PRÓLOGO
UN NUEVO VIEJO ESTILO
Por Martín Felipe Castagnet
En el corazón de esta novela hay un durazno. Le pertenece a nuestro protagonista, Gimpei
Momoi, y es una fruta amarga, casi al punto de que la consideremos podridac pero no todavía.
Anterior a La casa de las bellas durmientes y precursora de esta, Mizuumi o En el lago es
una bisagra entre la etapa temprana de Kawabata y la tardía. Sorprende a los lectores por su
sordidez, una palabra inusual para su obra, que por lo general usamos para calificar a otros
Contemporáneos suyos, como Osamu Dazai o incluso la elegancia eviscerada de Yukio Mishima.
áEn tus entrañas han de estar reptando una babosa, un escorpión o un ciempiésâ, se dice en
uno de los momentos del libro, y efectivamente hay algo que repta dentro de nosotros,
incomodo, y tambien en la novela, como un fantasma sin pies, como se caracterizaba a los y.rei
o espectros japoneses.
Gimpei es un exprofesor de escuela (también excombatiente, no nos olvidemos, en un pais
compuesto únicamente por veteranos de guerra), que llega caminando a una localidad
veraniega y se mete en un sauna a refrescarse. A partir de los golpecitos de la masajista, de a
poco nos insertamos en los recuerdos del protagonista. Luego nos enteramos de que es
posiblemente un criminal, pero él no se identifica así, como se ve en el cierre del primer
Párrafo: áDoblo en un callejón y palpo la ventana de una casa abandonada, pero estaba tapiada
con maderas y clavos. No quería arriesgarse a romperla. Lo considero un acto propio de un
criminalâ. En mas de un sentido está en un callejón, aunque sea a la intemperie y en medio de
la montaña.
Con sus pies deformes como los de un mono (o así es como los percibe el), Gimpei se dedica
a perseguir jovencitas; incluso considera matarlas. Kawabata no embellece su codicia. A pesar
de que fracasa en sus objetivos una y otra vez, y tiene éxito cuando no lo desea, Gimpei nunca
advierte que todas las bellas desconocidas en realidad sustituyen figuras del pasado: la madre
tuberculosa; el padre muerto en circunstancias misteriosas; su prima, reemplazo primigenio de
la madre. Por medio del fluir de la conciencia, descendemos en su obsesión perversa con la
belleza inasible de la juventud y también en sus dolores mas hondos.
Negar la influencia de Occidente en esta obra sería tan simplista como reducirla a una
novela psicológica. Durante los años veinte, Kawabata había sido el fundador, junto a Riichi
Yokomitsu y otros, de una corriente artística denominada Shinkankakusha, la escuela de las
nuevas sensaciones, o nueva corriente percepcionista, cuyo propósito era enfrentar la doctrina
objetivista con armas tradicionales (la áescritura de mujerâ de las cortesanas del año 1000) y
occidentales (el surrealismo y dadaísmo francés o el modernismo anglosajón). Este movimiento
siempre fue de ida y vuelta: recordemos que el impresionismo surge, con el mismo propósito
antirrealista, de los grabados ukiyo-e que empiezan a llegar a Europa tras la apertura de Japón.
El nuevo, pero viejo estilo consistía en la percepción sensorial como base del arte. Este
enfasis en los sentidos domina En el lago: la voz sorprendente de la masajista, el olor de la ropa
sucia del chofer, la cartera de cuero contra la cara, el sake que se escurre por la comisura de la
boca, la jaulita de luciérnagas atada al cinturón de Machie. Pero sobre todo prevalece desde
que Gimpei adquiere conciencia de dos mundos: áEl mundo del chofer era de un cálido rosa y
el de los pasajeros, de un frío azulâ. Esta dicotomía cromática divide toda la obra, desde los
cerezos iluminados por la luz eléctrica hasta el uniforme azul de Hisako, o la presencia
intermedia del purpura o violeta, pero no se deja aprehender con facilidad. .Representara el
rosa el mundo terrenal, y el celeste el de su subjetividad? Por eso el sentido del tobillo
álevemente rojoâ, cuando al final, como al comienzo, se saca los zapatos. Por eso es tan
significativo su nombre: los ideogramas de Gimpei significan plata llana, pulida, pero su
apellido, Momoi, equivale al color del durazno, es decir, el rosa en la terminología japonesa,
antes de la adopción del anglicismo pinku. Ocurre lo mismo con el nombre de otros personajes:
Miyako es la niña del palacio, que se vende a la decrepitud del poder; Machie, la rama, es decir,
el brote, de la ciudad.
En el lago fue publicado en doce entregas y luego como libro a lo largo de 1954. Sin
embargo, desde su reedición, Kawabata elimino la segunda mitad del capitulo 11 y todo el
capitulo 12. Mientras en la version original la trama se cerraba de manera circular, ahora
tenemos un final trunco, pero no por eso menos final. Al concluir de la novela se produce una
catabasis: el descenso a los pasajes subterráneos de la capital. Pero si la obra se puede dividir
en cuatro partes (Gimpei en Karuizawa, Miyako, Gimpei en Ueno y lo que sucede despues), la
verdadera conclusión de la historia esta al final del primer punto de quiebre: áGimpei alzo sus
ojos hacia el bosque oscuro. En el lago de la aldea de su madre, se reflejaba una fogata
nocturna de una orilla distante. Y Gimpei era conducido hacia las llamas nocturnas que se
reflejaban en el aguaâ.
Como ocurre desde La bailarina de Izu, durante la lectura somos testigos de una
purificacion, aunque en este caso no sabemos si efectivamente se llevo a cabo. Al igual que el
ens., el círculo zen de un solo trazo que no llega a completarse, el texto termina por cerrarse
dentro del tiempo del recuerdo sin volver nunca al presente. El shintoismo, la religión
Autóctona, gira en torno a rituales de purificación por intermedio del agua. Los pensamientos
de Gimpei vuelven siempre al lago de su pueblo natal, en la llamada espalda del Japon, la orilla
que mira al continente, y no al océano. Pero a diferencia del mar, el lago se caracteriza por su
agua inmóvil; en el fluir de la conciencia es un agujero negro cuya fuerza gravitatoria todo lo
traga. Dijo Kawabata: áLlega un tiempo en que el fuego se apaga, pero, en cambio, para el agua
no hay tiempoâ.
Al comienzo de la novela, lo primero que hace el protagonista es sacarse la ropa y abandonarla.
áLe pareció que un enjambre de mariposas nocturnas revoloteaba en medio de la niebla cerca
del recipiente de basura. Al detenerse y a punto de volver sobre sus pasos, la plateada visión se
disipo, dejando una luz tenue y azulada entre los pinos que se alzaban sobre su cabezaâ. Pero
luego sabremos que Gimpei y su amigo Nishimura, muerto en el frente, tenían la costumbre de
abandonar los zapatos viejos en la puerta de los burdeles, cuando se escapaban corriendo sin
pagar. . Representa esto una nueva correría, fruto del dinero mal habido, o lo que posibilita un
nuevo comienzo? Digresión fantasmática de posguerra, la profundidad oscura de En el lago
habla cada vez menos del Japón del pasado y cada vez más de nuestro mundo presente.
MARTIN FELIPE CASTAGNET
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