(Fragmento. Capítulo XIX. El Conde de Montecristo). LA FIDELIDAD DE EDMUNDO DANTÉS.
Este
es mi verdadero tesoro, amigo mío, con esto sí que me habéis dado
riqueza y felicidad. Creedme y consolaos, esto vale más para mí que
montes de oro y de diamantes, aunque no fuesen tan problemáticos
como esas nubes que en las alboradas se ven flotar sobre el mar, que
a primera vista las cree uno tierra firme, y a medida que se va
acercando a ellas se evaporan, se volatilizan y se esfuman. Teneros a
mi lado el tiempo mayor posible, oír vuestra elocuente voz, adornar
mi inteligencia, fortalecer mi alma, predisponer mi organización
entera a grandes y terribles cosas para cuando goce de libertad,
ejecutarlas de manera que no vuelva a dominarme la
desesperación, de que ya estaba casi poseído cuando os conocí;
ésta es la fortuna que os debo, y no quimérica, sino tan verdadera,
que todos los soberanos del mundo, aunque fuesen como César Borgia,
no podrían arrebatármela.
NOTA:
Poco
después se encuentra con el otro prisionero, el abate Faria, que en
su intento de escapar, cavó a una dirección contraria y llegó a la
celda de Edmond, con quien forma una muy buena amistad, llegándolo a
considerar como su padre. Faria se convierte en su instructor en
varios temas, desde la historia, las matemáticas, el lenguaje,
filosofía, idiomas, y química, mientras ya juntos, cavan hacia otro
lado de la celda, intentado escapar del castillo. Como resultado de
sus conversaciones con Faria, Dantés empieza a juntar las piezas de
la historia que lo condenó a su penuria actual, Faria le hace ver,
que la carta acusadora fue escrita con una mano izquierda y por un
obvio rencor con hacia él. Edmond y Faria trabajan durante largas
horas en el túnel para escapar, pero el viejo y frágil Faria no
sobrevive para verlo terminado. Queda paralítico a causa de un
segundo derrame cerebral (el primero le dio cuando aún se encontraba
en libertad), y muere en el tercer derrame. Viéndose moribundo,
Faria le confía a Dantés el escondite de un gran tesoro en la isla
de Montecristo que ascendía a lo que hoy serían aproximadamente
1400 millones de dólares, él, sorprendido, al principio desconfía
del abate por ser ese el tema el que le ganó su apodo de "el
abate loco" por los guardias. Al morir Faria, los guardias
envuelven su cuerpo en una pesada manta, a Dantés se le ocurre
ocupar el lugar del cadáver de Faria, llevando el verdadero cadáver
a la otra celda. Los carceleros, en lugar de enterrar el cuerpo como
él suponía, lo atan una pesada bala y lo lanzan al mar por un
barranco cercano.
investigador y anotador.
Dr. Enrico Pugliatti.
investigador y anotador.
Dr. Enrico Pugliatti.
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