domingo, 6 de noviembre de 2016

BORGES PROFESOR. Curso de literatura inglesa en la Universidad de Buenos Aires.


Lunes 17 de octubre de 1966
Clase Nº 3.  El Beowulf. La valentía y la jactancia:                                                                                         Beowulf comparado con los compadritos


En la clase anterior hablamos de la epopeya de Beowulf. Hoy re-tomamos el tema. Relaté antes uno de los episodios más poéti-cos del poema: ese niño que llega misteriosamente a la costa de Dinamarca, que llega a ser rey del país, infunde temor en los ene-migos. El poeta comenta: "Ese era un buen rey", porque eso era lo que se esperaba de un rey, que fuera fuerte y belicoso, e hicie-ra que su gente fuera temida por los vecinos. Luego pasan los años, el rey llega a la hora señalada por el destino. Cuando sien-te que la muerte se acerca, da órdenes para su entierro. Preparan entonces la nave funeraria.
El poeta nos dice que esta nave era "isig ond utfus". La pri-mera palabra quiere decir "helada" y corresponde a la palabra inglesa "iced" o la alemana "eisig". Pero no sabemos si la nave estaba cubierta de hielo —es raro que el poeta no haya hablado de ese hielo antes— o si quería decir "resplandeciente", "brillan-te", "clara como el hielo". La segunda palabra  es de traducción difícil, porque "fus" significa "ansiosa, ganosa" y "ut" corres-ponde a la palabra inglesa "out". Es decir que la nave estaba, co-mo si fuera un ser vivo, deseosa de partir. Luego se describe el barco, se habla de una bandera que tenía un tejido de oro y al rey lo sientan apoyado contra el mástil: "el poderoso contra el más-til", dice el poeta. Luego sus vasallos, llorando, empujan la nave hacia el mar y entonces tenemos esos versos que recordé: "Na-die, ni los consejeros en sus asambleas, ni los héroes bajo los cie-los, saben quién recibió esa carga". Y se dice del barco que fue impulsado por el poder del mar hacia lo lejos: "Bajo el poder del mar, fue a viajar lejos". Ahora, se habla también de un antepasa-do, que se llama también Beowulf, como el héroe epónimo que da su nombre al poema, pero que es otro Beowulf. Y esto nos hace imaginar algún vínculo entre la casa real de Dinamarca y la casa real de los geatas, esta tribu un poco misteriosa que unos han identificado con los jutos que invadieron Inglaterra y otros con los godos. Es decir, con los antepasados de los españoles, los visigodos. Pero hay mucha discusión sobre esto.
Un rasgo singular de Beowulf es que la historia que veremos ahora es una historia primitiva —hasta lo pueril, según algu-nos— y sin embargo el ambiente en que se desarrolla esta fábu-la bárbara y primitiva no es el ambiente fantástico de un cuento de hadas, aunque los hechos lo sean. Es un ambiente que abun-da en detalles realistas, sobre todo en lo que se refiere a la genea-logía de los personajes. Es, como ha dicho el germanista inglés Ker, un ambiente sólido, de novela realista. Los hechos son fan-tásticos, pero sentimos a los personajes como reales. Y además como personajes gárrulos, como personajes presentes, propen-sos a la oratoria, como personajes a quienes les gusta la cortesía, la convivencia, la ceremonia. Es verdad que todo ello era bastan-te precioso en una época azarosa, una época violenta a la que no le gustaba quizá mucho la violencia, una época bárbara pero que propendía a la cultura, a la cual le gustaba la cultura.
El poeta sigue enumerando los reyes de la casa real de Dina-marca y llegamos así a un rey que se llama Hrothgar. Estos gru-pos consonánticos son comunes en el idioma anglosajón, pero se han perdido actualmente: "hr" —la letra rúnica que lo sigue pue-de traducirse por el grupo "th"—.  Tendríamos otro ejemplo en el nombre anglosajón del anillo. En inglés y en alemán y creo que en las lenguas escandinavas, se dice "ring" En cambio, los anglosajones decían "hring" y tenemos otros sonidos análogos. Por ejemplo, "relinchar" en inglés es "neigh", en cambio en an-glosajón el verbo era "hnægan".  Hay otros grupos consonánti-cos que no podemos pronunciar porque no sabemos cómo se pronunciaban. Por ejemplo, "soberbio" se decía "wlanc". No sé cómo podría pronunciarse la "wl". Posiblemente la "w" se pro-nunciaría como una "u". Pero volvamos al poema.
El poeta enumera varios reyes y recae al fin en Hrothgar, el rey de Dinamarca, que construye un palacio que se llama "Heo-rot". Y ese palacio es, nos dice el poeta, el más espléndido de los palacios, aunque debemos imaginarlo hecho de madera. Por lo demás, yo he visto en los Estados Unidos casas muy lindas, casas lujosas, la casa de Longfellow,  la casa de Emerson,  que tienen trescientos años, y esas casas son de madera. Actualmente, decir en Buenos Aires "casa de madera" es imaginarse una casilla de madera. Ello no ocurre en Nueva Inglaterra: una casa de madera puede ser una casa muy linda, con muchos pisos, con sala, con bi-blioteca, y están hechas de tal modo que el viento no entra.
El rey construye ese palacio y el poeta nos dice que es el pa-lacio que resplandece sobre todos los reinos vecinos, es decir que es un palacio famoso. Podemos imaginar una gran sala central en la que el rey reúne a sus vasallos y ahí cena. Supongo que come-rían carne de cerdo, venado, beben cerveza en cuernos; el vino era muy raro, tenían que traerlo del sur. Hay en el poema un ju-glar que alegra las reuniones cantando acompañándose con su arpa. El arpa era el instrumento nacional de toda la gente germá-nica. La música, sin duda, sería muy sencilla.
El rey tiene su corte. Ahí él regala anillos o brazaletes de oro a sus vasallos. Por eso uno de los títulos del rey es "dador de ani-llos", "beahgifa". Esa palabra, "beag"  la encontramos en el idio-ma francés: "bague" significa "anillo". Es un rey poderoso, pero el estruendo o las músicas de las cortes inquieta o molesta a un monstruo que vive cerca en una región de ciénagas, de pantanos y de páramos. Algunos han creído reconocer en la descripción de las regiones donde vive el monstruo, que se llama Grendel, una descripción de ciertas regiones de Inglaterra. Lincolnshire, por ejemplo. Pero esto es meramente conjetural. Al monstruo se le describe como de forma humana pero gigantesco. Es un ogro, pertenece evidentemente a la antigua mitología germánica, pero como el poeta es cristiano ha querido vincularlo a la tradición cristiana, no a la tradición pagana, y nos dice que es descendien-te de Caín. Y este monstruo recorre los páramos y vive con su madre en el fondo de una laguna, tan profunda que el héroe que se sumerge tiene que nadar durante un día entero para llegar a la caverna subterránea donde el ogro vive con su madre, que es una bruja. El poeta la llama "la loba del mar", "la hechicera del mar". Hay tormentas también, lo cual hace que esa laguna sea un po-co marítima, y hay una descripción de las selvas que rodean a la laguna. Se dice que los ciervos temen acercarse a la laguna, como una zona de tempestades, de neblina, de soledad, y por lo que podríamos llamar también horror sagrado. La descripción de la laguna y los alrededores abarca unos veinte versos. Esto ahora no nos asombra, pero pensemos que el poema fue redactado a fi-nes del siglo VII o, según opinan los eruditos, a principios del si-glo VIII, y está lleno del sentimiento de la naturaleza. Este senti-miento tarda mucho en aparecer en las otras literaturas. Suele decirse con demasiada prisa —porque además del Beowulf ahí está Shakespeare— que el sentimiento de la naturaleza corres-ponde al sentimiento romántico. Es decir, al siglo XVIII, unos diez siglos después del Beowulf. La verdad es que hay libros, li-bros insignes, en que la naturaleza tal como la sentimos ahora no aparece. Y para remitirme al ejemplo más famoso, creo —no sé si estoy seguro—, sospecho que en el Quijote por ejemplo, no llueve una sola vez. Los paisajes que hay en el Quijote no corres-ponden al paisaje de Castilla: son paisajes convencionales de pra-deras, arroyuelos y sotos que corresponden a la novela italiana. En cambio, en el Beowulf tenemos el sentimiento de la naturale-za como algo temible, por lo demás, como algo hostil a los hom-bres; el sentimiento de la noche y de la oscuridad como algo te-mible, como ciertamente lo fueron para los sajones, que se ha-bían establecido en un país desconocido cuya geografía fueron descubriendo a medida que iban conquistando el país. Segura-mente los primeros invasores germánicos no tenían una noción muy precisa de la geografía de Inglaterra. Es absurdo imaginar que Horsa o Hengest vieron un mapa. Del todo increíble. Ni si-quiera sabemos si hubieran entendido el Beowulf, que está escri-to en un idioma muy retorcido y que abunda en metáforas que, sin duda, eran ajenas a los anglosajones en su lengua oral. Por lo pronto, no se encuentra nunca en la prosa. Y en las regiones es-candinavas, las más afines a los sajones, tenemos una división muy marcada y deliberada entre la prosa, que puede ser muy elocuente y muy patética pero que es muy simple, y el lenguaje de la poesía, que está entretejida de kennings, que es el nombre que llevan las metáforas que, según hemos visto, llegaron a una extraordinaria complejidad.
Pues bien, el rey Hrothgar domina Dinamarca. Naturalmen-te, no se pensaba en imperios entonces, la idea de imperio es del todo ajena a la mente germánica. Pero era un rey próspero, un rey victorioso, opulento, y luego el mismo júbilo de su corte —una de las metáforas para el arpa es "madera del júbilo" o "madera de la fiesta"— molesta a Grendel, que ataca el castillo. La fábula está mal inventada, porque tenemos al principio un rey muy poderoso y luego ese rey, con sus vasallos, con su tropa, la única medida que toma es rezar a sus dioses, pedir ayuda a sus antiguos dioses, Odín y Thor y los otros. Y el poeta nos advier-te que todas sus plegarias eran inútiles. Los dioses no tenían po-der alguno contra el monstruo. Y así pasan, inverosímilmente, doce años, y cada tantas noches el ogro fuerza las dos puertas del castillo —no tenían más—, entra y devora a uno de los señores. Y el rey no hace nada. Luego llegan noticias de estas depredacio-nes del ogro. El ogro es gigantesco y es invulnerable a las armas. Las noticias son llevadas al vecino país de Suecia. Y en Suecia hay un joven, un príncipe, Beowulf, y ese príncipe durante su in-fancia se ha mostrado como lerdo, como perezoso, pero quiere distinguirse mediante una hazaña. Ha participado ya en una gue-rra contra los francos, pero esto no le basta y sale con catorce compañeros suyos en una nave.
Naturalmente, el poeta hace que el mar sea tempestuoso, pa-ra que el viaje no sea fácil, sea difícil, y Beowulf desembarca en Dinamarca. Le sale al encuentro el centinela del rey, que es un aristócrata como Beowulf, es un príncipe. Beowulf dice que vie-ne a salvar al país y es recibido cortésmente en la corte. Pero hay un personaje que pone en duda el coraje personal de Beowulf y entonces Beowulf refiere una especie de certamen, de concurso de natación, que duró inverosímilmente diez días, un concurso con otro famoso nadador llamado Breca. Los dos nadan diez días y diez noches. Tienen que luchar con monstruos marinos, que arrastran a Beowulf al fondo del mar, donde él con su espa-da los mata y los pone en fuga. Luego sube a la superficie, sigue nadando y gana el certamen.
Ahora, aquí estamos ante una costumbre, un prejuicio mo-derno que nos aleja del poema. Decimos hoy, o es mejor, hay la idea de que un hombre valiente no debe ser jactancioso. Pensa-mos que todo jactancioso es como el miles gloriosus de la come-dia latina,  que todo jactancioso es cobarde. Pero esa idea no existía en general en la antigüedad. Los héroes se jactaban de sus hazañas y podían hacerlo. Al contrario, se animaban con ello. Puedo traer a colación las coplas de los compadritos de princi-pio de siglo en Buenos Aires, y creo que nadie pensaba que un hombre fuera cobarde porque dijera:
Soy del barrio 'e Monserra,                                                                                                               donde relumbra el acero,                                                                                                                    lo que digo con el pico,                                                                                                                         lo sostengo con el cuero.
o:
Yo soy del barrio del norte,                                                                                                                       soy del barrio del Retiro,                                                                                                                    Yo soy aquel que no miro                                                                                                                     con quién tengo que pelear,                                                                                                                 y aquí en el milonguear,                                                                                                           ninguno se puso a tiro.
o:
Hágase a un lao, se lo ruego,
que soy de la Tierra 'el Fuego.

—Es decir, de los alrededores de la Penitenciaria—.
Pues bien, Beowulf se parecía a nuestros compadritos de Monserrat o del Retiro. Beowulf quería jactarse de su valor. Y eso no hacía que nadie pensara que fuera cobarde. Para buscar un ejemplo más ilustre, tenemos la Ilíada, en la que los guerre-ros dicen quiénes son y su reputación no peligra. Al contrario, aumenta. Es como un preludio necesario al combate, para entrar en calor hacían estas cosas. Hasta podían insultarse también, po-dían acusarse de cobardía.
En el Beowulf después del concurso de natación y lucha con monstruos marinos, todos se van a acostar, y todos duermen. Es otro rasgo mal inventado: están esperando el ataque del ogro y sin embargo todos duermen tranquilamente y el único que está despierto es Beowulf. Y Beowulf está desnudo, porque sabe que las armas no hieren al monstruo. Confía, además, en su fuerza fí-sica. Esa fuerza es extraordinaria. El poeta nos dice que en su pu-ño hay la fuerza de treinta hombres.
Luego llega el monstruo, que rodea el castillo y aunque la puerta está cerrada con fuertes cerrojos de hierro, la derriba, sor-prende al primer guerrero durmiente que tiene a mano y lo de-vora entero, crudo. Devora las manos y los pies también y lue-go comete la imprudencia de acercarse a Beowulf. Y entonces Beowulf, que no se ha incorporado aún, toma la mano del ogro y la rompe. Y luego se entabla una lucha entre los dos. Lucha en que, para mayor lucimiento del héroe, no participan los otros. Y Beowulf, con la sola fuerza de sus manos —pensemos que esta-mos frente a un Hércules septentrional—, arranca el brazo y el hombro del ogro. Y mientras pelean, gritan. Esto corresponde a la realidad. En las cargas de infantería, por ejemplo, los hombres gritan también. Hay un verso de Kipling que los recuerda. Los dos gritan, pues. Todo el palacio de Heorot tiembla, está a pun-to de venirse abajo, pero finalmente el ogro herido cae mortal-mente, huye a morir a su ciénaga. Al día siguiente, celebran la muerte del ogro y cuelgan su brazo como trofeo en la sala. Hay otro festín, pero de noche la madre del ogro, que es una bruja y es muy fuerte también, viene a rescatar el brazo de su hijo muer-to y se lo lleva, dando muerte a un guerrero. Entonces Beowulf resuelve buscar la ciénaga donde vive el ogro y aquí tenemos esa descripción de la ciénaga, que es uno de los pasajes clásicos del poema. Algunos quieren acompañar a Beowulf, pero él es el hé-roe: conviene que cumpla solo sus hazañas, como lo hizo Hér-cules siglos antes. Y se ven en la superficie de la ciénaga restos de carne, carne humana, posiblemente la carne del ogro. Y hay tam-bién espuma como ensangrentada. El héroe se sumerge y nada durante un día hasta llegar a una caverna. Esta caverna está seca, está iluminada por una luz sobrenatural, mágica. Y allí está la madre del ogro, horrible, fuerte como él. Y Beowulf combate con ella y está a punto de ser vencido: ella es aún más fuerte que su hijo. Pero [Beowulf] tiene tiempo de arrancar una espada de la pared. La madre del ogro no es invulnerable al hierro: con esa espada la mata, pero la espada se consume, porque la bruja exha-la veneno de su sangre. Luego Beowulf toma la cabeza del ogro y lleva también la empuñadura de su espada, no la hoja, que ha sido consumida. Afuera están esperándolo ansiosamente. Él su-be con ese trofeo último, y el poeta inventa un rasgo circunstan-cial: se necesitan dos hombres para llevar la cabeza del gigante, tan pesada es. Luego Beowulf, ensangrentado, herido y victorio-so, vuelve al palacio de Hrothgar, que le agradece lo que ha hecho, lo colma de presentes —aceptar estos presentes no es deshonroso—, y Beowulf vuelve otra vez a su reino, al sur de Suecia.
Ahora, Beowulf no era sueco. Los suecos pertenecían a otra tribu. Los geatas eran enemigos de los suecos. Y así pasan cinco años... Perdón, cincuenta años, "cincuenta inviernos", dice el poeta. Los sajones contaban el tiempo por inviernos, dado el ri-gor del clima. Mientras tanto, Beowulf ejecuta muchas hazañas militares, pero el poeta las menciona al pasar, porque las que le importan son la primera y última hazañas de Beowulf. Y se ha dicho que uno de los fines del poema es presentar el príncipe ejemplar, según el concepto de la época. Esto es: fuerte, fuerte hasta lo sobrenatural ya que tiene la fuerza de treinta hombres, y además destructor de monstruos, que son un peligro para to-dos —esto concuerda otra vez con Hércules—, y es además jus-to. Porque cuando él muere, al fin del poema, invoca a Dios y di-ce que él nunca, en la sala de los festines, ha dado muerte a nin-gún pariente suyo. Y esto se considera como un hecho bastante extraordinario, y lo sería quizás en la época. Pasan cincuenta años, cincuenta años de victoria y, finalmente, de paz victoriosa, y luego aparece otro personaje, que es un dragón que vive desde tiempo inmemorial en una cueva y que guarda tesoros. La idea del dragón como guardián de tesoros es común en toda la anti-güedad germánica. Recordemos el caso de Sigurd o Sigfrido y el dragón, y recordemos en la Historia Natural de Plinio a los gri-fos, que cuidan montañas de oro y luchan con los arimaspos, que tienen un solo ojo.  La idea del dragón como guardián de te-soros es tan común, que en la poesía escandinava una de las me-táforas corrientes para el oro —que era entendida inmediata-mente por todos— era "lecho de dragón". O sea que la gente se imaginaba el oro y el dragón acostado encima y durmiendo en-cima para mejor guardarlo. Luego el poeta nos habla de un es-clavo, que ha huido y entra en la caverna cuando el dragón está durmiendo, y roba un jarro de oro. El esclavo desaparece de la fábula también. A la mañana siguiente, el dragón se despierta, nota que le falta el jarro de oro, sale, piensa que tiene que ven-garse de este robo, y luego tiene un rasgo humano: antes de de-predar la tierra de los geatas, vuelve a la cueva y vuelve a exami-nar todo bien, para ver si no está el jarro en alguna parte. Pero no lo encuentra, y entonces es el terror del reino de los geatas, como el ogro, medio siglo antes, lo había sido de Dinamarca. Entonces llegan noticias de lo que ocurre al viejo Beowulf, y él resuelve de nuevo luchar con un monstruo. Y si queremos ser un poco imaginativos, tenemos que ver esta historia como la de un hombre a quien acecha un destino: luchar con el monstruo y morir. El dragón es, de algún modo, presentido o no por el poe-ta —esto sí que no nos importa, porque las intenciones de los au-tores son menos importantes que el logro de lo que ejecutan—, la vuelta a encontrarse con su destino. Es decir, el dragón es otra vez el ogro de Dinamarca, y el rey va con su gente, que quiere acompañarlo, pero él dice que no, que se arreglará solo como se arregló hace cincuenta años con el ogro y con la madre del ogro. Llega a la boca de la cueva del dragón, que ha sido descripto por muchas metáforas —se lo ha llamado "manchado horror del cre-púsculo", "guardián del oro"—, y Beowulf lo desafía. El dragón sale y los dos combaten. Hay una descripción suficientemente sanguinaria del combate. Beowulf da muerte al dragón, pero el dragón exhala fuego de sus fauces, y Beowulf sabe que ese fue-go lo va a envenenar. Y hay un servidor que se llama Wiglaf, que es el único que lo ha acompañado hasta ahí, y el rey dice que va a entregar su alma al Señor —este párrafo es cristiano—, pero que él sabe que irá al Cielo, porque su vida ha sido justa, y da ór-denes para sus funerales. El funeral ya no es el que hemos visto antes: no se trata de una nave funeraria. Dice que erijan una alta pira adornada de yelmos, escudos y brillantes armaduras: "Hel-mum behongen, hildebordum, beorhtum byrnum, swa he bena wæs". "Helmum behongen", "Adornada de yelmos" —la pala-bra germánica "helm" es la misma—.  Luego "hildebordum", "tabla de la batalla": se llamaba así al escudo, que era redondo, de madera, y estaba revestido de cuero. Y luego "beorhtum byr-num" de brillantes armaduras, "swa he bena wæs", tal como él lo había ordenado. Luego lo acuestan a él en lo alto de la pira, le prenden fuego, y él ha dicho que además tienen que erigir un tú-mulo que se vea desde el mar, para que la gente lo recuerde.  Luego lo entierran en ese túmulo, y entonces doce guerreros a caballo evolucionan alrededor de la tumba del rey y cantan su elegía y celebran sus alabanzas.
Ahora, en un texto medieval sobre la historia de los godos, de Jordanes, se describe el entierro de Atila y el rito es el mis-mo.   La pira, el túmulo y los guerreros que cabalgan alrededor cantando la alabanza del rey. En fin, se ve que el poeta era un poeta erudito: en su poema ha querido registrar los diversos ri-tos funerarios de la gente germánica. Porque aunque Atila era huno, los germanos lo consideraban como suyo, porque muchos reyes germánicos fueron vasallos suyos. Y luego el poema con-cluye con la alabanza de Beowulf, y la alabanza es muy rara. Al-gunos han creído que es interpolación —yo creo que no— por-que uno esperaría que en esa alabanza se hablara del ogro, del dragón, de los suecos contra los cuales él ha combatido, de sus victorias, pero no se dice nada de eso. El último verso  nos dice que él era "manna mildust", "the mildest of men", el más suave, el más bondadoso de los hombres y el más deseoso de alabanza. Esto también contradice nuestra sensibilidad actual, porque no-sotros vivimos en una época de propaganda: el hecho de que un hombre desee ser famoso no nos parece un rasgo admirable. Pe-ro debemos pensar que este poema fue escrito en la Edad Media. En la Edad Media se creía que toda alabanza era justa: que un hombre deseara ser alabado es porque merecía ser alabado. El poema concluye con estas palabras: "el más bondadoso de los hombres y el más deseoso de alabanza" No se dice nada sobre su coraje. Es verdad que hemos visto este coraje ejemplificado a lo largo del poema.
Hay otro rasgo curioso en este poema, y es que en el poema aparece un juglar, y este juglar canta —y no concluye— una le-yenda germánica anterior acaso al Beowulf: la historia de una princesa de Dinamarca que se llama Hildeburh. El nombre sig-nifica "castillo de la guerra" o "el castillo de la batalla". Ahora, quizá este fragmento tal como lo canta el juglar no es evidente-mente el cantar, el romance anterior, porque el lenguaje es igual al lenguaje del resto del Beowulf. Es decir, es un lenguaje retóri-co en el que abundan las metáforas, y sin duda la poesía primiti-va de los germanos tiene que haber sido mucho más simple. Es-to lo vemos, por ejemplo, en el Cantar de Hildebrand, que aun-que compuesto más o menos en la misma época que el Beowulf corresponde a una etapa muy primitiva, ya que las aliteraciones son escasas, y creo que hay una sola metáfora, una metáfora du-dosa: se llama a la armadura "vestidura de batalla", "vestidura de guerra" lo cual puede o no ser una metáfora. Está muy lejos de metáforas complicadas, como "tejido de hombres" por "batalla", que encontramos en los escandinavos, o "camino del cisne" por el mar.
Ahora, esta historia está a medio contar, y es el tema del otro antiguo fragmento épico de los anglosajones: el "Fragmento he-roico de Finnsburh"  que consta de unos setenta versos y que debe ser, sospecho, anterior al Beowulf por lo directo de su len-guaje. La fábula elegida por el autor del Beowulf no se presta al desarrollo patético. Tenemos dos hazañas del mismo héroe. Las dos hazañas están separadas por un intervalo de cincuenta años y no hay ningún conflicto en el poema. Es decir, Beowulf cum-ple siempre con su deber de valiente, nada más. Muere valerosa-mente. El poema está lleno de sentencias piadosas. Algunas son evidentemente paganas: se dice, por ejemplo, que "mejor que llo-rar al amigo muerto es vengarlo" evidentemente pagana. Esto corresponde a una época en que la venganza era no sólo un de-recho sino un deber, un hombre debía vengar la muerte de su amigo. Pero no hay conflicto. En cambio, en la historia de Hil-deburh, que está intercalada en el Beowulf, sí tenemos un con-flicto. Porque la historia es ésta: hay una princesa de Dinamarca que se llama Hildeburh, hay una discordia entre los daneses y los frisios, es decir gente de los Países Bajos. Y entonces se resuelve que una princesa, la princesa de Dinamarca, se casará con el rey de los frisios. Y así, mediante esta alianza de las dos casas reales, queda cicatrizada esa discordia. Esta práctica era tan común que una de las metáforas de la poesía sajona es "tejedora de paz", es-to es "la princesa", no porque fuera especialmente apacible sino porque servía para que se tejiera la paz entre naciones vecinas y rivales. Hildeburh se casa con el rey de los frisios y va a visitarla su hermano, que llega con sesenta guerreros a la corte. Los reci-ben hospitalariamente y les dan como alojamiento las piezas que rodean a un recinto central con dos puertas. Idéntico, digamos, al palacio de Hrothgar. Pero de noche los atacan los frisios. Ellos salen a defenderse, combaten durante varios días y ahí el herma-no de la princesa de Dinamarca mata a su sobrino. Al final, los frisios se dan cuenta de que no pueden con los daneses. En am-bos poemas anglosajones hay una verdadera simpatía por los da-neses y por los geatas, desde luego, es decir, por la gente escandi-nava. Al cabo de unos días, [los frisios] se dan cuenta de que no pueden combatir, de que no pueden vencer [a los daneses], y les proponen una tregua, y el hermano de la princesa la acepta. Es-pera que pase el invierno para navegar —porque durante el in-vierno los mares estaban obstruidos por el hielo—, vuelve a su país y allí reúne una fuerza mayor que la de los sesenta guerreros que lo habían acompañado. Vuelve, ataca a los frisios, mata al rey y vuelve a su país llevándose a su hermana, la princesa.
Ahora, si este poema existiera entero, y de suponer que exis-tió, tendríamos un conflicto trágico, porque tendríamos la histo-ria de la princesa cuyo hijo muere a manos del tío. Es decir, aquí el poeta tendría una mayor ocasión de ser patético que en el Beo-wulf, que simplemente registra dos hazañas, increíbles para no-sotros, contra un ogro y contra un dragón. En la próxima clase vamos a examinar, y podemos examinarlo muy detalladamente, el "Fragmento heroico de Finnsburh". Ahora, el principio del fragmento, de la historia, lo dejaremos de lado porque lo he con-tado. Vamos a tomar el fragmento desde el comienzo, que es el momento en el cual los daneses notan que su habitación ha sido forzada por los frisios y que van a ser atacados por ellos, hasta que los frisios se dan cuenta de que no pueden con los daneses y que han sido derrotados por ellos. Vamos a analizarlo casi línea por línea. Son unos sesenta versos. Ustedes verán que el lengua-je es muy directo, muy distinto del lenguaje ceremonioso del Beowulf. Posiblemente su autor fue un hombre de acción. En cambio, en el caso del Beowulf, podemos imaginar al autor co-mo un monje, de Northumbria, se ha dicho, del norte de Ingla-terra, lector de Virgilio, que se propuso el experimento, muy au-daz en la época, de escribir una epopeya germánica. Y esto nos llevaría a un pequeño problema, que es éste: ¿por qué en las na-ciones germánicas —y aquí estoy pensando en Ulfilas,  estoy pensando en los sajones, estoy pensando después en Wycliff,  en Inglaterra en el siglo XIV, en Lutero—, por qué en las nacio-nes germánicas hubo traducciones de la Biblia antes que en las latinas?
Y hay un germanista de origen judío, Palgrave,  que ha da-do con la solución, y la solución es ésta: la Biblia que se leía en la Edad Media era una Biblia Vulgata, es decir un texto latino. Ahora, si alguien hubiera pensado en traducir el texto bíblico al provenzal, o al italiano o al español, esos idiomas se parecían de-masiado al latín como para que la traducción no corriera el albur de parecer una parodia del original. En cambio, como las lenguas germánicas eran totalmente distintas del latín, la traducción po-día hacerse sin ningún riesgo. Quiero decir que, en la Edad Me-dia, quienes hablaban provenzal o español o italiano sabían que estaban hablando un idioma que era una variación o una corrup-ción del latín. De modo que hubiera parecido irreverente pasar del latín al provenzal. En cambio, las lenguas germánicas eran totalmente distintas, [las traducciones de la Biblia] estaban he-chas para personas que no sabían latín, de modo que la traduc-ción podía hacerse sin correr ningún riesgo. Ahora, quizás esto podríamos aplicarlo al Beowulf. ¿Por qué el Beowulf es el pri-mer poema épico escrito en una lengua vernácula? Porque esa lengua vernácula difería tan profundamente del latín, que nadie al leer el Beowulf podía pensar que estaba leyendo una parodia de la Eneida. En cambio, tuvo que pasar bastante tiempo para que los juglares de lengua romance se animaran a intentar epo-peyas en su lengua.
En la próxima clase veremos, pues, el "Fragmento heroico de Finnsburh" y veremos algún poema muy posterior épico anglo-sajón, con lo cual concluiremos la primera bolilla.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Archivo del blog

FILOSOFÍA Y LITERATURA

  FILOSOFÍA Y LITERATURA. Ejemplos de Novelas Filosóficas: "El Extranjero" de Albert Camus Resumen: La historia de Meursault, un h...

Páginas