miércoles, 24 de agosto de 2016

Jorge Cuesta. Poesía coral. Canto a un dios mineral.


Poesía coral
Jorge Cuesta

Canto a un dios mineral

Capto la seña de una mano, y veo
que hay una libertad en mi deseo;
ni dura ni reposa;
las nubes de su objeto el tiempo altera
como el agua la espuma prisionera
de la masa ondulosa.
Suspensa en el azul la seña, esclava
de la más leve onda, que socava
el orbe de su vuelo,
se suelta y abandona a que se ligue
su ocio al de la mirada que persigue
las corrientes del cielo.
Una mirada en abandono y viva,
si no una certidumbre pensativa,
atesora una duda;
su amor dilata en la pasión desierta
sueña en la soledad y está despierta
en la conciencia muda.
Sus ojos, errabundos y sumisos,
el hueco son, en que los fatuos rizos
de nubes y de frondas
se apoderan de un mármol de un instante
y esculpen la figura vacilante
que complace a las ondas.
La vista en el espacio difundida,
es el espacio mismo, y da cabida
vasto y nimio al suceso
que en las nubes se irisa y se desdora
e intacto, como cuando se evapora,
está en las ondas preso.
Es la vida allí estar, tan fijamente,
como la helada altura transparente
lo finge a cuanto sube
hasta el purpúreo límite que toca,
como si fuera un sueño de la roca,
la espuma de la nube.
Como si fuera un sueño, pues sujeta,
no escapa de la física que aprieta
en la roca la entraña,
la penetra con sangres minerales
y la entrega en la piel de los cristales
a la luz, que la daña.
No hay solidez que a tal prisión no ceda
aun la sombra más íntima que veda
un receloso seno
¡en vano!; pues al fuego no es inmune
que hace entrar en las carnes que desune
las lenguas del veneno.
A las nubes también el color tiñe,
túnicas tintas en el mal les ciñe,
las roe, las horada,
y a la crítica muestra, si las mira,
por qué al museo su ilusión retira
la escultura humillada.
Nada perdura, ¡oh, nubes!, ni descansa.
Cuando en un agua adormecida y mansa
un rostro se aventura,
igual retorna a sí del hondo viaje
y del lúcido abismo del paisaje
recobra su figura.
Íntegra la devuelve el limpio espejo,
ni otra, ni descompuesta en el reflejo
cuyas diáfanas redes
suspenden a la imagen submarina,
dentro del vidrio inmersa, que la ruina
detiene en sus paredes.
¡Qué eternidad parece que le fragua,
bajo esa tersa atmósfera de agua,
de un encanto el conjuro
en una isla a salvo de las horas,
áurea y serena al pie de las auroras
perennes del futuro!
Pero hiende también la imagen, leve,
del unido cristal en que se mueve
los átomos compactos:
se abren antes, se cierran detrás de ella
y absorben el origen y la huella
de sus nítidos actos.
Ay, que del agua el imantado centro
no fija al hielo que se cuaja adentro
las flores de su nado;
una onda se agita, y la estremece
en una onda más desaparece
su color congelado.
La transparencia a sí misma regresa
y expulsa a la ficción, aunque no cesa;
pues la memoria oprime
de la opaca materia que, a la orilla,
del agua en que la onda juega y brilla,
se entenebrece y gime.
La materia regresa a su costumbre.
Que del agua un relámpago deslumbre
o un sólido de humo
tenga en un cielo ilimitado y tenso
un instante a los ojos en suspenso,
no aplaza su consumo.
Obscuro perecer no la abandona
si sigue hacia una fulgurante zona
la imagen encantada.
Por dentro la ilusión no se rehace;
por dentro el ser sigue su ruina y yace
como si fuera nada.
Embriagarse en la magia y en el juego
de la áurea llama, y consumirse luego,
en la ficción conmueve
el alma de la arcilla sin contorno:
llora que pierde un venturero adorno
y que no se renueve.
Aun el llanto otras ondas arrebatan,
y atónitos los ojos se desatan
del plomo que acelera
el descenso sin voz a la agonía
y otra vez la mirada honda y vacía
flota errabunda fuera.
Con más encanto si más pronto muere,
el vivo engaño a la pasión se adhiere
y apresura a los ojos
náufragos en las ondas ellos mismos,
al borde a detener de los abismos
los flotantes despojos.
Signos extraños hurta la memoria,
para una muda y condenada historia,
y acaricia las huellas
como si oculta obcecación lograra,
a fuerza de tallar la sombra avara
recuperar estrellas.
La mirada a los aires se transporta,
pero es también vuelta hacia adentro, absorta,
el ser a quien rechaza
y en vano tras la onda tornadiza
confronta la visión que se desliza
con la visión que traza.
Y abatido se esconde, se concentra,
en sus recónditas cavernas entra
y ya libre en los muros
de la sombra interior de que es el dueño
suelta al nocturno paladar el sueño
sus sabores obscuros.
Cuevas innúmeras y endurecidas,
vastos depósitos de breves vidas,
guardan impenetrable
la materia sin luz y sin sonido
que aún no recoge el alma en su sentido
ni supone que hable.
¡Qué ruidos, qué rumores apagados
allí activan, sepultos y estrechados,
el hervor en el seno
convulso y sofocado por un mudo!
Y graba al rostro su rencor sañudo
y al lenguaje sereno.
Pero, ¡qué lejos de lo que es y vive
en el fondo aterrado y no recibe
las ondas todavía
que recogen, no más, la voz que aflora
de una agua móvil al rielar que dora
la vanidad del día!.
El sueño, en sombras desasido, amarra
la nerviosa raíz, como una garra
contráctil o bien floja;
se hinca en el murmullo que la envuelve,
o en el humor que sorbe y que disuelve
un fijo extremo aloja.
Cómo pasma a la lengua blanda y gruesa,
y asciende un burbujear a la sorpresa
del sensible oleaje:
su espuma frágil las burbujas prende,
y las prueba, las une, las suspende
la creación del lenguaje.
El lenguaje es sabor que entrega al labio
la entraña abierta a un gusto extraño y sabio:
despierta en la garganta;
su espíritu aun espeso al aire brota
y en la líquida masa donde flota
siente el espacio y canta.
Multiplicada en los propicios ecos
que afuera afrontan otros vivos huecos
de semejantes bocas,
en su entraña ya vibra, densa y plena,
cuando allí late aún, y honda resuena
en las eternas rocas.
Oh, eternidad, oh, hueco azul, vibrante
en que la forma oculta y delirante
su vibración no apaga,
porque brilla en los muros permanentes
que labra y edifica transparentes,
la onda tortuosa y vaga.
Oh, eternidad, la muerte es la medida,
compás y azar de cada frágil vida,
la numera la Parca.
Y alzan tus muros las dispersas horas,
que distantes o próximas, sonoras
allí graban su marca.
Denso el silencio trague al negro, obscuro
rumor, como el sabor futuro
sólo la entraña guarde
y forme en sus recónditas moradas,
su sombra ceda formas alumbradas
a la palabra que arde.
No al oído que al antro se aproxima
que al banal espacio, por encima
del hondo laberinto
las voces intrincadas en sus vetas
originales vayan, más secretas
de otra boca al recinto.
A otra vida oye ser, y en un instante
la lejana se une al titubeante
latido de la entraña;
al instinto un amor llama a su objeto;
y afuera en vano un porvenir completo
la considera extraña.
El aire tenso y musical espera;
y eleva y fija la creciente esfera,
sonora, una mañana:
la forman ondas que juntó un sonido,
como en la flor y enjambre del oído
misteriosa campana.
Ése es el fruto que del tiempo es dueño;
en él la entraña su pavor, su sueño
y su labor termina.
El sabor que destila la tiniebla
es el propio sentido, que otros puebla
y el futuro domina.

Jorge Cuesta
Nació en Córdoba, Veracruz, el 21 de septiembre de 1903. Su niñez, precoz y
solitaria, de pocos juegos, transcurrió tranquila con excepción del accidente
acontecido al año de nacer cuando, de los brazos de la niñera, el pequeño cayó
golpeándose en una parte muy cercana al ojo izquierdo contra el filo de una mesa.
Tiempo después, cuando Jorge contaba nueve años, fue intervenido
quirúrgicamente para dar solución a la secuela que aquel descuido había dejado en
él: un constante lagrimeo. Es esta la razón por la que en las fotos aparece con el
párpado a medio cerrar. Atraído por las matemáticas, la física, la música y la
química, después de concluir sus estudios correspondientes a la preparatoria, se
muda a la ciudad de México en 1921 y, al llegar, escribe a sus padres en espera de
la autorización para ingresar al Conservatorio Nacional y hacer realidad una de sus
aspiraciones: ser violinista. Finalmente, deja de lado esta idea e ingresa a la
Facultad de Ciencias Químicas, concluyendo su carrera profesional cuatro años
más tarde —aunque nunca llegaría a presentar la tesis, motivo por el cual no se
título. Sin embargo, esto no le impediría ejercer plenamente la pasión por la ciencia
en varias instituciones. En el año de 1924, al lado de Jaime Torres Bodet, Bernardo
Ortiz De Montellano, Carlos Pellicer, Salvador Novo, Gilberto Owen, José Gorostiza y
Xavier Villaurrutia, formaría parte del "grupo sin grupo" o el "archipiélago de
soledades"—como dijera Villaurrutia: Los Contemporáneos. Como miembro del
mismo, acepta prologar la Antología de la poesía mexicana moderna, publicada en
1928, circunstancia por la que, las críticas hechas a ésta recayeron, a la vez, sobre
él. Pero, Cuesta, no escatimando jamás en hacer frente al abanico desplegado de
las acusaciones realizadas por sus mayores detractores, es decir, a las emprendidas
por los escritores "nacionalistas" y los estridentistas —corriente de la cual formaban
parte Manuel Maples Arce y Salvador Gallardo Dávalos, entre otros— que tachaban
al grupo de cosmopolitas, sin mencionar los muchos adjetivos de que eran objeto,
redacta una carta desde París —estancia que duró tan sólo dos meses—, al director
de Revista de Revistas, Manuel Horta, exponiéndole las razones por las cuales
figuraban incluidos poetas que a él le parecían "destestables", tales como Amado
Nervo y Rafael López, mientras que, Manuel Gutiérrez Nájera, igualmente
aborrecido, no figuraba dentro de ella. El argumento, de sólidos andamios, utilizado
para defender la postura que adoptó al atender a la selección, se sintetiza en las
inteligentes líneas de esa carta y, para quienes son observadores y poseen el libro
de la Antología , en el prólogo mismo que escribió. Ese año, al llegar de Europa,
contrae nupcias con Lupe Marín, quién alguna vez fuera esposa de Diego Rivera.
En 1930, trabaja para la Subsecretaría de Educación Pública. Con posterioridad, en
1932, ya desaparecida la revista Contemporáneos, editada por el grupo (para ser
precisos, ocho meses después, en agosto), funda la más rigurosa y analítica de
México: Examen. Si en Ulises algunos de los jóvenes escritores de aquella
generación encontraron la libertad del desparpajo, -Novo y Villaurrutiadescubriendo
otros caminos, y en Contemporáneos pusieron al país a la vanguardia
de los movimientos que estaban gestándose o realizando ya en otras partes del
mundo como Francia, Alemania, Estados Unidos o España (recordemos que la
mayoría de ellos sino es que todos, eran lectores de Revista de Occidente de
Ortega y Gasset y de la Nouvelle Revue Francaise), en Examen, cuyo director era el
miembro más obstinado y batallador en cuanto a las cuestiones intelectuales se
refería, se llevó a cabo una exposición metódica de la cultura donde, a diferencia
de las otras dos mencionadas líneas antes, la política, la crítica social y la filosofía,
tenían cabida dentro de sus páginas, conjugándose con la literatura. Es éste un
indicio del advenimiento de las revistas "modernas". Examen, tuvo el honor de ser
la primera. Lamentablemente, sólo tuvieron la oportunidad de ver la luz tres
números. Maples Arce, inició una querella legal (con esas argucias leguleyas que
todos conocemos), alegando que se estaban cometiendo atentados contra la
moralidad de la sociedad en turno y que, tanto el director como ese maldiciente
autor que publicaba cierta novela a entregas -al estilo de Payno con El fistol del
diablo- debían ser consignados y procesados por la justicia (el autor del que hablo
es Rubén Salazar Mallén y la "soez" novela, Cariátide). Luego de la trifulca que
obligó a dar por terminada la revista, colabora en otras y escribe para algunos
periódicos como El Universal, y publica dos ensayos de corte político (1934): El
plan contra Calles y Crítica de la reforma al artículo tecero. En 1938, entró como
jefe del departamento de laboratorio en una industria de azúcares y alcoholes —ya
antes, a partir de 1932 y hasta 1937, había trabajado en la Sociedad de
Productores de Alcohol. Allí, absorbido por sus inclinaciones científicas, llevaba a
cabo experimentos con enzimas —de las que, se dice, llegó a inyectarse— y hacía
investigaciones con sustancias de diversa índole -a saber, entre tantas más, una
impedía la maduración de los frutos y otra permitía, después de su ingestión,
beber toda clase de alcoholes sin llegar a un estado de embriaguez. Es,
precisamente, en este lapsus de su vida, en que principia su obsesión, buscando
aquéllo que según los gnósticos había encontrado Paracelso: el elixir de la vida.
Aunque el poeta, con sus invenciones de fórmulas químicas, no tuvo la fortuna de
hallarlo, si encontró este otro proscrito: la locura -decía Dryden, "la locura es un
placer que sólo el loco conoce". Esto, aunado a otras angustias morales, lo llevaron
a una serie de instituciones asilares. En la última, cometió suicidio el 13 de agosto
de 1942, estando en la plenitud de su vida, pero ya no en la más vasta lucidez
intelectual como para discernir lo verdadero de lo ficticio -aunque, ¿quién dicta qué
es lo racional? quizá la enajenación es la ventana, más que la ventana, la puerta a
la verdadera razón, esa otra cara de la moneda que, nosotros, precisamente por
"cuerdos", no logramos evidenciar, permaneciendo una posible "realidad real"
invisible a nuestros ojos. Al quitarse la vida, contaba apenas con 38 años. En
palabras de Villaurrutia, Jorge Cuesta fue "el más universalmente armado de los
escritores del grupo, porque la filosofía, la ciencia, la estética, la crítica y la poesía,
lo atraían con la misma fuerza".

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Pálido punto de luz
Claroscuros en la educación
http://palido.deluz.mx Número 42. (Marzo 2014) Ritmo

Jorge Cuesta, el poeta que defendió la libertad creadora.


Jorge Cuesta, el poeta que defendió la libertad creadora
Jorge Cuesta, el poeta que defendió la libertad creadora
  Libros, revistas y literatura
 Efemérides
Información: JRA
Comunicado No. 1237/2013
13 de agosto de 2013
Este 13 de agosto se cumplen 71 años del deceso del autor de Canto a un Dios mineral

Aún hay mucho qué analizar del poeta Jorge Cuesta (23 septiembre 1903- 13 agosto 1942), pues sus biografías se incrementan constantemente y son generadas desde distintos aspectos, como poeta, o bien como el alquimista del grupo de Los Contemporáneos, sin olvidar que es el fundador de la crítica literaria en México.

Jorge Mateo Cuesta Porte Petit desarrolló en sus ensayos diversos razonamientos y un profundo vigor intelectual, para de esa manera sacudir los cánones de la cultura en las primeras décadas del siglo XX. El título Obras reunidas II. Ensayos y prosas varias, de Jorge Cuesta, editado por el Fondo de Cultura Económica, señala que su corta vida dejó en la literatura nacional la profunda marca de una de las inteligencias más destacadas de su tiempo.

Si bien Jorge Cuesta privilegió el soneto, su poema más ambicioso y mejor logrado es Canto a un dios mineral, obra que se pertenece a la rica tradición del poema filosófico mexicano, por lo que se le coloca en las recopilaciones del género al lado de obras como Primero sueño de Sor Juana Inés de la Cruz; Muerte sin fin de José Gorostiza; Blanco de Octavio Paz e Incurable de David Huerta.

Jorge Cuesta nació en Córdoba, Veracruz, donde realizó sus primeros estudios. En la Ciudad de México cursó la carrera de ciencias químicas. En 1927 conoció a Guadalupe Marín (entonces esposa del pintor Diego Rivera), que más tarde sería su esposa, y ese mismo año publicó su polémica Antología de la poesía mexicana moderna.

En 1928 viajó a Europa, donde estuvo en contacto con André Breton, Carlos Pellicer, Samuel Ramos y Agustín Lazo. A partir de 1930 formó parte del grupo Los contemporáneos, quienes lo llamaron El Alquimista.

Colaboró en la revista Ulises, en los periódicos El Universal y El Nacional, en las revistas Contemporáneos, Voz Nacional, Letras de México. En 1932 fundó la revista Examen. Su poesía fue recopilada póstumamente en dos ediciones, una prologada por Alí Chumacero y otra por Elías Nandino y Rubén Salazar Mallén.

Jorge Cuesta se quitó la vida el 13 de agosto de 1942, cuando tenía 38 años, se colgó con sus propias sábanas de los barrotes de la cama.

La recuperación de su obra

En el tercer tomo de la colección Obras reunidas, editado por el Fondo de Cultura Económica, uno de sus compiladores, Jesús R. Martínez Malo, señala que Jorge Cuesto ejerció una apasionada defensa de la única moral  que pregonó: la libertad del artista en el ejercicio de su acto creador, desligando al arte de cualquier atadura al servicio de intereses políticos, ideológicos y partidistas.

“Esto lo demuestra en muchos de sus textos, pero sobre todo a través de su lúcida argumentación contra la escandalosa y vergonzosa consignación de su revista –Examen–; en su polémico texto sobre Marx; en los escritos en que defendió a capa y espada la autonomía universitaria, así como en sus sólidos argumentos en contra de la implantación de las políticas culturales y educativas al servicio del nacionalismo a ultranza, tan en boga en su época.

“La mayor parte del total de la producción literaria de Jorge Cuesta fue publicada en vida por el autor en las revistas que en su momento fueron las más importantes para la difusión de la vanguardia cultural en México, es decir, al reunir en un solo tomo sus ensayos y obras varias, se ofrece al lector la oportunidad de entrar en contacto con el escritor, quien ‘piensa en voz alta’ sobre los temas que le interesaron siempre”.

Otro de los compiladores del tercer tomo de Obras reunidas, del Fondo de Cultura Económica, es Christopher Domínguez Michael, quien señala que el poeta, en su corta vida, dejó en la memoria de amigos y conocidos las marcas profundas de la amistad y de la admiración hacia una de las inteligencias más destacadas de su tiempo.

“Ningún escritor mexicano tuvo una muerte tan atroz (autocastración y suicidio) y ninguno recibió de la posteridad una reparación tan cumplida. Veinte años después de su muerte comenzó la recuperación de los papeles de un poeta y crítico que nunca publicó un libro en vida”.

Los primeros en acercarse a la obra de Jorge Cuesta fueron José Emilio Pacheco y Juan García Ponce en los años sesenta del siglo XX. A partir de entonces, prácticamente todo los escritores mexicanos contemporáneos se han acercado a su producción literaria.

“Es frecuente encontrar discusiones sobre su trabajo como poeta, sobre su caso psiquiátrico, al suicida, al químico y al alquimista, al fundador de la crítica literaria en México, al observador implacable del nacionalismo cultural y de sus mitos plásticos, al espíritu liberal que combatió por el Estado laico y lo defendió, en la educación pública y en la universidad, contra el clericalismo de derechas y de izquierdas.

“Cuesta fue quien dio forma al canon de la tradición literaria y uno de los pocos intelectuales latinoamericanos que, siguiendo a Julien Benda, denunció ‘la traición de los clérigos’, ese momento fatal cuando se olvidó ‘la obligación moral de ser inteligente’ y se puso a la crítica al servicio del comunismo y del fascismo”.

Christopher Domínguez Michael señala que Jorge Cuesta ha sido el rito de transición indispensable para entrar en la tradición crítica: de autor secreto a conciencia de una literatura, ese ha sido el destino de un hombre que, habiendo vivido en las sombras, alcanza su centenario en el mediodía.

El también crítico literario destaca que fue el primer intelectual moderno de México. “Su pensamiento crítico está arraigado en la cultura contemporánea del país como si con los años sus textos hubieran proliferado hasta poblar tupidamente el jardín del porvenir. La suya es una de las pocas victorias morales que la posteridad ha concedido a un intelectual.

“Jorge Cuesta es una referencia cultural porque tuvo razón o porque consideramos sus razones como nuestras. Esa empatía la provoca el ejercicio de la crítica moderna en las condiciones de un contexto que no la acepta como tal. Parece que el escritor no fue comprendido en los años treinta del siglo pasado por lo que sería aberrante que el presente no intentara pagar una deuda tan grande”.

Chistopher Domínguez comenta también que la critica literaria de Jorge Cuesta fue el objetivo de la mayoría de sus ensayos, e inclusive leyéndolos como formas estáticas que relacionen autoras y obras, “estamos ante un caso notable de la perspicacia estética. Su obra resiste la prueba de la actualidad.

“Si entendemos al critico sólo como aquel que establece personalmente una jerarquía de valores, la atingencia de este autor sorprende por su afirmación en el gusto contemporáneo. Recordarlo es un homenaje y una forma de intentar corregir esa situación”.

Fuente:
http://www.cultura.gob.mx/noticias/libros-revistas-y-literatura/28516-jorge-cuesta-el-poeta-que-defendio-la-libertad-creadora.html

martes, 23 de agosto de 2016

Xavier Villaurrutia es el poeta del deseo, la soledad y el temor: Anthony Stanton.


Xavier Villaurrutia es el poeta del deseo, la soledad y el temor: Anthony Stanton

RMM
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  Libros, revistas y literatura
Información: LCL
Comunicado No. 1218/2013
08 de agosto de 2013
El investigador de El Colegio de México realizó el estudio La rosa de Villaurrutia que se incluye en Nocturna Rosa de Xavier Villaurrutia una edición facsimilar del poema editada por la Dirección General de Publicaciones del Conaculta
El volumen será presentado el domingo 11 de agosto a las 12:00 horas en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes
La poesía de Xavier Villaurrutia es actual, intensa, estética, fantástica, cercana a los mitos, a los sentimientos y a la vida instintiva, por eso conecta directamente con los sentimientos del lector actual, expresó el investigador y profesor de El Colegio de México Anthony Stanton quien realizó el estudio La rosa de Villaurrutia incluido en Nocturna Rosa de Xavier Villaurrutia, una edición facsimilar del poema de la Dirección General de Publicaciones del Conaculta.

Este libro contiene la primera impresión del poema Nocturna Rosa —edición de un tiraje muy peculiar ya que sólo constó de 11 ejemplares que el poeta dio a sus amigos más cercanos— tal y como fue publicado el 24 de febrero de 1937: a color (rojo y negro), en su tamaño original (30.5 x 21.5 centímetros) y con un dibujo del pintor Fernando Lazo que lo ilustra: una cabeza cortada e invertida que remite al retrato del poeta.

“Una versión del poema que muestra que es una joya, un poema bello, intenso, vivo y actual a pesar de tener más de 76 años. Un poema que comunica muy bien con el lector actual y de cualquier edad por las sensaciones que despierta, porque resume la visión que tenía Xavier Villaurrutia de la poesía y porque es una muestra excelente de cómo escribir un poema completo que se sostiene solo”, añadió el profesor.

Esta edición facsimilar de Nocturna rosa está divida en dos secciones: la primera presenta el poema y la segunda desarrolla el estudio realizado por Anthony Stanton: La rosa de Villaurrutia.

Ambas partes permiten conocer al lector como este poema consta de 53 versos agrupados en 10 estrofas, a través de los cuales Xavier Villaurrutia intentó retratarse, “como lo que es: un poeta intenso, un poeta del deseo, de la fascinación, de la soledad, de los juegos de palabras, del miedo, de la fascinación y de la angustia, temas fuertes pero con los que se identifican muchos de los jóvenes de ahora”, añadió el también miembro del Instituto Internacional de Literatura Iberoamericana.

En las primeras cuatro páginas del libro, el lector podrá conocer este poema que con un lenguaje neutro y de palabras comunes, por un lado habla de un estereotipo, un cliché: la rosa, símbolo de la belleza y  del amor, y por el otro, concentra los intereses y las obsesiones de Xavier Villaurrutia: la unión de los contrarios, el erotismo, el deseo y la soledad.

“Es curioso —añade el especialista— que un poeta en 1937 haya escogido este símbolo para decir ‘yo también hablo de la rosa’ pero en una forma de reto, ya que la consideraba como algo marchito, estereotipado, un cliché, al que él le inyectó un nuevo sentido para dar origen a una poesía personal, original y distinta que también habla de temas universales.

“El lector descubrirá que se trata de un poema que provoca una complicidad y que muestra que Villaurrutia es un poeta de interiores, de la alcoba y solitario, que no celebra la épica, el nacionalismo, ni hace una poesía social ni política, porque nunca comulgó con el nacionalismo revolucionario que fue la corriente dominante en los treinta, que es cuando escribe este poema”.

La segunda parte del libro expone el estudio del doctor en literatura hispanoamericana Anthony Stanton: La rosa de Villaurrutia que sirve como epílogo del libro. En esta sección el investigador aborda de forma breve el marco histórico y literario del poema, su estructura y el lugar que ocupa dentro de la obra total del poeta.

También habla de los estudios dedicados a este poema, por ejemplo, el primero, realizado por Enrique Caraciollo-Trejo de 1986 que propone una lectura filosófica del poema y otro más extenso de Arturo Cantú del año 2002 que ofrece una lectura metapoética del mismo.

Conversa sobre los escritores y obras que influyen en la obra de Xavier Villaurrutia, entre los que destacan Ramón López Velarde y el ensayo titulado La rosa de Cocteau publicado en 1933, el cual el poeta leyó en diversas ocasiones y en el que descubrió muchos de los símbolos predilectos del poeta, novelista y dramaturgo Jean Cocteau que más tarde se vuelven sus símbolos personales: ángeles, rosas, espejos, estatuas.

“Vemos que Nocturna Rosa se trata de un poema que refleja su arte poético, que habla de lo que para él es la poesía y que explota el lugar común, hace alusiones a diversos poetas y corrientes místicas. Descubrimos que se trata de un texto a través del cual Xavier detona una dimensión mítica, ritual y sagrada de la palabra, y al mismo tiempo, refleja que es un poeta intelectual y consciente de lo que está diciendo y viviendo”.

Finalmente Anthony Stanton destacó que el objetivo de este libro es despertar el interés del lector por la obra de Xavier Villaurrutia, en especial por este poema que le mostrará una visión diferente “de lo que es el deseo, la soledad, la angustia y la fascinación por las palabras, es decir, cosas que vive a cada instante. Además de que lo invita a descubrir lo que es poesía: un género literario que llega al corazón y conmueve”.

lunes, 22 de agosto de 2016

Salvador Novo.


Salvador Novo, un escritor muy original dentro de los moldes clásicos: Hugo Gutiérrez Vega
Libros, revistas y literatura
Efemérides
Información: AGB
Comunicado No. 41/2014
12 de enero de 2014
Este 13 de enero se cumplen 40 años del fallecimiento del escritor, poeta, cronista y dramaturgo integrante del grupo de los Contemporáneos


El escritor, poeta, cronista y dramaturgo Salvador Novo (Ciudad de México, 30 de julio de 1904 — Ibídem, 13 de enero de 1974), cultivó prácticamente todos los campos de la literatura.  Galardonado con el Premio Nacional de Literatura en 1967, nombrado Cronista Oficial de la Ciudad de México y miembro de la Academia Mexicana de la Lengua, Salvador Novo fue un autor vanguardista y miembro del grupo los Contemporáneos.
A 40 años del fallecimiento de Salvador Novo, el poeta Hugo Gutiérrez Vega, recordó que Novo, “en una época de misoginia máxima, era efectivamente un lobo estepario, un lobo solitario y al mismo tiempo, muy famoso y muy solicitado, muy admirado y muy zaherido”.
En entrevista con el Conaculta, precisó que el legado de Salvador Novo es múltiple: “primero, su poesía, la poesía juvenil y después la poesía satírica. El segundo, un libro bellísimo, La nueva grandeza mexicana (1946), que recoge su idea de la historia del país y de la grandeza cultural del país”.
Su tercer legado, comentó Hugo Gutiérrez Vega, recientemente galardonado con el Premio Nacional de Ciencias y Artes en el campo de Literatura y Lingüística, fue su labor en el teatro: “como director, como dramaturgo, en todos sentidos enriqueció al teatro mexicano y por último, su figura como cronista con aspectos muy valerosos, sobre todo en defensa de su sexualidad y de la sexualidad libre”.
En sí, Salvador Novo, dijo, fue un “incendiario de joven y bombero de viejo, en sus últimos años ya no era el hombre valeroso y provocador que fue, pero en fin estas cosas suceden. Haciendo la síntesis, el poeta joven, el poeta satírico, el cronista de la grandeza mexicana y de los viajes por el país, el dramaturgo y promotor teatral y por último el cronista de la ciudad”.
Salvador Novo participó activamente en la renovación de la literatura mexicana, pues formó parte del grupo Contemporáneos, fundado en 1928 y donde militaban figuras de la talla de Jaime Torres Bodet, Bernardo Ortiz de Montellano, Enrique González Rojo, José Gorostiza, Carlos Pellicer, Gilberto Owen, Jorge Cuesta y Xavier Villaurrutia.
Tayde Acosta, investigadora de la UNAM, precisó que en 1927 “este grupo se denominó grupo de Ulises y con la colaboración de Antonieta Rivas Mercado, publicaron la revista Ulises y un año después formaron el Teatro de Ulises, que fue el primer teatro moderno de México”.
Se trataba del teatro más vanguardista del momento a nivel internacional, señaló el investigador y crítico literario Sergio Téllez-Pon. Los Contemporáneos “fueron los principales impulsores de que ese teatro llegara a México, esto en respuesta al teatro que se venía montando en México, que era un teatro del porfirismo, dramático, español, decadente o de zarzuela, con espectáculos bastante banales”.
Para traer a los dramaturgos más importantes del momento y montar sus obras en nuestro país, el grupo tenía además que traducir las obras, por lo que el Teatro de Ulises, se convirtió en “un suceso y un escándalo en su época”, indicó Sergio Téllez-Pon.
De hecho, agregó el también colaborador de la revista Tierra Adentro, los Contemporáneos, quienes además editaron una revista con ese nombre, “siempre fueron vanguardistas: el teatro, la revista, la poesía, fueron una especie de bocanada de aire fresco dentro de este ambiente mexicano, que estaba anquilosado y también veían que la Revolución Mexicana, no cuajaba, no traía la vitalidad revolucionaria o cultural que se necesitaba, ellos tomaron esa bandera y ellos fueron los revolucionarios intelectuales del país”.
Como poeta, Salvador Novo es uno de los más importantes del siglo XX y por fortuna, refirió Sergio Téllez-Pon, “es uno de los poetas más leídos, tanto en su poseía seria, escrita para un público amplio, como su poesía satírica”, la cual se leía en círculos cercanos al escritor “porque él mismo distribuía sus poemas entre sus cuates”.
Por ello, estos poemas satíricos no eran muy difundidos, sin embargo, en años recientes estos textos han adquirido un gran realce y “las dos partes, la parte seria y la satírica se complementan y lo hacen todavía más leído como poeta”.
Tayde Acosta apuntó que la parte de la sátira de Salvador Novo es sumamente interesante, pues, por ejemplo, en la década de los veinte, los Contemporáneos y Diego Rivera tenían un pleito casado y de hecho, el muralista pintó a Salvador Novo con orejas de burro en una de sus obras.
En respuesta, el poeta escribió La Diegada “una sátira terrible donde ataca a Diego Rivera, Lupe Marín y Frida Kahlo. A Salvador Novo, que era un caballero y un hombre muy educado, había gente que le temía por su lengua, era temible, pues tenía la facilidad para atacar a la gente, en prosa y en verso”.
Entre los poemas más importantes de Novo se encuentran XX Poemas, Espejo y Nuevo Amor, de 1933, que se considera el más grande poema homosexual, ya que Novo fue un pionero de la libertad sexual.
“Sin duda –comentó Téllez-Pon– Novo como homosexual es fundamental, es importantísimo, es uno de los primeros en manifestarlo abiertamente, sin ningún pudor, ninguna restricción social, ni moral, ni intelectual, Novo desde muy joven lo cuenta en La estatua de sal, sus memorias inconclusas, vivió su homosexualidad con total libertad y sin ningún recato (…) fue un vanguardista, un activista gay. Con su sola personalidad, con su sola presencia, con su sola libertad, lo consiguió”.
Para Gutiérrez Vega, en esta parte Novo fue totalmente vanguardista, pues “fue un pionero de la libertad gay, valerosísimo, se enfrentó a una sociedad machista y homofóbica, inclusive fue objeto de toda clase de burlas, enfrentó esas burlas, aunque en lo que se refiere a su tarea literaria, no le llamaría vanguardista, diría que era un escritor muy original dentro de los moldes clásicos”.
También Taydé Acosta considera que Salvador Novo “estuvo súper adelantado a su momento, él nunca ocultó su homosexualidad, como en el caso de sus compañeros que fueron más discretos, como Xavier Villaurrutia, Novo no, desde los años veinte comenzó; de entrada vivía plenamente su vida privada, no dejaba pasar la oportunidad para referirse a su homosexualidad y lo mencionó en sus primeros libros de relatos, aventuras que tuvo en Estados Unidos, él decía su condición y además sí hacía como exhibición, era excéntrico”.
La especialista, recordó que a Novo le gustaba vestir con muchos colores y en la época en que tuvo que empezar a usar peluquín, lo utilizaba de diferentes colores, como el anaranjado y al final, en la década de los sesenta, comenzó a llevar anillos enormes en todos los dedos.
Por otro lado, la obra en prosa de Salvador Novo también es de suma importancia. Tayde Acosta señaló que “en principio, porque era un gran escritor, tenía una prosa magnífica, escribía muy bien y, además, de muy fácil acceso, porque es riquísima su escritura, cuando lo lees te diviertes, lo disfrutas muchísimo”.
Return Ticket editado por Cvltvra en 1928, Nueva grandeza mexicana editado por Hermes en 1946 y La estatua de sal publicado por Conaculta en 1998, dijo, “son libros de relatos y memorias del propio Novo que también son una pequeña historia de la ciudad de México”.
Además escribió, con artículos y crónicas, los libros La vida en México en el periodo presidencial de Lázaro Cárdenas; de Manuel Ávila Camacho; de Miguel Alemán; de Adolfo Ruiz Cortines; de Adolfo López Mateos; de Gustavo Díaz Ordaz y de Luis Echeverría.
Se trata de relatos donde, precisó la investigadora de la UNAM, “Novo habla de la Ciudad de México, de la sociedad, de arte, de política, de deportes, de espectáculos, de comida, de teatro, de cine, de moda, de literatura, como su nombre lo dice, son relatos de todo el medio social durante los diversos periodos presidenciales, y no sabes qué delicia es leer esto, te enteras de todo y aprendes muchísimo, pero sobre todo se disfruta mucho conocer ese México del siglo XX”.
Para Sergio Téllez-Pon, una parte importantísima de la obra de Salvador Novo es La estatua de sal, sus memorias inconclusas que se publicaron en 1998. “La verdad es que la prosa de Novo es deslumbrante, su forma de escritura, en particular en La estatua de sal, es de una delicia, de un gozo, es deslumbrante, te atrapa inmediatamente, cuenta cosas tan chuscas y divertidas, gracias a su gran prosa”.
Pero una parte central de su legado, agregó el especialista, es también la crónica. “Ahora que hay este boom de la crónica, uno de los pilares de esta tendencia, sin duda, es Salvador Novo, eso lo convierte en un visionario, que supo ver en la crónica un género totalmente flexible, entre el ensayo y la narrativa”, a pesar de que en aquellos años, era un género relegado en la literatura, considerado más propio para el periodismo.
Novo es uno de los cronistas más importantes y destacados del México contemporáneo, lo que le valió ser nombrado Cronista Oficial de la Ciudad de México, en 1965 por el presidente Gustavo Díaz Ordaz, con lo cual la calle en que vivía en Coyoacán, tomó su nombre.
Sergio Téllez-Pon destacó que “con ese título hacía muchísimas cosas, estaba encargado de escribir textos que rescataran la historia de la ciudad de México”, pero también escribió crónicas de viajes, por ejemplo Continente vacío, donde relata sus periplos por Buenos Aires y Montevideo, donde conoció a Federico García Lorca y con el cual tuvo un romance, además de otros viajes a Jalisco, Michoacán y hasta Hawai, textos que para el especialista “son riquísimos”.
Salvador Novo también tuvo, a lo largo de su vida, una gran pasión por el teatro. Luego de crear el Teatro de Ulises, fundó el teatro La Capilla, en Coyoacán, donde montó por primera vez en México Esperando a Godot, de Samuel Beckett, lo que muestra lo vanguardista que era.
En 1932 Salvador Novo participó en la formación del Teatro de Orientación; en 1947 junto con Xavier Villaurrutia, Celestino Gorostiza y Clementina Otero, formó la Escuela de Arte Teatral de Bellas Artes, donde además ellos eran profesores y también fue el primer director de la Coordinación Nacional de Literatura de Bellas Artes, que en esa época se denominaba  Departamento de Teatro y Literatura.
También fue director de Teatro del INBA “y allí le dio foro a jóvenes dramaturgos que después fueron muy importantes, como Emilio Carballido y Sergio Magaña, les abría las puertas a jóvenes que traían una nueva mentalidad con respecto al teatro”, precisó Téllez-Pon.
Pero el escritor y poeta también incursionó en la televisión y la publicidad y de hecho se le adjudica la autoría del slogan “remoje, sacuda y tienda”, que eran los tres pasos para el uso de un detergente de ropa.
Hugo Gutiérrez Vega, Sergio Tellez-Pon y Tayde Acosta, consideran de suma importancia fomentar la lectura de toda la obra de Salvador Novo pues, aunque su poesía completa nunca ha sido publicada, fue el primer poeta mexicano del que se tradujo un libro completo al inglés en 1935.
Pero además, como señaló Carlos Monsiváis, en el marco del centenario del nacimiento de Salvador Novo: “El gran legado es lo que el concepto ‘Salvador Novo’ engloba: una prosa enérgica, divertida, renovada, barroca; una poesía de múltiples facetas; una mirada sobre la ética liberal en el país del capitalismo salvaje sin conciencia de culpa; un testimonio único sobre la condición gay en el México de la primera mitad del siglo XX (su crónica autobiográfica La estatua de sal y sus sonetos en contra y a favor de sí mismo); una actitud de desafío que mantiene casi intacta por tres décadas; una poesía de la confesión aparente y del orgullo al cabo de todas las proclamaciones de derrota.  Y a esta enumeración del legado, agréguense las vivencias de cada uno de los lectores”.
Fuente:
http://www.cultura.gob.mx/noticias/libros-revistas-y-literatura/31657-salvador-novo-un-escritor-muy-original-dentro-de-los-moldes-clasicos:-hugo-gutierrez-vega.html

domingo, 21 de agosto de 2016

Ricardo Menéndez Salmón. Premio Biblioteca Breve 2016.


Ricardo Menéndez Salmón.
Premio Biblioteca Breve 2016.
En una época futura, nuestro planeta se ha convertido en un archipiélago en el que conviven dos fuerzas: los Propios, súbditos de las islas, y los Ajenos, desterrados tras disputas ideológicas y económicas. Dentro del Sistema existe una isla llamada Realidad, donde el Narrador vigila la probable aparición de los enemigos del orden. Pero a medida que éste se agrieta y el centinela pierde sus certezas, el Narrador se convierte en un hombre peligroso, en un pensador incómodo.
Combinando lo íntimo con lo político, la privacidad con la Historia, El Sistema se asoma a lo distópico, la alegoría, la investigación metafísica y la lectura apocalíptica. En sus páginas tienen cabida asuntos como la pregunta por la identidad, el miedo al Otro, la búsqueda de un relato que nos permita interpretar la complejidad del mundo, e incluso la posibilidad de un tiempo poshumano.
Fuente: N.N.

El sistema. (FRAGMENTO).
Ricardo Menéndez Salmón

«Una novela de ideas, de enorme ambición intelectual y literaria, que abre nuevos caminos en la narrativa contemporánea.»

JURADO DEL PREMIO BIBLIOTECA BREVE 2016


José Manuel Caballero Bonald

Pere Gimferrer

Manuel Longares

Elena Ramírez

Clara Usón


 A Eva Ervas
Pondus meum amor meus; eo feror quocumque feror


 
Ninguna escritura que afecte a la existencia de un tema secreto puede escapar ella misma al secretismo. Con el tiempo se acaba confiriendo un culto ya no solamente a la figura primaria, sino también al documento.

DON DELILLO,  La estrella de Ratner


 
EN LA ESTACIÓN METEOROLÓGICA


 
El Sistema es un archipiélago.
Los textos acerca del tiempo humano mencionan cuatro épocas: Protohistoria, Historia Antigua, Historia Moderna e Historia Nueva. El Sistema no existe durante la Protohistoria. En ese periodo sólo existe la Naturaleza y, dentro de ella, un animal que comienza a escapar del frío, el miedo y la extinción prematura a duras penas, mediante el empleo de útiles, la reunión en tribus, la adopción de estrategias de caza y pesca.
Con la Historia Antigua aparece la escritura, se desarrollan los cultivos y la agricultura, la domesticación de animales. Nacen las primeras ciudades. La religiosidad se organiza. Florecen las legislaciones. El Sistema comienza a perfilarse. Se expandirá en la Historia Moderna y se afianzará durante la Historia Nueva hasta alcanzar su actual forma.
El Sistema era antes distinto: continentes, federaciones, países. Hoy, como queda dicho, es un mosaico de islas. Las guerras ideológicas han favorecido dicha fragmentación; las contiendas económicas la han acentuado. Las islas poseen nombres muy diversos. Números o acrónimos; personalidades antaño importantes; sustantivos. El nombre de la isla del Narrador es Realidad. Así se llamaba ya en la Historia Moderna y desde entonces conserva esa denominación. A sus habitantes les gusta decir que entre el pasado y el futuro, lo habido y el porvenir, la nostalgia y el deseo, ellos viven en Realidad.
Son gramáticos ardientes, severos.
En la isla, por ejemplo, el uso de la letra mayúscula es importante. Existe Consejo. Existe Ejército. Existe Rey. El grueso de la población lo forma una masa de técnicos, funcionarios, obreros. Niños y niñas reciben una educación común. Se estimulan virtudes como la templanza y la tenacidad. También se pondera como un valor cierta indiferencia ante el sufrimiento. Se nace en casa, se vive en familia, se muere sin dolor.
Hace tiempo, mucho, que la mayoría de los realistas ha dejado de soñar.

Circulan rumores acerca de la descomposición del Sistema. Se habla de tumultos en el Dado, núcleo desde el que emana el poder, se codifican las leyes, se dictan derechos y deberes. Se pronuncian palabras cuya sola mención provoca espanto: mutilación, horca, canibalismo.
Escéptico por educación, el Narrador se limita a tomar nota de estos rumores. Los consigna sin que le tiemble el pulso, pero sin darles excesiva importancia. La vida en Realidad no se ha visto alterada por lo que pueda estar sucediendo en el Dado. De allí siguen llegando instrucciones y memorandos. Todos comparten parecidos móviles: cómo legislar, para quién hacerlo, de qué precaverse.
Porque la naturaleza del Sistema es la coerción; su objetivo, la seguridad. Las islas del Sistema han aceptado esta ecuación como indiscutible. Garantizar la seguridad de sus súbditos es el empeño principal del Sistema. El Sistema tiene como única responsabilidad lograr que sus fieles vivan a salvo. Felicidad, libertad o justicia son derechos que sólo pueden emanar de una seguridad previa.
El Narrador, que conoce a fondo la Historia Moderna, sabe que en esa época esta ecuación no siempre se respetó. A consecuencia de ello hubo guerras devastadoras, nacieron movimientos violentos que amenazaron con destruir toda idea de equilibrio, se produjeron revueltas que, amparándose en la defensa de determinadas convicciones, trajeron colapso y muerte.
Los rumores acerca del derrumbe del Sistema son cíclicos. En rigor se desconoce de dónde proceden ni qué persiguen. El Narrador, cuyo escepticismo no implica una inteligencia negligente, ha dedicado muchas horas a reflexionar sobre este asunto.
Su conclusión, que no ha compartido con nadie, es que el propio Sistema difunde estos rumores.

Realidad es una isla en forma de rectángulo casi perfecto, un capricho de la geología. Su aspecto, que parece nacido del molde de un artesano antes que del conflicto permanente entre la tierra y el mar, hace fácil su defensa. Ello, sin embargo, no disuade a los Ajenos de intentar acceder a su territorio. Incluso las islas en apariencia inexpugnables se han convertido en objetivos.
A comienzos de la Historia Nueva, el Sistema definió una doble categoría: los Propios, súbditos de facto y de iure, y los Ajenos, personas extrañas al conglomerado de islas, cuerpos residuales que las disputas ideológicas y económicas habían purgado. La prosa oficial habla de aliados y enemigos. El vulgo lo traduce de forma drástica, con contundencia pronominal: nosotros y ellos.
Los desmanes de finales de la Historia Moderna exigieron por parte del Dado un ordenamiento estricto y claro de la pertenencia. Qué quedaba dentro del Sistema; qué debía permanecer fuera de sus fronteras. Esta enseñanza, que es dogma en el seno de las comunidades sistémicas, supone la primera revelación que escuela y padres transmiten a las nuevas generaciones. El problema es que, en apariencia, la categoría de los Ajenos no cesa de crecer. Los rumores sugieren que Realidad y buena parte de las islas que la rodean ya no son otra cosa que fortalezas sitiadas. El mar y cuanto contiene se ha convertido en un enigma pavoroso.
El Narrador habita la Estación Meteorológica 16, un cubo de piedra, cemento y cristal dispuesto al borde de un acantilado. Convertido en guardián de este pedazo de isla, enfocando sus prismáticos hacia el horizonte, aguarda día tras día por si a lo lejos, como una mancha sobre la piel, los Ajenos aparecen.
El Narrador, pues, es sólo Narrador por vocación. Su oficio, en esta plaza fuerte de Realidad, es el de vigía, centinela, delator.

La jornada del Narrador discurre metódica. Se levanta muy temprano, en torno a las cinco de la mañana, se asea y hace gimnasia, desayuna, consulta el sismógrafo, el barómetro y el medidor de presencias. Dedica entonces un par de horas al estudio de la Historia Moderna —su devoción— y de la Historia Nueva —su deber—, revisa los informes llegados del Dado durante la noche previa e invierte el resto de la mañana, antes de la comida, en mantener en orden la Estación. La 16 consta de un dormitorio, una cocina, un aseo y un cuarto de estudio. Su perímetro está rodeado por una terraza. En ella el Narrador ha plantado romero y lavanda. Acabada la comida, se permite una siesta antes de recorrer la extensión de terreno correspondiente a la Estación. Vigila que los perros reciban agua y alimento, comprueba el buen orden de las cisternas, los depósitos de gasolina y queroseno, la cabaña de revelado y diagramación. A media tarde dedica unos minutos a su cuaderno. En algún momento antes de la cena telefonea a su mujer y habla con sus dos hijas. Las tres mujeres lo visitan el último fin de semana de cada mes. Al Narrador le pesa esta lejanía, aunque la acata con estoicismo. Tras la cena, cultiva una de sus pasiones: el ajedrez, en cuya tradición es un experto; la filatelia, un placer heredado de su padre; o la lectura de novelas, actividad a efectos prácticos inexistente en el Sistema desde las grandes persecuciones de la Historia Nueva, pero que frecuenta con una constancia no exenta de inconvenientes, tanto para su economía (las novelas no son fáciles de conseguir) como para su bienestar (en las novelas la vida es siempre distinta a la vida en Realidad). El Narrador duerme pocas horas. Su sueño es pesado, de bruto, sin goce.

Anoche, mientras descansaba, junto a las habituales órdenes emanadas del Dado, el lector de sucesos filtró el comunicado de alguien llamado V2: «A todos los Puntos Calientes, Observatorios de Aves, Puestos de Frontera, Últimos Hombres Libres y Estaciones Meteorológicas del Sistema. Disturbios en las islas meridionales. Hambre. Saqueos. Destrucción de bancos, hospitales, cárceles. Codicia. Rapiña. Caos. Las cosas se están volviendo clandestinas. Repetimos: las cosas se están volviendo clandestinas. Nos regocijamos».
El Narrador intenta proseguir su jornada como si el comunicado no hubiera existido, pero le resulta imposible. Su habitual escepticismo se ve perturbado. Sus estudios de Historia Moderna e Historia Nueva se resienten. Apenas puede disfrutar de la comida y de la siesta. Distribuye sin tino el alimento para los perros y comete errores en la transcripción de datos. No telefonea a su familia.
El Sistema vive en el alambre. A medida que se acentúa, su fortaleza genera un vivero de antagonistas. Algunos intérpretes señalan que en esa paradoja se esconde su dramático destino. Porque al desarrollarse, fortalecerse y aspirar a la perpetuidad, el Sistema crea los elementos que lo destruyen. Como el cáncer, el Sistema es una floración incontrolada de ansia por perdurar, de eternidad celular.
La noche es muy bella cuando el Narrador apaga la luz de lectura y decide dormir. Sin embargo, el insomnio lo arroja a la terraza. Por un instante, al contemplar las estrellas y escuchar el sonido del mar, toda preocupación se borra: los legajos antiguos, los argumentos ad hominem, la miseria posible y la posible grandeza, el fulgor de tiempos remotos, la mera existencia de un porvenir.
Todo. Absolutamente todo.

El día discurre bajo el hechizo de la comunicación de V2. El final del dictado («Nos regocijamos») turba de modo especial al Narrador. Esa alegría en el desastre lo desasosiega. Abriga además la certeza de que el comunicado es auténtico por partida doble. No sólo está convencido de que no procede del Sistema, como una de esas falsas declaraciones empleadas por el poder de manera interesada para más tarde desmentirlas en beneficio propio, sino que admite que cuanto insinúa es cierto. El escepticismo del Narrador parece agrietado.
Al Narrador le es familiar la idea de Caída. Su pasión por la Historia Moderna le ha enseñado que la Caída constituye de hecho la piedra angular del progreso. Pero la idea de ser contemporáneo a esa Caída introduce un elemento novedoso. No es lo mismo leer Historia que protagonizarla. De pronto, en su atalaya de observador, la Estación Meteorológica 16 se convierte en algo más que un puesto de control. Se transforma en un lugar donde las cosas pueden suceder.
De tarde, se recibe una comunicación del Consejo de Realidad. Las perturbaciones que el Sistema experimenta hace días se deben a Ajenos que han logrado sortear determinados mecanismos de control hasta suplantar personalidades de Propios y difundir informaciones falsas. Este acceso de los excéntricos a una inesperada forma de tecnología provoca en el Narrador una sincera alarma.
El mar es una alfombra muda, muerta, que no atesora ningún tipo de vida. Por segundo día consecutivo no telefonea a su familia. De noche, antes de dormir, reproduce en el tablero la Anderssen-Kieseritzky, la Inmortal de Londres, 1851.
Es la única paz de la jornada.

Realidad está dividida en diecisiete Sustancias. Cada Sustancia tiene un Atributo y varios Accidentes. El Narrador nació, creció, estudió, se casó y fundó su familia en el Atributo de Sustancia 16. Sustancia 16 es una de las divisiones menos extensas y habitadas de Realidad. Es una Sustancia con una naturaleza espléndida, una tierra fértil y un clima benigno. El vigor de Sustancia 16 fue grande hasta hace décadas, pero una profunda crisis en sus sectores principales —minería, pesca, siderurgia— hizo que la demografía se estancara, la economía se resintiera y se produjera un éxodo de población hacia Sustancias más prósperas. Sustancia 16 es hoy un parque temático de su vencido esplendor, un territorio que sobrevive por inercia, y en el que la belleza del entorno no hace sino acentuar la tristeza de los corazones. Los emigrados de Sustancia 16 marchan de su tierra con pesar. Pero nunca regresan.
El Narrador es consciente de que su puesto en la Estación es un hito menor dentro de la gran contabilidad de Realidad y, por extensión, dentro de la gigantesca contabilidad del Sistema. Ello no es obstáculo para que desempeñe su tarea como si fuera el último baluarte frente a los Ajenos. Quizá por ello está disgustado consigo mismo, con la poca eficacia mostrada ayer durante el trabajo. Prevenido en consecuencia, hoy cumple sus obligaciones a entera satisfacción. También la de telefonear a su familia. Como la Estación sólo puede realizar llamadas, pero no recibirlas, le es sencillo escudarse tras una mentira para justificar su defección de los dos últimos días.
—La línea no funcionaba —dice a su mujer sin que la voz tiemble.
El Dado permanece en silencio durante la jornada. El Narrador se acuesta con sensación de fiebre en la piel. Y piensa en una bella, antigua palabra: melancolía.

El medidor de presencias se activa de madrugada. El reloj de dígitos fosforescentes señala una hora inolvidable: 03.33. El Narrador salta de la cama para dirigirse hacia la cabaña de revelado y diagramación. Los perros lo reciben con una salva de ladridos, aunque el olor familiar calma pronto su inquietud.
Dentro del sector noroeste de Sustancia 16, cerca del punto más septentrional de Realidad, se detecta una presencia. Su pulso en la pantalla verdinegra es visible durante horas, inmóvil en su cuadrante pero activo. Luego, mientras el sol regala sus primeros rayos, se desvanece para no regresar.
El Narrador abandona la cabaña para escrutar el horizonte con sus prismáticos. Como era de esperar, el mar le devuelve una mirada inerte. El hambre lo conduce al interior de la Estación, donde desayuna con apetito de lobo, como si la tensión acumulada hubiera disparado su necesidad de alimento.
En su comunicado al Sistema, el Narrador mantiene un tono neutro, cifrando con exactitud las horas de aparición y desaparición del pulso. No se permite conjeturas. El Dado metaboliza la información con asepsia: «Notificación procesada. Permanezca atento». El resto del día lucha contra el sueño, y su siesta es desacostumbradamente larga. Despierta de ella con migraña y náuseas. La jornada transcurre por lo demás monótona, a pesar del buen tiempo y del aire suave y limpio.
Por la noche, al teléfono, se muestra esquivo y no comenta con su esposa el incidente de la presencia. Antes de dormir, la lectura de uno de los más reputados novelistas de Realidad lo confirma en sus certezas. La literatura, en la isla, ha sido siempre una rama del folclore.

Tras haberlos recogido en el cercano aeródromo, un vehículo del Ejército traslada a los ingenieros hasta la Estación. Ambos son militares, oficiales de rango: un capitán y un teniente. Y los dos son parecidísimos, como piezas nacidas de un mismo troquel. Entregan al Narrador una cédula de acogida y residencia para catorce días. Vivirán en la cabaña. El Narrador queda bajo sus órdenes durante este periodo, aunque puede consultar en caso de duda a la delegación del Consejo en Sustancia 16.
El capitán menciona la palabra rutina. Al Narrador la palabra rutina y una estancia de catorce días le parecen cantidades no homogéneas, un círculo cuadrado, pero prefiere callar. Los ingenieros comienzan a despachar entre sí en su jerga; el Narrador les da la espalda con alivio. No los vuelve a ver durante el resto del día.
El Sistema ha desarrollado desde la implantación de la Historia Nueva una hipertrofia tecnológica. Los saberes humanistas, el arte y la literatura se han convertido en antiguallas piadosamente toleradas. El saldo de la cuenta arroja una desproporción cada vez más acusada entre el progreso científico y las satisfacciones intangibles. La alegría, por ejemplo, ha menguado de forma simultánea al despliegue de las conquistas micro y macrofísicas. Nunca como hoy el hombre ha estado tan solo entre la materia atómica y la estelar. Porque desvelando los misterios de ambas, parece haberse olvidado de sí mismo.
Estos pensamientos asaltan al Narrador mientras se refugia en su cuaderno. Allí ejerce de librepensador, una profesión por lo que sabe peligrosa. Hay hogueras en su memoria donde esos pioneros ardieron hace tiempo.

Los ingenieros permanecen ocultos. El Narrador apenas llega a verlos tras la comida, cuando hacen mediciones con un teodolito en torno a los depósitos de gasolina y queroseno.
El aburrimiento como suceso principal. Un tedio generoso, del tamaño exacto de la esfera del reloj, que devuelve al Narrador la evidencia que los acontecimientos de días pasados le han hecho olvidar. Que en la Estación casi nunca sucede nada; que su vida lleva tiempo convertida en este desagüe de horas vacías, en la consulta de pantallas de plasma que transmiten datos monótonos, palabras mil veces reiteradas, una burocracia no sólo sin alma, sino también sin rostro.
Su padre, que fue un hombre paciente, tanto que hizo de esa virtud un color que se extendió sobre sus actos, el gris de la prudencia, le legó al morir un álbum de sellos. El Narrador contempla esas obras de arte que transcurren invisibles para millones de Propios, objetos útiles y a la vez delicadísimos, y que han sido capaces de trascender el tiempo a pesar de estar fabricados con los más humildes materiales.
Su mujer le habla de noche con una voz no muy distinta a la de los comunicados del Sistema. El cariño como otra rutina combustible, que se alimenta del oxígeno de los días, consumiéndose en una llama sin belleza ni calor. Piensa en los primeros días de su vida en común y se siente extraño, como si hubiera invadido la intimidad de otra persona. El álbum de sellos no le trae alivio tras la conversación. Fuera, bajo la noche inmune, una luz palpita en la cabaña de revelado y diagramación.

sábado, 20 de agosto de 2016

La fuerza de la concisión en LETRA ESPINA: el último libro de Vilma Vargas Robles.


LA FUERZA DE LA CONCISIÓN EN “LETRA ESPINA”: EL ÚLTIMO LIBRO DE VILMA VARGAS ROBLES. Por Guillermo Fernández. 

La voz poética de Vilma Vargas Robles nos ha parecido siempre desprovista de todo artificio o estereotipo. Se trata de una poesía humanizada y centrada en los motivos que aquejan a cualquier persona pensante y sensible de nuestra sociedad, con sus limitaciones e impotencias, con sus recuerdos y fantasmas. De ahí que sea humanizada. Una poesía en contacto con el problema básico del ser humano.
La autora ha publicado los libros "El fuego y la siesta" (1983), Premio Centroamericano Juan Ramón Molina del Ministerio de Cultura de Honduras, "El ojo de la cerradura" (1993), publicación de la Editorial de la Universidad de Costa Rica y "Quizá el mañana", también de la Editorial de la Universidad de Costa Rica.
En "Letra espina" (2016), su última producción, Vilma Vargas prosigue los temas planteados en sus otros libros, de manera que es un trabajo complementario a todo un proyecto poético de la autora. Son 68 poemas divididos en tres partes: “Boleros y otros”, “El único alojamiento”, “Las ceibas o el eterno presente” y “Letra espina”.
Su poesía mezcla el tono conversacional y el solemne. Pasa de la reflexión a las referencias familiares, como en “Final de Viejo Oeste”: “Esta ciudad y su vida de fauces que olfatean / y muerden hasta el hueso más roído, / juegan al balompié con el cráneo de sus semejantes”. Entendemos que este tipo de poesía busca ser auténtica, un testimonio de una autora que escudriña su sociedad, la sufre, la conoce, la lleva con necesidad y temor. La poeta utiliza una difícil concisión. (Y difícil porque ha templado rigurosamente cada verso o poema). No más allá de lo que requiere para dejarnos su visión de las cosas: “No busco al médico, / trato de encontrar el alma; / la que perdí en la cesta del supermercado”. (“Un trecho justo”)
Agradecemos en Vilma su capacidad de decirnos algo en este mundo de palabras insustanciales, de colmenas de puro ruido. Le reconocemos a la autora la capacidad, desde "El ojo de la cerradura", de ofrecernos un mundo en unas cuantas líneas. Los poemas de Vilma son precisos y totales. Por ejemplo, véase en “Manías”, este abarcamiento de la situación humana, en tan pocos versos: “El día se abre como una ventana. / Y el vecino construye un muro. / Como a todos, como a cualquiera, / nos devora el minutero hambriento. / Y ante la caída del sol pasamos, / cada vez más ciegos, entre ciegos”.
Pocos poetas en el país poseen esta virtud. La de optar por una brevedad sustantiva que nos enseña todo un paisaje, que nos describe un complejo estado. No hacen falta tantas lucubraciones para despertar en el lector la idea de que se vive un hecho poético y que este hecho poético es magnífico por ser simple.
De los 68 poemas de este libro, tenemos nuestras preferencias. “Manías” es uno de los más acabados, aquí la autora demuestra que es una poeta profunda y cabal, que sus temas son relevantes, al igual que en “Historietas del Planet Mall”, “Niño custodio”, “Recuento”, “Dónde habrá alojamiento”, “Un trecho justo”, “Las ceibas o el eterno presente”, “Nicho” (extraordinario poema), “A dos voces imitando a Basho”, “Danza tribal”, entre otros.
En general, la poesía discreta, decantada, reflexiva, de esta autora nos acerca a cualquier acontecimiento, ya sea al más íntimo o global, a la calle o a la penumbra del recuerdo, a las redes invisibles que nos anudan a los otros, a la memoria del amor que subsiste en la ceniza, a la resistencia de ser en el tiempo y saberse sin poderes especiales.
“Letra espina” es un poema auténtico, que es lo que quisiéramos siempre pedir a los poetas, es decir, que nos digan sus verdades, que desnuden sus espejos.

jueves, 18 de agosto de 2016

(Continuación del poemario: LUNA DE ENFRENTE (1925). Jorge Luis Borges.


(Continuación del poemario: LUNA DE ENFRENTE
  (1925).

DAKAR

  Dakar está en la encrucijada del sol, del desierto y del mar.
  El sol nos tapa el firmamento, el arenal acecha en los caminos, el
  [mar es un encono.

  He visto un jefe en cuya manta era más ardiente lo azul que en el
  [cielo incendiado.

  La mezquita cerca del biógrafo luce una claridad de plegaria.
  La resolana aleja las chozas, el sol como un ladrón escala los muros.
  África tiene en la eternidad su destino, donde hay hazañas,
  [ídolos, reinos, arduos bosques y espadas.

  Yo he logrado un atardecer y una aldea.

  LA PROMISIÓN EN ALTA MAR

  No he recobrado tu cercanía, mi patria, pero ya tengo tus estrellas.
  Lo más lejano del firmamento las dijo y ahora se pierden en su
  [gracia los mástiles.

  Se han desprendido de las altas cornisas como un asombro de
  [palomas.

  Vienen del patio donde el aljibe es una torre inversa entre dos
  [cielos.

  Vienen del creciente jardín cuya inquietud arriba al pie del muro
  [como un agua sombría.

  Vienen de un atardecer de provincia, lacio como un yuyal.
  Son inmortales y vehementes; no ha de medir su eternidad
  [ningún pueblo.

  Ante su firmeza de luz todas las noches de los hombres se
  [curvarán como hojas secas.

  Son un claro país y de algún modo está mi tierra en su ámbito.

  CASI JUICIO FINAL

  Mi callejero no hacer nada vive y se suelta por la variedad de la
  [noche.

  La noche es una fiesta larga y sola.
  En mi secreto corazón yo me justifico y ensalzo.
  He atestiguado el mundo; he confesado la rareza del mundo.
  He cantado lo eterno: la clara luna volvedora y las mejillas que
  [apetece el amor.

  He conmemorado con versos la ciudad que me ciñe
  y los arrabales que se desgarran.
  He dicho asombro donde otros dicen solamente costumbre.
  Frente a la canción de los tibios, encendí mi voz en ponientes.
  A los antepasados de mi sangre y a los antepasados de mis sueños
  [he exaltado y cantado.

  He sido y soy.
  He trabado en firmes palabras mi sentimiento
  que pudo haberse disipado en ternura.
  El recuerdo de una antigua vileza vuelve a mi corazón.
  Como el caballo muerto que la marea inflige a la playa, vuelve a
  [mi corazón.

  Aún están a mi lado, sin embargo, las calles y la luna.
  El agua sigue siendo grata en mi boca y el verso no me niega su
  [música.

  Siento el pavor de la belleza; ¿quién se atreverá a condenarme si
  [esta gran luna de mi soledad me perdona?


  MI VIDA ENTERA

  Aquí otra vez, los labios memorables, único y semejante a vosotros.
  He persistido en la aproximación de la dicha y en la intimidad de
  [la pena.

  He atravesado el mar.
  He conocido muchas tierras; he visto una mujer y dos o tres
  [hombres.

  He querido a una niña altiva y blanca y de una hispánica quietud.
  He visto un arrabal infinito donde se cumple una insaciada
  [inmortalidad de ponientes.

  He paladeado numerosas palabras.
  Creo profundamente que eso es todo y que ni veré ni ejecutaré
  [cosas nuevas.

  Creo que mis jornadas y mis noches
  se igualan en pobreza y en riqueza a las de Dios y a las de todos
  [los hombres.


  ÚLTIMO SOL EN VILLA LURO

  Tarde como de Juicio Final.
  La calle es una herida abierta en el cielo.
  Ya no sé si fue un Ángel o un ocaso la claridad que ardió en la
  [hondura.

  Insistente, como una pesadilla, carga sobre mí la distancia.
  Al horizonte un alambrado le duele.
  El mundo está como inservible y tirado.
  En el cielo es de día, pero la noche es traicionera en las zanjas.
  Toda la luz está en las tapias azules y en ese alboroto de chicas.
  Ya no sé si es un árbol o es un dios, ese que asoma por la verja
  [herrumbrada.

  Cuántos países a la vez: el campo, el cielo, las afueras.
  Hoy he sido rico de calles y de ocaso filoso y de la tarde hecha
  [estupor.

  Lejos, me devolveré a mi pobreza.

  VERSOS DE CATORCE

  A mi ciudad de patios cóncavos como cántaros
  y de calles que surcan las leguas como un vuelo,
  a mi ciudad de esquinas con aureola de ocaso
  y arrabales azules, hechos de firmamento,
  a mi ciudad que se abre clara como una pampa,
  yo volví de las viejas tierras antiguas del Occidente
  y recobré sus casas y la luz de sus casas
  y la trasnochadora luz de los almacenes
  y supe en las orillas, del querer, que es de todos
  y a punta de poniente desangré el pecho en salmos
  y canté la aceptada costumbre de estar solo
  y el retazo de pampa colorada de un patio.
  Dije las calesitas, noria de los domingos,
  y el paredón que agrieta la sombra de un paraíso,
  y el destino que acecha tácito, en el cuchillo,
  y la noche olorosa como un mate curado.
  Yo presentí la entraña de la voz las orillas,
  palabra que en la tierra pone el azar del agua
  y que da a las afueras su aventura infinita
  y a los vagos campitos un sentido de playa.
  Así voy devolviéndole a Dios unos centavos
  del caudal infinito que me pone en las manos.

 

miércoles, 17 de agosto de 2016

LUNA DE ENFRENTE (1925). Jorge Luis Borges. Poesía.


(En la gráfica:Jorge Luis Borges con su madre: Leonor Rita Acevedo Suárez de Borges (Buenos Aires, 22 de mayo de 1876 - Buenos Aires, 8 de julio de 1975).
LUNA DE ENFRENTE
  (1925)


  PRÓLOGO

  Hacia 1905, Hermann Bahr decidió: «El único deber, ser moderno». Veintitantos años después, yo me impuse también esa obligación del todo superflua. Ser moderno es ser contemporáneo, ser actual: todos fatalmente lo somos. Nadie –fuera de cierto aventurero que soñó Wells– ha descubierto el arte de vivir en el futuro o en el pasado. No hay obra que no sea de su tiempo: la escrupulosa novela histórica Salammbô, cuyos protagonistas son los mercenarios de las guerras púnicas, es una típica novela francesa del siglo XIX. Nada sabemos de la literatura de Cartago, que verosímilmente fue rica, salvo que no podía incluir un libro como el de Flaubert.
  Olvidadizo de que ya lo era, quise también ser argentino. Incurrí en la arriesgada adquisición de uno o dos diccionarios de argentinismos, que me suministraron palabras que hoy puedo apenas descifrar: madrejón, espadaña, estaca pampa…
  La ciudad de Fervor de Buenos Aires no deja nunca de ser íntima: la de este volumen tiene algo de ostentoso y de público. No quiero ser injusto con él. Una que otra composición –«El general Quiroga va en coche al muere»– posee acaso toda la vistosa belleza de una calcomanía; otras –«Manuscrito hallado en un libro de Joseph Conrad»– no deshonran, me permito afirmar, a quien las compuso. El hecho es que las siento ajenas; no me conciernen sus errores ni sus eventuales virtudes.
  Poco he modificado este libro. Ahora ya no es mío.
  J. L. B.
 Buenos Aires, 25 de agosto de 1969


  CALLE CON ALMACÉN ROSADO

  Ya se le van los ojos a la noche en cada bocacalle
  y es como una sequía husmeando lluvia.
  Ya todos los caminos están cerca,
  y hasta el camino del milagro.
  El viento trae el alba entorpecida.
  El alba es nuestro miedo de hacer cosas distintas y se nos viene
  [encima.

  Toda la santa noche he caminado
  y su inquietud me deja
  en esta calle que es cualquiera.
  Aquí otra vez la seguridad de la llanura
  en el horizonte
  y el terreno baldío que se deshace en yuyos y alambres
  y el almacén tan claro
  como la luna nueva de ayer tarde.
  Es familiar como un recuerdo la esquina
  con esos largos zócalos y la promesa de un patio.
  ¡Qué lindo atestiguarte, calle de siempre, ya que miraron tan pocas
  [cosas mis días!

  Ya la luz raya el aire.
  Mis años recorrieron los caminos de la tierra y del agua
  y sólo a vos te siento, calle quieta y rosada.
  Pienso si tus paredes concibieron la aurora,
  almacén que en la punta de la noche eres claro.
  Pienso y se me hace voz ante las casas
  la confesión de mi pobreza:
  no he mirado los ríos ni la mar ni la sierra,
  pero intimó conmigo la luz de Buenos Aires
  y yo forjo los versos de mi vida y mi muerte
  con esa luz de calle.
  Calle grande y sufrida,
  eres la única música de que sabe mi vida.

  AL HORIZONTE DE UN SUBURBIO

  Pampa:
  Yo diviso tu anchura que ahonda las afueras,
  yo me desangro en tus ponientes.
  Pampa:
  Yo te oigo en las tenaces guitarras sentenciosas
  y en altos benteveos y en el ruido cansado
  de los carros de pasto que vienen del verano.
  Pampa:
  El ámbito de un patio colorado me basta
  para sentirte mía.
  Pampa:
  Yo sé que te desgarran
  surcos y callejones y el viento que te cambia.
  Pampa sufrida y macha que ya estás en los cielos.
  No sé si eres la muerte. Sé que estás en mi pecho.

  UNA DESPEDIDA

  Tarde que socavó nuestro adiós.
  Tarde acerada y deleitosa y monstruosa como un ángel oscuro.
  Tarde cuando vivieron nuestros labios en la desnuda intimidad de
  [los besos.

  El tiempo inevitable se desbordaba
  sobre el abrazo inútil.
  Prodigábamos pasión juntamente, no para nosotros sino para la
  [soledad ya inmediata.

  Nos rechazó la luz; la noche había llegado con urgencia.
  Fuimos hasta la verja en esa gravedad de la sombra que ya el
  [lucero alivia.

  Como quien vuelve de un perdido prado yo volví de tu abrazo.
  Como quien vuelve de un país de espadas yo volví de tus lágrimas.
  Tarde que dura vívida como un sueño
  entre las otras tardes.
  Después yo fui alcanzando y rebasando
  noches y singladuras.

  AMOROSA ANTICIPACIÓN

  Ni la intimidad de tu frente clara como una fiesta
  ni la costumbre de tu cuerpo, aún misterioso y tácito y de niña,
  ni la sucesión de tu vida asumiendo palabras o silencios
  serán favor tan misterioso
  como mirar tu sueño implicado
  en la vigilia de mis brazos.
  Virgen milagrosamente otra vez por la virtud absolutoria del sueño,
  quieta y resplandeciente como una dicha que la memoria elige,
  me darás esa orilla de tu vida que tú misma no tienes.
  Arrojado a quietud,
  divisaré esa playa última de tu ser
  y te veré por vez primera, quizá,
  como Dios ha de verte,
  desbaratada la ficción del Tiempo,
  sin el amor, sin mí.

  EL GENERAL QUIROGA VA EN COCHE AL MUERE

  El madrejón desnudo ya sin una sed de agua
  y una luna perdida en el frío del alba
  y el campo muerto de hambre, pobre como una araña.
  El coche se hamacaba rezongando la altura;
  un galerón enfático, enorme, funerario.
  Cuatro tapaos con pinta de muerte en la negrura
  tironeaban seis miedos y un valor desvelado.
  Junto a los postillones jineteaba un moreno.
  Ir en coche a la muerte ¿qué cosa más oronda?
  El general Quiroga quiso entrar en la sombra
  llevando seis o siete degollados de escolta.
  Esa cordobesada bochinchera y ladina
  (meditaba Quiroga) ¿qué ha de poder con mi alma?
  Aquí estoy afianzado y metido en la vida
  como la estaca pampa bien metida en la pampa.
  Yo, que he sobrevivido a millares de tardes
  y cuyo nombre pone retemblor en las lanzas,
  no he de soltar la vida por estos pedregales.
  ¿Muere acaso el pampero, se mueren las espadas?
  Pero al brillar el día sobre Barranca Yaco
  hierros que no perdonan arreciaron sobre él;
  la muerte, que es de todos, arreó con el riojano
  y una de puñaladas lo mentó a Juan Manuel.
  Ya muerto, ya de pie, ya inmortal, ya fantasma,
  se presentó al infierno que Dios le había marcado,
  y a sus órdenes iban, rotas y desangradas,
  las ánimas en pena de hombres y de caballos.

  JACTANCIA DE QUIETUD

  Escrituras de luz embisten la sombra, más prodigiosas que
  [meteoros.

  La alta ciudad inconocible arrecia sobre el campo.
  Seguro de mi vida y de mi muerte, miro los ambiciosos y quisiera
  [entenderlos.

  Su día es ávido como el lazo en el aire.
  Su noche es tregua de la ira en el hierro, pronto en acometer.
  Hablan de humanidad.
  Mi humanidad está en sentir que somos voces de una misma
  [penuria.

  Hablan de patria.
  Mi patria es un latido de guitarra, unos retratos y una vieja espada,
  la oración evidente del sauzal en los atardeceres.
  El tiempo está viviéndome.
  Más silencioso que mi sombra, cruzo el tropel de su levantada
  [codicia.

  Ellos son imprescindibles, únicos, merecedores del mañana.
  Mi nombre es alguien y cualquiera.
  Paso con lentitud, como quien viene de tan lejos que no espera
  [llegar.


  MONTEVIDEO

  Resbalo por tu tarde como el cansancio por la piedad de un
  [declive.

  La noche nueva es como un ala sobre tus azoteas.
  Eres el Buenos Aires que tuvimos, el que en los años se alejó
  [quietamente.

  Eres nuestra y fiestera, como la estrella que duplican las aguas.
  Puerta falsa en el tiempo, tus calles miran al pasado más leve.
  Claror de donde la mañana nos llega, sobre las dulces aguas turbias.
  Antes de iluminar mi celosía tu bajo sol bienaventura tus quintas.
  Ciudad que se oye como un verso.
  Calles con luz de patio.

  MANUSCRITO HALLADO EN UN LIBRO DE JOSEPH CONRAD

  En las trémulas tierras que exhalan el verano,
  el día es invisible de puro blanco. El día
  es una estría cruel en una celosía,
  un fulgor en las costas y una fiebre en el llano.
  Pero la antigua noche es honda como un jarro
  de agua cóncava. El agua se abre a infinitas huellas,
  y en ociosas canoas, de cara a las estrellas,
  el hombre mide el vago tiempo con el cigarro.
  El humo desdibuja gris las constelaciones
  remotas. Lo inmediato pierde prehistoria y nombre.
  El mundo es unas cuantas tiernas imprecisiones.
  El río, el primer río. El hombre, el primer hombre.

  SINGLADURA

  El mar es una espada innumerable y una plenitud de pobreza.
  La llamarada es traducible en ira, el manantial en tiempo, y la
  [cisterna en clara aceptación.

  El mar es solitario como un ciego.
  El mar es un antiguo lenguaje que yo no alcanzo a descifrar.
  En su hondura, el alba es una humilde tapia encalada.
  De su confín surge el claror, igual que una humareda.
  Impenetrable como de piedra labrada
  persiste el mar ante los muchos días.
  Cada tarde es un puerto.
  Nuestra mirada flagelada de mar camina por su cielo:
  última playa blanda, celeste arcilla de las tardes.
  ¡Qué dulce intimidad la del ocaso en el huraño mar!
  Claras como una feria brillan las nubes.
  La luna nueva se ha enredado a un mástil.
  La misma luna que dejamos bajo un arco de piedra y cuya luz
  [agraciaría los sauzales.

  En la cubierta, quietamente, yo comparto la tarde con mi hermana,
  [como un trozo de pan.

 Fuente:
PRIMERA EDICIÓN VINTAGE ESPAÑOL, SEPTIEMBRE 2012.



martes, 16 de agosto de 2016

Alejandra Pizarnik & León Ostrov Cartas. No. 13.


Carta N.º 13[25]
Querido León Ostrov:
Gracias por su carta. Apenas la recibí le escribí yo una que rompí, naturalmente, pues la hice de noche y la releí por la mañana. De manera que ahora le escribo a media tarde, para que no entren en lo que le digo las que soy por la mañana o por la noche.
Ahora las cosas brillan extrañamente, y no hay más el cielo ausente de siempre. Leve melancolía de ver la llegada del verano. Hay algo que expulsa, como una violación de parte del sol. No sé aún si partiré durante mis vacaciones (tengo un mes como toda empleada ortodoxa): me faltan deseos y sobre todo dinero. Como soy convencional me digo que hay que salir y viajar y conocer pero me gustaría quedarme y trabajar. Escribo poco, ni siquiera un diario como lo hacía hasta ahora. No tengo qué anotar. En verdad quisiera escribir una novela, una novela clásica de ser posible. Pero no es posible porque no participo de la vida como los demás. De manera que aunque lo quisiera no será posible. Sólo puedo decir lo que ve alguien que mira el mundo desde debajo de una alcantarilla. (Y yo sé que ve, que ve mucho, que es una manera de ver como cualquier otra).
Anduve enferma: el corazón, la tensión, etc. Resultado: debo llevar una vida controlada y ordenada sin instantes paradisíacos proporcionados por el alcohol y ciertas pastillas que me hacían feliz (es una historia larga). Pero los poemas actuales son sin duda alguna mejores que todo lo que hice. Creo que ha salido algo en el N.º 8 de POESIA=POESIA que no le envío porque no tengo un sólo ejemplar. Me han publicado tres poemas traducidos en una revista de poetas jóvenes (Le chien de picque) creo que acompañados de un dibujo mío también pero tampoco la vi aún. Y a fin de mes saldrán otros en Lettres Nouvelles (dirigida por Maurice Nadeau) en el número especial dedicado a la literatura hispanoamericana. No obstante me siento desdichada con estas cosas. Y también con el último pedido de Murena solicitándome poemas para Sur y Nación. Quisiera rogar que no me molestasen hasta que no haga poemas buenos. Lo de ahora es tan provisorio, tan absolutamente alejado de lo que yo considero verdadera poesía. Y al mismo tiempo hay temor de no publicar. En fin. Historia antigua.
Acabo de conseguir un hermoso estudio en l’avénue de l’Opéra que me entregarán dentro de una semana. Hasta ahora estuve viviendo una bohemia absoluta en el departamento en ruinas que le describí en mi primera carta —pues tuve que retornar a él por razones financieras y por ellas mismas tuve que compartirlo con otras dos niñas. Pero ya estoy cansada de tanto surrealismo trasnochado, suciedad, desorden, y añoro notablemente el mundo de las sábanas limpias y los cajones y los horarios. Espero sentirme bien en mi nueva morada.
Sigo trabajando cuatro horas en Cuadernos. Angustiada un poco de trabajar en una revista «reaccionaria» políticamente y tener que justificarlo ante mis amigos marxistas y fidelistas que por supuesto no trabajan en ningún lado. Anduve tan temerosa de complicaciones políticas que en un momento dado pensé dejar todo y retornarme chez moi. Hasta que renació el humor y me reí de mí como corresponde.
Mi madre envía cartas melancólicas. Me dejan culpable, criminal. Apenas no le escribo durante un mes que mi hermana envía mensajes trágicos preguntando por qué hago sufrir tanto a mamá. Esta ternura trasnochada, este amor súbito, me maniatan. Quieren enviarme dinero (hace como ocho meses que dependo de mí —!—) y yo no quiero, o sí quiero pero no quiero caer en lo de siempre. Lo de ahora es muy duro, no porque tenga que vivir sola y arreglármelas sola sino porque muchas cosas que yo creí que era no soy y muchas cosas que yo creí que podía hacer no puedo. Quiero decir que me reconozco torpe y limitada como todo el mundo y no el genio precoz a que estaba («estábamos») habituada. Este esfuerzo de hacer mi pequeña vida, de realizarlo de la misma manera en que hacen los otros implica una suerte de renunciamiento a algo fabuloso. De todos modos hay dos caminos: persistir la pequeña contemplada por las sombras o contemplar a mi vez sin pensar en ella ni en su fragilidad horrible. Es como ir por la calle y no ver y sentirse mirada, entonces hay un miedo de reina tímida, un terror. Pero aquí, a veces, en lo mejor de mí misma, soy yo la que mira a los otros y a las cosas. Entonces no hay miedo.
En fin. Trabajo mucho. Acabo de aceptar un pequeño trabajo para las ediciones Larousse, para poder pagar mi hermoso futuro estudio. Veo a la gente de siempre y creo, —espero— que los amores fantasmas se han ido lentamente.
Apenas tenga ejemplares de las revistas se las enviaré.
Hasta la próxima, entonces, y espero que se realice cuanto antes su deseo de reencontrarse con su París.
Abrazos para usted, Aglae y Andrea,
Alejandra

Fuente:
Alejandra Pizarnik & León Ostrov, 2012

Edición de: Andrea Ostrov

Diseño de cubierta: Silvina Gribaudo

Editor digital: Titivillus

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POESÍA CLÁSICA JAPONESA [KOKINWAKASHÜ] Traducción del japonés y edición de T orq uil D uthie

   NOTA SOBRE LA TRADUCCIÓN   El idioma japonés de la corte Heian, si bien tiene una relación histórica con el japonés moderno, tenía una es...

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