lunes, 23 de septiembre de 2024

Leonard Bernstein El maestro invita a un concierto FRAGMENTO

 



Las 15 «lecciones» magistrales que contiene este libro revolucionaron, ya en los años

sesenta, la manera de enseñar música. En ese momento, el prestigioso compositor y

director de orquesta Leonard Bernstein (1918-1990) presentaba en televisión sus

famosos Conciertos para jóvenes, y explicaba de una forma amena y didáctica esos

conceptos y puntos considerados aburridos o difíciles en la música: el solfeo, el

contrapunto, los acordes, qué es un concierto, la música sinfónica, cómo suenan los

diferentes instrumentos, etc. En esta cuidada selección de dichos conciertos

advertiremos que, lo más curioso, es que Bernstein, para ofrecer claridad en sus

explicaciones, acude no solo a los propios clásicos sino a la música moderna de los

Beatles o al jazz.

Desde su publicación en Estados Unidos, este libro ha demostrado que la música no

tiene por qué ser solo para entendidos. El «método Bernstein» se ha venido aplicando

desde entonces en los conservatorios de todo el mundo para acabar con esa ingrata

enseñanza de la música que tantas veces ha provocado rechazo. Por fin, un maravilloso

libro que da la posibilidad de entender la música de nuestros clásicos a cualquier lector,

a cualquier edad.

Leonard Bernstein

El maestro invita a un concierto

Han transcurrido veinte años desde que Leonard Bernstein presentó por última vez

un «Concierto para jóvenes» televisado con la Orquesta Filarmónica de Nueva York.

Desde 1958 a 1972, Bernstein escribió y apareció como comentarista, pianista solista y

director en cincuenta y tres conciertos diferentes concebidos para jóvenes (de edades

comprendidas entre los ocho y los dieciocho años). Las cualidades pedagógicas de

Bernstein y su viva personalidad pronto se hicieron populares en todo el país. A través

de medios impresos y audiovisuales, contribuyó a la transformación de toda una

generación de estadounidenses, oyentes ocasionales de música, en melómanos

apasionados. Su discurso elocuente y lúcido es una cualidad poco habitual en un

músico, que, como suele decirse, normalmente prefiere «dejar que la música hable [¿o

debería decirse “cante”?] por sí misma».

Durante su etapa de estudiante de secundaria, Bernstein recibió una sólida

formación en latín (en qué otro sitio mejor que en la Boston Latin School), y era

conocido porque solía corregir la gramática de los demás en medio de acaloradas

discusiones, por lo general para enojo de sus interlocutores. Su afinidad natural por las

lenguas extranjeras le permitía comunicarse, con diversos grados de fluidez, en alemán,

francés, italiano, español, yiddish y hebreo. Su estudio estaba lleno, desde el suelo hasta

el techo, de diccionarios, obras sobre etimología y libros de léxico de todo tipo. Sus

conocimientos sobre literatura eran tremendamente amplios y abarcaban innumerables

campos, y su pasión por los juegos de palabras, como los anagramas y los complejos

crucigramas de las revistas británicas —cuanto más difíciles mejor—, casi rayaba la

religiosidad. Durante una época tuvo en su casa un aparato electrónico que proyectaba

aleatoriamente cuatro letras en interminables combinaciones diferentes. El objetivo de

este aparato no era reconocer las palabras reales que pudieran aparecer

accidentalmente, sino buscarle un significado rápidamente a todas las combinaciones

que no formaban palabras reales, utilizando los anagramas y añadiendo las letras que

pudiesen faltar. Otro juego que solía practicar con sus compañeros durante los largos

viajes en automóvil era el llamado «Mental Jotto», que consistía en descubrir palabras

de cinco letras utilizando mentalmente la técnica del anagrama. Él ganaba siempre.

Desde luego fue un músico cuyos intereses y habilidades iban mucho más allá de lo

puramente musical. Profesor nato y elocuente orador sobre materias muy diversas, no

sólo culturales, se embriagaba con las palabras.

La popularidad de los «Conciertos para jóvenes» convirtió en un éxito de ventas las

dos primeras ediciones del libro basado en ellos. Estos libros llevaban agotados mucho

tiempo, y la demanda para su reedición, así como la de los vídeos de los conciertos

originales, ha sido considerable durante la última década. Antes de 1958 no se había

visto nada similar, y después de 1972 nada se ha acercado a su magnífico historial de

éxitos. Hubo otros «Conciertos para jóvenes» televisados con la Orquesta Filarmónica

de Nueva York, realizados por otras personalidades[1] durante los catorce años del

período Bernstein y después de éste; pero ninguno de ellos consiguió cautivar al

público con la misma emoción. (En honor a la verdad, todos esos directores no tuvieron

tiempo de lograr una continuidad, pues no eran directores musicales de la Filarmónica

de Nueva York.) Ahora, después de tanto tiempo, se ha podido responder a las

peticiones del público para la reedición de los «Conciertos para jóvenes» de Bernstein.

No ha sido posible hacerlo durante los últimos quince años debido a la existencia de

una enormemente complicada maraña de autorizaciones y derechos establecidos por

organizaciones de intérpretes, artistas y editores. Esa maraña finalmente ha sido

desenredada.

Los análisis y comentarios de Bernstein fueron, naturalmente, mucho más que unas

improvisadas notas para presentar el programa de las obras que iban a ser interpretadas

por la orquesta. Cada concierto poseía un elaborado guión que finalmente se transcribía

a un teleprompter. Bernstein solía escribir un primer borrador a lápiz en papel amarillo

de bloc. Después estas cuartillas se mecanografiaban y se distribuían en un formato con

márgenes anchos, diseñados para congresos, pues el uso de los ordenadores no era aún

habitual. Junto con el director de producción Roger Englander, un equipo de asistentes

de producción[2] se reunía con el señor Bernstein en su casa para revisar, discutir,

clarificar, calcular la duración y ayudar a rehacer partes del guión cuando era necesario.

El mismo autor sugería los posibles cortes, que con frecuencia se debían a la obligación

de limitarse a los cincuenta y cinco minutos aproximadamente de los que se disponía

para el directo. (Unos cinco minutos en total se tenían que destinar a los títulos de

crédito iniciales y finales, y a la pausa para la publicidad en los conciertos de una hora

de duración.) En los guiones que se han añadido por primera vez a esta edición, se han

restablecido algunos de estos cortes.

Las reuniones informales para la escritura de guiones eran como pequeños

seminarios de trabajo, y tan divertidos como los mismos conciertos. Había un

intercambio distendido, y Bernstein agradecía las bromas y comentarios de su equipo

de producción. Pero hay que subrayar que él siempre tenía la última palabra. Dada su

intolerancia con el mal uso del lenguaje, en muy raras ocasiones cometía un error. Por

esta razón, cuando esto ocurría, era un hecho memorable. Recuerdo una de estas raras

ocasiones que se produjo en 1964. Durante nuestras reuniones para la escritura del

guión de «El “viaje” de Berlioz» (que se incluye en este libro), el maestro Bernstein se

refería a una mujer-lobo, una criatura fantástica inventada por el protagonista de la

Sinfonía fantástica de Berlioz, como una wolverine. Pero yo protesté: «¿Cómo un equipo

de fútbol de Michigan iba a utilizar un nombre femenino[3]?». El rechazó esta objeción

con arrogancia. Sin embargo, al día siguiente me entregó una nota manuscrita.

Preocupado, al parecer, por mi comentario, había buscado la palabra y wolverine había

resultado ser una especie de tejón, un animal que no tiene nada que ver con la familia

del lobo. Se cambió en el guión por wolf-girl. En su nota podía leerse:

Al Sr. Jack Gottlieb: Por la presente certifico que usted tenía razón y que yo estaba

equivocado. Dios le bendiga, astuto wolverine. Se disculpa, respetuosamente, Leonard

Bernstein, Ignorante.

Aún lo conservo entre mis papeles más preciados.

Bernstein en su Prólogo original hace mención a los problemas que surgen al

transcribir guiones que se expresan oralmente a un medio que se lee en silencio. Una de

las dudas más importantes era qué hacer con los fragmentos musicales que se habían

planteado para escucharse en directo. Siempre que ha sido posible, los nuevos ejemplos

añadidos en esta edición se han simplificado tanto como los de la primera edición.

Además, para acentuar la importancia de las recomendaciones originales del autor en el

caso de obras musicales completas, o movimientos completos de obras de mayor

duración, el lector debería esforzarse en buscar grabaciones en fonotecas, colecciones

privadas, en la radio, etc. También recomendamos al lector buscar, en particular, las

grabaciones de Bernstein con la Orquesta Filarmónica de Nueva York, ya que éstas

transmitirán parte del sabor de los programas televisados.

Todos los conciertos de este libro están, o lo estarán pronto, disponibles en vídeo.

En su prólogo, Bernstein dice que «los ejemplos y las grabaciones tienen la ventaja de

permitirte escucharlos una y otra vez… algo que, evidentemente, no puede hacerse en

televisión», frase que, por supuesto, actualmente carece de validez. Hoy en día, con el

uso de los reproductores de vídeo es posible parar, rebobinar, avanzar para escuchar la

música «una y otra vez, para disfrute y estudio». Sin embargo, la página escrita tiene la

ventaja de que las personas que leen música pueden obtener un «disfrute» inmediato; y

es posible que motive al «estudio» a los que no leen música. Se convierte en un asunto

de compromiso participativo por parte del lector, algo parecido a la participación

material de los músicos de la orquesta que tocaron en los conciertos originales. En otras

palabras, este libro te invita a que no te conviertas en teleadicto.

La década de 1960 fue una época de una gran convulsión social, con una moral

bastante diferente a las décadas previas. La propia televisión se hallaba entre los

factores principales que contribuyeron al malestar: recordad, por ejemplo, el funeral de

John F. Kennedy y la Convención Nacional del Partido Demócrata en Chicago. La

mística de los años sesenta, la década de los Beatles, estaba muy unida a la llamada

cultura de las drogas: LSD, Timothy Leary, los «flower children», hippies y demás. En

«El “viaje” de Berlioz» el maestro Bernstein trata de los «viajes» psicodélicos y los

alucinógenos. Pero comparado con la familiaridad de las generaciones actuales con la

cocaína, el crack y otras sustancias similares, los coqueteos de las décadas anteriores con

las drogas rayan casi en la ingenuidad romántica. Sin embargo, para esta nueva edición

se ha decidido conservar todas las referencias fechadas. No todos los jóvenes lectores

estarán familiarizados con la música de los Kinks o de los Beatles, aunque ciertas

emisoras de radio en la década de 1990 la hayan rescatado con nostalgia.

Con el paso de los años es posible tener una visión de conjunto de la labor de

Leonard Bernstein. Puede advertirse cómo ciertos temas generales se aplazaban

programa tras programa y año tras año.

Aunque ofreció música programática (es decir, música que relata una historia) en

varios conciertos, da la impresión de que lo hizo con desgana, ya que su principal

objetivo era inculcar en las mentes en formación valores puramente musicales en lugar

de conceptos extramusicales. Por esta razón no incluimos un guión como «Fiesta de

cumpleaños de Igor Stravinski» en esta nueva edición, ya que la parte central de ese

programa era una repetición de la historia del ballet Petrushka. Pero la historia que

Berlioz cuenta en la Sinfonía fantástica justifica su inclusión, ya que el concepto de idée

fixe es una forma muy ingeniosa de explicar el principio de la variación en la

composición musical. En su primer libro, The Joy of Musicy Bernstein habla del «Timo de

la Apreciación Musical» y de su deseo de encontrar un «punto medio» entre ese timo y

la «discusión puramente técnica». Si alguien encontró alguna vez ese punto medio,

tiene que haber sido él.

Jack Gottlieb, 1992

El compositor, escritor y conferenciante Jack Gottlieb fue asistente y después editor

de Bernstein desde 1958 hasta la muerte de Bernstein en 1990… con unos pocos años

libres por buena conducta. En la actualidad es el archivero del Legado Bernstein. Ha

editado el catálogo completo de las obras de Bernstein, escrito numerosas notas al

programa sobre su obra para conciertos y discos, y ha editado sus tres primeros libros.

Gottlieb es también autor de artículos de investigación sobre temas musicales generales,

del texto y música de varias obras teatrales, de numerosas obras corales, canciones,

música de cámara y música litúrgica judía, así como conferenciante sobre la influencia

judía en la música ligera americana. En 1991 publicó el CD titulado Evening, Mom &

Noon. The Sacred Music of Jack Gottlieb, dedicado a la memoria de Bernstein. Jack Gottlieb

es presidente de la American Society for Jewish Music.

PRÓLOGO PARA MIS JÓVENES LECTORES

Desde que empezamos a televisar los «Conciertos para jóvenes» con la Orquesta

Filarmónica de Nueva York en 1958, hemos recibido constantemente peticiones en las

que se nos sugería que estos programas debían conservarse de algún modo. Este libro

ilustrado es simplemente una manera de responder a todas esas peticiones.

El paso de la pantalla de televisión a la página impresa no es una tarea fácil. Por

una simple razón, ahora ya no tenemos una gran orquesta sinfónica preparada para

interpretar los ejemplos tras el movimiento de una batuta. La hemos sustituido con

ejemplos musicales escritos, la mayoría simplificados al máximo para que se puedan

tocar en el piano. Todas las obras musicales que citamos a lo largo del libro han sido

grabadas en disco. Recomiendo vivamente que siempre que sea posible (especialmente

en aquellos ejemplos en los que el tema se trate más ampliamente), el lector consiga la

correspondiente grabación. Tanto los ejemplos como las grabaciones tienen la ventaja

de permitirte escucharlos una y otra vez para disfrute y estudio, algo que,

evidentemente, no puede hacerse con la televisión.

Por otra parte, y esto es más delicado, las ideas que he intentado transmitiros

cuando hablaba en televisión os sonarán ligeramente diferentes a como sería si nos

hubiésemos limitado a transcribirlas palabra por palabra con frías letras de molde, ya

que ha sido necesario realizar una ardua tarea de reescritura y revisión.

Además, hay muchas otras cosas que pueden verse en un programa de televisión.

Se puede ver cómo son los instrumentos, por ejemplo, y también oírlos. En su lugar, en

este libro tenemos unas ilustraciones muy sugerentes.

Todo el trabajo de pasar de la pantalla de televisión al libro impreso es algo

parecido a la traducción de una lengua a otra, o a orquestar una obra musical escrita

originalmente para piano solo. Por eso, si en el libro no sueno a mí mismo, espero que

lo sepáis comprender.

Por todo este trabajo de traducción, debo dar las gracias antes que nada a mi colega

Jack Gottlieb, que se hizo cargo de la difícil tarea de realizar un primer borrador, y

agradecer después a todo un equipo de editores, diseñadores y artistas que trabajan en

Simon & Schuster bajo la dirección general de mi viejo amigo Henry Simon, que fue

quien tuvo la idea original de editar este libro. También me gustaría dar las gracias a

Mary Rodgers y Roger Englander por su gran ayuda en la preparación y edición de los

programas originales de televisión, así como a sus colaboradores, Elizabeth Finkler y

John Corigliano, Jr.

Y me gustaría dar las gracias especialmente a nuestros jóvenes por responder de

forma tan afectuosa e inteligente a nuestros programas; sin ellos jamás hubiera sido

posible este libro.

Leonard Bernstein, 1962

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