Rayuela: los yerros del salto
1. El culto al caos disfrazado de libertad
Cortázar propone una lectura no lineal, pero el “tablero de dirección” es una ilusión de libertad. El lector no elige realmente: sigue rutas prefijadas por el autor. El juego es un simulacro, y la promesa de múltiples lecturas se convierte en un laberinto sin salida.
Yerros: confundir estructura fragmentaria con profundidad narrativa. El caos no siempre es revelación.
2. Oliveira: un protagonista que se ahoga en sí mismo
Horacio Oliveira es presentado como un intelectual atormentado, pero su introspección se vuelve repetitiva, autocomplaciente y, en ocasiones, francamente misógina. Su relación con la Maga no evoluciona: se estanca en una danza de incomprensión que el texto romantiza.
Yerros: convertir la neurosis en virtud literaria. El narcisismo de Oliveira no es filosofía: es parálisis.
3. La Maga: ¿musa o muñeca?
Aunque se la celebra como símbolo de intuición y libertad, la Maga carece de agencia real. Es mirada, deseada, abandonada, pero nunca construida como sujeto. Su voz se diluye entre los monólogos de Oliveira y las disquisiciones del Club de la Serpiente.
Yerros: idealizar la ignorancia como pureza. La Maga es más ausencia que personaje.
4. El Club de la Serpiente: pedantería disfrazada de profundidad
Los diálogos del Club son ejercicios de erudición estéril. Se citan filósofos, se juega con el lenguaje, pero rara vez se dice algo que no sea una pose. Es un cenáculo de hombres que se escuchan a sí mismos, sin verdadera confrontación ni riesgo.
Yerros: confundir el juego intelectual con pensamiento crítico. El Club es una parodia involuntaria de sí mismo.
5. Morelli: el teórico que no escribe
El alter ego de Cortázar, Morelli, propone destruir la novela desde dentro, pero nunca concreta su revolución. Sus fragmentos son manifiestos sin obra, promesas sin cuerpo. Es el símbolo de una crítica que se queda en el gesto.
Yerros: teorizar la ruptura sin asumir sus consecuencias. Morelli es un espectro editorial.
¿Y ahora qué?
Desmitificar Rayuela es también ritualizar sus fallas:
Caricatura editorial de Oliveira: el hombre que se busca en cada espejo y solo encuentra su sombra.
Sello de la Maga ausente: un emblema vacío, una silueta que denuncia la falta de voz femenina.
Índice de yerros: cada capítulo como casilla de una rayuela fallida, donde el salto no lleva al cielo, sino al mismo charco.
Rayuela: estructura como espejismo
1. La falsa promesa de libertad
La estructura bifurcada —“Del lado de allá”, “Del lado de acá”, “De otros lados”— sugiere que el lector puede elegir su camino. Pero esa libertad es ilusoria: el “tablero de dirección” impone rutas, y la lectura alternativa no transforma el sentido, solo lo dispersa.
Crítica: Cortázar vende libertad, pero entrega un laberinto diseñado por él mismo. El lector no juega: obedece.
2. Fragmentación sin progresión
Los capítulos saltan entre escenas, reflexiones, sueños, citas, sin una lógica evolutiva. La fragmentación no construye tensión ni revela capas nuevas: muchas veces repite obsesiones, diluye el conflicto, y convierte la lectura en una deriva estéril.
Crítica: El caos no es estructura. La dispersión no es profundidad. La novela se deshace en su propio juego.
3. La sección “De otros lados”: ¿epílogo o evasión?
Estos capítulos “prescindibles” contienen reflexiones de Morelli, el teórico que nunca concreta su revolución. En vez de cerrar la novela, la sección la disuelve. No hay resolución, ni clímax, ni catarsis: solo notas al margen que pretenden ser manifiesto.
4 Crítica: El final no es apertura, es fuga. Morelli es el símbolo de una estructura que se niega a asumir sus consecuencias.
Crítica: La estructura coral fracasa. El Club no dialoga: recita.
5. La rayuela como símbolo estructural: promesa incumplida
La rayuela infantil implica ascenso, juego, riesgo. Pero en la novela, el salto nunca ocurre. No hay cielo, no hay transformación. El símbolo se queda en metáfora vacía, en título sin acto.
Crítica: La estructura promete juego, pero entrega estancamiento. La rayuela no se juega: se contempla.
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