El tema de la mujer adúltera, del marido engañado, ha sido tratado por infinidad de autores, ya sea en forma parcial o como tema básico de toda una obra. Fourier enfoca el asunto desde otro punto de vista: lo analiza, lo enumera y lo despliega como una baraja de naipes. Cada uno de los cornudos es descrito minuciosamente en su esencia fundamental por una mentalidad lúcida y con un profundo conocimiento de la sociedad. Juega con todas las cartas, las despliega a su antojo, las une, las entrelaza, las mezcla, y salen de su manga setenta y siete cornudos… Jerarquía de cornudos podría ser un pequeño diccionario en el que cada víctima puede encontrar su propia descripción, donde otros pueden sentir una rabia loca y en el que la mayoría reconocerá a sus semejantes y soltará la burla que caerá después sobre él. Para Fourier, el principio de esta desgracia radica en el matrimonio, sin su existencia el cornudo no se daría. El único defecto que han señalado algunos críticos a este libro, es que Fourier no diera algún tipo de consuelo para los desafortunados, ya que si bien son propietarios de un bien raíz del cual los otros sólo usufructan, es la mujer quien tiene todas las ventajas y desventajas del trabajo. De este mundo es del que nos habla Fourier, como para hacer sangrar aún más la herida de “los dolidos”, y que von Bayros se deleita ilustrando lúbricas escenas en las que, como decía Balzac: “Un amante enseña a una mujer todo aquello que el marido le oculta”.
Charles Fourier, 1837
Traducción: PREMIA
editora
Ilustraciones: von
Bayros
Editor digital:
GONZALEZ
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Dos grandes monstruos marginados por la plebe, surgen de los abismos.
Uno de ellos es Charles Fourier, quizá el más grande profeta de la utopía
universal, el otro es Franz von Bayros, artista, dibujante casi tan sagrado
como Bemdsley pero más caprichoso, sensual y erótico (su trazo delicado, la ornamentación de sus ilustraciones, hacen
presentir nítidamente la gran influencia del Rococó).
En este libro, Fourier pone el texto y von Bayros las ilustraciones. Es
un encuentro fortuito, fruto de un azar que las complementa y las armoniza en
el clímax. Fourier satiriza, ridiculiza una época, unas costumbres, una
sociedad mal constituida, levantando su mordaz y punzante dedo contra lo que
considera el fraude familiar. Von Bayros es más sutil; su pluma de dibujante se
desliza con una elegante morbosidad y, aunque de hecho delata las costumbres
sociales, las pasiones y los deleites desenfrenados, sus arabescos disfrazan y
hacen olvidar por un instante toda la sugerencia explosivamente erótica que
aflora de ellos.
Este texto navega en solitario entre las obras de Fourier como una nave
loca (Recordar El nuevo mundo
amoroso, la Teoría de los cuatro
movimientos), pero no por eso deja de
tener sentido dentro de su producción. Es posible que esta infeliz humanidad
que nos rodea pululante y desconcertada no sepa, no haya leído, no haya
siquiera escuchado hablar de Fourier, cumpliendo así la profecía del siglo
pasado: “habia en la Academia de Ciencias un cierto Fourier célebre, que la
posteridad ha olvidado, y en no sé qué granero, un Fourier oscuro, que el
futuro recordará”. Pero quizá este destino que la historia ha deparado a
Fourier no duela tanto como el que se haya privado a más personas de conocerlo.
Víctor Hugo leía alucinadamente a Fourier, se sentía fascinado por sus
teorías sobre la reconstrucción y transformación de la sociedad, la
verosimilitud de sus sistemas dentro de su peculiar estilo, la fuerza utópica
de su pensamiento y la despiadada denuncia que elevaba contra los mecanismos
fraudulentos del comercio y de la unión familiar. Todo fue posteriormente
olvidado e incluso ridiculizado, tal como lo predijo el mismo Fourier. Pero por
lo menos queda el consuelo de que de la misma forma como lo leyó Víctor Hugo,
lo leyeron Marx y Engels, y posiblemente de alguna forma sirvió a la demoledora
fuerza constructiva del socialismo.
El tema de la mujer adúltera, del marido engañado, ha sido tratado por
infinidad de autores, ya sea en forma parcial o como tema básico de toda una
obra. Fourier enfoca el asunto desde otro punto de vista: lo analiza, lo
enumera y lo despliega como una baraja de naipes. Cada uno de los cornudos es
descrito minuciosamente en su esencia fundamental por una mentalidad lúcida y
con un profundo conocimiento de la sociedad en que vivía. Juega con todas las
cartas, las despliega a su antojo, las une, las entrelaza, las mezcla, y salen
de su manga setenta y siete cornudos. Pero aún le quedan cinco más, que sólo
indica, que se quedan flotando en el aire como mudo testimonio de otras
ocupaciones o, tal vez más despiadadamente, por la imposición del tiempo que
los secuestro a nuestro conocimiento.
Jerarquía de cornudos podría ser un pequeño diccionario en el que
cada víctima puede encontrar su propia descripción, donde otros pueden sentir
una rabia loca y en la que la mayoría reconocerá a sus semejantes y soltará la
burla que caerá después sobre él.
Para Fourier, el principio de esta “desgracia” radica en el matrimonio,
sin su existencia el cornudo no se daría. (Esta teoría está explicada ampliamente en El falansterio). El único defecto que han señalado algunos críticos
a este libro, es que Fourier no diera algún tipo de consuelo para los
desafortunados, ya que si bien son propietarios de un bien raíz del cual los
otros sólo usufructan, es la mujer quien tiene todas las ventajas y desventajas
del trabajo. En realidad, el mundo del cornudaje, es un mundo donde está en
juego toda una gama de tentaciones, provocaciones, equívocos, “pecados”, y en
el que la trama se desarrolla con la máxima discreción y concluye con las más
refinadas tácticas. De este mundo es del que nos habla Fourier como para hacer
sangrar aún más la herida de “los dolidos”, y que von Bayros se deleite
ilustrando lúbricas escenas en las que, como decía Balzac, “Un amante enseña a
una mujer todo aquello que el marido le oculta”. Termina el prólogo para que
Fourier y von Bayros dejen caer su satírica y sensual carcajada sobre todos
nosotros.
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