domingo, 14 de febrero de 2016

(Quinta Entrega. Estudio Crítico: Jorge Luis Borges y Betina Edelberg). Lugones y lo helénico.


(Quinta Entrega. Estudio Crítico: Jorge Luis Borges y Betina Edelberg).
Lugones y lo helénico
(Lugones (tercero desde la izquierda, de pie) junto a otros intelectuales, al fundarse (1928) la Sociedad Argentina de Escritores. Horacio Quiroga es el primero de la izquierda y sentados, Baldomero Fernández Moreno a la izq, y en el centro, se encuentra Alberto Gerchunoff.)

El amor de lo helénico acompañó siempre a Lugones, En una conferencia, pronunciada en 1915, refirió que en “la gracia mode-rada” de las colinas de Córdoba, en “la vivacidad de su aire seco y transparente” y en los ríos “de sonora delgadez” había presentido el paisaje griego.
Ya hemos dicho que los poetas del modernismo admiraban a Grecia; esta admiración, que en la mayoría se redujo al manejo retórico de algunos temas o palabras, fue genuina en Lugones. Lo llevó a estudiar la mitología, las costumbres, las artes, y aun los dialectos.
Prometeo (1910) forma parte del homenaje que Lugones quiso tributar a la patria, en su centenario. Es significativo que el tema central de este libro sean las ideas griegas; Lugones, en el prólogo, afirma que éstas “constituyen el fundamento de la civili-zación a la cual pertenecemos”. El cristianismo, considerado por Lugones una religión oriental, ha obscurecido nuestra vinculación con la cultura helénica. Lugones quiere recordar a los argentinos este lejano origen y contribuir a la formación de “lo que ahora nos falta: una civilización, una moral, y un culto”. En 1910 pensó que esa Argentina que se afanaba con su progreso material valía mucho menos que la otra que atravesó los Andes, creó repúblicas, y fundó la libertad “con su miseria generosa”. Querría que nuestro segundo siglo de historia organizara un nuevo tipo de vida basada en lo espiritual.
Prometeo es una exposición y una interpretación de la mitolo-gía griega. Lugones rechaza la tendencia, entonces en auge, a ver en los fenómenos naturales el fundamento de los mitos; desentraña o quiere desentrañar la parte de verdad que en ellos se oculta. En el capítulo titulado Un proscripto del Sol, niega que el descubrimiento del fuego sea el tema esencial del mito de Prometeo. Otros capítu-los analizan el arte, las costumbres, y las instituciones. En algunos pasajes de la obra asoma el influjo de las doctrinas teosóficas. Lu-gones, en este libro, reverencia una vez más a Platón.
En 1915 publicó El ejército de la Ilíada, que reproduce una conferencia pronunciada siete años antes en el Círculo Militar.
Con los apuntes de unas conferencias dictadas en la Universidad de Tucumán en 1915, compone el libro Las industrias de Atenas que apareció en 1919. El trabajo ateniense, la cerámica, la construc-ción de las flautas, y la industria de la miel son los temas princi-pales. Como de costumbre, Lugones emplea con un propósito aleccionador las analogías de lo griego con lo argentino. Señala, entre otras cosas, que el pueblo ateniense, como el nuestro, se formó por inmigración:
“Atenas fue un resultado de la tolerancia y hospita-lidad con que supo acoger en el suelo ático a los emigrantes corridos por la invasión dórica.”
En otra disertación observa un parecido local: se refiere a:
“...la industria de la miel que, como se sabe, era el azúcar de los antiguos. Reviste, pues, una especial importancia para Tucumán donde también existe una civilización de la dulzura...”
Estudios helénicos (1923) y Nuevos estudios helénicos (1928) reúnen varios trabajos dedicados a los poemas homéricos e incluyen traducciones del texto original en alejandrinos rimados. Se recorda-rá que en el prólogo del Lunario sentimental, Lugones había afir-mado que la rima es el elemento esencial del verso moderno; en Estudios helénicos aclara que ésta reemplazó al ritmo o cantidad prosódica del verso antiguo. La elección del alejandrino se debe a que Lugones lo consideraba “el hexámetro romanceado”. Este metro le permitió mantener en su traducción el mismo número de versos del original.
“Tengo la convicción –escribe Lugones– de que mi comen-tario es interesante y de que mis traducciones son buenas.”
Acaso le parecieron buenas porque en cada palabra seguía oyendo el texto original; tal ilusión es frecuente en los traductores, y casi inevita-ble. Esa iluminación indirecta no alcanza al lector, que no ve sino el resultado último del trabajo.
Más atento al significado de las palabras que a su valor esté-tico, Lugones las combinaba y las prodigaba con extraña insensibi-lidad. Construía así dificultosos pasajes como éste:

–Oh hermano, el raudo Aquiles te acosa grandemente
con pie veloz, en torno de la ciudad de Príamo.
Mas, ea, detengámonos ya y hagámosle frente.
Contestóte el grande Héctor del casco tremolente:
–Siempre fuiste, Detiobo, mi hermano más querido
entre los que hijos de Hécuba y Priamo hemos sido;
pero aun sabrá mi estima crecer en adelante,
pues a dejar los muros por mi te has atrevido
al ver mi riesgo, mientras los demás se quedaron.
Y la ojizarca Atena díjole:               
–Hermano, es cierto
que padre, augusta madre, y amigos, abrazaron
mis rodillas rodeándome, y harto me suplicaron
quedase allá (pues todos de terror están yertos).
(Ilíada, canto XXII)

Estudios helénicos y Nuevos estudies helénicos proceden de conferencias dictadas en Buenos Aires.
Fuente: Editorial: Pleamar.

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