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— El día que visité a Cuevas, me sentí en un subibaja, que todas mis vísceras se contraían para luego tenerlas en la garganta
En este punto don Julián se quedó pensativo para luego agregar:
— ¿Se recuerda señor Hardin del comentario o de la narración o de la historia dela duquesa LanfrancoVicchi?
Dudé por un momento y responder. Había departido con aquel monstruo por 12 horas y en realidad todas las historias se me hacían una sola historia. Recuperé la compostura.
— Creo que sí la recuerdo, digo la historia.
— ¿Recuerda de los pormenores?
— Sí, la recuerdo. Una historia erótica y de tráfico de menores de edad para el comercio sexual.
— Pero, acá lo importante señor Hardin no es tanto el asunto del trasiego de sexo. No por supuesto que no. Acá lo relevante es la historia que se da a partir del cuadro pintado por José Luis Cuevas y que el artista conservó en el hospital psiquiátrico hasta que murió. Decía que el cuadro era la viva representación e imagen de la duquesa Victoria Lanfranco Vicchi. No diré ni agregaré falsamente que era idéntico el rostro de la pintura y el rostro de la duquesa pero, eran evidentes las similitudes. Quizá más acentuadas las facciones de una mujer cuarentona cuando yo la conocía, aunque tampoco lo podría afirmar. Solo supongo y teorizo. Pero, existía algo, un distintivo que no lo transforma el tiempo: el collar y el rubí. Eran idénticos al recuerdo que yo tenía de la mujer.
REVISIÓN NOVELA EL RETORNANTE NOCTURNO FRAGMENTO
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Continuamos en la laboriosa revisión de las novelas: un trabajo cansado y aburrido. Me gusta escribir, NO reescribir, sin embargo, un colega un día me dijo que en la REESCRITURA está la verdadera escritura.
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— ¿Para qué correrán tanto,
digo, ese afán de obtener… ¿obtener qué? No los culpo… así era yo y apartó su
mano de mi hombro. Pero, antes de
apartar su mano hizo una confesión: “qué asco la Humanidad, ¿no le parece? Y
esta pregunta me la he estado haciendo hace ya bastante tiempo atrás. Recuerdo
que a su colega Henry de Quincey también se la planteé, digo “el asco por la
Humanidad”. Somos mezquinos, faltos de valores éticos, morales, y le repito lo
que dije a su colega, son tres los elementos que alimentan la triada del vulgar
ser humano: sexo, poder, dinero. Pero, venga, venga, - y de nuevo apoyó su mano
en mi hombro – e iniciamos una caminata hacia el interior de la terraza sur.
Agregó: no tenga temor, deseo que usted, sea mi confidente, mi testigo
contemporáneo.
Me
incliné ante don Julián Casasola Brown. ¿Cómo oponerme a su autoridad, a su
saber antiguo, a esa inmortalidad que lo roza sin tocarlo?
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