Año: 2054
Sábado 26 de diciembre.
La noche como una catarata de oscuridad asalta tu ojo. Luces mayores y menores inician el camino con vos y con el Rolls-Royce Phantom de color negro. Cerrás las ventanas del vehículo, y ya no escuchás el ruido exterior. Ya no percibís el olor de las hierbas, ni el inicio del canto de los grillos que desean destronar a la oscuridad.
Los ojos del Phantom: rectangulares alumbran la carretera. El Phantom es un caparazón negro y gigante.
El dolor ha sido insoportable. ¡Sos el viejo guerrero abatido en una noche que principia! ¡Ya nada te importa! ¿Qué es la vigilia para vos? Ya no podés pedirle mucho a… Quizá el tiempo. El tiempo que escapa burdo y constante por en medio de tus propios pensamientos ahora que te ves reflejado en el cristal del vehículo. Farsa o aventura, no, no sabés que ha sido la vida. La vida ha sido como tirar una moneda al aire como en un juego —escudo o corona— y que en ocasiones has ganado y en otras ocasiones has perdido.
¿Quién sos? ¿Caíste de nuevo en la trampa burda del recuerdo? Hay personas que viven solo de recuerdos, de glorias pasadas, de amantes y de amores idos, espejos que ya no poseen formas.
Sos un profesional, te graduaste de abogado, y luego seguiste escalando posiciones en la sociedad: presidente de varias corporaciones de automóviles de lujo, accionista mayoritario de canales de televisión por cable; ¿el zar de las telecomunicaciones centroamericanas por satélite?
Pero, ahora, ¿qué sos? ¿Una sombra? ¿Un ovillo de nada, encapsulado en un vehículo que se dirige a una clínica porque te estás muriendo muy despacio?
***
AÑO 2054
Sábado 26 de diciembre.
Más allá del arco tensado de la noche, soñás. Es un sueño placentero por momentos. En otros momentos recordás la clínica la Santé donde sucedieron los asesinatos que en verdad nunca fueron solucionados porque, para las autoridades judiciales, fue caso cerrado y que, sin embargo, hoy, final de año, te corroe las entrañas, aquellos hechos. ¿Remordimiento? En verdad, no lo sabés con certeza y quizá en el fondo de tu conciencia no te importa demasiado: lo hecho, hecho está, lo que se dijo, se dijo y lo que se ocultó, mejor así… ¿Callarlo…?
¿Y ahora qué podés hacer? Es una culpa compartida que te ha mantenido en vilo por 30 años. ¡30 años! Ahora que estás al límite de tu existencia, pensás que a nadie le has confesado esos crímenes que nunca abandonaron tu mente. ¿Valdría la pena decirle al mundo, a los medios de comunicación colectiva, a los periodistas torpes lo que en verdad sucedió en la Santé?…
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