viernes, 22 de abril de 2016

CARLOS FUENTES. (PRIMERA ENTREGA) CERVANTES O LA CRÍTICA DE LA LECTURA.


CARLOS FUENTES.
(PRIMERA ENTREGA)
CERVANTES O LA CRÍTICA DE LA LECTURA.

U na vez, escuché en España la opinión según la
cual Cervantes y Colón serían gemelos espirituales.
Ambos murieron sin darse cuenta cabal de la
importancia de sus descubrimientos. Colón creyó
que había llegado al Lejano Oriente navegando
hacia el Occidente; Cervantes pensó que sólo había
escrito una sátira de las novelas de caballería.
Ninguno de los dos imaginó que había desembarcado
en los nuevos continentes del espacio
-América- y de la ficción -la novela moderna.
La visión extrema de un Cervantes ingenuo se
refleja en otra, igualmente extrema: el autor de
Don Quijote era un consumado hipócrita que supo
disfrazar sus constantes ataques contra la iglesia y
el orden establecido bajo el manto de la locur~ de
su ingenioso hidalgo, sin dejar de profesar constante
y pública fidelidad al catolicismo romano y
sus instituciones.
¿Ingenuidad o disimulo? ¿Los propósitos de
Cervantes nunca sobrepasaron el menguado límite
de la sátira de las novelas de caballería? ¿O es el
Quijote una novela escrita en el "lenguaje de
Esopo"? Ninguna gran novela se escribe sobre
ecuaciones perfectamente calculadas. Los a prioris
del novelista tienden a borrarse a medida que la
obra adquiere autonomía y emprende su vuelo
propio. Esto es igualmente cierto en Cervantes,
Stendhal o Dostoyevski. Las abiertas intenciones
satíricas del Q"ttijote son, más bien, irónicas por
naturaleza, sólo una faceta del múltiple juego de
espejos que el autor prontamente establece
cuando, después de la primera salida de Don Quijote,
Cervantes pone en duda la génesis autoral
del libro. No es concebible que Cervantes, después
de escribir los primeros capítulos de su novela,
descubriese la que habría de ser su esencia
misma -la crítica de la lectura- sin incluir en (o
excluir de) la sátira de la épica caballeresca la intención
mayor del libro y permitiéndole, en cambio,
subsistir como el principio ingenuo que habría
de guiar todo su desarrollo.
Cervantes, sin duda, era un hombre de su
tiempo, un voraz lector y autodidacta que escribió
su obra maestra en la etapa final de su vida,
cuando era dueño de una conciencia perfectamente
clara de las realidades de ese tiempo. El
hijo de médico fracasado, desde niño peregrino
en su patria española, ciertamente discípulo del
erasmista español Juan López de Hoyos, inciertamente
estudiante en las aulas de Salamanca; el
joven autor de versos fúnebres que llamaron la
atención en la corte de Felipe II y que de la corte
viajó a Roma en el séquito del Cardenal Acquaviva;
el ayuda de cámara del Cardenal transformado
en soldado en la hora gloriosa de Lepanto,
donde perdió el uso de una mano durante el decisivo
combate naval contra los turcos; el cautivo
de los moros en Argelia durante cinco largos
años; el apremiado comisionario de víveres para
la Invencible Armada que exigió demasiado a los
clérigos andaluces y fue, por ello, excomulgado;
el incompetente recaudador de impuestos que
dos veces dio con sus huesos en la cárcel a causa
de su mala aritmética; el viejo, pobre y triste autor
de una novela concebida detrás de los barrotes
y con cuyas magras regalías apenas pudo pagar
deudas acumuladas: sin duda, digo, este hombre
era conciente del contexto cultural e histórico de
la Europa de fines del siglo xv1 e inicios del
XVII, y particularmente de las realidades de Es-
paña como fortaleza de la Contrarreforma.
Ironía, más que ingenuidad; conciencia, más
que hipocresía. Pero más allá de estas categorías
(y acaso conteniéndolas todas) está el autor de
Don Quijote: el fundador de la novela europea
moderna. Y más allá de la biografía y de la historia
está Don Quijote mismo, el libro, el hecho estético
que altera profundamente las tradiciones de
la lectura y de la escritura en relación con la cultura
que precedió al tiempo de Cervantes, la cultura
que le tocó vivir y, desde luego, la cultura
que habría de sucederle.
El propósito del presente ensayo es reflexionar
sobre los factores mediatos e inmediatos que,
subjetiva y objetivamente, conciente e inconcientemente,
ingenua e irónicamente, hipocrÍtica y
críticamente, se dieron cita en las páginas de Don
Quijote a fin de ofrecernos, en definitiva, una
nueva manera de leer el mundo: una crítica de la
lectura que se proyecta desde las páginas del libro
hacia el mundo exterior; pero, también y sobre
todo, y por vez primera en la novela, una crítica de
la creación narrativa contenida dentro de la obra
misma: crítica de la creación dentro de la creación.

Fuente: Primera edición, marzo ~e 1976. A
D. R. © Editorial Joaqum MortlZ, S. .
Tabasco 106, México 7, D. F.

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