lunes, 29 de septiembre de 2025

MISCELÁNEA LA REESCRITURA.

 


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El día que visité a Cuevas, me sentí en un subibaja, que todas mis vísceras se contraían para luego tenerlas en la garganta

En este punto don Julián se quedó pensativo para luego agregar:

¿Se recuerda señor Hardin del comentario o de la narración o de la historia dela duquesa LanfrancoVicchi?

Dudé por un momento y responder.  Había departido con aquel monstruo por 12 horas y en realidad todas las historias se me hacían una sola historia. Recuperé la compostura.

Creo que sí la recuerdo, digo la historia.

¿Recuerda de los pormenores?

Sí, la recuerdo. Una historia erótica y de tráfico de menores de edad para el comercio sexual.

Pero, acá lo importante señor Hardin no es tanto el asunto del trasiego de sexo. No por supuesto que no. Acá lo relevante es la historia que se da a partir del cuadro pintado por José Luis Cuevas y que el artista conservó en el hospital psiquiátrico hasta que murió. Decía que el cuadro era la viva representación e imagen de la duquesa Victoria Lanfranco Vicchi. No diré ni agregaré falsamente que era idéntico el rostro de la pintura y el rostro de la duquesa pero, eran evidentes las similitudes. Quizá más acentuadas las facciones de una mujer cuarentona cuando yo la conocía, aunque tampoco lo podría afirmar. Solo supongo y teorizo. Pero, existía algo, un distintivo que no lo transforma el tiempo: el collar y el rubí. Eran idénticos al recuerdo que yo tenía de la mujer.

REVISIÓN   NOVELA   EL RETORNANTE NOCTURNO   FRAGMENTO

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Continuamos en la laboriosa revisión de las novelas: un trabajo cansado y aburrido. Me gusta escribir, NO reescribir, sin embargo, un colega un día me dijo que en la REESCRITURA está la verdadera escritura.

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         ¿Para qué correrán tanto, digo, ese afán de obtener… ¿obtener qué? No los culpo… así era yo y apartó su mano de mi hombro.  Pero, antes de apartar su mano hizo una confesión: “qué asco la Humanidad, ¿no le parece? Y esta pregunta me la he estado haciendo hace ya bastante tiempo atrás. Recuerdo que a su colega Henry de Quincey también se la planteé, digo “el asco por la Humanidad”. Somos mezquinos, faltos de valores éticos, morales, y le repito lo que dije a su colega, son tres los elementos que alimentan la triada del vulgar ser humano: sexo, poder, dinero. Pero, venga, venga, - y de nuevo apoyó su mano en mi hombro – e iniciamos una caminata hacia el interior de la terraza sur. Agregó: no tenga temor, deseo que usted, sea mi confidente, mi testigo contemporáneo.

Me incliné ante don Julián Casasola Brown. ¿Cómo oponerme a su autoridad, a su saber antiguo, a esa inmortalidad que lo roza sin tocarlo?

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