lunes, 2 de enero de 2023

VIAJE POR ICARIA ÉTIENNE CABET Tomo I. (FRAGMENTO).

 



PRÓLOGO

 

 

Si consideramos las riquezas de que ha colmado al género humano la Naturaleza bienhechora, y la inteligencia o la Razón con que le ha do­tado para servirle de instrumento y de guía, es imposible admitir que el hombre esté destinado a ser infeliz sobre la tierra; y si, por otra parte, vemos que es esencialmente sociable, y por consiguiente simpático y afectuoso, tampoco podremos admitir que sea naturalmente malo.

No obstante, la historia de todos los tiempos y países nos muestra so­lamente trastornos y desórdenes, vicios y crímenes, guerras y revolu­ciones, suplicios y mortandades, calamidades y catástrofes.

Empero si estos vicios y estas desdichas no provienen de la voluntad de la Naturaleza, preciso es, pues, buscar su causa en otra parte.

¿Y dónde hallaremos esta causa sino en la mala organización de la Sociedad, ni el vicio radical de esta organización sino en la desigualdad que le sirve de base?

Ninguna cuestión es evidentemente tan digna como ésta de excitar el interés universal; porque si estuviese demostrado que los padeci­mientos de la Humanidad dependen de un decreto inmutable del des­tino, sería preciso no buscar su remedio más que en la resignación y la paciencia, mientras que, por el contrario, si el mal no es otra cosa que la consecuencia de una mala organización social, y especialmente de la desigualdad, preciso es no perder un momento sin trabajar, a fin de conseguir la supresión del mal suprimiendo su causa, y sustituyendo la Igualdad a la desigualdad.

Por lo que a nosotros toca, cuanto más penetramos en el estudio de la historia, tanto más profundamente nos convencemos de que la desi­gualdad es la causa procreadora de la miseria y de la opulencia, con to­dos los vicios que de una y otra dimanan, de la codicia y la ambición, de la envidia y el odio, de las discordias y las guerras de todos géneros, y en una palabra, de cuantos males agobian a los individuos y a las na­ciones.

Tal es nuestra convicción, convicción que llega a ser indestructible cuando vemos a casi todos los filósofos y sabios proclamar la igualdad; cuando vemos a Jesucristo, autor de una inmensa reforma, fundador de una nueva religión, adorado como Dios, proclamar la Fraternidad para redimir al género humano; cuando vemos que todos los Padres de la Iglesia, todos los cristianos de los primeros siglos, la Reforma, y sus in­numerables partidarios, la Filosofía del siglo XVIII, la Revolución americana, la Revolución francesa y el Progreso universal, en fin, proclaman a una voz la Igualdad y la Fraternidad de los hombres y de los pueblos.

La doctrina, pues, de la Igualdad y de la Fraternidad o de la Democra­cia es, en nuestros días, la conquista intelectual de la Humanidad: la realización de esta doctrina es el fin a que se dirigen todos los esfuerzos, todas las luchas y todos los combates sobre la tierra. Mas al penetrar se­ria y ardientemente en la cuestión de saber cómo podría la sociedad or­ganizarse en Democracia, es decir, sobre las bases de la Igualdad y de la Fraternidad, se llega a reconocer que esta organización exige y trae con­sigo necesariamente la Comunidad de bienes.

No omitiremos añadir que esta Comunidad ha sido igualmente procla­mada por Jesucristo, por todos sus apóstoles y discípulos, por todos los padres de la Iglesia, por los cristianos de los primeros siglos, por la Re­forma y sus sectarios, y por los filósofos que son la luz y el honor de la es­pecie humana.

Todos, y Jesucristo a la cabeza, reconocen y proclaman que la Comuni­dad, basada en la educación y en el interés público o común, consti­tuyendo una seguridad general y mutua contra todos los accidentes y desgracias; garantizando a cada cual el alimento, el vestido, la habita­ción, la facultad de casarse y de crear una familia, sin someterse a más condición que a la de un trabajo moderado, es el único sistema de orga­nización social que puede realizar la Igualdad y la Fraternidad, precaver la codicia y la ambición, suprimir las rivalidades y el antagonismo, des­truir la envidia y los rencores, hacer casi imposibles los vicios y los crí­menes, afianzar la concordia y la paz, colmar, en fin, de dicha a la Huma­nidad regenerada.

Esto, no obstante, hace que los interesados y ciegos adversarios de la Comunidad, sin dejar de reconocer los prodigios que su establecimiento ; procrearía, han llegado a sentar la errónea conclusión de que es imposi­ble, que sólo es un hermoso sueño, una magnífica, quimera.

El estudio profundo de esta cuestión nos ha convencido íntimamente de que la Comunidad puede fácilmente realizarse tan luego como la adopten un pueblo y su gobierno. Tenemos además la convicción de que los progresos de la industria facilitan, hoy más que nunca, la realización de la Comunidad; de que el desarrollo actual e ilimitado de la potencia productora por medio del vapor y de las máquinas puede asegurar la igualdad de abundancia, y de que ningún sistema social es más favora­ble a la perfección de las bellas artes y a la satisfacción de todos los goces razonables de la civilización.

A fin de hacer palpable esta verdad hemos redactado el Viaje por Icaria.

En su primera parte referimos, describimos, y damos a conocer una gran nación organizada en Comunidad; la presentamos en acción en to­das sus diferentes situaciones; conducimos al lector a sus ciudades, a sus campiñas, a sus pueblos y aldeas, y a sus quintas; le hacemos reco­rrer sus carreteras, sus ferrocarriles, sus canales y ríos; viajar en sus dili­gencias y ómnibus; visitar sus talleres, sus escuelas, sus hospicios, sus museos, sus monumentos públicos, sus teatros, sus juegos y fiestas, sus placeres y sus asambleas políticas; exponemos la organización del ali­mento, el vestido, la habitación, el mueblaje, el matrimonio, la familia, la educación, la medicina, el trabajo, la industria, la agricultura, las be­llas artes y las colonias; referimos la abundancia y la riqueza, la elegan­cia y la magnificencia, el orden y la unión, la concordia y la fraternidad, la virtud y la dicha, que son el infalible resultado de la Comunidad.

Por lo demás, la Comunidad, del mismo modo que la Monarquía, la República o un Senado, es susceptible de una infinidad de organizacio­nes diferentes; puede organizarse con ciudades o sin ellas, etc., etc.; y no tenemos la presunción de creer que hayamos encontrado, desde luego, el sistema más perfecto para organizar una gran Comunidad: nuestro objeto no ha sido otro que el de presentar un EJEMPLO, para hacer conce­bir la posibilidad y la utilidad del sistema comunitario. Abierta está la liza; presenten otros mejores planes de organización y mejores modelos. Además, la nación sabrá rectificar y perfeccionar, como sabrán modifi­car y perfeccionar más aún las generaciones venideras.

En cuanto a los pormenores de la organización, muchos de ellos son aplicables a la simple Democracia del mismo modo que a la Comunidad, y nos inclinamos a pensar que pueden reportar desde luego ventajas.

Al suponer que la organización política de Icaria es la República, debe entenderse que adoptamos la palabra República en su más lato sentido (Res publica, la cosa pública); en el sentido que le dieron Platón, Bodin y Rousseau, los cuales dieron el nombre de República a todo Estado o So­ciedad gobernada o administrada para el interés público, sea cual sea la forma de su gobierno simple o múltiple, hereditario o electivo. Una Mo­narquía realmente representativa, democrática, popular, puede ser mil veces preferible a una República aristocrática; y tan posible es la Comu­nidad con una Monarquía constitucional como con un presidente repu­blicano.

En la segunda parte indicamos de qué manera puede establecerse la Comunidad, y cómo puede transformarse en tal una antigua y dilatada nación. Estamos íntima y sinceramente convencidos de que esta trans­formación no puede operarse instantáneamente, por medio de la violen­cia y de la fuerza, sino que debe ser sucesiva y progresiva, por efecto de la persuasión, del convencimiento, de la opinión pública y de la volun­tad nacional. Exponemos por lo tanto un Régimen transitorio, el cual no es más que una Democracia que adopta el principio de la Comunidad, que aplica inmediatamente todo cuanto es susceptible de una aplica­ción inmediata, que prepara la realización progresiva de lo demás, mo­dela una primera generación con arreglo a la Comunidad, enriquece a los pobres sin despojar a los ricos y respeta los derechos adquiridos y los hábitos de la generación actual, pero que al mismo tiempo suprime desde luego la miseria, asegura a todos el trabajo y la existencia y pro­cura en fin a las masas la felicidad trabajando.

En esta segunda parte discutimos la teoría y la doctrina de la Comuni­dad, refutando todas las objeciones que hacerse pueden; presentamos el cuadro histórico de los progresos de la Democracia, y exponemos las opi­niones de los célebres filósofos acerca de la Igualdad y de la Comunidad.

La tercera parte contiene el resumen de los principios del sistema co­munitario.

Bajo la forma de una NOVELA, el Viaje por Icaria es un verdadero TRATADO de moral, de filosofía, de economía social y política, fruto de asiduos trabajos, de inmensas investigaciones y de meditaciones cons­tantes. Para comprenderlo bien, no basta con leerlo una vez; es preciso repetir su lectura y estudiarlo a fondo.

No podemos seguramente lisonjearnos de no haber cometido ningún error; pero el testimonio consolador de nuestra conciencia nos dicta que nuestra obra ha sido inspirada por el más puro y ardiente amor hacia la Humanidad.

Abrumados ya de calumnias y de ultrajes, necesitamos valor para arrostrar el odio de los partidos, y tal vez las persecuciones; pero nobles y gloriosos ejemplos nos han dado a conocer que el hombre a quien in­flama y arrebata su adhesión a la salvación de sus hermanos debe sacri­ficarlo todo a sus convicciones; y sea cual sea este sacrificio, estamos prontos a aceptarlo, rindiendo en todos tiempos y lugares un solemne homenaje a la excelencia y beneficios de la doctrina comunista.

 

CABET

Viaje por Icaria(I)

Cabet, Etienne

ISBN 10: 8476341717 / ISBN 13: 9788476341711

Editorial: Orbis, 1985

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