martes, 6 de noviembre de 2012

VIRGINIA WOOLF




Novelista y crítica británica (1882-1941), cuya técnica del monólogo interior y estilo poético se consideran entre las contribuciones más importantes a la novela moderna. En 1912, se casó con el escritor Leonard Woolf. Entre sus novelas más conocidas se cuentan La señora Dalloway (1925) y El faro (1927). En ambas obras, el argumento surge de la vida interior de los personajes y los efectos psicológicos se logran a través de imágenes, símbolos y metáforas. Los acontecimientos en La señora Dalloway abarcan un espacio de doce horas y el transcurso del tiempo se expresa a través de los cambios que paso a paso se suceden en el interior de los personajes, en la conciencia que tienen de sí mismos, de los demás y de sus mundos caleidoscópicos. De sus restantes novelas, Las olas (1931) es la más evasiva y estilizada, y Orlando (1928), más o menos basada en la vida de su amiga Vita Sackville-West, es una fantasía histórica a la vez que un análisis del sexo, la creatividad y la identidad. 

También escribió biografías y ensayos.

omo bien ocurre con el mar, en donde las mareas producen el acercamiento y alejamiento de las aguas a la orilla, en un proceso rítmico y natural, en un ciclo que se repite cada minuto, cada hora, cada día, así, de la misma manera transcurren los acontecimientos en nuestras vidas: la inocencia de la niñez, el despertar de la adolescencia, el aprendizaje de la madurez, la sabiduría de la senectud... 

Virginia Woolf, fiel a un estilo y a unos temas que supondrán su seña de identidad y que marcan la leyenda de ?escritora atormentada?, por su carácter obsesivo y paranoico, retoma en este libro el de la fugacidad de la vida y del paso del tiempo en el transcurrir de los años en la piel de unos personajes, totalmente diferentes unos de otros tanto en formas de ser como en aspiraciones personales. Bernard, Susan, Rhoda, Jinny, Neville, Louise, son cinco individuos que representarán los diferentes prismas con los que observar la realidad, que no es única sino que dispone de múltiples interpretaciones. 

Así, se encuentran en el mismo camino, en la escuela, el bohemio e imaginativo Bernard con la maternal y femenina Susan, la inconformista e inadaptada Rhoda con la sensual y superficial Jinny, el ambiguo Neville con el maduro y responsable Louise. Todos se convertirán en amigos en esta etapa tan crucial en la vida, los años escolares, y vivirán los momentos gratificantes y también los sinsabores que supone el tránsito a la edad madura, unos con fortaleza, otros con resignación, y también habrá quienes no acepten nunca este hecho. Un hecho luctuoso propiciará su encuentro al cabo de los años, y hagan un repaso de los ha sido de cada uno de ellos, unos están satisfechos, otros, no tanto. 

Lo original de la forma es la manera en que cada uno de los personajes hace el balance de los años vividos. No hay diálogos, son los pensamientos y reflexiones los que se van intercalando, uno tras otro, todo transcurre con un estilo tan rítmico que, al igual que con el argumento, transmite una sensación ora de calma, ora de tempestad, como así suele ser la marea en el mar... experiencias positivas y negativas, como la vida misma. 

La innovadora Woolf, no sólo en cuanto a la temática, sino en su estilo narrativo, hace de esta obra, sin ser de las más conocidas, la más profunda y original de su bibliografía, para leer con calma y actitud reflexiva. 



Virginia Woolf: Las Olas
El tema propio de la novela no existe: todo constituye el tema propio de la novela. Escribió Virginia Woolf, hace algunos años, en un ensayo sobre la novela moderna, en el cual esbozó un programa destinado a hacer salir a esta rama de la literatura, la más genuinamente representativa de nuestra época, del círculo viciosos en que se movía. La forma clásica de la novela, que había producido obras maestras como las de Dickens, Jane Austen, Flaubert o Balzac, resultaba al presente inadecuada para expresar las posibilidades infinitas del mundo contemporáneo, a la vez que era demasiado lógica para captar la
complejidad y variedad de percepciones del ser humano. No obstante, la mayor parte de los novelistas gastaba una paciencia y esfuerzo enormes en continuar la tradición clásica. Construía cuidadosamente sus capítulos para culminar con el desenlace que dejaba a sus héroes eternamente felices o desdichados,
y nos brindaba toda clase de detalles concernientes al aspecto exterior de sus personajes, quienes vestían y hablaban según los más rigurosos dictados de la moda; pero, ¿qué nos decían del movimiento interior
del pensamiento, de aquellas súbitas percepciones o interrogaciones que asaltan el espíritu mientras el ser humano se encuentra entregado a las faenas de la existencia cotidiana?
.Examinemos, por un instante, un cerebro normal en un día cualquiera. La mente percibe miríadas de impresiones triviales, fantásticas, ya efímeras, ya grabadas con la precisión del acero. Ellas surgen de todas partes, en un incesante espectáculo de innumerables átomos, y a medida que caen, a medida que adquieren forma en la vida del lunes o del martes, el acento cae diferente al de antaño; el momento de importancia ocurrió aquí y no allá; de modo que si el escritor fuera un hombre libre y no un esclavo, si pudiera escribir lo que desea y no lo que debe, si pudiera basar su obra en su propio sentimiento y
no en convencionalismos, no habría trama, ni comedia, ni tragedia, ni interés amoroso, ni catástrofe en el estilo establecido. La vida no es una serie de lámparas dispuestas sistemáticamente; la vida es un
halo luminoso, una envoltura semitrasparente que nos rodea desde el nacimiento de nuestra conciencia hasta el fin. ¿No es acaso la tarea del novelista coger este espíritu cambiante, desconocido, ilimitado, con todas sus aberraciones y complejidades y con la menor mezcla posible de los hechos exteriores y ajenos?.
Después de explicar su concepción de la novela, Virginia Woolf se entregó a la tarea de realizar, por sí misma, este programa, rompiendo con todas las ligaduras que ataban a la ficción ordinaria y convirtiéndose en la más avanzada experimentadora en este campo de la literatura. Desechando los convencionalismos de la forma y la acción, de la unidad de lugar y de tiempo y la coherencia aparente de la trama, escribió .La Pieza de Jacob., obra en que las transiciones del argumento son omitidas, en que
sólo nos muestra los puntos culminantes de la vida del héroe, y en que los cambios son realizados sin advertencia previa. A esta novela siguieron .La señora Dalloway., en la cual describe un solo día en la existencia de la heroína, día que se prolonga, sin embargo, hacia el pasado, a través de la corriente de los
pensamientos que fluyen a la mente de la protagonista y que son suscitados por cualquier estímulo pequeño o trivial: una nube en el cielo, un perfume, el espectáculo de una mendiga; .Orlando., en que la
autora no sólo juega deliciosamente con la noción del tiempo, sino incluso con la de sexo y, finalmente.Las Olas., en que los hechos externos son enteramente suprimidos y sólo percibimos el mundo concreto a través de las conciencias humanas. La base de la técnica empleada por Virginia Woolf en .Las Olas. es el soliloquio interior que ya habíautilizado James Joyce en .Ulysses., pero esta vez no es un solo personaje el que habla, sino que las seis figuras centrales se entregan a monólogos que a veces se entrecruzan transformándose en coloquios,
que no se desarrollan jamás, sin embargo, en un plano real, sino en la conciencia de cada personaje. Cada cual registra las percepciones que caen sobre su conciencia, y sus pláticas nos van proporcionando,
gradualmente, la clave de sus respectivas personalidades, que se tornan cada vez más precisas e inconfundibles, a medida que avanzamos en las páginas del libro. Nda sabemos del aspecto físico de estos personajes, de los acontecimientos en que ellos participan, de cómo viven o visten. Y no necesitamos
saberlo; pues, a través de sus percepciones, llegamos a conocerles tan íntimamente que sabemos que Bernardo jamás escribirá la novela que siempre está pensando escribir, con la misma certidumbre con
que comprendemos que para Rhoda no existe evasión posible fuera de la muerte.
Cada capítulo de .Las Olas. está precedido de la descripción de un paisaje, siempre el mismo, pero que varía de color y de aspecto según la hora del día. Tampoco la naturaleza humana cambia; sólo parece transformarse, de la misma manera que partículas de agua movidas por una ola.
Primero es el amanecer, que corresponde a la infancia de los protagonistas; en seguida el mediodía y la tarde, con la luz plena de la juventud, y finalmente el crepúsculo y la noche, con la madurez y la vejez, que sobrevienen implacablemente. Los franceses han denominado a Virginia Woolf .la fée des lettres anglaises.. El hada, por la magia y la riqueza verbal de su estilo; por la belleza de sus imágenes, que hace imperceptible el límite que separa a la prosa de la poesía en sus páginas. Con un toque seguro, extrae de la vida cotidiana un objeto mil veces descrito, mil veces contemplado por nuestros ojos y, en el acto, dicho objeto adquiere un contorno y un matiz inesperados y se reviste de una sugestión misteriosa y extraña. Todo constituye el tema propio de la novela cuando se posee el talento creador, la originalidad y el genio poético de Virginia Woolf.
LENKA FRANULIC.

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