viernes, 29 de noviembre de 2024

Alberto Angela Amor y sexo en la antigua Roma Traducción del italiano Alejandro Pradera

 



Alberto Angela

Amor y sexo en la antigua Roma

Traducción del italiano

Alejandro Pradera

A Venus y a su mundo,

que ha encendido sueños,

enardecidos corazones

y embriagado los sentidos

desde el inicio de los tiempos.

«Omnia vincit amor».

(El amor lo puede todo).

VIRGILIO

INTRODUCCIÓN

¿Cómo amaban los antiguos romanos? ¿Qué se decían un hombre y una mujer

cuando se miraban a los ojos? ¿Se llevaban rosas rojas a una cita? Y... ¿cómo se amaban

dos enamorados romanos en la cama? Cuántas veces nos lo habremos preguntado...

Al contemplar las pinturas y los frescos de Pompeya o de los museos, la primera

expresión que nos viene a la boca es: «Pero entonces, ¡eran exactamente como

nosotros!». Después, cuando vemos una película o una serie de televisión sobre la

antigua Roma, o bien cuando escuchamos lo que nos dice un guía turístico, cambiamos

de opinión: «¡Madre mía, qué pervertidos eran!»...

¿Dónde está la verdad?

Este libro pretende justamente averiguar la verdad sobre el amor en tiempos de los

antiguos romanos. Aspira a descubrir si efectivamente ellos amaban libremente, como

nosotros, y cuáles eran las diferencias. Pretende desvelar las reglas del cortejo, los

tabúes en la cama, las preferencias en el ideal de la belleza física... Pero también «cómo

lo hacían»...

De ahí surgirá, como el lector podrá comprobar, un mundo sorprendente. Yo

mismo, a pesar de que llevo muchos años escribiendo libros sobre el mundo romano y

realizando reportajes y programas de televisión sobre el tema, me he quedado

sorprendido.

Así pues, he querido escribir un libro que a mí me habría gustado hallar en las

librerías y que nunca he conseguido encontrar, un libro que hablara del amor en la

antigua Roma en una completa panorámica. Verdaderamente existe muy poca

bibliografía sobre el tema en comparación con todo lo que se ha escrito, por ejemplo,

sobre las legiones romanas, sobre Pompeya o sobre los distintos emperadores.

Muchos de los libros que el lector puede encontrar sobre el amor son excelentes. Este

no pretende ser mejor. Pero cuenta con una característica que lo diferencia de los

demás: tiene un enfoque «de investigación», es decir, que no se concentra en un

argumento o en un tema específico, sino que los analiza todos.

Tiene como hilo conductor nuestra curiosidad y aspira a responder a las preguntas

que cada uno de nosotros se plantea sobre el amor y el sexo en tiempos de los romanos:

desde el tipo de besos que se daban hasta los anticonceptivos empleados, desde la

lencería de las matronas hasta las estrategias de hombres y mujeres para seducir al sexo

opuesto y subyugar a la persona amada, desde las infidelidades hasta los amuletos de

buena suerte, desde las acrobáticas posturas en la cama hasta los afrodisíacos para

mejorar las «prestaciones», desde los mensajes que se dejaban en las paredes hasta las

reglas del matrimonio y del divorcio...

¿Cómo podía yo enlazar unos argumentos tan distintos en un único viaje? Con una

estratagema. Vamos a imaginar que retrocedemos en el tiempo y nos encontramos en

una plaza de Roma. Ante nosotros hay una serie de personas que deambulan en un día

normal de la Roma del año 115 d. C. Pues bien, ahora vamos a imaginar que

«congelamos» esa imagen, como cuando se para un vídeo. Observemos bien a esas

personas: un noble con su esposa, una muchacha y un muchacho enamorados, un

gladiador que lanza una mirada a una joven patricia, otro joven apoyado contra una

columna, un eunuco, un padre con su hijo, un rico noble con su amante-efebo, una

prostituta de altos vuelos, una actriz, tal vez una prostituta, etcétera.

¿Serían capaces, precisamente estos personajes, de contarnos lo que significa amar

en la antigua Roma? ¿Un grupo de una docena de personas, escogidas así, al azar, en

una plaza? La respuesta es sí. Efectivamente, si volvemos a poner «en movimiento» esa

escena, nos bastará con seguir a esas personas a lo largo de su jornada, y ellas nos

permitirán descubrir el mundo del amor y del sexo en la antigua Roma. Es más, ellas

nos mostrarán «su» forma de vivir el amor y el sexo.

En resumen, cada uno de esos personajes va a constituir una pincelada de este

enorme fresco que es el amor. A todos los efectos, el auténtico protagonista es el amor,

no las personas a las que seguiremos.

Pero, ¿cómo podemos descubrir hoy en día los secretos amorosos de una época tan

remota? ¿De dónde nos llegan los datos y las informaciones? En efecto, ningún beso,

ninguna declaración de amor han dejado el mínimo rastro en los yacimientos

arqueológicos... No obstante, las pintadas, las estatuas, las escenas eróticas grabadas en

las lucernas o pintadas en los frescos a menudo nos han llegado intactas, como en

Pompeya.

Así pues, el viaje que va a realizar el lector es el fruto de un largo trabajo sobre las

publicaciones, los descubrimientos, las investigaciones, los ensayos y los estudios sobre

el tema del amor en tiempos de la antigua Roma. Y no solo eso: es también, y sobre

todo, el resultado de una rigurosa investigación en las bibliotecas, los institutos, las

universidades, y de conversaciones con los expertos en los distintos ámbitos, a las que

hay que añadir mi experiencia de tantos años en grabaciones y programas de televisión

rodados directamente en los yacimientos arqueológicos y en los museos desperdigados

por toda Europa, en la cuenca del Mediterráneo.

Por último, muchas contribuciones proceden de los propios romanos, que

«contestaron» a nuestras preguntas y nos «explicaron» sus costumbres y su época a

través de sus propias obras: Ovidio, Marcial, Juvenal, Catulo, etcétera.

Se trata de un trabajo muy completo también gracias a la contribución de Emilio

Quinto, colega periodista e incansable investigador en bibliotecas y universidades, que

curiosamente se llama igual que el famoso comandante de la guardia pretoriana que

hace más de mil ochocientos años puso fin al demencial dominio del emperador

Cómodo (el «malo» de la película Gladiator...).

Muchas veces el lector entrará en el mundo romano a través de relatos «novelados»:

para sumergirle mejor en la mentalidad de los antiguos romanos he intentado utilizar la

pluma como una cámara de cine, a fin de darle la sensación al lector o la lectora de que

realmente se halla entre la gente de la antigua Roma, en sus calles, en sus banquetes o

en sus alcobas.

Los gladiadores que veremos luchando en el Coliseo son los mismos de mi primer

libro (Un día en la antigua Roma[1]), pero contemplados desde un ángulo diferente, para

poder explicar una escena de amor: la idea es que una misma escena pueda conducirnos

a dos relatos contemporáneos, pero totalmente distintos, y ser el punto de contacto

entre dos mundos tan opuestos como la muerte y el amor. Así pues, mientras que en el

primer libro el lector se encontraba en las gradas, asistiendo a las luchas, aquí va a

seguir los pasos de una mujer rica que abandona los graderíos atestados de gente y se

cuela por los oscuros pasadizos subterráneos para gozar de un encuentro amoroso con

el gladiador que salga victorioso del combate.

En resumen, en este libro se combinan diversos estilos. Aúna tres géneros: el de los

libros sobre arqueología (para los contenidos), la divulgación (como género) y la novela,

para poder «zambullirnos» en el mundo de aquellos tiempos.

Así pues, idealmente, después del primer libro, Un día en la antigua Roma, y del

segundo, Impero, viaggio nell’Impero di Roma seguendo una moneta, este libro supondría el

tercer capítulo de la serie, que explora lo que, a todos los efectos, es El imperio de los

sentidos de los romanos (esa habría podido ser una segunda opción para el título de este

libro)...

Por último, esta obra ha sido escrita con una particular atención a las lectoras,

también en lo referente al estilo, porque ellas, más que nadie, conocen bien las reglas del

juego de la seducción, son muy sensibles a ese respecto y hoy en día, igual que hace dos

mil años, son precisamente las que hacen girar el extraordinario carrusel del amor.

Buena lectura,

vale.

Roma, 20 de octubre de 2012

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