martes, 24 de junio de 2014

Nicanor Parra. Poeta.


1914: Nace el 5 de septiembre en San Fabián de Alico, precordillera de Chillán (Octava región del Bío-Bío, Chile). Sus padres son don Nicanor Parra y doña Rosa Clara Sandoval Navarrete.


1923: Inicia su educación en escuelas de Lautaro, Ancud y Chillán. Conoce el mar en Chiloé.


1927: Es matriculado en el Liceo de Hombres de Chillán, donde cursa hasta el Quinto Año de Humanidades y escribe sus primeros poemas.


1932: Cursa el último año de Humanidades en el Internado Nacional Diego Barros Arana.


1933: Ingresa al Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile a estudiar Matemática y Física. Paralelamente, trabaja como inspector en el Internado Nacional Diego Barros Arana, como una forma de financiar sus estudios.


1935: Publica «Gato en el camino» (anticuento) en la Revista Nueva, que funda con Jorge Millas y Carlos Pedraza.


1937: Egresa del Instituto Pedagógico y en Chillán se desempeña como profesor de matemática y física en el Liceo de Hombres. Publica su primer libro Cancionero sin nombre (Santiago, Ed. Nascimento), obra con marcada influencia lorquiana.


1938: Cancionero sin nombre gana el Premio Municipal de Poesía de Santiago. Participa en el acto de bienvenida a Gabriela Mistral en Chillán.


1939: Cumple funciones pedagógicas en Santiago. Lee con intensidad a Walt Whitman en una traducción del poeta uruguayo Armando Vassur. Escribe dos libros que permanecerán inéditos: Simbad el marino y Dos años de melancolía. La Sociedad de Escritores de Chile incluye su nombre en la antología 8 Nuevos Poetas Chilenos.


1940: Contrae matrimonio con Anita Troncoso y nace su hija Catalina.


1942: Su poema «Sinfonía de cuna» aparece antologado en Tres poetas chilenos (Nicanor Parra, Victoriano Vicario, Oscar Castro) (Santiago, Cruz del Sur).


1943: Viaja a Estados Unidos, becado por el International Institute of Education, y estudia mecánica avanzada en Brown University (Rhode Island). Lee en inglés al poeta Walt Whitman.


1946: Se desempeña como profesor titular de Mecánica Racional en el Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile.


1948: Es nombrado Director Interino de la Escuela de Ingeniería de la Universidad de Chile. Aparece antologado en 13 poetas chilenos (Valparaíso, Imprenta Roma).

1949: En Oxford, Inglaterra, estudia cosmología como becario del Consejo Británico. Lee a Ezra Pound, T. S. Eliot, William Blake, Franz Kafka y se interesa en el psicoanálisis freudiano.


1951: Regresa a Chile casado con la sueca Inga Palmen. En los Anales de la Universidad de Chile aparece una selección de antipoemas con un estudio preliminar de Enrique Lihn.


1952: Monta con el poeta Enrique Lihn y el escritor-actor Alejandro Jodorowsky los «Quebrantahuesos», poesía mural realizada con recortes de diarios siguiendo la técnica del collage.


1953: Recibe el Primer Premio de Poesía «Juan Said», otorgado por la Sociedad de Escritores de Chile.


1954: Publica Poemas y Antipoemas (Santiago, Nascimento), donde adopta definitivamente la línea que le propio Parra denomina «antipoesía», marcando una renovación en la poesía. La obra recibe comentarios favorables del poeta Pablo Neruda y el crítico Hernán Díaz Arrieta («Alone») y gana el Premio del Concurso Nacional de Poesía, otorgado por el Sindicato de Escritores de Chile.


1958: Participa en el Encuentro de Escritores Chilenos organizado por la Universidad de Concepción (Chile) con su ponencia «Poeta de la claridad». Publica La cueca larga (Santiago, Ed. Universitaria), con ilustraciones del pintor chileno Nemesio Antúnez. Invitado por organizaciones internacionales de escritores visita Estocolmo, Pekín, Roma, Madrid y Moscú.


1960: Participa en el Primer Encuentro de Escritores Americanos (Universidad de Concepción, Chile). Publica Antipoems (City Lights Books, San Francisco), traducción al inglés de Jorge Elliot.


1962: Publicación de Versos de Salón (Santiago, Nascimento).


1963: Realiza recitales en Moscú y Leningrado. Publica Manifiestos (Santiago, Nascimento).


1965: Traducción al ruso de una antología de sus poemas a cargo de Margarita Aliguer. En Cuba, participa como jurado en el Concurso Literario Casa de las Américas y también realiza recitales y talleres. Visita México.


1966: Profesor visitante en la Universidad de Louisiana, Estados Unidos. Realiza lecturas poéticas en universidades estadounidenses y peruanas.


1967: Publica Canciones rusas (Santiago, Nascimento), obra dedicada a Margarita Aliguer, su traductora al ruso. La Municipalidad de Chillán, su ciudad natal, lo declara Hijo Ilustre. Aparece la antología bilingüe Poems and Antipoems (New York, New Directions).


1969: Publicación de Obra Gruesa (Santiago, Nascimento), antología que reúne casi la totalidad de su obra. En Chile, Recibe el Premio Nacional de Literatura.


1970: Estreno del montaje «Todas las colorinas tienen pecas o sólo para mayores de 100 años», basado en textos de Obra Gruesa. Los ensayistas chilenos Hugo Montes y Mario Rodríguez publican Nicanor Parra y la poesía de lo cotidiano, uno de los primeros estudios extensos de la obra de Parra.


1971: Nuevamente viaja a Estados Unidos. Ofrece talleres y recitales en la Universidad de Columbia, Nueva York. En esta ciudad publica una versión artesanal de Los Profesores (Antiediciones Villa Miseria). Al regresar a Santiago, confecciona sus primeros poemas-objetos.


1972: Publicación de Artefactos (Ediciones Nueva Universidad). Obtiene la Beca John Simon Guggenheim. Se publica también una edición bilingüe de Emergency Poems (New Directions). Aparece Poesía rusa contemporánea (Santiago, Ed. Nueva Universidad) con textos en castellano a cargo de Nicanor Parra. Por primera vez se señala su nombre como candidato al Premio Nobel.



1976: El cineasta Carlos Flores filma un documental sobre su vida y su obra, denominado Cachureos. Recibe la designación como miembro de la Academia Chilena de la Lengua. Publicación de Sermones y Prédicas del Cristo de Elqui (Ediciones Galería Época). La compañía de teatro La Feria, estrena en Santiago Hojas de Parra, obra basada en textos del antipoeta.


1979: Publicación de Nuevos Sermones y prédicas del Cristo de Elqui (Valparaíso, Ediciones Ganymedes).


1980: Lee por primera vez en público su poema «El hombre imaginario» en el Salón Filarmónico de Santiago.



1982: Homenaje póstumo al ex-presidente de Chile Eduardo Frei Montalva con su Poema y antipoema a Eduardo Frei, plaqueta publicada por la Editorial América del Sur. Junto a su hermano Roberto, lee sus Poemas Ecológicos. Aparece una edición griega de Poemas y Antipoemas.


1983: Publicación de Chistes para desorientar a la poesía (Santiago, Ediciones Galería Época). Publicación de los antivillancicos Coplas de Navidad (Santiago, Ediciones Minga). En noviembre, publica Poesía política (Santiago, Editorial Bruguera). Participa en el Primer Encuentro de Cultura Hispanoamericana en Bogotá, Colombia.


1984: Homenaje en Santiago por los setenta años que cumple el poeta. Lectura poética en el Madison Square Garden, Estados Unidos.


1985: Publicación de Hojas de Parra (Santiago, Ediciones Ganymedes). Obtiene el Premio Richard Wilbur por la edición norteamericana de Sermones y Prédicas del Cristo de Elqui y Nuevos Sermones y Prédicas del Cristo de Elqui (University of Missouri Press, 1984), distinción otorgada por la Asociación Americana de Traductores (ALTA).


1986: Publicación en inglés de la antología Antipoems: New and Selected (New York, New Directions).


1987: Nuevo viaje a Estados Unidos, allí realiza recitales en universidades y participa en la Segunda Feria Latinoamericana del Libro (New York). Asiste a las sesiones de un seminario sobre su vida y su obra organizado por la Universidad de Chicago. Viaja a España para tomar parte en la Bienal Internacional de Poesía en Madrid.


1988: Durante su permanencia en Santiago, dedica su tiempo a la realización de sus «trabajos prácticos». Junto con Sergio Marras trabaja en el proyecto Fotopoemas.


1989: En Bhopal (India) participa en el Festival Mundial del nacimiento de Jawaharlal Nehru. En Chile, forma parte del homenaje al centenario del nacimiento de la poetisa Gabriela Mistral, participando en las Jornadas Mistralianas, organizadas por el Departamento de Artes y Letras de la Facultad de Educación, Universidad del Bío-Bío, Chillán.


1990: Traduce al español «El Rey Lear» de William Shakespeare para el Teatro de la Universidad Católica de Chile. Participa en el Primer Encuentro Hispanoamericano de Poesía, Universidad de Santiago (Chile). Expone sus Obras Públicas en el Encuentro Nacional de Artes realizado en el Centro Cultural de la Estación Mapocho (Santiago de Chile).


1991: Doctor Honoris Causa. Universidad de Brown. Premio Prometeo de Poesía. Recibe el Premio de Literatura Latinoamericana y del Caribe «Juan Rulfo» en la IV Feria Internacional del Libro de Guadalajara, ocasión donde pronuncia: «Mai mai peñi. Discurso de Guadalajara».


1992: Junto al poeta catalán Joan Brossa expone «Dir poesí/Mirar poesía» en la Universitat de Valencia y en las salas del Smart Musseum of Art de la Universidad de Chicago, Estados Unidos. Estreno en Chile de «Pichanga: profecía a falta de educaciones».


1993: Publicación de la antología Poemas para combatir la calvicie (México, Fondo de Cultura Económica).


1994: En el contexto de Machitún 94: homenaje a los ochenta años del antipoeta, la Mancha Theatre Company, estrena «Parranda», obra basada en textos del poeta. Con el mismo motivo anterior, el poeta pronuncia su «Discurso de la Alameda».


1995: «Also Sprach Altazor», discurso pronunciado en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires. La Universidad de Nueva York lo postula al Premio Nobel de Literatura.


1996: Doctor Honoris Causa de la Universidad de Concepción, Chile. Discurso del Bío-Bío.


1997: La Universidad de Concepción, Chile, encabeza la segunda postulación del poeta al Premio Nobel. Premio Luís Oyarzún por la Armonía de la Naturaleza. Universidad Austral, Chile. Discurso de sobremesa: «Aunque no vengo Preparado». Recibe la Medalla Gabriela Mistral del Gobierno de Chile.


1998: La Universidad de Talca, Chile, le otorga la Medalla Abate Molina.


1999: Discurso de sobremesa: «No me explico Sr. Rector». Universidad de Chile. Discurso pronunciado en la Ceremonia de Inauguración del Año Académico en que le fue otorgada la Medalla Rectoral

2000: En julio, Machitún-2000, grupo que tiene por objetivo difundir la obra de Nicanor Parra, anuncia la postulación del poeta a la versión 2001 del Premio Nobel. La Universidad de Harvard le dedica un seminario. El College Saint Catherine de la Universidad de Oxford lo recibe como Honory Fellow. El Congreso Internacional de autores en Santiago de Chile le entrega una medalla de oro y la Casa América de Madrid, le dedica la Semana de Autor. Es nombrado Doctor Honoris Causa de la Universidad del Bío-Bío, Chile.

2001: La Universidad de Chile postula a Parra al Premio Nobel, apoyada por la totalidad de las Universidades chilenas pertenecientes al Consejo de Rectores y por las universidades españolas Complutense de Madrid y de Valencia. Se organizan diversas acciones de apoyo a dicha postulación tanto en Chile como en el extranjero. La Corporación del Patrimonio Cultural de Chile y la Universidad de Chile le otorgan el Premio Bicentenario. Recibe en noviembre el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, galardón instituido por el Patrimonio Nacional de España y la Universidad de Salamanca. Ambas entidades editan la antología Páginas en blanco. La selección y edición de los textos estuvo a cargo de Niall Binns, profesor de Literatura de la Universidad Complutense de Madrid.
Fuente: N.N.

miércoles, 18 de junio de 2014

Abbadón el exterminador: El apocalipsis de los desaparecidos. Alejandro Hermosilla Sánchez.


Enfoques XIX, 1-2 (2007): 27-44

Abbadón el exterminador:
El apocalipsis de los desaparecidos.

Alejandro Hermosilla Sánchez
Resumen
El artículo tiene como objetivo analizar la novela de Ernesto Sábato, Abaddón el exterminador,
desde un punto de vista mítico-simbólico para enlazarlo con la realidad social de la Argentina de
la década del ´70. Para ello, se relaciona la obra de Sábato con la de críticos, como René Girard,
con el objeto de realizar una interpretación que pueda mostrar la novela como una lúcida
profecía de su tiempo así como una manifestación de fe en el ser humano enfrentado a un túnel
cegado de enemigos empeñados en que sucumba en su intento por construir una vida digna de
ser vivida en comunidad o en soledad.
Palabras clave: Apocalipsis – exilio – huérfano – olvido – recuerdo
Summary
The purpose of this paper is to analyze Ernesto Sabato’s novel Abaddón el exterminador from a
mythic and symbolic perspective, and to link it with the social reality of Argentina in the 70’s.
Accordingly, the work of Sábato is linked to the work of critics such as René Girard, in order to
come up with an interpretation which may be able to introduce the novel as a enlightened
prophecy of his time, as well as a manifestation of faith in human beings facing a tunnel full of
enemies who strive to drown their attempts of working towards a life worthy of living alone or
within a community.
Key words: Revelation – exile – orphan – oblivion – remembrance
“Vi otra bestia que subía de la Tierra. Tenía dos cuernos semejantes a los de
un cordero pero hablaba como un dragón.
Se le otorgó el poder de infundir vida a la estatua de la bestia, hasta el punto
de lograr que la estatua hablara y que hiciera morir a cuantos no se postraran
ante la estatua de la bestia.
También hizo que a todos, tanto a pequeños como a grandes, a ricos y a
pobres, a libres, a manumitidos y a esclavos, se les imprimiese una marca en su
mano derecha o en la frente; y que nadie pudiese comprar ni vender, sino el que
tuviera la marca o el nombre de la bestia, o la cifra que daba su nombre”.
Apocalipsis de San Juan 13:11-17

I NTRODUCCIÓN
Si algo me parece fascinante de Abaddón el exterminador (1974), es la perplejidad
que causa el hecho de que una novela que se propone dar testimonio sobre la
crisis de fe del hombre contemporáneo e intenta desbrozarla a través de una
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profunda exploración sobre las fuerzas mágicas y telúricas que configuran la
conciencia moderna, intentando demostrar las raíces míticas del actual
cientificismo, haya podido –según la lectura que realizo de la misma– llegar a
vislumbrar o profetizar el futuro reciente de la Argentina. De hecho,
considero que una novela como Abaddón que quiso ser “total” y contener en la
misma –en verdad muchas veces de manera desequilibrada– literatura
epistolar, retazos periodísticos, ensayos o incursiones por la conciencia a la
manera de Joyce; y que no duda en combinar ficción y realidad de una manera
desacomplejada, no podría cerrarse del todo sin asistir a los acontecimientos
que acaecieran en la Argentina después de su publicación y de la lectura del
texto que Sábato escribiera en el Informe de la Comisión Nacional sobre la
Desaparición de Personas, Nunca más (1984).
En efecto, en Abaddón el exterminador el flujo narrativo se une de tal manera
a la realidad que ante el fluir discursivo de la obra es inevitable que, tanto el
lector, como el autor y los ciudadanos de la Argentina, se vean reflejados en
ella, y los personajes en la realidad, finalizando una tarea que ya se venía
configurando desde los primeros pasos narrativos de Sábato, pero que, sólo en
este momento, se verá completada.
Una de las muchas conclusiones que se pueden extraer de la inclusión de
Sábato en la realidad de su obra (indagando en el ya clásico recurso cervantino
–y que con tanta fortuna fuera tratado por André Gide en Los monederos falsos–)
que me interesa, en principio, no es sino la que tiene que ver con la búsqueda
sin freno, a lo largo de toda su obra, interrogándose sin pausa alguna por el
carácter de la nación Argentina. De hecho, es en esa pregunta donde
encuentro la motivación primera que lleva a Sábato a dar testimonio de sus
anhelos, dudas y ensueños en Abaddón el exterminador.
E L CONTEXTO SOCIO - POLÍTICO DE  A BADDÓN
Si nos fijamos, en los años que van de la publicación de Sobre héroes y tumbas
(1961) a Abaddón el exterminador (1974), los problemas de la sociedad argentina,
lejos de atenuarse, se continuaban agrandando y auguraban un futuro
apocalíptico y trágico. Como nos indican Floria y Belsunce: “El periodo 1955-
66 implica una profundización de la crisis que venía padeciéndose desde 1930
y que alcanzaría su expresión culminante en la Argentina violenta de los años
1966 a 1983”. 1
1 C. Floria y A. García Belsunce, Historia de los Argentinos II (Buenos Aires: Larousse, 1992),
431.
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Ni las presidencias de Arturo Frondizi o José María Guido ni la de Arturo
Illia pudieron realizar un esfuerzo eficaz para frenar la llama violenta que
enfrentaba radicalmente a distintos bandos de la sociedad argentina por el
poder, el advenimiento del nuevo golpe de Estado de 1966 y la llegada de una
época que, significativamente, fue conocida como la de “los años ciegos”.
En realidad, creo que es difícil comprender el estado de inseguridad y
fragilidad que transmiten la mayoría de personajes de Abaddón el exterminador
sin intentar comprender esta realidad que desplazó la lucha precedente entre
peronistas y antiperonistas por el enfrentamiento entre “una Argentina militar
que coexistió con otra Argentina ‘militante’ (…) para atrapar entre sus tenazas
a una sociedad civil impotente en medio del ‘estado de naturaleza’ en el
sentido de la clásica descripción de Thomas Hobbes en el Leviatán”. 2 La
ceguera de los mismos golpistas que entroncaron en la presidencia al teniente
general Juan Carlos Onganía fue exactamente reconocida años más tarde por
el general retirado y futuro presidente de la nación Argentina Alejandro
Agustín Lanusse, pero ya lo reflejaba el nombre (Revolución Argentina) con
que los militares habían bautizado su acto. El Reino de las Tinieblas venía a
instalarse de nuevo en la Argentina, amenazando quedarse para siempre y
sumirla en un pozo de autodestrucción definitiva. La intervención policial en
la Universidad Argentina en la famosa “noche de los bastones largos” o la
violenta represión militar que siguió a las revueltas estudiantiles en 1969, en el
denominado “Cordobazo”, lo atestiguan. Desde luego, facilitaron la aparición
del grupo guerrillero de Los Montoneros, quienes hicieron su acto de
presentación pública secuestrando al ex presidente Pedro Eugenio Aramburu,
hecho que, a su vez, aceleró la caída de Onganía y la radicalización violenta del
gobierno y las tropas militares que, tomando una decisión en principio
incompresible, colocaron en la presidencia al general Roberto Marcelo
Levingston. Un presidente que no pudo hacer nada por luchar contra el
sistema político radicalmente violento que su misma presencia refrendaba y
que justificó el crecimiento progresivo de Los Montoneros y la creación, ya
con Lanusse en el poder, del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP). En
esta situación, como nos señala Michèle Soriano:
Perón, desde su exilio, proyecta la amenaza de una guerra civil (“después del
Cordobazo, el Argentinazo”) para capitalizar su poder al animar el ala izquierda del
peronismo (juventud y grupos guerrilleros); mientras que las fracciones más poderosas
de la clase dominante se niegan a compartir una solución política que pudiera disminuir
su hegemonía y prefieren el recurso a la represión, que les permitiría “profundizar” la
2 Ibíd., 450.
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política económica de la Revolución Argentina. A la vez, ciertas fracciones de las
Fuerzas Armadas (sobre todo la Marina) desean “limpiar” el país antes de entregarlo a
la democracia. 3
Si atendemos a reconocer estos hechos, me parece lógico que Abaddón dé
comienzo –luego de los acontecimientos primeros fechados el 5 y el 6 de
enero de 1973 y que ya prefiguran como fuera habitual en la narrativa de
Sábato el desenlace de la novela– con unas reflexiones -más bien un rezo, una
plegaria- de Bruno, en las que no puede menos que confesar su deseo último
de detener el tiempo para, o bien no tener que asistir al nacimiento de esa
violenta Argentina por la que camina o forjar en su memoria únicamente la
historia mítica y falsa que un día todos los ciudadanos de la Argentina
quisieran creer sobre su patria:
¡Denténte, oh tiempo! (…) Paraliza aquí mismo la vida. Deja que para siempre
subsistan las líneas punteadas de la Expedición al Alto Perú. Que jamás deje de ser
inmaculado, con su uniforme de parada, señalando con su índice enérgico hacia Chile,
el general José de San Martín. Que nunca sepan que en aquel momento marchaba
enfermo sobre una mula y no sobre un hermoso caballo blanco, cubierto con un simple
poncho, encorvado y cabiloso, enfermo. Permanezca para siempre aquel pueblo de
1810 frente al Cabildo, esperando bajo la llovizna la Libertad de los Pueblos. Sea aquella
revolución pura y perfecta, sean eternos y sin manchas sus jefes, no haya jamás
debilidades ni traiciones, no muera abandonado e insultado el general Belgrano, no
fusile Lavalle a su antiguo camarada de armas ni reciba ayuda de extranjeros. No muera
pobre y desilusionado en una remota ciudad de Europa, mirando hacia América,
apoyado en su bastón de enfermo, el general José de San Martín. 4
Es desde el punto de vista de las circunstancias temibles que asolaron al
pueblo argentino durante las décadas del ´60 y del ´70, como entiendo que
Sábato, 5 el personaje, profundiza aún más en la misteriosa conjuración de la
secta de los ciegos que aparecía en un lugar predominante en Sobre héroes y
tumbas. Las circunstancias vividas en la Argentina se lo piden, se lo reclaman y
debe volver a dejar testimonio –aun acaso contra su voluntad– de esta
realidad, para investigar el conflicto irresoluble en que él y todos los
ciudadanos de su país se encuentran inmersos. El problema es que tampoco él
3 Michèle Soriano, Ernesto Sábato, gnosis y apocalipsis: Estudio sociocrítico de Abbadón el exterminador
(Madrid: Pliegos, 1994), 181.
4 Ernesto Sábato, Abaddón el exterminador, en Obra Completa Narrativa (Buenos Aires: Seix
Barral, 2000), 535-536.
5 A partir de ahora, cuando escribamos el nombre de Sábato sin acento ha de entenderse que
nos estamos refiriendo al personaje de Abaddón.
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tiene una respuesta clara o, al menos, otra solución, más allá de su convincente
lucha e inmersión en las tinieblas de este mundo a través de la creación, y
considero que, por ello, Sábato decidió desdoblarse en personaje en su último
libro. Muestra así, a todos los ciudadanos de su patria –más en el momento en
que el escritor estaba sometido a una presión mass-mediática excesiva y al
insistente reclamo de muchos de los ciudadanos por encontrar en él al
benigno y sabio patriarca que jamás gobernara la Argentina– que se encuentra
sometido a la misma situación de indefensión que ellos. Esta es una de las
primeras intenciones de Sábato: reconocerse él mismo huérfano, hijo de Caín.
Por ello, cuando Martín lo encuentre en la realidad novelada, él mismo deberá
reconocerse huérfano: “soy un huérfano, se dijo Martín, con tristeza, y sin
saber porqué”. 6 El mismo creador que lo había retratado no tiene respuesta a
las preguntas que a él o a Juan Pablo Castel lo martirizaban y lo angusitaban.
Es un ciudadano más, angustiado por una patria compuesta de hijos sin
nombre y condenada al olvido e incluso llega a considerar, en su impotencia
por encontrar una salida constructiva a su desesperada situación, la vía
violenta: “Aquí lo único que podía habernos salvado era una buena y saludable
guerra nacional, digamos hace unos cincuenta años”. 7 Lo que le viene a
recordar a Martín una dolorosa verdad que, acaso, todavía no está en
condiciones de comprender en su totalidad, pero en cuya aceptación está su
futuro crecimiento como persona y personaje ya lejos de la mirada de Sábato y
de Bruno: todos los ciudadanos de la nación Argentina son huérfanos de
padre y madre. Los perdieron en el momento de llegar a América y por
voluntad propia en las guerras de la Independencia. De hecho, su última
conversación con Bruno no apunta a otro asunto sino a la necesidad de crecer
–a pesar de las dudas y las incertidumbres– al mal que los emplazó en aquella
tierra y al misterio sin resolver de la existencia de Alejandra o Georgina. Es
natural que esta conversación finalice punteada con el sordo recuerdo del
sonido de la sirena de un barco lejano del que bajaran los ascendentes de
Bruno, Alejandra, Sábato y Martín: “Y tal vez (seguramente) volvió a oír la
sorda sirena de un barco lejano, como en aquel no creíble tiempo de su primer
encuentro. Y tal vez (seguramente) sus ojos la buscaron absurda y
dolorosamente entre las sombras”. 8
De esta manera, la novedad que presenta Abaddón con respecto a las
novelas anteriores es precisamente el reconocimiento total y absoluto de esta
6 Ibíd., 660.
7 Ibíd., 664.
8 Ibíd., 678.
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orfandad que muchos de los personajes hacen, ayudados por un Sábato que,
ubicado en el interior de la novela, es el primero en reconocerla. En este
sentido, a pesar de sus tonos sombríos, Abaddón ofrece luz y claridad a su
situación. No la luz de una pretendida y artificial paternidad sino la luz
gnóstica del conocimiento que permite a los protagonistas de su obra asumir,
de una vez, su situación real: la orfandad, la indefensión y su enajenada
ubicación más como extranjeros que como habitantes reales de una tierra que
no les pertenece. Proceso este, en definitiva, que Sábato realiza para que
comprendan que el exilio no radica en su ubicación en la tierra argentina sino
en el mero hecho, como lo entiende la gnosis, de estar constreñidos a un
cuerpo y, por tanto, indefectiblemente a una existencia terrena donde el
espíritu está encadenado. A esto apuntan, por ejemplo, esas hermosísimas
palabras de Bruno al final de Abaddón, gracias a las que su tan querido
personaje –testigo de la historia del país– manifiesta sin ambages su orfandad
en palabras dedicadas a Georgina: “Entre los despojos de tu cuerpo/ entre
gusanos hambrientos y febriles,/ aun allí estará mi alma,/ como un antiguo
habitante de la tierra devastada,/ ya sin hogar y patria,/ como un huérfano que
busca a los seres queridos,/ entre gritos anónimos/ y escombros”. 9
L A ANGUSTIA DE  J OB :  UNA ÉTICA DE LA RESISTENCIA
Por estas circunstancias y teniendo en cuenta las circunstancias violentas
anteriormente relatadas, acaecidas en la Argentina durante las décadas del ´60
y del ´70, cuyo eco resuena constantemente por Abaddón y la suerte fatal que
sufrieran tantos escritores de la sociedad argentina –véase la triste muerte de
Rodolfo Walsh años después de la aparición del libro de Sábato– me resulta,
en verdad, muy plausible considerar que además de las razones apuntadas
anteriormente, Sábato decide desdoblarse en personaje dentro de su libro por
motivaciones muy concretas: expresar, como Job, la angustia que le supone
pensar en que puede ser nueva víctima de este estado de cosas. Consigue así
dejar un testimonio alucinado, a través de la creación, del destino violento en
el que habría de sumergirse el país argentino años más tarde, y por el que
siente que indefectiblemente puede ser afectado.
Exactamente, yo también creo –como lo piensa Girard de Job en su
excelente reflexión en La ruta de los hombres perversos–, que Sábato deja
testimonio de sus pensamientos porque tiene miedo de ser el nuevo chivo
9 Ibíd., 888.
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expiatorio de la comunidad. 10 Verdaderamente, Abaddón es la novela del
miedo; miedo al mal y a lo oculto. Miedo de Sábato, el intelectual, a ser
atrapado definitivamente y engullido entre las dos facciones irreconciliables de
la sociedad argentina. Miedo del escritor al exilio y la soledad en su propia
patria. Miedo del artista que, lo quiera o no, está condenado a mostrar la
verdad o, al menos, su verdad sin ambages, del peligro de ser defenestrado por
la misma sociedad que lo encumbraba, más allá de su voluntad, como guía de
su pueblo. Miedo de tantos artistas argentinos a perecer confundidos entre la
voracidad de una masa que necesita fagocitar a quienes sueñan con levantar la
bandera blanca de la paz o que animan a los dos bandos a reflexionar sobre
los motivos de su comportamiento irracional. Miedo de perecer como uno de
sus personajes más queridos, Marcelo Carranza, por negarse a traicionarse a sí
mismo y a sus propias convicciones. Miedo de ser el suicidado por su sociedad
como observara Artaud de Van Gogh, antes de correr el mismo destino que
éste. Miedo de quienes, como Edipo, Job o Cristo, fuesen encumbrados como
reyes de su pueblo, saludados con salves a su paso y, más tarde, fueran
expulsados de la comunidad, ajusticiados como víctimas en el momento en
que, consciente o inconscientemente, revelaron con un gesto su caída o con
unas palabras los mecanismos violentos e incestuosos a través de los que los
justos de la sociedad habían establecido su mandato. Miedo de Cristo a revelar
las mentiras del templo de los abelitas y ser nombrado víctima propiciatoria
por éstos para que el furioso pueblo cainita tome revancha sobre la indefensa
persona de aquel que quisiera ser su portavoz. Y, por supuesto, miedo de
quien ha desvelado las mentiras del texto oculto guardado con celo por los
sacerdotes judeo-cristianos de la Argentina y siente que el fuego de las balas, el
dragón del Apocalipsis y su ángel, Abaddón, pueden caer sobre él.
Sin embargo, ahí está la grandeza de Abaddón, a la que considero una obra
de testimonio e indagación; un ensayo real en diferentes tiempos. A pesar del
mal de un texto o novela que ha de ser medido únicamente a partir de sus
cualidades estéticas. A pesar del miedo que genera esta realidad, Sábato
penetra en ella. Es en ese acto de valentía, que resuena por un texto que
10 Nos dice René Girard: “El chivo expiatorio es un ídolo fracasado. La ascensión y la caída
están unidas. (…) Job es la víctima (…) de una opinión pública visiblemente inestable,
caprichosa, extraña a toda moderación. Él no parece más responsable de este cambio que
Jesús lo es (…) entre el domingo de Ramos y el viernes de la Pasión. Para que exista esta
unanimidad en los dos sentidos, un mimetismo de la multitud debe actuar cada vez. Los
miembros de la comunidad se influencian recíprocamente, se imitan los unos a los otros en
la adulación fanática y después en la hostilidad más fanática todavía”. René Girard, La route
antique des hommes pervers (Paris: Éditions Grasset & Fasquelle, 1985), 19-20. (Traducción del
autor).
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parece crujir y temblar de pánico conforme intentamos descifrarlo –mucho
más allá de las intenciones desmesuradas, desmedidas y sin freno de Sábato
por llegar a componer una novela total, a tono con el hombre nuevo, que
exige que se levante sobre esta tierra– donde encuentro el gran mérito de
Abaddón. Un libro –y esto está mucho más claro, en esta ocasión, que en Sobre
héroes y tumbas o en la precisa, escueta y casi matemática El túnel– que llega, a
mi entender, a acertar el futuro de la Argentina de una manera precisa, por y
gracias a los errores que lastra su, muchas veces, difícil lectura. El mismo
Sábato, como personaje de su libro o como ensayista, lo ha repetido en
muchas ocasiones. Las ficciones no son sino una manifestación y
consecuencia de las luchas que se producen en la realidad; y pretender que
Tolstoi, Dostoievsky o Arlt intenten aguzar el estilo, cuidar el adjetivo, cuando
está en juego la vida o el destino de sus personajes es un oxímoron. Esto es
imposible si, como lo han hecho gran parte de los autores apocalípticos de
nuestra época, de los que Sábato se siente parte, entendemos, frente a los
integrados –siguiendo aquí la ya clásica definición de Umberto Eco– 11 que la
creación es una investigación profunda, a ciegas por la psique del ser humano
que desvela las franjas abiertas a partir de las que se resquebraja la sociedad de
la que forman parte. Son ellos quienes perciben el nuevo movimiento sísmico
que quebrará la sociedad de la que forman parte y que los reduce al tormento
y, tantas veces, a la soledad. Es también gracias a ese acto inaudito y a su
deseo de dar testimonio de esta verdad, como el mal es derrotado. La cuestión
que, según Sábato, se encuentra en el fondo de la existencia del arte –y la
razón por la que aún merece la pena seguir escribiendo–, no es tanto pensar
que, a pesar de la existencia del arte siguen y seguirán produciéndose guerras,
muertes y conflictos, sino cuántas muertes y guerras más hubiesen desangrado
a la humanidad si no existiera la posibilidad de escribir un libro. Es decir,
tomar conciencia de que, si a pesar de la existencia de la obra de arte el
hombre fue capaz de crear la bomba atómica, esa misma bomba y su poder se
hubieran multiplicado al infinito hasta acabar finalmente con el ser humano
sin aquella posibilidad.
Creo que si en Abaddón, Sábato extiende los dominios de su narración
hacia Occidente, es por el hecho concreto (que, en este caso, lo emparenta
con otros escritores de su patria como Abel Posse) de que es desde el
dominio, oculto pero aún presente en Argentina, de lo mágico-telúrico
americano; desde la constatación de una América que se mecía en el no-ser y
no-estar antes de la llegada de Occidente, y que únicamente pudo tener noción
11 Umberto Eco, Apocalípticos e integrados (Barcelona: Lumen, 1990).
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Enfoques XIX, 1-2 (2007): 27-44  35
del mal tecnológico o la existencia del diablo –al menos en Argentina– a partir
de este primer contacto; desde donde se puede pensar mejor la crisis de fe
occidental. No sólo esto, América es, en realidad, el lugar ideal a partir del cual
hacer gnóstico a Occidente, comprender sus mitos, su “fetichismo” científico
y volver a reinventarlo. Por ello, pienso que en Abaddón, como le sucederá al
mismo Sábato en el transcurso de su desarrollo narrativo siguiendo el camino
ya inaugurado por Fernando Vidal, la atención del narrador se desdobla y se
dirige –aun teniendo siempre en primer plano la realidad americana, argentina
en la que se circunscribe– a Occidente; de esta manera intentará “animizar” la
filosofía racionalista de Occidente que, de la mano de Sábato, observamos
imbuida de misticismo, de un soterrado esoterismo en su fondo más oculto y
encerrada en una caverna de sombras –tal y como pudiera concebirla
Moravia–, más amplia que el continente americano. Precisamente, por haber
querido sustraerse a la procelosa duda que desequilibrase a Descartes y le
condujese al intento de crear todo un sistema cerrado, es allí donde la
conciencia total del ser humano se ha separado aún más de la noción de
origen por temor a enfrentarse con las tinieblas del “tohou-bohou” originario.
En realidad, el proyecto Ilustrado, educativo y racional francés que se
encuentra en el germen de buena parte de los procesos internos que
desembocarían en la Revolución de 1789, el ascenso de Napoleón y la
Independencia Americana, como lo observaran con precisión Nietzsche,
Heidegger o Foucault, –en una vía a la que Sábato se enfrentará desde su
propia experiencia en sus diversas visiones, encuentros y peripecias con
distintos integrantes de la secta de ciegos en París–, no se ocupó jamás del
hombre. Todo lo contrario, lo negó. 12 La idea del “buen salvaje” de Rousseau
es una de las mayores puñaladas que se pudieran conceder al incomprendido
Caín; es una de las más retorcidas mentiras gracias a la que los abelitas
12 Dice Jean Jacques Rosseau en una reflexión que puede servir de ejemplo del porqué de la
lucha establecida por Nietzsche o Sábato contra el progreso racional y lumínico de la
Ilustración: “Es la razón la que engendra el amor propio, y es la reflexión la que lo fortifica;
es ella la que repliega al hombre sobre sí mismo; es ella la que lo separa de cuanto le molesta
y aflige; es la filosofía la que lo aísla; por ella es por lo que dice en secreto, ante la visión de
un hombre que sufre: perece si quieres, yo estoy a salvo. Sólo los peligros de la sociedad
entera turban el sueño tranquilo del filósofo y le arrancan de su lecho. Se puede degollar
impunemente a un semejante bajo su ventana; no tiene más que taparse los oídos y
argumentar un poco para impedir a la naturaleza, que se revuelve en él, identificarle con
quien se asesina. El hombre salvaje no tiene ese admirable talento; y falto de sabiduría y de
razón, se le ve siempre entregarse atolondradamente al sentimiento primero de la
humanidad. En las revueltas, en las peleas callejeras, el populacho se agolpa, el hombre
prudente se aleja”, en Jean Jacques Rosseau, Discurso sobre el origen y los fundamentos sobre la
desigualdad entre los hombres, en Obras Selectas (Madrid: Edimat Libros, 2000), 297-298.
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Enfoques XIX, 1-2 (2007): 27-44 36
pudieron hacerse con el control de la tierra –y no es vano recordar aquí que
las guerras de Napoleón, más allá de su ideología, son de ocupación de otros
territorios, frente a las americanas que son, en principio, de liberación– y que
late en lo profundo de la imagen canibalesca que Europa se forja de los
“salvajes” indígenas y, por supuesto, en buena parte de la ideología y la obra
de Sarmiento. Es, en el fondo, un camino abierto para instaurar el siguiente
monoteísmo –el científico– de un poder más vasto y peligroso que el religioso
en cuanto a que instaura una verdad ya no basada en haber pensado poseer el
nombre de Dios. No. La ciencia se presenta ya como ese mismo Dios,
absoluto y excluyente para quien quiera discutir sus dictados basados en su
verdad verificable y demostrable. Y el proceso, en verdad vasto e inabarcable,
que dio lugar a la creación de la bomba atómica es narrado aquí de una
manera sintética, fría y objetiva, con el propósito de que comprendamos hasta
qué punto la comprensión científica del mundo puede llegar a acabar con la
pluralidad y con toda organización humana, ética o religiosa, obviándola
categóricamente.
Profundizando un poco más en el problema que plantea la autonomía
científica al hombre, como lo trata de explicar Nemo a partir de su reflexión
sobre El libro de Job, lo que descubre al ser castigado inmisericordiosamente
por la ley, es la no neutralidad de la ley; y del evento científico que se funda a
partir de la misma: “Job encuentra un mal no neutro, que no se contenta con
asesinarle, que no quiere asesinarle y le prohíbe incluso morir: un mal que le
tortura, eterniza su dolor y hace del mismo un infierno”. 13 Y, en este sentido,
la ciencia se establece como un dominio que impone su ley a partir “del olvido
mismo de la ley”. 14 De esta manera, como afirma Nemo, “Job se encuentra
por tanto confrontado con un ‘Dios’ que (…) no es seguramente el de la ley,
(…) que es el Otro del mundo como ley (…) una ‘nada’ ”. 15 Un innombrable
que puede ser la masa cegada de los ciudadanos volcando su necesidad de
venganza sobre el individuo Job; la presencia fortuita de la divinidad diabólica,
según el gnosticismo, cualquiera que sea su nombre, que se arroga el poder
sobre el hombre una vez que lo enfrenta al existir y la ley o la ciencia que,
realizando un engaño diabólico, le prohíben desestructurar los principios de
una realidad que han debido violentar para imponerse. Esto viene a ser el
anatema ante el cual se enfrenta Caín sin poder soportar su radicalidad
13 Philippe Nemo, Job et l’excès du mal (Paris: Éditions Grasset & Fasquelle, 1978), 162.
(Traducción hecha por el autor).
14 Ibíd., 153.
15 Ibíd., 151.
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excesiva forjada en la arbitrariedad como, asimismo, lo hará Sábato,
mostrando en Abaddón aquel momento decisivo para la historia de la
humanidad en que se produjo la fisión del átomo, germen de la futura bomba
atómica. De hecho, lo que Sábato intenta que comprendamos es que la actual
dictadura científica y la raíz ideológica que daría lugar, por ejemplo, a la
creación de la bomba atómica; sólo es comprensible para Job y el hombre
común en el momento en que puede realizar una mirada que traspasa los
límites cegados de la realidad gnóstica y, como lo entiende Nemo, toma
conciencia de que “el derecho de compartir la herencia de Dios” supone
“heredar su combate contra el mal”. 16 Esto es, que si entendemos al hombre
como heredero de lo divino, su sufrimiento no es sino una manifestación de la
misma lucha que sostiene Dios contra el mal y es en su capacidad de
sostenerse en pie frente a la adversidad como el hombre le ayuda a cumplir sus
inescrutables designios.
G NOSIS Y FE EN EL ESPACIO AMERICANO DE  A BADDÓN
Es por todo lo enunciado con anterioridad, que podemos considerar que
Abaddón es, en el fondo, y desde el mismo hecho que implica su existencia, no
un mensaje apocalíptico sino de fe en el ser humano, aun y a pesar de todos
los horrores que muestra en su seno, que permite gracias a la mitificación que
hace de la realidad, más allá de Sobre héroes y tumbas y El túnel, que cada uno de
sus lectores pueda iniciar o continuar una investigación profunda sobre las
raíces y sucesivas encarnaciones de la lucha entre el bien y el mal. En realidad,
lo que aprendemos con Abaddón es que hacer gnóstico o mitificar no significa
simplificar, pues no hay nada más complejo que un mito. En todo caso,
significa abrir una vía de comprensión que sólo puede ser sobrenatural y, de
ninguna manera científica –que es, como observamos, otra de las vías del
diablo– para poder visualizar con claridad esos dos opuestos absolutos, que
exigirá integrar para construir el hombre nuevo, que son el bien y el mal.
Siguiendo la ruta trazada por Sábato, es desde el animismo americano;
desde el extravío del ser y del lenguaje americano; y desde la realidad exiliada
de sus habitantes “sin asiento” sobre la nueva tierra pero, paradójicamente,
mucho más volcados –puede que aun a su pesar– sobre la naturaleza, y
separados, por tanto, de la técnica y la “civilización”; desde donde se percibe
con más claridad la ideología diabólica, regida por un proceso mítico, que hay
detrás de la construcción de las torres de saber europeas. Como es América, a
16 Ibíd., 234.
A LEJANDRO  H ERMOSILLA  S ÁNCHEZ
Enfoques XIX, 1-2 (2007): 27-44 38
la vez, el mejor emplazamiento desde el que Caín, esta vez ya sin armas ni
rencor y dispuesto a dialogar, puede advertir al Abel occidental que, en
realidad, su discreción, pulcra educación de la que hace gala, su vetusta
hipocresía y sus elegantes vestiduras, en muchos casos, son fruto y
consecuencia del crimen y el asesinato, de la ideología que implantó en los
continentes hacia donde fue y que su silencio no puede ocultar. De hecho, es
una sutil manera de hacer percibir a los ciudadanos de Occidente que los
mismos, aun y a pesar de disfrutar una privilegiada situación sostenida, como
supiera Goethe, gracias a su pacto faústico con el diablo, son también
“extranjeros” en su propia tierra, alienados; y deberían comenzar a volver a
mirar al cielo e interrogarlo para descubrir, asimismo, su condición exiliada
como habitantes de este mundo que no pueden, cegados por la luz de la razón
y la ciencia, alcanzar a ver.
En suma, el proyecto que pretendiera llevar a cabo Albert Camus, de quien
no hemos de olvidar que dedicara su Tesis de Licenciatura al gnosticismo, y el
verdadero hecho por el que, podemos suponer actualmente –siguiendo las
peripecias vitales y los tormentos sufridos por Sábato en su novela ansioso por
revelarnos la verdad gnóstica–, ha sido defenestrado del primer lugar de la
cultura oficial del país galo, empeñado en negar sus orígenes bárbaros, al Caín
que con tanta destreza retratara y encarnara François Villon.
Y es que, aun a fuerza de presentarse como una novela moderna, Abaddón
el exterminador, es una obra a contracorriente. No ya porque sea una
investigación del inconsciente negado por la cultura occidental, por las aristas
de la duda que corroyera el espíritu de Descartes y que, con tanto afán, el
teórico francés intentó derrotar construyendo su sistema filosófico sino, sobre
todo, en cuanto es un intento casi suicida por refutar a Marx y a gran parte de
los teóricos que durante todo el siglo XX estuvieron a la cabeza de la sociedad
intelectual de su tiempo perdiendo de vista –una vez que la cabeza de Dios
había sido ya cortada– la raíz evanescente, ontológica, proteica y creativa del
ser humano. Su raíz absolutamente irracional que no podía ser medida por
capital alguno. Contra ellos se rebela Sábato continuando la lucha ya
emprendida por de Louis Pauwels y Jacques Bergier o el incomprendido y
tantas veces mal leído Julio Evola de quien es necesario revisitar su
extraordinario Révolte contre le monde moderne 17 para profundizar aún más en la
17 Precisamente, Evola, siguiendo a Nietzsche, en unas reflexiones que laten, por ejemplo, en
el excelente análisis que realizó Philippe Nemo del problema del mal en su Job et l’excès du
mal nos indica que es la ciencia moderna la que “ha degradado y democratizado la noción
misma de saber, instalando el criterio nivelador de lo verdadero y lo cierto fundado sobre el
mundo sin alma de los nombres y sobre la superstición del método positivo, indiferente a
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Enfoques XIX, 1-2 (2007): 27-44  39
filosofía defendida de Sábato y apuntar con precisión a las razones, el cómo y
porqué a través del triunfo del racionalismo y del individualismo consecuente,
el hombre fue apartándose del mundo supra-mundano que, en el fondo,
suponía esclavizarse.
En realidad, Sábato no descubre nada nuevo. Simplemente se ayuda del
corpus gnóstico que, por fuerza de una especie de milagro divino, fue
rescatado en su mayor parte, precisamente en el siglo XX, como una especie
de tesoro oculto donde los hombres pudieran alzar la vista a las razones de la
autodestrucción, la bomba atómica, la guerra. Y es por ello –entendiendo,
como creo se ha ido demostrando en este trabajo, que Sábato se apoya en la
gnosis, desde la condición exiliada de su emplazamiento en América, la
cainita– que me parece lógico que utilice, entre otras, la vía de la videncia –
véase aquella reunión en Abaddón en que varios espiritistas se reúnen
intentando enfrentarse a la fuerza que le hace imposible y se rebela ante los
esfuerzos creativos de Sábato por atraparla, denunciarla– para llegar a
enfrentarse al señor de los dos ámbitos: el demonio.
Precisamente, como ha destacado Élisabeth Laborde-Nottale en su
intrigante Le voyage et l’inconscient, en la mayoría de los casos el manejo, arte e
instrumento de “la videncia podría aparecer como el efecto de una depresión
de la infancia, depresión ligada a una separación, a un luto o a un sentimiento
de exclusión y de soledad”. 18 Por lo que es lógico que sea esta vía la tomada
por el Caín americano, en trance de superar su falta y comenzar a despojarse
de sus vestiduras, sus ansias posesivas de madre o de carne que representa
Sábato; o la elegida por tantos escritores hispanoamericanos para devolver al
mundo occidental el reflejo real del mundo espiritual que han intentado negar
donde se libra una batalla tan procelosa como en la tierra entre los demonios y
los ángeles, en este caso, por el alma del ser humano.
todo lo que presenta (…) un carácter cualitativo y que tenga valor de símbolo. Es la ciencia
la que, huyendo de las tinieblas de la ‘superstición’ y de la ‘religión’, expandiendo la imagen
de la necesidad natural, ha destruido progresivamente y objetivamente toda posibilidad de
comparación sutil con la fuerza secreta de las cosas, es ella la que ha alejado al hombre de la
voz de la tierra, de los mares y de los cielos (…) Es la ciencia la que (…) ha hecho nacer la
más peligrosa tentación a la que el hombre puede ser sometido: (…) confundir poder y
fantasma de poder”, en Julius Evola, Révolte contre le monde moderne (Paris: Éditions L’Age
d’Homme, 1991), 337. (Traducción hecha por el autor). De hecho, la teoría de Evola,
mucho más rica y aguda en verdad que la de Sábato, precisamente desde el punto de vista
científico, coincide en tantos puntos con la de Sábato que es imposible negarle un referente
sobre muchas de las más caras ideas del autor argentino.
18 Élisabeth Laborde-Nottale, La voyance et l’inconscient (Paris: Éditions du Seuil, 1990), 175.
(Traducción hecha por el autor).
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Enfoques XIX, 1-2 (2007): 27-44 40
Es esta vía anímica y espiritual, en suma, la única que puede abrir la
comunicación entre dos hermanos opuestos pero que deberían ser
complementarios, Occidente y América, el día y la razón, la noche y la rabia; y
llevarlos a encontrar una tercera vía, acaso la oriental, o la que marca el destino
de Seth, ni víctima ni asesino, y es, en muchos de los sentidos, la vía sugerida
por Cristo o el Buda. Además es también una manera de bifurcar la palabra
perdida del Caín americano, despojarla de su poder de significación tantas
veces cuestionado y marchito y llevar a esta lengua, que es un cuerpo en que el
hombre se pierde y se arraiga hasta perderse en él, a disolverse en un camino
espiritual. Una manera de permitir al alma regresar al lugar donde partió, tierra
occidental, para luego retornar al cuerpo tomando conciencia que la batalla
cainita no ha de cernirse al deseo de regreso al cuerpo materno porque la
madre es universal, inclusiva y jamás excluyente, sino de ser capaces de
transcendernos a nosotros mismos, sea cual sea nuestra ubicación en el
mundo. Esto es, intentar afirmar el espíritu a través de la carne que es la más
enjundiosa lección que nos ha donado El libro del buen amor. De hecho, pienso
que esta es la gran posibilidad planteada, como bien supo el surrealismo, por el
advenimiento de Cristo y creo que esta es una de las últimas lecciones y la más
dificultosa tarea con la que en la interpretación de muchos de los rituales
gnósticos, se ha encontrado la crítica. Nos dice, por ejemplo, María Rosa Lojo
en su esclarecedor artículo “Elaboración del mito gnóstico en Abaddón el
exterminador” que muchos de “los adeptos al gnosticismo y del catarismo
(…) en (su) convicción de que el espíritu pertenecía al mundo de la Luz, y el
cuerpo al de las Tinieblas”, llegaron a realizar orgías dotadas de un sentido
ritual, en que se adoraba “el semen (y aun (…) la secreción genital femenina)
donde se suponía que se hallaba cautiva la Luz”. 19 Si bien, en este signo se ha
querido leer muchas veces como un signo absoluto de rechazo al cuerpo, yo,
en realidad, lo entiendo como una manera incestuosa pero gozosa de
transgredir la ley mosaica e incitar a descubrir el ánima sexual, trascenderlo.
No importa tanto la ley que obliga únicamente a procrear y dejar
descendencia, sino importa que el acto en sí se vea dotado de un sentido
supra-mundano y evanescente por el que, el hombre, como el Cristo, afirma la
resurrección de la carne, la verdad transformadora del amor, a partir de su
posibilidad de dotar de una dirección espiritual al acto sexual. Porque lo que se
encarga de recordarnos Sábato es que al Cristo o al conocimiento no podemos
llegar a través de texto o razón alguna sino a través del inconsciente que es el
dominio del sueño, del mito frente a la ley del principio de realidad. En este
sentido, Sábato está mucho más cerca de Jung que de Freud, que no pudo
19 María Rosa Lojo de Beuter, “Elaboración del mito gnóstico en Abaddón el exterminador”,
Revista Universitaria de Letras Argentina III, 2 (octubre-noviembre 1985): 311.
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evitar en su aproximación a los sueños intentar regular una interpretación de
los mismos en torno a una ley que, más tarde fue ciencia, y que en la obra de
Jung, al contrario, se forjan como realidad arquetípica que invade al individuo
y cuya presencia no puede eludir si quiere aprehender la realidad en su
totalidad, libérrima y plurívoca, más allá de toda ley. En realidad, ésta es la
lucha y el debate que, en Abaddón, enfrenta a Sábato y a Beba con el doctor
Arrambide y, en ciertas ocasiones, entre ellos mismos. Una realidad basada en
una ley inamovible, o una ley que se mueve constantemente acorde con el
ciclo planetario, la mítica, que deja siempre una puerta abierta al hombre para
poder reinventarse, una puerta de salida por la cual preguntarse acerca de su
origen y esencia, en el sentido de que no le impone comportamiento alguno
sino que le abre la posibilidad de “un descubrimiento” y, a partir del mismo, le
propone un conocimiento: una gnosis. Esto constituye un problema de radical
importancia en el país argentino en cuanto aceptar esta segunda vía –que ya en
parte representa América con su mero existir– porque significa atestiguar el
pneuma divino y el temperamento y capacidad proféticas que permitirían
liberarse de la esclavitud material a la mayoría de sus habitantes, consiguiendo
imponer, al fin, su voluntad al poder. Desde luego, era un tema de radical
importancia en un momento crucial para el país argentino, como el momento
de la escritura de Abaddón, cuando las dictaduras se sucedían al tiempo que se
radicalizaba la lucha ciega de los rebeldes –en cuanto esta vía prefiguraba el
contraataque feroz y sin piedad de las potencias abelinas– para derrocarlas.
L A CLAVE APOCALÍPTICA
En realidad, y como he intentado demostrar, es a través de ese camino que
Sábato llega de una manera alucinada, demente, prácticamente inaudita; a
pronosticar, en mi opinión, los sucesos del terrible recuerdo que degeneró en
la historia de los desaparecidos. De hecho, en aquella fascinante escena que
abre la novela, en la que Barragán observa el dragón apocalíptico de siete
cabezas levantarse sobre el cielo de Buenos Aires, ya se encuentran predichos
estos sucesos. Es decir, cuando Sábato muestra al dragón cernirse en un rojizo
amanecer sobre el rostro de Barragán y el mismo pronuncia sus famosas
palabras –ya más avanzada la novela– para decirnos aquellas escalofriantes
palabras: “Porque el tiempo está cerca, y este Dragón anuncia sangre y no
quedará piedra sobre piedra. Luego, el Dragón será encadenado”, 20 yo no
puedo evitar leer en ellas no una profecía sobre el mundo, sino sobre el futuro
20 Ernesto Sábato, Abaddón el exterminador, en Obra Completa Narrativa (Buenos Aires: Seix
Barral, 2000), 869.
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de la Argentina. Es decir, veo allí representados los hechos trágicos ocurridos
en la matanza de Ezeiza el día del frustrado retorno de Perón a la Argentina, la
transición sangrienta y las luchas continuas entre las tropas revolucionarias y el
gobierno de Isabel Perón, la llegada de Videla a la presidencia, el posterior
advenimiento de Galtieri y, finalmente, el encadenamiento del dragón: la
instauración de la democracia en el año 1983 y el advenimiento al poder de
Raúl Alfonsín. Creo que se me podrá discutir esta interpretación, pero si
leemos –en clave simbólica y argentina– toda la obra de Sábato, nos damos
cuenta de que, en realidad, Barragán apunta a esto. Ahí radica la gran
genialidad, la absoluta locura y maravilla de Abaddón a la que pocos han
podido encontrar el sentido exacto que la premió como una de las obras más
reveladoras, apocalípticas y verdaderas que se han escrito en este siglo. Y no
estamos hablando, en este caso, de literatura. Estamos hablando del mal en su
dimensión ontológica y de la capacidad que el hombre tiene, por medio del
arte, de adelantarse a él, vencerlo y predecirlo.
Como sabemos, en el Apocalipsis de San Juan se nos dice que la bestia de
la Tierra, a la cual llama el dragón demoníaco celeste, para inundar su fuego de
perdición para la tierra es representado por la cifra seiscientos sesenta y seis.
Como han indicado muchos exegetas del Apocalipsis, tomando como base el
alfabeto hebreo una vez que ni en el hebreo ni en el griego existen signos
gráficos especiales para indicar los números, se cree que este número viene a
designar un nombre: César Nerón. Un hombre a quien todos recordamos, que
se le atribuye haber perseguido enconadamente a los cristianos.
Creo que no hace falta recordar de nuevo el encono de Perón hacia el culto
católico que motivó, como únicamente lo sabe el loco Barragán de una
manera inconsciente y translúcida, la quema de las iglesias a las que asistimos
en Sobre héroes y tumbas y ayudó a destapar uno de los sellos del Apocalipsis.
Desde luego, volver a llamar la atención sobre la figura Cesarea Perón, tal y
como la visualiza Sábato en su narrativa, parece innecesario. Ahora bien, lo
que sí debemos resaltar es que dos meses después del advenimiento de la
visión de Barragán, el peronismo, como sabemos tras ser liberado de su
proscripción, triunfó de nuevo en Argentina, gracias a Cámpora, lo que
significó el cauce perfecto para hacer retornar de nuevo a Perón al país desde
su exilio en la España fascista de Franco. De esta manera, el 20 de junio de
1973 –prácticamente 20 años después, exactamente, de aquella quema de
iglesias acaecida el día 16 de junio y de la excomunión de Perón por la iglesia
católica– se produjo su vuelta frustrada que acabó desencadenando la famosa
matanza de Ezeiza que anunció de una manera ya inevitable, una vez muerto
Perón, el advenimiento del más terrible dragón: la dictadura de Videla de la
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que, por ejemplo, aquellos sucesos del famoso motín de Trelew en el año 1972
y su posterior represión por las fuerzas armadas argentinas habían sido solo un
presagio.
No es vano, que volvamos a leer el prólogo a Nunca Más, así se entenderá
más todavía y en su justa medida todo el sentido del hacer narrativo de Sábato,
y se recobrará el justo sentido de toda la obra narrativa sabatiana. Una ofrenda
a la memoria en contra del olvido que es la única posibilidad de instaurar el
perdón en la tierra, el año jubileo o el shabbat de toda una sociedad consagrado
a la paz y que permitiría comenzar a vislumbrar el reino crístico. Precisamente,
el Apocalipsis de San Juan apunta que para poder descifrar y llegar a conocer
el nombre de la bestia, se necesita sabiduría, una gnosis. No creo, como
hemos podido ir observando, que esa gnosis sea necesaria para realizar una
mera identificación formalista entre aquella bestia del Apocalipsis y el César,
Perón o, más tarde, Videla, sino en cuanto nos permite recordar que todo
aquel país o individuo que se sume en el olvido, el camino de la ignorancia
según la gnosis, acaba por ser esclavo del diablo, cuya realidad queda así
atestiguada. Como, en parte, hemos ido observando en Abaddón, reconocerse,
entonces, huérfano, lejos de hacernos más débiles, nos introduce en esa gnosis
planteada por el Apocalipsis de San Juan para que pueda ser instaurada la vía
del perdón, vencida la bestia y el dragón primordial del mal, y llegue
resplandeciente la luz del cordero a los hombres al tiempo que el diablo cae a
la tierra como un relámpago vencido por la reminiscente luz del conocimiento,
la sabiduría, la gnosis.
Más de veinte años después de la aparición del libro Nunca Más, si de algo
debe estar satisfecho el país argentino es de, a pesar de todos los males,
desgracias y pesares, haber dejado abierta la vía democrática, la del diálogo y
no haberse dejado sumir de nuevo en la vía dictatorial. Creo que, en suma,
esta realidad y ya no mito alguno, es suficiente para seguir demostrando el
poder valioso de todo arte cuya gnosis, considerada irracional por los
parámetros cartesiano-racionales científicos, no deja lugar a dudas a partir de
qué factores debe comenzar a construirse una sociedad.
El primero de ellos, la memoria; el segundo, la aceptación de quiénes
somos; y el tercero, la aceptación del hermano, sea este de la raza o credo que
sea, disponga de más o menos posesiones que nosotros, pues, en suma, lo que
enseña toda gnosis al Caín que todos somos es a ir poco a poco
desposeyéndose de sus deseos y “ego”, ir poco a poco apartándose de la
madre tierra Eva, para comenzar a percibir aquella vida que fuimos y podemos
volver a llegar a ser en el seno del pléroma. Una vida instaurable y posible en
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el seno de las sociedades como mostró la venida de Cristo; si Caín decide
olvidarse de vengar su afrenta diabólica y se decide a profundizar en la llama
que late en su corazón; la pesadilla de toda razón, como comprendiera Goya,
novelase Malraux y atestiguara Sábato en una obra que debería ser releída de
tiempo en tiempo si queremos comprender cuál es la fuerza última y definitiva
que instaura el tiempo de la paz: la vía del recuerdo total.
Alejandro Hermosilla Sánchez
Universidad de Murcia
Dirección: Avda. Teniente Flomesta, nº 5
30003 Murcia
ESPAÑA

Recibido: 11 de diciembre de 2006
Aceptado: 25 de octubre de 2007

martes, 17 de junio de 2014

Horacio Castellanos Moya: la voluntad de estilo Por Roberto Bolaño.


Horacio Castellanos Moya: la voluntad de estilo
Por Roberto Bolaño

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La primera persona que me habló de Castellanos Moya fue el escritor guatemalteco Rodrigo Rey Rosa, después de comernos una paella en Blanes en compañía del crítico español Ignacio Echevarría. La segunda persona que me habló de él fue Juan Villoro. De esto ya hace algún tiempo. Por supuesto, intenté buscar, sin mucha esperanza, sus libros en dos librerías de Barcelona y tal como era previsible no los encontré.
Poco después recibí una carta del mismísimo Castellanos Moya y a partir de entonces mantenemos una correspondencia irregular y melancólica, por mi parte teñida además de admiración por su obra, que poco a poco ha ido engrosando mi biblioteca. Hasta ahora he leído cuatro de sus libros. El primero fue El asco, tal vez el mejor de todos, el más crepuscular, una larga perorata en contra de El Salvador, y por el cual Castellanos Moya recibió amenazas de muerte que lo obligaron a partir, una vez más, al exilio.
El asco, por supuesto, no es sólo un ajuste de cuentas o la expresión de profundo desaliento de un escritor ante una situación moral y política, sino también un ejercicio estilístico, la parodia que hace Castellanos Moya de ciertas obras de Bernhard y también una novela para morirse de risa.
Lamentablemente en El Salvador muy pocas personas han leído a Bernhard y aún muchas menos mantienen vivo el sentido del humor. Con la patria no se juega. Esa es la divisa y no sólo en El Salvador, también en Chile y en Cuba, en Perú y en México, e incluso en Austria y más de otro país o región europea. Si Castellanos Moya fuera bosnio o kosovar y hubiera escrito y publicado este libro allí, seguramente no hubiera tenido tiempo de tomar el avión. Aquí reside una de las muchas virtudes de este libro: se hace insoportable para los nacionalistas. Su humor ácido, similar a una película de Buster Keaton y a una bomba de relojería, amenaza la estabilidad hormonal de los imbéciles, quienes al leerlo sienten el irrefrenable deseo de colgar en la plaza pública al autor. La verdad, no concibo honor más alto para un escritor de verdad.
El segundo libro que leí fue la novela La diabla en el espejo, una novela negra, en realidad una novela negrísima, narrada sin embargo por una megapija o una síutica o una pituca de San Salvador, después del fin de la guerra civil, cuando el país ha entrado de lleno en el capitalismo salvaje. La asesinada es una amiga de la narradora, esposa de un empresario. La voz de la narradora, una voz llena de tics, una voz absolutamente lograda, que nos lleva de una habitación semioscura a otra habitación más oscura y así paulatinamente hasta una habitación en la oscuridad total, no es el mayor de sus logros. Este libro, según creo, es el primero que Castellanos Moya publicó en España, en la pequeña editorial Linteo.
El tercero que leí también está publicado en España, en Casiopea, otra editorial pequeña. Se trata de una reedición de El asco, precedida de dos relatos largos: Variaciones sobre el asesinato de Francisco Olmedo, un texto que sin duda merecería estar en cualquier antología del relato actual latinoamericano, y Con la congoja de la pasada tormenta. Ambos relatos indagan en el basural de la historia, y su planteamiento es conjetural, como en las novelas policiacas, pero su desarrollo es en cascada (y desde el primer momento) hacia un horror vagamente familiar, que todos conocemos o del que todos hemos oído hablar.
El último libro de Castellanos Moya que cayó en mis manos es la novela El arma en el hombre, editada por Tusquets México, que prolonga en cierta manera asuntos ya tratados en La diabla en el espejo, algunos destinos que en aquella novela eran marginales o estaban apenas esbozados y que aquí asumen el protagonismo, como Robocop, un ex soldado de un batallón de choque, que al final de la guerra se queda sin trabajo y que decide (o tal vez otros deciden por él) convertirse en asesino a sueldo. Una de sus víctimas es la señora de Trabanino, la amiga íntima de la narradora de La diabla en el espejo, y un crimen que también sale a relucir de pasada en El asco, a tal grado que se podría decir que el asesinato de esa pobre ama de casa burguesa constituye uno de los vértices de la narrativa de Castellanos Moya. Los otros vértices son el horror, la corrupción y una cotidianidad que tiembla en cada una de sus páginas y que hace temblar a sus lectores.
Horacio Castellanos Moya nació en 1957. Es un melancólico y escribe como si viviera en el fondo de alguno de los muchos volcanes de su país. Esta frase suena a realismo mágico. Sin embargo no hay nada mágico en sus libros, salvo tal vez su voluntad de estilo. Es un sobreviviente pero no escribe como un sobreviviente.

(Artículo reproducido en el periódico Milenio Diario, México)

domingo, 15 de junio de 2014

Alberto Cañas Escalante cc "Don Beto" (16 de marzo de 1920-14 de junio del 2014).


ALBERTO CAÑAS ESCALANTE.

Nacimiento     16 de marzo de 1920
Fallecimiento     14 de Junio de 2014
Nacionalidad     Costarricense
Ocupación     Escritor, periodista, político, abogado, diplomático
Partido político     Partido Acción Ciudadana

***
Alberto Cañas Escalante (San José, Costa Rica, 16 de marzo de 1920 - ibídem, 14 de junio de 2014)1 fue un político, escritor, intelectual, académico universitario, funcionario público y periodista costarricense. Es considerado una de las figuras trascedentales de la vida cultural, política y social de la segunda mitad del Siglo XX en Costa Rica. [cita requerida] Fue viceministro de Relaciones Exteriores (1955-1956), embajador (1956-1958) y dos veces diputado (1962-1966 y 1994-1998). Además, fue el primer Ministro de Cultura, Juventud y Deportes (1970) y director de los periódicos Diario de Costa Rica y La República. También en el campo periodístico se desempeñó como editor de Excelsior y columnista en La Nación, La Prensa Libre y el Semanario Universidad. Fue bisnieto del General José María Cañas. Falleció a los 94 años tras complicaciones con una intervención quirúrgica.

Biografía

Nacido en San José, su hermana le enseñó a leer a los tres años.

Realizó la educación primaria en el Edificio Metálico, la secundaria en el Liceo de Costa Rica, donde se graduó en 1937. Estudio Derecho en la UCR, y se graduó como abogado en 1944 con una tesis sobre partidos políticos. En 1944 entra a trabajar en el Diario de Costa Rica. Es de la misma generación de Rodrigo Facio, Carlos Monge, Gonzalo Facio, Jorge Rossi Chavarría, Daniel Oduber, Hernán González, unido ideológicamente al grupo de intelectuales que después de la Revolución de 1948 cambiaron la fisonomía política costarricense.

Su preocupación por las cuestiones sociales lo impulsó a ingresar en el Centro para el Estudio de los Problemas Nacionales, y a desarrollar una carrera periodística. Fundó y dirigió el diario La República en 1950 y más tarde se hizo asimismo cargo del Excelsior.
Trayectoria política

En el campo político fue Embajador de Costa Rica en las Naciones Unidas de 1948 a 1949, durante la redacción de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Además fue viceministro de Relaciones Exteriores en el período de 1955 a 1956, diputado por San José, jefe de fracción parlamentaria del Partido Liberación Nacional de 1962 a 1966. De 1970 a 1974 fue el primer Ministro de Cultura, Juventud y Deportes. Durante su administración desarrolló una labor editorial de rescate de los valores culturales y literarios costarricenses. [cita requerida]Fue Presidente de la Asamblea Legislativa de Costa Rica en 1994. Miembro fundador del Partido Acción Ciudadana (fundado en 2000) del que sería presidente e integrante de su comisión política.
Trayectoria académica

Fue el fundador de la Compañía Nacional de Teatro en 1971. Entre sus muchos cargos se encuentran ser profesor de teatro, de la Facultad de Ciencias y Letras, de la escuela de Ciencias de la Comunicación, de la cual fue además promotor y creador.

Fue Presidente de la Asociación de Periodistas en 1952, Presidente de la Editorial Costa Rica desde 1960 y, por varios años, Presidente de la Asociación de Escritores (1960-1961), Miembro de la Junta Directiva del Seguro Social en 1989, entre muchos otros. Actualmente es Presidente de la Academia Costarricense de la Lengua, institución que reúne a los principales intelectuales del campo literario de Costa Rica.
Galardones

Entre sus múltiples galardones se encuentran el Premio Magón de Cultura en 1976, el Premio García Monge y muchos Premios Aquileo Echeverría.2 Recibió un Doctorado Honoris Causa de la Universidad Estatal a Distancia y ha recibido la condecoración "Comendador de la Orden de Liberación de España" en 1951, la "Gran Cruz de la Orden de Vasco Núñez de Balboa de Panamá" en 1957 y la condecoración "Stella della Solidarieda Italiana de la Classe" en 1959. Recientemente ha recibido el premio Pio Viquez de Periodismo en el año 2012, en reconocimiento de su larga carrera como periodista. Se mantuvo activo como docente hasta su muerte.

Fue presidente y miembro permanente, junto con otras 20 personalidades literarias del país, de la Academia Costarricense de la Lengua; además, presentador del programa "Así es la cosa" en Radio Monumental junto con Fernando Durán y Álvaro Fernández y autor de la famosa columna periodística Chisporroteos, que durpi más de 40 años tocando temas de actualidad nacional y haciéndole quedar como uno de los formadores de opinión más respetados del país.

Además, se desempeñó como profesor de la Universidad de Costa Rica en las carreras de la Facultad de Ciencias Sociales.
Fuente: Wikipedia.

sábado, 14 de junio de 2014

Novela: "Belfegor o la ira del Diablo". (Fragmento).



" LA ENVIDIA. (1979-1986). San José, Costa Rica.

"Cuando el demonio Malfas llegó – como parte de nuestros rituales- a dejar los cafés negros y bien cargados que noche a noche le solicitaba para Nabero y mi persona, nos encontró acomodando un grupo de papeles de mis últimas novelas no publicadas todavía.
Acomodar papeles y en un orden establecido, era señal inequívoca que nos trasladaríamos de Rutland-Hall. Entonces, el demonio Malfas preguntó:

- A dónde iremos, usia? Y, sin quitar la vista de los documentos que preparábamos para el viaje, Nabero contestó primero que mi persona:
- A un minúsculo país en donde la Envidia es más grande que su territorio. El señorito Deford tendrá que dar unas charlas literarias y allí está... el deseo de la Envidia que es una locura. A todos los escritores de ese minúsculo país los embarga la Envidia.
- ¿A Todos? Preguntó con curiosidad Malfas que se sentó en un taburete para escuchar mejor la explicación.
- A todos! Primero, iremos a Nicaragua. Allí, el joven Deford lo condecorarán por su posición beligerante ante la problemática social centroamericana. Se reunirá con los presidentes de esta pobre Región Centroamericana, esta región que no posee nombre, ni existe para el resto del mundo, no está en los mapas. Ahora lo está por un asunto coyuntural y político – el asunto de la Revolución Sandinista y la caída del dictador Somoza- pero, una vez que pase el acontecimiento, de las celebraciones, los abrazos y el festejo termine, todo volverá a ser igual. Dijo Nabero. El demonio Nabero hizo un descanso y dejando de acomodar los folios, se sentó en uno de los taburetes. Continuó hablando: es una pobre región, quizá la región más tristemente olvidada por el mundo y por la misma latinoamérica.
- ¿Olvidada por los latinoamericanos? Preguntó Malfas.
- Es que es minúscula, es lo único que conozco. Comenté.
- Cierto. Por ejemplo, Costa Rica cabe en México 38 veces, y Centroamérica dentro del territorio mexicano, más de 3 veces... en realidad es minúscula. E igual con Argentina, Costa Rica es 54 veces más pequeña y Centroamérica cabe en el territorio argentino 5 veces. Dijo Nabero.
- Ni que lo diga su eminencia, ya me entero. Dijo Malfas.
- ¿Es un llamado internacional? Supongo pero, no sucederá nada, seguirá no contando para el resto de Latinoamérica. Dijo Nabero.
- Se reunirán políticos de todo el mundo, se reunirán jefes de Estado, embajadores, Europa estará presente pero, dentro de 34 o 40 años más adelante todo será igual: miseria tras miseria. Los que derrocan al tirano, se volverán tiranos a la vez. y, nadie dirá nada. Los gobiernos de todo el mundo mirarán, se aprestará atención pero, después todos se olvidarán de Centroamérica. Se justificará lo hecho por el nuevo dictador. Y la violencia ha de regresar... Era el orgulloso Aamon, Príncipe de la Soberbia, conocedor del pasado y del futuro de la Humanidad, quien al escuchar voces en el Scriptorium en un pafff y sin pedir permiso llegaba. Su ojo verde brillaba más de lo normal aquella noche – o eso me pareció- y su ojo café que siempre permanecía en una aquiescencia inesperada empezó a brillar también. Continuó Aamon. Primero, Usia – y ya me informé- tendrá que estar en Nicaragua y luego, ¿llegará a Costa Rica?
- Un país más diminuto que Nicaragua pero gigante en la Envidia. Y no había terminado de hablar Nabero y el demonio Goodfellow llegó en un pafff como lo hacía minutos antes Aamon. Y poco a poco, sin que se propusiera una reunión en el Scriptorium esa noche, los demonios en asamblea hablaron del nuevo viaje que nos esperaba.
- ¿Envidia? ¡La envidia no posee tamaño riguroso, preciso! Es grande grande grande o es pequeña pequeña pequeña, más pequeña que un grano de arena pero, puede ser grande grande grande como el Everest, jejeje. ¡ Y qué frío hace! Dijo Goodfellow. Agregó pensativo: espero, espero, eminencias que no haga tanto frío en la Región Centroamericana...
- Pues, no lo creo, no, sé que no hará frío... se repetía Esfria frotando sus mancuernillas de oro.
- Y ya tengo noticias... en efecto, la Envidia corroe el alma de los escritores en ese país. ¡Todos se envidian! Jejejeje. Dijo ahora Goodfellow.
- Todos se envidian? Preguntó Aamon estirando el cuello como un ganso. Agregó: pero, ¿cómo se puede envidiar el torpe y el mediocre?
- Pues, todos se envidian. Es una enfermedad. El que posee talento, envidia al que no lo posee porque, en ocasionesl los demás envidiosos adrede ensalsan al mediocre y el mediocre posee más atención que el talentoso, entonces el talentoso se siente humillado. Además, el mediocre hace toda esta fanfarria porque se sabe mediocre. Justificó Goodfellow.
- ¿Pero, existe talento en ese país? Dijo Nergal con tono preocupado.
- ¡Muy poco! A lo que tengo de informe, muy poco por no decir que no existe del todo. Dijo Malfas, que se había retirado hacia la biblioteca de la Rutland-Hall para tener más información de la región Centroamericana. Acá tengo este libraco.
- ¿Y qué dice? Preguntó Nabero.
- No mucho, no mucho. Respondió Malfas, dice tanto como la receta para hacer unas tostadas con café, jejeje". (FRAGMENTO. NOVELA: BELFEGOR O LA IRA DEL DIABLO).

Maya Angelou por Roxana Reyes.


A las pocas semanas de su muerte  (Maya Angelou. Saint Louis, 4 de abril de 1928 - Winston-Salem, 28 de mayo de 201), la filósofa costarricense Roxana Reyes  nos ofrece un acercamiento de la escritora norteamericana.

MI ENCUENTRO CON MAYA ANGELOU
Maya Angelou llegó un día a la Universidad de Indiana cuando yo estudiaba allá. Todo en ella era imponente, su elevada estatura (1,83 mts.), la dignidad de su porte, su profunda voz... abrió su presentación con un spiritual. Después siguió con bellísimos poemas llenos de ritmo escritos por mujeres negras y finalmente uno de la gran Anne Spencer. Contó de su vida como niña en California y Arkansas, de su silencio… lo hizo con humor y ternura, dijo su propia poesía y para cerrar nos dijo: "yo pienso que las mujeres son fenomenales y por eso voy a decirles este poema, también pienso que los hombres son fenomenales, pero ellos tendrán que hacerse su propio poema" y soltó su bellísimo poema "Phenomenal Woman". Mantuvo hipnotizada a aquella muchachada por cerca de dos horas y cuando terminó no queríamos irnos.

Después de la presentación había firma de libros y mi compañero de casa, Dan (un joven blanco, hijo de granjeros de la profunda Iowa y nieto de campesinos alemanes), quien me había enseñado todo lo que yo sabía de Ms. Angelou hasta ese momento (me había dicho que yo la disfrutaría mucho y me leyó partes de "I know why the caged bird sings"), me pidió que llevara uno de sus libros ya que ella solamente autografiaría un libro por persona y yo no tenía ninguno de mi propiedad. También estaba Meghan, compañera de casa y novia de Dan, con su propio librito.

Nos acercamos a la mesa donde estaba ella autografiando los libros, hicimos fila pacientemente, cuando fue mi turno le dije en inglés: "Ms. Angelou, estoy muy conmovida y emocionada por su presentación. ¡Muchas gracias!" y le extendí el libro, ella me miró y con su gran sonrisa me dijo en español: "¿De dónde es?", a partir de ahí hablamos en español. (El día de su muerte, Meghan recordaba en su muro que cuando fue su turno ella tenía la lengua trabada y casi no se atrevía a hablarle y yo seguía toda campante hablando con doña Maya acerca de algún autor que en este momento no recuerdo; posiblemente de Carlos Fuentes, a quien ella había mencionado en su presentación).

No tengo un libro con su autógrafo pero la impronta de su obra en mí ha sido profunda. El verano que siguió estuvo lleno de su palabra. Empecé con su literatura testimonial: “I Know why the Caged Bird Sings” (Yo sé por qué el pájaro enjaulado canta). Nadie regresa incólume del viaje a la dolorosa vivencia de la pobreza y del racismo a través de esa niña. En mi primera mochileada por Europa, ese mismo año, me acompañó “Gather Together in my Name” (Reúnanse en mi nombre). Ya en Costa Rica y antes de Internet y Amazon, mis amistades continuaron enviándome sus otros trabajos. Así llegaron a mí “The Heart of a Woman” (El corazón de una mujer) y “Singin’ and Swingin’ and Gettin’ Merry Like Christmas” (Cantando y bailando y siendo feliz como la Navidad). Todos ellos libros en que aprendí de la historia estadounidense no oficial, la segregación, la injusticia pero también de la alegría de vivir, del genio reunido en el Harlem Renaissance, la lucha por los Derechos Civiles... También me ha acompañado su poesía: “Just Give Me a Cool Drink of Water ‘fore I Diiie” (Sólo denme un sorbo fresco de agua antes de morir), nominado al Pulitzer; “Shaker, Why Don’t You Sing?” (Shaker ¿por qué no cantas? –no tengo mejor traducción-) y el poema “Now Sheba Sings the Song” (Ahora Sheba canta la canción) acompañando la bellísima colección de ilustraciones en sepia de Tom Feelings sobre mujeres negras.

Veinticinco años después de aquel evento (y veinte desde la última vez que nos vimos), Daniel, Meghan y yo nos encontramos en Alemania hace un par de años. Pasamos ese fin de semana rememorando, repasando anécdotas, preguntándonos por el resto de la tribu que compartimos la casona del 400 South Grant Ave. Bloomington, IN. Hubo coincidencias y diferencias en nuestras memorias pero lo que sí estuvimos de acuerdo es que ese fue uno de los momentos más memorables de aquella época.

Aquí les dejo el enlace de Ms. Angelou recitando su "Phenomenal Woman", aunque no entiendan inglés, escúchenla, esa voz portentosa y la melodía del poema son igualmente fenomenales:

http://www.youtube.com/watch?v=VeFfhH83_RE
 



viernes, 13 de junio de 2014

Ian Gibson.


Ian Gibson nació en Dublín en 1937, pero se nacionalizó como español en 1984. Tras dedicarse a la docencia en universidades de Belfast y Londres, en 1975 se asentó en España, llegando a convertirse en uno de los hispanistas más conocidos de nuestro país. Se licenció en Literatura Española y Francesa en el Trinity College dublinés en 1960. Tras vivir unos años en Madrid, se trasladó a El Valle (Granada), desde donde volvió a Madrid en 2004.

Sus obras más conocidas son las biográficas, que se centran en las figuras de los poetas Federico García Lorca (obtuvo el  Premio James Tait Black Memorial en 1989 por La represión nacionalista de Granada en 1936 y la muerte de Federico García Lorca, que fue estrictamente censurada en la época franquista) y Antonio Machado, si bien también ha tratado a otros personajes artísticos como Salvador Dalí, José Camilo Cela o Rubén Darío. Aparte de su trabajo como ensayista también ha escrito novela (Viento del Sur, 2001) y ensayos de investigación histórica (Paracuellos. Cómo fue, 2005). Ha colaborado en diversos medios de comunicación, como El País y El Periódico de Cataluña, y ha sido director y presentador de varios documentales para la BBC inglesa.

L Julio 2012.

miércoles, 11 de junio de 2014

José Esteban Antonio Echeverría Espinosa


José Esteban Antonio Echeverría Espinosa (Buenos Aires, Virreinato del Río de la Plata, 2 de septiembre de 1805 - Montevideo, Uruguay, 19 de enero de 1851) fue un escritor y poeta argentino, que introdujo el romanticismo en su país.

Perteneciente a la denominada Generación del 37, es autor de obras como Dogma Socialista, La cautiva y El matadero, entre otras. A los veinte años, resolvió completar su educación en Europa. Partió desde Buenos Aires el 17 de octubre de 1825 a bordo de «La Joven Matilde» llegando al puerto de El Havre, Francia. Años más tarde, en El ángel caído, un poema donde muestra influencias de Lord Byron y José de Espronceda, Echeverría deja testimonio de esa accidentada travesía. La ausencia de la patria (1825-1830) le fue provechosa.

Entre 1826 y 1830 se radica en París, donde, en el barrio de Saint-Jacques estudia diversas ciencias: Política, Filosofía, Literatura y Economía, interesándose por las tendencias con afán ejemplar y logrando así una sólida educación. Entre el Río de la Plata y Brasil, escribe Peregrinaje de Gualpo. En junio de 1830, regresó a Buenos Aires, e introdujo en la zona del Río de la Plata el romanticismo literario.

En 1831, publicó sus primeros versos breves en el periódico La Gaceta Mercantil y también los versos de La Profecía de la Plata en el periódico El Diario de la Tarde. Al año siguiente, en 1832, editó en forma de folleto, Elvira o La novia del Plata considerada la primera obra romántica en lengua castellana. Escribió el cuadro de costumbres Apología del matambre y publicó Rimas, que incluye su obra poética más reconocida: La Cautiva.
En 1834 publicó el primer libro de versos de la literatura argentina, Los consuelos.
En 1846 publicó entre otras la que sería su más destacada obra, el Dogma socialista, Ángel caído, su obra predilecta, así como el Manual de enseñanza republicana por encargo del ministro de Hacienda del gobierno de Montevideo doctor Andrés Lamas, cuyos beneficios donó a los inválidos de la guerra civil.
Fuente:N .N.

lunes, 9 de junio de 2014

Carlos Fuentes. Del libro: "En esto creo" Sexo.


SEXO
Y luego hay las otras, nunca las demás, las damas de más, las demás damas. Las damas de antaño que François Villon evocó con una añorante belleza y una precisión que renunciaba para siempre al nuevo encuentro con la mujer que amamos y que pasó: las demás damas, nunca las damas de más, que se quedaron para siempre, consumado el sexo, como inquietos fantasmas coincidentes de lo que fue y de lo que pudo ser. «Dites moi où, ríen quel pays / est Flora la belle romaine...»
El eros primero son las niñas, dos compañeras de escuela en Washington con las que, poco a poco, me fui descubriendo en una maravillosa oscuridad propiciada por ellas, una, la de los anticuados bucles a la Mary Pickford y la otra pecosa audaz como lo sería hoy Periquita o Mafalda. Fueron las primeras, en la penumbra de los apartamentos cuando los padres estaban ausentes, que me revelaron y se revelaron, como una inocencia impúdica, cuando teníamos nueve años. ¿Por qué se sintieron obligadas a develar nuestro delicioso secreto? Nadie nos sorprendió nunca. Ellas tuvieron que confesarse, inermes, casi como si deseasen el castigo. Que para mí fue no volverlas a ver. En cambio, en Santiago de Chile, a los doce años, tuve la desgracia de enamorarme de una vecina de fleco nítido y ojos salvajes y ser descubiertos por su padre, un alto mando de la fuerza aérea chilena, que no sólo acabó con nuestro amor cachorro sino que obligó a mi familia a mudarse de casa. Al fin, en Buenos Aires, a los quince años, negándome a ir a las escuelas fascistas del ministro Hugo Wast, me encontré con que en nuestro edificio de apartamentos de Callao y Quintana sólo quedábamos, a las once de la mañana, yo y mi vecina de arriba, una actriz bellísima, con cabellera y ojos de plata. Mi primera estrategia sexual consistió en subir con mi ejemplar de la revista radial Sintonía, tocar a la puerta de la belleza y preguntarle: —¿Qué papel interpreta hoy Eva Duarte en su serie de «Mujeres Célebres de la Historia»? ¿Juana de Arco o Madame Dubarry? No olvido los ojos entrecerrados de mi ilusoria diosa de plata cuando me contestó: —Madame Dubarry, que es menos santa pero mucho más entretenida. Pasa, por favor.
El México de los cuarentas era un páramo sexual para el adolescente. Las noviecitas santas otorgaban sus manos sudorosas de torta compuesta en el cine, y poco más. Pero los burdeles mexicanos eran excitantes, extravagantes, melancólicos y de variada pelambre. La mayoría de las pupilas eran muchachas humildes llegadas a la capital o reclutadas en los barrios pobres, pero educadas para decir, invariablemente, «Soy de Guadalajara», como si provenir de la capital de Jalisco diese un particular cachet a la profesión más vieja del mundo. No se dejaban besar en la boca. Cubrían piadosamente su fatal imagen de la Virgen de Guadalupe al practicar el coito. Rara vez se encontraba uno a Belle de Jour, la mujer de treinta o cuarenta años incapaz de esconder dos cosas: su respetabilidad innata y su sexualidad insaciable.
Nos daban trato maternal y se esmeraban en educarnos. «Casa de La Bandida», catedral prostibularia regentada por una compositora de corridos revolucionarios y sedicente amante de Pancho Villa. «Insurgentes», lupanar de teatro especializado en «shows» lésbicos. «Darwin», refugio de damas decentes ansiosas de amor. «Centenario», parada de mujeres exóticas bajando por escaleras de mármol bajo lampadarios fin-de-siécle. Y «Meave», con sus ventanas abiertas al mercado de pescados y su confusión de aromas, sus camas de linóleo en canceles de oficina, su tentación del crimen latente... Con qué disciplina austera limpiaban las amanuenses los sofás de linóleo sin sábanas.
Graduarse sexualmente era encontrar una amante casada y sin problemas mayores que la discreción y la sombra. Y las novias se volvían más independientes y bellas. A veces, la hipocresía religiosa las frenaba y lanzaba a otros, más convencionales matrimonios. A veces, la distancia marchitaba amores con alguna mujer inolvidable que surgió de una laguna tropical con la mirada de atardecer y aurora. Claro, se parecía a Venus, la estrella de las dos horas. Luego vino una larga lista que no quisiera asociar al catálogo de Don Juan porque siento que nunca abusé, siempre acompañé, siempre experimenté, pero siempre en pareja, con derechos y obligaciones parejos, también, con igual intensidad, igual certeza de que participábamos, ella y yo, en la búsqueda de sentimientos permanentes aunque nuestras uniones fueran pasajeras. Recordadas una por una, hay casos de pasividad, sí, incluso de sumisión erótica, incluso de abyección de una y otra parte pero también de complicidad. Hubo exasperaciones repentinas y gratitudes permanentes. A veces, la estimulación provocaba angustia. A veces, un sentimiento de la plenitud irrenunciable. Después de todo, conocer el sexo es conocer el anuncio de las palabras del amor y desconocer lo que sigue porque el anuncio se basta e interrumpe lo mismo que promete.
Fui, muchas veces, un pasajero del sexo, actor privilegiado pero fugaz de un círculo de mujeres bellísimas, actrices acostumbradas a tomar un compañero presentable durante la breve época de una filmación. Me dieron más de lo que les di. Las recuerdo como grandes obsequios de la vida, apasionadas gracias a la ley misma de la transitoriedad, diosas de una temporada, hechiceras a veces crueles, siempre magníficas y magnánimas, a veces vulnerables hasta el extremo de la muerte. La novia muerta. Recuerdo a una, particularmente bella, requerida, galanteada pero siempre insatisfecha, dueña de una ausencia dolorosa que nadie podía llenar y ella misma no supo explicar antes de suicidarse. Recuerdo a otra, engañosa y divertida por los ardides mismos de sus trampas transparentes o expuestas como testimonio de su independencia. Sabía explotar su juego sexual: dos pelotas en el aire y una sola excitación verdadera. Compartir y excitar. Lo contrario de la mujer maravillosamente desvalida, tierna, no sumisa pero ansiosa de complacer y ser complacida, sabedora del abandono inminente y engrandecida por su manera de aceptar la experiencia y hacerme sentir que yo no daba tanto como lo que de ella recibía en las madrugadas de Roma.
Hay relaciones sexuales que recuerdo con una sonrisa. Las falsas suicidas. Las ideólogas que confunden el lecho con el pulpito. Las superficiales para quienes el sexo es un juego social. Pero también las inteligentes e intelectuales que le exigen tanto a la cabeza como al sexo. Las burlonas que escriben cartas falsarias y las muestran a sus amigas. Las que comparten, suplen, anticipan el lugar de esposa, madre, hija, novia... Las busqué como amantes. Las recuerdo como fantasmas. , Pero hay las que encarnaron con tal potencia que acabaron por conformar, a pesar de ellas mismas, un deseo que iba más allá de ellas y que se convertía en la búsqueda de una sola mujer que las contuviese a todas, pero que fuera singularmente ella. La encontré y he vivido con ella un cuarto de siglo. Con las demás tuve que terminar. Cada una evocaba todo lo que nunca me pertenecería porque cada mujer echa a andar por el mundo demasiadas cosas que reclaman su propia ley, más allá de la relación de pareja sexual. Es el momento de marcharse.
Y de convertir el sexo en literatura. Un cuerpo de palabras clamando por el acercamiento a otro cuerpo de palabras. ¿Son reales esas palabras, son una mentira? Corremos el riesgo de amar a una mujer (o a un hombre) que, como la Odette de Swann, no sean «nuestro tipo», no sean para nosotros, sólo sean prolongación espectral de nuestra libido... A todas hay que darles las gracias. Cada una representa no sólo un momento sino unas palabras. Éstas, de Lope de Vega: «Mas si del tiempo que perdí me ofendo / tal prisa me daré, que una hora amando / venza los años que pasé fingiendo.»
Esta hora de pasajera y mortal plenitud se agradece siempre, por fugaz que haya sido y aunque, para seguir con el poeta de La Dorotea, las dilaciones, frustraciones y engaños de las relaciones sexuales nos lleven a veces a maldecir el sexo y pensar que los cuervos que revolotean sobre los «lechos de batalla, campo blando», les sacarán los ojos a las ingratas, cuando en realidad, no hay más ojos que picotear que los nuestros. More bestiarum, a la manera de los animales, decía San Agustín del sexo, del cual tanto gozó en su juventud. Acaso sea mejor cambiar el tema, no sólo en virtud de la discreción que un hombre se impone en materia de relaciones sexuales, sino acaso, también, por una secreta ironía que los ingleses han transformado, prácticamente, en proverbio: «El placer es breve, el costo altísimo y la posición ridicula.» Mas, ¿quién está dispuesto a renunciar, a pesar de brevedad, costo y postura, a ese centro irradiante del mundo que es el lecho sexual? ¿Y quién no quisiera, al abandonar con sigilo el lecho de la amante, dejar escritas sobre la almohada las líneas de Góngora, «Aun a pesar de las tinieblas, bella / Aun a pesar de las estrellas, clara»?

viernes, 6 de junio de 2014

Roberto Bolaño: Rodrigo Rey Rosa.


Rodrigo Rey Rosa en Mali, creo
Lunes 23 de septiembre de 2002

Tal vez sería conveniente hablar de los últimos libros de Rey Rosa, el libro sobre la India y su última novela, una joya de escasas páginas, que arroja una mirada distinta sobre la novela negra, género en el que todos se atreven y del que muy pocos salen bien librados. Decir que Rodrigo Rey Rosa es el escritor más riguroso de mi generación y al mismo tiempo el más transparente, el que mejor teje sus historias y el más luminoso de todos, no es decir nada nuevo.
 Hoy prefiero recordar una historia que él me contó. La historia trata de un viaje a un país africano, creo que era Mali, no soy capaz de precisarlo. En cualquier caso Rey Rosa llega en avión, a la capital, una ciudad caótica y cerca de la costa. Tras pasar unos cuantos días allí se traslada en autobús hacia un pueblo del interior. En ese punto acaba la carretera o bien, es una posibilidad, la carretera se vuelve incierta, como una pista en el desierto que cualquier golpe de viento deshace.

Decir que Rey Rosa es el escritor más riguroso de mi generación y al mismo tiempo el más transparente, el que mejor teje sus historias y el más luminoso de todos, no es decir nada nuevo.

 El pueblo está junto a un río y Rey Rosa toma una barca que navega río arriba interminablemente. Finalmente arriba a una aldea, y tras caminar y preguntar a la gente, llega a una casa, una casa de ladrillos de una sola habitación, que es el lugar al que se dirigía. La casa, que pertenece a un pintor mallorquín que probablemente es uno de los grandes pintores contemporáneos, está vacía. En algún lugar hay un arcón y dentro de ese arcón, a salvo de las termitas, se halla la biblioteca del pintor. Esa noche Rey Rosa lee hasta tarde, iluminado por una vela, pues allí, es obvio decirlo, no hay luz eléctrica. Después se cubre con una manta y se echa a dormir.
 Durante algunos días permanece en la aldea, que apenas si tiene las suficientes cabañas como para merecer ese nombre. Compra comida a los lugareños, bebe té a orillas del río, da largos paseos hasta el borde del desierto. Un día termina de leer el libro que ha cogido del ya legendario arcón y entonces lo devuelve a su lugar, cierra la casa y se marcha. Cualquier otro hubiera emprendido de inmediato el camino de regreso. Rey Rosa, sin embargo, sale de la aldea, como se suele decir, por la parte de atrás, no por la parte del río, y se dirige a unas montañas. He olvidado el nombre de éstas. Sólo sé que al atardecer adquieren un tono azulado que pasa, paulatinamente, del azul pastel al azul metálico. La oscuridad, por descontado, lo sorprende caminando por el desierto, y aquella noche duerme entre alimañas. Al día siguiente reemprende el camino. Y así, hasta llegar a las montañas, que encierran pequeños valles estériles, en donde el mar de arena va desgastando las rocas. Aún pasa allí una noche más. Luego regresa a la aldea, al río, al pueblo, al autobús, a la capital y al avión que lo lleva hasta París, en donde por ese entonces vivía.
 Cuando me contó la historia le dije que un viaje así me mataría. Rodrigo Rey Rosa, que cree en la vida como sólo creen los niños y los que han sentido la presencia de la muerte, me respondió que no era para tanto.

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