viernes, 6 de marzo de 2020

Dante Alighieri Divina Comedia. CANTO II. (Notas al final del canto)


CANTO II

El día se marchaba, el aire oscuro
a los seres que habitan en la tierra
quitaba sus fatigas; y yo sólo                                                3

me disponía a sostener la guerra,
contra el camino y contra el sufrimiento
que sin errar evocará mi mente.                                            6

¡Oh musas! ¡Oh alto ingenio, sostenedme!
¡Memoria que escribiste lo que vi,
aquí se advertirá tu gran nobleza!                                         9

Yo comencé: «Poeta que me guías,
mira si mi virtud es suficiente
antes de comenzar tan ardua empresa.                                 12
           
Tú nos contaste que el padre de Silvio,                                13[L1] 
sin estar aún corrupto, al inmortal
reino llegó, y lo hizo en cuerpo y alma.                                15

Pero si el adversario del pecado
le hizo el favor, pensando el gran efecto
que de aquello saldría, el qué y el cuál,                                18

no le parece indigno al hombre sabio;
pues fue de la alma Roma y de su imperio
escogido por padre en el Empíreo.                                       21

La cual y el cual, a decir la verdad,
como el lugar sagrado fue elegida,
que habita el sucesor del mayor Pedro.                                24

En el viaje por el cual le alabas
escuchó cosas que fueron motivo
de su triunfo y del manto de los papas.                                27

Alli fue luego el Vaso de Elección,                                      28[L2] 
para llevar conforto a aquella fe
que de la salvación es el principio.                                        30

Mas yo, ¿por qué he de ir? ¿quién me lo otorga?
Yo no soy Pablo ni tampoco Eneas:
y ni yo ni los otros me creen digno.                                      33

Pues temo, si me entrego a ese viaje,
que ese camino sea una locura;
eres sabio; ya entiendes lo que callo.»                                  36

Y cual quien ya no quiere lo que quiso
cambiando el parecer por otro nuevo,
y deja a un lado aquello que ha empezado,                          39

así hice yo en aquella cuesta oscura:
porque, al pensarlo, abandoné la empresa
que tan aprisa había comenzado.                                          42
           
«Si he comprendido bien lo que me has dicho
‑respondió del magnánimo la sombra­
la cobardía te ha atacado el alma;                                         45

la cual estorba al hombre muchas veces,
y de empresas honradas le desvía,
cual reses que ven cosas en la sombra.                                  48

A fin de que te libres de este miedo,
te diré por qué vine y qué entendí
desde el punto en que lástima te tuve.                                  51
           
Me hallaba entre las almas suspendidas                                52[L3] 
y me llamó una dama santa y bella,                                      53[L4] 
de forma que a sus órdenes me puse.                                               54

Brillaban sus pupilas más que estrellas;
y a hablarme comenzó, clara y suave,
angélica voz, en este modo:                                                  57

“Alma cortés de Mantua, de la cual
aún en el mundo dura la memoria,
y ha de durar a lo largo del tiempo:                                      60

mi amigo, pero no de la ventura,
tal obstáculo encuentra en su camino
por la montaña, que asustado vuelve:                                   63

y temo que se encuentre tan perdido
que tarde me haya dispuesto al socorro,
según lo que escuché de él en el cielo.                                  66

Ve pues, y con palabras elocuentes,
y cuanto en su remedio necesite,
ayúdale, y consuélame con ello.                                           69

Yo, Beatriz, soy quien te hace caminar;                               70[L5] 
vengo del sitio al que volver deseo;
amor me mueve, amor me lleva a hablarte.                           72

Cuando vuelva a presencia de mi Dueño                             73[L6] 
le hablaré bien de ti frecuentemente.”
Entonces se calló y yo le repuse:                                          75

“Oh dama de virtud por quien supera
tan sólo el hombre cuanto se contiene
con bajo el cielo de esfera más pequeña,                              78[L7] 

de tal modo me agrada lo que mandas,
que obedecer, si fuera ya, es ya tarde;
no tienes más que abrirme tu deseo.                                     81

Mas dime la razón que no te impide
descender aquí abajo y a este centro,
desde el lugar al que volver ansías.”                                     84

“ Lo que quieres saber tan por entero,
te diré brevemente ‑‑me repuso­
por qué razón no temo haber bajado.                                               87

Temer se debe sólo a aquellas cosas
que pueden causar algún tipo de daño;
mas a las otras no, pues mal no hacen.                                  90

Dios con su gracia me ha hecho de tal modo
que la miseria vuestra no me toca,
ni llama de este incendio me consume.                                 93

Una dama gentil hay en el cielo                                            94[L8] 
que compadece a aquel a quien te envío,
mitigando allí arriba el duro juicio.                                       96
           
Ésta llamó a Lucía a su presencia;                                        97[L9] 
y dijo: «necesita tu devoto
ahora de ti, y yo a ti te lo encomiendo».                              99

Lucía, que aborrece el sufrimiento,
se alzó y vino hasta el sitio en que yo estaba,                                   101[L10] 
sentada al par de la antigua Raquel.                                     102

Dijo: “Beatriz, de Dios vera alabanza,
cómo no ayudas a quien te amó tanto,
y por ti se apartó de los vulgares?                                         105[L11] 

¿Es que no escuchas su llanto doliente?
¿no ves la muerte que ahora le amenaza
en el torrente al que el mar no supera?”                                108

No hubo en el mundo nadie tan ligero,
buscando el bien o huyendo del peligro,
como yo al escuchar esas palabras.                                       111

“Acá bajé desde mi dulce escaño,
confiando en tu discurso virtuoso
que te honra a ti y aquellos que lo oyeron.”                          114

Después de que dijera estas palabras
volvió llorando los lucientes ojos,
haciéndome venir aún más aprisa;                                        117

y vine a ti como ella lo quería;
te aparté de delante de la fiera,
que alcanzar te impedía el monte bello.                                120

¿Qué pasa pues?, ¿por qué, por qué vacilas?
¿por qué tal cobardía hay en tu pecho?
¿por qué no tienes audacia ni arrojo?                                               123

Si en la corte del cielo te apadrinan
tres mujeres tan bienaventuradas,
y mis palabras tanto bien prometen.»                                               126

Cual florecillas, que el nocturno hielo
abate y cierra, luego se levantan,
y se abren cuando el sol las ilumina,                                     129

así hice yo con mi valor cansado;
y tanto se encendió mi corazón,
que comencé como alguien valeroso:                                               132

«!Ah, cuán piadosa aquella que me ayuda!
y tú, cortés, que pronto obedeciste
a quien dijo palabras verdaderas.                                          135

El corazón me has puesto tan ansioso
de echar a andar con eso que me has dicho
que he vuelto ya al propósito primero.                                  138

Vamos, que mi deseo es como el tuyo.
Sé mi guía, mi jefe, y mi maestro.»
Asi le dije, y luego que echó a andar,                                   141
entré por el camino arduo y silvestre.






 [L1]El padre de Silvio es Eneas, y su bajada a los infiemos, a imitación de la que narra de Ulises la Odisea, ocupa el libro VI de La Eneida. Roma, la ciudad fundada por los descendientes de este héroe, fue elegida como sede de los papas y cabeza del mundo cristiano.


 [L2]El «Vaso de Elección» es San Pablo. La imaginación medieval daba crédito al rapto celeste que San Pablo narró en su segunda carta a los corintios, y que fue el comienzo de su conversión, pero la fantasía popular le adjudicó a par­tir de esto, un viaje al Infiemo.


 [L3]Virgilio se hallaba en el Purgatorio, entre aquellos que se encuentran sus­pendidos entre el deseo de ver a Dios y su falta de esperanza de lograrlo.


 [L4]Se trata de Beatriz, a quien por vez primera se alude en el poema.


 [L5]La histórica Beatriz, amada por Dante en la tierra, era hija de Folco Por­tinari, noble florentino. El poeta la vio por vez primera en 1274, cuando aún era un niño, y se enamoró de ella en 1283. Alrededor de 1286 se casó con Si­mone dei Bardi y murió en 1290


 [L6]Su dueño, en el original «il signor mio», es Dios mismo.


 [L7]El cielo de esfera más pequeña es el de la luna, bajo el cual se halla la tie­rra; es decir. Beatriz excede a todos los mortales.


 [L8]La Virgen María, de la que Dante fue un ferviente devoto.


 [L9]Santa Lucía de Siracusa, a quien Dante atribuyó la curación de una enfer medad de la vista que a ella estaba encomendada por la forma de su suplicio. En la Comedia representa la gracia iluminante.


 [L10]Raquel, mujer de Jacob, representa la vida contemplativa, por oposición a su hermana Lía, por ello está sentada junto a Beatriz.


 [L11]Por el amor a Beatriz, Dante se apartó de los poetas vulgares, dedicándose a cantar a su amada con poemas excelsos.

Fuente y recopilador: 
Librodot.com
Dr. Enrico Pugliatti.

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