Título de la edición original:
PORNOGRAFIA
Traducción de Gabriel Ferrater
© de la edición original: Witold Gombrowicz
(E) de los derechos en lengua castellana y de la traducción española:
EDITORIAL SEIX BARRAL, S. A. - BARCELONA, 1965
Primera edición (Primer a quinto millar), 1968
Depósito Legal B. 37.556 - 1967 Prin ted in Spain
PRÓLOGO DEL AUTOR
Un escritor polaco me escribió preguntándome qué
sentido filosófico tiene La seducción.
Le contesté:
“Procuremos expresarnos de la manera más sencilla.
El hombre, todos lo sabemos, tiende a lo absoluto.
A la plenitud. A la verdad, a Dios, a la madurez
entera... Abarcarlo todo, realizarse enteramente
—éste es su imperativo.
“Pero en La seducción se manifiesta, a lo que creo,
otro objetivo del hombre, más secreto sin duda, ilícito
en cierto modo: su necesidad de lo inacabado... de lo
imperfecto... de lo bajo... de la juventud.
“TJna de las escenas más explícitas, en este sentido,
es la de la iglesia, donde la ceremonia de la misa
se hunde bajo el peso de la tensa conciencia de Fryderyk,
y con ella se hunde el absoluto Dios, mientras
que de la tiniebla cósmica y del vacío surge un nuevo
ídolo, terreno, sensual, formado por dos seres que,
menores de edad como son, cierran a pesar de todo un
círculo —ya que se someten a una atracción mutua.
”Otra escena importante es la del consejo que precede
al asesino de Siemian, cuando los adultos se
sienten incapaces de sacrificarlo porque saben lo que
pesa el crimen. Tendrán que matarlo, pues, los adoleseantes,
empujados hacia la ligereza, la irresponsabilidad,
—sólo así será el crimen posible.
”Por lo demás, ya he hablado de todo eso, por lo
menos en mi Diario, por ejemplo en un pasaje sobre
el Retiro de Buenos Aires (1955): Me parecía que la
juventud era el valor más alto de la vida... Pero ese
valor tiene una peculiaridad, inventada sin duda por
el diablo: en tanto que es juventud, su valor no alcanza
al nivel de ningún valor.
”Estas últimas palabras, lo de no alcanzar al nivel
de ningún valor, explican por qué no he podido arraigar
en ninguno de los existencialismos contemporáneos.
El existencialismo se esfuerza por reinventar el
valor, mientras que para mí lo sub-valioso, lo insuficiente,
lo subdesarrollado, están más cerca del hombre
que todos los valores. Me parece que la fórmula de
que el hombre quiere ser Dios expresa muy bien las
nostalgias del existencialismo, en tanto que yo le opongo
otra, desaforadamente desmedida: el hombre quiere
ser joven.
”A mi modo de ver, las edades del hombre sirven
de instrumento a esa dialéctica entre lo cumplido y lo
incumplido, entre el valor y el sub-valor. Y he aquí
por qué mi universo se ha degradado: como si alguien
me hubiera agarrado el espíritu por el pescuezo y me
lo hubiera zambullido en la ligereza, en la bajeza.
”Pero recuerde que para mí la filosofía no cuenta:
no es asunto mío. No me propongo más que explotar
ciertas posibilidades de un tema. Busco las “bellezas”
que son propias a ese conflicto...”
* * *
¿Queda claro? Se dice que una obra se explica por
sí misma, que los comentarios del autor son superfluos.
¡Claro que es verdad en principio! Pero el arte
contemporáneo no siempre es de fácil acceso, y muchas
veces sería útil que el autor tomara al lector
de la mano y le sugiriera un camino.
* # *
Ferdydurke es sin duda mi obra fundamental, la
mejor introducción a lo que soy y represento. Escrita
veinte años más tarde, La seducción se origina en
Ferdydurke. Tengo que decir, pues, algunas palabras
sobre este libro.
Es la grotesca historia de un señor que se vuelve
un niño porque los demás lo tratan como tal. Ferdydurke
quisiera desenmascarar la gran inmadurez de
la humanidad. El hombre, según aquel libro lo describe,
es un ser opaco y neutro, que necesita llegar a expresarse
mediante ciertas actitudes y comportamientos,
gracias a los cuales cobra externamente —para
los demás— mucho más contorno y precisión que los
que posee en su intimidad. De ahí una trágica discordancia
entre su inmadurez secreta y la máscara que
se pone al tratar con otros. No le queda más remedio
que acomodarse interiormente a aquella máscara, como
si fuera realmente lo que parece ser.
Puede decirse, pues, que el hombre de Ferdydurke
es creado por los otros, que las personas se crean unas
a otras al imponerse formas, lo que llamamos “maneras
de ser”.
Ferdydurke se publicó en 1937, cuando no estaba
U
todavía formulada la teoría de Sartre sobre el regard
d’autrui. Sin embargo, debo agradecer a la popularización
de las nociones de Sartre el que ese aspecto
de mi libro fuera mejor comprendido y asimilado.
De todos modos, Ferdydurke se aventura por otros
terrenos, menos hollados: la palabra “forma” se asocia
en el libro con la de “inmadurez”. ¿Cómo hay que
describir a aquella persona ferdydúrquica? Creada
por la forma, es creada desde el exterior, lo cual vale
decir que es inauténtiea, deformada. Ser una persona
equivale a no ser nunca uno mismo.
Y también la persona es una incesante productora
de la forma: segrega forma infatigablemente, como la
abeja segrega miel.
Pero por otra parte lucha contra la propia forma.
Ferdydurke es una descripción de las luchas del hombre
con su propia expresión, del tormento de la humanidad
en el lecho de Procrusto de la forma.
La falta de madurez no siempre es innata o impuesta
por los demás. Se da también una inmaturidad
a la que la cultura nos abalanza cuando su ola
nos arrolla y no conseguimos elevarnos a su nivel.
Toda forma “superior” nos pueriliza. La persona,
torturada por su máscara, se construye en secreto,
para su uso privado, una especie de subcultura: un
mundo hecho con los desperdicios del mundo cultural
superior, un dominio de la ratería, de los mitos informes,
de las pasiones inconfesadas... un secundario
dominio de compensación. Es allí donde nace una poesía
vergonzosa, una cierta comprometedora hermosura...
¿No estamos ya muy cerca de La seducción?
Sí, La seducción nació de Ferdydurke. Es un caso,
particularmente irritante, del mundo ferdydúrquico:
el joven creando al viejo. Cuando es el viejo quien
crea al joven, todo marcha a las mil maravillas, mirado
desde un punto de vista social y cultural. Pero
cuando el viejo se somete al joven, ¡qué tinieblas!
¡Cuánta perversión y vergüenza! ¡Qué de trampas!
Pero la verdad es que la juventud, biológicamente superior,
físicamente más hermosa, no tiene la menor
dificultad para encantar y ganarse al viejo, ya infectado
por la muerte. Desde este punto de vista, hay en
La seducción más ánimo y más valor que en Ferdydurke,
que utilizaba sobre todo la ironía y el sarcasmo
—y en el humorismo hay ya distanciación. En
aquella época, yo miraba mis temas desde lo alto,
y alguien pudiera sostener que en Ferdydurke peleé
gallardamente contra la inmaturidad. De todos modos,
se percibe ya claramente un tono muy equívoco, que
da a entender que aquel adversario de la inmadurez
está precisamente muriendo de amor por la inmadurez.
En La seducción he renunciado a la distancia que
proporciona el humorismo. No es una sátira, sino una
novela, una novela clásica... La novela de dos señores
de media edad y de una pareja adolescente: una novela
metafísico-sensual. ¡Qué vergüenza!
* * *
Citaré todavía de mi Diario lo que sigue:
“Uno de mis fines intelectuales y estéticos es el
de encontrar un más abierto y dramático acceso a la
juventud. Descubrirle lo que la ata a la madurez, para
que se completen una a otra.”
Y luego:
“No creo en ninguna filosofía no-erótica. No me fío
de ningún pensamiento desexualizado.
"Claro que es difícil creer que la Lógica de Hegel
o la Crítica de la Razón pura hubieran podido concebirse
si sus autores no se hubieran mantenido a cierta
distancia del cuerpo. Pero la conciencia pura, en cuanto
se realiza, tiene que sumirse de nuevo en el cuerpo,
en el sexo, en él Eros; el artista tiene que zambullir
al filósofo en el embeleso, en el atractivo, en la gracia.
”U
na última cita, aunque haya de hacerme sospechoso
de megalomanía: “¿Y si La seducción fuera un
intento por renovar el erotismo polaco?... Un intento
por hallar de nuevo una erótica que concordara mejor
con nuestro hado y con nuestra historia reciente —hecha
de violaciones, de esclavitud, de peleas de chiquillos
brutos—, un descenso hasta las oscuras lindes
entre la conciencia y el cuerpo?”
* * *
Cada vez me inclino más a presentar los temas que
me parecen más complejos bajo una forma sencilla,
incluso ingenua. La seducción está escrita un poco al
modo de una “novela de provincias” al estilo polaco;
es como si me paseara en un coche de caballos destartalado
por el veneno del dernier cri (un grito de dolor
completamente pasado de moda, ni que decir tiene).
¿Tengo razón en pensar que, cuanto más descarada
y difícil sea la literatura, más debiera volver a las formas
más viejas y fáciles, o las que los lectores están
acostumbrados f
Ií. A. Jelénski, a quien mi obra debe tantos y tan
valiosos estímulos, opinaba que La seducción se presenta
de modo demasiado dibujado; me aconsejaba
borrar algunas de mis huellas, como hacen los animales
o ciertos pintores. Pero ya estoy cansado de todos
los malentendidos que se amontonan entre mí y mis
lectores, y de haber podido, les habría limitado todavía
más la libertad de interpretarme.
WlTOLD GOMBROWICZ
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