sábado, 29 de junio de 2024

Witold Gombrowicz Transatlántico prólogo del autor

 





 

Witold Gombrowicz

  Transatlántico

 

 

 


 

 Prólogo

Aparentemente no debía ya temer al rugido de la indignación… El primer encuentro de Transatlántico con los lectores tuvo lugar hace algunos años, durante mi exilio, y lo considero ya a mis espaldas. Debería ahora salvar otro peligro: y es que esta obra no sea leída con una visión demasiado estrecha y superficial.

En vísperas de la publicación de esta novela en Polonia debo exigir una lectura más profunda y universal. Debo, porque en cierto sentido se trata de una obra que tiene que ver con la nación, mientras que nuestra mentalidad, en el exilio o en la patria, no se ha liberado aún de manera suficiente, continúa siendo deforme y hasta amanerada… Sencillamente, no sabemos leer los libros que tratan sobre este tema. Nuestros complejos polacos son aún demasiado fuertes, y las tradiciones pesan en exceso sobre nosotros. Hay quienes (y yo pertenecía a ellos) llegan a temer al término «patria» como si él retrasara en unos treinta años su desarrollo. Para otros es un término que conduce inmediatamente a los esquemas que dominan nuestra literatura. ¿Exagero, tal vez? Sin embargo, el correo continúa transmitiéndome voces procedentes de Polonia con relación a Transatlántico. Así me entero, por ejemplo, de que «se trata de un panfleto sobre la fraseología Dios-Patria» y también «sobre la Polonia de la preguerra»… Hay quienes han llegado a descubrir una invectiva contra la Sanacja (gobierno de derecha que mantuvo el poder en Polonia en la década de los treinta). El juicio que me interesa obtener es el de quienes consideran el libro como «un ajuste de cuentas con la conciencia nacional» y no «una crítica de nuestros defectos nacionales».

¿Qué ventajas podría extraer del combate contra la difunta Polonia de la preguerra, o contra un estilo de patriotismo antiguo, también ya eliminado, si se considera que tengo otros problemas que combatir, mucho más universales? ¿Es posible acaso que pierda mi tiempo en fruslerías del pasado? Formo parte de ese grupo de ambiciosos tiradores que si deben hacer muecas las hacen participando en la caza mayor.

No lo niego: Transatlántico es, entre otras cosas, también una sátira, y también un intenso ajuste de cuentas…, no con una Polonia en particular, entendámonos, sino con aquella Polonia creada por las condiciones de su existencia histórica y por su dislocación en el mundo (o sea con la Polonia débil). Convengo también que Transatlántico es una nave corsaria que contrabandea una fuerte carga de dinamita, con la intención de hacer saltar por el aire los sentimientos nacionales hasta hace poco vigentes entre nosotros. Es más, eso oculta en su interior una explícita propuesta que tiene que ver con aquel sentimiento: «superar la polonidad». Aflojar esa relación que nos vuelve esclavos de Polonia. ¡Independizarnos por lo menos un poco! ¡De pie, basta ya de vivir arrodillados! Hagamos evidente, legalicemos el otro polo de las percepciones que obligan al individuo a la actitud defensiva en relación con la nación, como ocurre en el caso de cualquier violencia colectiva. En fin, lo más importante es que conquistemos la libertad en lo referente a la forma polaca: aunque sigamos siendo polacos, busquemos ser algo más amplio y superior al polaco.

Tal es el contrabando ideológico de Transatlántico. Se trata, por consiguiente, de una revisión bastante profunda de nuestra relación con la Nación —una revisión a tal punto extremada que podría modificar de modo radical nuestro estado de ánimo y liberar energías que, en último análisis, podrían resultarle útiles hasta a la Nación. Ésta sería, adviértase bien, una revisión universal… Le sugeriría lo mismo a las personas pertenecientes a otras naciones, ya que el problema se refiere no tanto a la relación entre un polaco y Polonia, sino entre un individuo y la nación a la que pertenece. Revisión, en fin, estrechamente ligada a toda la problemática moderna, ya que pretendo (como he pretendido siempre) reforzar y enriquecer la vida del individuo, haciéndola más resistente al abrumador predominio de la masa. Tal es la tónica que impera en Transatlántico.

He tratado estas ideas más detalladamente en mi Diario, que aparece en Kultura, de París. Acaba de publicarse en libro, también en París. ¿La idea expuesta ahora constituye acaso el argumento clave de esta obra? ¿Puede considerarse el arte como una labor emprendida en torno a un argumento determinado? Imagino que se trata de una pregunta impertinente… Temo, en efecto, que la crítica literaria en Polonia no se haya liberado del todo de la manía socialista de exigir «un arte con contenido». No, Transatlántico no contiene ningún tema, fuera de la historia que allí se narra. No es sino un relato, un mundo relatado… que tendría validez sólo a condición de parecer alegre, multicolor, revelador y estimulante… Cualquier cosa, en fin, que brille y refleje una multitud de significaciones.

Transatlántico es un poco de todo: una sátira, una crítica, un tratado, un divertimento, un absurdo, un drama…, pero nada de eso en forma exclusiva, porque, en definitiva, no es otra cosa sino yo mismo, mi «vibración», mi desahogo, mi existencia.

¿Y entonces? ¿Se trata precisamente de Polonia? Pero si jamás he escrito una sola palabra que no se refiriera sólo a mí mismo… No me siento autorizado para hacer otra cosa. En 1939 me encontré en Buenos Aires, expulsado de Polonia y de mi vida precedente, y fue una situación extremadamente peligrosa. El pasado…, un derrumbe. El presente…, como la noche oscura. El futuro…, impenetrable. Ningún apoyo. La Forma se inclina y se moldea bajo los golpes del devenir universal… Lo que ahora pertenece al pasado es la impotencia, lo nuevo y lo que aún está por ocurrir…, la violencia. Sobre estos caminos imprevisibles de la anarquía, entre los dioses caídos yo podía únicamente hablar de mí mismo. ¿Cuáles hubiesen debido ser, según ustedes, mis sentimientos en semejante momento? ¿Destruir el pasado? ¿Entregarse al porvenir?… Muy bien…, sólo que no me proponía ofrecer mi ser a ninguna forma futura…, quería ser algo superior y más rico que aquella forma. De aquí resulta la comicidad de Transatlántico. Ésta fue la aventura de la que nació una obra grotesca, tensa entre el pasado y el porvenir.

Añado, por amor al orden, aunque tal vez no haya necesidad de hacerlo, que Transatlántico es una fantasía. Todo ha sido inventado, y sus vínculos con la Argentina verdadera son muy leves, así como con la colonia polaca real de Buenos Aires. También mi «deserción» fue distinta en la vida real. (Los curiosos pueden conocerla en mi Diario).

WITOLD GOMBROWICZ
 1957.

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