Witold Gombrowicz
Transatlántico
Prólogo
Aparentemente
no debía ya temer al rugido de la indignación… El primer encuentro de Transatlántico con los lectores tuvo
lugar hace algunos años, durante mi exilio, y lo considero ya a mis espaldas.
Debería ahora salvar otro peligro: y es que esta obra no sea leída con una
visión demasiado estrecha y superficial.
En
vísperas de la publicación de esta novela en Polonia debo exigir una lectura
más profunda y universal. Debo, porque en cierto sentido se trata de una obra
que tiene que ver con la nación, mientras que nuestra mentalidad, en el exilio
o en la patria, no se ha liberado aún de manera suficiente, continúa siendo
deforme y hasta amanerada… Sencillamente, no sabemos leer los libros que tratan
sobre este tema. Nuestros complejos polacos son aún demasiado fuertes, y las
tradiciones pesan en exceso sobre nosotros. Hay quienes (y yo pertenecía a
ellos) llegan a temer al término «patria» como si él retrasara en unos treinta
años su desarrollo. Para otros es un término que conduce inmediatamente a los
esquemas que dominan nuestra literatura. ¿Exagero, tal vez? Sin embargo, el
correo continúa transmitiéndome voces procedentes de Polonia con relación a Transatlántico. Así me entero, por
ejemplo, de que «se trata de un panfleto sobre la fraseología Dios-Patria» y
también «sobre la Polonia de la preguerra»… Hay quienes han llegado a descubrir
una invectiva contra la Sanacja
(gobierno de derecha que mantuvo el poder en Polonia en la década de los
treinta). El juicio que me interesa obtener es el de quienes consideran el
libro como «un ajuste de cuentas con la conciencia nacional» y no «una crítica
de nuestros defectos nacionales».
¿Qué
ventajas podría extraer del combate contra la difunta Polonia de la preguerra,
o contra un estilo de patriotismo antiguo, también ya eliminado, si se
considera que tengo otros problemas que combatir, mucho más universales? ¿Es
posible acaso que pierda mi tiempo en fruslerías del pasado? Formo parte de ese
grupo de ambiciosos tiradores que si deben hacer muecas las hacen participando
en la caza mayor.
No
lo niego: Transatlántico es, entre
otras cosas, también una sátira, y también un intenso ajuste de cuentas…, no
con una Polonia en particular, entendámonos, sino con aquella Polonia creada
por las condiciones de su existencia histórica y por su dislocación en el mundo
(o sea con la Polonia débil). Convengo también que Transatlántico es una nave corsaria que contrabandea una fuerte
carga de dinamita, con la intención de hacer saltar por el aire los
sentimientos nacionales hasta hace poco vigentes entre nosotros. Es más, eso
oculta en su interior una explícita propuesta que tiene que ver con aquel
sentimiento: «superar la polonidad». Aflojar esa relación que nos vuelve
esclavos de Polonia. ¡Independizarnos por lo menos un poco! ¡De pie, basta ya
de vivir arrodillados! Hagamos evidente, legalicemos el otro polo de las percepciones
que obligan al individuo a la actitud defensiva en relación con la nación, como
ocurre en el caso de cualquier violencia colectiva. En fin, lo más importante
es que conquistemos la libertad en lo referente a la forma polaca: aunque
sigamos siendo polacos, busquemos ser algo más amplio y superior al polaco.
Tal
es el contrabando ideológico de Transatlántico.
Se trata, por consiguiente, de una revisión bastante profunda de nuestra
relación con la Nación —una revisión a tal punto extremada que podría modificar
de modo radical nuestro estado de ánimo y liberar energías que, en último
análisis, podrían resultarle útiles hasta a la Nación. Ésta sería, adviértase
bien, una revisión universal… Le sugeriría lo mismo a las personas
pertenecientes a otras naciones, ya que el problema se refiere no tanto a la
relación entre un polaco y Polonia, sino entre un individuo y la nación a la
que pertenece. Revisión, en fin, estrechamente ligada a toda la problemática
moderna, ya que pretendo (como he pretendido siempre) reforzar y enriquecer la
vida del individuo, haciéndola más resistente al abrumador predominio de la
masa. Tal es la tónica que impera en Transatlántico.
He
tratado estas ideas más detalladamente en mi Diario, que aparece en Kultura,
de París. Acaba de publicarse en libro, también en París. ¿La idea expuesta
ahora constituye acaso el argumento clave de esta obra? ¿Puede considerarse el
arte como una labor emprendida en torno a un argumento determinado? Imagino que
se trata de una pregunta impertinente… Temo, en efecto, que la crítica
literaria en Polonia no se haya liberado del todo de la manía socialista de
exigir «un arte con contenido». No, Transatlántico
no contiene ningún tema, fuera de la historia que allí se narra. No es sino un
relato, un mundo relatado… que tendría validez sólo a condición de parecer
alegre, multicolor, revelador y estimulante… Cualquier cosa, en fin, que brille
y refleje una multitud de significaciones.
Transatlántico es un poco de todo: una sátira, una crítica, un
tratado, un divertimento, un absurdo, un drama…, pero nada de eso en forma
exclusiva, porque, en definitiva, no es otra cosa sino yo mismo, mi
«vibración», mi desahogo, mi existencia.
¿Y
entonces? ¿Se trata precisamente de Polonia? Pero si jamás he escrito una sola
palabra que no se refiriera sólo a mí mismo… No me siento autorizado para hacer
otra cosa. En 1939 me encontré en Buenos Aires, expulsado de Polonia y de mi
vida precedente, y fue una situación extremadamente peligrosa. El pasado…, un
derrumbe. El presente…, como la noche oscura. El futuro…, impenetrable. Ningún
apoyo. La Forma se inclina y se moldea bajo los golpes del devenir universal…
Lo que ahora pertenece al pasado es la impotencia, lo nuevo y lo que aún está
por ocurrir…, la violencia. Sobre estos caminos imprevisibles de la anarquía,
entre los dioses caídos yo podía únicamente hablar de mí mismo. ¿Cuáles
hubiesen debido ser, según ustedes, mis sentimientos en semejante momento?
¿Destruir el pasado? ¿Entregarse al porvenir?… Muy bien…, sólo que no me proponía
ofrecer mi ser a ninguna forma futura…, quería ser algo superior y más rico que
aquella forma. De aquí resulta la comicidad de Transatlántico. Ésta fue la aventura de la que nació una obra
grotesca, tensa entre el pasado y el porvenir.
Añado,
por amor al orden, aunque tal vez no haya necesidad de hacerlo, que Transatlántico es una fantasía. Todo ha
sido inventado, y sus vínculos con la Argentina verdadera son muy leves, así
como con la colonia polaca real de Buenos Aires. También mi «deserción» fue
distinta en la vida real. (Los curiosos pueden conocerla en mi Diario).
WITOLD GOMBROWICZ
1957.
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