sábado, 18 de febrero de 2012

FRANCISO AYALA: De la República, el exilio, al Premio Cervantes 1991.


Premio Cervantes 1991
FRANCISCO AYALA
Novelista y ensayista español
(Granada, 1906-2009)

A los dieciséis años se trasladó a Madrid, donde
estudió Derecho y Filosofía y Letras. En esta época publica sus dos primeras novelas,
Tragicomedia de un hombre sin espíritu (1923), de tipo realista e Historia de un
amanecer (1926). En 1929 da a la imprenta su primera novela vanguardista, El
boxeador y un ángel y escribe Indagación del cinema, también de vanguardia.
Estudia Filosofía Política y Sociología General en Alemania en 1929 y 1930. Por esos
años fue colaborador de la Revista de Occidente y de La Gaceta Literaria. Se va
becado a Alemania y publica Cazador en el alba. En Berlín conoce a Etelvina Silva
Vargas, con la que se casa en 1931. A su regreso a España gana, en 1932, la cátedra
de Sociología y Ciencias Políticas en la Universidad de Madrid, donde enseñó desde
1933 hasta 1936. En 1934 nace su hija Nina. En 1932 aparece El derecho social en la
Constitución de la República española.
Fue Letrado de las Cortes desde la proclamación de la República; estuvo al lado de la
causa republicana durante la guerra, como funcionario del Ministerio de Estado. Al
finalizar la contienda se exilió en Buenos Aires. De 1939 a 1944 vive en la ciudad
porteña con su familia, dedicado a tareas literarias, editoriales, docentes y de
traducción. Escribió allí varios de sus ensayos: El pensamiento vivo de Saavedra Fajardo
(1941); El problema del liberalismo (1941 y 1942); Historia de la libertad (1943); Los
políticos (1944); Histrionismo y representación (1944); Una doble experiencia política:
España e Italia (1944). Y entre sus novelas, El hechizado, relato sobre el intento de un
criollo de entrevistarse con el rey Carlos II. Impartió clases de Sociología en la
Universidad de La Plata, de 1939 a 1950, y fundó la Revista literaria Realidad. Colaboró
con revistas como La Nación y Sur, entre otras publicaciones.
El año 1945 lo pasó en Río de Janeiro, donde escribió Ensayo sobre la libertad;
Jovellanos y su Tratado de sociología. Regresa a Buenos Aires. Los años que van entre
1946 y 1949 son de gran actividad creativa en el campo del ensayo y la novela:
aparecen Los usurpadores, libro compuesto por siete narraciones cuyo tema común es
el ansia de poder, y La cabeza del cordero, conjunto de relatos sobre la guerra civil,
en los que presta mayor atención al análisis de las pasiones y comportamientos de los
personajes que a la crónica de unos acontecimientos externos.
En 1950 se traslada a Puerto Rico, donde funda la conocida revista La Torre. Enseña
sociología en la Universidad de Río Piedras; dirige la editorial universitaria y publica La
invención del Quijote (1950); Ensayos de sociología política (1951); Introducción a las
ciencias sociales (1952); Derechos de la persona individual para una sociedad de
masas (1953). De narrativa, Historia de macacos (1955).
Durante su estancia en Puerto Rico, es invitado en dos ocasiones como profesor a la
Universidad de Princeton, de manera que en 1956 decide trasladarse a los Estados
Unidos. Fija su residencia en Nueva York y, en los siguientes diez años, es profesor de
varias universidades norteamericanas. Publica Muertes de perro (1958), que constituye
una denuncia de la situación de un pueblo sometido a una dictadura, al tiempo que
presenta la degradación humana en un mundo sin valores. Entre sus ensayos, Breve
teoría de la traducción (1956); El escritor en la sociedad de masas (1956); La crisis
actual de la enseñanza (1958); La integración social en América (1958); Tecnología y
libertad (1959).
En 1960 regresa por primera vez a España, después de veintiún años de ausencia.
Desde entonces, vuelve todos los veranos y compra una casa. Escribe Experiencia e
invención. En 1962 publica El fondo del vaso. Esta novela y la anterior, Muertes de
perro, son novelas negras y escépticas donde aparece el mundo esperpéntico de las
dictaduras latinoamericanas. En 1966, nace su única nieta. En 1969 se le confiere una
cátedra especial en la universidad de Chicago. En ese mismo año se editan en México
sus Obras narrativas completas, que la censura no había permitido editar en España.
En 1970, un grupo destacado de intelectuales españoles dirige una salutación pública
a Francisco Ayala con ocasión de haberse incorporado a la vida cultural de su país.
Recibe, en 1972, el Premio de la Crítica Española por su novela El jardín de las delicias y
la revista Ínsula le dedica un número de homenaje. Desde ese año se incorpora al
profesorado del Brooklyn College hasta su jubilación, cuando se instala definitivamente
en Madrid.
Continúa su labor de escritor, conferenciante y colaborador de prensa y empieza a
recibir reconocimientos, homenajes y premios que han hecho que -a sus 103 años-, en
uno de los últimos homenajes que le han hecho, haya dicho con el buen humor que lo
caracteriza: “Estoy harto de Francisco Ayala”. Recibe el Premio Nacional de Narrativa
por sus Recuerdos y olvidos, parte de sus memorias cuyos dos primeros volúmenes se
publican en 1982 y 1983. En ese mismo año, fue elegido miembro de la Real Academia
Española. En 1988 obtuvo el Premio Nacional de las Letras Españolas y recibe el título
de Doctor honoris causa por la Universidad Complutense. En 1990 fue nombrado Hijo
Predilecto de Andalucía y recibe el Premio de las Letras Andaluzas.
En 1991 fue galardonado con el Premio Cervantes y, en 1998, con el Premio Príncipe
de Asturias de las Letras. Publica El mundo y yo o El mundo a la espalda y la
Universidad de Alcalá edita Contra el poder y otros ensayos. En 1999, Medalla de Oro
de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo.
El 15 de mayo del 2008 –junto a su mujer, Carolyn Richmond, que lo ha acompañado
desde hace más de treinta años- introdujo un sobre con un mensaje en la Caja de las
letras del Instituto Cervantes de Madrid, cuyo contenido no se conocerá hasta 2057.
La editorial Círculo de Lectores/Galaxia Gutenberg emprendió en 2007 la publicación
de las obras completas del escritor granadino. La edición constará de seis volúmenes,
a razón de unas mil quinientas páginas cada uno. Ahora que tiene 103 años dice: "He
procurado ser yo y mis circunstancias, no mis circunstancias y yo".



SEGUNDA NOTA BIOGRÁFICA:

Francisco Ayala
(España, 1906-2009).

Narrador y crítico español. Nació en Granada en 1906. Se graduó en Derecho en la Universidad de Madrid en 1929, de la que fue catedrático en 1933. Debió exiliarse durante la Guerra Civil y, finalizada ésta, se instaló en Argentina. En 1950 trabajó en la Universidad de Puerto Rico y en 1958 en universidades norteamericanas. Sus primeras obras publicadas fueron Tragicomedia de un hombre sin espíritu (1925), Historia de un amanecer (1926), El boxeador y un ángel (1929) y Cazador en el alba (1930). Entre sus libros de narraciones breves se destacan El hechizado (1944), La cabeza del cordero, donde inserta el tema del exilio en el marco de exilios más remotos, como el de los moriscos, y Los usurpadores, ambas de 1949, Historia de macacos (1955), de carácter humorístico, De raptos, violaciones y otras inconveniencias (1966), que incluye `El rapto`, basado en el capítulo LI de la primera parte del Quijote, El jardín de las delicias (1971). Entre sus novelas figuran Muertes de perro (1958) y El fondo del vaso (1962). Los rasgos fundamentales de su obra son el intelectualismo, la ironía, la deshumanización, próximo como está a los novelistas intelectuales del estilo de Thomas Mann, Aldous Huxley y Ramón Pérez de Ayala, y al realismo crítico. Es autor además de ensayos literarios como La estructura narrativa (1970) y Novela española actual (1977). Ha recibido el Premio Cervantes y es miembro de la Real Academia Española.

De este escritor español, hacemos referencia de la novela: LOS USURPARDORES.

RESEÑA:
Ayala Francisco - Los Usurpadores Doc
El tema central, en palabras del prólogo, demuestra que el `poder ejercido por el hombre sobre su prójimo es siempre una usurpación`. Mediante una amplia gama de tonalidades que va desde lo expositivo y narrativo hasta lo lírico, desde un tono grave de sobriedad hasta el de la más desenfrenada pasión, Francisco Ayala nos ofrece aquí unos cuadros o «ejemplos», inspirados en el pasado español que sirven de espejo para cualquier época y lugar.



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CEREMONIA DE ENTREGA DEL PREMIO CERVANTES 1991
Discurso de FRANCISCO AYALA


Majestades; señores míos:
Por una coincidencia que no sabría cómo calificar, el mismo día en que se me otorgaba
este galardón tan preciado y honroso que hoy recibo, me encontraba postrado a las
puertas de la muerte. En versiones varias, corre por el mundo una leyenda folklórica
según la cual, un moribundo obtiene por gracia especialísima un aplazamiento en el
último trance, para que entre tanto pueda llevar a cabo aquello que su imprevisión le
había hecho descuidar. Con implícita ironía, pretende la leyenda que casi siempre, al
cumplirse el término prescrito, y una vez agotado ya el plazo, la tarea siga inconclusa,
de modo que todo haya sido en vano. En mi caso, si en tal caso me pongo, una al menos
de mis obligaciones pendientes queda solventada en este acto de hoy: la de hallarme
aquí presente para recibir de tan suprema instancia el premio que tanto agradezco, y
explicar de paso alguna de las particularísimas razones por la que debo estimarlo en el
más alto grado.
Aunque, si bien se considera, tal explicación resulta innecesaria. ¿Cómo hubiera podido
ser de otra manera? Para empezar, la advocación de Cervantes tenía que tener una
resonancia de intensa simpatía en quien, como yo, ha dedicado muchas horas de su larga
vida, y llenado muchas páginas, en continua aplicación al estudio de su obra; y, sobre
todo, para un autor de ficciones literarias que, no menos que cualquier escritor de
invenciones tales, ha debido moverse dentro del ámbito espiritual y trabajar mediante
los recursos técnicos que, para universal magisterio, estableciera el autor del Quijote.
Esto, como digo, por cuanto significa para mí el premio que invoca su nombre. Pero es
que éste -el premio mismo tal cual se encuentra instituido- presenta además rasgos
peculiares que a juicio mío le prestan un carácter de especial relieve. He afirmado a
veces, en conformidad con otros colegas, que la patria del escritor es su idioma. Pues
bien, el Premio Miguel de Cervantes está dedicado a destacar los méritos de quienes
cultivan las letras en lengua castellana, cualquiera sea la ciudadanía civil de cada uno.
Queda reconocida y sustantivada así la comunidad cultural cuya base sólida es el
idioma, sobreponiéndose a los muchos equívocos ocasionados por la historia política
del pasado siglo, cuando la ideología nacionalista, instrumento intelectual de que en su
día se sirvieron los movimientos americanos de independencia, llevó a involucrar la
creación poética con los sentimientos e intereses del patriotismo local. Pero los azares
de la política, por mucho que apremien y condicionen y apasionen, no llegan sin
embargo a erosionar seriamente el suelo firme de una comunidad idiomática.
Por lo demás -y éste es otro acierto complementario-, la administración del Premio ha
sabido hacerse cargo sin embargo de lo arraigadas que todavía siguen estando
CEREMONIA DE ENTREGA DEL PREMIO CERVANTES 1991
Discurso de FRANCISCO AYALA
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confusiones tales de lo literario con lo político, y ha establecido sutilmente en
consecuencia una especie de turno informal entre escritores nacidos a una u otra orilla
del Atlántico, entre escritores españoles y escritores hispanoamericanos. Sería
inoportuno, y por lo demás ocioso, discurrir ahora acerca del alcance y de la
cuestionable validez de diferenciaciones tales, pero sí parece loable desde luego la
discreción de haberlas tenido en cuenta.
Por cuanto a mí personalmente concierne, podría preguntarme, si hubieran de darse por
válidas esas categorías, a cuál de ellas debo pertenecer yo -cuestión que en términos
diversos cabría plantear también alrededor de otras biografías de literatos, y cuya más
adecuada respuesta quizá fuese ésta: que propiamente y de lleno, quizá no pertenezco a
ninguna; pues es lo cierto que en alguna manera se encuentra uno emplazado en tierra
de nadie. Nacido en Andalucía, tomé parte desde Madrid, durante la época juvenil de mi
vida en los movimientos literarios de vanguardia, que se desenvolvían en estrecha
correspondencia con los simultáneos de Barcelona, Buenos Aires, México y La Habana.
Luego, las consecuencias de nuestra guerra civil, en la que actué como ciudadano (pero
no por cierto como escritor) al lado de la República, me llevarían a reanudar mi
producción literaria en varios países de América; hasta que por fin, veinte años más
tarde, me fue dado reintegrarme (en puridad, casí reintegrarme) a España, el curso de
cuya literatura había sido entre tanto -también a consecuencia de la guerra misma- un
curso anómalo por relación al del resto de las letras castellanas. Así, una parte
considerable de mi obra fue desconocida, o tardíamente reconocida, en este mi país
natal, sin que aquellos críticos e historiadores que se ocupan de catalogar, ordenar y
categorizar el cuerpo de la producción literaria sepan bien dónde colocar la de un
escritor exiliado, cuyo nombre por lo pronto se encontraba inserto ya en los cuadros de
la vanguardia española, y que por otro lado, a partir de su regreso en los años sesenta,
había vuelto a hacer acto de presencia cada vez más intensa en el ambiente intelectual
madrileño, pero que durante la fase intermedia (un lapso de nada menos que un cuarto
de siglo) debió actuar bajo la condición ambigua de "escritor español en América",
tenido allí por propio y por ajeno a un tiempo mismo... Como bien se advierte, el intento
y la práctica de encuadrar la literatura de lengua española dentro de marcos nacionales
no está libre de perturbadoras dificultades. Por eso me parece muy laudable el hecho de
que el Estado español mantenga, como mantiene, premios para galardonar obras
literarias de sus ciudadanos escritas en cualquiera de los idiomas reconocidos como
oficiales dentro del ámbito peninsular, pero que al mismo tiempo haya instituido
también, bajo la advocación de Cervantes, este Premio singular que contempla el
panorama entero de las letras castellanas, cualquiera sea la ciudadanía del escritor, un
premio extendido, pues, a la gran patria espiritual que tantos pueblos comparten.
El que este hermoso y preciadísimo galardón me sea entregado en el presente año,
cuando se está celebrando el Quinto Centenario del Descubrimiento de América, es
circunstancia que añade a mis conmovidos sentimientos, junto al de una profunda
gratitud por verme así tan honrado en mi país natal, también otro sentimiento que
reafirma mi afinidad profunda con aquel mundo nuevo, con ese continente del que era
nativa la madre de mi hija y donde había de nacer nuestra nieta; con la América
fabulosa adonde Miguel de Cervantes intentó ir sin que su deseo pudiera verse
cumplido.
Comencé refiriéndome a lo mucho que como escritor debo a Cervantes. Ya en la
infancia, cuando apenas podía entender el significado de muchas de sus palabras, leí el
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Quijote y para escándalo de quienes pudieran oírme incorporé a mi vocabulario algunas
de esas palabras, entonces malsonantes, cuyo significado ignoraba; más tarde, escritor
novicio ya, los críticos lectores de mi primera novela pudieron señalar en ella algo que
era bastante obvio: los ecos inconfundibles del Quijote; y por fin, ahora, escritor
valetudinario, he dedicado mi última prosa, todavía inédita, a comentar y en alguna
manera recrear cierto maravilloso pasaje del Quijote, el del encuentro de su protagonista
con un caballero granadino. Todavía, en la presente ocasión, cuando debo recibir y
agradecer el premio Cervantes, quisiera remitirme una vez más con breves palabras a
otro pasaje del Libro fundamental. Es uno de esos episodios donde con arte único se
mezclan en increíble mixtura el patetismo y la comicidad. Me refiero al capítulo que
relata cómo las personas afectas a don Quijote han decidido, entre su primera y su
segunda salida, expurgar piadosamente la biblioteca del hidalgo para quemar los
malditos libros de caballerías. Después de haberlo hecho, tapiarán la pieza donde se
guardaban, "porque cuando se levantase no los hallase"; y en efecto, "de allí a dos días
levantose don Quijote, y lo primero que hizo fue ir a ver sus libros: y como no hallaba el
aposento donde le había dejado, andaba de una en otra parte buscándole. Llegaba a
donde solía tener la puerta, y tentábala con las manos, y volvía y revolvía los ojos por
todo, sin decir palabra ... ".Mucho se ha especulado alrededor del significado que en la
secreta intención del autor pudiera encerrar el famoso escrutinio y quema de los libros.
Sin necesidad de entrar en la cuestión, y dejándola aparte para atenerme a la mera y
directa lectura del episodio, me parece a mí que esa búsqueda silenciosa de la
condenada puerta es más penosa que todos los descalabros sufridos por el caballero en
sus aventuras; que esa bien intencionada acción de quienes bien lo quieren, al prohibirle
el acceso al lugar de la lectura, resulta más cruel que cuantos escarnios le fueron
infligidos, pues cierra el paso al campo de la libre imaginación, al que se supone no
pueden ponérsela puertas. La imagen de don Quijote tentando en vano el ciego muro
que veda la entrada al paraíso de su fantasía me ha resultado, siempre que he vuelto a
ella, patética en el más alto grado.
Ese pasaje del Quijote hace pensar desde luego en las condenaciones, trabas y vetos que
tradicionalmente han solido imponer quienes se consideran autorizados para proteger al
prójimo de los supuestos peligros de la lectura; pero hoy, cuando dichas restricciones
pueden darse por desaparecidas en la sociedad actual, otros nuevos obstáculos, y de
eficacia tanto mayor al no ser de índole coactiva, nos amenazan. Aludo, claro está, al
progreso pujante e irresistible de los medios de comunicación audiovisual, cuyos
servicios han sustituido, tanto para la información como para la recreación de las
grandes masas, al recurso de la palabra escrita. Por su causa, las gentes abandonan la
práctica de la lectura, y pierden la costumbre de sentarse con un libro en la mano para
ejercitar la mente y cultivar la imaginación interpretando su contenido. Y así, el centro
de la autoridad idiomática se desplaza desde la letra impresa hacia posiciones desde
donde se difunde una oralidad desaliñada, regida por criterios de urgencia.
Creo oportuno, cuando nos hallamos reunidos para honrar la memoria de Cervantes,
insistir sobre las indispensables virtudes del ejercicio literario, que no consiste tan sólo
en escribir, sino también, por supuesto, en leer. La solemnidad de este acto, presidido
por los reyes de España, en el que cada año se selecciona a un cultivador de las letras
castellanas para distinguirlo de manera particular, constituye una reiterada afirmación
del valor de la literatura misma, y sin duda contribuye de manera muy resuelta a darle el
prestigio social que tanto necesita cuando diversos rasgos de la realidad contemporánea
muestran una tendencia a descuidar su estudio y a desestimar su importancia. Este año
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ha sido a mí a quien le ha tocado agradecer en nombre de todos esto que considero un
servicio inestimable a la cultura general.
Muchas gracias, pues, Majestades; muchas gracias, señores y amigos.

viernes, 17 de febrero de 2012

MARCUS AURELIUS: MEDITACIONES. Continuación y final del libro primero.


MARCUS AURELIUS: de lo heredado.


11. De Frontón el haberme detenido a pensar cómo es
la envidia, la astucia y la hipocresía propia del tirano, y que,
en general, los que entre nosotros son llamados «eupátridas
», son, en cierto modo, incapaces de afecto.

12. De Alejandro el platónico'^: el no decir a alguien
muchas veces y sin necesidad o escribirle por carta: «Estoy
ocupado», y no rechazar de este modo sistemáticamente las
obligaciones que imponen las relaciones sociales, pretextando
excesivas ocupaciones.

13. De Catulo'^: el no dar poca importancia a la queja
de un amigo, aunque casualmente fuera infundada, sino in-tentar consolidar 
la relación habitual; el elogio cordial a los
maestros, como se recuerda que lo hacían Domicio y Atenódoto;
el amor verdadero por los hijos.

14. De «mi hermano»'^ S e v e r o e l amor a la familia, a
la verdad y la justicia; el haber conocido, gracias a él, a Trascas,
Helvidio, Catón, Dión, Bruto; el haber concebido la idea
de una constitución basada en la igualdad ante la ley, regida
por la equidad y la libertad de expresión igual para todos, y de
una realeza que honra y respeta, por encima de todo, la libertad
de sus súbditos. De él también: la unifonnidad y constante
aplicación al servicio de la filosofía; la beneficencia y generosidad
constante; el optimismo y la confianza en la amistad de
los amigos; ningún disimulo para con los que merecían su
censura; el no requerir que sus amigos conjeturaran qué quería
o qué no quería, pues estaba claro.

15. De Máximo^': el dominio de sí mismo y no dejarse
arrastrar por nada; el buen ánimo en todas las circunstancias y
especialmente en las enfermedades; la moderación de carácter,
dulce y a la vez grave; la ejecución sin refunfuñar de las
tareas propuestas; la confianza de todos en él, porque sus palabras
respondían a sus pensamientos y en sus actuaciones
procedía sin mala fe; el no soφrenderse ni arredrarse; en nin-gún caso
 precipitación o lentitud, ni impotencia, ni abatimiento,
ni risa a carcajadas, seguidas de accesos de ira o de
recelo. La beneficencia, el perdón y la sinceridad; el dar la
impresión de hombre recto e inflexible más bien que corregido;
que nadie se creyera menospreciado por él ni sospechara
que se consideraba superior a él; su amabilidad en...^^

16. De mi p a d r e l a mansedumbre y la firmeza serena
en las decisiones profundamente examinadas. El no vanagloriarse
con los honores aparentes; el amor al trabajo y la
perseverancia; el estar dispuesto a escuchar a los que podían
hacer una contribución útil a la comunidad. El distribuir sin
vacilaciones a cada uno según su mérito. La experiencia para
distinguir cuándo es necesario un esfuerzo sin desmayo, y
cuándo hay que relajarse. El saber poner fin a las relaciones
amorosas con los adolescentes. La sociabilidad y el consentir
a los amigos que no asistieran siempre a sus comidas y
que no le acompañaran necesariamente en sus desplazamientos;
antes bien, quienes le habían dejado momentáneamente
por alguna necesidad le encontraban siempre igual.
El examen minucioso en las deliberaciones y la tenacidad,
sin eludir la indagación, satisfecho con las primeras impresiones.
El celo por conservar los amigos, sin mostrar nunca
disgusto ni loco apasionamiento. La autosuficiencia en todo
y la serenidad. La previsión desde lejos y la regulación previa
de los detalles más insignificantes sin escenas trágicas.
La represión de las aclamaciones y de toda adulación dirigida
a su persona. El velar constantemente por las necesidades

del Imperio. La administración de los recursos públicos y la
tolerancia ante la crítica en cualquiera de estas materias;
ningún temor supersticioso respecto a los dioses ni disposición
para captar el favor de los hombres mediante agasajos
o lisonjas al pueblo; por el contrario, sobriedad en todo y
firmeza, ausencia absoluta de gustos vulgares y de deseo innovador.
El uso de los bienes que contribuyen a una vida
fácil —y la Fortuna se los había deparado en abundancia—,
sin orgullo y a la vez sin pretextos, de manera que los acogía
con naturalidad, cuando los tenía, pero no sentía necesidad
de ellos, cuando le faltaban. El hecho de que nadie hubiese
podido tacharle de sofista, bufón o pedante; por el
contrario, era tenido por hombre maduro, completo, inaccesible
a la adulación, capaz de estar al frente de los asuntos
propios y ajenos. Además, el aprecio por quienes filosofan
de verdad, sin ofender a los demás ni dejarse tampoco embaucar
por ellos; más todavía, su trato afable y buen humor,
pero no en exceso. El cuidado moderado del propio cueφo,
no como quien ama la vida, ni con coquetería ni tampoco
negligentemente, sino de manera que, gracias a su cuidado
personal, en contadísimas ocasiones tuvo necesidad de asistencia
médica, de fármacos o emplastos. Y especialmente,
su complacencia, exenta de envidia, en los que poseían alguna
facultad, por ejemplo, la facilidad de expresión, el conocimiento
de la historia de las leyes, de las costumbres o
de cualquier otra materia; su ahínco en ayudarles para que
cada uno consiguiera los honores acordes a su peculiar excelencia;
procediendo en todo según las tradiciones ancestrales,
pero procurando no hacer ostentación ni siquiera de
esto: de velar por dichas tradiciones. Además, no era propicio
a desplazarse ni a agitarse fácilmente, sino que gustaba
de permanecer en los mismos lugares y ocupaciones. Ε inmediatamente, 
después de los agudos dolores de cabeza,
rejuvenecido y en plenas facultades, se entregaba a las tareas
habituales. El no tener muchos secretos, sino muy pocos,
excepcionalmente, y sólo sobre asuntos de Estado. Su
sagacidad y mesura en la celebración de fiestas, en la construcción
de obras públicas, en las asignaciones y en otras
cosas semejantes, es propia de una persona que mira exclusivamente
lo que debe hacerse, sin tener en cuenta la aprobación
popular a las obras realizadas. Ni baños a destiempo,
ni amor a la construcción de casas, ni preocupación por las
comidas, ni por las telas, ni por el color de los vestidos, ni
por el buen aspecto de sus servidores el vestido que llevaba
procedía de su casa de campo en Lorio ^^ y la mayoría
de sus enseres, de la que tenía en Lanuvio. ¡Cómo trató al
recaudador de impuestos en Túsculo que le hacía reclamaciones!
Y todo su carácter era así; no fue ni cruel, ni hosco,
ni duro, de manera que jamás se habría podido decir de él:
«Ya suda»^^, sino que, todo lo había calculado con exactitud,
como si, le sobrara tiempo, sin turbación, sin desorden,
con firmeza, concertadamente. Y encajaría bien en él lo que
se recuerda de Sócrates: que era capaz de abstenerse y disfrutar
de aquellos bienes, cuya privación debilita a la mayor
parte, mientras que su disfrute les hace abandonarse a ellos.
Su vigor físico y su resistencia, y la sobriedad en ambos casos
son propiedades de un hombre que tiene un alma equilibrada
e invencible, como mostró durante la enfermedad que
le llevó a la muerte ^^

17. De los dioses: el tener buenos abuelos, buenos progenitores,
buena hermana, buenos maestros, buenos amigos
íntimos, parientes y amigos, casi todos buenos; el no haberme
dejado llevar fácilmente nunca a ofender a ninguno
de ellos, a pesar de tener una disposición natural idónea para
poder hacer algo semejante, si se hubiese presentado la ocasión.
Es un favor divino que no se presentara ninguna combinación
de circunstancias que me pusiera a prueba; el no
haber sido educado largo tiempo junto a la concubina de mi
abuelo; el haber conservado la flor de mi juventud y el no
haber demostrado antes de tiempo mi virilidad, sino incluso
haberlo demorado por algún tiempo; el haber estado sometido
a las órdenes de un gobernante, mi padre, que debía
arrancar de mí todo orgullo y llevarme a comprender que es
posible vivir en palacio sin tener necesidad de guardia personal,
de vestidos suntuosos, de candelabros, de estatuas y
otras cosas semejantes y de un lujo parecido; sino que es
posible ceñirse a un régimen de vida muy próximo al de un
simple particular, y no por ello ser más desgraciado o más
negligente en el cumplimiento de los deberes que soberanamente
nos exige la comunidad. El haberme tocado en
suerte un hermano capaz, por su carácter, de incitanne al
cuidado de mí mismo y que, a la vez, me alegraba por su
respeto y afecto; el no haber tenido hijos subnormales o deformes;
el no haber progresado demasiado en la retórica, en
la poética y en las demás disciplinas, 
en las que tal vez me habría detenido, si hubiese percibido
 que progresaba a buen
ritmo. El haberme anticipado a situar a mis educadores en el
punto de dignidad que estimaba deseaban, sin demorarlo,
con la esperanza de que, puesto que eran todavía jóvenes, lo
pondría en práctica más tarde. El haber conocido a Apolonio.
Rústico, Máximo. El haberme representado claramente
y en muchas ocasiones qué es la vida acorde con la naturaleza,
de manera que, en la medida que depende de los dioses,
de sus comunicaciones, de sus socorros y de sus inspiraciones,
nada impedía ya que viviera de acuerdo con la
naturaleza, y si continúo todavía lejos de este ideal, es culpa
mía por no observar las sugerencias de los dioses y a duras
penas sus enseñanzas; la resistencia de mi cueφo durante
largo tiempo en una vida de estas características; el no haber
tocado ni a Benedicta ni a Teódoto, e incluso, más tarde,
víctima de pasiones amorosas, haber curado; el no haberme
excedido nunca con Rústico, a pesar de las frecuentes disputas,
de lo que me habría arrepentido; el hecho de que mi
madre, que debía morir joven, viviera, sin embargo, conmigo
sus últimos años; el hecho de que cuantas veces quise
socorrer a un pobre o necesitado de otra cosa, jamás oí decir
que no tenía dinero disponible; el no haber caído yo mismo
en una necesidad semejante como para reclamar ayuda ajena;
el tener una esposa^^ de tales cualidades: tan obediente,
tan cariñosa, tan sencilla; el haber conseguido fácilmente
para mis hijos educadores adecuados; el haber recibido, 
a través de sueños, remedios, sobre todo para no escupir sangre
y evitar los mareos, y lo de Gaeta^^, a modo de oráculo;
el no haber caído, cuando me aficioné a la filosofía, en manos
de un sofista ni haberme entretenido en el análisis de
autores o de silogismos ni ocupanne a fondo de los fenómenos
celestes.
Todo esto «requiere ayudas de los dioses y de la Fortuna

CARTAS A UN JOVEN NOVELISTA



MARIO VARGAS LLOSA.
Este ensayo, es un bálsamo para el espíritu de todos los que hacemos de la escritura una forma de ser, nuestra vocación última.


Si hay una cosa que define a Mario Vargas Llosa es su vocación de escritor, y la fidelidad que guardará a ese propósito a lo largo de toda su vida. Una vocación que, como confiesa en sus memorias El pez en el agua (1993), surgió casi como una rebelión contra la autoridad paterna, pero pronto se convirtió en la temprana certidumbre de que su destino iba a estar marcado por el rítmico tableteo de una máquina de escribir.

Nacido en la ciudad peruana de Arequipa, en 1936, Mario Vargas Llosa no conoció a su padre hasta los diez años. Sus padres habían estado separados desde su nacimiento, y el episodio del reencuentro afectaría de forma definitiva el destino de este niño, que no quería cambiar los mimos de su madre por una férrea disciplina. Esta circunstancia le hizo descubrir pronto algo que él mismo suele considerar como segundo gran móvil de su existencia: el ansia de libertad. (Años más tarde reflejaría magistralmente esos conflictos en la novela que lo dio a conocer internacionalmente, La ciudad y los perros, con la que obtendría los premios Biblioteca Breve y de la Crítica, en España, durante 1963).

Las primeras experiencias con la escritura llegaron a través de su trabajo como columnista en varios periódicos locales de Lima y de Piura, apenas hubo terminado el colegio. Convencido de que el suyo es el mundo de las palabras, vuelve a Lima para estudiar Letras y Derecho, en la Universidad de San Marcos, en 1953. Escribía ya entonces cuentos con gran inseguridad y mucho esfuerzo -como ha explicado el autor en varias ocasiones- que, justo entonces podría publicar a través de varios periódicos.

Poco después entabla una relación amorosa con su tía política, Julia Urquidi, con quien se casa en 1955, y junto a la que viaja hacia Europa en busca del terreno que consideraba más estimulante para su ya decidida carrera de escritor.

Mencionar estos datos biográficos tiene el interés de que todos ellos han contribuido en gran medida en las tramas, personajes y argumentos de algunas de sus grandes novelas, como La casa verde (1966), ambientada en la atmósfera sórdida y sorprendente alrededor de un burdel de Piura, Conversación en La Catedral (1969), que recrea la opresión de la dictadura de Odría en los ambientes estudiantiles, y La tía Julia y el escribidor (1977), una polémica ficción autobiográfica sobre su primer matrimonio.

Mario Vargas Llosa llegaba a España en 1958 con una beca de estudios. Pero su meta era París, donde se instaló un año después. Tras seis años en esta ciudad y ya separado de Julia Urquidi, Mario Vargas Llosa se casa en Lima con su prima Patricia Llosa, en 1965, y con ella emprende de nuevo el viaje a Europa. París, Londres y Barcelona fueron, hasta 1974, sus lugares de residencia. El autor continua prefiriendo el anonimato que Londres le procura para proseguir su puntual tarea de escribir.

Vargas Llosa sigue además ejerciendo como crítico literario, columnista de prensa y autor teatral. Algunos de sus más preciados libros en este campo son sus análisis literarios: Gabriel García Márquez: historia de un deicidio (1971), La orgía perpetua: Flaubert y Madame Bovary (1975) y Carta de batalla por Tirant lo Blanc (1991), las colecciones de artículos, Contra viento y marea y Desafíos a la libertad (1994), y su libro de memorias El pez en el agua (1993).

En la actualidad , tras su participación como candidato a la presidencia de Perú en 1990, Vargas Llosa se dedica plenamente a la literatura, que compagina eventualmente con los artículos que publica en El País.

Entre las más importantes distinciones que ha recibido -sólo entre las concedidas a la literatura en lengua española- figuran el premio Rómulo Gallegos (1967), el Príncipe de Asturias (1986), compartido con Rafael Lapesa el Planeta (1993), con la novela Lituma en los Andes, y el Cervantes (1994).

Nacionalizado español en 1993, Mario Vargas Llosa añade, desde enero de 1996, a su actividad como escritor plural la de miembro de la Real Academia, donde había ingresado con un discurso sobre Azorín. Desde entonces, su presencia en España se hace cada día más habitual



Cartas a un joven novelista. (Nota: el texto se puede bajar. Ver columna lateral derecha).

(Consejos útiles de un maestro para todos aquellos que nos dedicamos a la difícil tarea de la escritura).

RESEÑA:
Una reflexión en forma epistolar dirigida a todos aquellos a los que domina la ilusión de llegar a ser novelistas. El gran escritor peruano, a través de estas cartas, nos habla con lucidez del oficio y el arte de narrar, y aconseja: «... quien ve en el éxito el estímulo esencial de su vocación es probable que vea frustrado su sueño y confunda la vocación literaria con la vocación por el relumbrón y los beneficios económicos que a ciertos escritores (muy contados) depara la literatura. Ambas cosas son distintas. Tal vez, el atributo principal de la vocación literaria sea que, quien la tiene, vive el ejercicio de esa vocación como su mejor recompensa, más, mucho más, que todas las que pudiera alcanzar como consecuencia de sus frutos.» Y, a partir de esa idea fundamental sobre la vocación, Vargas Llosa discurre sobre el poder de persuasión, el estilo, el espacio y el tiempo del narrador, la realidad y la experiencia del escritor, la autenticidad y la ficción del relato, la eficacia de la escritura, su coherencia interna que emana del propio lenguaje, la estructura de la novela, «esa artesanía que sostiene como un todo armónico y viviente las ficciones que nos deslumbran»... Un alarde de sabiduría y experiencia, ilustrado con numerosos ejemplos de escritores y novelas, descritos con pinceladas breves y certeras, que acaba con un consejo definitivo: «Querido amigo: estoy tratando de decirle que se olvide de todo lo que ha leído en mis cartas sobre la forma novelesca y de que se ponga a escribir novelas de una vez.»
.

jueves, 16 de febrero de 2012

El águila, la liebre y el escarabajo


ESOPO.

(S.VI a.C.) Fabulista griego. Pocos datos existen sobre la biografía de Esopo, y ya en la época clásica su figura real se vio rodeada de elementos legendarios. 

02 - El águila, la liebre y el escarabajo.



Estaba una liebre siendo perseguida por un águila,
y viéndose perdida pidió ayuda a un escarabajo,
suplicándole que le ayudara.

Le pidió el escarabajo al águila que perdonara
a su amiga. Pero el águila, despreciando
la insignificancia del escarabajo,
devoró a la liebre en su presencia.

Desde entonces, buscando vengarse, el escarabajo observaba los lugares donde el águila ponía sus huevos, y haciéndolos rodar, los tiraba a tierra.  Viéndose el águila echada del lugar a donde quiera que fuera, recurrió a Zeus pidiéndole un lugar seguro para depositar sus huevos.

Le ofreció Zeus colocarlos en su regazo, pero el escarabajo,
viendo la táctica escapatoria, hizo una bolita de estiércol,
voló y la dejó caer sobre el regazo de Zeus.

Se levantó entonces Zeus para sacudirse aquella suciedad, y tiró por tierra los huevos sin darse cuenta. Por eso desde entonces, las águilas no ponen huevos en la época en que salen a volar los escarabajos.


Nunca desprecies lo que parece insignificante,
pues no hay ser tan débil que no pueda alcanzarte.

NOTICIA:Nobel de Literatura cuenta con 210 aspirantes al premio en 2012





Nobel de Literatura cuenta con 210 aspirantes al premio en 2012

Miércoles, 15 de Febrero 2012  |  12:25 pm
PRI



Un total de 210 escritores, de los que 46 nunca han sido antes candidatos, aspiran a ganar el Nobel de Literatura 2012, según ha informado el secretario permanente de la Academia Sueca, Peter Englund.
Un total de 210 escritores, de los que 46 nunca han sido antes candidatos, aspiran a ganar el Nobel de Literatura 2012, según ha informado el secretario permanente de la Academia Sueca, Peter Englund.
Englund publica en su blog personal que la Academia cerró el jueves pasado la lista de aspirantes a este premio, ganado el pasado año por el poeta sueco Thomas Tranströmer.
Como parte de la selección de candidatos, la Academia ha multiplicado por cinco las solicitudes para participar en el proceso enviadas a universidades en EEUU, aunque el número de respuestas "no ha sido tan bueno como habíamos esperado", señaló Englund.
En cambio "un número inusualmente grande" de ganadores del Nobel de Literatura han ejercido su derecho a nominar candidatos.
El Comité Nobel de Literatura envía cada año en septiembre entre 600 y 700 cartas a personas e instituciones cualificadas para proponer candidatos alpremio.
Entre quienes pueden nominar a candidatos figuran los miembros de la Academia Sueca o de otras organizaciones similares, profesores de Literatura y Lingüística de universidades, ganadores del premio y presidentes de sociedades de autores representativas en sus países.
El Comité deberá reducir en abril la lista de aspirantes a unos 15 o 20 nombres, que serán señalados como candidatos preliminares, y un mes después quedarán sólo los cinco finalistas.
Entre los meses de junio y agosto, los miembros del Comité se dedican a leer las obras de los candidatos definitivos, y en septiembre empezarán las discusiones sobre sus méritos, que desembocarán en la elección del ganador o ganadores finales en el próximo mes de octubre.
Fuente: EFE

miércoles, 15 de febrero de 2012

Fábulas Clásicas - Fábulas de Esopo


01 – El águila, el cuervo y el pastor.

 ESOPO.

Lanzándose desde una cima,
un águila arrebató a un corderito.

La vio un cuervo y tratando de imitar al águila,
se lanzó sobre un carnero, pero con tan mal
conocimiento en el arte que sus garras se
enredaron en la lana, y batiendo al máximo
sus alas no logró soltarse.

Viendo el pastor lo que sucedía, cogió al cuervo, y cortando las puntas de sus alas, se lo llevó a sus niños.

Le preguntaron sus hijos acerca de que clase
de ave era aquella, y él les dijo:
- Para mí, sólo es un cuervo; pero él, se cree águila.


Pon tu esfuerzo y dedicación en lo que realmente estás preparado, no en lo que no te corresponde.

ADOLFO BIOY CASARES: sobre todo LITERATURA FANTÁSTICA.


Rindo tributo a uno de los escritores más queridos en la Argentina y en nuestra Latinoamérica.
Asimismo, dejo el LINK de LA INVENCIÓN DE MOREL (barra lateral del blog) quizá una de las obras de la LITERATURA FANTÁSTICA más ambiciosas y perfectas que se hayan producido en nuestra lengua.

Premio Cervantes 1990
ADOLFO BIOY CASARES
Novelista argentino
(Buenos Aires, 1914 – 1999)
Comenzó a escribir desde muy joven. Inicia los estudios
de Derecho y de Filosofía pero los abandona porque
decide dedicarse plenamente a la literatura.
En 1932, Victoria Ocampo le presenta a Jorge Luis
Borges, quien en adelante será su amigo y con quien
escribirá en colaboración varios relatos policiales con
el seudónimo de Honorio Bustos Domecq y también como Suárez Lynch: Seis
problemas para don Isidro Parodi (1942), en el que un ex peluquero resuelve casos
policiales sin moverse de su prisión; Dos fantasías memorables (1946); Un modelo para
la muerte (1946); Cuentos breves y extraordinarios (1955); Libro del Cielo y del Infierno
(1960); Crónicas de Bustos Domecq (1967), que según Bioy es lo mejor que escribieron
juntos; Nuevos cuentos de Bustos Domecq (1977).
En 1931 se funda la Revista Sur, dirigida por Victoria Ocampo, y Bioy Casares forma
parte del grupo fundamental de la revista. En 1933 se publica el libro de cuentos
Diecisiete disparos contra lo porvenir, escrito bajo el seudónimo de Martín Sacastrú.
Conoce a Silvina Ocampo, escritora, hermana de Victoria, y se casa con ella en 1940.
Escribe, con su colaboración, Los que aman, odian (1946) y ambos, con Borges
escriben, Antología de la Literatura Fantástica (1940), una selección imprescindible
para los amantes del género.
En 1940 publica su novela más conocida, La invención de Morel. Se trata de la historia
de un prófugo que escapa a una isla que se supone estar infectada por una
enfermedad mortal. En esa isla hay personajes que repiten eternamente las mismas
acciones, fruto de un invento que ha registrado imágenes en tres dimensiones y
sonido, cuya actividad es imposible de distinguir de la realidad.
En 1949 comienza a escribir El sueño de los héroes que se publica en 1954, basada en
la búsqueda y recuperación de tres noches de fiesta y transgresiones de un carnaval
de 1927 y la persecución de una enigmática máscara.
En 1954 publica, en colaboración con Borges dos guiones cinematográficos, Los
orilleros y El paraíso de los creyentes. En 1956 se publica en México el libro de cuentos,
La historia prodigiosa. En 1968 aparece Diario de la guerra del cerdo, llevada
posteriormente al cine por Leopoldo Torre Nilsson.
Se apasionó por el arte de la fotografía; pasión que se refleja en sus libros ilustrados
con fotografías. En 1985 se edita su novela La aventura de un fotógrafo en La Plata,
donde está presente su pasión por captar la realidad a través de las imágenes de los
seres y las cosas que la pueblan.
Entre los numerosos cuentos y novelas, publicadas por Bioy Casares, destacan
también: Plan de evasión (1945); La trama celeste (1948); Historia prodigiosa (1956),
Guirnaldas con amores (1959); El lado de la sombra (1962); Dormir al sol (1973); Un
campeón desparejo (1993); De un mundo a otro (1998); La muñeca rusa (1990), que
reúne una serie de cuentos que habían aparecido en periódicos y revistas de manera
aislada, y Una magia modesta (1997).
Su mujer murió en 1993 y, su hija Marta, al año siguiente. Bioy Casares, que le tenía
enorme temor a la muerte, dice: “La experiencia me ha enseñado que mientras el
hombre vive es feliz, y la vida me exalta. Yo me despierto y veo la luz del día, y es un
milagro que de nuevo tengamos un nuevo día para vivir. A parte de eso me parece
que la vida es muy dura y no me gusta nada la idea de la muerte. Tengo bastante
miedo y me gustaría vivir muchos años. Estaría dispuesto a firmar un contrato para vivir
quinientos años y lo firmaría enseguida”.
Recibió el Premio Cervantes en 1990. En 1991, da por concluida la redacción de las
Memorias que escribió a lo largo de su vida. Muere en 1999; sus restos descansan en el
Cementerio de la Recoleta, en Buenos Aires.


CEREMONIA DE ENTREGA DEL PREMIO CERVANTES 1990
Discurso de ADOLFO BIOY CASARES

- 1 -
Antes de leer el Quijote, en dos ocasiones tomé la pluma para escribir literariamente. En
la primera lo hice para llamar la atención de una muchacha; en la segunda para imitar a
Conan Doyle y a Gaston Leroux. Debo aclarar que en aquella época mis ambiciones no
eran literarias. Lo que yo realmente quería era correr cien metros en nueve segundos y
ser campeón de box y de tenis.
Cuando leí el inolvidable comienzo y todo aquel primer capítulo que nos refiere cómo
era Don Quijote, dónde y con quiénes vivía, sentí una emoción muy fuerte. Había en
ella un dejo de ansiedad, porque Don Quijote abandonaría esa vida apacible, para salir
en busca de aventuras, y una fascinación que probablemente el despreocupado tono del
relato exacerbaba.
Si mal no recuerdo, antes de concluir el primer capítulo supe que yo quería ser escritor.
Sin duda lo quise para contar, en tono despreocupado, historias de héroes que dejan la
seguridad de su casa o de su patria y el afecto de su gente, para aventurarse por mundos
desconocidos. No tardé ciertamente en emprender la composición de una larguísima
novela, en cuyas páginas iniciales un joven español llegaba a Buenos Aires para hacer la
América.
Nuestro futuro es inescrutable y los caminos de la vida trazan extraños dibujos. Quién
me hubiera dicho que al cabo de 60 años felices, ocupados en contar historias, yo
recibiría el premio que lleva el nombre del querido escritor que me inició en las letras.
Tengo por afortunada casualidad la circunstancia de que mi primera ambición literaria
no haya sido de gloria, sino de suscitar algún día en los lectores una fascinación como la
que despertó en mí una novela. Quien aspira a la gloria, piensa en sí mismo y ve a su
libro como un instrumento para triunfar. Sospecho que para escribir bien, debemos
pensar en el libro, no en nosotros.
Poco tiempo después, en una antología escolar, encontré las coplas de Jorge Manrique
A la muerte de su padre. Con emoción jubilosa admiré el fluir de los versos y escuché la
tranquila enunciación de las inexorables verdades de nuestro destino. Diríase que la
conjunción de limpidez poética y de veracidad profunda no dejaron lugar para que la
tristeza del tema me acongojara. Vi en el poema cuanto parecía confirmar mi convicción
de que la vida es para una sola vez y que por ello debemos estar atentos mientras la
recorremos. Reparé asimismo en los versos que podían servirme de talismanes contra la
vanidad. Desde luego, los de la primera estrofa, pero también:
¿Qué se fizo el rey don Juan?

CEREMONIA DE ENTREGA DEL PREMIO CERVANTES 1990
Discurso de ADOLFO BIOY CASARES
- 2 -
Los infantes de Aragón
¿Qué se fízieron?
¿Qué fue de tanto galán,
qué fue de tanta invención,
como trujeron?
En aquellos días, mi plan de trabajo consistía en leer todos los libros y escribir otros
tantos. Como la novela en preparación postergaba las historias que se me ocurrían, la
hice a un lado y, con alivio, me puse a escribir un libro de relatos que no gustó a nadie.
Borges atribuyó mis errores al apresuramiento; no me dejé engañar por su generosa
hipótesis: comprendí que los errores provenían de la inmadurez de mi criterio. Para
mejorarlo estudié manuales de técnica literaria y, cuando descubrí Agudeza y arte de
ingenio de Gracián, proyecté un libro similar.
Muy pronto hubo un cambio de planes. Yo publicaría un arte de escribir, a imitación de
uno "en veinte lecciones" de Valbuena, que me prestó mi tío Miguel Casares. Estaba
seguro de que en el análisis de los errores cometidos en mi libro de relatos, encontraría
leyes valiosas. Debió de parecerme que nada mejor podía hacer con mi experiencia de
fracaso como escritor, que emplearla para la composición de un arte de escribir. No me
pregunté qué opinarían los lectores.
En una tarde muy lejana, mi padre me habló de Fray Luis de León; se refirió,
conmovido, a las famosas palabras "como decíamos ayer" y recordó estrofas de Vida
retirada.
No creo haber olvidado esos versos. Fray Luis no proponía tópicos retóricos; decía las
verdades que yo quería oír. Mostraba cuán insustanciales son los triunfos de la vanidad
y recomendaba la vida retirada. A ésta la interpreté, primero, como una isla remota y
solitaria, a la que nunca llegué, salvo en mis novelas; después, como la casa de campo
donde viví durante cinco años; por último, como la vida privada, que llevo mientras
puedo.
De los poemas de Fray Luis pasé a sus hermosas traducciones de Horacio. Una lectura
lleva a otra: la suerte me deparó Horacio en España, el encantador libro de Marcelino
Menéndez y Pelayo. En sus páginas se cotejan traducciones de Horacio por numerosos
escritores españoles, portugueses y latinoamericanos, de diversas épocas. Este cotejo, en
el que participé como lector, me pareció un utilísimo ejercicio literario. Las
traducciones de los Argensola me agradaron particularmente, pero la mayor revelación
para mí fue la espléndida Epístola a Horacio de Menéndez y Pelayo. Asombra cómo,
para la fama, un mérito oculta a otro. Porque se admira en Menéndez y Pelayo al
erudito, se le olvida como poeta. Carta a unos amigos de Santander para agradecerles el
regalo de una biblioteca es otro poema suyo que siempre releo.
De este modo, con aciertos de lector y con errores de escritor, fui internándome en el
ancho mar de la literatura o, para saludar una vez más a don Marcelino, en El ancho mar
de Píndaro y de Safo.
Doy las gracias a sus majestades los Reyes, que honran con su presencia este acto; a
quienes me confirieron el premio y a quienes ahora me acompañan tan amistosamente; a
los colegas y a los periodistas de España, de nuestra América y de mi país que, al
enterarse de la decisión del jurado, escribieron sobre mí y sobre mis libros, con una
- 3 -
generosidad que nunca olvidaré; a los amigos que me hicieron sentir que se alegraban
aún más que yo; a mucha gente que por las calles de Madrid y, después, por las calles de
Buenos Aires, me detuvo para felicitarme. Quiero también expresar mi gratitud a un
escritor que no está aquí, pero que está presente: Cervantes, a quien le debo la literatura,
que dio sentido a mi vida.

martes, 14 de febrero de 2012

NOTICIA.



Catedrático ruso muestra a los habaneros un Dostoievski intertextual
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La Habana, 12 feb (PL) El catedrático ruso Andrei Fedorovich Kofman compartió hoy aquí sus interpretaciones acerca del contenido simbólico y la intertextualidad religiosa presente en un clásico de la literatura universal, Crimen y castigo, de Fiodor Dostoievski.

  Doctor en Filología y académico del Instituto de Literatura Mundial de la Academia de Ciencias de Rusia, Kofman presentó -en conferencia programada dentro de la Feria Internacional del Libro Cuba 2012- su modelo de la contraposición entre los espacios abiertos y cerrados en esta obra, paradigma de la novelística filosófica y psicológica.

El argumento, en su mayoría ambientado en la ciudad de San Petersburgo, se desarrolla en una atmósfera de enclaustramiento, donde el bochorno, la asfixia, el polvo y los hedores mefíticos resultan motivos recurrentes que remiten a la decadencia moral del protagonista (Raskolnikov), por extensión, de toda la urbe, explicó el investigador.

Solo al final del relato -indicó-, el lector encuentra espacios abiertos, alusivos a la libertad y los valores humanos más genuinos y pletóricos de aire puro: es el momento en que ocurre la resurrección moral -tras el crimen- del antihéroe de Dostoievski, apuntó.

Para el literato, la lluvia y las lágrimas constituyen los fluidos purificadores que exteriorizan simbólicamente el mejoramiento que acontece finalmente en el alma del protagonista.

Esta estructuración metafórica que discurre subterránea o entreverada en la urdimbre novelesca manifiesta, según Kofman, la dicotomía ciudad-naturaleza o entre lo artificial y lo primordial, una yunta paradójica inherente a la época moderna.

Sin embargo, el erudito ruso develó al público cubano un elemento más que constituye una hipótesis realmente excitante: Crimen y castigo es una paráfrasis -como el Ulises, de James Joyce, lo es de la Odisea- de otro texto: la alegoría evangélica de Lázaro, quien resucitó cuatro días después de su muerte gracias a la intervención de Jesucristo, afirmó Kofman.

Así, Raskolnikov vivió una muerte moral en su hediondo claustro -¿sepulcro?- peterburgués hasta que, por vía del sincero arrepentimiento -valor cardinal en la ética cristiana del autor de Los hermanos Karamazov-, llega a regenerarse en las estepas siberianas, justo como si hubiese emergido de una tumba moderna: la ciudad.

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POESÍA CLÁSICA JAPONESA [KOKINWAKASHÜ] Traducción del japonés y edición de T orq uil D uthie

   NOTA SOBRE LA TRADUCCIÓN   El idioma japonés de la corte Heian, si bien tiene una relación histórica con el japonés moderno, tenía una es...

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