sábado, 20 de agosto de 2016

La fuerza de la concisión en LETRA ESPINA: el último libro de Vilma Vargas Robles.


LA FUERZA DE LA CONCISIÓN EN “LETRA ESPINA”: EL ÚLTIMO LIBRO DE VILMA VARGAS ROBLES. Por Guillermo Fernández. 

La voz poética de Vilma Vargas Robles nos ha parecido siempre desprovista de todo artificio o estereotipo. Se trata de una poesía humanizada y centrada en los motivos que aquejan a cualquier persona pensante y sensible de nuestra sociedad, con sus limitaciones e impotencias, con sus recuerdos y fantasmas. De ahí que sea humanizada. Una poesía en contacto con el problema básico del ser humano.
La autora ha publicado los libros "El fuego y la siesta" (1983), Premio Centroamericano Juan Ramón Molina del Ministerio de Cultura de Honduras, "El ojo de la cerradura" (1993), publicación de la Editorial de la Universidad de Costa Rica y "Quizá el mañana", también de la Editorial de la Universidad de Costa Rica.
En "Letra espina" (2016), su última producción, Vilma Vargas prosigue los temas planteados en sus otros libros, de manera que es un trabajo complementario a todo un proyecto poético de la autora. Son 68 poemas divididos en tres partes: “Boleros y otros”, “El único alojamiento”, “Las ceibas o el eterno presente” y “Letra espina”.
Su poesía mezcla el tono conversacional y el solemne. Pasa de la reflexión a las referencias familiares, como en “Final de Viejo Oeste”: “Esta ciudad y su vida de fauces que olfatean / y muerden hasta el hueso más roído, / juegan al balompié con el cráneo de sus semejantes”. Entendemos que este tipo de poesía busca ser auténtica, un testimonio de una autora que escudriña su sociedad, la sufre, la conoce, la lleva con necesidad y temor. La poeta utiliza una difícil concisión. (Y difícil porque ha templado rigurosamente cada verso o poema). No más allá de lo que requiere para dejarnos su visión de las cosas: “No busco al médico, / trato de encontrar el alma; / la que perdí en la cesta del supermercado”. (“Un trecho justo”)
Agradecemos en Vilma su capacidad de decirnos algo en este mundo de palabras insustanciales, de colmenas de puro ruido. Le reconocemos a la autora la capacidad, desde "El ojo de la cerradura", de ofrecernos un mundo en unas cuantas líneas. Los poemas de Vilma son precisos y totales. Por ejemplo, véase en “Manías”, este abarcamiento de la situación humana, en tan pocos versos: “El día se abre como una ventana. / Y el vecino construye un muro. / Como a todos, como a cualquiera, / nos devora el minutero hambriento. / Y ante la caída del sol pasamos, / cada vez más ciegos, entre ciegos”.
Pocos poetas en el país poseen esta virtud. La de optar por una brevedad sustantiva que nos enseña todo un paisaje, que nos describe un complejo estado. No hacen falta tantas lucubraciones para despertar en el lector la idea de que se vive un hecho poético y que este hecho poético es magnífico por ser simple.
De los 68 poemas de este libro, tenemos nuestras preferencias. “Manías” es uno de los más acabados, aquí la autora demuestra que es una poeta profunda y cabal, que sus temas son relevantes, al igual que en “Historietas del Planet Mall”, “Niño custodio”, “Recuento”, “Dónde habrá alojamiento”, “Un trecho justo”, “Las ceibas o el eterno presente”, “Nicho” (extraordinario poema), “A dos voces imitando a Basho”, “Danza tribal”, entre otros.
En general, la poesía discreta, decantada, reflexiva, de esta autora nos acerca a cualquier acontecimiento, ya sea al más íntimo o global, a la calle o a la penumbra del recuerdo, a las redes invisibles que nos anudan a los otros, a la memoria del amor que subsiste en la ceniza, a la resistencia de ser en el tiempo y saberse sin poderes especiales.
“Letra espina” es un poema auténtico, que es lo que quisiéramos siempre pedir a los poetas, es decir, que nos digan sus verdades, que desnuden sus espejos.

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