lunes, 9 de marzo de 2020

Francis Bacon Ensayos DE LA ASTUCIA


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DE LA ASTUCIA
(1612)
Tomamos la astucia por una sabiduría siniestra y perversa; y, en verdad, que hay gran diferencia entre un hombre astuto y uno sabio, no sólo en punto a honradez sino en punto a capacidad. Se puede barajar las cartas y no saber jugar bien; así es que hay algunos que son buenos como agentes electorales y miembros de partido y, sin embargo, son débiles. Además, una cosa es entender a las personas y otra entender los asuntos; pues hay muchos que entienden perfectamente los humores de los hombres y no tienen mucha capacidad en lo realmente importante de un asunto, lo cual es propio de quien ha estudiado más los hombres que los libros. Tales personas son más aptas para la acción que para el consejo, y son buenas sólo en su barrio. Enfrentémoslas ante personas desconocidas y habrán perdido su rumbo; por eso la antigua norma para distinguir a un tonto de un inteligente: Mitte ambos nudos ad ignotos, et videbis[1], dice muy poco en su favor; y como esos hombres astutos son como buhoneros de baratijas, no les cuesta mucho trabajo abrir su tienda.
Es punto de astucia vigilar con la vista a aquel con quien se habla, como dicen los jesuítas en uno de sus preceptos; pues hay muchos hombres prudentes que guardan el secreto en su corazón y lo dejan traslucir en la cara; sin embargo, eso debe hacerse bajando de vez en cuando los ojos con modestia, como también acostumbran los jesuitas.
Otra cosa es cuando hay algo que obtener de un enviado y se le entretiene y divierte con otros temas, de tal modo que no esté demasiado alerta para hacer objeciones. Conocí un consejero y secretario que nunca se presentaba a la reina Isabel de Inglaterra con leyes para firmar, sino que siempre le hablaba de cosas de Estado de tal forma que ella no se preocupara de las leyes.
La misma sorpresa puede hacerse proponiendo las cosas cuando los otros tienen prisa y no pueden detenerse a examinar con prudencia lo que se ha propuesto.
Si un hombre tuviera que impedir un asunto y dudara que alguna otra persona pudiera llevarlo a cabo con destreza, déjela que lo desee y que lo intente, pero hágasele ver el posible fracaso.
La interrupción en medio del asunto sería como decir, si esa persona interviniese: fomenta un gran apetito en quien te puede proporcionar mayor conocimiento.
Y puesto que es mejor cuando algo parece que lo han conseguido de ti preguntándotelo que si lo dices por tu cuenta, pueden poner un cebo por respuesta poniendo un gesto y cara distintos a los que deseas; para, al final, dar ocasión a los otros a que pregunten a qué se debe el cambio, como hizo Nehemías: Y yo no había estado antes triste en presencia del rey[2].
En las cosas que son delicadas y desagradables, es conveniente romper el hielo con algunas cuyas palabras sean de menor peso y reservar las voces más pesadas para cuando llegue la ocasión, de tal modo que el otro tenga que preguntarle sobre la otra cuestión; como hizo Narciso al contar a Claudio el matrimonio de Mesalina con Silio.
En las cosas en que no queremos vernos es signo de astucia tomar de prestado el nombre de otros diciendo: la gente dice o dicen por ahí.
Conocí uno que, cuando escribía una carta, ponía lo más importante en la posdata, como si fuese asunto de poca importancia.
Conocí otro que, cuando tenía que hablar, pasaba de largo sobre lo que más le importaba; continuaba y retrocedía y luego hablaba de ello como si fuese algo que casi hubiera olvidado.
Algunos procuran que les sorprendan en momentos tales en que es probable que se los encuentren los que ellos quieren y que les encuentren con una carta en la mano, o haciendo algo a lo que no están acostumbrados para que, en definitiva, les pregunten sobre esas cosas que ellos están deseando sacar a relucir.
Es signo de astucia dejar caer con esas palabras alusivas el nombre de una persona, para que otra persona las oiga y las utilice y, en consecuencia, aprovecharse de ello. Conocí dos que fueron competidores para el puesto de secretario en tiempos de la reina Isabel y que, sin embargo, mantenían buenas relaciones entre ambos, y se confiaban el uno al otro los asuntos; y uno de ellos dijo que ser secretario en la decadencia de una monarquía era una cosa delicada y que no la deseaba; el otro captó inmediatamente esas palabras y, hablando con varios amigos, les dijo que no tenía razón alguna para ser secretario en la decadencia de una monarquía. El primero se enteró de ello y consiguió contárselo a la reina, la cual al oír hablar de decadencia de una monarquía, lo tomó tan a mal que nunca quiso volver a oír de la solicitud del otro.
Es astucia lo que nosotros en Inglaterra llamamos the turning of the cat in the pan (la vuelta del gato en tomo de la cazuela); que es cuando lo que un hombre dice a otro hace ver que a él se lo ha dicho otra persona; y, para decir la verdad, no es fácil, cuando entre dos sucede eso, aclarar cuál de los dos lo inició.
Una forma que algunos utilizan es mirar y lanzarse hacia alguien para justificarse por su negativa; es como decir: No hago eso como Tigelino hizo con Burro: Sed non diversas spes, sed inco-lumitatem imperatoris simpliciter spectare[3].
Algunos tienen preparados cuentos e historias, como si no tuvieran nada que insinuar, pero pueden envolverlo en un cuento que sirve tanto para mantenerse ellos en guardia, como hacer que otros se hagan cargo de ello con más agrado.
Es un buen rasgo de astucia para una persona acomodar la respuesta que tenga que dar a sus propias palabras y propósitos porque eso hace que el otro pierda rapidez.
Es extraño cuánto tiempo pueden estar mintiendo algunas personas en espera de poder decir lo que quieren; y cuán lejos pueden ir y cuántos asuntos tocarán para aproximarse a lo que quieren. Es cosa de mucha paciencia pero también muy utilizada.
Muchas veces, una pregunta repentina, atrevida e inesperada sorprende a una persona y la deja al descubierto. Como aquel que, habiendo cambiado de nombre y pasando por la catedral de San Pablo, de repente se acercó otro por detrás y le llamó por su verdadero nombre, con lo cual miró hacia atrás inmediatamente.
Pero esas fruslerías y pequeñas astucias son infinitas y estaría bien hacer una lista de ellas; pues nada hace más daño en un Estado que esos hombres astutos pasen por sabios.
Mas, en verdad, algunos hay que conocen los resortes y vicisitudes de los negocios y, sin embargo, no pueden meterse de lleno en ellos; como una casa que tiene entrada y escalera apropiadas pero ninguna habitación amplia. Por lo tanto, se les verá encontrar buenas ocasiones al final, pero son incapaces de examinar o discutir los asuntos; y sin embargo, por lo general, se aprovechan de su incapacidad y dirán agudezas acerca de la dirección. Otros más bien se basarán en el engaño de los demás valiéndose de triquiñuelas más que de solidez de sus propios procedimientos; pero Salomón dice: Prudens advertit ad gressus suos, stultus divertit ad dolos[4].
Fuente:

 Francis Bacon

 Ensayos

 

 

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oronet 15.11.2019

viernes, 6 de marzo de 2020

Dante Alighieri Divina Comedia. CANTO II. (Notas al final del canto)


CANTO II

El día se marchaba, el aire oscuro
a los seres que habitan en la tierra
quitaba sus fatigas; y yo sólo                                                3

me disponía a sostener la guerra,
contra el camino y contra el sufrimiento
que sin errar evocará mi mente.                                            6

¡Oh musas! ¡Oh alto ingenio, sostenedme!
¡Memoria que escribiste lo que vi,
aquí se advertirá tu gran nobleza!                                         9

Yo comencé: «Poeta que me guías,
mira si mi virtud es suficiente
antes de comenzar tan ardua empresa.                                 12
           
Tú nos contaste que el padre de Silvio,                                13[L1] 
sin estar aún corrupto, al inmortal
reino llegó, y lo hizo en cuerpo y alma.                                15

Pero si el adversario del pecado
le hizo el favor, pensando el gran efecto
que de aquello saldría, el qué y el cuál,                                18

no le parece indigno al hombre sabio;
pues fue de la alma Roma y de su imperio
escogido por padre en el Empíreo.                                       21

La cual y el cual, a decir la verdad,
como el lugar sagrado fue elegida,
que habita el sucesor del mayor Pedro.                                24

En el viaje por el cual le alabas
escuchó cosas que fueron motivo
de su triunfo y del manto de los papas.                                27

Alli fue luego el Vaso de Elección,                                      28[L2] 
para llevar conforto a aquella fe
que de la salvación es el principio.                                        30

Mas yo, ¿por qué he de ir? ¿quién me lo otorga?
Yo no soy Pablo ni tampoco Eneas:
y ni yo ni los otros me creen digno.                                      33

Pues temo, si me entrego a ese viaje,
que ese camino sea una locura;
eres sabio; ya entiendes lo que callo.»                                  36

Y cual quien ya no quiere lo que quiso
cambiando el parecer por otro nuevo,
y deja a un lado aquello que ha empezado,                          39

así hice yo en aquella cuesta oscura:
porque, al pensarlo, abandoné la empresa
que tan aprisa había comenzado.                                          42
           
«Si he comprendido bien lo que me has dicho
‑respondió del magnánimo la sombra­
la cobardía te ha atacado el alma;                                         45

la cual estorba al hombre muchas veces,
y de empresas honradas le desvía,
cual reses que ven cosas en la sombra.                                  48

A fin de que te libres de este miedo,
te diré por qué vine y qué entendí
desde el punto en que lástima te tuve.                                  51
           
Me hallaba entre las almas suspendidas                                52[L3] 
y me llamó una dama santa y bella,                                      53[L4] 
de forma que a sus órdenes me puse.                                               54

Brillaban sus pupilas más que estrellas;
y a hablarme comenzó, clara y suave,
angélica voz, en este modo:                                                  57

“Alma cortés de Mantua, de la cual
aún en el mundo dura la memoria,
y ha de durar a lo largo del tiempo:                                      60

mi amigo, pero no de la ventura,
tal obstáculo encuentra en su camino
por la montaña, que asustado vuelve:                                   63

y temo que se encuentre tan perdido
que tarde me haya dispuesto al socorro,
según lo que escuché de él en el cielo.                                  66

Ve pues, y con palabras elocuentes,
y cuanto en su remedio necesite,
ayúdale, y consuélame con ello.                                           69

Yo, Beatriz, soy quien te hace caminar;                               70[L5] 
vengo del sitio al que volver deseo;
amor me mueve, amor me lleva a hablarte.                           72

Cuando vuelva a presencia de mi Dueño                             73[L6] 
le hablaré bien de ti frecuentemente.”
Entonces se calló y yo le repuse:                                          75

“Oh dama de virtud por quien supera
tan sólo el hombre cuanto se contiene
con bajo el cielo de esfera más pequeña,                              78[L7] 

de tal modo me agrada lo que mandas,
que obedecer, si fuera ya, es ya tarde;
no tienes más que abrirme tu deseo.                                     81

Mas dime la razón que no te impide
descender aquí abajo y a este centro,
desde el lugar al que volver ansías.”                                     84

“ Lo que quieres saber tan por entero,
te diré brevemente ‑‑me repuso­
por qué razón no temo haber bajado.                                               87

Temer se debe sólo a aquellas cosas
que pueden causar algún tipo de daño;
mas a las otras no, pues mal no hacen.                                  90

Dios con su gracia me ha hecho de tal modo
que la miseria vuestra no me toca,
ni llama de este incendio me consume.                                 93

Una dama gentil hay en el cielo                                            94[L8] 
que compadece a aquel a quien te envío,
mitigando allí arriba el duro juicio.                                       96
           
Ésta llamó a Lucía a su presencia;                                        97[L9] 
y dijo: «necesita tu devoto
ahora de ti, y yo a ti te lo encomiendo».                              99

Lucía, que aborrece el sufrimiento,
se alzó y vino hasta el sitio en que yo estaba,                                   101[L10] 
sentada al par de la antigua Raquel.                                     102

Dijo: “Beatriz, de Dios vera alabanza,
cómo no ayudas a quien te amó tanto,
y por ti se apartó de los vulgares?                                         105[L11] 

¿Es que no escuchas su llanto doliente?
¿no ves la muerte que ahora le amenaza
en el torrente al que el mar no supera?”                                108

No hubo en el mundo nadie tan ligero,
buscando el bien o huyendo del peligro,
como yo al escuchar esas palabras.                                       111

“Acá bajé desde mi dulce escaño,
confiando en tu discurso virtuoso
que te honra a ti y aquellos que lo oyeron.”                          114

Después de que dijera estas palabras
volvió llorando los lucientes ojos,
haciéndome venir aún más aprisa;                                        117

y vine a ti como ella lo quería;
te aparté de delante de la fiera,
que alcanzar te impedía el monte bello.                                120

¿Qué pasa pues?, ¿por qué, por qué vacilas?
¿por qué tal cobardía hay en tu pecho?
¿por qué no tienes audacia ni arrojo?                                               123

Si en la corte del cielo te apadrinan
tres mujeres tan bienaventuradas,
y mis palabras tanto bien prometen.»                                               126

Cual florecillas, que el nocturno hielo
abate y cierra, luego se levantan,
y se abren cuando el sol las ilumina,                                     129

así hice yo con mi valor cansado;
y tanto se encendió mi corazón,
que comencé como alguien valeroso:                                               132

«!Ah, cuán piadosa aquella que me ayuda!
y tú, cortés, que pronto obedeciste
a quien dijo palabras verdaderas.                                          135

El corazón me has puesto tan ansioso
de echar a andar con eso que me has dicho
que he vuelto ya al propósito primero.                                  138

Vamos, que mi deseo es como el tuyo.
Sé mi guía, mi jefe, y mi maestro.»
Asi le dije, y luego que echó a andar,                                   141
entré por el camino arduo y silvestre.






 [L1]El padre de Silvio es Eneas, y su bajada a los infiemos, a imitación de la que narra de Ulises la Odisea, ocupa el libro VI de La Eneida. Roma, la ciudad fundada por los descendientes de este héroe, fue elegida como sede de los papas y cabeza del mundo cristiano.


 [L2]El «Vaso de Elección» es San Pablo. La imaginación medieval daba crédito al rapto celeste que San Pablo narró en su segunda carta a los corintios, y que fue el comienzo de su conversión, pero la fantasía popular le adjudicó a par­tir de esto, un viaje al Infiemo.


 [L3]Virgilio se hallaba en el Purgatorio, entre aquellos que se encuentran sus­pendidos entre el deseo de ver a Dios y su falta de esperanza de lograrlo.


 [L4]Se trata de Beatriz, a quien por vez primera se alude en el poema.


 [L5]La histórica Beatriz, amada por Dante en la tierra, era hija de Folco Por­tinari, noble florentino. El poeta la vio por vez primera en 1274, cuando aún era un niño, y se enamoró de ella en 1283. Alrededor de 1286 se casó con Si­mone dei Bardi y murió en 1290


 [L6]Su dueño, en el original «il signor mio», es Dios mismo.


 [L7]El cielo de esfera más pequeña es el de la luna, bajo el cual se halla la tie­rra; es decir. Beatriz excede a todos los mortales.


 [L8]La Virgen María, de la que Dante fue un ferviente devoto.


 [L9]Santa Lucía de Siracusa, a quien Dante atribuyó la curación de una enfer medad de la vista que a ella estaba encomendada por la forma de su suplicio. En la Comedia representa la gracia iluminante.


 [L10]Raquel, mujer de Jacob, representa la vida contemplativa, por oposición a su hermana Lía, por ello está sentada junto a Beatriz.


 [L11]Por el amor a Beatriz, Dante se apartó de los poetas vulgares, dedicándose a cantar a su amada con poemas excelsos.

Fuente y recopilador: 
Librodot.com
Dr. Enrico Pugliatti.

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  Literatura y vida Prólogo de Alicia Mariño Espuelas   Leer para vivir, como decía Gustave Flaubert, y como reza al comienzo de este libr...

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