miércoles, 26
de junio de 2024
CATEDRA
EN EL CAFÉ (Fragmentos de novelas, ideas literarias, comentarios y otros).
No pudo
dormir aquella noche. Sintió la necesidad de poseerla para siempre. Caos.
Necesitaba realizar una comunión con su
carne y su sexo. Pensó que no le bastaría plasmarla en el tapiz. Atraparla en
la tela no le sería suficiente. ¿Entonces?....
EL
RETORNANTE NOCTURNO. Fragmento. Inédito. Novela.
***
No deseaba
que el jugo de la carne se fuese a perder en la porosidad del recipiente
utilizado. Necesitaba que ni el aliento de un ángel se escapara al sabor que ya
había soñado días atrás.
¿Cocinar la
carne en salsa, al horno, a la parrilla, freír con aceite de oliva extra
virgen? Tampoco lo tenía decidido. Se
extasió por una semana comprando los condimentos e ingredientes necesarios: ajo
(su sabor picante y aromático le traería una sensación placentera a la
carne-pensó-), laurel (invariable para un guiso, estofado, carnes, las
dimensiones del arte culinario eran enormes), tomillo (cerró los ojos y pensó
en los atributos gastronómicos, ¿quizá para un plato graso? Imaginó hacer
cortes finos y delgados en los muslos internos de aquel cuerpo, rociaría
pimienta negra con su sabor picante a la
carne ya marinada por varios días; aceite de oliva extra-virgen le daría un
dorado si se le antojase una cena con
algo crocante coronando el plato con ciruelas y vino de Oporto.
Por supuesto
tenía en mente otras variantes de salsas, quería experimentar. En ocasiones,
las salsas por no decir que siempre tenían una importancia decisiva a la hora
de la compenetración con el cuerpo de la mujer. Se dijo que los sabores
agridulces serían perfectos. ¿Cómo la prepararía? La improvisación en un acto
como aquel sería una experiencia orgásmica, se dijo.
¿Marinar la
carne? Suavizarla para el paladar, llevarla a la exquisitez y a un placer jamás
soñado. Primer ingrediente para marinar: un elemento ácido que no necesitaba
ser limón. Como ya se dijo tendría una base de vino tinto, vino de Oporto,
orégano, romero y por supuesto dejar aliñar
a temperatura ambiente por varias horas. Y Aquellas horas de sazonar la
carne serían… ¿inolvidables? ¿Cuánto tiempo sería necesario? ¿12 horas ó 24
horas? Pero, esta carne era diferente…
Con solo pensarlo sintió una comunión consigo mismo. El paladar y la
lengua serían la antesala una vez introducido el pequeño trozo en la boca y en
una tibieza al iniciar el mordisqueo pensaría en las zonas y proporciones de
donde la había extraído. ¡Exquisitez!
En un
anticuario compró la vajilla de porcelana china y cubiertos de plata. Aquellas
carnes finas no podían ser colocadas en una loza vulgar. E igual compró un
juego de copas de cristal de bacará, para que así, el aroma y el gusto del vino
se apreciaran mucho mejor. El sabor del vino se mantenía en óptimas condiciones
– forma, olor y sabor - en una copa de
cristal lo que no sucedía con el vidrio: degustar, paladear, la concentración
del etanol y la concavidad del cristal tenía que ser precisa, exacta para que
el vino no perdiera su sabor, olor, ni su cuerpo. Entonces, adquirió en una
segunda subasta un juego de copas de cristal que habían pertenecido a un noble
francés del siglo XVIII. Cuando las llevó a su mansión observó con
detenimiento: el cristal le maravilló, las miró a contraluz, luego introdujo
una porción de agua: el líquido desaparecía, los bordes se difuminaron al
instante. Afinó el ojo para encontrar esa nitidez del borde del agua en la
copa. Luego, vertió la proporción correcta de vino: un rojo profundo le hizo
por un instante recordar la sangre que
derramaría en la tabla de arce.
En un acto de desolación y de erotismo, él se desnudó y se introdujo en
la bañera: compartiría con ella los últimos latidos de vida y aliento de su
cuerpo. Abrió el grifo del agua caliente para entibiar la bañera y así la
sangre saliera con mayor premura por la herida.
Sosteniendo su torso le besó los labios carnosos. Luego, atrajo su
cuerpo hacia él y sintió sus pechos redondos y tibios… ¿Dónde sería la primera
incisión? Apenas el cuchillo se introdujo en el bajo vientre, el metal buscó
profundidades obedientes a la mano de su dueño. Con suavidad empujó la navaja
hasta que el hombre se dio cuenta de que la hoja detenía su viaje de muerte.
Ella entreabrió la boca y dejó escapar un breve suspiro: ¿quizá un sueño
punzante que no podía descifrar? Él sintió la sangre que emergía a la
superficie de la piel que navegó más allá del filo del cuchillo, que humedecía
sus junturas. Pensó que si la mujer no moría a los pocos minutos, introduciría
un segundo estilete de plata en su seno izquierdo, pero, no fue necesario.
NOVELA. INÉDITA. EL RETORNANTE NOCTURNO.
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