Carta N.º 13[25]
Querido León Ostrov:
Gracias por su carta. Apenas la recibí le escribí yo una que rompí, naturalmente, pues la hice de noche y la releí por la mañana. De manera que ahora le escribo a media tarde, para que no entren en lo que le digo las que soy por la mañana o por la noche.
Ahora las cosas brillan extrañamente, y no hay más el cielo ausente de siempre. Leve melancolía de ver la llegada del verano. Hay algo que expulsa, como una violación de parte del sol. No sé aún si partiré durante mis vacaciones (tengo un mes como toda empleada ortodoxa): me faltan deseos y sobre todo dinero. Como soy convencional me digo que hay que salir y viajar y conocer pero me gustaría quedarme y trabajar. Escribo poco, ni siquiera un diario como lo hacía hasta ahora. No tengo qué anotar. En verdad quisiera escribir una novela, una novela clásica de ser posible. Pero no es posible porque no participo de la vida como los demás. De manera que aunque lo quisiera no será posible. Sólo puedo decir lo que ve alguien que mira el mundo desde debajo de una alcantarilla. (Y yo sé que ve, que ve mucho, que es una manera de ver como cualquier otra).
Anduve enferma: el corazón, la tensión, etc. Resultado: debo llevar una vida controlada y ordenada sin instantes paradisíacos proporcionados por el alcohol y ciertas pastillas que me hacían feliz (es una historia larga). Pero los poemas actuales son sin duda alguna mejores que todo lo que hice. Creo que ha salido algo en el N.º 8 de POESIA=POESIA que no le envío porque no tengo un sólo ejemplar. Me han publicado tres poemas traducidos en una revista de poetas jóvenes (Le chien de picque) creo que acompañados de un dibujo mío también pero tampoco la vi aún. Y a fin de mes saldrán otros en Lettres Nouvelles (dirigida por Maurice Nadeau) en el número especial dedicado a la literatura hispanoamericana. No obstante me siento desdichada con estas cosas. Y también con el último pedido de Murena solicitándome poemas para Sur y Nación. Quisiera rogar que no me molestasen hasta que no haga poemas buenos. Lo de ahora es tan provisorio, tan absolutamente alejado de lo que yo considero verdadera poesía. Y al mismo tiempo hay temor de no publicar. En fin. Historia antigua.
Acabo de conseguir un hermoso estudio en l’avénue de l’Opéra que me entregarán dentro de una semana. Hasta ahora estuve viviendo una bohemia absoluta en el departamento en ruinas que le describí en mi primera carta —pues tuve que retornar a él por razones financieras y por ellas mismas tuve que compartirlo con otras dos niñas. Pero ya estoy cansada de tanto surrealismo trasnochado, suciedad, desorden, y añoro notablemente el mundo de las sábanas limpias y los cajones y los horarios. Espero sentirme bien en mi nueva morada.
Sigo trabajando cuatro horas en Cuadernos. Angustiada un poco de trabajar en una revista «reaccionaria» políticamente y tener que justificarlo ante mis amigos marxistas y fidelistas que por supuesto no trabajan en ningún lado. Anduve tan temerosa de complicaciones políticas que en un momento dado pensé dejar todo y retornarme chez moi. Hasta que renació el humor y me reí de mí como corresponde.
Mi madre envía cartas melancólicas. Me dejan culpable, criminal. Apenas no le escribo durante un mes que mi hermana envía mensajes trágicos preguntando por qué hago sufrir tanto a mamá. Esta ternura trasnochada, este amor súbito, me maniatan. Quieren enviarme dinero (hace como ocho meses que dependo de mí —!—) y yo no quiero, o sí quiero pero no quiero caer en lo de siempre. Lo de ahora es muy duro, no porque tenga que vivir sola y arreglármelas sola sino porque muchas cosas que yo creí que era no soy y muchas cosas que yo creí que podía hacer no puedo. Quiero decir que me reconozco torpe y limitada como todo el mundo y no el genio precoz a que estaba («estábamos») habituada. Este esfuerzo de hacer mi pequeña vida, de realizarlo de la misma manera en que hacen los otros implica una suerte de renunciamiento a algo fabuloso. De todos modos hay dos caminos: persistir la pequeña contemplada por las sombras o contemplar a mi vez sin pensar en ella ni en su fragilidad horrible. Es como ir por la calle y no ver y sentirse mirada, entonces hay un miedo de reina tímida, un terror. Pero aquí, a veces, en lo mejor de mí misma, soy yo la que mira a los otros y a las cosas. Entonces no hay miedo.
En fin. Trabajo mucho. Acabo de aceptar un pequeño trabajo para las ediciones Larousse, para poder pagar mi hermoso futuro estudio. Veo a la gente de siempre y creo, —espero— que los amores fantasmas se han ido lentamente.
Apenas tenga ejemplares de las revistas se las enviaré.
Hasta la próxima, entonces, y espero que se realice cuanto antes su deseo de reencontrarse con su París.
Abrazos para usted, Aglae y Andrea,
Alejandra
Fuente:
Alejandra Pizarnik & León Ostrov, 2012
Edición de: Andrea Ostrov
Diseño de cubierta: Silvina Gribaudo
Editor digital: Titivillus
ePub base r1.2
No hay comentarios:
Publicar un comentario