miércoles, 11 de abril de 2012

George Bernard Shaw: Premio Nobel de literatura 1925.




George Bernard Shaw.
El escritor y dramaturgo George Bernard Shaw nació el 26 de julio de 1856 en Dublín, Irlanda, en el seno de una familia protestante y culta. Obtuvo desde muy pequeño sus primeros conocimientos en música y literatura, y más tarde inició su educación formal en una escuela anglicana. A los quince años trabajó como empleado de una agencia inmobiliaria, donde permaneció durante cinco años, luego
de los cuales viajó a Londres con su madre. Allí retomó sus estudios de música y se interesó por la política, defendiendo con convicción la ideología socialista.
Ya por esos años frecuentaba círculos intelectuales y literarios, pero ninguna de sus primeras cinco novelas fueron aceptadas por las editoriales.


Decidió entonces dedicarse al periodismo, y trabajó para The Star, The World y la Saturday Review, donde se destacó como crítico musical y literario. Sus primeras obras dramáticas fueron publicadas en 1898 en un volumen llamado `Obras agradables y desagradables`, y de las que se destacan `Cándida`, `La profesión de la señora Warren` y `Las armas y el hombre`. En 1900 apareció `Tres comedias para puritanos`, a la que seguirían `Una comedia y una filosofía` (1903) y `El dilema del doctor` (1906). Su obra criticó y atacó duramente los preceptos morales, estéticos, políticos y religiosos de la sociedad victoriana en Inglaterra, y por lo cual la mayor parte de sus creaciones o no se presentaban o estaban condenadas de antemano al fracaso y a la crítica destructiva en ese
país. Es por esto que Estados Unidos se convirtió en la plataforma de sus triunfos: `Cándida` recibió aplausos y reconocimientos, y el nombre de Bernard Shaw empezó a ser mencionado por toda la geografía norteamericana. Recién entonces el autor empezó a ser `descubierto` en Europa.
En Alemania comenzaron a representarse sus obras y en Londres, la ciudad que había apostado por su fracaso, quienes antes lo criticaban ahora reconocían su talento. Otros títulos de sus obras son `La dama morena de los sonetos` (1910), `Androcles y el león` (1912), `La gran Catalina` (1913), `Pigmalión y Santa Juana` (1923), etcétera. En 1926 obtuvo el premio Nobel de literatura. Los
últimos años de su vida los dedicó al periodismo. Murió en Londres el 2 de noviembre de 1950.

Segunda nota biográfica.
De wikipedia:

George Bernard Shaw

De Wikipedia, la enciclopedia libre
George Bernard Shaw
G Bernard Shaw.jpg
Nacimiento26 de julio, 1856
Bandera de Irlanda Dublín, Irlanda
Defunción2 de noviembre de 1950 (94 años)
SeudónimoBernard Shaw, GB Shaw
OcupaciónEscritor de teatro, crítico, activista político
NacionalidadBandera de Irlanda Irlanda
GéneroComedia
George Bernard Shaw (Dublín, 26 de julio de 1856Ayot St. Lawrence, Hertfordshire, 2 de noviembre de 1950) fue un escritor irlandés, ganador del Premio Nobel de literatura en 1925 y del Óscar en 1938.

Contenido

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[editar] Biografía

Shaw nació en Dublín el 26 de julio de 1856, en una familia pobre y protestante. Se educó en el Wesley College en Dublín, y emigró a Londres en 1870, para comenzar su carrera literaria. Allí, escribió cinco novelas que fueron rechazadas por los editores. Comenzó a escribir una columna de crítica musical en el periódico Star. Mientras tanto, comenzó a involucrarse en la política, y sirvió como concejal en el distrito de St. Pancras a partir de 1897. Fue un socialista notable, destacado miembro de la Sociedad Fabiana, que buscaba la transformación de la sociedad a través de métodos no revolucionarios.
George Bernard Shaw. 1925
El trabajo periodístico ejercido durante sus primeros años, comprendía desde la crítica literaria y artística hasta colaboraciones sobre temas musicales que firmó, entre 1888 y 1890, con el pseudónimo de Corno di Bassetto.
Shaw se volvió vegetariano[1] cuando tenía veinticinco años, después de una lectura de H. F. Lester.[2] En 1901, rememorando la experiencia, dijo "Fui caníbal durante veinticinco años. Por el resto de tiempo, he sido vegetariano".[3] Como convencido vegetariano, fue un firme anti-viviseccionista y antagonista de deportes crueles por el resto de su vida. La inmoralidad de comer animales fue una de las causas más cercanas a su corazón y es un tópico frecuente en sus obras y prefacios. Su posición, mantenida sucintamente, fue "Un hombre de mi intensidad espiritual no come cadáveres".[4]
En 1895, Shaw se convirtió en el crítico teatral del periódico Saturday Review, lo cual fue el primer paso hacia la carrera de dramaturgo. En 1898, Shaw se casó con Charlotte Payne-Townshend. Candida, su primera obra exitosa, se estrenó ese mismo año. Le siguieron The Devil's Disciple (1897), Arms and the Man (1898), Mrs. Warren's Profession (1898), Captain Brassbound's Conversion (1900), Man and Superman (1903), Caesar and Cleopatra (1901), Major Barbara (1905), Androcles and the Lion (1912), y Pigmalión (1913), por la que en 1938 obtuvo el Óscar al mejor guion adaptado.
Después de la Primera Guerra Mundial produjo varias obras, incluyendo Heartbreak House (1919) y Saint Joan (1923). Una de las características de las obras de teatro de Shaw es la larga introducción que las acompaña. En estos ensayos introductorios, Shaw daba su opinión —normalmente controvertida— sobre los temas que eran tratados en la obra. Algunos de estos ensayos son inclusive más extensos que la obra misma.
La turbulencia política en Irlanda no le fue indiferente. Acerca del levantamiento de Pascua, Shaw abogó en contra de la ejecución de los líderes rebeldes, argumentando que todos los hogares que se destruyeron podían ser siempre reconstruidos. Shaw fue amigo personal del líder Michael Collins, a quien invitó a cenar a su casa cuando Collins negociaba el tratado anglo-irlandés con David Lloyd George en Londres.
Pero Shaw también tuvo su parte oscura. Él creía en matar por categoría, al holgazán, el inepto y los opositores. Invitó a los científicos a que inventaran un gas humano que mate instantáneamente y sin dolor, mortal pero humano, no cruel. Además defendió el nazismo y el fascismo de Mussolini porque "hacían cosas", no se quedaban sin hacer nada como los gobiernos democráticos. Al final, renegó del nazismo porque Hitler había transformado tanto la concepción marxista del nazismo.[5]
Shaw se preocupó por las incoherencias en la escritura de la lengua inglesa, a tal grado de que en su testamento destinó una parte de sus bienes a la creación de un nuevo alfabeto fonético para el inglés. Tal proyecto nunca pudo comenzar, pues los bienes monetarios que Shaw dejó no eran suficientes. Sin embargo, las regalías obtenidas por los derechos de Pigmalión y My Fair Lady (obra musical basada en la obra de Shaw) fueron significativas. Los herederos desarrollaron entonces el denominado alfabeto Shaviano.
Shaw tuvo una larga amistad con el escritor británico Gilbert Keith Chesterton y con el compositor Sir Edward Elgar. Shaw se convirtió en la primera persona en haber ganado durante su vida un Nobel (literatura) y un Oscar (en la categoría de mejor guion, por Pigmalión), en 1938.
Desde 1906 hasta su muerte en 1950, Shaw vivió en Shaw's Corner, en el poblado de Ayot St. Lawrence, Hertfordshire. La casa se encuentra abierta al público visitante. El Teatro Shaw en Londres se abrió nuevamente en 1971, en su honor.

[editar] Obras

[editar] Drama

  • Plays Unpleasant (publicadas en 1898):
  • Plays Pleasant (publicadas en 1898):
    • El hombre del destino (The Man of Destiny)(1897)
    • El hombre y las armas (Arms and the Man)(1898)
    • Candida (1898)
    • You Never Can Tell (1898)
  • Three Plays for Puritans (publicadas en 1901):
  • The Admirable Bashville (1901)
  • Hombre y super hombre (Man and Superman)(19021903)
  • La otra isla de John Bull (John Bull's Other Islan) (1904)
  • How He Lied to Her Husband (1904)
  • El comandante Bárbara (Major Barbara) (1905)
  • El dilema del doctor (The Doctor's Dilemma) (1906)
  • Getting Married (1908)
  • The Glimpse of Reality (1909)
  • Misalliance (1910)
  • Dark Lady of the Sonnets (1910)
  • La primera obra de Fanny (Fanny's First Play) (1911)
  • Androcles y el león (Androcles and the Lion) (1913)
  • Pigmalión (Pygmalion) (1912–1913)
  • Heartbreak House (1919)
  • Volviendo a Matusalén (Back to Methuselah) (1921)
  • In the Beginning
  • The Gospel of the Brothers Barnabas
  • The Thing Happens
  • Tragedy of an Elderly Gentleman
  • As Far as Thought Can Reach
  • Santa Juana (Saint Joan)(1923)
  • El carro de manzanas (The Apple Cart)(1929)
  • On the Rocks (1933)
  • The Six of Calais (1934)
  • The Simpleton of the Unexpected Isles (1934)
  • Geneva, a Fancied Page of History in Three Acts|Geneva (1938)
  • In Good King Charles' Golden Days (1939)
  • Shakes versus Shav (1949)
  • Village Wooing

[editar] Novelas

  • Immaturity (1879)
  • The Irrational Knot (1880)
  • Love among the Artists (1881)
  • Cashel Byron's Profession (18821883)
  • An Unsocial Socialist (1883)

[editar] Ensayos

  • Quintessence of Ibsenism (1891)
  • The Perfect Wagnerite, Commentary on the Ring (1898)
  • Maxims for Revolutionists (1903)
  • Preface to Major Barbara (1905)
  • How to Write a Popular Play (1909)
  • Treatise on Parents and Children (1910)
  • Common Sense about the War (1914)
  • The Intelligent Woman's Guide to Socialism and Capitalism (1928)
  • The Black Girl in Search of God
  • Everybody's Political What's What? 1944

[editar] Crítica musical

  • The Perfect Wagnerite: A Commentary on the Niblung's Ring (1923)

[editar] Debate

  • Shaw v. Chesterton, a debate between George Bernard Shaw and G. K. Chesterton


Predecesor:
Władysław Reymont
Premio Nobel de Literatura
1925
Sucesor:
Grazia Deledda

[editar] Referencias


lunes, 9 de abril de 2012

Carlos Fuentes: "EN ESTO CREO".

El maestro Carlos Fuentes. Orgullo para México y para toda Latinoamérica.

Del Libro: "EN ESTO CREO".

AMISTAD

Lo que no tenemos lo encontramos en el amigo. Creo en este obsequio y lo cultivo desde la infancia. No soy en ello diferente de la mayor parte de los seres humanos. La amistad es la gran liga inicial entre el hogar y el mundo. El hogar, feliz o infeliz, es el aula de nuestra sabiduría original pero la amistad es su prueba. Recibimos de la familia, confirmamos en la amistad. Las variaciones, discrepancias o similitudes entre la familia y los amigos determinan las rutas contradictorias de nuestras vidas. Aunque amemos nuestro hogar, todos pasamos por el momento inquieto o inestable del abandono (aunque lo amemos, aunque en él permanezcamos). El abandono del hogar sólo tiene la recompensa de la amistad. Es más: sin la amistad externa, la morada interna se derrumbaría. La amistad no le disputa a la familia los inicios de la vida. Los confirma, los asegura, los prolonga. La amistad le abre el camino a los sentimientos que sólo pueden crecer fuera del hogar. Encerrados en la casa familiar, se secarían como plantas sin agua. Abiertas las puertas de la casa, descubrimos formas del amor que hermanan al hogar y al mundo. Estas formas se llaman amistades.
Porque creo en este valor iniciático de la amistad me llama la atención el cinismo filosófico que la acompaña con una nube negra. Oscar Wilde emplea su temible don de la paradoja para decir de Bernard Shaw que no tiene un solo enemigo en el mundo, pero ninguno de sus amigos le quiere. Para Byron, la amistad es, tristemente, el amor sin alas. Y si la amistad puede convertirse en amor, lo cierto es que el amor rara vez se convierte en amistad. Al amigo, dice la sabiduría popular, hay que recibirlo con alegría y despedirlo con prisa. Si es huésped, a los tres días, como los cadáveres, apesta.
Yo creo que hay más dolor que cinismo en las amistades perdidas. Los sentimientos descubiertos y compartidos. La ilusión de sabiduría confirmada que nos proporciona un amigo. La constitución de la esperanza que sólo nos otorga la juventud compartida en la amistad. La alegría de la banda, la cuatiza, the gang, l’equipe, la chorcha, la patocha. Los lazos de unión. La complicidad de las amistades juveniles, el orgullo de ser joven y, si se es ya joven sabio, la voz admonitoria de la propia juventud cuando es vieja amistad. Aprendamos a gobernar el orgullo de ser jóvenes. Un día no lo seremos y necesitaremos, más que nunca, a los amigos.
Dos edades abren y cierran la experiencia de la amistad. Una es la edad juvenil, y mi «disco duro» recuerda nombres, rostros, palabras, actos de compañeros de escuela. Pero lo que recuerdo no rebasa todo lo que he olvidado. ¿Cómo no celebrar que sesenta años más tarde, mantenga un vínculo con mis primeros amigos de la infancia —una infancia errante, de familia diplomática, una peregrinación atentatoria contra la continuidad de los afectos? Aún me escribo con Hans Berliner, un niño judío alemán que llegó a mi escuela primaria en Washington huyendo del terror nazi y fue objeto de esa crueldad infantil ante lo diferente. Era moreno, alto para su edad, pero usaba, como los niños europeos de esa época, calzón corto. Para el niño norteamericano, no era «regular», es decir, indistinguible de ellos mismos. Yo perdí mi popularidad inicial cuando el presidente Cárdenas nacionalizó el petróleo en 1938 y me convertí —por primera pero no única vez en mi vida— en sospechoso comunista. La exclusión nos unió, a Hans y a mí, hasta el día de hoy. La geografía nos separó pero en Santiago de Chile, adolescente ya, encontré pronto equipo, banda, chorcha, patocha, en los muchachos que preferiríamos la lectura y el diálogo a los rudos deportes enlodados de nuestra escuela inglesa, The Grange, al pie de los Andes, regida por capitanes ingleses convencidos de que la batalla de Waterloo se ganó en los campos deportivos de Eton. Recuerdo los nombres de todos, las caras de todos —Page, Saavedra, Quesnay, Marín— pero sobre todo Torretti, Roberto, mi compañero intelectual, literario, con el cual escribí, al alimón, nuestra primera novela. Ésta se perdió en los baúles testamentarios de la madre de Roberto, pero Torretti y yo nos seguimos escribiendo y mantenemos, hasta el día de hoy, diálogos vivos en Oaxaca o Puerto Rico, y diálogo escrito entre México y Santiago. Él es un extraordinario filósofo y su amistad me retrotrae siempre a esos años juveniles en una escuela inglesa, a fingidas aventuras de mosqueteros en el palacete de la Embajada de México y a otras memorias más lejanas o más dolorosas. Conocí allí a José Donoso, mayor que yo, futura gloria de las letras chilenas. No sé si él me conoció a mí. Y conocí, en una escuela anterior, el dolor de un amigo íntimo desaparecido a los doce años de edad, dejándome desolado ante la primera muerte de un hombrecito de mi edad. Aunque tan desolado como me dejó el destino de otro niño, físicamente deforme, objeto de burlas y golpes, a quien me atreví a defender, descubriendo así otra dimensión de la amistad: la solidaridad. Que después del cuartelazo atroz del atroz Pinochet ese muchacho, ya hombre, haya sido torturado en los campos de la muerte del sur de Chile, sólo aumenta mi horror ante la crueldad humana pero también mi ternura y compasión hacia la realidad misma de eso que llamamos y debatimos «amistad».
Porque todos, en grado menor o mayor, hemos traicionado o sido traicionados por la amistad. Las bandas se desbandan y los íntimos amigos de la juventud pueden convertirse en los más alejados e indiferentes fantasmas de la edad adulta. Y es que no hay nada más traicionable que la amistad. Si hiciésemos la lista de los amigos perdidos, las apostillas dirían indiferencia, odio, rivalidad, pero también épocas distintas y distancias épicas. Dirían muertes. ¿Por qué los abandonamos? ¿Por qué nos abandonan ellos? Viéndolo bien, hay poca amistad en el mundo. Sobre todo entre iguales. William Blake lo decía de manera incomparable: Tu amistad me hiere demasiado. Por favor, sé mi enemigo. Porque si la amistad, en su origen, es disposición, generosidad, apertura a reunimos con otros, no deja de ser, al mismo tiempo, un rechazo secreto e insinuante de esa misma intimidad cuando es sentida como dependencia. Wordsworth habla de las «horas primitivas» de la vida, durante las cuales, vivimos una paradoja que nos arroja al camino de la suerte a la vez que nos protege de sus accidentes. Accidentes, a veces, del humor. Sargent pudo decir que cada vez que pintaba un retrato perdía un amigo. Y el famoso canciller británico, Canning, le daba a la amistad un giro diplomático vigente. Sálvame del amigo sincero, rogaba. Es cierto: en la diplomacia y en la política, confiar en la amistad es exponerse al error. En el poder se concentran las leyes que destruyen con más seguridad a la amistad. La traición. El arrepentimiento. La deserción. El campo de cadáveres que va dejando el uso del abuso. Las trincheras abandonadas que va dejando la indiferencia de la fuerza. Y siempre, la tentación del humor cruel. Mairaux a Genet: Que pensezvous vraiment de moi? Genet: Je ne vous aime assez pour vous le diré.
No son éstas lecciones inútiles. Los terrenos más yermos florecen para indicarnos que, en cuestiones de amistad, hay que darle cabida, en ocasiones, a la sabiduría del Eclesiastés y admitir que aun las heridas de un amigo pueden ser heridas fieles. Y que con el amigo podemos exponernos a decirle por qué no lo queremos. Al enemigo, en cambio, nunca se le debe dar esa satisfacción. Pero lo terrible de la pérdida de la amistad es el abandono de los días a los que ese amigo les dio sentido. Perder a un amigo se vuelve, entonces, literalmente, una pérdida de tiempo. Esperanzas excesivas, celos de los triunfos ajenos. Es tiempo de regresar a la amistad sabiendo que exige un cultivo cotidiano a fin de rendir sus frutos maravillosos. Establecer simpatías y gozar afinidades. Obsequiarnos serenidad unos a otros. Obligarnos a una disciplina jocunda para mantener la amistad. Descubrimiento con los amigos de las potencias del mundo y del deleite de compartir las horas. Reír con los amigos. Vivir la amistad como invitación permanente a aceptar y ser aceptados. Y reclamar internamente una posible perfección de la amistad al abrigo de todo atentado. Vivir la compañía de los amigos sin permitir ninguna ocasión de vergüenza al día siguiente, ni que se hable mal de los ausentes. Defender a la amistad contra celos, envidias, temores. Y estar de acuerdo en no estar de acuerdo —agree to disagree. Las diferencias deben aumentar la amistad y el respeto mutuos. El trato inteligente entre amigos no admite ambición, intolerancia o mezquindad. Amistad es modestia digna, es imaginación y es generosidad. Y a veces, por qué no, es todo lo contrario. Orgullo. Naturalidad pasiva. Avaricia del afecto.
Digo «naturalidad pasiva» y se me ocurre que siendo el diálogo una de las fiestas de la amistad, el silencio lo puede ser también. Es una enseñanza de mi amistad con Luis Buñuel. Al principio, pensé que sus lagunas en el curso de una conversación generalmente muy animada era una falla mía, un reproche de él. Llegué a saber que saber estar juntos sin decir nada era una forma superior de la amistad. Era respeto. Era reverencia. Era reflexión opuesta al mero parloteo. No somos, instantáneamente, pericos. Seremos, momentáneamente, filósofos... ¿No eran estoicos, ambos de Córdoba, Séneca y Manolete?
Esta experiencia de la amistad como silencio reflexivo y respetuoso me conduce a un filo inevitable en el que la frontera entre estar con mis amigos y estar solo separa nuestras vidas. Si la amistad es el nexo entre la vida en común y la vida del yo, éste tiene que reclamarle soledad a la amistad. Es natural: exigimos para nuestro ser la pasión, la inteligencia o el amor que reconocemos en la mirada del amigo. Las simpatías, los movimientos de acercamiento, tienen un límite: yo mismo. Regreso a mí, a mi desconsuelo pero también a mi propio poder. Recuerdo con nostalgia el amanecer de la infancia compartido con los amigos. ¡Qué difícil es mantenerlo de adultos! Repaso los momentos de las rupturas con dolor inevitable. Las horas no son las mismas. Los caminos se han desviado. Pero no puedo evitar la limosna que el propio yo le exige, al cabo, a la fortuna de la amistad. Pues, ¿no sabíamos ya, secretamente, desde el principio, que un día sentiríamos ante el amigo la necesidad de renovar la vida? ¿No sabíamos desde siempre que con íntimo desasosiego, casi con vergüenza, portamos una imperfección que no podemos revelar ni compartir con el amigo más entrañable?
Le entregamos entonces, paradójicamente, nuestra imperfección al mundo y nuestra vergüenza a la sociedad con la esperanza de que otra forma de amistad, la de pertenecer a la vida en común, nos redima. El artista, por definición, aprende muy pronto a soportar la soledad en nombre de la creación de la obra. Pero más ampliamente es la propia amistad lo que nos obliga no sólo a reconocer nuestros límites, sino a entender que los compartimos. Somos amigos en comunidad: nos necesitamos. Con razón decía Thoreau que tenía tres sillas en su casa. Una, para la soledad. Otra, para la amistad. Y la tercera, para la sociedad. Saber estar solo es la contrapartida indispensable y enriquecedora de saber estar con amigos.
La soledad no es la única contrapartida de la amistad. Lo es también la muerte. Así como recuerdo fielmente a mis más remotos amigos de la niñez, otorgo una memoria constante a esos viejos amigos ya partidos que fueron, además, mis maestros. Mi generación recuerda con verecundia latina a dos grandes maestros de nuestra juventud. El mexicano Alfonso Reyes y el español Manuel Pedroso. Dos sabios que además eran amigos. Su enseñanza intelectual era inseparable de su enseñanza cordial. No esperaban, como los falsos maestros, idolatría sin contradicción. Esperaban y solicitaban la reconquista de la propia juventud a cambio de nuestra propia conquista del saber y experiencia cordiales, de su vejez. Volvíamos a descubrir, con Reyes, pequeño y redondo, con Pedroso, alto y angular, que la amistad significa perdurar en la vejez —o en el tiempo. Que siempre falta descubrir más de lo que existe. Que la amistad se cosecha porque se cultiva. Que nadie hace amigos sin hacer enemigos, pero que ningún enemigo alcanzará jamás la altura de un amigo. Que la amistad es una forma de la discreción: no admite la maledicencia que maldice al que la dice, ni el chisme que todo lo convierte en basura. Amistad es confianza. (Es más vergonzoso desconfiar de los amigos que engañarlos, escribió La Rochefoucauld.) Que la amistad, para ser cercana, nos enseña el camino del respeto y de la distancia. Aunque la amistad autoriza a amar y detestar las mismas cosas.
Así, las épocas de la vida se van midiendo por los grados de afinidad íntima que mantenemos a lo largo de nuestras edades. Se olvidan amigos remotos en el tiempo. Se abandonan amigos de la juventud que no crecieron al mismo ritmo que nosotros. Se buscan amigos más jóvenes para adquirir el paso de una vitalidad que biológicamente se aleja. Buscamos a amigos de toda la vida y ya no tenemos nada que decirnos. Vemos la decadencia de viejos y queridos amigos a los que ya no reconocemos o que ya no nos reconocen. Pero cuando la edad aleja es sólo porque nos está esperando. Vuelven a brillar en el ocaso las luces de la primera juventud. En medio, quizás, de una bruma distante, recordamos las afinidades, descubrimos juntos cuanto existe, reconquistamos la juventud, volvemos a ser banda, cuatiza, chorcha, patocha, barra, gang. Volvemos a cosechar las pasiones y a subyugar las rebeliones. Y miramos con nostalgia las antiguas horas de la amistad, como si nunca hubieran sido...

domingo, 8 de abril de 2012

Noticia: Fernando Pessoa.


Cultura |7 Abr 2012 - 8:00 pm

Poesía que inspira a grandes escritores

Las resurrecciones de Pessoa

Por: Nelson Fredy Padilla

¿Por qué detrás de las monumentales obras literarias de Antonio Tabucchi, muerto la semana pasada, y del Nobel José Saramago están los versos del poeta portugués? ¿Por qué leerlos?

Fernando Pessoa, el incomprendido, siempre con el borrador de un poema en la mano, caminando por Baixa. Fernando Pessoa, el incomprendido, siempre con el borrador de un poema en la mano, caminando por Baixa.
Ahora que Antonio Tabucchi murió, se cumplió uno de sus sueños: descansar en paz, hecho cenizas, en el mismo Cementerio de los Placeres que recibió los restos de Fernando Pessoa en 1935. También pidió cremación y volver a la tierra en Lisboa, bajo las raíces de un olivo, el Nobel de Literatura José Saramago. Los tres unidos por la poesía del primero y la poética común a sus obras.
Pessoa murió a los 47 años de edad (1888-1935) a causa de una cirrosis generada por el aguardiente Águila Real. En vida sólo publicó Mensaje y dejó una monumental obra inédita que discípulos como Saramago y Tabucchi se encargaron de universalizar. El mejor Saramago está en El año de la muerte de Ricardo Reis, novela en la que lleva al exiliado heterónimo de Pessoa de regreso a la capital portuguesa para hacerle un homenaje a su poesía en el preludio de la muerte; al hombre que “hizo versos como los versos se hacen, como si fuese la primera vez”; el Fernando que “nunca llegó a tener verdaderamente la certeza de quién era, aunque esa duda hace que nosotros vayamos consiguiendo saber un poco más quiénes somos”.
Tabucchi fue aún más apasionado con el Pessoa que descubrió en la Sorbona en el poema Tabaquería (“No soy nada./ Nunca seré nada./ No puedo querer ser nada…”): tradujo toda su obra al italiano, se hizo portugués, encontró en María José de Lancastre amor y, cómplice de esa nacionalidad, escribió en esa lengua Réquiem, su alucinante búsqueda del fantasma de Pessoa. Eso sin olvidar Un baúl lleno de gente: Escritos sobre Pessoa y Pessoana mínima. Con ese humor que lo caracterizaba, con esa dulce voz ronca de fumador empedernido, sostenía Tabucchi: “Me lo ha enseñado todo/ me ha enseñado a mirar las cosas/ me señala lo que hay en las flores/ me muestra la belleza de las piedras…”.
Como a Pessoa el licor, Tabucchi intuyó que lo mataría un cáncer producido por el cigarrillo y gran parte de su obra la escribió para explorar la muerte, desde los relatos de Los volátiles del Beato Angélico hasta Tristano muere; la muerte en Lisboa como la reconstruyó en Los últimos tres días de Fernando Pessoa, afeitado, huyéndole al dolor junto a tantos heterónimos que los estudiosos de Pessoa han revivido por cien.
La muerte de Saramago hace casi dos años fue una resurrección de Pessoa. La de Tabucchi la semana pasada, otra. Bien dijo el secretario de Estado de Cultura de Portugal, el escritor y editor Francisco José Viegas: “Tabucchi no era sólo el amigo íntimo de Lisboa, el amigo íntimo de nuestra literatura, el gran divulgador de Pessoa, era el más portugués de todos los italianos”.
No dependemos de un tratado sobre heteronimia ni de uno sobre psicoanálisis freudiano para acercarnos a la obra de Pessoa. Basta que volvamos sobre sus versos para que su espíritu resucite. El porqué lo explicó el Departamento de Literatura de la Universidad de los Andes en una bella exposición a finales del año pasado: “porque es el mayor mito literario de Portugal... Pessoa fue el único escritor del siglo XX que desplazó en el imaginario lusitano al escritor por excelencia de la nación portuguesa, Luís de Camões, equiparable a Dante, Goethe, Cervantes o Shakespeare en la historia literaria de sus respectivos países. Alcanzó, así, una verdadera proeza: darle un carácter fundacional a su obra, moderna, ampliamente fragmentaria y que abarca todos los géneros”. Fernando Pessoa se llama la Cátedra de Estudios Portugueses creada en esa universidad con el apoyo del Instituto Camões.
Para Pessoa la muerte no era más que “la curva del camino”, “morir es sólo no ser visto…”, en su caso para ser leído. “El desconocido de sí mismo”, como lo llamó Octavio Paz, es cada vez más el conocido de todos —como Borges—, así los “más pessoanamente pessoanos en Pessoa” hayan sido Saramago y Tabucchi.
Sobre ‘Alberto Caeiro’
“8 de marzo de 1914... me acerqué a una cómoda alta
y, tomando un papel, comencé a escribir, en pie, como escribo siempre que puedo. Y escribí treinta y tal poemas sin interrupción, en una especie de éxtasis cuya naturaleza no conseguiré definir. Fue el día triunfal de mi vida, y nunca
podré tener otro así. Abrí con un título, ‘El guardador de rebaños’. Y lo que vino después fue la aparición de alguien en mí, a quien di de inmediato el nombre de Alberto Caeiro”.
Fernando Pessoa en carta a Adolfo Casais Monteiro (13-I-1935).
Sobre ‘Ricardo Reis’
“Tras la aparición de Alberto Caeiro, de inmediato traté de descubrirle —instintiva y subconscientemente— unos discípulos. Arranqué de su falso paganismo al Ricardo Reis latente, cuyo nombre descubrí y lo ajusté a él mismo, porque a esta altura ya lo podía ver […] nació en 1887 en Porto, es médico y actualmente está en Brasil”.
ODA
Para ser grande, sé entero: nada tuyo exageres o excluyas. Sé todo en cada cosa. Pon cuanto eres En lo mínimo que hagas. Así en cada lago la luna entera brilla, porque alta vive.
Ricardo Reis
Sobre ‘Álvaro de Campos’
“Y, de repente... como una derivación contraria a la de Ricardo Reis, me surgió impetuosamente un nuevo individuo. De un golpe, y a máquina de escribir, sin interrupción ni enmienda, surgió la ‘Oda Triunfal’ de Álvaro de Campos... Nació en Tavira, el día 15 de octubre de 1890 (a la 1:30 de la tarde, según Ferreira Gomes; y es verdad, pues, hecho el horóscopo para esa hora, está correcto). Como sabe, Campos es ingeniero naval (por Glasgow), pero ahora está aquí en Lisboa, inactivo”.
Pessoa en carta a Casais Monteiro (13-I-1935).
Ulises
El mito es la nada que es todo./ El mismo sol que abre los cielos/ es un mito brillante y mudo./ El cuerpo muerto de Dios,/ vivo y desnudo./ Éste, que aquí arribó,/ fue por no ser existiendo./ Sin existir nos bastó./ Por no venir fue viniendo/ y nos creó./ Así el mito se desliza/ entrando en la realidad,/ y fecundándola pasa./ Abajo, la vida, mitad/ de nada, muere.
‘Libro del desasosiego’
“Veo los paisajes soñados con la misma claridad con que observo los reales. Si me asomo a mis sueños es a cualquier cosa que me asomo. Si veo la vida pasar, sueño cualquier cosa. De alguien alguien dijo que para él las figuras de los sueños tenían el mismo relieve y perfil que las figuras de la vida. Para mí, aunque comprendiera que se me aplicara tal frase, no la aceptaría. Las figuras de los sueños no son para mí iguales a las de la vida. Son paralelas. Cada vida —la de los sueños y la del mundo— tiene una realidad igual y propia, pero diferente. Como las cosas próximas y las cosas remotas. Las figuras de los sueños están más próximas de mí, pero…”.
Opinan los discípulos del poeta
"La importancia de Pessoa en la obra de Saramago es tal que escribió un libro de casi 500 páginas: ‘El año de la muerte de Ricardo Reis’. Ahí queda todo dicho”.
Pilar del Río, periodista y traductora al español de la obra del Nobel de Literatura portugués.
"Pessoa es un poeta lleno de aristas y matices. Las ‘multánimes almas’, como diría De Greiff, que se plasman en sus heterónimos, permiten al lector adentrarse en un complejo mundo donde se mezcla la reflexión filosófica con la emotividad sentimental o la lucidez desencantada del hombre moderno. Pessoa cuenta con un universo de apasionados de su obra, entre los que se contó Tabucchi”.
Piedad Bonnett, poetisa y novelista colombiana, ganadora del XI Premio Casa de América de Poesía.
"Conozco de sus heterónimos y ‘El libro del desosiego’, esa bella colección de textos sobre la multiplicidades del yo y que, creo, lo llevó a vivir solo pero en función de sus diversos personajes”.
Luz Mary Giraldo, poetisa colombiana que acaba de publicar ‘Llévame como un verso –Canciones del exilio–’.
"Esa actitud dialogante que ocurre en el adentro de todo creador, como si lo habitara una Babel, fue algo que señaló para siempre a Fernando Pessoa. El poeta portugués estaba habitado. Una multitud de seres lo habitaba”.
Juan Manuel Roca, autor de la antología ‘Los cinco entierros de Fernando Pessoa’ y listo a publicar ‘Galería de espejos. Una mirada a la poesía colombiana del siglo XX’.
"La vida y la obra de Pessoa son un permanente desafío a la lógica formal. A mí, por ejemplo, Álvaro de Campos me interesa muy poco, pero amo la poesía de Alberto Caeiro sobre todas las cosas. Un gran escritor, como Shakespeare o Pessoa, no es uno, es muchos, es múltiple, es hombre y es mujer, es todos”.
Héctor Abad. Su libro ‘El olvido que seremos’ recibió en Portugal el Premio Casa de América Latina. Acaba de lanzar el poemario ‘Testamento involuntario’ (Alfaguara).
"Pessoa escribió que el misterio más alto de un hombre era la creación de mitos. Por eso en su caso nada es más difícil que separar el objeto del sujeto, ya que Pessoa se presenta unas veces como creador y otras veces como creación, para así reconocer el carácter soberano de la ficción y, al mismo tiempo, enmascararse de manera más absoluta y sutil”.
Jerónimo Pizarro, profesor del Departamento de Literatura de la Universidad de los Andes, autor de ‘Pessoa, el guardador de papeles’ (Texto Editores) y coordinador del equipo que digitalizó la biblioteca personal del poeta, con el apoyo de la Casa Pessoa.
Consulte la biblioteca personal de Pessoa en  http://casafernandopessoa.cm-lisboa.pt
  • Nelson Fredy Padilla | Elespectador.com

ÁLVARO MUTIS: PREMIO CERVANTES. JUSTO RECONOCIMIENTO.


Premio Cervantes 2001
ÁLVARO MUTIS
Narrador y poeta colombiano
(Bogotá, 1923-2013).

Hijo del diplomático colombiano Santiago Mutis
Dávila y de Carolina Jaramillo. A los dos años lo
llevan a Bélgica con su padre, ministro consejero de
la Legación en Bruselas, ciudad donde vive hasta los
nueve años y donde nace su hermano. Tras la repentina muerte de su padre, regresa a
la hacienda Coello, en Colombia.
“Por periodos que, primero, fueron los de vacaciones y, luego, se extendieron más y
más, viví en una finca de café y caña de azúcar que había fundado mi abuelo
materno. Se llama "Coello" y se encuentra en las estribaciones de la Cordillera Central.
Todo lo que he escrito está destinado a celebrar, a perpetuar ese rincón de la tierra
caliente del que emana la substancia misma de mis sueños, mis nostalgias, mis terrores
y mis dichas. No hay una sola línea de mi obra que no esté referida, en forma secreta o
explícita, al mundo sin límites que es para mí ese rincón de la región de Tolima, en
Colombia”.
Los recuerdos de Bélgica, tan íntimamente ligados a su padre, y los de Coello, tan
cercanos a su madre, se transforman dentro de su mundo poético en dos paraísos
perdidos y el contraste entre Europa y América, en uno de los principales temas de su
obra.
En 1941 contrae matrimonio con Mireya Durán Solano, con quien tendrá tres hijos:
María Cristina, Santiago y Jorge Manuel.
En 1942, empieza a trabajar en la emisora Nuevo Mundo con temas literarios y en la
emisora nacional como locutor de noticias. En México es famosa la voz de Mutis en el
doblaje del programa de televisión “Los intocables”.
Por esos años compone su primer poema, del que sólo ha quedado un verso: "Un dios
olvidado mira crecer la hierba". Empieza su carrera literaria bajo una fuerte influencia
de los escritores surrealistas. A finales de la década de 1940, Mutis asiste a las sesiones
de los cafés El Molino, Asturias o El Automático, donde conoce a Luis Cardoza y
Aragón, Fernando Botero, Ernesto Volkening y Alejandro Obregón. En 1950 inicia su
amistad con Gabriel García Márquez.
En 1953 apareció en la colección "Poetas de España y América" de Losada, que
dirigían Rafael Alberti y Guillermo de Torre en Buenos Aires, su libro de poemas Los
elementos del desastre.
En 1954 se casa con María Luz Montané. De esta unión nacerá su hija María Teresa.
Debido al manejo caprichoso de unos dineros de la multinacional Esso, en la que era
jefe de relaciones públicas, Álvaro Mutis se ve obligado a dejar Colombia y, con la
ayuda de su hermano Leopoldo y unos amigos, llega a México en 1956, donde reside
hasta hoy, con dos cartas de recomendación: una dirigida a Luis Buñuel y otra a Luis
de Llano, gracias a las cuales consigue trabajo.
En el medio intelectual mexicano conoce a Octavio Paz -quien había escrito algunos
comentarios elogiosos de su poesía y le abre las puertas de los suplementos y revistas
literarias-, a Juan José Arreola, Carlos Fuentes y Elena Poniatowska, entre otros.
A los tres años de su llegada a México, Mutis es detenido por la Interpol e internado en
la cárcel preventiva de Lecumberri, más conocida como "El palacio negro", durante
15 meses. Allí devora la biblioteca del penal y monta una obra teatral llamada El
Cochambres, basada en la vida de uno de los internos. También escribe el Diario de
Lecumberri, que la Universidad Veracruzana publicará en 1960 en su colección
Ficción.
En 1964, Ediciones Era publica, también en México, Los trabajos perdidos, libro de
poemas escritos todos en ese país. En 1966 contrae matrimonio con Carmen Miracle
Feliú. En 1973 aparecen, simultáneamente, Summa de Maqroll el Gaviero, que recoge
toda su poesía hasta esa fecha, y La Mansión de Araucaíma, en donde se reúnen
todos su relatos.
El primer reconocimiento importante a la obra de Álvaro Mutis fue en 1974, con el
Premio Nacional de Letras de Colombia.
En México, colabora con los principales periódicos y revistas del país. En 1977 inicia su
columna semanal "Bitácora del reaccionario" en el periódico Uno más uno, que
después continuará en El Sol de México y Novedades. Colabora en las revistas Plural y
Vuelta, fundadas y dirigidas por Octavio Paz. Conduce "Encuentros", un programa de
la televisora Televisa dedicado a entrevistas con escritores.
Las editoriales mexicanas han editado gran parte de su obra. En 1981, el Fondo de
Cultura Económica de México edita el libro de poemas Caravansary. En 1984 la misma
editora publica en esa colección el libro, también de poesía, Los emisarios. En 1983, se
le otorga el Premio Nacional de Poesía de Colombia. En 1989, México le otorga el
Premio Xavier Villaurrutia y lo condecora con el Águila Azteca. Y en 1994 ingresa en el
Sistema Nacional de Creadores, becas para escritores creadas por el Consejo
Nacional de Cultura de México, uno de sus más altos reconocimientos.
Después de publicar algunos libros como Crónica Regia y Alabanza del Reino (1985) y
Un homenaje y siete nocturnos, en los que explora lo que según confesión propia le
interesa más: “los fantasmas que, desde mis ávidas y desordenadas lecturas de
adolescente en Coello, me visitan con asiduidad inflexible. Fantasmas nacidos en
buena parte en rincones de la historia de Occidente y en la dorada decadencia de
Bizancio, envueltos, siempre, por el tibio vaho de los cafetales”. Decide entonces
intentar en el relato algunas prosas dedicadas a Maqroll el Gaviero: Empresa y
tribulaciones de Maqroll el Gaviero, que incluye las novelas La nieve del almirante,
Ilona llega con la lluvia, Un bel morir, La última escala del Stramp Teamer, Amirbar,
Abdul Bashur¸ El soñador de navíos y Tríptico de mar y tierra.
El Fondo de Cultura Económica de México ha editado sus cuentos y ensayos bajo el
título La muerte del estratega (1988) y, con el título de Summa de Maqroll el Gaviero
(1990), su poesía escrita hasta esa fecha.
En 1997 es galardonado con el Premio Príncipe de Asturias de las Letras y el Premio
Reina Sofía de poesía. Y en 2001 se le concede el Premio Cervantes.
“Nunca he participado en política, no he votado jamás y el último hecho que en
verdad me preocupa en el campo de la política y que me concierne y atañe en
forma plena y sincera, es la caída de Constantinopla en manos de los turcos el 29 de
mayo de 1453. Sin dejar de reconocer que no me repongo todavía del viaje a
Canossa del emperador sálico Enrique IV, en enero del año 1077, para rendir pleitesía
al soberbio pontífice Gregorio VII, viaje de tan funestas consecuencias para el
Occidente Cristiano. Por ende soy gibelino, monárquico y legitimista”.

SEGUNDA NOTA BIOGRÁFICA:



En la ciudad Colombiana de Bogotá, nació Álvaro Mutis el 25 de agosto de 1923. Hijo del diplomático colombiano Santiago Mutis Dávila y de Carolina Jaramillo. Su padre graduado en derecho internacional, fue secretario de la Presidencia de la República y siguió la carrera diplomática, en 1925 viajó a Bélgica con su familia, como ministro consejero de la Legación en Bruselas. Álvaro tenía solo 2 años y allí vivió hasta los nueve, cuando su padre murió repentinamente, a los 33 años.

Esto determina que su madre decida abandonar Europa, junto a sus dos hijos Álvaro y Leopoldo que había nacido en 1928 para permanecer en Colombia y dedicarse al manejo de la hacienda Coello, que acababa de heredar. Los recuerdos de Bélgica, tan íntimamente ligados a su padre, y los de Coello, mas cercanos a su madre. Estos contrastes entre Europa y América, en uno de los principales temas de su obra.

En la vida de Álvaro su madre Carolina Jaramillo, tiene una gran influencia, fue una mujer de gran independencia, a quien poco le importaron las convenciones sociales, su hijo Álvaro y los personajes creados por él heredaron esta actitud ante la vida.

Álvaro Mutis no terminó sus estudios colegiales, iniciados en Bruselas en el colegio jesuita de San Michel, ya desde entonces devoraba libros de historia, de viajeros de siglos pasados y de literatura. En 1940 asiste al colegio de Nuestra Señora del Rosario, en Bogotá en ultimo intento por terminar el bachillerato. Su profesor de Literatura Española fue el notable poeta colombiano Eduardo Carranza y a dos cuadras del Colegio estaban los billares del Café Europa y los del Café París. Las clases de Carranza fueron para él una inolvidable y fervorosa iniciación a la poesía, pero como él mismo lo dice, el billar y la poesía, enseñada por Eduardo Carranza en el Rosario, le impidieron terminar el colegio.

A los dieciocho años Mutis contrajo matrimonio con Mireya Durán, con quien tuvo tres hijos, y empezó a trabajar en los oficios más disímiles. Desde entonces se dio cuenta que no iba a vivir de la literatura, pero, al mismo tiempo, fue consciente de su vocación por las letras.

Su primer trabajo fue como director de la Radio Nacional de Colombia, donde fue locutor de noticias, y actor de radionovelas. Siendo locutor de dicha emisora, compuso su primer poema, del que sólo queda este verso: «Un dios olvidado mira crecer la hierba», ahí empezó su carrera literaria, en la que había una fuerte influencia de los escritores surrealistas. Sus primeros escritos, que significaron su ingreso a la vida literaria del país.

En 1948 publica doscientos ejemplares de un cuaderno de poesía `La balanza`, en compañía de Carlos Patiño Roselli, con ilustraciones de Hernando Tejada. Por esos años dirige la publicidad de la Compañía Colombiana de Seguros y trabaja como jefe de relaciones públicas de la empresa de aviación LANSA e inicia su amistad con Gabriel García Márquez.

En 1954 se casa con María Luz Montané. De esta unión nacerá su hija María Teresa.

Debido al manejo caprichoso de unos dineros de la multinacional Esso, en la que era jefe de relaciones públicas, Álvaro Mutis se ve obligado a dejar Colombia y, con la ayuda de su hermano Leopoldo y unos amigos viaja a México en 1956, donde reside hasta nuestros días. Allí Octavio Paz, quien había escrito algunos elogiosos comentarios sobre su poesía, le abre las puertas de suplementos y revistas literarias. A México también llegó con dos con dos cartas de recomendación: una dirigida a Luis Buñuel y otra a Luis de Llano, gracias a las cuales consigue trabajo como ejecutivo en una empresa de publicidad y luego como promotor y vendedor de publicidad para televisión. A los tres años de su llegada a México, se hicieron efectivas las demandas en su contra y Mutis fue detenido en la cárcel de Lecumberri, durante 15 meses. Su experiencia en la cárcel cambió del todo su visión del dolor y el sufrimiento humanos, le hizo comprender que hasta en las peores condiciones hay posibilidad de gozar la vida y entró en contacto con personas que antes, en el medio frívolo en el que se moví, pasaban desapercibidas, además, se dio cuenta que la bondad y la crueldad se manifiestan en igual medida dentro y fuera de la cárcel.

En Lecumberri, Mutis dio forma a los relatos `Saraya`, `El último rostro`, `Antes de que cante el gallo` y `La muerte del estratega` (recopilados en Cuatro relatos, 1978), a algunos de los poemas de Los trabajos perdidos (1965) y al Diario de Lecumberri (1960), también montó, en colaboración con los presos de su crujía, una obra teatral llamada El Cochambres, basada en la vida de uno de los internados.

A los pocos años de salir de la cárcel, se convirtió en gerente de ventas para América Latina de la Twentieth Century Fox, y luego de la Columbia Pictures, y continuó durante 23 años con su rutina interminable de viajes, hasta que en el año 1988 cumplió con el tiempo requerido para el retiro y pudo dedicarse a leer y a escribir. Desde entonces, publica un libro cada año.

Su obra ha sido muy reconocida y una muestra de ello han sido los muchos premios que le ha recibido: en 1974 el Premio Nacional de Letras de Colombia, en México ganó en 1985 el premio de la crítica de Los Abriles, por su libro Los emisarios (1984), en 1988 La Universidad del Valle le concedió el grado de doctor Honoris causa en Letras, y lo mismo hizo la Universidad de Antioquia en 1993, en 1988 recibió el premio Xavier Villaurrutia y fue condecorado con el Aguila Azteca por su libro Ilona llega con la lluvia (1987), en 1989 ganó en Francia el premio Médicis Étranger con La Nieve del Almirante (1986), considerado el mejor libro traducido al francés ese año, y recibió la Orden de las Artes y las Letras en el grado de Caballero de parte del gobierno de ese país, en 1990 le otorgaron en Italia el premio Nonino y el premio literario lila, y en 1993, como parte de la semana de homenaje al escritor con motivo de sus 70 años de vida, el gobierno colombiano le concedió la Cruz de Boyacá. Ha sido galardonado también con el Premio Cervantes en el 2001.

Mutis se ha convertido en uno de los escritores latinoamericanos que ha recorrido el mundo durante 50 años. Mutis, quien escribe un libro promedio por año, ha sido traducido a los idiomas francés, alemán, italiano, portugués, inglés, holandés, sueco, al alemán, al rumano, al inglés, al italiano, al francés y hasta al turco



CEREMONIA DE ENTREGA DEL PREMIO CERVANTES 2001
Discurso de ALVARO MUTIS

Majestades
Este premio que me otorga España ha venido a despertar en dos
sentidos las más antiguas y entrañables vetas de mi conciencia. Debo
explicar, en primer término, que mi relación con lo que he escrito ha
estado siempre señalada por el rigor de una autocrítica implacable y la
angustia de no haber alcanzado la plenitud y claridad de lo que he
querido decir. Abrir un libro mío, ya sea de poesía o de narrativa, es
una prueba que trato de evitar las más de las veces. Como jamás he
vivido de mi vocación literaria y me he ganado el pan en oficios muy
distantes de las letras, he tenido siempre la sensación de que mi obra
caminaba desamparada por sendas ajenas a mi diaria rutina. Hoy,
España, al concederme este Premio, otorga a mi obra un lugar y un
porvenir que, a tiempo de llenarme de felicidad, me la entrega
identificada con mi propio destino. Que sea España quien lo haya
hecho, es algo que viene a confirmar la relación esencial que he tenido
toda la vida con la patria de mis antepasados gaditanos, siempre
presentes en la diaria rutina de la vida. España, los españoles, las
letras y las artes, la historia de esta nación, conforman las
circunstancias de mi existencia, la materia siempre esencial de mis
sueños y el apoyo que me rescata en los días de angustia y
desconcierto. Creo que debo pedir aquí indulgencia por esta incursión
en las confesiones personales, que corren el riesgo de caer en la cándida
impertinencia. Pero debo reconocer que es para mí muy importante
ponerme en orden frente a tan generosa y obligante distinción como ha
sido este Premio Cervantes y quiero hacerlo ante tan egregios como
calificados testigos.
También hay otro aspecto sobre el cual quiero dar fe por tratarse
de algo que me ha marcado desde mi más temprana juventud. Se trata
de mi veneración indeclinable y cada día más cálida por la persona y la
obra de Don Miguel de Cervantes. Creo que es difícil encontrar en la
historia de las letras de Occidente, un destino más adverso, más
sembrado de injusticias, olvidos y amargos altibajos, que el que tuvo
que padecer el entrañable autor de una obra literaria incomparable y
luminosa. Recuerdo muy bien cuando leí en mi adolescencia una nota
biográfica de Cervantes en una edición escolar de El Quijote, tan
expurgada y trunca que muy pobre idea podía tenerse de lo que sería el
original. En cambio, ese parco resumen de su vida me dejó una
CEREMONIA DE ENTREGA DEL PREMIO CERVANTES 2001
Discurso de ALVARO MUTIS
impresión inolvidable. Al paso de los años la obra cervantina ha llegado
a ser para mí un ejercicio y una compañía siempre lista a despertarme
sorpresas y lecciones inagotables. Son varias las vidas de Cervantes que
he leído, siempre con el mismo acongojado sentimiento de
compasión y asombro. Cuando vuelvo a recorrer las páginas de El
Quijote, de las Novelas ejemplares –por las que confieso tener una
predilección muy particular-, de los Entremeses –que disfruto con gozo
siempre intacto- y del Persiles y Segismunda –que sigue inquietándome
como el primer día-, me intriga, y así será hasta el fin de mis días, que
este hombre que he llegado a querer con afecto que me atrevo a llamar
familiar, haya logrado una obra en donde el genio está presente en cada
línea para mostrar, con lúcida evidencia, nuestro precario paso sobre la
tierra.
Imposible no traer aquí este soneto de Borges, retrato absoluto de
Don Miguel:
Un soldado de Urbina
Sospechándose indigno de otra hazaña
como aquella en el mar, este soldado,
A sórdidos oficios resignado,
Erraba oscuro por su dura España.
Para borrar o mitigar la saña
De lo real, buscaba lo soñado
Y le dieron un mágico pasado
Los ciclos de Rolando y de Bretaña.
Contemplaría, hundido el sol, el ancho
Campo en que dura un resplandor de cobre;
Se creía acabado, solo y pobre.
Sin saber de qué música era dueño;
Atravesando el fondo de algún sueño,
Por él ya andaban Don Quijote y Sancho.
Hoy, España, de mano de Su Majestad el Rey Nuestro Señor y por
intermedio de Don Miguel de Cervantes Saavedra, reconoce mi obra y
me honra con un galardón que no puede ser más precioso para mí y
viene a poner orden y armonía en el discurrir tan a menudo ajeno e
indescifrable de mi vida. Pienso en que mis ancestros gaditanos estarán
ahora, donde quiera que Dios los tenga, atónitos y regocijados como yo
lo estoy.
Muchas gracias.

sábado, 7 de abril de 2012

Opinión: Ernesto Sábato.



Las vulgaridades de la novela
     Cuenta Gide en su Journal que Valéry no se decidía a escribir una frase como "La marquise sortit a cinq heures". ¿Y qué prueba eso? Una novela, y hasta una gran novela, está llena de frases tan triviales como ésa, como la vida misma: Hegel también se desayunaba. Además, una ficción es como un continente, en que para llegar a lugares que han de fascinarnos deben atravesarse estúpidas llanuras sin otros atributos que el polvo, el cansancio y la monotonía.
     Muchas veces me he preguntado si Valéry no consideró sus impotencias como virtudes. Apuesto a que habría querido escribir el Quijote, que está plagado de marquesas que salen a las cinco. Se pasó la vida hablando de las matemáticas y usando giros de su idioma, que los profanos admiran tanto más cuanto más los ignoran; y sin embargo no pudo aprobar el ingreso a no sé qué escuela por culpa de esas matemáticas. Pascal abandonó a los trece años a esa mujer por la que Valéry suspiró sin poder poseerla. Como para que no escribiera aquella frase rencorosa: "Pascal perdió la oportunidad de darle a Francia la gloria del cálculo infinitesimal". 

Ernesto Sábato.

(“EL PINCEL DEL ASESINO”. Saint Hack.)


ASESINOS SERIALES

por Lidia Alegre y Erica Maidana

Su  sangre corre lentamente, deja un pequeño hilillo bermellón que lleva a un gran círculo color escarlata. Es joven y bella, a muerto con honor y sin sufrimiento, consciente de cual iba a ser su fin, su rostro no se ha visto perturbado ni por la lágrima ni por el miedo, en cierta manera me siento orgulloso de aquella joven que postrada a mis pies, desnuda y sobria camina con irrevocables pasos para no volver. Un preciso corte hecho por mi mano ha sesgado su vida. Los ojos verdes como el agua de un profunda mar aún están abiertos mirándome y quizá maldiciendo que gente como yo habitase la tierra. Siento un profundo gozo viendo aquella silueta recortada en el suelo y gozo aún más sabiendo que mi obra ha sido un trabajo perfecto. Ahora llega hasta mi ese cúmulo de sensaciones que hacen que me pueda olvidar de cualquier remordimiento, llega el éxtasis, comparable a lo que sienten los que el polvo les siega el cerebro penetrando poco a poco pero con fuerza. Siento que voy a morir ante tal gozo, siento que me tiembla todo el cuerpo, me siento Dios, todo el mundo está a mis pies, la luz se proyecta, y se refleja, la tiniebla se disipa, el cielo y el infierno se juntan en uno, Dios le da la mano a la Bestia y ésta ríe ante Dios. Estos son los momento que me hacen que mi vida se haga llevadera, momentos efímeros que merecen ser inmortalizados como obras de arte. Ni el más caro de los cuadros, ni el mejor de los libros, ni el más sublime acorde se puede comparar a la belleza del asesinato. La alevosía es la mejor de todas las drogas y el pintar a la muerte la mejor de todas lar recompensas.-”

(“EL PINCEL DEL ASESINO”. Saint Hack.)

ESOPO: FÁBULAS.



11 – La zorra y la serpiente.



Se encontraba una higuera a la orilla de un camino,
y una zorra vio junto a ella una serpiente dormida.

Envidiando aquel cuerpo tan largo, y pensando
en que podría igualarlo, se echó la zorra a tierra
al lado de la serpiente e intentó estirarse cuanto pudo.
Tanto esfuerzo hizo, hasta que al fin, por vanidosa, se reventó.


No imites a los más grandes, si aún no tienes las condiciones para hacerlo.

PROBLEMAS DE DIRECCIONES ELECTRÓNICAS

Hemos estado experimentando problemas con las direcciones de este blog. Mis más sinceras disculpas a los lectores de este sitio.
J.Méndez-Limbrick.

viernes, 6 de abril de 2012

ANNE RICE


Hablar de Anne Rice es hablar de vampiros.

Nacida bajo el nombre de Howard Allen O`Brien, desde pequeña cambió su nombre a `Anne`. Se casó con el difunto poeta y pintor Stan Rice en 1961, con quien tuvo dos hijos, Michele en 1966 y que murió de leucemia a los 5 años de edad y el famoso escritor gay Christopher Rice (que nació en 1978).

Desde pequeña estuvo interesada en temas de vampiros y brujas. En su carrera como escritora, también ha publicado con los pseudónimos Anne Rampling y A.N.  Roquelaure, este último en sus primeros años y para temas más orientados a adultos, sus libros contienen constantemente mezclas de lo horroroso con lo lujurioso, destacándose en sus historias de ficción los sentimientos homoeróticos que sienten sus personajes. Sus más importantes obras bajo estos pseudónimos son la `Trilogía de la Bella Durmiente`, donde Rice dejó volar su imaginación portentosa situando la acción en sitios lejanos y palacios.

Su primer libro, Interview With The Vampire (Entrevista con el vampiro en español) fue escrito en 1973 y publicado en 1976. En 1994 Neil Jordan realizó una película basada en su libro y protagonizada por Tom Cruise y Brad Pitt y años más tarde se realizó otra película sobre el tercer libro de la serie Crónicas Vampíricas, llamada Queen Of The Damned(`La reina de los condenados`) La película fue criticada por su falta de coherencia respecto al libro original. El segundo libro de la saga, Lestat, The Vampire` se convirtió en un musical de Broadway.

En diciembre 1998 a Rice se le diagnosticó Diabetes Mellitus cuando entró en un coma diabético. Desde que empezó a tratar su condición con insulina, Rice ha sido una activista para que la gente se haga exámenes para diagnosticar la diabetes.
Por su eterna batalla contra el sobrepeso, así como la depresión por la enfermedad y consecuente muerte de su esposo en diciembre de 2002, Rice llegó a pesar 254 libras. Cansada de la apnea al dormir, la movilidad limitada y otros problemas de la obesidad, se sometió a una cirugía de bypass gástrico el 15 de enero de 2003.

El 30 de enero de 2004, Anne Rice anunció que dejaría Nueva Orleans para mudarse al suburbio de Jefferson Parish, Louisiana. Ya puso la más grande de sus tres casas en venta y planea vender las otras dos. Ella vive sola desde la muerte de su esposo y la mudanza de su hijo a otro estado. Aunque algunos aseguran que desea más privacidad de los fanáticos que acampan días en las afueras de su casa, hasta 200 personas han sido contadas esperándola luego del servicio dominical de la iglesia. También es muy requerida en las firmas de libros para los fanáticos de la ciencia ficción.

Últimamente la popularidad de Anne Rice ha decrecido bastante, en parte por las malas acogidas de las críticas literarias a sus últimas obras. Las obras más recientes, como `Sangre y Oro`, la biografía de uno de sus personajes más queridos por ella y por los lectores, Marius, no ha cuajado muy bien en las ventas, en parte debido al reciclaje intelectual que la propia autora ha hecho de
sus libros, que se parecen demasiado los unos a los otros y no alcanzan el esplendor, la novedad, y la maestría de otros títulos anteriores.


Voltaire


ABUSO DE LAS PALABRAS. Las conversaciones y los libros raras veces nos proporcionan ideas precisas. Se suele leer en demasía y conversar inútilmente. Es, pues, oportuno recordar lo que Locke recomienda: Definid los términos.

miércoles, 4 de abril de 2012

Maupassant: maestro del cuento.

Todos los cuentos de Maupassant son de una construcción perfecta, sin embargo, existe uno en particular que cada vez que lo leo, me causa risa, y admiro el fino humor de este genio de las Letras Universales. "El bigote", no es solo un cuento más sino que en "El bigote" Maupassant hace uso de una jocosidad pocas veces encontrada y vista a niveles tan grandes entre gigantes literarios.

MAESTRO DEL CUENTO.

Guy de Maupassant (1850-1893), autor francés considerado como uno de los grandes maestros del cuento de la literatura universal. Nació en el Château de Miromesnil, en Normandía, y estudió en Yvetot y Ruán. Durante su juventud fue miembro de un grupo literario surgido en torno al célebre novelista Gustave Flaubert, que era íntimo amigo de la familia. Fue el propio Flaubert quien formó a Maupassant en el arte de la creación literaria. La primera obra importante de Maupassant fue el cuento `Bola de sebo` (1880), incluido en el volumen Las veladas de Médan y considerado su obra maestra en ese género. En los 13 años siguientes escribió más de doscientos relatos, entre los que destacan Mademoiselle Fifi (1882) y el famoso La Parure (1884). La obra de Maupassant se caracteriza por sus variaciones sobre el tema de la crueldad humana, su realismo y su estilo sencillo. Maupassant es también autor de tres colecciones de recuerdos de viajes y seis novelas: Una vida (1883), que narra la enternecedora historia de las desventuras de una mujer casada, Bel Ami (1885), basada en el personaje de un periodista sin escrúpulos, Los dos hermanos (1888), La mano izquierda (1889) y Nuestro corazón (1890).


El bigote[Cuento. Texto completo] Guy de Maupassant
Castillo de Solles, lunes 30 de julio de 1883. Querida Lucía, nada nuevo. Vivimos en el salón viendo cómo cae la lluvia. No se puede salir con este tiempo horroroso; entonces hacemos teatro. Qué estúpidas son, querida, las obras de teatro del repertorio actual. Todo es forzado, todo es grosero, pesado. Las bromas impactan como las balas de cañón, rompiéndolo todo. Ni rastro de espíritu, de naturalidad, ningún humor, ninguna elegancia. Estos literatos por cierto no saben nada del mundo. Ignoran por completo cómo pensamos y cómo hablamos nosotros. Tolero perfectamente que desprecien nuestras costumbres, nuestras convenciones y nuestros modales, pero no les permito en absoluto que no los conozcan. Para ser finos, hacen juegos de palabras que podrían servir para alegrar un cuartel militar; para ser joviales nos sirven un ingenio que han debido cosechar en las alturas del bulevar exterior, en esas cervecerías llenas de artistas en las que se repiten, desde hace cincuenta años, las mismas paradojas de estudiante.
En fin, hacemos teatro. Como sólo somos dos mujeres, mi marido desempeña los papeles de doncella, y para ello se afeitó. No te imaginas, querida Lucía, qué cambiado está, ya no lo reconozco... ni de día ni de noche. Si no dejase crecer enseguida su bigote creo que le sería infiel, de tanto que me disgusta así.
En serio, un hombre sin bigote deja de ser un hombre. No me gusta mucho la barba que casi siempre da un aspecto desaliñado, pero el bigote, ¡ay, el bigote!, se hace imprescindible en una fisonomía viril. No, nunca podrías imaginar cuán útil resulta para la vista y... las relaciones entre esposos... este pequeño cepillo de vello en el labio. Se me han ocurrido un montón de reflexiones sobre este tema que apenas me atrevo a contarte por escrito. Te las diré de buena gana... en voz baja. Pero las palabras que expresan ciertas cosas son tan difíciles de encontrar, y algunas palabras insustituibles, resultan tan feas sobre el papel, que no puedo escribirlas. Y además, el tema es tan complejo, tan delicado, tan escabroso, que necesitaría una ciencia infinita para abordarlo sin peligro.
¡En fin! Da igual si no me entiendes. Y además, querida, procura leer entre líneas.
Sí, cuando mi marido me llegó afeitado, enseguida supe que jamás sentiría debilidad por un comediante, ni por un predicador, aunque fuese el padre Didon, el más seductor de todos. Y cuando más tarde estuve a solas con él (mi marido), fue mucho peor. ¡Oh! querida Lucía, nunca te dejes besar por un hombre sin bigote; sus besos no tienen ningún sabor, ninguno, ninguno! Ya no tiene ese encanto, esa suavidad y esa... pimienta, sí, esa pimienta del auténtico beso. El bigote es su guindilla.
Imagínate que te apliquen en el labio un pergamino seco... o húmedo. Esa es la caricia del hombre afeitado. Desde luego ya no merece la pena.
¿De dónde viene pues la seducción del bigote, me preguntarás? ¿Acaso lo sé?
Primero te produce un delicioso cosquilleo. Te roza la boca y sientes un escalofrío agradable por todo el cuerpo, hasta la punta de los pies. Es él quien acaricia, quien estremece y sobresalta la piel, quien otorga a los nervios esa vibración exquisita que te arranca ese pequeño "¡Ah!", como si una tuviese mucho frío.
¡Y en el cuello! Sí, ¿has sentido alguna vez un bigote en tu cuello? Eso te embriaga y te crispa, te baja por la espalda, te llega hasta la punta de los dedos. Te retuerces, mueves los hombros, echas la cabeza hacia atrás. Una desearía huir y quedarse; ¡es adorable e irritante! ¡Pero qué sensación tan agradable!
Hay más todavía... ¡de verdad, ya no me atrevo! Un marido que te quiere del todo sabe encontrar un montón de recónditos lugares donde esconder sus besos, de los cuales una no se percataría nunca sola. Pues bien, sin bigote esos besos también pierden mucho de su sabor; ¡sin contar que se vuelven casi indecentes! Explícalo como puedas. En cuanto a mí, ésta es la razón que lo justifica. Un labio sin bigote está igual de desnudo que un cuerpo sin ropa; y, la ropa siempre hace falta, muy poca si tú quieres, ¡pero es necesaria!
El Creador (no me atrevo a escribir otra palabra al hablar de estas cosas), el Creador tuvo el detalle de velar todos los amparos de nuestra carne donde tenía que esconderse el amor. Una boca afeitada se me parece a un bosque talado alrededor de alguna fuente a donde se va a comer y dormir.
Eso me recuerda una frase (de un político) que desde hace tres meses me está dando vueltas en la cabeza.
Mi marido, que lee los periódicos, me leyó, una noche, un discurso singular de nuestro ministro de agricultura que se llamaba entonces el señor Méline, ¿habrá sido sustituido por otro? Lo ignoro.
No estaba escuchando, pero el nombre de Méline me llamó la atención. Me recordó, no sé muy bien porqué, las escenas de la vida de Bohemia. Creí que se trataba de una modistilla. Así fue cómo memoricé unos fragmentos de este discurso. Entonces el señor Méline les hacía a los habitantes de Amiens, creo, esta declaración cuyo significado llevaba buscando hasta la fecha: "No hay patriotismo sin agricultura". Pues ese significado, lo he hallado hace un rato; y he de confesarte que no hay amor sin bigote. Cuando uno lo dice de este modo suena raro, ¿verdad?
¡No hay amor sin bigote!
"No hay patriotismo sin agricultura", afirmaba el señor Méline; y tenía razón ese ministro, ¡ahora lo entiendo!
Desde otro punto de vista, el bigote es esencial. Determina la fisonomía. Te da un semblante dulce, tierno, violento, de rudo, de golfo, ¡de atrevido! El hombre barbudo, realmente barbudo, el que lleva todo el pelo (¡oh!, ¡qué palabra más fea!) en las mejillas no tiene finura en la cara, pues quedan ocultos sus rasgos; y la forma de la mandíbula y del mentón revelan muchas cosas a quien sabe ver. El hombre con bigote conserva su aspecto propio y su elegancia al mismo tiempo.
¡Y qué variados son esos bigotes!
Tanto son solapados, rizados, como coquetos. ¡Estos parecen querer a las mujeres por encima de todo!
Tanto son puntiagudos, como agujas, amenazadores. Éstos prefieren el vino, los caballos y las batallas.
Tanto son enormes, caídos, espantosos. Éstos enormes suelen disimular un carácter excelente, una bondad que linda con la debilidad y una dulzura que se confunde con la timidez.
Además, lo que primero me encanta del bigote es que sea francés, muy francés. Procede de nuestros padres los galos y luego perduró como señal de nuestro carácter nacional.
Es fanfarrón, galante y bravo. Se empapa graciosamente de vino y sabe reír con elegancia, mientras que las anchas mandíbulas barbudas son pesadas en todo lo que hacen.
Por cierto, me acuerdo de una cosa por la que lloré con fuerza y que me hizo también, ahora me doy cuenta de ello, amar el bigote en los labios de los hombres.
Fue durante la guerra, en casa de papá. Era jovencita por aquel entonces. Un día hubo un combate cerca del castillo. Llevaba toda la mañana oyendo cañonazos y disparos, y por la noche un coronel alemán entró y se instaló en nuestra casa. Luego, al día siguiente se marchó. Fueron a avisar a mi padre de que había muchos muertos en los campos. Los mandó traer a casa para enterrarlos juntos. Los tumbaban a lo largo de la gran avenida de abetos, por ambos lados, a medida que iban llegando; y como empezaban a oler mal, se les echaba tierra en el cuerpo mientras se esperaba a que hubieran cavado la fosa común. De este modo ya no se veía más que sus cabezas que parecían salir del suelo, igual de amarillas, con sus ojos cerrados. Quise verlos; pero cuando descubrí aquellas dos largas líneas de horribles caras, pensé que iba a perder el sentido; y me puse a examinarlas, una tras otra, procurando adivinar lo que habían sido esos hombres.
Los uniformes estaban enterrados, ocultos bajo la tierra, y sin embargo de repente, sí querida, de repente reconocí a los franceses, ¡por su bigote!
Unos se habían afeitado el día mismo del combate, ¡como si hubiesen querido ser coquetos hasta el último momento!. No obstante, su barba había crecido un poco, pues sabes que la barba sigue creciendo aún después de la muerte. Otros parecían tenerla de ocho días, pero todos al fin llevaban el bigote francés, muy distinto, el orgulloso bigote, que parecía estar diciendo: "No me confundas con mi vecino barbudo, pequeña, soy de los tuyos". Y lloré, ¡oh!, lloré mucho más que si no los hubiese reconocido de esta manera, a esos pobres muertos.
Hice mal en contarte esto. Ahora estoy triste y me siento incapaz de charlar por más tiempo.
Venga, adiós, querida Lucía. Te envío un abrazo con toda mi alma. ¡Viva el bigote!
Jeanne.

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POESÍA CLÁSICA JAPONESA [KOKINWAKASHÜ] Traducción del japonés y edición de T orq uil D uthie

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