FRONTISPICIO 9
Dante Alighieri
“Oh hermanos -dije—, que tras de cien mil
peligros a occidente habéis llegado,
ahora que ya es tan breve la vigilia
de los pocos sentidos que aún nos quedan,
negaros no queráis a la experiencia,
siguiendo al sol, del mundo inhabitado.
Considerar cuál es vuestra progenie:
hechos no estáis a vivir como brutos,
mas para conseguir virtud y ciencia511.
Ulises se dirige por última vez a sus hombres mientras se avecina
el final en los límites del mundo conocido. Muchos expertos contemporáneos
en Dante piden que condenemos a Ulises alegando que el lenguaje
que usa el viajero es egoísta y que se limita a exaltar la aventura heroica
e ignora la obligación moral. ¿Leemos a Dante por su moralidad o por
su genio? Ese gran crítico italiano que fue Benedetto Croce prefirió el
genio: “Nadie en su época buscó con pasión tan intensa conocer todo
lo conocible” , y esa es la pasión del Ulises de Dante, quien no obstante
es ubicado en el profundo Infierno, donde lo rodean otros falsos consejeros.
El mismo Dante, peregrino de su Comedia, no responde nada al
discurso de Ulises y nos obliga a conjeturar su reacción a la elocuencia
del héroe. Dado que en el poema el viaje de Dante es una loca huida
similar a la de Ulises, la identidad poética entre los dos sobrepasa la
divergencia moral. Como lector de 71 años que soy, no puedo oír a Ulises
diciendo “ahora que ya es tan breve la vigilia de los pocos sentidos que
aún nos quedan” y no querer unirme espiritualmente a él, así sea en parte.
Algo en Dante busca también reunirse con Ulises, digan lo que digan
sus entusiastas seguidores teológicos.
No hay nada más expeditamente destructivo del genio de Dante que
los comentarios que exaltan su supuesta piedad y sus virtudes humanas.
[139]
Ningún poeta, ni siquiera John Milton, ha exhibido ese monstruoso
orgullo de Dante. No confiamos en la reacción de Dante ante Brunetto
Latini, su “maestro” , y uno de los habitantes del Infierno por un acto
de sodomía que quizás Dante inventó. Estacio, un mal poeta romano y
uno que nunca dejó de ser pagano, tiene un lugar en la Comedia por ser
un gran poeta y un converso secreto al cristianismo. El Estacio de Dante
no es exactamente un mártir pero si nos sugiere una cierta reticencia
en Dante, cuyo propio genio era más importante para él que todas las
piedades de Agustín y de Tomás de Aquino.
[140]
Dante Alighieri
1265 | 1321
l a v id a d e d a n t e a l ig h ie r i tiene visos de poema tormentoso, más parecido
a su “ Infierno” que a su “Purgatorio” y muy distante de su “Paraíso”
. Las biografías que tenemos hasta la fecha no hacen justicia al
genio de Dante, con excepción de la primera, la de Giovanni Boccaccio,
tan adecuadamente descrita por Giuseppe Mazzotta como una “ obra
de ficción muy consciente de sí misma y similar a la propia Vita Nuova
de Dante, que responde imaginativamente a la constante dramatización
de su propia vida que hay en sus obras” . Esto no debería sorprender a
nadie; Dante, como Shakespeare, es una expresión tan enorme del pensamiento
y de la imaginación que los biógrafos, los estudiosos y los críticos
individuales tienden a no ver más que algunos aspectos de tan
extraordinaria panoplia. Yo suelo recomendar a mis estudiantes que lean,
más que cualquiera de las biografías de Shakespeare, Nothing Like the
Sun, de Anthony Burgess, una novela más bien joyceana narrada por
Shakespeare en primera persona.
El exaltado Dante se consideraba un profeta, de la talla de un Isaías
o de un Jeremías. Shakespeare no tenía una idea tan clara de su tamaño:
el creador de Hamlet, Falstaff y Lear tiene mucho en común con
Chaucer, el hacedor del bulero y de la mujer de Bath, y Chaucer se burla
sutilmente de Dante. Hay que ser de la estatura de Chaucer para tratar
con ironía a Dante, y la verdad es que hay más admiración que rechazo
en Chaucer.
No es posible discutir el genio en la historia mundial sin centrarse
en Dante, pues de todos los genios de la lengua sólo Shakespeare es más
rico. En gran medida Shakespeare rehizo el inglés: aproximadamente
1.800 de las 21.000 palabras que utilizó son de su propio cuño, y no hay
periódico en el que no se encuentren giros shakespearianos regados por
doquier, sin intención alguna. Y sin embargo Shakespeare heredó el
inglés, de Chaucer y de William Tindale, principal traductor de la Biblia
protestante. Si Shakespeare no hubiese escrito nada, la lengua inglesa
habría persistido más o menos como la conocemos hoy; pero el
dialecto toscano de Dante se convirtió en el italiano en gran parte gra[
141]
cias a Dante. Él es el poeta nacional, como lo es Shakespeare dondequiera
que se hable inglés, y Goethe dondequiera que predomine el
alemán. No hay un poeta francés, ni Racine ni Víctor Hugo, cuya eminencia
sea tan incuestionable, ni un poeta en español tan central como
Cervantes. Y sin embargo Dante, aunque fundó el italiano literario,
prácticamente no se consideraba a sí mismo toscano, mucho menos italiano.
Él era un florentino, uno obsesionado por serlo, que vivió exilado
de su ciudad los últimos 19 de los 56 años que vivió.
Hay unas cuantas fechas cruciales para el lector de Dante, empezando
con la de la muerte de Beatriz, su ideal amado o su amada idealizada,
el 8 de junio de 1290, cuando el poeta tenía 25 años. De acuerdo con su
propia versión, podríamos llamar platónica la devoción de Dante por
Beatriz, aunque todo lo relacionado con Dante, incluyendo su catolicismo,
debe ser considerado dantesco. Fijó la Pascua de 1300 como la fecha
ficticia del viaje que emprende en la Divina comedia, y terminó el “ Infierno”
, su parte primera y más notable, en 1314. En los siete años que le
quedaban de vida tuvo la sublime fortuna de componer tanto el “Purgatorio”
como el “Paraíso” , de manera que su magnífico poema estaba terminado
un año antes de su muerte.
Shakespeare murió al cumplir 52 años, pero no perdimos nada con
ello porque había dejado de escribir tres años antes. Pero Dante quizás
hubiera llevado a cabo otros logros literarios de haber vivido los veinticinco
años más que hubiera querido hasta alcanzar la edad “ perfecta”
de 81 años, nueve nueves, de acuerdo con una visión numerológica que
no es posible descifrar del todo.
El propio Dante en su Convivio (libro iv, 24) nos cuenta que la edad
termina a los setenta años, pero que si seguimos vivos quizás alcanzaremos
la sublimidad:
Y este tiempo se llama senilidad. Como tenemos en Platón, del cual
se puede decir que era perfectamente constituido, por su perfección y por
la fisonomía, que tomó Sócrates de él cuando por primera vez lo vio, que
vivió 81 años, según atestigua Tulio en el De senectud. Y yo creo que si Cristo
no hubiese sido crucificado, y hubiese vivido el tiempo que su vida podía
conforme a la naturaleza recorrer, a los 81 años de cuerpo mortal hubiérase
transformado en eterno53.
[142]
¿Qué cambio esperaba Dante a los 81? ¿Se le habría aparecido de
nuevo Beatriz, la dama nueve, en esta vida? George Santayana vio en
Beatriz una platonización de la cristiandad; E.R. Curtius la consideraba
el centro de la gnosis personal y poética de Dante. Está crucialmente
relacionada con la transfiguración que Cristo hubiese experimentado a
los 81, dado que su propia muerte, de acuerdo con la Vita Nuova de su
amante, fue datada por él mediante un proceso en el cual el nueve perfecto
se completa nueve veces. A los 25 pasó de ser un cuerpo mortal a
ser un cuerpo eterno. Implícita y explícitamente, Dante nos dice a lo
largo de la Comedia que él es la verdad. Hallaj, el mártir sufí, murió por
proclamar que él era la verdad, aunque en las múltiples manifestaciones
de la religión estadounidense tal afirmación es casi un lugar común.
He hablado con mormones disidentes, baptistas sectarios y muchos
pentecostales que me han asegurado con gran candidez que ellos son
la verdad. La Comedia no funcionaría si Beatriz no fuese la verdad y sin
embargo ninguno de nosotros habría oído hablar de ella de no ser por
Dante. Esto no significa gran cosa y yo no acabo de comprender cómo
hizo Dante -definición misma del catolicismo para tantos intelectuales
de hoy— para desechar la posibilidad de que su mito personal de Beatriz
fuese una herejía como la Sofía de los mitos gnósticos, el principio femenino
en la divinidad. Simón Magus encontró a su Helena en un prostíbulo
en Tiro y la proclamó Helena de Troya y la caída Sofía, sabiduría
de Dios. Simón el samaritano, denunciado sin tregua por los cristianos,
fue el primer Fausto, audaz e imaginativo, y ahora es universalmente
considerado un charlatán. Dante encontró a su sabiduría de Dios, aún
reinante, en una joven florentina y la elevó a la jerarquía celestial. Simón
el mago, como Jesús el mago, pertenece a la tradición oral, en tanto que
Dante es -exceptuando a Shakespeare- el poeta supremo de toda la
historia y la cultura occidental. Y sin embargo Dante no era menos arbitrario
que Simón, como haríamos bien en no olvidar. Aunque diga lo
contrario, Dante usurpó la autoridad poética y se estableció como la figura
central de la cultura occidental.
¡Pero cuán diferente es la centralidad de Shakespeare de la de Dante!
Dante nos impone su personalidad, mientras que Shakespeare nos evade,
incluso en los Sonetos, a causa de su desapego sobrenatural. En la
Vita Nuova, Dante nos sumerge en la historia de su extraordinario amor
por una joven a quien escasamente conoció. Se conocen cuando apenas
tienen nueve años, aunque esa cifra es una advertencia para que no to[
143]
memos la historia literalmente. Nueve años después de que el poeta viera
por vez primera a Beatriz, ella le habla: lo saluda formalmente en la calle.
Otro saludo o quizás dos, un desaire después de que él declarara su amor
por otra dama a guisa de encubrimiento defensivo, y una reunión en la
cual Beatriz quizás se sumó a las burlas gentiles de las que estaba siendo
objeto su rendido admirador: aparentemente esto resume toda su
relación. El comentario más atinado acerca de esta simple realidad es el
del fabulista argentino Jorge Luis Borges, quien habla de “nuestra certeza
de un amor desgraciado y supersticioso” no correspondido por
Beatriz.
Podemos hablar del “ amor desgraciado y supersticioso” de Shakespeare
por el bello noble de los Sonetos, pero tendríamos que buscar otra
expresión para el descenso de Shakespeare al infierno de la Dama oscura
de la misma secuencia. Calificar el amor de Dante por Beatriz de
neoplatónico es insuficiente, ¿pero cómo más podríamos definir ese
amor? La pasión por nuestro propio genio, por una musa que nosotros
mismos creamos, podría parecer una siniestra idolatría del yo en casi
cualquiera excepto en este hombre central. El mito -o la figura- de
Beatriz está fundido con la obra de Dante: ella es la Comedia de una
manera esencial y no la comprenderemos si insistimos en mirar el poema
desde afuera. Y sin embargo Dante la presenta como la verdad, aunque
no ha de ser confundida con Cristo, el camino, la verdad y la luz.
La bibliografía académica en torno a Dante, inmensamente útil si
hemos de dominar las complejidades de la Comedia, no me ayuda a la
hora de aprehender a Beatriz. Ella es más cristológica en la Vita Nuova
que en la Comedia, aunque allí en ocasiones me recuerda lo que los
gnósticos llaman “el Cristo ángel” , pues ella desbarata la diferencia entre
lo humano y lo angélico. La fusión entre lo divino y lo mortal puede
ser o no ser herética, dependiendo de cómo se presente. La visión de
Dante no da la impresión de ser agustiniana o tomística, pero aunque
hermética, no es hermetista. En vez de identificarla con la teología,
Dante lucha por identificarla consigo mismo. La presencia de lo humano
en lo divino no es igual a la presencia de Dios en una persona, y en particular
en Beatriz.
Esto podría resultar curioso porque Dante no es William Blake,
quien nos instó a adorar sólo lo que él llamó la Forma humana divina.
Sin embargo al comienzo Dante escribió que Beatriz era un milagro.
Un milagro para toda Florencia, no sólo para Dante, aunque él fuese
[144]
su único celebrante. Guido Cavalcanti, su mejor amigo y mentor poético,
fue después condenado por Dante por no unirse a la celebración, pero
Dante tuvo con Cavalcanti la misma relación que el joven Shakespeare
tenía con Christopher Marlowe, una nube de angustia-influencia. ¿Debemos
creerle a Dante cuando insinúa que se habría salvado de haber
reconocido a Beatriz? ¿La originalidad compartida sigue siendo original?
Como lectores de Dante, podemos dejarle su supuesta teología a sus
exégetas, pero no podemos leerlo sin llegar a un acuerdo con Beatriz.
Para Dante ella es sin duda una encarnación en la cual se niega a ver
una competencia a la Encarnación. Ella es, insiste, la única felicidad que
él ha tenido y sin ella no habría encontrado el camino de la salvación.
Pero Dante no es un Fausto que deba ser salvado o condenado, o un
Hamlet, que muere de la verdad. Dante está empeñado en el triunfo, en
la reivindicación total, en el cumplimiento de la profecía. Trasciende a
sus “ padres” , Brunetto Latini y Virgilio, a quienes cariñosa pero decididamente
deja a un lado. Reconoce a sus “hermanos” poéticos (algo sombríamente,
en el caso de Cavalcanti), pero ellos no son sus compañeros
de camino. ¿Logra convencernos, en su Comedia, de que Beatriz es algo
más que su genio individual? El se encuentra tanto adentro como afuera
de su poema, igual que Beatriz en la Vita Nuova. ¿Tiene ella una realidad
que permita a los demás invocarla?
Los más grandiosos personajes shakespearianos pueden salirse de
sus obras y vivir en nuestra conciencia de ellos. ¿Y Beatriz? La personalidad
de Dante es de tal magnitud que no le deja espacio a nadie más;
el Peregrino de la eternidad ocupa todo el espacio disponible. Esta difícilmente
es una falla poética, como la sería en cualquier otro poeta.
En Dante es una fortaleza, estimulada por su originalidad absoluta, por
una cualidad de nuevo que interminables lecturas no agotan y que no
podemos asimilar a sus fuentes, ni literarias ni teológicas.
A diferencia de los grandes neoplatónicos, Plotino y Porfirio, Agustín
insistió en que la confianza en uno mismo y el orgullo no eran suficientes
para ascender hacia Dios. Eran necesarias guía y ayuda y estas sólo podían
provenir de Dios. ¿Habrá un orgullo más feroz y una confianza en
sí mismo más resuelta que los de Dante? Se presenta a sí mismo como
un peregrino, confiado en la ayuda, el consuelo y la guía, pero como
poeta es más un profeta elegido que un cristiano camino de la conversión.
¿Se molesta genuinamente en convencernos de su humildad? Su
[145]
heroísmo -espiritual, metafísico, imaginativo- convierte en la práctica
a Dante el poeta en un milagro equiparable a su Beatriz.
Afortunadamente se presenta a sí mismo como una personalidad y
no como un milagro. Lo conocemos tan bien, tan esencialmente, que
podemos admitir sus cambios, arduamente trabajados, a medida que se
desarrolla a lo largo de la Comedia. De hecho sólo él puede cambiar en
la Comedia porque todos los demás han alcanzado su finalidad, aunque
los habitantes del “Purgatorio” deben someterse a un proceso de refinamiento.
Así como todos en la Comedia son excesivamente vividos, de
la misma manera están más allá de toda posible alteración. No cambiarán
a causa de lo que Dante les haga decir o hacer, y esto posibilita la revelación
total: Dante nos dice la última palabra sobre ellos, sin discusión
posible, y siempre produce un efecto extraordinario. ¿Tendremos personalidad
después de haber sido sometidos al juicio final? Es una buena
pregunta.
Como creación de Dante que es, Beatriz no posee mucha personalidad
porque claramente tuvo una preexistencia angélica antes de su
nacimiento en Florencia. Dante sólo nos muestra en la Vita Nuova que
es de una belleza sobrenatural y que es capaz de mostrarse severa, y lo
es más aun en la Comedia, aunque sea una actitud meramente retórica.
Hay un enorme salto de su relativa indiferencia, en vida, ante el amante
que la idealiza, a su preocupación cosmológica por su salvación después
de su muerte. Ella es tan evidentemente su genio bueno o su ángel de la
guarda que aceptamos la transmutación sin problemas. Laertes afirma
con cierta nostalgia que Ofelia se convertirá en un ángel auxiliador cuando
muera, presumiblemente alguno de esos ángeles que Horacio invoca
al final -para nuestra sorpresa, si nos detenemos a pensarlo-. Dante
preparó durante largo tiempo su propia apoteosis y sometió a Beatriz a
un extenso entrenamiento.
No hay ningún otro escritor tan formidable como Dante, ni siquiera
John Milton o León Tolstoi. Shakespeare, milagro de elusión, es todos
y no es nadie, como dijo Borges. Dante es Dante. Nadie va a agotarlo
enmarcándolo históricamente o emulando su audaz teologización del yo.
Si Cavalcanti hubiese vivido su lírica sin duda se habría vuelto más
poderosa, pero no es probable que hubiera escrito un Tercer Testamento,
que es exactamente lo que la Divina comedia parece ser. La pregunta
[146]
sobre el genio de Shakespeare se nos escapa eternamente, pero el genio
de Dante es una respuesta, no una pregunta. Con excepción de Shakespeare,
que llegó tres siglos después, el poeta más potente del mundo
occidental terminó la más grande obra de arte literaria a finales de la
segunda década del siglo xiv. Si se quisiera igualar la Comedia, o superarla,
habría que considerar de alguna manera como una entidad al
menos las dos docenas más notables de entre las 39 obras de Shakespeare.
Pero es muy difícil tomar a Dante y a Shakespeare como una secuencia;
cuando uno intenta leer El rey Lear después del “Purgatorio”
o Macbeth después del “ Infierno” se siente una curiosa perturbación.
Los dos más centrales de entre los poetas son violentamente incompatibles,
al menos en mi experiencia. Dante hubiese querido que su lector
llegara a la incontestable conclusión de que Beatriz era Cristo en el alma
de Dante, aunque eso le podría resultar incómodo a muchos de nosotros
por varias razones; pero qué sorprendidos estaríamos si Shakespeare
sugiriera en los Sonetos que el bello noble (Southampton o quienquiera
que fuese) era una especie de Cristo para el poeta que a continuación
compondría Hamlet y El rey Lear.
Para el lector común capaz de absorber la Comedia en su versión
original, Beatriz no alcanza a ser un acertijo porque los críticos italianos
no abordan a Dante de la misma manera que los estudiosos angloamericanos,
y tienen una percepción más mundana de él que ha trascendido.
Atesoro la observación de Giambattista Vico de que incluso Homero se
hubiese rendido ante Dante de no haber sido el toscano tan erudito en
teología. Dante, como Freud (y como los místicos), creía que la sublimación
erótica era posible, y en eso discrepaba de su amigo Cavalcanti,
quien consideraba que el amor era una enfermedad a la que había que
sobrevivir. Dante, quien envió a Francesca y a su Paolo al Infierno por
adulterio, fue notorio por su deleite venéreo en mujeres muy diferentes
(desde su punto de vista) de la sagrada Beatriz. Prácticamente en el único
punto en el que Dante y Shakespeare se tocan es en la supremacía con
la que ambos transmiten el sufrimiento erótico, tanto propio como de
los demás:
Podrán las quebradas devolverse y trepar colinas
Antes de que la llama del amor en este húmedo y verde bosque
Se encienda, como se enciende dentro de una joven doncella,
[147]
Por mi causa, que el sueño extinguirá en piedra
Mi vida, o alimentándose de pasto como las bestias,
Sólo para ver sus prendas proyectar una sombra.
Esto es tomado de la versión de Dante Gabriel Rossetti de la “pedregosa”
sextina “To the Dim Light” , una de las “ rimas pedregosas” que
tan apasionadamente Dante le dedicó a una tal Pietra. Beatriz no es muy
shakespeariana; Pietra sí lo es, y se habría desempeñado bien como la
Dama oscura de los Sonetos:
La lujuria en acción es el abandono del alma en un desierto de vergüenza;
la lujuria, hasta que es satisfecha, es perjura, asesina, sanguinaria,
vergonzosa, salvaje, excesiva, grosera, cruel e indigna de confianza.
Apenas se ha gustado de ella se la desprecia.. .54.
Las reacciones piadosas a Dante no son tan evidentemente inútiles
como los intentos de cristianizar las tragedias de Hamlet y de Lear, pero
le hacen más daño a la Comedia que el resentimiento feminista, que tiende
a desconfiar de la idealización de Beatriz. La alabanza de Beatriz que
hace Dante es inmensamente conmovedora; su exaltación de un amor
no correspondido es más problemática, a menos que logremos remontarnos
a las profundas visiones de la primera infancia, cuando nos enamoramos
de alguien a quien apenas conocíamos y a quien quizás nunca
volvimos a ver. T.S. Eliot dedujo con gran perspicacia que la primera
experiencia que tuvo Dante de amar a Beatriz ocurrió antes de cumplir
los nueve, y el paradigma numerológico ciertamente hubiese podido inducirlo
a ubicar esa experiencia dos o tres años después del momento
en el que sucedió. Como no somos Dante, la mayoría de nosotros podemos
hacer poca cosa con una epifanía tan temprana, y parte de su hazaña
radica en su capacidad de fundar la grandeza en ella.
Si Beatriz es universal en sus orígenes, en la Comedia se convierte
en una figura esotérica, centro de la gnosis del propio Dante, pues es a
través de ella y gracias a ella que Dante reivindica un conocimiento mucho
menos tradicional de lo que la mayoría de sus exégetas estarían dispuestos
a admitir. La permanente notoriedad del “ Infierno” no ha
opacado la elocuencia dramática del “Purgatorio” , que sigue teniendo
un número razonable de lectores. Es el “Paraíso” el que resulta inmensa[
148]
mente difícil, y sin embargo es en esa dificultad en donde el genio de
Dante resulta irrefutable, al romper los límites de la literatura imaginativa.
No hay nada que se parezca al “Paraíso” , excepto quizás ciertas
secuencias de las Meccan Revelations [Las iluminaciones de La Meca]
del sufí andaluz Ibn Arabi (1165-1240), quien se había topado con su
Beatriz en La Meca. Nizam, la Sofía de La Meca, fue, como Beatriz de
Florencia, el centro de una teofanía y convirtió a Ibn Arabi al amor sublime
e idealizado.
A los 71, quizás no estoy listo para el “Paraíso” (a donde quizás no
voy a ir a parar de todas maneras, siendo como soy de la fe judía), y he
empezado a replegarme ante el “ Infierno” , una obra sublime si bien genuinamente
aterradora. Pero vuelvo una y otra vez al “Purgatorio” , por
razones que W.S. Merwin verbalizó tan espléndidamente en el prólogo
a su admirable traducción del canto intermedio de la Comedia'.
De las tres secciones del poema, sólo el Purgatorio sucede en la tierra,
como nuestras vidas, con nuestros pies bien puestos en ella, o atravesando
una playa, o subiendo una montaña... Hasta la cima misma de la montaña
la esperanza se mezcla con el dolor, acercándolo al presente vital.
Ninguno de mis amigos coincide en su canto favorito del Purgatorio;
yo escojo la visión de Matilde recogiendo flores en el Paraíso terrenal
del canto xxvm:
Deseoso de ver por dentro y fuera
la divina floresta espesa y viva,
que a los ojos temblaba el día nuevo,
sin esperar ya más, dejé su margen,
andando, por el campo a paso lento
por el suelo aromado en todas partes.
Un aura dulce que jamás mudanza
tenía en sí, me hería por la frente
con no más golpe que un suave viento;
[149]
con el cual tremolando los frondajes
todos se doblegaban hacia el lado
en que el monte la sombra proyectaba;
mas no de su estar firme tan lejanos,
que por sus copas unas avecillas
dejaran todas de ejercer su arte;
mas con toda alegría en la hora prima,
la esperaban cantando entre las hojas,
que bordón a sus rimas ofrecían,
como de rama en rama se acrecienta
en la pineda junto al mar de Classe,
cuando Eolo al Siroco desencierra.
Lentos pasos habíanme llevado
ya tan adentro de la antigua selva,
que no podía ver por dónde entrara;
y vi que un río el avanzar vedaba,
que hacia la izquierda con menudas ondas
doblegaba la hierba a sus orillas.
Toda el agua que fuera aquí más límpida,
arrastrar impurezas pareciera,
a ésta que nada oculta comparada,
por más que esta discurra oscurecida
bajo perpetuas sombras, que no dejan
nunca paso a la luz del sol ni luna.
Me detuve y crucé con la mirada,
por ver al otro lado del arroyo
aquella variedad de frescos mayos;
[150]
y allí me apareció, como aparece
algo súbitamente que nos quita
cualquier otro pensar, maravillados,
una mujer que sola caminaba,
cantando y escogiendo entre las flores
de que pintado estaba su camino.
“Oh, hermosa dama, que amorosos rayos
te encienden, si creer debo al semblante
que dar suele del pecho testimonio,
tengas a bien adelantarte ahora
-di jele- lo bastante hacia la orilla,
para que pueda escuchar lo que cantas.
Tú me recuerdas dónde y cómo estaba
Proserpina, perdida por su madre,
cuando perdió la dulce primavera”55.
En la extática traducción de Percy Bysshe Shelley este conserva la
terza rima -que Dante inventó- a expensas del significado literal original,
pero logra captar las sorpresas y el esplendor de la llegada de
Matilde, quien dio marcha atrás a la caída de Proserpina y de Eva, y
quien presagia para Dante el regreso inminente de la visión de Beatriz.
Es posible también que Shakespeare (acto iv, escena 3, de El cuento de
invierno) ronde la memoria de Shelley, pues Perdita es el equivalente
shakespeariano de Matilde:
[pe r d it a . - . . .]¡Oh Proserpina! ¡Que no tenga a mi disposición las
flores que, en tu espanto, dejas caer del carro de Plutón! ¡Los narcisos,
que preceden a las intrépidas golondrinas y cuya belleza cautiva a los vientos
de marzo!56.
Hay un enigma en torno a las razones por las cuales Dante llamó a
esta joven cantante de El paraíso recuperado Matilde (Matelda), y los
estudiosos han intentado explicaciones muy diversas. La Matilde de
Dante sólo aparece brevemente pero yo la prefiero perversamente a
[151]
Beatriz, que regaña y sermonea y siempre es demasiado buena para
Dante. Como la Perdita de Shakespeare, Matilde nos resulta encantadora.
¿Quién si no el feroz Dante hubiese podido enamorarse de nuevo
de la celestial Beatriz? ¿Cómo no enamorarse de Matilde después de las
siguientes estrofas?
.. .este supera a todos los sabores.
Y aunque bastante pueda estar saciada
tu sed para que más no te descubra,
un corolario te daré por gracia;
no creo que te sea menos caro
mi decir, si te da más que prometo.
Tal vez los que de antiguo poetizaron
sobre la Edad de Oro y sus delicias,
en el Parnaso este lugar soñaban.
Fue aquí inocente la humana raíz;
aquí la primavera y fruto eterno;
este es el néctar del que todos hablan57.
Graciosa y bella, misteriosa epítome de una joven enamorada, Matilde
camina con Dante por las praderas como si la Edad Dorada hubiese
regresado. Matilde se mueve como una bailarina y no es necesario que
la obliguemos a ir más despacio abrumándola de alegorías o relacionándola
con nobles mujeres de la historia o contemplativas benditas. Está
claro que Dante, famosamente susceptible a la belleza femenina, se habría
enamorado de Matilde si la transfigurada Beatriz, madre regañona
e imagen del deseo, no lo estuviese esperando en el canto siguiente.
La reacción de William Hazlitt, ese soberbio crítico literario del
Renacimiento británico, ante Dante es mucho más ambigua que la de
Shelley o la de Byron, y sin embargo él sí captó la verdadera esencia de
su originalidad, el efecto de su genio:
Es interesante tan solo porque logra estimular nuestra simpatía con
la emoción que lo posee. No nos presenta los objetos que han estimulado
esa emoción; más bien se prende de la atención y nos muestra el efecto
[152]
que esta produce en sus propios sentimientos; en consecuencia, su poesía
frecuentemente nos transmite la fascinante y sobrecogedora sensación
que nos invade al contemplar el rostro de una persona que ha visto un
objeto aterrador.
Hazlitt estaba pensando en el “ Infierno” y no en Matilde en el “Purgatorio”
, en donde la sensación es la de contemplar un rostro que ha
visto un objeto fundamental de deleite.
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