lunes, 7 de noviembre de 2016

BORGES PROFESOR. Curso de literatura inglesa en la Universidad de Buenos Aires.


Viernes 21 de octubre de 1966
Clase Nº 4

El "Fragmento de Finnsburh". La "Oda de Brunanburh".
La traducción de Tennyson. Los vikings.
Anécdotas de un viaje de Borges a York.

En la clase anterior, hablamos del "Fragmento heroico de Finns-burh". Este fragmento fue descubierto a principios del siglo XVIII y fue publicado por un anticuario, ahora dirían por un eru-dito. El manuscrito se perdió después. Este fragmento corres-ponde a parte de un romance cantado por un juglar en la sala de Hrothgar, en la epopeya de Beowulf.  Creo haber dado en la cla-se anterior un resumen general de la historia de la princesa Hil-deburh de Dinamarca, a la cual casa su hermano [Hrothgar] con un rey de los frisios, es decir de un reino de los Países Bajos, pa-ra evitar una guerra entre los daneses y los frisios. Al cabo de un tiempo —que debe haber sido considerable, porque cuando el poema empieza ella tiene un hijo grande ya—, su hermano la va a ver, a visitarla, va acompañado por sesenta guerreros. Le dan como habitación una especie de aposento alrededor de una sala central que tiene en un extremo una puerta y en el otro extremo, otra. Y luego el poema empieza, porque los guerreros que vigi-lan ven en la oscuridad de la noche un brillo, un resplandor. Y entonces suponemos, por lo que viene después, que hay varias conjeturas para explicar este brillo. Y entonces el rey dice: "No están ardiendo los aleros —dijo el rey, joven en la batalla— ni amanece, ni vuela hacia aquí un dragón" —esta explicación era posible en aquella época—, "ni están ardiendo los aleros de esta sala: están lanzando un ataque". Y se ve por los versos posterio-res que ese brillo que ellos han visto es el brillo de la luna, "bri-llante bajo las nubes", sobre los escudos y las lanzas de los fri-sios que vienen a atacarlos así, a traición.
El lenguaje es sumamente directo y querría que ustedes oye-ran los primeros [versos], para que vuelvan a oír la dureza del antiguo inglés, más apropiada a la poesía épica que el inglés ac-tual, en que ya no quedan vocales abiertas y los sonidos de las consonantes son menos duros.
"Hornas byrnað naefre?" "Horn" quiere decir "cuerno", pe-ro aquí quiere decir "alero"’; "byrnað naefre", "arden nunca" no están ardiendo; "hleobrode ða, heaðogeong cyning" , "el rey jo-ven en la batalla". "Ne ðis ne dagað eastan, ne her draca..." —draca es "dragón"— "...ne fleogeð, ne her ðisse healle hornas ne byrnað, ac her forð berað" y luego el rey tiene una especie de visión de lo que ocurrirá después, porque lo que dice no se re-fiere al presente. Dice: "Cantan los pájaros". Esos pájaros son las aves de rapiña que bajarán sobre los campos de batalla. Y luego dice: "resuena la madera de la batalla", guðwudu,  es decir "la lanza". "El escudo contesta a la espada", y luego habla de la lu-na que brilla sobre las armaduras de quienes los atacan. Y enton-ces él les dice a sus guerreros que se despierten, que se levanten, que piensen en el coraje. Entonces muchos caballeros con ador-nos de oro, es decir con hilos de oro sobre las capas, se levantan, se ciñen las espadas, las desnudan y avanzan hacia las dos puer-tas, para defender la sala de Finn.
El poema se titula "Finnsburh", "el castillo de Finn". La pa-labra burh o burg es una palabra que ustedes conocen y que sig-nifica "castillo" y que ha perdurado en los nombres de muchas ciudades: Edimburgo, "castillo de Edin"; Estrasburgo, Gotem-burgo —en el sur de Suecia— y la ciudad castellana de Burgos, que es un nombre visigótico. Luego tenemos que hablar de pa-labras como "burgués", habitante de la ciudad, "burguesía". En francés dio la palabra burgraves, "Los condes de la ciudad", el nombre de un drama de Hugo,  y otros.
El poema nos dice entonces los nombres de los guerreros que salen a defender el fuerte. Y en esa enumeración aparece uno a quien se destaca especialmente: se llama Hengest, y el poema dice "el propio Hengest". Se ha conjeturado que este Hengest es el mismo que luego fundará el primer reino germánico en Ingla-terra. Esto es verosímil, porque Hengest era juto. Obvio es re-cordar que Jutlandia se llama a la parte norte de Dinamarca. O sea que antes de ser el capitán que luego funda el primer reino germánico en Inglaterra, Hengest puede haber guerreado entre los daneses que venían del mismo país. Además, si este Hengest no fuera el mismo Hengest que inició la conquista de Inglaterra, no sé bien por qué razón lo destacarían. El poeta es anglosajón. La conquista de Inglaterra tuvo lugar a mediados del siglo V. El poema es, se supone, de fines del siglo VII. Puede ser anterior también, ya que su estilo es un estilo mucho más directo, que no tiene las inversiones latinas ni los complicados kennings, metá-foras del Beowulf. Entonces, a un auditorio inglés le interesaría saber que uno de los protagonistas fue uno de los fundadores de los reinos sajones de Inglaterra.
Luego el poeta vuelve su atención a quienes atacan traicione-ramente a los daneses. Y entre ellos está Garulf, hijo de la reina Hildeburh y sobrino de uno de sus defensores, a cuyas manos posiblemente muere. Una persona le dice que [él] es muy joven, que no debe arriesgar su vida en el ataque, ya que no faltará quien quiera tomarla, porque él es un príncipe, hijo de la reina. Pero él, un muchacho valiente, no se deja arredrar por este con-sejo, y pregunta el nombre de uno de los defensores de la puer-ta. Ahora, esto corresponde a una época aristocrática. Él, siendo príncipe, no iba a combatir con cualquiera: tenía que combatir con otro que fuera de su rango. Y entonces el defensor le contes-ta: "Sigfrido es mi nombre, soy de la estirpe de los Secgan" —se ha perdido la ubicación de esta tribu—, "soy un famoso aventu-rero, he estado en muchos duros conflictos, y ahora el destino resolverá qué recibirás de mí, o qué puedo esperar de ti", es de-cir, el destino decidirá a cuál de los dos le tocará la gloria de la victoria y a cuál la muerte.
El nombre "Sigeferð" significa "de ánimo victorioso", pero es evidentemente la forma sajona de "Sigfrido", famoso por los dramas musicales de Wagner, que mata al dragón, y su corres-pondencia escandinava sería "Sigurd" en la Völsungasaga.  Lue-go se entabla la batalla y entonces el poeta nos dice que los escu-dos, según había previsto Garulf, retumban bajo el golpe de las lanzas. Y caen muchos guerreros de los que atacan, y el primero de los que caen es Garulf, aquel joven frisio al que le habían di-cho que no se aventurara en la primera línea de los guerreros. El combate prosigue, algo inverosímilmente, durante cinco días, y caen muchos frisios, pero no cae ninguno de los defensores. El poeta se entusiasma aquí y dice: "No oí jamás que se comporta-ran mejor en la batalla de hombres sesenta varones victoriosos", o literalmente "sesenta varones de la victoria" Aquí la frase "ba-talla de hombres" parece una redundancia: toda batalla es bata-lla de hombres. Pero realmente da mayor fuerza a la frase. Y lue-go tenemos esta singular palabra compuesta: sigebeorna, varones de la victoria, hombres de la victoria, por "varones victoriosos". Y el poeta dice también que toda la sala de Finnsburh brillaba con el brillo de las espadas, "como si Finnsburh estuviera en lla-mas". Creo que hay una metáfora análoga en la Ilíada, que com-para una batalla con un incendio. La compara por el brillo de las armas y, además, por su carácter mortal.
Y quizá no huelga recordar que en la mitología escandinava, la Valhalla, el paraíso de Odín, está iluminado no por candela-bros, sino por espadas, que brillan con un brillo propio, sobre-natural. Luego el "protector del pueblo" —se le llama así al rey de los frisios— pregunta cómo va la batalla. Le dicen que ellos han perdido a muchos hombres y que hay uno de los frisios que se retira, dice que su escudo y su yelmo están deshechos, y en-tonces uno de los jóvenes... Y aquí cesa el fragmento, uno de los más antiguos de todas las literaturas germánicas, sin duda ante-rior al Beowulf. Y por otras fuentes sabemos el resto de la histo-ria.  Sabemos que se establece una tregua, pero que al cabo de un año se permite al rey de los daneses, hermano de la reina, volver a Dinamarca. Vuelve al cabo de un año, y regresa con una expe-dición, vence a los frisios, destruye el castillo de Finn, y vuelve con su hermana. De modo que tenemos un conflicto trágico: una princesa que ha perdido a su hijo, posiblemente a manos del tío de éste, su hermano. Es una lástima que no se haya conservado algo más de este poema, tan rico en posibilidades patéticas, pero debemos contentarnos con los sesenta y tantos versos que se han salvado.
Hasta aquí, las dos piezas épicas anglosajonas que hemos vis-to son de tema escandinavo. Pero luego tenemos otra, muy pos-terior, en que ya ocurren hechos en Inglaterra. Y ocurren cele-brando hechos de armas entre sajones y escandinavos. Porque alrededor del siglo VIII, Inglaterra, que ya era un país cristiano, empezó a sufrir las depredaciones de los vikings. Estos proce-dían principalmente de Dinamarca. Había noruegos también, pero los llamaban daneses a todos. Y no es imposible, más aún, es verosímil, que hubiera suecos. Yo querría detenerme aquí pa-ra hablar de los vikings.
Los vikings fueron quizá la gente más extraordinaria entre los germanos de la Edad Media. Fueron los mejores navegantes de su época. Tenían naves, llamadas "naves largas", con un dra-gón, una cabeza de dragón, en la proa. Tenían mástiles, velas; te-nían filas de remeros. De uno de los reyes noruegos, Olaf, se di-ce que era tan ágil que podía correr saltando de un remo a otro mientras navegaba la nave.  Las empresas marítimas y guerreras de los vikings fueron extraordinarias. Tenemos en primer térmi-no la conquista del norte y del centro de Inglaterra, donde se es-tablecieron en una región llamada Danelaw, "ley de los daneses", porque ahí regían las leyes danesas. Ahí se estableció el pueblo. Eran agricultores, eran guerreros además, y concluyeron mez-clándose con los sajones y perdiéndose entre ellos. Pero dejaron muchas palabras en el idioma inglés. En general, los idiomas to-man sustantivos y adjetivos de otros idiomas. Pero en el caso in-glés tienen todavía pronombres escandinavos. Por ejemplo, la palabra "they", "ellos", es una palabra danesa. Los sajones decían "hi", pero como "él" se decía "he", esas palabras se prestaban a confusión y concluyeron por adoptar el danés "they".  La pala-bra "dream" "sueño", también es danesa. Y en el dialecto de los campesinos de Yorkshire, que fue una de las principales funda-ciones danesas, perduran muchas palabras escandinavas. Cuando yo estuve en York,  tuve ocasión de hablar con el crítico de arte Sir Herbert Read,  y él me dijo que hace años había naufragado un barco danés o noruego, no recuerdo, en la costa de Yorkshi-re. Naturalmente la gente, los habitantes del pueblo, fueron a au-xiliar a los náufragos. Él conversó con el capitán, que hablaba in-glés, como todos los escandinavos cultos —allí el inglés se ense-ña en las escuelas primarias, en Dinamarca, en Suecia, en Norue-ga—, pero los marineros y la gente más primitiva no conocían el inglés, pero llegaron a entenderse con los pescadores y campesi-nos que fueron a auxiliar. Y esto es notable, si consideramos que habían pasado por lo menos diez u once siglos. Sin embargo, quedaban bastantes rastros de la lengua escandinava en el inglés como para que esa gente común pudiera entenderse. Me dijo que un campesino en Yorkshire no diría "I am going to York" , "Yo voy a York", sino "I'm going till York" y ese "till" es escandina-vo. Y podríamos multiplicar los ejemplos. Ya recordé uno, el del día "Thursday", "jueves", que en sajón era thunresdæg, y que ahora tiene el nombre escandinavo de Thor, en gracia de la bre-vedad. Pero volvamos a los vikings.
Los vikings eran aventureros individuales. Ésta es una de las causas por las cuales no hubo un imperio escandinavo. Los es-candinavos no tenían conciencia de raza. Cada uno debía lealtad a su tribu y a su jefe. Hubo un momento en la historia de Ingla-terra en que pudo haber habido un imperio escandinavo. Aquel momento en que Canuto, Knut, fue rey de Inglaterra, de Dina-marca y de Noruega. Pero él no tenía conciencia de raza. Eligió imparcialmente como gobernadores y como ministros a sajones o a daneses. La verdad que la idea de imperio era una idea roma-na, una idea del todo ajena a la mente germánica. Pero veamos ahora lo que hicieron los vikings. Fundaron reinos en Inglaterra; en Francia, el condado de Normandía, es decir, de hombres del norte. Saquearon a Londres y a París. Hubieran podido quedar-se en esas ciudades, pero prefirieron cobrar un tributo y retirar-se. Fundaron un reino danés en Irlanda. Se cree que la ciudad de Dublín fue fundada por ellos. Descubrieron América, descu-brieron Groenlandia y se establecieron en la costa oriental de América.  Eso de llamarlo "Groenlandia" es casi un artificio de rematadores, porque Groenlandia quiere decir "tierra verde" y es una tierra de témpanos. Pero le pusieron "tierra verde" para atraer a los colonos. Luego abandonaron América. Hubieran podido ser los conquistadores de América, pero lógicamente una tierra pobre, una tierra habitada por esquimales y por pieles ro-jas, una tierra sin metales preciosos —no llegaron a México—, no tenía por qué interesarles. Luego, hacia el sur, saquearon ciu-dades de Francia, de Portugal, de España, de Italia y llegaron hasta Constantinopla. El emperador de Bizancio, de Constanti-nopla, tenía una guardia de guerreros escandinavos.  Éstos ha-bían venido desde Suecia, habían atravesado toda Rusia. Se ha dicho que el primer reino en Rusia fue fundado por un escandi-navo llamado Rurik, que habría dado su nombre a todo el país. Se han encontrado tumbas de vikings a orillas del Mar Negro. Ellos conquistaron también esas pequeñas islas que hay al norte de las Islas Británicas, las Shetland, las Orcadas.  Los habitantes ahora hablan un dialecto en que hay muchas palabras escandina-vas. Y existe un tal Jarl, del que se habla, que es conde de Orca-das... "viajero a Jerusalén", así lo llamaban.  Y tenemos noticias también de otro viking que saqueó una ciudad en Italia y creyó erróneamente que era Roma, y entonces le prendió fuego para tener el honor de ser el primer escandinavo que incendiaba Ro-ma.  Después resultó que se trataba de un pequeño puerto sin importancia, pero él tuvo su momento de gloria, felicidad mili-tar. Y además saquearon ciudades en el norte de África. Hay en el idioma escandinavo la palabra "Serkland", "tierra de sarrace-nos", y esa palabra se refiere indistintamente —ya que los moros estaban establecidos ahí— a Portugal, a Marruecos, a Argelia. Todo eso era tierra de sarracenos. Y más abajo está lo que los historiadores escandinavos llamaban Bláland, "tierra azul", "tie-rra de hombres azules", es decir "negros", porque confundían un poco los colores. Fuera de una palabra, sölr, que significa "ama-rillento" y que se aplica a la tierra sin labrar y al mar, no hay co-lores. Se habla de la nieve hartas veces, pero no se dice nunca que la nieve es blanca. Se habla de la sangre, y no se dice nunca que es roja. Se habla de las praderas, y no se dice nunca que son ver-des. Además, no sabemos si esto correspondía a una especie de daltonismo, o si se trata simplemente de una convención poéti-ca. También los griegos homéricos hablaban del color vino. Es verdad que tampoco sabemos de qué color sería el vino entre los griegos, pero no hablan de colores. En cambio, en la poesía cel-ta contemporánea y algo anterior a la poesía germánica, los co-lores abundan enormemente: está llena de colores. Ahí, cada vez que se habla de una mujer, se habla de su cuerpo blanco, de su pelo de oro o color fuego, de sus labios rojos. Se habla también de las verdes praderas, se detallan los colores de las frutas, etc. Es decir, los celtas vivían en un mundo visual; los escandinavos no.
Y ahora, ya que estamos en el tema de la poesía épica, vamos a ver otras composiciones épicas muy posteriores, ya que corres-ponden al siglo IX. Y vamos a ver, en primer término, la "Oda de Brunanburh", compuesta a principios del siglo X. Figura en la Crónica anglosajona.  Hay varias versiones de ella, y aquellos de ustedes que sepan inglés pueden ver una traducción realmen-te espléndida que figura en las obras de Tennyson. O sea, es muy fácilmente accesible. Tennyson no conocía el anglosajón, pero un hijo suyo había estudiado esa forma primitiva del inglés y pu-blicó en una revista especializada una traducción en prosa de la obra. Esa traducción interesó a su padre, a quien le explicaría sin duda las reglas de la métrica anglosajona. Le dijo que estaba ba-sada en la aliteración y no en la rima, que el número de sílabas en cada verso era irregular, y entonces Tennyson, poeta muy adicto a Virgilio, intentó por una sola vez en su vida, y con un éxito indudable, ese experimento no ensayado hasta entonces en idioma alguno, que fue el hecho de escribir en inglés moderno un poema que correspondiera a una traducción casi literal de un poema anglosajón, y escrito en la métrica anglosajona.  Es ver-dad que Tennyson exagera un poco las leyes de esa métrica. Por ejemplo, hay más aliteraciones y una aliteración más justa en la versión de Tennyson que en el poema original. Pero la versión merece, desde luego, ser leída. Ustedes encontrarán en cualquier edición de los poemas de Tennyson la "Oda de Brunanburh".  Y antes de hablar de esta oda, habría que hablar de esta batalla, que según el poema fue una de las más sangrientas y largas que se libraron en Inglaterra durante toda la Edad Media, ya que em-pezó al amanecer y duró todo el día hasta el ocaso, lo cual es muy largo para una batalla de la Edad Media.  Pensemos en nuestra famosa batalla de Junín,  que duró tres cuartos de hora. No se disparó un solo tiro en ella,  y toda la batalla fue a fuer-za de sable y de lanza. Y veremos que un día para una batalla de la Edad Media representa una duración muy larga, análoga a la larga duración de las batallas en la guerra civil de los Estados Unidos, las más sangrientas de siglo XIX, y a las largas batallas de la Primera y Segunda Guerras Mundiales.
Las circunstancias de la batalla son curiosas. Tenemos una alianza, que hubiera parecido invencible al principio, entre Constantino, rey de Escocia —Escocia era un reino indepen-diente entonces— y su yerno Olaf —en el poema se llama An-laf—, rey danés de Dublín. Y luego combate contra los sajones de Wessex. Wessex significa "tierra de los sajones occidentales". Combaten también cinco reyes britanos, es decir, celtas. Tene-mos, pues, esta coalición de escoceses, escandinavos de Irlanda y reyes britanos contra el rey sajón Aethelstan, que quiere decir "piedra noble", y un hermano suyo. Hay un hecho que no ha si-do explicado. Según todas las crónicas, el rey danés de Dublín sale de Dublín para invadir Inglaterra. Lo natural que se espera es que hubiera atravesado el canal de Irlanda y hubiera desem-barcado en Inglaterra. En cambio, por razones que desconoce-mos —fue buscando una sorpresa, quizá—, dio con sus naves —que eran quinientas y que llevaban unos cien guerreros cada una— toda la vuelta al norte de Escocia y desembarcó en un lu-gar que no ha sido bien identificado, en el este de Inglaterra, no en el oeste como esperaríamos. Allí sus fuerzas se unieron a las escocesas de Constantino y con los últimos reyes britanos, que venían de Gales. Y formaron así un ejército formidable. Luego el rey Aethelstan y su hermano Eadmund avanzan desde el sur para encontrarse con ellos. Los dos ejércitos se encuentran, se enfrentan, y resuelven esperar hasta el día siguiente para iniciar la batalla —las batallas entonces tenían algo de torneo—. Al rey Anlaf se le ocurre una estratagema para conocer la disposición del campamento sajón. Se disfraza de juglar, toma el arpa —sin duda sabía tañer el arpa y cantar— y se presenta en la corte del rey sajón. Los dos idiomas, como he dicho, se parecían. Además, según he dicho ya, en aquel tiempo las guerras no se veían como la guerra entre un pueblo y otro, sino entre un rey y otro, de modo que la aparición de un juglar danés no tenía por qué alar-mar ni sorprender a nadie. Al juglar lo llevan hasta el rey Aethelstan, canta en danés, sin duda, el rey lo oye con placer y luego le da, posiblemente le arroja, unas monedas. Y el juglar, que ha observado la disposición del campamento sajón, se va. Y aquí ocurre algo que no está comentado en las crónicas, pero que no es difícil de adivinar. El rey Anlaf ha recibido monedas. Esas monedas le han sido dadas por el rey sajón, a quien él piensa ma-tar, o en todo caso derrotar, al día siguiente. Y él puede pensar muchas cosas. Puede pensar —y esto es lo más verosímil— que estas monedas le traerán mala suerte en la batalla que se librará al día siguiente. Pero ha de pensar también que no está bien que acepte dinero del hombre con el cual piensa combatir. Ahora, si él tira las monedas, las monedas pueden ser encontradas y pue-de descubrirse el ardid. Entonces él resuelve enterrarlas. Pero entre los hombres del rey sajón había uno que había combatido antes a los mandatos de Anlaf, y que sospecha la identidad del falso juglar, lo sigue, lo ve enterrar las monedas y sus sospechas quedan confirmadas. Y entonces él vuelve y le dice a su rey, el sajón: "Ese juglar que estuvo cantando aquí es realmente Anlaf,  rey de Dublín". Y el rey le dice: ¿Por qué no me lo dijiste antes?" Y el soldado, evidentemente una persona noble, le dice: "Rey, te he jurado lealtad. ¿Qué pensarías de mi lealtad si yo traicionara a un hombre a quien antes juré lealtad? Pero mi consejo es que cambies tu campamento". Entonces el rey reconoce al soldado, cambia toda la exposición de su campamento, y en el lugar que él ocupaba —esto es un poco pérfido por parte del rey sajón— deja a un obispo que había llegado con su gente. Antes del alba, los escoceses, los daneses, los britanos, intentan un ataque sor-presivo, matan debidamente al obispo y al día siguiente se libra la batalla, que dura todo el día y que es cantada en la "Oda de Brunanburh". Ahora, esta batalla fue cantada por el gran poeta islandés también, el viking y poeta Egil Skallagrímsson, que gue-rreó de parte de los sajones contra sus hermanos escandinavos. Y en la batalla murió combatiendo a su lado un hermano de Egil, que después celebró la victoria sajona en un poema famoso en la historia de la literatura escandinava.  Y ese poema, ese panegíri-co del rey, encierra una elegía a la muerte de su hermano. Es un extraño poema, un panegírico, un canto a la victoria que encie-rra una elegía, un canto de tristeza por la muerte de su hermano caído a su lado en la batalla.
Pero volvamos al poema. No sabemos quién lo ha escrito. Probablemente lo escribió un monje. Este hombre, aunque es-cribía a principios del siglo X, tenía la mente llena de toda la poe-sía épica sajona anterior. Encontraremos una frase del Beowulf incrustada en su poema. Habla, por ejemplo, de cinco reyes jó-venes puestos a dormir por la espada. Es uno de los pocos ras-gos de ternura que hay en el poema, el hablar de esos reyes jó-venes. Ahora, uno esperaría, en un poema compuesto en la Edad Media, algo así como un agradecimiento a Dios. Le agradecería a Dios el haber deparado la victoria a los sajones y no a los ene-migos. Pero el poeta no dice nada de esto: el poeta celebra la glo-ria que el rey y su hermano han alcanzado, "la larga gloria", "el largo Marte", dice literalmente el poema: "ealdorlangne tyr". La palabra "tyr", que equivaldría al dios clásico Marte, significa "gloria" también. "Ganaron con el filo de las espadas cerca de Brunanburh" —sweorda ecgum, "filo de las espadas", "by the edge of the sword". Y luego el poeta dice que combatieron du-rante todo el día, "Desde que el sol..." —mære tungol, "esa fa-mosa estrella" lo llama— "...se deslizó sobre los campos hasta que la gloriosa criatura se hundió en Occidente". Después des-cribe la batalla, y el poeta siente una evidente felicidad ante la de-rrota de los enemigos. Habla del astuto, traicionero escocés Constantino, que tuvo que volver a su tierra en el norte y que no tuvo ninguna causa para jactarse de su encuentro de lanzas, del crujido de los estandartes... Usa muchas metáforas para referir-se a la batalla. Y antes habla de Anlaf. Dice que Anlaf tuvo que huir a sus naves y buscar refugio en Dublín, acompañado de unos pocos, que apenas pudo salvar su vida. Y dice que ellos fue-ron persiguiendo todo el día a los enemigos que odiaban. Hay una mención de Dios en el poema, una sola mención de Dios, y es cuando llama al sol "brillante candela de Dios", "godes condel beorht". Es el único recuerdo de la divinidad. El poema, aunque evidentemente escrito por un cristiano —estamos a principios del siglo X —, es un poema que corresponde al antiguo espíritu heroico de los germanos. Después de haber descripto la batalla, se detiene con evidente júbilo en el cuervo, de pico "duro como el cuerno", que come, devora los cadáveres de los hombres. Y habla también de "esa bestia gris habitante del bosque", habla de los lobos, que comen a los cadáveres. Todo esto con una especie de júbilo. Pero cuando habla de los daneses que vuelven a Du-blín, dice que vuelven avergonzados, porque la derrota era con-siderada como un bochorno, sobre todo si iba acompañada de la huida. Anlaf y Constantino, según la ética germánica, hubieran debido hacerse matar en la batalla que habían perdido. Era bo-chornoso que se salvaran, que salieran con vida. Y después de es-to, el poeta nos habla del rey y del príncipe. Dice que ellos vol-vieron cabalgando a Wessex, "cada uno en su gloria".  Y después de este canto de exaltación, ocurre algo que también es singular en la Edad Media, porque debemos pensar que la gente en aque-lla época, como los indios pampas aquí, por ejemplo, no ten-drían mucha conciencia histórica. Y, sin embargo, este poeta, que era evidentemente un hombre culto puesto que conocía al dedillo todas las antiguas metáforas, todas las leyes de las versi-ficación germánica, dice que nunca se había librado en esta isla, en Inglaterra, una batalla mayor, desde que los sajones y los an-glos, "duros herreros de la guerra" —dice esto como si la guerra fuera un instrumento, un instrumento de hierro— llegaron a es-tas islas, movidos —y Tennyson traduce "by the hunger of glory"— "por el hambre de la gloria". Y nos dice que "sobre el ancho mar buscaron a los britanos y se apoderaron de la tierra".
Es decir que este poeta del siglo X, a principios de éste, re-cuerda la conquista germánica de Inglaterra, que ocurrió en el si-glo V, y une la memoria de esta victoria presente, que tiene que haber sido emocionante para los sajones —ya que era común que los escandinavos los derrotaran, era raro que fueran ellos los vencedores—, y la vincula a las glorias muchas veces seculares de los primeros germanos que llegaron a Inglaterra.
En la próxima clase veremos otra pieza épica anglosajona, una pieza que conmemora una victoria, no una derrota, de los noruegos sobre los anglosajones, y luego hablaremos de la poe-sía propiamente cristiana, es decir, la poesía basada en la Biblia y en el sentimiento cristiano.

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