sábado, 29 de junio de 2024

CÁTEDRA EN EL CAFÉ. (No pudo dormir aquella noche.)

 






miércoles, 26 de junio de 2024

CATEDRA EN EL CAFÉ (Fragmentos de novelas, ideas literarias, comentarios y otros).

 

 

No pudo dormir aquella noche. Sintió la necesidad de poseerla para siempre. Caos. Necesitaba realizar una comunión  con su carne y su sexo. Pensó que no le bastaría plasmarla en el tapiz. Atraparla en la tela no le sería suficiente. ¿Entonces?....

EL RETORNANTE NOCTURNO. Fragmento. Inédito. Novela.

***

No deseaba que el jugo de la carne se fuese a perder en la porosidad del recipiente utilizado. Necesitaba que ni el aliento de un ángel se escapara al sabor que ya había soñado días atrás.

¿Cocinar la carne en salsa, al horno, a la parrilla, freír con aceite de oliva extra virgen? Tampoco lo tenía decidido.  Se extasió por una semana comprando los condimentos e ingredientes necesarios: ajo (su sabor picante y aromático le traería una sensación placentera a la carne-pensó-), laurel (invariable para un guiso, estofado, carnes, las dimensiones del arte culinario eran enormes), tomillo (cerró los ojos y pensó en los atributos gastronómicos, ¿quizá para un plato graso? Imaginó hacer cortes finos y delgados en los muslos internos de aquel cuerpo, rociaría pimienta negra con su sabor picante  a la carne ya marinada por varios días; aceite de oliva extra-virgen le daría un dorado  si se le antojase una cena con algo crocante coronando el plato con ciruelas y vino de Oporto.

Por supuesto tenía en mente otras variantes de salsas, quería experimentar. En ocasiones, las salsas por no decir que siempre tenían una importancia decisiva a la hora de la compenetración con el cuerpo de la mujer. Se dijo que los sabores agridulces serían perfectos. ¿Cómo la prepararía? La improvisación en un acto como aquel sería una experiencia orgásmica, se dijo.

¿Marinar la carne? Suavizarla para el paladar, llevarla a la exquisitez y a un placer jamás soñado. Primer ingrediente para marinar: un elemento ácido que no necesitaba ser limón. Como ya se dijo tendría una base de vino tinto, vino de Oporto, orégano, romero y por supuesto dejar aliñar  a temperatura ambiente por varias horas. Y Aquellas horas de sazonar la carne serían… ¿inolvidables? ¿Cuánto tiempo sería necesario? ¿12 horas ó 24 horas? Pero, esta carne era diferente…  Con solo pensarlo sintió una comunión consigo mismo. El paladar y la lengua serían la antesala una vez introducido el pequeño trozo en la boca y en una tibieza al iniciar el mordisqueo pensaría en las zonas y proporciones de donde la había extraído. ¡Exquisitez!

En un anticuario compró la vajilla de porcelana china y cubiertos de plata. Aquellas carnes finas no podían ser colocadas en una loza vulgar. E igual compró un juego de copas de cristal de bacará, para que así, el aroma y el gusto del vino se apreciaran mucho mejor. El sabor del vino se mantenía en óptimas condiciones – forma, olor y sabor -  en una copa de cristal lo que no sucedía con el vidrio: degustar, paladear, la concentración del etanol y la concavidad del cristal tenía que ser precisa, exacta para que el vino no perdiera su sabor, olor, ni su cuerpo. Entonces, adquirió en una segunda subasta un juego de copas de cristal que habían pertenecido a un noble francés del siglo XVIII. Cuando las llevó a su mansión observó con detenimiento: el cristal le maravilló, las miró a contraluz, luego introdujo una porción de agua: el líquido desaparecía, los bordes se difuminaron al instante. Afinó el ojo para encontrar esa nitidez del borde del agua en la copa. Luego, vertió la proporción correcta de vino: un rojo profundo le hizo por un instante recordar la sangre que  derramaría en la tabla de arce.

 

 

En un acto de desolación y de erotismo, él se desnudó y se introdujo en la bañera: compartiría con ella los últimos latidos de vida y aliento de su cuerpo. Abrió el grifo del agua caliente para entibiar la bañera y así la sangre saliera con mayor premura por la herida.

Sosteniendo su torso le besó los labios carnosos. Luego, atrajo su cuerpo hacia él y sintió sus pechos redondos y tibios… ¿Dónde sería la primera incisión? Apenas el cuchillo se introdujo en el bajo vientre, el metal buscó profundidades obedientes a la mano de su dueño. Con suavidad empujó la navaja hasta que el hombre se dio cuenta de que la hoja detenía su viaje de muerte. Ella entreabrió la boca y dejó escapar un breve suspiro: ¿quizá un sueño punzante que no podía descifrar? Él sintió la sangre que emergía a la superficie de la piel que navegó más allá del filo del cuchillo, que humedecía sus junturas. Pensó que si la mujer no moría a los pocos minutos, introduciría un segundo estilete de plata en su seno izquierdo, pero, no fue necesario.

NOVELA. INÉDITA. EL RETORNANTE NOCTURNO.

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