de nacimiento,Sin embargo, suele admitirse que su lugar de procedencia debió ser la zona colonial jónica de Asia Menor, basándose en los rasgos lingüísticos de sus obras.

Homero es, de manera directa, el padre de toda la literatura griega posterior: el teatro, la historiografía e incluso la filosofía, llevan la huella de los temas, cómicos y trágicos, planteados en estas epopeyas, así como de las técnicas homéricas. Para los últimos poetas épicos de la literatura occidental Homero ha sido siempre el maestro indiscutible (aun cuando, como en el caso de Dante, no conocieran sus obras directamente). Pero curiosamente, para sus más notables seguidores, la obra de Homero fue tanto modelo como objetivo. Así por ejemplo, la Eneida de Virgilio viene a refutar el sistema individualista de valores de la épica homérica.

El argumento de La Ilíada es un episodio de cincuenta y un días, desarrollado en el décimo año de la guerra de Troya, constituye un monumento de la cultura universal y, en palabras de Dostoyevski, `confirió a la ordenación de la vida terrestre y espiritual del mundo antiguo una estructura semejante a la que dio el cristianismo al mundo moderno`. 

En sus páginas, los dioses y los héroes actúan y luchan con impresionante grandeza. Esta obra proporciona al lector una fuente imprescindible para el conocimiento de los orígenes de la civilización clásica. 

Los principales personajes de la obra -Aquiles, Paris, Menelao, Agamenón, Héctor, Odiseo - han quedado inmortalizados a través de este grandioso poema épico, uno de los más impresionantes que se han escrito jamás y cuyo valor literario se completa con extraordinarios elementos mitológicos, históricos, lingüísticos, etc., que la enriquecen como documento. 

La Ilíada es la precursora de La Odisea, que continúa el relato con las aventuras de Ulises.

viernes, 9 de noviembre de 2012

PLAUTO: COMEDIA.





No se conoce sino como aproximación la fecha de su nacimiento, se ha fijado la de 254 adC por una noticia de Cicerón (Brutus, 60) y sabemos que murió en el consulado de Plauto Claudio y L. Porcio, siendo censor Catón, es decir, en el 184 adC. Ciertamente este lapso vital corresponde a un periodo históricamente muy revuelto: la II Guerra Púnica (de la derrota de Cannas, 216, a la victoria del Metauro, 207, y Zama, 202) y la primera afirmación de la intervención romana en Grecia y en el Oriente helenístico. Se trasladó a Roma de joven y allí fue soldado y comerciante. El amplio conocimiento del lenguaje marinero que atestiguan sus obras confirma este último dato, y posiblemente también realizó viajes por el Mediterráneo. Se arruinó y tuvo que empujar la piedra de un molino al tiempo que empezaba a escribir comedias palliatas adaptadas del griego. Su enorme éxito le valió salir de molinero para consagrarse a este nuevo oficio y murió prácticamente rico con más de setenta años, envuelto en una popularidad gigantesca.

RESEÑA: 
Conocida también por `Miles gloriosus` o `El soldado fanfarrón`. 

Es considerada la obra más antigua de Plauto, (en torno al 205 a.C.) y es una farsa o comedia de carácter cuya víctima es un falso héroe y engreído soldado, Pirgopolinices, de quien todos se burlan solapadamente, empezando por su criado Palestrión. 

El soldado lleva a Éfeso una cortesana ateniense, amante de un joven de su ciudad. Un esclavo de este joven cae prisionero cuando va a avisar a su amo y es comprado por el mismo militar. El esclavo hace saber al joven ateniense, por medio de estrategias, donde se encuentra la esclava, y éste va a vivir a la casa de al lado de la del militar. El esclavo hace un agujero en la pared y los enamorados pueden encontrarse a través de éste. Pero otro esclavo del militar los sorprende y deciden una estrategia: inventan una hermana gemela de la esclava y tienden una trampa al soldado: le convencen de que abandone a la esclava, porque la esposa de su vecino quiere casarse con él. Al final, sorprendido en casa del vecino, se le castiga por adulterio. 

El soldado: fanfarrón y engañado, el esclavo: astuto y manipulador y con los añadidos de juegos de palabras y continuos equívocos, una divertida obra.
****


INTRODUCCIONES, TRADUCCIÓN Y NOTAS DE
MERCEDES GONZÁLEZ-HABA
EDITORIAL GREDOS
* [Aunque el libro está conformado por todas las obras señaladas, en las versiones digitales aparecerán de obra en obra.
Nota del escaneador]
Tito Macio Plauto E l m i l i t a r f a n f a r r ó n
1
Asesores para la sección latina: JOSÉ JAVIER ISO y JOSÉ LUIS MORALEJO.
Según las normas de la B. C. G., la traducción de este volumen ha sido revisada por JOSÉ ANTONIO
ENRÍQUEZ GONZÁLEZ.
© EDITORIAL GREDOS, S. A.
Sánchez Pacheco, 81, Madrid, 1996.
Depósito Legal: M. 9221-1996.
ISBN 84-249-1497-X. Obra completa.
ISBN 84-249-1801-0. Tomo II.
Impreso en España. Printed in Spain.
Gráficas Cóndor, S. A., Sánchez Pacheco, 81, Madrid, 1996.-6800.
Tito Macio Plauto E l m i l i t a r f a n f a r r ó n
2
EL MILITAR FANFARRÓN
(Miles gloriosus)
INTRODUCCIÓN
El Miles gloriosus es una de las comedias de más éxito de Plauto, sea cual sea su relación con el
original griego, del que no se conoce más que el título, Alazón1, por noticia del prólogo, y haya o no
haya contaminado el poeta, cuestiones ambas tan traídas y llevadas por la crítica2. Se suele atribuir
el Miles a la primera época de la actividad del autor, a causa de su pobreza de ritmos, al igual que el
Mercator; por una alusión al encarcelamiento del poeta Nevio (v. 211 y sigs.), habría que datar la
obra hacia el 205 antes de nuestra era. Así y todo, no se puede dejar de reconocer que el Miles
supone uno de los puntos más altos de toda la obra del poeta; es una obra plautina cien por cien, una
obra en que el autor se supera a sí mismo en cuanto a efectos cómicos, una pieza que no es posible
leer, y menos aún ver representada, sin reír casi continuamente a más y mejor.
El argumento no es complicado: durante una ausencia del joven ateniense Pleusicles,
Pirgopolinices, un militar de Éfeso —un Fondottiero tipico del mundo alejandrino, que al frente de
tropas mercenarias ofrecía sus servicios a algún rey— consigue introducirse en casa de la amiga de
Pleusicles, apoderarse de ella y llevársela a la fuerza consigo a Éfeso. Palestrión, esclavo de
Pleusicles, que marcha en busca de su amo para darle cuenta de lo sucedido, es capturado por unos
piratas y entregado como esclavo precisamente al militar de Éfeso. Desde allí escribe a su anterior
amo, que se presenta en Éfeso, alojándose en casa de un amigo de su padre, el viejo
Periplectómeno, que vive precisamente en la casa contigua a la del militar. Un pasadizo abierto
secretamente en la pared medianera entre las dos casas va a ser causa de algunas complicaciones,
pero no impedirá el éxito final: el guardián personal de la joven Filocomasio, Escéledro, la ha visto
besarse con un desconocido en casa del vecino, pero al fin termina por creerse la historia de que se
trata de una hermana gemela de Filocomasio venida de Atenas con su amigo. La próxima víctima
va a ser el militar en persona. Periplectómeno, el viejo vecino, le busca a Palestrión dos jóvenes,
una de las cuales se hace pasar por esposa del viejo, mientras la otra, su esclava, hará de
intermediaria para llevar al militar el mensaje de su ama, perdidamente enamorada de él. El militar
cae en la trampa, despide a Filocomasio, a la que en nombre de su supuesta hermana y de su madre
se presenta a recoger Pleusicles, bajo disfraz de patrón de navío, y acude a casa de Periplectómeno
en busca de la que piensa va a ser su nuevo amor; en realidad le esperan allí el viejo y sus esclavos
convenientemente armados, y sólo a duras penas consigue escapar al merecido castigo, mientras
Filocomasio, Pleusicles y Palestrión navegan rumbo a Atenas.
Como cobertura a la pieza sirve una escena insuperable de presentación del militar en diálogo
con su gorrón Artotrogo, personaje protático que no vuelve a aparecer luego en el curso de la obra.
A continuación va el prólogo, en boca del esclavo Palestrión (hasta el v. 155). El militar desaparece
hasta el v. 947. Todo este espacio está reservado a los diversos preparativos para cogerle en la
trampa —con una especie de excurso sobre la persona del viejo Periplectómeno en los vv. 596-
764—. Una vez bien delineado el plan, puede volver a aparecer el militar en escena (v. 946 hasta el
final, v. 1437). Si bien el largo excurso parece salirse hasta cierto punto de lo que en sí pide el
argumento de la obra, en los 500 versos finales queda el público bien compensado del intermedio:
1 Según K. GAISER, 1959, el Ephesios de MENANDRO.
2 Q. ZWIERLEIN, 1991, atribuye las irregularidades en la composición del Miles a un reelaborador negando la
autenticidad de un total de 340 versos.
Tito Macio Plauto E l m i l i t a r f a n f a r r ó n
3
la comicidad de lo que sigue es tal, que ni los mismos personajes pueden contener la risa, cuánto
menos, naturalmente, los espectadores —¿quizá se trata de una condescendencia del poeta con los
actores, no fuera que empezaran a reír a destiempo en escena juntamente con el público?—.
El efecto cómico queda conseguido de manera total, y eso a pesar de la técnica especial de
presentar la acción, que en sí va doblemente ofrecida: los personajes deliberan ante el público sobre
su plan, Palestrión instruye a los otros personajes de lo que han de hacer —se trata más o menos de
una narración—, y a ello sigue luego su realización en forma dramática en la ficción de la escena. Y
a pesar de tales reiteraciones. es tan perfecto el juego de los recursos cómico— dramáticos, que,
como se acaba de decir, ni los mismos personajes pueden contener la risa.
Las diversas figuras típicas de la comedia están aquí trazadas de manera magistral:
Periplectómeno, el viejo jovial y comprensivo; Pleusicles, el joven galán, esta vez con rasgos aún
más acentuados de timidez, apocado, escrupuloso, lleno de miramientos, se diría que en la luna
(piénsese en su monólogo de los vv. 1284-1297, cuando aparece disfrazado de patrón de navío para
recoger a Filocomasio y empieza —en momentos tan inoportunos, de tanto peligro— a discurrir
sobre la calidad moral de su manera de proceder y hasta a perderse en consideraciones
mitológicas... —un o de los momentos de más refinada t omicidad de la pieza—, hasta que el ver a
Palestrión y al militar le hace caer en la cuenta de que no es ocasión para ello). ¿Y el tipo del militar
fanfarrón? En ninguna otra de las comedias plautinas en donde aparece (Bacchides, Curculio,
Poenulus) es presentado de manera tan acabadamente cómico— grotesca como aquí. Las tres
figuras femeninas —Filocomasio, la heroína de la obra, Acroteleutio y Milfidipa— tampoco se
quedan atrás en su desparpajo y sus refinados procedimientos femeninos. Y en fin, el tipo del fiel
esclavo, dispuesto a todo por servirle los pensamientos a su amo: Palestrión, el artífice de todo el
complot para la liberación de Filocomasio, es digno colega sin duda del Crísalo de las Bacchides,
del Tranión de la Mostellaria o del Pséudolo de la comedia del mismo nombre, pero quizá aquí los
supera a todos en cinismo y refinada astucia, sobre todo en los afiligranados equilibrios que, al
borde mismo del precipicio, se atreve a hacer en la escena de despedida, y que no pueden por menos
de producir el mismo efecto de suspense que las peligrosas acrobacias de un circo.
Sólo la escena final desdice de la obra —¿por qué no la hizo el poeta transcurrir entre bastidores,
como en otras ocasiones, sobre todo después de la longitud de la pieza? (cf. Casina 1006; Mercator
1007 y sigs.).
Entre los numerosos descendientes literarios del Miles gloriosus citemos una traducción
española, de autor desconocido, publicada en Amberes en 1555: La comedia de Plauto titulada
Milite glorioso; en Italia, una refundición del veneciano L. Dolce (1508-1548), Il capitano; en
Francia, el capitán Matamore de L'illusion comique de P. Corneille; en Alemania, el
Horribilicribrifax de Andreas Gryphius (1616-1664) o Der grossprahlerische Offizier de Reinold
Lenz (1772), etc.
Tito Macio Plauto E l m i l i t a r f a n f a r r ó n


4
ARGUMENTO I
Un militar se lleva consigo a una cortesana de Atenas a Éfeso. El esclavo del joven amigo de la
muchacha quiere darle la noticia a su amo, que estaba fuera en una misión oficial, pero es hecho
cautivo durante la travesía y entregado al militar de Éfeso. Entonces consigue hacer venir a su amo
de Atenas [5] a Éfeso y hace un pasadizo en la pared medianera entre las dos casas donde se alojan,
para que así tengan la posibilidad de reunirse los amantes. El guardián de la joven los ve desde el
tejado abrazándose en casa del vecino, pero le burlan y le engañan haciéndole creer que se trata de
otra. El esclavo [10] Palestrión convence al militar de que despida a su amiga, porque la mujer del
viejo de al lado se quiere casar con él. Entonces el militar le pide él mismo que se vaya y la colma
de regalos. Pero lo cogen en casa del viejo, siendo castigado como adúltero.
ARGUMENTO II
Un joven ateniense y una cortesana libre de nacimiento están perdidamente enamorados. El
joven marcha a Naupacto en misión oficial, y entretanto da con la cortesana un militar y se [5] la
lleva a Éfeso en contra de su voluntad. El esclavo del joven ateniense se hace a la mar para dar
cuenta a su amo de lo sucedido, pero es hecho cautivo en la travesía y entregado al militar. Entonces
escribe una carta a su amo para que se presente en Éfeso. El joven acude a toda prisa y se aloja en
casa de un amigo de su padre que está pared por medio con la del militar. [10] El esclavo hace un
pasadizo en la pared medianera, para que puedan comunicarse por allí los enamorados sin que nadie
se entere, y hace como que ha venido una hermana gemela de la joven. El vecino contrata a una
dienta suya para que solicite al militar. El militar cae en la trampa, y, creyendo que se va a [15]
casar con él, despide a su amiga, recibiendo a continuación una paliza por adúltero.

PERSONAJES
PIRGOPOLINICES, militar
ARTOTROGO, parásito de Pirgopolinices
PALESTRIÓN, esclavo
PERIPLECTÓMENO, viejo
ESCÉLEDRO, esclavo de Pirgopolinices
FILOCOMASIO, joven amiga de Pleusicles
PLEUSICLES, joven
LURCIÓN, joven esclavo
ACROTELEUTIO, cortesana
MILFIDIPA, esclava de Acroteleutio
UN JOVEN ESCLAVO CARIÓN, cocinero.
La acción transcurre en Éfeso.
Tito Macio Plauto E l m i l i t a r f a n f a r r ó n
5
(NOTA: TRANSCRIBO UN FRAGMENTO DE ESTA MARAVILLOSA COMEDIA).
ACTO I
ESCENA ÚNICA
PERGOPOLINICES, ARTOTROGO
PIR.— (Saliendo de casa y hablando con los esclavos que están dentro.) Más luciente que los
rayos del sol en un día de cielo límpido me habéis de dejar el escudo: que, cuando llegue el caso, su
brillo ciegue en medio de la batalla la vista de las filas enemigas. [5] Es que quiero consolar a mi
espada, que no se lamente ni desespere de que la lleve ya tan largo tiempo sin oficio, cuando está la
pobre infeliz ardiendo en deseos de hacer picadillo a los enemigos. Pero ¿dónde está Artotrogo?
[10] AR.— Aquí, a la vera del varón valeroso y afortunado, un príncipe se diría, un guerrero...,
ni el dios Marte osaría nombrar ni comparar sus hazañas con las tuyas.
PIR.— ¿A quién te refieres, a ese que salvé yo en las llanuras de los Gorgojos, [15] donde era
general en jefe Bumbomáquides Clitomestoridisárquides, de la prosapia de Neptuno?
AR.— Sí, sí, lo recuerdo. ¿Tú dices aquel de las armas de oro, cuyas legiones desvaneciste de
un soplo, al igual que el viento las hojas o las pajas de un tejado?
PIR.— Bah, eso es cosa de nada.
[20] AR— Cosa de nada si es que lo vas a comparar con otras hazañas que yo podría contar, (al
público) y que no has jamás llevado a cabo; si es que alguien ha visto en toda su vida a un hombre
más embustero o más fanfarrón que éste, aquí me tiene, soy todo suyo —solamente, eso sí las
aceitunas esas que se comen en su casa, son de locura—.
[25] PIR.— ¿Dónde te has metido?
AR.— Aquí, aquí. Caray, o aquello del elefante en la India, cómo fuiste y de un puñetazo le
partiste un brazo.
PIR.— ¿Un brazo?
AR.— Una pata quise decir.
PIR.— Pues le di así como quien no quiere la cosa.
AR.— Bueno, es que si te pones, pues entonces, que se te cuela el brazo por la piel, [30] las
entrañas y la osamenta del bicho.
PIR.— Dejémonos ahora de eso.
AR.— Caray, tampoco merece la pena que me cuentes tú a mí tus hazañas, que me las sé al
dedillo; (aparte) el estómago es el culpable de todas estas penas: los oídos tienen que sacrificarse en
favor de los dientes, [35] que no les entre dentera, y no hay sino decir amén a todos sus embustes.
PIR.— Espera ¿qué es lo que iba yo a decir?
AR.— ¡Ah, ya! Sí, ya sé lo que quieres decir, sí, así fue, lo recuerdo perfectamente.
PIR.— Pero ¿el qué?
AR. — Lo que sea.
PIR.— ¿Tienes...
AR.— Las tablillas quieres, ¿verdad?, las tengo, y también un punzón.
PIR.— Es una maravilla cómo me sirves los pensamientos.
[40] AR.— Mi deber no es sino estar puntualmente al tanto de tus inclinaciones y desarrollar un
olfato especial para adivinar con antelación todos tus deseos.
PIR.— Vamos a ver, ¿lo tienes aún presente?
AR.— Sí, señor: ciento cincuenta en Cilicia, cien en Escitolatronia, treinta sardos [45] y sesenta
macedonios son los hombres a los que diste muerte en un solo día.
PIR.— ¿Cuántos hacen en total?
AR.— Siete mil.
PIR.— Ni más ni menos. La cuenta es exacta.
Tito Macio Plauto E l m i l i t a r f a n f a r r ó n
6
AR.— Pues no es que los tenga escritos, pero, así y todo, me acuerdo.
PIR.— Caray, tienes una memoria excelente.
AR.— Los buenos bocados me la refrescan.
[50] PIR.— Mientras no cambies de conducta, no te faltará de comer, podrás participar siempre
de mi mesa.
AR.— Pues ¿y en Capadocia, donde, si no llega a ser porque la espada estaba embotada, te
cargas a quinientos de un solo golpe?
PIR.— No, es que como no eran más que soldados rasos, les perdoné la vida.
[55] AR.— Nada, ¿a qué voy a venirte yo a contar lo que todo el mundo sabe, esto es, que tú,
Pirgopolinices, eres un ser único en el mundo por tu valentía, tu beldad y tus hazañas? Todas las
mujeres se enamoran de ti, y no sin razón, puesto que eres tan guapo; [60] como aquellas que me
tiraban ayer de la capa.
PIR. ¿Qué es lo que te decían?
AR.— Bueno, me preguntaban: «oye, ¿es Aquiles?». «Aquiles no, digo, pero es su hermano». Y
entonces va la otra y dice: «pues anda, que no es guapo, y además, qué buen porte; ¡fíjate lo bien
que le cae la cabellera! [65] Verdaderamente, hija, qué suerte que tienen las que se acuestan con
él».
PIR.— ¿De verdad que decían eso?
AR.— ¡Pero si hasta me suplicaron las dos que te hiciera pasar hoy por allí como en un desfile!
PIR.— Verdaderamente que es una verdadera desgracia esto de ser demasiado guapo.
AR.— A ver, pero así es: no me dejan vivir, me ruegan, me asedian, [70] me suplican que las
deje verte, me dicen que te lleve con ellas, de forma que no me queda tiempo para ocuparme de tus
asuntos.
PIR.— Me parece que es hora de que nos acerquemos al foro, para que les pague su sueldo a los
mercenarios que alisté ayer aquí, [75] que el rey Seleuco1 me ha rogado con mucha insistencia que
se los reclutara. Hoy quiero emplear el día a su servicio.
AR.— ¡Venga, vamos allá!
PIR.— ¡Vosotros, los de mi guardia, seguidme! (Se van al foro.)

ACTO II
ESCENA PRIMERA
PALESTRIÓN
PAL.— Distinguido público, heme aquí dispuesto a contarles el argumento de esta comedia, [80]
si es que ustedes tienen la bondad de prestarme su atención. Si alguien no quiere escuchar, que se
levante y se marche, para hacer sitio donde sentarse al que lo quiera. [85] Ahora os diré el
argumento y el título de la comedia que vamos a representar, que es para lo que estáis aquí reunidos
en este lugar de fiesta: en griego se titula la pieza Alazón, lo que en latín se dice gloriosus, o sea,
fanfarrón. Esta ciudad es Éfeso; el militar este que acaba de irse ahora a la plaza es mi amo, un
fanfarrón, un sinvergüenza, [90] un tipo asqueroso, que no vive sino del perjurio y del adulterio. Se
empeña en que le persiguen todas las mujeres, y, en realidad, no es sino el hazmerreír de ellas por
donde quiera que va. Por eso tienen aquí por lo general las golfas el morro torcido, a fuerza de
burlarse de él haciéndole muecas con los labios. [95] En cuanto a un servidor, no hace mucho que
me encuentro a las órdenes del susodicho militar: ahora mismo les digo cómo es que pasé a ser
esclavo suyo en lugar del amo que tenía antes; prestad atención, que ahora empiezo a contar el
argumento. Yo estaba en Atenas al servicio de un amo que era una bellísima persona y que estaba
1 Entre el 312 y el 281 antes de nuestra era reinó Seleuco I en Siria; del 247 al 227, Seleuco II, y del 227 al 224, es
decir, en época de Plauto, Seleuco III.
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enamorado [100] de una cortesana hija de madre de Atenas del Ática2, y a ella le pasaba lo mismito
con él, lo cual se puede decir que es la forma ideal de amar. Mi amo fue enviado a Naupacto con un
asunto oficial de gran importancia. Entretanto, se presenta el militar este en Atenas y empieza a
insinuarse con la amiga de mi amo; [105] venga a camelar a la madre trayéndole vino, aderezos,
buenas cosas de comer, hasta que consigue hacerse persona de confianza en casa de la señora. En
cuanto que se le presentó la ocasión, [110] va y engaña a la madre de la muchacha de la que estaba
enamorado, y, sin que ella se dé cuenta, coge a la hija, la embarca y la trae a la fuerza aquí a Éfeso.
Cuando yo me entero de que la amiga de mi amo ha desaparecido de Atenas, cojo [115] y, lo más
rápidamente que puedo, me busco un pasaje y me embarco en dirección a Naupacto para informarle
de lo sucedido. Hete ahí que nos encontrábamos ya en alta mar, cuando aparecen por permisión
divina unos piratas que capturan el barco en donde yo iba, o sea que encuentro mi perdición antes
de encontrarme con mi dueño como era mi propósito. [120] El que me hizo cautivo me entregó
como esclavo al militar este, que me lleva con él a su casa, donde al entrar me topo con la amiga
ateniense de mi amo. Ella al reconocerme me hace señas con los ojos de que no le hable; [125]
luego, cuando tuvimos ocasión, se me queja de sus infortunios: me dice que está deseando salir
huyendo de aquella casa y volver a Atenas, que ella sigue queriendo a mi amo el de Atenas y que no
hay para ella otra persona más aborrecible que el militar. Yo, que me doy cuenta de la situación en
que está la muchacha, [130] cojo y escribo una carta y se la entrego en secreto a un comerciante
para que se la lleve a mi amo el de Atenas, el que estaba enamorado de la chica, para que se persone
aquí en Éfeso. No ha hecho él caso omiso de mi mensaje, [135] porque ha venido y se aloja aquí
junto a nosotros, en casa de un antiguo amigo de su padre, un viejo que es realmente un hombre
encantador; que está nada más que a servirle los pensamientos a su enamorado huésped y que nos
ayuda con su colaboración y sus consejos. O sea que yo he podido organizar aquí un truco
estupendo para que pudieran reunirse los enamorados [140]: en una habitación que el militar ha
reservado para su amiga, donde tiene prohibido que nadie ponga los pies aparte de ella, allí en esa
habitación ha hecho un boquete en la pared por donde la muchacha pueda pasar en secreto a la casa
del vecino de al lado —a sabiendas del viejo, por supuesto; él ha sido quien me ha dado la idea—;
[145] y es que el otro esclavo a quien el militar ha encargado la custodia de su amiga es un pobre
diablo, o sea, que a fuerza de ingeniosos trucos y de bien tramados engaños le pondremos un velo
delante de los ojos y conseguiremos que no haya visto lo que ha visto; [150] y después, para que no
os confundáis, la misma muchacha va a hacer el papel de dos, de la que vive aquí en esta casa y de
otra que va a vivir en la casa de al lado —en sí es siempre una y la misma, pero simulará ser cada
vez una distinta; ésta es la forma en que vamos a pegársela a su guardián—. Pero suena la puerta del
viejo, nuestro vecino: [155] es él el que sale; ése es el viejo tan saleroso que les acabo de decir
ahora mismo.

ESCENA SEGUNDA
PERIPLECTÓMENO, PALESTRIÓN
PE.— (Hablando a los de dentro de la casa.) Como a la próxima vez no le rompáis los huesos a
cualquiera de fuera de casa que veáis por el tejado, os voy a dejar los costados hechos unos zorros;
es que de esta forma no son ya los vecinos testigos de todo lo que ocurre dentro de mi casa, tal
como se ponen a observar desde arriba por el patio. Así que ya sabéis, tenéis orden estricta de que a
cualquier persona de la casa del militar [160] que veáis en nuestro tejado, no siendo Palestrión, le
echéis abajo a la calle; ni que diga que es que está buscando una gallina o una paloma o un mono,
os jugáis la vida si no le dais de palos hasta dejarle fuera de combate. Y además, para que no se
salten la ley esa en contra del juego de las tabas3, ya sabéis, les hacéis migas las propias [165] y
2 Texto inseguro.
3 Sobre la prohibición de los juegos de azar, cf. CICERÓN, Phil. I 56; de alea condemnatum; HORACIO, Carm. 24,
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veréis cómo no vuelven a ponerse a la mesa con ellas4.
PA.— Por lo que oigo, alguno de los nuestros debe de haber hecho una mala pasada, que da el
señor aquí orden de romperles las tabas a mis colegas; bah, a mí me ha dejado fuera de cuenta, tanto
me da lo que haga con los otros. Voy a hablarle.
PE.— ¿No es ése Palestrión?
PA.— ¿Qué hay Periplectómeno?
[170] PE.— Si me dieran a elegir, no habría muchas personas a quienes viera ahora con más
gusto que a ti.
PA.— ¿Qué es lo que pasa?, ¿qué jaleo es ese que te traes ahí con nuestros esclavos?
PE.— Muertos somos.
PA.— Pero ¿qué es lo que ocurre?
PE.— Todo se ha descubierto.
PA.— ¿Qué es todo?
PE.— Ahora mismo ha estado quien sea de los vuestros [175] desde el tejado viendo por el patio
a Filocomasio aquí en casa besándose con mi huésped.
PA.— ¿Quién es el que lo ha visto?
PE.— Uno de tus compañeros.
PA.— ¿Cuál de ellos?
PE.— Pues no lo sé, porque salió corriendo de pronto.
PA.— Barrunto que estoy perdido.
PE.— Cuando ya se iba, le grito: «eh, tú, qué es lo que haces ahí en el tejado», digo; «buscando
un mono», me contestó mientras se iba.
[180] PA.— ¡Ay, desgraciado de mí, que me voy a buscar mi ruina por culpa de un bicho tan
asqueroso! Pero ¿Filocomasio está ahí todavía en tu casa?
PE.— Cuando salí, sí que estaba.
PA.— Pues haz el favor de ir y decirle que se pase a nuestra casa lo más rápidamente posible,
para que la vean allí mis compañeros, si no es que pretende que nos den a todos a la horca por
camarada a causa de sus amoríos.
[185] PE.— Eso ya se lo he dicho yo; si no quieres otra cosa...
[185ª] PA.— Sí que quiero, dile también que no se olvide un punto de que es una mujer y se
mantenga en el ejercicio de las artes y los procedimientos femeninos.
PE.— ¿Qué es lo que quieres decir?
PA.— Quiero decir que consiga convencer al esclavo que la ha visto ahí de que no la ha visto;
así haya sido vista cien veces ahí, a pesar de todo, que lo niegue; boca tiene, una buena lengua,
alevosía, malicia y arrojo, decisión, tenacidad, falacia; [189ª] que haga frente y venza con sus
juramentos a quien la acuse; [190] no le falte capacidad para echar mentiras, para inventar falsedades,
falsos juramentos, mañas tiene, capacidad de seducir, de engañar, que una mujer que tenga
asomos de malicia no tiene que andar rogando a proveedor ninguno: en casa tiene un huerto con
todas las hierbas y los condimentos necesarios para toda clase de malas artes.
[195] PE.— Yo se lo diré, si es que está aquí. Pero ¿qué es eso a lo que andas ahí dándole
vueltas en tu magín, Palestrión?
PA.— Calla un momento, mientras que hago recuento de mis ideas y reflexiono sobre el camino
a seguir y delibero con qué mañas le salgo al paso al mañoso del colega ese que la ha visto ahí
besándose, hasta conseguir que no haya visto lo que ha visto.
[200] PE.— Hala, yo entretanto me retiro aquí a esta parte. Fíjate, cómo está ahí con la frente
fruncida, venga a cavilar, venga a discurrir; se golpea el pecho con los dedos —pues a ver si va a
hacer salir al corazón a abrirle la puerta—; ahora se vuelve para el otro lado; la mano izquierda la
apoya en la pierna izquierda, con la mano derecha echa cuentas con los dedos, dándose en el muslo
58; venta legibus ales; OVIDIO, Trist. I 472, hoc est ad nostros non leve crimen avos; según SUETONIO, Augusto, en
cambio, no tenía reparo alguno en distraerse con esta clase de juegos (Aug. 71).
4 Cf. nota a Curculio 354.
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derecho. [205] Menudos golpes se pega, parece que le vienen con dificultad las ideas; hace
chasquear los dedos: las está pasando negras: no hace más que cambiar de postura; mira, ahora
menea la cabeza, seguro que es que no le gusta lo que se le ha ocurrido; sea lo que sea, veo que no
nos lo va a servir a medio hacer, sino bien en su punto. Y ahora se pone a hacer de albañil: pone el
brazo como si fuera una columna debajo de la barbilla [210] —quita, quita, esa construcción no me
gusta, que he sabido que hay un poeta romano5 en la misma postura, custodiado día y noche por un
par de guardianes—. ¡Bravo, qué postura ahora tan salerosa, como un verdadero esclavo de
comedia! Éste no para hoy hasta no acabar con lo que se trae entre manos. [215] Ya lo tiene, creo.
¡Manos a la obra! ¡Alerta, no te duermas, a no ser que prefieras velar a fuerza de palos y de
cardenales! A ti te digo6, Palestrión, no duermas, digo, despiértate, digo, que es de día, digo.
PA.— Te oigo.
PE.— ¿No te das cuenta de que tienes el enemigo encima y que te asedia por la espalda? [220]
Toma una decisión, coge refuerzos, y además deprisa, no es hora de andarse con calmas; anticípate
por otro camino, busca algún rodeo oculto para llevar al ejército, apremia con tu asedio al enemigo,
procura ayuda para los nuestros, corta las provisiones a los contrarios y asegúrate [225] tú un
camino por donde puedan llegar sin peligro víveres y provisiones a ti y a los tuyos: manos a la obra,
la cosa urge; inventa, imagina; venga, deprisa, una artimaña para que no se haya visto lo que se ha
visto, para que no haya pasado lo que ha pasado. Grande es la empresa que acomete este hombre,
grandes las fortificaciones que construye. Palestrión, si es que te comprometes a tomar la cosa en
tus manos, [230] entonces podemos estar seguros de la derrota de nuestros enemigos.
PA.— Me comprometo, acepto la dirección de la empresa.
PE.— Y yo te aseguro que conseguirás tus fines.
PA.— ¡Júpiter te bendiga!
PE.— ¿No quieres hacerme partícipe de tus planes?
PA.— Calla mientras que te introduzco en el terreno de mis estratagemas, para que sepas lo
mismo que yo mis propósitos.
PE.— No recibirás daño alguno de ello.
[235] PA.— Mi amo el militar más que su propia piel tiene la de un elefante y no más caletre
que un adoquín.
PE.— Lo sé.
PA.— El plan que tengo, el engaño que quiero poner en práctica es el de decir que ha venido de
Atenas con un amigo suyo la hermana gemela de Filocomasio, y que las dos jóvenes [240] son tan
parecidas entre sí como dos gotas de agua; diré que están alojados en tu casa.
PE.— ¡Bravo, bravo, estupendo, me parece una idea magnífica!
PA.— De modo que, si mi camarada la acusa al militar de haberla visto ahí besándose con otro,
[245] yo le convenzo de que es a la hermana a quien ha visto besarse y abrazarse con su amigo en tu
casa.
PE.— ¡Chico, fantástico! Yo también diré lo mismo si me pregunta el militar.
PA.— Pero tú di que es que son parecidísimas, y además hay que avisárselo a Filocomasio para
que lo sepa y no ande titubeando si el militar le pregunta algo.
PE.— ¡Qué engaño tan bien pensado! Pero si el militar quiere verlas a las dos al mismo tiempo,
[250] ¿qué hacemos entonces?
PA.— Muy fácil, se pueden dar cientos de pretextos: no está en casa, ha salido de paseo, está
durmiendo, se está arreglando, está en el baño, está comiendo o bebiendo; está ocupada, no tiene
tiempo, ahora no es posible. El caso es darle largas al asunto, supuesto que consigamos de buenas a
primeras hacerle creer que son verdad todas las mentiras que se le echen.
[255] PE.— De acuerdo.
PA.— Entra en casa, pues, y, si está allí Filocomasio, dile que se pase en seguida aquí a la
nuestra; cuéntale todo esto, no dejes de avisarla y de advertirla que se quede bien con el plan este
5 Nevio, encarcelado por los ultrajes proferidos en sus obras contra personajes de la nobleza romana.
6 Sigue un texto ininteligible, que ha sido corregido por los críticos de muy diversas maneras.
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que hemos urdido de la hermana gemela.
PE.— Verás qué bien sé dejártela bien instruida. ¿Algo más?
PA.— Que te metas en casa.
PE.— Ahora mismo. (Entra.)
[260] PA.— Yo también me voy a casa, a ver si con mucho disimulo puedo averiguar quién de
mis compañeros ha sido el que ha ido a buscar al mono ese, que me figuro yo que no es posible que,
sea quien sea, hablando con alguno de los de casa, no le haya dicho lo de la amiga del amo, que la
ha visto aquí en la [265] casa de al lado besándose con otro joven, que yo me sé muy bien eso de
que «lo que yo solo me sé, callármelo no podré». Si consigo dar con el que la vio, contra él dirigiré
todas mis máquinas de guerra; todo está a punto: al asalto y a hacerme con él por la fuerza de mi
brazo. Si no consigue localizarle, entonces iré olfateando como un perro de caza hasta dar con las
huellas del zorro. [270] Pero suena nuestra puerta, me callo, que es el guardián de Filocomasio, mi
compañero, el que sale.

jueves, 8 de noviembre de 2012

Bram Stoker: natalicio






Google celebra el 165 aniversario del nacimiento de Bram Stoker, el autor de Drácula.
La novela se publicó por primera vez en 1897 y cuenta la historia de Jonathan Harker, un abogado inglés que llega al castillo del conde Drácula, ubicado en Transilvania. El objetivo de Harker es cerrar unas ventas con el conde, pero durante el periodo en el que permanece como huésped en el castillo, el joven abogado comienza a observar extraños comportamientos de Drácula: no come nunca en su presencia, hace vida nocturna y asosmbrosamente no se refleja en los espejos. Poco tardará Harker en darse cuenta de la verdadera personalidad del conde, un ser despreciable y despiadado que le hará prisionero en su castillo con siniestros propósitos.
Pese a que Stoker no inventó el género vampírico, sí que fue el encargado de popularizarlo. Basó sus textos en Vlad Draculea, un gobernante implacable que luchó contra el expansionismo otomano y que es considerado un héroe en rumanía. Para esta novela se sirvió de los conocimientos de Arminuis Vámbéry, un erudito húngaro que le explicó las aventuras de Vlad.
Las características vampíricas de Drácula han influído en la mitología vampírica posterior, manteniendo detalles como el uso de la telepatía, la capacidad para convertirse en animal, o su aversión a los ajos y los crucifijos.
Stoker estudió en el prestigioso Trinity College de Dublín y se graduó con matrícula de honor en matemáticas y ciencias. Además fue campeón de atletismo y presidente de la asociación filosófica. Más tarde aprobó las oposiciones de Derecho y comenzó a ejercer como abogado en Inglaterra.
Óscar Wilde dijo que Drácula era una de las mejores novelas de terror de todos los tiempos y fue alabadas por otros grande autores como Arthur Conan Doyle.

miércoles, 7 de noviembre de 2012

ARTHUR CONAN DOYLE: CURIOSIDADES.


Arthur no tenía intención de convertirse en escritor profesional en un primer momento. Como prueba de ello, él estudió medicina en la universidad de Edimburgo. Sin embargo, entre los estudios y los trabajos que iba haciendo para pagarlos, el joven Arthur empezó a escribir pequeños relatos como descanso. Enseguida debió darse cuenta de su potencial como escritor, ya que antes de cumplir los 20 años una revista llamada "Chambers's Edinburgh Journal" le había publicado uno de sus relatos. 

- En cierta ocasión, tras haber finalizado sus estudios de medicina, empezó a trabajar como médico naval en el buque SS Mayumba. La labor literaria empezaba a flaquear y parecía que, al menos por el momento, Arthur no estaba dispuesto a crear los grandes éxitos a los que estaba destinado a hacer en un futuro. 

- Si alguna vez oís hablar de una enfermedad llamada "Tabes dorsal", acordaos de este escritor. Y es que su tesis doctoral trató precisamente sobre ese tema, un estudio detallado sobre la enfermedad con el que finalmente consiguió el título de doctor en 1885. 

- Una vez, empezó a ejercer el oficio de médico como colaborador de un colega suyo. Sin embargo, las relaciones entre ambos nunca fueron muy buenas y pronto empezaron a surgir malentendidos y discusiones. Harto de esa incómoda situación, Arthur optó por la opción más radical: Se mudó de ciudad y empezó su propia clínica en solitario con sólo 10 libras encima. ¿Qué tal le fue con esa nueva aventura? Fatal. Muy poca gente iba a su clínica, pasaba horas enteras sin un solo cliente. Sin embargo, esa falta de trabajo fue la que le invitó a escribir historias mientras esperaba a que viniera alguien. Durante los largos ratos muertos que pasaba en el trabajo, finalizó su primera gran obra, "Estudio en escarlata", que traía al mundo la primera aparición del gran Sherlock Holmes. 

Una de las curiosidades menos conocidas sobre Arthur es que fue un gran aficionado al deporte. Fue portero de fútbol en un equipo amateur llamado Portsmouth Association Football Club; también fue un gran jugador de cricket, llegando a jugar diez partidos profesionales en el Marylebone Cricket Club; de vez en cuando jugaba a los bolos, aunque no tenía mucha experiencia en ellos; también fue un buen jugador de golf, llegando a ser capitán del club Crowborough Beacon Golf Club. Y junto con todo ello, llegó a practicar incluso el boxeo. Entre sus hechos más importantes, fue uno de los primeros introductores del esquí en el Reino Unido. Sin duda, amaba el deporte, y por los resultados que obtuvo no se le debía dar muy mal esa afición. 

- Entre las distintas inspiraciones que Arthur tuvo para crear la personalidad de Sherlock, se cree que el principal personaje en el que está basado fue uno de sus profesores universitarios, Joseph Bell. Al parecer, tenía una personalidad muy analítica y gozaba de una gran inteligencia. De hecho, el propio Arthur Conan Doyle le mandó una carta al profesor agradeciéndole la inspiración: 

"Sin duda, es a usted al que le debo el personaje de Sherlock Holmes (...) Alrededor de la deducción y observación que he oído que usted inculca he tratado de construir un hombre" 

- Arthur fue nombrado caballero del Imperio Británico (un honor reservado a las más grandes contribuciones al Reino Unido). Quizás penséis que fue debido a su carrera literaria, pero estáis equivocados. Resulta que en esa época el Reino Unido había participado en la "Guerra de los Bóers", un conflicto por el que el país se llevó duras críticas por parte de casi todo el mundo. Entonces, Arthur publicó un panfleto llamado "La guerra en el sur de África: causas y desarrollo" en el que defendía y justificaba la participación de su país. Este texto apoyando a su país tuvo bastante éxito y fue traducido a muchos idiomas, causa por la cual ganó el título mencionado anteriormente. Además, también lo nombraron vice-teniente del condado de Surrey. 

- Una de las controversias más raras que vivió fue su actividad como espiritista. Muchos de sus familiares habían muerto en un período de tiempo bastante corto, por lo que entró en una gran depresión y empezó a sentirse atraído por el espiritismo, llegando incluso a unirse a la "Unión Nacional de Espiritualistas". Entre sus casos más sonados, defendió la veracidad de las hadas de Cottingley, que más tarde resultaron ser un fraude. No faltaba su participación en ningún ritual espiritista con sus compañeros. 

- Entre sus amistades, era un gran colega del famoso mago Harry Houdini. Al principio gozaron de una cálida amistad, pero pronto sus diferentes ideas los separaron: Arthur defendía fervientemente la existencia de hechos paranormales y magia, mientras que Houdini era completamente escéptico y luchaba contra todo ello. Cuando Houdini le dijo que todos sus trucos mágicos eran simplemente "trucos" que no tenían ninguna magia, Arthur no le creyó y empezó a mostrar argumentos en contra de él. Entre ellos empezaron a surgir malentendidos y las discusiones acabaron por separarlos. 

- Una de las tareas que siempre quiso realizar fue matar a Sherlock Holmes. El personaje que le había dado éxito nunca terminó de ser su favorito, ya que realmente él quería escribir novelas históricas. Cuando lo mató en una de sus novelas, miles de personas empezaron a vestir de luto y casi 20000 suscriptores al periódico en el que se publicaban las aventuras de Holmes anularon su suscripción apenados por la muerte de uno de sus héroes. Recibió también miles de cartas de sus más antiguos seguidores pidiendo que sus detectivescas aventuras volvieran a la vida. Parece que los gustos del público y de Arthur no eran los mismos. 

- Finalmente, murió a los 71 años de un ataque cardíaco. Las últimas palabras que dijo estaban dirigidas a su esposa: "Eres preciosa". En el epitafio de su tumba figuraban las palabras: 

Temple de acero 
Rectitud de espada 
ARTHUR CONAN DOYLE 
Caballero 
Patriota, médico y hombre de letras

martes, 6 de noviembre de 2012

VIRGINIA WOOLF




Novelista y crítica británica (1882-1941), cuya técnica del monólogo interior y estilo poético se consideran entre las contribuciones más importantes a la novela moderna. En 1912, se casó con el escritor Leonard Woolf. Entre sus novelas más conocidas se cuentan La señora Dalloway (1925) y El faro (1927). En ambas obras, el argumento surge de la vida interior de los personajes y los efectos psicológicos se logran a través de imágenes, símbolos y metáforas. Los acontecimientos en La señora Dalloway abarcan un espacio de doce horas y el transcurso del tiempo se expresa a través de los cambios que paso a paso se suceden en el interior de los personajes, en la conciencia que tienen de sí mismos, de los demás y de sus mundos caleidoscópicos. De sus restantes novelas, Las olas (1931) es la más evasiva y estilizada, y Orlando (1928), más o menos basada en la vida de su amiga Vita Sackville-West, es una fantasía histórica a la vez que un análisis del sexo, la creatividad y la identidad. 

También escribió biografías y ensayos.

omo bien ocurre con el mar, en donde las mareas producen el acercamiento y alejamiento de las aguas a la orilla, en un proceso rítmico y natural, en un ciclo que se repite cada minuto, cada hora, cada día, así, de la misma manera transcurren los acontecimientos en nuestras vidas: la inocencia de la niñez, el despertar de la adolescencia, el aprendizaje de la madurez, la sabiduría de la senectud... 

Virginia Woolf, fiel a un estilo y a unos temas que supondrán su seña de identidad y que marcan la leyenda de ?escritora atormentada?, por su carácter obsesivo y paranoico, retoma en este libro el de la fugacidad de la vida y del paso del tiempo en el transcurrir de los años en la piel de unos personajes, totalmente diferentes unos de otros tanto en formas de ser como en aspiraciones personales. Bernard, Susan, Rhoda, Jinny, Neville, Louise, son cinco individuos que representarán los diferentes prismas con los que observar la realidad, que no es única sino que dispone de múltiples interpretaciones. 

Así, se encuentran en el mismo camino, en la escuela, el bohemio e imaginativo Bernard con la maternal y femenina Susan, la inconformista e inadaptada Rhoda con la sensual y superficial Jinny, el ambiguo Neville con el maduro y responsable Louise. Todos se convertirán en amigos en esta etapa tan crucial en la vida, los años escolares, y vivirán los momentos gratificantes y también los sinsabores que supone el tránsito a la edad madura, unos con fortaleza, otros con resignación, y también habrá quienes no acepten nunca este hecho. Un hecho luctuoso propiciará su encuentro al cabo de los años, y hagan un repaso de los ha sido de cada uno de ellos, unos están satisfechos, otros, no tanto. 

Lo original de la forma es la manera en que cada uno de los personajes hace el balance de los años vividos. No hay diálogos, son los pensamientos y reflexiones los que se van intercalando, uno tras otro, todo transcurre con un estilo tan rítmico que, al igual que con el argumento, transmite una sensación ora de calma, ora de tempestad, como así suele ser la marea en el mar... experiencias positivas y negativas, como la vida misma. 

La innovadora Woolf, no sólo en cuanto a la temática, sino en su estilo narrativo, hace de esta obra, sin ser de las más conocidas, la más profunda y original de su bibliografía, para leer con calma y actitud reflexiva. 



Virginia Woolf: Las Olas
El tema propio de la novela no existe: todo constituye el tema propio de la novela. Escribió Virginia Woolf, hace algunos años, en un ensayo sobre la novela moderna, en el cual esbozó un programa destinado a hacer salir a esta rama de la literatura, la más genuinamente representativa de nuestra época, del círculo viciosos en que se movía. La forma clásica de la novela, que había producido obras maestras como las de Dickens, Jane Austen, Flaubert o Balzac, resultaba al presente inadecuada para expresar las posibilidades infinitas del mundo contemporáneo, a la vez que era demasiado lógica para captar la
complejidad y variedad de percepciones del ser humano. No obstante, la mayor parte de los novelistas gastaba una paciencia y esfuerzo enormes en continuar la tradición clásica. Construía cuidadosamente sus capítulos para culminar con el desenlace que dejaba a sus héroes eternamente felices o desdichados,
y nos brindaba toda clase de detalles concernientes al aspecto exterior de sus personajes, quienes vestían y hablaban según los más rigurosos dictados de la moda; pero, ¿qué nos decían del movimiento interior
del pensamiento, de aquellas súbitas percepciones o interrogaciones que asaltan el espíritu mientras el ser humano se encuentra entregado a las faenas de la existencia cotidiana?
.Examinemos, por un instante, un cerebro normal en un día cualquiera. La mente percibe miríadas de impresiones triviales, fantásticas, ya efímeras, ya grabadas con la precisión del acero. Ellas surgen de todas partes, en un incesante espectáculo de innumerables átomos, y a medida que caen, a medida que adquieren forma en la vida del lunes o del martes, el acento cae diferente al de antaño; el momento de importancia ocurrió aquí y no allá; de modo que si el escritor fuera un hombre libre y no un esclavo, si pudiera escribir lo que desea y no lo que debe, si pudiera basar su obra en su propio sentimiento y
no en convencionalismos, no habría trama, ni comedia, ni tragedia, ni interés amoroso, ni catástrofe en el estilo establecido. La vida no es una serie de lámparas dispuestas sistemáticamente; la vida es un
halo luminoso, una envoltura semitrasparente que nos rodea desde el nacimiento de nuestra conciencia hasta el fin. ¿No es acaso la tarea del novelista coger este espíritu cambiante, desconocido, ilimitado, con todas sus aberraciones y complejidades y con la menor mezcla posible de los hechos exteriores y ajenos?.
Después de explicar su concepción de la novela, Virginia Woolf se entregó a la tarea de realizar, por sí misma, este programa, rompiendo con todas las ligaduras que ataban a la ficción ordinaria y convirtiéndose en la más avanzada experimentadora en este campo de la literatura. Desechando los convencionalismos de la forma y la acción, de la unidad de lugar y de tiempo y la coherencia aparente de la trama, escribió .La Pieza de Jacob., obra en que las transiciones del argumento son omitidas, en que
sólo nos muestra los puntos culminantes de la vida del héroe, y en que los cambios son realizados sin advertencia previa. A esta novela siguieron .La señora Dalloway., en la cual describe un solo día en la existencia de la heroína, día que se prolonga, sin embargo, hacia el pasado, a través de la corriente de los
pensamientos que fluyen a la mente de la protagonista y que son suscitados por cualquier estímulo pequeño o trivial: una nube en el cielo, un perfume, el espectáculo de una mendiga; .Orlando., en que la
autora no sólo juega deliciosamente con la noción del tiempo, sino incluso con la de sexo y, finalmente.Las Olas., en que los hechos externos son enteramente suprimidos y sólo percibimos el mundo concreto a través de las conciencias humanas. La base de la técnica empleada por Virginia Woolf en .Las Olas. es el soliloquio interior que ya habíautilizado James Joyce en .Ulysses., pero esta vez no es un solo personaje el que habla, sino que las seis figuras centrales se entregan a monólogos que a veces se entrecruzan transformándose en coloquios,
que no se desarrollan jamás, sin embargo, en un plano real, sino en la conciencia de cada personaje. Cada cual registra las percepciones que caen sobre su conciencia, y sus pláticas nos van proporcionando,
gradualmente, la clave de sus respectivas personalidades, que se tornan cada vez más precisas e inconfundibles, a medida que avanzamos en las páginas del libro. Nda sabemos del aspecto físico de estos personajes, de los acontecimientos en que ellos participan, de cómo viven o visten. Y no necesitamos
saberlo; pues, a través de sus percepciones, llegamos a conocerles tan íntimamente que sabemos que Bernardo jamás escribirá la novela que siempre está pensando escribir, con la misma certidumbre con
que comprendemos que para Rhoda no existe evasión posible fuera de la muerte.
Cada capítulo de .Las Olas. está precedido de la descripción de un paisaje, siempre el mismo, pero que varía de color y de aspecto según la hora del día. Tampoco la naturaleza humana cambia; sólo parece transformarse, de la misma manera que partículas de agua movidas por una ola.
Primero es el amanecer, que corresponde a la infancia de los protagonistas; en seguida el mediodía y la tarde, con la luz plena de la juventud, y finalmente el crepúsculo y la noche, con la madurez y la vejez, que sobrevienen implacablemente. Los franceses han denominado a Virginia Woolf .la fée des lettres anglaises.. El hada, por la magia y la riqueza verbal de su estilo; por la belleza de sus imágenes, que hace imperceptible el límite que separa a la prosa de la poesía en sus páginas. Con un toque seguro, extrae de la vida cotidiana un objeto mil veces descrito, mil veces contemplado por nuestros ojos y, en el acto, dicho objeto adquiere un contorno y un matiz inesperados y se reviste de una sugestión misteriosa y extraña. Todo constituye el tema propio de la novela cuando se posee el talento creador, la originalidad y el genio poético de Virginia Woolf.
LENKA FRANULIC.

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POESÍA CLÁSICA JAPONESA [KOKINWAKASHÜ] Traducción del japonés y edición de T orq uil D uthie

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