CARTILLA ELECTRÓNICA DEL ESCRITOR J MÉNDEZ-LIMBRICK. Premio Nacional de Narrativa Alberto Cañas 2020. Premio Nacional Aquileo j. Echeverría novela 2010. Premio Editorial Costa Rica 2009. Premio UNA-Palabra 2004.
domingo, 31 de octubre de 2021
viernes, 29 de octubre de 2021
QUINTILIANO DE CALAHORRA OBRA COMPLETA En el XIX Centenario de su muerte Edicion Bilingue: Latin-Espanol. PRÓLOGO. ALFONSO ORTEGA CARMONA.
QUINTILIANO DE CALAHORRA
OBRA COMPLETA
En el XIX Centenario de su muerte
Edicion Bilingue:
Latin-Espanol
Libros l - l l l
Publicaciones Universidad Pontificia de Salamanca
Caja Salamanca y Soria
M. FABII QUINTILIANI
INSTITUTIONIS ORATORIAE
LIBRI XII
Pars prior
Libros I-III continens
Tomus I
* * *
MARCO FABIO QUINTILIANO
SOBRE LA FORMACION DEL ORADOR
DOCE LIBROS
Parte primera
Libros I-III
Tomo I
X X X
Traduccion y comentarios:
A lfonso Orteg a Carmona
En el XIX centenario de la muerte de Quintiliano
(anos 96 - 1996)
*
PUBLICACIONES UNIVERSIDAD PONTIFICIA
SALAMANCA J ƒ¬ __________
QUINTILIANO DE CALAHORRA
SOBRE LA FORMACION DEL ORADOR
OBRA COMPLETA
Edicion bilingue
Tomo I
c Departamento de Ediciones y Publicaciones
Universidad Pontificia de Salamanca
Compania, 5 E Telef. y
Fax (923) 21 51 40
Reservados todos los derechos. Ni la totalidad
ni parte de esta publicacion pueden reproducirse,
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Diseno de cubierta: Departamento de Publicaciones
Motivo de cubierta: Codice de áInstitutionis
Oratoriae L. XIIâ
de M. F. Quintiliano, que pertenecio a Matias Corvino
(h. 1460) - Biblioteca Szechenyi, Budapest.
Deposito Legal: S. 4-1997
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Imprenta KADMOS
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SALAMANCA, 1996
PROLOGO
El ano 96 de nuestra era, segun la fecha mas probable,
murio en Roma Quinto Fabio Q u i n t i l i a n o de
Calahorra,
ciudad de la Provincia Romana de la Hispania Tarraconensis,
en la que nacio el ano 30. Fue el mas famoso y autorizado
maestro de Retorica del Imperio Romano en todas sus
epocas y el primer profesor de Occidente que, por mandato
del emperador Domiciano, ejercio el cargo publico de la
ensenanza en nombre del Estado, oficialmente retribuido a
cargo del erario publico. A partir de el, y gracias al
ejercicio
magnifico de su docencia, se instauraron otras Catedras de
Retorica en diversas ciudades del Imperio. Nunca, antes
de su docencia, se escribio una obra sobre Retorica de tanta
envergadura y responsabilidad formativa, convertida en
autentica potencia intelectual y formadora del orador en sus
dos vertientes principales: la Retorica Juridica y la
Retorica
Politica. En realidad, es la mas importante obra pedagogica
de toda la antiguedad, cuyo valor actual se manifiesta,
sobre
todo, en la necesidad del buen uso de la palabra en el
regimen
democratico. Su conocimiento tiene una actualidad hoy
particularmente sentida en la formacion y preparacion del
hombre para la vida publica. El mismo Quintiliano, en el
Prologo a los XII Libros sobre la formacion del orador,
confirma
en sus palabras a su editor romano, Trifon, que la
publicacion de su extensa obra, despues de veinte anos de
ensenanza, se debio a los insistentes ruegos de sus pasados
discipulos, entonces hombres de la vida publica como abo8
Prologo
gados y politicos. Probablemente se edito un ano antes de
su muerte.
Marcial de Bilbilis (Calatayud), el gran poeta epigramatico,
coetaneo suyo, testimonia (Epigramas, II, 90), el prestigio
de su personalidad docente. Con esta obra no solo llevo
a cabo Quintiliano una tarea historica, informativa y
formativa
de hombres utiles a la sociedad de su tiempo, sino que
regenero, tras las huellas de Ciceron, el mal gusto
literario
y la arbitrariedad del lenguaje hablado y escrito,
degradados
durante el gobierno de Neron. La fama le acompano en
vida y permanecio mas alla de su tiempo hasta nuestros
dias. Tras el conocimiento parcial de su obra durante la
Edad Media, los humanistas, comenzando por Petrarca,
quien solo conocio un texto mutilado en una cuarta parte,
descubrieron la importancia de su contenido docente y
autoridad dandolo a conocer con entusiasmo.
Precisamente en otono del ano 1416 el humanista Poggio,
Secretario de la Curia Papal durante el Concilio de
Constanza, encontro en la Biblioteca del vecino Monasterio
de St. Gallen en Suiza el texto completo. Poggio lo copio en
53 dias y, con gran jubilo de los humanistas, lo dio a
conocer
en una edicion cuidada y memorable. Las ulteriores y
repetidas ediciones, aparecidas con creciente ornato y lujo
tipografico, entonces posible, demuestran que los editores
ponian conscientemente en manos de lectores y educadores
de la palabra un verdadero tesoro de cultura.
La recomendacion de Erasmo de la obra de Quintiliano
decidio su presencia secular en las Universidades de Europa
y America, especialmente desde la primera ensenanza
obligatoria que introduce el Cardenal Cisneros en la
Universidad
de Alcala. Directa o indirectamente todas las obras
y publicaciones, pasadas y actuales, sobre la formacion de
la palabra para la vida publica, dependen de Quintiliano.
Agradezco a la Universidad Pontificia de Salamanca en
la persona del Director de Publicaciones, Profesor Don
Dionisio
Castillo, Decano de la Facultad de Filosofia, el interes
Prologo 9
con que acogio el proyecto de esta edicion en cuatro tomos
de la obra en texto bilingue, latin-espanol.
Asimismo a mi colaborador en la preparacion de todo
el texto, secretario de la Catedra de Retorica D. Pablo
Gonzalez,
y a la profesora Dna. Rosa Herrera, Vicedecana de la
Facultad de Filologia Trilingue, debo especial impulso y
aliento, sin los que esta obra no habria sido posible. Un
Lexico sobre Quintiliano, asi como el estudio final sobre su
obra en el cuarto tomo, podria ser el mejor homenaje a
Quintiliano, cuya recuperada lectura acrecentara el digno
tratamiento del lenguaje.
A l f o n s o O r t e g a
martes, 26 de octubre de 2021
FRAGMENTO. NOVELA. "PRINCIPIOS NOCTURNOS". J. MÉNDEZ-LIMBRICK.
¿Cómo vino la señora Muerte? Una mañana, sin hacer ruido, cuando mis siete secretarios –mi séquito mefistofélico– estaban dormidos. ¿La razón? Lo aclaro: a ellos les gusta dormir hasta pasado el mediodía. Única regla propuesta e irrevocable por Belfegor, señor de la Pereza, mi primer secretario, mi maestro en retórica y también señor de las Moscas Zumbantes, demonio del pecado capital de la pereza, conocido en el mundo literario como el señor Sawney Beane. Porque él proponía a los otros demonios –con su ojo flamígero– perecear e iniciar trabajos en horas vespertinas.
Antes de cerrar nuestro trato, los demás diablos por supuesto que lo aprobaron y dijeron: “Consentimos el trato, sire... con la única condición de que nadie nos despierte antes del mediodía”.
—Eminencias... ¿estáis de acuerdo? —rezongó Belfegor, bostezando, y miró a sus demás hermanos, los seis demonios de los otros seis pecados capitales: la lujuria, la ira, la avaricia, la pereza, la envidia, la soberbia y por supuesto la gula.
—De acuerdo —Dijeron los siete demonios, al unísono, sellando nuestro pacto.
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¿Y el pacto? ¿De qué se trataba el pacto entre los siete demonios y mi persona?
¡Nada nuevo en la historia de la literatura universal! Yo conseguiría ser el número uno, el gran escritor. Revolucionaría las estructuras novelísticas, revolucionaría la lengua castellana como otro Rubén Darío y, a cambio, al morir les daría mi alma, mi alma quedaría al servicio del Diablo Mayor. Más, con el trato existía una oportunidad de no quedar a sus órdenes y de la cual más adelante hablaré.
Y esa mañana, entonces, la señora Muerte, llegó al despuntar el alba, a hurtadillas, porque no deseaba enfrentarse, ni discutir con ninguno de mis secretarios acerca de mi último viaje.
Esfria, padre de la lujuria y embajador itinerante, demonio de la Edad Media, yacía en las recámaras contiguas a la mía con una vedette de nombre Himenea, quien adornaba como un lupanar de la belle epoque parisina el recinto para satisfacer a su invitada: ornamentación barroca.
El ministro sin cartera Malfas, señor de la Gula, amo de la inmundicia, constructor y arquitecto de fortalezas y quien construía las mansiones una vez a mi servicio, destructor de mis enemigos literarios, amo indiscreto de las orgías opíparas, dormía satisfecho por una noche libertina con amigos (diablos inferiores), quienes saciaban con varios toneles de vino chianti la comilona con ordenanzas de perdices, lampreas y todos los platos marinos del Mediterráneo.
El consejero editor y presidente del Senado de los Demonios, Adremelech, dormitaba a unas dos habitaciones más a la izquierda de Malfas. Adremelech, señor de la Avaricia, en medio del duermevela desplegaba una y otra vez un enorme pergamino en una destartalada mesilla de caoba. ¿La labor? Debía rendir cuentas al diablo supremo para un listado de tareas resumidas esa semana y que
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debían cumplir. Anoto también que el consejero Adremelech se hacía acompañar de un solo cirio que proyectaba la mínima luz en su habitación.
Contrario a lo que los diablos temían cada mañana, el segundo secretario, el señor de la Ira, habilidoso en hacer espionaje a mis otros colegas de cuanto escribían, el señor Nergal, alias Gilles II de Rais, dormía con placidez porque la noche anterior había sido el promotor de un pleito en una taberna en donde morían dos jovenzuelos en disputa por amores hacia una Mesalina del lupanar y taberna improvisada en donde habían pasado la noche.
El tercer secretario, Goodfellow, señor de la Envidia, alias Gorgus Black, demonio menor de los viejos aquelarres en la época shakesperiana, no ponía atención por ningún ruido que pudiera existir en la mañana. Quizá la misma envidia lo aquietaba, porque lo corroía el suponer que él estaría desvelado y los otros diablos dormían. Entonces, Goodfellow cabeceaba con Morfeo.
El último que dormía muy al fondo de la mansión era el agregado diplomático, señor de la Soberbia, el galán Aamón, conocido como Fabiano Stirge en el mundo de los mortales, al cual yo, el escritor Byron Deford, tenía en alta estima, pues me recordaba el modelo a seguir por su belleza, dignidad y sobriedad, tanto en los ademanes como en sus trajes usados en citas con empresarios, políticos, demiurgos, actrices de cine latinoamericano y hollywoodense, y por supuesto con otros colegas escritores a los que no veía con buen agrado. Acepto que –y nunca lo oculté– su soberbia de demonio se hermanaba con mi soberbia de humano.
Hago la observación de que, en las convenciones y ferias de libros fuera de las fronteras de mi país, me hacía acompañar por los siete demonios, pero permitía que el señor de la Soberbia se presentara como el secretario personalísimo.
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Retomo ideas anteriores: entonces, el día que morí y los siete demonios se daban cuenta de mi ausencia, yo ya estaba en el hospital.
El primero que se enteró que no me encontraba en la mansión fue Adremelech, señor de la Avaricia, quien se levantó para ahorrar sueños y contar unas monedas de oro que siempre lleva consigo. Harto es de comentar que lo anterior lo hacía una vez rendido el informe al Diablo Mayor.
Adremelech, al no encontrarme, despertó al séquito entero: al embajador de la Lujuria, al ministro de la Gula, al agregado diplomático de la Soberbia y a los tres secretarios: el de la Pereza, el de la Ira, y el de la Envidia. Corrieron deprisa y preguntaron a las personas del servicio el porqué de mi ausencia.
—Hace dos horas, señores, que se llevaron al señor Byron Deford —dijo la vieja bruja del Destino, Guadalupe, acomodando llaves en su limpísimo delantal y mirando de hito en hito a las demás damas de ayuda.
—¿Hace dos horas? —repitió Esfria, tronando los dientes incisivos.
—Sí, eminencia... Sucede que el señor Byron Deford nos hizo jurar que no íbamos a interrumpir vuestros sueños.
—Ahhhh... pero, no, no, esto está mal —repetía Esfria, el Lujurioso.
Interrumpió entonces Aamón:
—¿Y la señora Guadalupe nos podría decir con exactitud quién y a dónde se llevaron al señor Byron Deford? —vociferó, acentuando las frases con un golpeteo de su bastón negro y relampagueando con su ojo verde, mientras su ojo café se mantenía en actitud expectante.
Aamón, señor de la Soberbia esperó la respuesta.
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—Tengo entendido que al señor Byron Deford se lo llevaron al hospital más cercano porque no se sentía nada bien del estómago —dijo la bruja y calló.
—¿Vomitó sangre de nuevo? —preguntó Goodfellow, sin saber por qué preguntaba, ya que sus menesteres no eran esos, sino todo lo que competía a la envidia, pero, en un segundo de flaqueza demoníaca, preguntaba.
—Creo, vuecencia, creo que así fue —replicó la bruja del Destino e hizo mutis para esperar más preguntas.
—¡Ahhh... Ahhhh... Uhmm! Muy serio este tema, demasiado serio por el pacto...
Aamón, señor de la Soberbia, pensó y luego habló sobre la Phantasmagoriana, que yo, patrón interino de los siete demonios, no terminaba de escribir en mi scriptorium. Y en medio de los diálogos, la toga de Aamón transmutó del púrpura encendido a la toga negra en señal de un luto inminente. Esperó un instante para que sus hermanos lo escucharan:
—Ya lo tenía pactado y firmado para la editorial Oxford University Press.
—¡Eminencias, el tiempo corre! Debemos irnos y no pensar si el texto está o no está concluido. Dejemos las preguntas para después. La curiosidad esperará... Ya pronto buscaremos en el scriptorium —rezongó, un poco malhumorado, el príncipe de la Lujuria, el señor Esfria, tocándose los gemelos de oro y de puño francés.
E igual como lo hiciera Aamón, Esfria mudó de vestimenta para lucir el mejor frac que sastre alguno hubiese hecho: la camisa blanca y de hilo parecía recién aplanchada y almidonada; la chaqueta, el chaleco, la pajarita, el pantalón, los calcetines y los zapatos le aseguraron al señor embajador de la Lujuria que mejor estampa nadie podría tener.
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“En la aristocracia y en la política no todos somos iguales”, se dijo en voz baja Esfria, conocido como conde Estruch.
Y sin que la vieja bruja Guadalupe y las demás brujas de los aquelarres ingleses a nuestro servicio pudieran saber qué sucedía, los siete espíritus infernales volaron al hospital en donde se hallaban mis restos mortales.
(EDITORIAL EUNED. SAN JOSÉ, COSTA RICA).
Serna Enrique - El Vendedor De Silencio. PREMIO XAVIER VILLAURRUTIA. NOVELA. AÑO: 2019. FRAGMENTO.
«No pedía mucho, carajo, sólo que lo dejaran
prostituirse a su modo.»
A
mediados del siglo XX, Carlos Denegri era el líder de opinión más influyente de
México. Reportero estrella del diario Excélsior,
tenía una red de contactos internacionales envidiada por todos los periodistas.
Mimado por el poder, como columnista político sobresalió por su falta de
escrúpulos, al grado de que Julio Scherer lo llamó “el mejor y el más vil de
los reporteros”.
Industrializó
el “chayote” cuando esa palabra todavía no se usaba en la jerga política. En su
Fichero Político, donde fungía como
vocero extraoficial de la Presidencia y cobraba todas las menciones, podía
difamar a cualquiera con impunidad absoluta. Según Carlos Monsiváis, un
coscorrón en esa columna representaba “una temporada en el infierno” para
cualquier aspirante a un cargo público. Aunque ganaba millones por publicar
alabanzas, se hizo más rico aún por medio de la extorsión, callándose lo que
sabía de sus poderosos clientes.
La
personalidad pública de Carlos Denegri es indisociable de las atroces
vejaciones misóginas que cometió en su vida privada. Era tan prepotente y
déspota en el trato con las mujeres como en el periodismo, de modo que su
patología fue a la vez íntima y social.
Radiografía
del machismo a la mexicana y epitafio de la dictadura perfecta, esta novela es
un estudio de carácter incisivo y mordaz, sustentado en un arduo trabajo de
investigación, que por momentos linda con la farsa trágica. Enrique Serna
vuelve a una de sus vetas narrativas predilectas, la reconstrucción del pasado,
para entregarnos un fresco histórico apasionante.
A mi
padre,
Ricardo Serna Rivera
I. El asedio
Una
mañana fría, embadurnada de gris, Carlos Denegri llegó a trabajar con la
voluntad reblandecida por una desazón de origen oscuro. La mala vida le pasaba
factura, ¿o ese malestar indefinido tenía quizás otra causa, la soledad, por
ejemplo? Por la ventana del auto, un Galaxie verde botella con vidrios
polarizados, aspiró con melancolía el olor a tierra mojada del Parque Esparza
Oteo, anegado por las lluvias de agosto, que en circunstancias normales hubiera
debido reconfortarlo. Esta vez no fue así: la bocanada de oxígeno agravó su
languidez. Eloy, un guarura con cuello de toro, ágil a pesar de su corpulencia,
giró la cabeza como un periscopio y al comprobar que no había peligro en la
calle le abrió la puerta trasera del carro. Lo había disfrazado de fotógrafo,
con el estuche de una cámara Nokia colgado del hombro, para camuflar la
escuadra 38 súper. Así llamaba menos la atención en los lugares públicos. Los
alardes de poder estaban bien para los políticos y los magnates, no para un
periodista que frente a ellos debía aparentar humildad.
—Le
llevas el cheque a mi madre, luego te vas a pagar la luz y regresas antes de
mediodía —ordenó a Bertoldo, su chofer, un joven circunspecto de ojos saltones,
con una rala piocha de sacerdote mexica—. Ah, y de una vez échale gasolina.
Como
el aguacero de la noche anterior había encharcado la banqueta, tuvo que dar un
rodeo para llegar a la puerta del edificio con los zapatos secos. En el
elevador se recetó una sobredosis de trabajo para vencer la flojedad del ánimo
que arrastraba desde su regreso de Europa, dos semanas atrás. ¿Lo afectó la
altura, la fealdad de México, una repentina falta de fe en sí mismo? Ojalá lo
supiera. A sus 57 años, entre el otoño y el invierno de la vida, esa falta de
entusiasmo quizá fuera simplemente un achaque de la vejez. Pero no debía caer
en la introspección mórbida. Lo mejor en esos casos era levantar una barricada
de indiferencia, sin pensar demasiado en sí mismo. Salió del elevador con un
paso enérgico y saltarín, el paso del superhombre que le hubiera gustado ser, y
dio los buenos días a Evelia, su secretaria, una coqueta profesional que hacía
denodados esfuerzos por conquistarlo. No le sentaba mal el atrevido escote que
llevaba esa mañana y sin embargo resistió estoicamente la tentación de mirarle
las tetas. Estaba buena pero era inculta y vulgar, una peladita empeñosa con
ideales de superación personal. Si cometiera el error de cogérsela, aunque sólo
fuera una vez, trataría de iniciar un romance en regla y tendría que pararla en
seco. Resultado: un ambiente de trabajo tenso, con fricciones y rencores a flor
de piel. Ni pensarlo, demasiados líos por diez minutos de placer.
En
su despacho, alegre y bien iluminado, con plantas de sombra que Evelia cuidaba
con esmero, colgó el saco en una percha y se arrellanó en la silla giratoria,
acariciando con suficiencia la superficie tersa de su escritorio, un magnífico
mueble de palo de rosa, con las asas de los cajones chapadas en oro. Dos
símbolos patrios engalanaban la pared del fondo: una Guadalupana del siglo
XVII, atribuida a Cristóbal de Villalpando, y una bandera tricolor antigua, con
el águila de frente, que le había regalado un ex secretario de la Defensa. Del
lado derecho, junto a la puerta, un friso de fotos en blanco y negro, en el que
departía con los últimos cinco presidentes de la República, desde Ávila Camacho
hasta Díaz Ordaz, proclamaba su interlocución privilegiada con el poder y el
carácter hasta cierto punto inmutable de su celebridad. Era lo primero que los
visitantes veían al entrar y lo había colocado ahí justamente para enseñarles
con quién estaban tratando. En la pared opuesta, junto al diploma de Doctor
Honoris Causa que le había concedido la Universidad Autónoma de Baja
California, una placa dorada de la Associated Press lo acreditaba como “uno de
los diez periodistas más influyentes del mundo”. Al centro, entre las preseas
que le habían otorgado los gobiernos de Bolivia, Francia, Indonesia y Guatemala
(dos bandejas de plata, un busto en bronce de Simón Bolívar, una medalla de oro
con la efigie del presidente Sukarno) refulgía la joya de la corona: una carta
membretada con el escudo del gobierno yanqui en la que el mártir John F.
Kennedy lo felicitaba “por su valiosa contribución a tender puentes de amistad
entre México y Estados Unidos”.
Con
un vaivén de caderas digno de mejor causa, Evelia vino a traerle una taza de café
y su agenda del día: a las doce y media, entrevista con el secretario de
Agricultura Juan Gil Preciado; a las tres, comida en el Prendes con su compadre
Francisco Galindo Ochoa; a las cinco, junta en Los Pinos con el vocero
presidencial Fernando M. Garza. Qué ganas de largarse a su rancho en Texcoco y
mandarlo todo al carajo. Desde principios de mayo no había podido montar a
caballo, tal vez por eso andaba tan chípil. La verdad era que ya podía
jubilarse con la nada despreciable fortuna acumulada en sus treinta años de
periodista. Ninguna necesidad tenía de andar en el tráfago de los aeropuertos,
las conferencias de prensa, las fatigosas pesquisas en busca de exclusivas.
Pero el retiro significaría inactividad, aislamiento, exceso de tiempo libre,
borracheras sin freno, recapitulaciones inútiles del pasado. No, mejor seguirle
chingando: para bien o para mal era un animal de trabajo.
Pidió
a Evelia que no le pasara llamadas, colocó la silla giratoria frente a la
mesita lateral, donde la Remington ya tenía enrolladas dos cuartillas con un
papel carbón en medio, y se puso a escribir la columna Buenos Días, que publicaba cuatro veces a la semana en Excélsior. El tema del momento era la
rebelión de Carlos Madrazo, el ex presidente del PRI, que tras su fallida lucha
por democratizar el partido, ahora quería formar el suyo y se dedicaba a
recorrer las universidades del país en giras de proselitismo.
La
semana anterior había criticado el presidencialismo vertical y autoritario, una
declaración que sacó ámpula en Los Pinos. El traidor ese ya le colmó el plato
al señor presidente, dele un soplamocos, don Carlos, le había pedido Joaquín
Cisneros, el secretario particular de Díaz Ordaz y ante una orden del mero
mero, un periodista institucional como él sólo podía cuadrarse.
“El
temerario intento de Madrazo por socavar las instituciones a las que debe su
carrera política se topará indefectiblemente con el rechazo del pueblo, que
reconoce a leguas a los aventureros de la política, a los falsos profetas
movidos por ambiciones bastardas.” Olé, matador, un vaticinio tiene más
autoridad que un comentario. Los lectores sagaces, los exégetas acostumbrados a
leer entre líneas, sabrían que al pronosticar el fracaso de ese renegado estaba
hablando a nombre del presidente. Era Díaz Ordaz, no el pueblo, quien haría
fracasar “indefectiblemente” a Madrazo si porfiaba en su rebeldía. Su artículo
encerraba, pues, una amenaza encubierta que haría temblar al interpelado. “No
es lícito ni prudente que, por una mezcla de revanchismo y megalomanía, el
licenciado Madrazo pretenda manipular a la juventud como un agitador de
plazuela. Su campaña sólo puede beneficiar a los enemigos de México, a los
profesionales del rencor que buscan provocar el derrumbe de las instituciones
para medrar en el río revuelto de la anarquía.” Y ahora la patada en los
huevos: “Quienes acuden a las conferencias de Madrazo, jóvenes confundidos por
su demagogia, deberían tener presente que en 1942, cuando estaba vigente el
Programa Bracero, ese demócrata impoluto perdió el fuero de diputado y estuvo
en prisión por lucrar con los permisos concedidos a los trabajadores temporales
que aspiraban a obtener empleo en Estados Unidos”.
Chipote
con sangre, se vale sobar, cabrón. Y pensar que Madrazo, cuando era gobernador
de Tabasco, lo había tratado a cuerpo de rey en la Quinta Grijalva y hasta le
regaló una cabecita olmeca de obsidiana. Era un tipo bien intencionado, con más
luces que el común de los políticos y la mera verdad, su tentativa
democratizadora sería benéfica si contara con el apoyo del presidente. Él mismo
había pedido una reforma como ésa en decenas de artículos, que por fortuna los
lectores desmemoriados no recordaban ya. Pero Madrazo quería revolucionar el
sistema desde sus bases y Díaz Ordaz le advirtió que no llegara tan lejos.
¿Quién le mandaba saltarse las trancas? Lo sentía mucho, pero él no era un
quijotesco defensor de causas perdidas, y remató la columna con un exhorto a
los jóvenes engañados por el falso mesías. “Bienvenidas sean las inquietudes
políticas de los universitarios, siempre y cuando tengan un espíritu
constructivo y sigan los cauces legales.
Pero
los atolondrados que aplauden a ese agitador revanchista están cayendo en un
peligroso garlito. Los ídolos de barro se desploman al primer soplo de viento.
Vuelvan a sus libros y estudien con tesón, lejos de la grilla que todo lo
corrompe.”
Al
sacar el artículo del carrete vio por el ventanal a una guapa madre de familia
que cuidaba a dos niños en una banca del parque, mientras ellos se columpiaban.
Mamita chula, qué lindas piernas. Salió al balcón para verla mejor. Ya le había
echado el ojo semanas atrás, pero esa mañana estaba irresistible. Ha de ser
norteña, pensó, en Mesoamérica no se dan hembras tan bien plantadas, acá el
mestizaje salió muy mal. Tal vez necesitara una mujer como ella para vencer el
desasosiego, la ansiedad de sentirse huérfano en el umbral de la vejez. Los
niños ya se habían bajado del columpio y ahora los tres cruzaban el parque
rumbo a la esquina de Nueva York y Dakota. No te quedes aquí aplastado, pensó,
si tanto te gusta corre a buscarla. Descolgó su saco, salió al pasillo y en vez
de tomar el lento elevador, bajó las escaleras corriendo. En el parque ya no
estaba, qué lástima, pero al mirar hacia la derecha la vio en la farmacia de la
esquina, donde sus niños estaban sacando paletas heladas de una nevera. Corrió
hacia allá, sin importarle mancharse los zapatos de lodo en los andadores del
parque. De cerca la señora era más hermosa todavía, una odalisca de tez
apiñonada y ojazos negros, con un porte distinguido que denotaba buena crianza.
Las formas insinuadas por debajo de su vestido le amotinaron la sangre. En la
vitrina de la farmacia había algunos juguetes en exhibición. Mientras los niños
chupaban sus paletas se apresuró a comprarles un barquito y un avión Revell
Lodela para armar.
—Se
adelantó Santa Claus, chamacos, miren lo que les trajo —les entregó los
juguetes con una mirada de soslayo dirigida a la mamá. Pero ella hizo una mueca
recelosa, tomándolo quizá por un robachicos.
—Devuélvanle
los regalos al señor.
El
mayor obedeció, pero el menor, pecoso y con cara de pícaro, estaba fascinado
con el regalo y se resistió a entregarlo.
—Que
se lo devuelvas, te digo.
—No
me lo tome a mal, señora —intervino Denegri—, me caen muy bien sus chamacos. Mi
oficina queda enfrente del parque y a cada rato los veo jugar.
—Perdone
usted, pero mis hijos no aceptan regalos de desconocidos.
—Si
ese es el problema, enseguida me presento: Carlos Denegri, a sus órdenes
—tendió la mano, pero la desconfiada mujer no se la estrechó.
—¿El
Denegri de la televisión?
Asintió
con la misma sonrisa de caramelo rancio que prodigaba en su programa.
—¿Y
usted cómo se llama?
—Natalia
Urrutia, mucho gusto.
Finalmente
el bombón accedió a darle la mano. Bendita tele, cuántas puertas y cuántas
piernas abría. No llevaba anillo de bodas, albricias. ¿Sería quizá una
divorciada liberal y sin compromiso? Había acertado, entonces, en la táctica de
ablandarla por el lado de los niños.
Debía
comportarse como un pretendiente con vocación de padre.
—Usted
es del norte, ¿verdad?
—De
Chihuahua, ¿cómo lo supo?
—Por
su acento y por su belleza. Yo tengo familia en Sonora y conozco bien a la
gente de allá.
El
piropo la puso a la defensiva y volvió a ordenarle al hijo pequeño que
devolviera el juguete.
—No
sea cruel, mire cómo lo abraza.
Natalia
se lo tuvo que arrancar de las manos.
—Bueno,
si usted insiste me quedo con los juguetes, pero me gustaría acompañarla a su
casa, si no le importa.
Natalia
no se pudo negar. Por el camino vieron pasar a un joven melenudo y Denegri le
contó la anécdota de un reciente viaje a Nueva York, donde había confundido a
un hippie con una mujer en un mingitorio, viéndolo de espaldas, y salió muy
apenado, creyendo que estaba en el baño de damas.
—Como
ellas también llevan pantalones, ahora es imposible distinguirlos. A este paso
vamos a orinar todos en el mismo lugar.
La
tímida sonrisa de Natalia le permitió admirar los lindos hoyuelos de sus
mejillas.
Envalentonado
por ese pequeño triunfo, cuando llegaron a su domicilio, en la esquina de Texas
y Pensilvania, intentó coronar la faena con un pase de pecho.
—Me
encantaría poder invitarla a comer un día de estos. ¿Por qué no me da su
teléfono y…?
—Gracias,
pero no puedo —lo interrumpió Natalia, tajante—. Estos condenados dan mucha
lata y no tengo con quién dejarlos.
A
pesar de la previsible negativa, claro indicador de que la señora se cotizaba
muy alto, volvió a la oficina convencido de haberle causado buena impresión.
Nada lo gratificaba más que medir el efecto de su nombre sobre las mujeres.
Caería, sin duda caería, el halago de ser cortejada por un periodista famoso
vencía cualquier resistencia. No es ningún pobre diablo el que anda detrás de
tus huesos, mamita, se ufanó al verse en el espejo del ascensor.
El
poder seduce, cómo chingados no. De vuelta en la oficina buscó en las páginas
blancas del directorio el número telefónico de Natalia Urrutia. Mala suerte, no
había ningún teléfono registrado con ese nombre.
—Dígale
a Sóstenes que venga —ordenó a Evelia.
Sóstenes
Aguilar era el más veterano de sus ayudantes, un reportero cuarentón que lo
abastecía de chismes para la Miscelánea
del Jueves, su columna de sociales. Tenía una cara cetrina de vampiro
bohemio, el color de piel que predominaba en las redacciones de los diarios,
donde la gente dormía mal, se asoleaba poco y bebía mucho. Con el saco raído y
los zapatos raspados, el pobre Sóstenes habría podido recoger limosna en
cualquier semáforo.
—Dígame,
jefe.
Anotó
la dirección de Natalia y le pidió que averiguara en Teléfonos de México cuál
era el número asignado a esa dirección.
—Va
a estar difícil. Esa información nomás se la dan a la policía.
—Llama
a la secretaria del director. Dile que hablas de mi parte y si te pone trabas
yo me comunico personalmente con su jefe.
Cuando
Sóstenes iba de salida le pidió que se detuviera y se sacó de la cartera un
billete de a quinientos.
—Toma,
hermano, para que te compres un saco decente. Pero no te lo vayas a beber ¿eh?
Trémulo
de gratitud, Sóstenes le aseguró que iría directo a una tienda de ropa. Como
había perdido media hora en su intento de ligue, tuvo que salir disparado a la
cita con el secretario de Agricultura y pidió a Bertoldo que pisara el
acelerador a fondo. Total, si los paraba algún tamarindo le mostraría el
tarjetón que lo acreditaba como colaborador de la Presidencia y hasta escolta
llevaría en el camino. En menos de quince minutos llegaron al edificio de la
secretaría en la Glorieta de Colón, en Paseo de la Reforma. Un solícito y
atildado ayudante de Gil Preciado, el ingeniero Acuña, ya lo estaba esperando
en la recepción.
—Es
un honor recibirlo, señor Denegri, pásele por acá —dijo y lo escoltó, “por
tratarse de usted”, al elevador privado del señor secretario.
La
suntuosa oficina de Gil Preciado abarcaba todo el penthouse del edificio. En la
antesala saludó efusivamente a Norma, su secretaria, tuteándola con una calidez
paternal.
Cultivaba
la amistad de todas las cancerberas que podían abrirle puertas en los altos
círculos de la administración pública y se sabía sus nombres de memoria.
—Te
veo más esbelta, pareces una modelo de Vogue.
—Sólo
me quité los postres y las harinas. Gracias por tu detallazo —Norma le mostró
el flamante reloj H. Steele con extensible dorado que llevaba puesto.
—En
tu muñeca se ve más bonito.
Cien
relojes baratones como ése, repartidos entre secretarias y ayudantes, le
redituaban cada año una buena cantidad de exclusivas. Norma lo pasó rápidamente
a la oficina de su jefe, que ya lo esperaba de pie con los brazos abiertos. Gil
Preciado empezaba a quedarse calvo, tenía la nariz ganchuda y una mirada de
viejo zorro curtido en las lides de la alta y la baja política.
—Qué
gusto de verte, Carlitos —el secretario lo abrazó con un vigor campirano—.
¿Cómo
te fue por las Europas? Leí tus entrevistas con U Thant y André Malraux.
Estupendas,
como siempre.
Detrás
de su escritorio, el retrato del presidente Díaz Ordaz, con la banda tricolor
en el pecho, invitaba a rendirle pleitesía. Del lado izquierdo, la vista
panorámica de la ciudad, con el Bosque de Chapultepec al fondo, infundía una
sedante sensación de poderío. Cuando el secretario, cigarrillo en mano, se
apoltronó en la silla giratoria, Denegri le disparó una serie de preguntas sin
filo crítico, pulcramente calculadas para halagarlo: ¿Se han cumplido las metas
de productividad fijadas por la Secretaría? ¿Cuáles son los obstáculos para
financiar la pequeña propiedad agrícola? ¿Aumentarán los créditos a los
ejidatarios? ¿Se han respetado los precios de garantía de los productos
básicos? Con engolada voz de locutor, Gil Preciado presumió la exitosa
regularización de ejidos emprendida durante su gestión y se ufanó de haber
logrado, por segundo año consecutivo, la autosuficiencia de México en maíz,
café, trigo, henequén y sorgo.
domingo, 24 de octubre de 2021
ISOCRATES DISCURSOS.
Argumento de u n gramático anónimo
Este discurso es uno de los mas tecnicos escritos por Isocrates,
si es que hay otro; porque en el marco los limites de casi
toda la retorica. Nos ensena como debe ser el discipulo y como
el maestro y divide en dos partes el discurso, dedicada una a la
5 filosofia de la dialectica, y otra a la virtud politica, esto es, a
la retorica. Porque Isocrates queria convencer a los que examinan
mal ambas cosas. Asi, habla primero de los dialecticos y despues
de los politicos; estas categorias las separa en dos: los que
10 prometen ensenar, sin saber, y los que escribieron sobre la tecnica
retorica, siendo tambien ellos ignorantes. Algunos buscaron
la razon por la que Isocrates, en este discurso, llego a atacar
tan claramente a estos. Y unos alegaron que el motivo al que
15 antes nos referimos fue que Aristoteles injurio a Isocrates al quitarle
un discipulo llamado Teodectes. No es dificil comprender
que esta razon es absurda. Porque Isocrates no hace el discurso
solo contra los filosofos, sino tambien contra los retoricos. .Cual
seria el autentico motivo, de no ser el antedicho? Pues que Iso-
20 crates veia en el momento de construir su discurso, que muchos
se lanzaban irreflexiblemente sobre las ciencias y prometian ensenar
lo que ignoraban, disfrazando la verdad. Por eso su discurso
se titula Contra los Sofistas, no solo contra los que ejer-
25 cian esta profesion, sino tambien contra los que disfrazaban la
verdad. Porque este termino tiene tres acepciones entre los antiguos:
asi llaman ásabioâ a lo veridico y a lo bello; por eso Platón
llama filosofo a la causa primera, que ama lo veridico y lo bello,
30 y por eso el hombre que participa de la filosofia toma de aqui
su nombre, porque imita a la divinidad como puede. Pero tambien
llaman sofista al maestro de retorica, al que ensena discursos
retoricos. Y asimismo tambien consideran sofista a quien
disfraza la verdad, que es precisamente al que se refiere Isocra-
35 tes. Algunos investigaron por que este discurso, si es uno de los
Cuatro Elogios, se titula Contra tos Sofistas y es en realidad,
un discurso de censura, ya que mas que hablar en favor de
alguien, cosa propia de un elogio, lo hace en contra. Sostenemos
que si uno examinara por que un discurso de critica y uno de
elogio llegan a un unico tipo, el panegirico, descubriria la causa.
CONTRA LOS SOFISTAS (XUl) 33
Pues el parentesco entre el elogio y la critica y el que ambos
esten divididos en los mismos capitulos hizo que la critica se
llamase elogio por antifrasis. Y si uno dijera: á.Por que no es
del genero forense este discurso, si utiliza el ataque?â, contestariamos:
áPorque ni se pronuncio en el tribunal ni determina
lo pena.â
Si todos los que intentan educar quisieran decir la i
verdad y no se comprometieran a mas de lo que pueden
cumplir, no les tendrian en mal concepto los ciudadanos
comunes, pero ahora, los que se atreven a fanfarronear
muy irreflexivamente, han hecho parecer que deciden
mas sensatamente quienes eligen la molicie que
quienes se ocupan de la filosofia3.
Porque .quien no odiaria y despreciaria, en primer
lugar, a los que pasan el tiempo en discusiones y pretenden
buscar la verdad4, pero nada mas comenzar su
proposito intentan mentir? Creo, en efecto, que esta 2
claro para todos que conocer de antemano el porvenir
no es propio de nuestra naturaleza; sino que estamos
tan lejos de esta capacidad que Homero, el que ha conseguido
mayor renombre por su sabiduria, ha hecho
que incluso los dioses deliberen sobre ello5, no porque
conociera su manera de pensar, sino con la intencion
de demostrarnos que esto es una de las cosas imposibles
para los hombres. Y estos individuos han llegado a tal 3
atrevimiento que intentan convencer a los jovenes de
3 Para Isocrates la filosofia comprende todas las ramas de la cultura y de la educacion, y no cimiento como la entendian Socurna tdese teyr mPliantaodno. metodo de conoto*
n , y Peastrea mJaaesc etra,r Pdea,i deeni ae..l. , Epuaigi.d e8m42o, ,I ssoec prareteosc uinpcalruay ed ea qeustia ab lPelacer
una distincion entre Socrates y los eristicos; igualmente en la Republica 499 A, Platon intenta separar al filosofo autentico del simple polemista,
s H om e r o , Iliada XVI 431 ss. y 652 ss.; XXII 168 ss.
34 DISCURSOS
que, si tienen trato con ellos, sabran lo que se debe
hacer y, por medio de esta ciencia, seran felices. Y establecidos
como maestros y duenos de bienes tan importantes,
no se averguenzan de pedir por ellos tres o cuatro
minas6: Si vendieran alguna otra riqueza por menos
de su valor, ni ellos mismos negarian que estan locos;
en cambio, tasando en tan poco toda la virtud y felicidad,
pretenden hacerse maestros de otros como poseedores
de la inteligencia. Y dicen que para nada necesitan
el dinero, llamando a la riqueza plata baja y oropel,
pero por una pequena ganancia prometen todo menos
la inmortalidad a los que estan con ellos. Y lo mas
ridiculo de todo es que desconfian de esos de quienes
tienen que cobrar y a quienes pretenden transmitirles
el sentido de justicia, y ademas exigen como fiadores
de sus discipulos a gente de la que nunca han sido maestros;
y deciden bien sobre su seguridad, pero hacen lo
contrario de lo que anuncian. Pues conviene que los
maestros de otras disciplinas cualesquiera examinen
con minuciosidad lo que se les debe, porque nada impide
que los que se han hecho expertos en algo, no sean
cumplidores de sus contratos; en cambio .como no va
a ser ilogico que los que hacen nacer la virtud y la prudencia
no confien al maximo en sus discipulos?7. Pues
si estos son buenos y justos con los demas, no dejarian
de serlo con esos gracias a los cuales llegaron a ser asi.
Cuando algunos de los ciudadanos comunes, tras reflexionar
sobre todo esto, se dan cuenta de que los que
ensenan la sabiduria y transmiten la felicidad, estan
faltos ellos mismos de muchas cosas, y exigen una cantidad
pequena a sus discipulos; de que observan las
6 Isocrates pedia diez minas; Socrates, en la platonica Apologia
20 B, habla de un sofista, Eveno, que pedia cinco minas; Gorgias, en cambio, habia estipulado cien minas por sus leccio7
neCs.f, Plat., Gorgias 519 C, 460 E.
CONTRA LOS SOFISTAS (XIIl) 35
contradicciones entre las palabras, pero no examinan
las que hay en las obras; de que ademas se jactan de
saber el futuro, pero no son capaces de decir ni aconse- 8
jar nada de lo que es preciso para el presente; de que,
en cambio, los que utilizan su sentido comun se ponen
mas de acuerdo y mas cuenta se dan que los que proclaman
tener ciencia8, con razon, creo, desprecian estas
ocupaciones y las juzgan charlataneria y mezquindad de
espiritu, pero no cuidado del alma.
No solo hay que criticar a estos, sino tambien a los 9
que prometen ensenar discursos politicos; pues ellos
tampoco se interesan por la verdad, sino que piensan
que esto es arte: el atraer a los mas posibles por la pequenez
de sus salarios y la magnitud de sus proclamas,
y el recibir de ellos lo que puedan. Tan estupidos
son y han creido que lo son los demas, que, escribiendo
peores discursos que los que algunos particulares improvisarian,
sin embargo prometen que haran a los que
estan con ellos oradores de tal categoria que no pasaran
por alto nada de lo que haya en cada asunto9. Y de 10
esta habilidad en nada hacen participes ni a las experiencias
ni a la naturaleza del alumno, sino que afirman
que les transmitiran la ciencia de los discursos10 como
la de la escritura, sin haber examinado que son cosas
8 No se puede transmitir ácienciaâ (episteme), sino solo áopinion
â (doxa) sobre algo. En este punto, Isocrates se opone totalmente
a Platon, para quien doxa es pura apariencia, sin valor de conocimiento real. 9 Coinciden IsocrLaot ems isym Pol aetno nE l(ocgf.i oT dtme eHo ele19n aE 5) . en que los sofistas son incapaces de una politica practica. Segun W alberer, Isokrates und Alkidamas, disert., Hamburgo, 1938, pag. 4 ss., Isocrates se refiere aqui a Lisias.
10 Para J aeger, Paideia..., pag. 833, este pasaje demuestra que Isocrates concebia su filosofia como una tecnica (techne). B lass, pDriee siaotnti sctehceh.n..e, , IqI,u ipzaag .p a1r0a7, eyvai tanro tqou eq usee Ilseo ccroantfeusn drieehruai ac olan euxnescritor
exclusivamente tecnico y no creativo.
36 DISCURSOS
distintas y creyendo que, gracias a las exageraciones de
sus programas, seran admirados y parecera mas importante
su ensenanza retorica. Ignoran que hacen prosperar
las artes no los que se atreven a envanecerse de
ellas, sino quienes puedan descubrir que posibilidades
hay en cada una.
Yo estimaria mas que muchas riquezas que la filosofia
pudiera tanto como ellos dicen; pues quiza nosotros
no quedariamos atras del todo, ni habriamos gozado
de ella la parte mas pequena u. Pero, como no es asi,
querria que callasen los charlatanes. Pues veo que las
difamaciones no se producen solo contra los que se
equivocan, sino que tambien son acusados al mismo
tiempo todos los demas que se dedican a esta ocupacion.
Me maravillo cuando veo que son considerados dignos
de tener discipulos quienes, sin darse cuenta ellos mismos,
aportan una tecnica fija como ejemplo de una
actividad creadora n. Porque, .quien no sabe, salvo ellos,
que los signos graficos son invariables y permanecen
siempre igual, de forma que seguimos siempre usando
los mismos para lo mismo, y, en cambio, a las palabras
les ocurre todo lo contrario? Pues el discurso pronunciado
por uno no es igualmente util para el que habla
a continuacion. Antes bien, parece que es mas experto
el que habla de manera apropiada a los asuntos u, y pue-
11 La retorica y crates, piensa la filosofia son conceptos identicos en IsoA
. B u r k , Die Padagogik..., pag. 71, nota 2; lo mismo se dice en Nicocles 1 y Panegirico 10; lo que en Panegirico 47 se senala como tarea de la filosofia, se atribuye a los discursos en1 2 SoCborme pealr acra mcobnio de fortunas 254 ss. y Nicocles 5-9. tes va en la misma dPilraetc.,c iPonro qtaugeo rlaa sd 3e2 6 D. La critica de IsocraA
ristoteles, Refutaciones sofisticas 183 b, 36 ss., sobre la pragmateia de Gorgias y de los an1t3i guPoasr ar eHto. res. gel ihrer TermWineroslodgoiref, er19,,4 D0,i ep apgh.i l2o5s,o plah ifar adsees áIhsaobklraart edse imm aSnpeireaCONTRA
LOS SOFISTAS (XIIl) 37
de encontrar otros terminos y no los mismos. Y la 13
mayor prueba de su diferencia es lo siguiente: que los
discursos no pueden ser hermosos si no se dan en ellos
la oportunidad, lo adecuado y lo nuevo, y en cambio a
los signos graficos nada de esto les hace falta. Por eso
seria mucho mas justo que los que se sirven de ejemplos
semejantes pagaran dinero en lugar de recibirlo,
porque intentan educar a los demas cuando son ellos
mismos los que necesitan educarse con mucho cuidado.
Y si es preciso no solo criticar a los demas, sino acia- 14
rar mi propia manera de pensar, creo que todos los
bienintencionados diran conmigo que muchos de los que
dedican su tiempo a la filosofia acabaron siendo simples
aficionados, mientras que otros, sin tener nunca trato
con sofistas, han llegado a ser habiles en la oratoria y
en la politica. Pues la capacidad de hacer discursos y
de todas las demas empresas reside en los bien dotados
y en los que se han adiestrado mediante la practica;
y a los que son asi, la educacion los hizo mas expertos is
y habiles para la investigacion; pues ella les enseno a
comprender lo que encontraban en sus divagaciones a
partir de una mayor preparacion, y a los de inferiores
cualidades, no les haria buenos litigantes ni creadores
de discursos, pero si les hara avanzar y comportarse
con mayor prudencia en muchas cosasM. Quiero, ya i6
que llegue a este punto, hablar de ello con mas claridad
aun. Yo sostengo que no es muy dificil llegar a dominar
apropiada a los asuntosâ '(axios iegein damento de la retorica de Isocrates, ton pragmaton) es el fun14
Para la forma de ensenar de Isocrates, cf. R . J o h n s o n , áIsocrates' methods of teachingâ, American Journal of Philo- logy 80 (1959). La habilidad natural de los escolares se desarrolla con la practica y la teoria. Isocrates esta influenciado por los maestros sofistas como Gorgias. El desarrollo intelectual esta emparejado con la tecnica retorica, pero es peculiar de isocrates la insistencia en la conciencia moral.
38 DISCURSOS
la ciencia de los procedimientos con los que pronunciamos
y componemos todos los discursos, si uno se
confia, no a los que prometen con facilidad, sino a los
que saben algo sobre ello; pero elegir los procedimientos
que convienen a cada asunto, combinarlos entre si
y ordenarlos convenientemente, y ademas no errar la
oportunidad, sino esmaltar con habilidad los pensamientos
que van bien a todo el discurso y dar a las
17 palabras una disposicion ritmica y musical, eso requiere
mucho cuidado y es tarea de un espiritu valiente y capaz
de tener opinion propia15; es necesario que el discipulo,
ademas de tener una naturaleza adecuada, haya
aprendido las figuras retoricas y se haya ejercitado en
sus usos, y que el maestro explique esto de la manera
mas precisa posible y no omita nada de lo que debe
ensenar, y que, de lo restante, se presente a si mismo
18 como un ejemplo de tal calidad, que los formados por
el y capaces de imitarle, aparezcan pronto como oradores
mas floridos y gratos que los demas. Y si todo esto
llega a coincidirw, los que se dedican a la filosofia llegaran
a su meta; pero si quedara olvidado algo de lo
dicho, necesariamente en ese punto estarian peor los
que estudian.
19 Los sofistas que han aparecido recientemente y que
hace poco han caido en jactancias, aunque ahora exageren,
se bien que todos se dirigiran a estos principios11.
Nos quedan los que han nacido antes que nosotros y
que se atrevieron a escribir las llamadas áArtesâ 18: a
15 La misma expresion en Sobre el cambio de fortunas 11.
16 Tambien Platon habla de ácoincidenciaâ de poder y espiritu en Republica 473 D y Leyes 712 A.
17 Quiza puede ser una alusion a Alcidamante, contemporaneo de Isocrates, que tambien fistas. escribio un libro atacando a los so18
Puede referirse a los primeros maestros de retorica. Corax y Tisias, siracusanos.
CONTRA LOS SOFISTAS (XIIl) 39
esos no hay que dejarlos sin censura, pues prometian
ensenar a contender en los juicios escogiendo las expresiones
mas duras, cosa propia de la lengua de los envidiosos,
pero no de los maestros de esta ensenanza.
Ademas, esta disciplina, en cuanto que es ensenable,
no puede ayudar mas a la oratoria forense que a todos
los demas discursos. Y resultaron peores que los que se
ocupan de la dialectica en general, por cuanto que ellos,
aunque exponen unos discursitos con los que caeria en
todos los desastres quien persistiese en su practica, al
menos prometieron en ellos la virtud y la prudencia,
mientras que aquellos, invitando a hacer discursos politicos,
se olvidaron de todo lo bueno que hay en ellos
y se propusieron ser maestros de indiscrecion y codicia.
A los que quieran seguir los preceptos de una filosofia
asi, mucho mas les ayudarian estos a una formacion
equitativa que a la retorica. Y que nadie piense que yo
digo que la justicia es cosa ensenableh ; pues, en general,
creo que no existe ciencia alguna que inspire la
prudencia y la justicia a los que han nacido mal dispuestos
para la virtud. Pero no dejo de creer que el
estudio de los discursos politicos anima y ejercita muchisimo.
Para que no de la impresion de que refuto las promesas
de otros y exagero las posibilidades que hay,
aclarare facilmente, segun creo, a los demas, por que
he quedado convencido de que esto es asi.
19 La opinion de Isocrates es en este punto absolutamente opuesta al pensamiento de Socrates y Platon.
***
ISOCRATES
DISCURSOS
EGINETICO - A DEMONICO - CONTRA LOS SOFISTAS
ELOGIO DE HELENA - BUSIR1S - PANEGIRICO PLATEENSE - A NICOCLES - NICOCLES - EVAGORAS ARQUIDAMO - SOBRE LA PAZ - AREOPAGITICO SOBRE EL CAMBIO DE FORTUNAS - FILIPO
PANATENAICO
INTRODUCCION GENERAL DE
JUAN SIGNES CODONER
TRADUCCION Y NOTAS DE
JUAN MANUEL GUZMAN HERMIDA
& BIBLIOTECA GREDOS
c EDITORIAL GREDOS, S.A., Lopez de Hoyos, 141, Madrid, 1982,
para ia version espanola, www.editorialgredos.com
c 2007, RBA Coleccionares, S.A., para esta edicion
Perez Galdos, 36. 08012 Barcelona
Diseno: Brugalla
ISBN: 978-84-473-5414-6
Deposito legal: B.32622-2007
Impresion:
CAYFOSA-QUEBECOR
sábado, 23 de octubre de 2021
FRAGMENTO. NOVELA. PRINCIPIOS NOCTURNOS. PECADO DE LA ENVIDIA. (EL PECADO DE LA ENVIDIA. SAN JOSÉ, COSTA RICA)- 1979-1986.
"—Ah, ah, ah, hum, no se preocupe por mis hermanos; ellos no se van a enterar. Todo sigue su curso normal; en un nonasegundo, su sire y yo hablaremos. Podría alargar nuestra charla por veinticuatro horas terrenales sin que nadie se entere. Continúo, su señor. Entonces, ¿va entendiendo el juego? Pues, el juego está en: primero, el autobombo; todo es el juego del autobombo, aprovechar cualquier mecanismo publicitario para hacerse oír. Segundo, buscar promotores del autobombo: “Vos alabás lo que yo escribo y decís que soy un genio literario”.
(FRAGMENTO. NOVELA. PRINCIPIOS NOCTURNOS).
viernes, 22 de octubre de 2021
FRAGMENTO 1. NOVELA. PRINCIPIOS NOCTURNOS. EL PECADO DE LA ENVIDIA.
El pecado de la envidia
San José, Costa Rica, 1979-1986
Cuando Malfas llegó, como parte de nuestros rituales, a dejar los cafés negros que noche tras noche solicitábamos Belfegor y yo, nos encontró acomodando un grupo de papeles de mis últimas novelas no publicadas. Acomodar papeles en un orden establecido era señal inequívoca de que nos trasladaríamos de Rutland-Hall. Entonces, Malfas preguntó:
—¿A dónde iremos, señor?
Sin quitar la vista de los documentos que preparábamos para el viaje, Belfegor contestó antes que yo:
—A un minúsculo país donde la envidia es más grande que su territorio. El maestro Deford tendrá que dar unas charlas literarias y allá la envidia es una locura que embarga a todos los escritores.
—¿A todos? —preguntó con curiosidad Malfas, que se sentó en un taburete, para escuchar mejor la explicación.
—¡A todos! Primero, iremos a Nicaragua. Allí, el amo Deford será condecorado por su posición beligerante ante la problemática social centroamericana. Se reunirá con los presidentes de esta pobre región, que no posee nombre,
322
que no existe para el resto del mundo, que no está en los mapas. Ahora, lo está por un asunto coyuntural y político –la revolución Sandinista y la caída de Somoza–; pero, una vez que pase el acontecimiento, cuando las celebraciones, los abrazos y el festejo termine, todo volverá a ser igual —dijo Belfegor, quien dejó de acomodar los folios para hacer un descanso y se sentó en uno de los taburetes. Continuó hablando—: es una región pobre, quizá la más tristemente olvidada por el mundo y por la misma Latinoamérica.
—¿Olvidada por los latinoamericanos? —preguntó Malfas.
—Es que es diminuta —comenté.
—Cierto. Por ejemplo, Costa Rica cabe en México treinta y ocho veces y Centroamérica entera cabe un poco más de tres veces... En realidad, es minúscula. Y con respecto a Argentina, Costa Rica es cincuenta y cuatro veces más pequeña y Centroamérica cabe en el territorio argentino cinco veces —dijo Belfegor.
—Ni que lo diga su señoría, ya me entero —dijo Malfas.
—¿Es un llamado internacional? Supongo, pero no sucederá nada, seguirá no contando para el resto de Latinoamérica —dijo Belfegor.
—Se reunirán políticos de todo el mundo, jefes de Estado y embajadores. Europa estará presente; pero, dentro de treinta o cuarenta años, todo será igual: miseria tras miseria —dijo el orgulloso Aamón, príncipe de la Soberbia, conocedor del pasado y el futuro de la humanidad. Al escuchar voces en el scriptorium, había aparecido en un ¡paf!, sin pedir permiso. Su ojo verde brillaba más de lo normal aquella noche –o eso me pareció– y su ojo café, que siempre había permanecido en la aquiescencia, empezó a brillar también. Continuó—: Los que derrocan al tirano, se volverán tiranos a su vez y nadie dirá nada. Los gobiernos de todo el mundo mirarán, se prestará aten323
ción; pero, después, todos se olvidarán de Centroamérica. Se justificará lo hecho por el nuevo dictador. Y la violencia ha de regresar... Ya me informé, su señoría: primero, tendrá que estar en Nicaragua; pero, luego, ¿irá a Costa Rica?
—Un país más pequeño que Nicaragua, pero gigante en la envidia.
No había terminado de decir Belfegor esto último, cuando Goodfellow apareció en un ¡paf!, como lo había hecho Aamón, minutos antes. Y, poco a poco, sin que se hubiera propuesto una reunión en el scriptorium esa noche, hablaron en asamblea sobre el nuevo viaje que nos esperaba.
—¿Envidia? ¡La envidia no posee tamaño riguroso o preciso! Es grande grande grande o es pequeña pequeña pequeña, más pequeña que un grano de arena; pero, puede ser grande grande grande como el monte Everest. ¡Y qué frío hace! —dijo Goodfellow. Luego, agregó, pensativo—: Espero, eminencias, que no haga tanto frío en la región centroamericana...
—Pues, no, no lo creo… Sé que no hará frío... No… —repetía Esfria, frotando sus mancuernillas de oro.
—Y ya tengo noticias: en efecto, la envidia corroe el alma de los escritores en ese país. ¡Todos se envidian! —dijo ahora Goodfellow.
—¿Todos se envidian? —preguntó Aamón, estirando el cuello como un ganso—. Pero, ¿cómo se puede envidiar al torpe y mediocre?
—Pues, todos se envidian. Es una enfermedad. El que posee talento, envidia al que no lo posee, pues, en ocasiones, los demás envidiosos adrede ensalzan al mediocre y este recibe más atención que el talentoso; entonces, el talentoso se siente humillado. Además, el mediocre hace toda esta fanfarria porque se sabe mediocre —justificó Goodfellow.
324
—Pero, ¿existe talento en ese país? —preguntó Nergal, con tono preocupado.
—¡Muy poco! Según mis informes, muy poco, por no decir que no existe del todo —dijo Malfas, que se había retirado a la biblioteca para obtener más información al respecto—. Acá tengo este libraco.
—¿Y qué dice? —preguntó Belfegor.
—No mucho, no mucho. Dice tanto como la receta para hacer unas tostadas con café...
EDITORIAL
EUNED 2021
PREMIO DE NARRATIVA ALBERTO CAÑAS 2020
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