martes, 20 de mayo de 2025

EL CREPÚSCULO DE LOS FILÓSOFOS KANT, HEGEL, SCHOPENHAÜER, COMTE, SPENCER, NIETZSCH GIOVANNI PAPINI FRAGMENTO

 HACE FALTA LEER ESTE PRÓLOGO 

 He aquí un libro de mala fe, libro de pasión y de injusticia., libro desigual y parcial, sin escrúpulos, vio lento , contradictorio, insolente como todos los libros de los que aman y odian y no se avergüenzan'ni de sus amores ni de sus odios. Puedo permitirme este cinismo intelectual porque tengo para mí que este libro es lo que muchos otros, más sabios y más elegantes, no aciertan a ser: una obra de vida. 

No he querido escribir ni una historia de la filosofía moderna, ni una serie de ensayos sobre los filósofos modernos. Mi libro no se propone informar a los lectores acerca de lo que han pensado los filósofos sobre los cuales escribo, ni hacer comentarios doctos e interpretaciones rigurosas de sus filosofías. Este libro es un trozo, o mejor, un conjunto de trozos de una autobiografía intelectual. Producto de mi liberación de muchas cosas que me han hecho sufrir, es también, y más especialmente, una tentativa para librarme del influjo de la filosofía y de los filósofos. Se le debe ce liderar además como el testamento de una época de mi actividad dedicada a la polémica y al asalto. Se me antoja creer que tiene un valor personal 1 principalmente, porque hay en él confesiones indirectas, repulsiones y aversiones que se exteriorizan y es tallan a propósito de determinados hombres, tomados como símbolos de cosas y de ideas repulsivas y contrarias a mi temperamento. Tendrá un valor, pues, que dependerá del de mi labor futura. Si construyo algo que valga la pena de ser demolido, será un documento precioso de mi vida espiritual de estos últimos años; si, por el contrario, fracaso en mi intento, será un simple desahogo que puede interesar a cualquier compa- fiero de camino, al buscador de almas. En una palabra: creo que el valor de mi libro será justipreciado en lo futuro. 

 



Prescindiendo de este significado puramente individual —que me gusta afirmar, desde luego, con la más clara franqueza— este libro puede tener otro más general y, tal vez, más representativo de ciertas corrientes contemporáneas. Y como es fácil colegir, un proceso de la filosofía, un esfuerzo para demostrar la vanidad, la vacuidad, la inutilidad y la ridiculez de la filosofía. He querido hacer una liquidación general de este equívoco aborto del espíritu humano, de este monstruo de sexo dudoso que no quiere ser ni ciencia ni arte y es mezcolanza de ambas cosas, sin llegar a servir de instrumento de acción y de conquista. Toma do en este sentido, mi libro pudiera ser el programa de una generación de buena voluntad, el asesinato de un ser inútil para preparar nuevas formas de actividades mentales más dignas de los animales que se llaman pomposamente los reyes de la creación. Para escribir este proceso he tomado la parte más viva y reciente de la filosofía, la que persiste todavía en las escuelas y en las revistas y que data desde fines del siglo XVI a principios del siglo xx. 

Y en lugar de estudiar la filosofía tomada en abstracto, lie querido juzgarla, asaltarla, agredirla y ajusticiarla en la cabe za de sus mayores representantes del último siglo, tomados como hombres vivos, concretos y determinados. Los he cogido uno a uno por el pecho y los he estrellado do contra la pared con toda la furia de que soy capaz, sin miramientos y sin compasión.

 He tratado de mirar bien en los ojos de cada uno, de descubrir en ellos su alma oculta, y he puesto en tortura aquellas tres o cuatro ideas generales que cada uno de ellos ha inventado y legado a la posteridad, para tirarlas con asco como piltrafas inútiles. Ante alguno de ellos me he sentido como enemigo irreconciliable, como destructor necesario, y me ha parecido que, desembarazada la senda de sus enormes cadáveres y de sus frías sendas, se puede caminar más libremente. Así ha nacido un libro que es un estrago, una  mortandad, una hecatombe, un matadero público. Me siento henchido de unas ansias locas de matar, de reducir a la nada, de destrozar, de acogotar, de retorcer el hocico de los legítimos maridos de la historia sagrada, diligente y objetiva.

 Sé perfectamente, sin necesidad de que nadie me lo diga, que toda esta pasión perjudica a la solidez del libro. Sería necesario, sin duda alguna, una mayor preparación, una cautela más exquisita y una frialdad absoluta/ Pero habría perdido, a buen seguro, aquel olor de pólvora y de juventud, aquel brío desvergonzado y quijotesco que me agradó tanto, con gran daño para mis intereses. Así como ha nacido, durante tres afios de pereza cavilosa y meditabunda interrumpida únicamente por alguna tarde de trabajo, me parece no enteramente indigno de lo que quiero hacer y haré enseguida. Por ende, he decidido publicarle y me figuro que, a pesar de los silencios desdeñosos de los filósofos graves y de las sabiondas disciplinas de los estudiosos serios, habrá algún desconocido joven amigo que encuentre en estas páginas, hechas de prisa, alegrías y senderos.

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