sábado, 14 de diciembre de 2019

Jo Nesbø El doctor Proctor y el gran robo Doctor Proctor-4 nOVELA. (Fragmento).



Jo Nesbø

El doctor Proctor y el gran robo

Doctor Proctor-4
 CAPÍTULO 1
UN ROBO ALGO MÁS MODESTO 
Es una noche de lluvia en Oslo y la ciudad está silenciosa y dormida. ¿O no está tan dormida? Una gota de lluvia cae sobre el reloj de la torre del ayuntamiento y durante un buen rato se aferra a la punta de la manecilla larga, pero al final se suelta y se precipita veinte pisos hacia el suelo. Allí choca contra el asfalto con un suave «plas» y empieza a correr por las vías del tranvía junto con las demás gotas de lluvia. Si seguimos a esta gota en su ruta hacia las cloacas, oímos un leve ruido en el silencio. Un ruido que aumenta un poco en el momento en que la gota cae por la boca de la alcantarilla y se adentra en el sistema de cloacas de Oslo, donde la oscuridad es aún más densa. Acompañamos a la gota y empezamos a navegar por las aguas sucias y pestilentes que corren por las tuberías. Unas son pequeñas y estrechas, otras tan grandes que puedes ponerte de pie dentro, y se cruzan y entrecruzan muy por debajo del nivel del suelo de esta ciudad pequeña y modesta que es la capital de Noruega. Y a medida que este sistema intestinal nos sumerge en las entrañas de Oslo, el ruido va en aumento.
No es un ruido agradable. La verdad es que recuerda al dentista.
Recuerda al ruido del taladro abriéndose paso a través del esmalte de los dientes, de la carne y de los sensibles nervios, que a veces produce un sonido sordo y otras chilla, según lo que pille con su cabeza giratoria y dura como el diamante.
Pero tampoco es tan grave, al menos no es el sonido de la larguísima lengua silbante de una serpiente anaconda, ni el crujido que produce media tonelada de músculos constrictores al tensarse, ni el ensordecedor chasquido de una boca del tamaño de un flotador en el momento en que se cierra sobre su víctima. Si menciono esto es porque corren rumores de que hay una serpiente como esa por aquí abajo y porque, a la izquierda, se intuyen unos ojos amarillos y brillantes en la oscuridad. De modo que si ya te estás arrepintiendo de haberte apuntado, esta es tu oportunidad para largarte. Solo tienes que cerrar el libro con toda tranquilidad, salir de puntillas de la habitación o esconderte debajo del edredón y olvidarte de que alguna vez te hablaron de las cloacas de Oslo, del ruido de los taladros de los dentistas y de las serpientes que se alimentan de ratas de agua, de niños de tamaño medio y, a veces, de adultos pequeños, siempre que no tengan mucho pelo ni barba.
Así que adiós y buena suerte. Y cierra la puerta al salir.
Ea. Ya solo quedamos nosotros.
Continuamos adentrándonos por este río sucio que se dirige al oscuro corazón de la ciudad. Ahora el ruido se convierte en bramido y vemos una luz, aunque es obvio que no estamos ni en el paraíso ni en el dentista del infierno, sino en un lugar completamente distinto.
Ante nosotros vemos una estridente máquina con un disco del que sale un brazo de acero. El brazo se mete por un agujero que obviamente ha taladrado en el techo de la tubería de la cloaca.
We are almost there, lads! —exclama el mayor de los tres hombres que rodean la máquina e iluminan el agujero con sus linternas.
Los tres van vestidos igual: botas de cuero negro, vaqueros remangados, camisetas blancas y tirantes. El mayor lleva, además, un bombín en la cabeza. Aunque justo ahora se lo ha quitado para enjugarse el sudor, de modo que vemos que todos llevan la cabeza rapada y una letra tatuada en la frente sobre el ceño cejijunto.
Se oye un leve chasquido y de pronto el taladro empieza a chillar como un niñato malcriado.
We are in —exclama el que tiene una B tatuada en la frente, que a continuación gira un interruptor.
El ruido del taladro se desvanece poco a poco, el brazo de la grúa desciende y aparece la punta del taladro, que constituye todo un espectáculo: a la luz de las linternas, reluce como si fuera el mayor diamante del mundo. Seguramente se debe a que de hecho es el mayor diamante del mundo, que recientemente ha sido robado de una mina de diamantes en Sudáfrica.
El tipo que lleva una C tatuada en la frente coloca una escalera en el agujero y sube corriendo.
Los otros dos lo esperan mirando expectantes el boquete.
Durante cinco segundos el silencio es total.
—¿Charlie? —grita el del bombín.
El silencio dura otros tres segundos.
Pero por fin Charlie vuelve a aparecer. Le está costando mucho trabajo bajar algo que parece un ladrillo, solo que es dorado y pesa como el plomo. En el lado tiene grabado un texto: BANCO NACIONAL DE NORUEGA.

Y debajo, en letras algo más pequeñas, pone: LINGOTE DE ORO NÚMERO 101.
Help me, Betty —dice Charlie, y el que tiene tatuada una B acude corriendo y coge el lingote de oro.
And the rest? —pregunta el mayor soplándose el polvo del bombín. Este lleva una A tatuada en la frente, pero justo ahora no se lee muy bien, porque tiene el ceño tan fruncido que se le arruga la letra.
That’s all there is, Alfie.
What?
Como ya habréis notado los más versados en idiomas, los tres hablan inglés, pero si ahora hacemos como si nos hubiéramos tomado una de las pastillas multilingües del doctor Proctor, el resto de la conversación se escucharía así:
—Que solo había este, Alfie, que la caja fuerte está vacía.
—¿Este es todo el oro que tienen en este maldito banco nacional? —farfulla el mediano, que se llama Betty, y luego deja caer el lingote en el maletero de la máquina.
—Tranquilo, Betty —dice Alfie—. Que este tiene muy buena pinta. Oro puro de cabo a rabo. Habrá que tirar para casa, chicos.
—¡Chis! —exclama Charlie—. ¿Habéis oído eso?
—¿Qué?
—Ese ruido silbante.
Alfie suspira.
—En las cloacas no hay ruidos silbantes, Charlie. Ruidos de ratas y ranas, quizá, pero ruidos silbantes no hay, tronco.
—¡Mirad!
—¿Qué?
—¿No lo habéis visto? ¡Unos ojos amarillos! Han parpadeado y se han esfumado.
—Rabos rojos de rata y muslos verdes de rana, quizá —replica Alfie—. Pero ojos amarillos no hay, tron…
Lo interrumpe un atronador chasquido.
—Hum —dice Alfie acariciándose la barbilla—. ¿Eso han sido las mandíbulas de una serpiente?
—Sí. Y mamá nos ha pedido que le llevemos algo bonito de Oslo. ¿Qué os parecería una boa?
—¡Yupi! —exclama Betty sacando del maletero un pesado mamotreto de hierro.
Luego carga el mamotreto, que no es un mamotreto sino una metralleta, y dispara. La llamarada del cañón ilumina la cloaca al tiempo que las balas acribillan las paredes de las tuberías.
Los otros dos iluminan con sus linternas el lugar en el que Charlie ha visto los ojos amarillos. Pero lo único que ven es una rata temblorosa, de pie sobre las patas traseras y con la espalda pegada a la pared.
—Jolines —susurra Betty.
—Ya tenemos lo que hemos venido a buscar —dice Alfie poniéndose el bombín—. Recoged las cosas, que nos vamos.
Y mientras nosotros continuamos acompañando a la gota de lluvia por la tubería de la cloaca en su ruta hacia las depuradoras y el fiordo de Oslo, oímos que los tres hombres meten el equipo en la máquina y la arrancan.
Pero lo último que oímos es…
Exacto.
Un sssissseo de serpiente.
Fuente:

EDITORIAL
La Galera, SAU
MATERIA
Relatos de aventuras (infantil/juvenil)
ILUSTRADOR
Dybvig, Per
TRADUCTOR
Gómez Baggethun, Cristina
COLECCIÓN
Doctor Proctor
ENCUADERNACIÓN
Cartoné
ISBN
978-84-246-4582-3
EAN
9788424645823
DIMENSIONES
215 x 150 mm.
PESO
432
FECHA PUBLICACIÓN
04-02-2015
PRECIO


14.90€ (14.33€ sin IVA)

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