miércoles, 3 de abril de 2024

MIRADAS GÓTICAS ADRIANA GOICOECHEA COMPILADORA PRÓLOGO

 


PRESENTACIÓN

Esta publicación1 reúne los trabajos de especialistas de distintos universidades y regiones

con el propósito de promover la ampliación del campo lector y la discusión

cultural entorno a las irradiaciones del modo gótico en la narrativa argentina actual.

Consecuentemente, el corpus de lectura está constituido por autoras y autores cuyas

obras han alcanzado amplia difusión en los últimos tiempos a través de los medios de

comunicación y las redes sociales, por lo que ocupan un lugar hegemónico en el campo

literario, un lugar que es también ratificado por la crítica académica y periodística.

Son escritores, que comparten el gusto por el género de terror, y que declaran especialmente

su preferencia por la literatura norteamericana. Asimismo, como lo han reconocido

los investigadores, el cine ha contribuido a difundir la estética y las estrategias

propias del gótico y ha constituido un factor determinante a la hora de profundizar el

carácter popular que ha tenido el género desde sus orígenes, por lo que no es extraño

observar que imprima una marca notable en la escritura de los autores referidos.

En este escenario las contribuciones que integran este libro se han reunido con la

convicción de que el gótico es, por un lado, un modo que atraviesa las distintas narrativas

y formaciones culturales, y, por otro lado, que si bien habilita diversas “miradas”,

siempre nos ubica, frente a la evidencia de que la realidad material es insuficiente porque

en ella participan elementos ocultos, intangibles e invisibles que constituyen lo

real. En este sentido, da lugar a otro aspecto insoslayable que es su vocación política,

porque mueve emociones y afectos cuando sitúa al lector ante experiencias colectivas

de padecimientos y crueldades. Consecuentemente, el exceso gótico toma la forma de

una transgresión porque denuncia las consecuencias de la abyección política, social y

cultural. Entonces, el miedo, el terror y el horror representan la respuesta emocional

que, mediada por la estética, dice acerca del presente en el que sobreviven las huellas

afectivas del pasado.

Este es el espíritu que ha dado lugar a los trabajos que se organizan por orden alfabético

de autor; organización que traza un itinerario que presentaremos sintéticamente a

continuación:

En el capítulo “Casa tomada “y después” José Amícola lee la novela de Julián López

Una muchacha muy bella (2013), para demostrar como las irradiaciones del gótico desde

sus orígenes y a través de las diferentes tradiciones alcanzan a “los escritores y escritoras

del gótico en los millennials argentinos”. Encuentra particularmente en la casa

y en la mirada infantil del narrador un punto de anclaje textual que se articula con los

cuentos de Julio Cortázar y de Silvina Ocampo, porque según dice Amícola,

Lo trascendente en este relato, como en muchos cuentos de Cortázar o de Silvina

Ocampo, es que la sub-información que se les brinda a los lectores, proviene

de una mirada ingenua. La limitación del conocimiento de lo que sucede a partir

1.- Se realiza en el marco del Pi V100 “Derivaciones del modo gótico en la narrativa argentina de las generaciones

de posdictadura” (2017-2021) localizada en el CURZA-Universidad Nacional del Comahue.

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del sesgo de la mirada infantil produce un extrañamiento particular que se podría

asociar con aquellas incertidumbres que han cundido en los relatos góticos más

ortodoxos, especialmente en los cultores de lengua inglesa.

En esta expresión, resume magistralmente la inserción de la novela de Julián López en

la tradición de “las secuelas” del gótico., entre las que menciona la novela Nuestra parte

de noche (2019) de Mariana Enríquez, sobre la que dictamina es “un texto que con más

derecho puede llamarse “gótico”.

Esta es justamente la propuesta de Pampa Aran leer, tal como lo expresa su título “La

proyección del gótico en la última novela de Mariana Enríquez”, solo que el foco de su

atención está en su dimensión política, y como enuncia con claridad Arán

(…) esto es como forma literaria que revela la “causa ausente” (Jameson, 1986) de

diversos trayectos de la historia argentina y especialmente los vinculados a los genocidios

étnicos, las torturas, apropiaciones de niños y desaparición de personas

durante la dictadura militar.

Este es el trasfondo sobre el cual la autora va revelando y desenhebrando una trama

muy compleja, siguiendo una genealogía de poder y fortuna que le da autoridad a conclusiones

tan interesantes como cuando sostiene:

(…) por momentos creo leer en la pavorosa secta y en su divinidad un potente

cronotopo sociocultural condensador de la maldad y el poder que, insisto, se reproduce

y emerge en diferentes formas, toda vez que las condiciones históricas

permiten que esa Parte de Noche muestre su fuerza. Y se vuelve texto en la novela

de Enríquez, dando estatuto imaginario y forma ideológica al subtexto histórico

(Jameson 1989:66).

Esta novela de Mariana Enríquez, se ha llevado también la atención de otro capítulo de

este libro, de mi autoría, titulado “La matriz gótica de la narrativa de Mariana Enríquez”,

porque observamos que a través del prisma de la novela se puede realizar una relectura

de sus relatos, en tanto en un gesto infinito la narración explica un hecho fantástico y

extraño con otro también fantástico, por lo que habilita la pregunta ¿Cómo construye

Mariana Enríquez el género de terror? o lo que le es equivalente, ¿Cómo construye su

narrativa? Este interrogante guía un análisis que finalmente encuentra eco en la voz

de la escritora cuando dice que pertenece a una generación para la que el terror no es

banal, sino que

(…) se define en relación con referencias reconocibles.”, y justamente esta lectura

“ha pretendido reconocer como construye Mariana Enríquez el género de terror

en relación con esas referencias reconocibles.”

En este sentido, Enríquez con Selva Almada y Samanta Schweblin forman parte de

una generación en la que se destaca su discurso feminista y su militancia En el capítulo

que lleva por título “Selva Almada: modos de narrar el horror en lo cotidiano”. María José

Bahamonde, expresa que “Las temáticas exhibidas en sus libros también evidencian

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este compromiso; está presente una mirada crítica con determinados sucesos cotidianos

además de la empatía con los hechos que menciona”. Sigue un itinerario por la

obra de la autora y analiza el modo gótico desde su primera novela El viento que arrasa

(2012); su libro de no ficción, Chicas muertas (2014); los relatos reunidos en El desapego

es una manera de querernos (2015); y su última publicación No es un río (2020), para

concluir que

Estas obras pueden pensarse a partir del locus donde se desarrollan las historias, o

desde los personajes que se mueven en un ambiente donde lo cotidiano se extraña

ante la muerte y las historias ominosas, pero a la vez la naturalizan. Vinculado

con esto, la crítica social que realiza desde el gótico no permanece ajena, ya que

algunas instituciones (la familia y la iglesia entre otras), se presentan inestables y

cargadas de connotaciones negativas como la mentira y el engaño.

Su observación de que “La mayor parte de su obra está anclada en la zona litoraleña

de nuestro país y como ella misma menciona en sus entrevistas, lejos de la gran urbe.”,

vincula su reflexión con la propuesta de Alejandra Nallin, quien en el capítulo “El gótico

litoraleño de Selva Almada”, centra la mirada en su última novela, para postular la emergencia

de “un gótico federal”, al que Nallin define como

reinvención del género, ‘situado’ en las diversas regiones literarias argentinas, con

el afán de desmontar y desocultar los miedos y terrores del presente, protagonizados

por niñas, madres y mujeres atravesadas por la violencia de género y doméstica,

por sus cuerpos abyectos, mutantes e intervenidos por las lógicas patriarcales,

por el biopoder y las naturalizaciones del terror familiar cuyo castillo-casa será la

zona gótica de la monstruosidad.

La potencia de su lectura se expresa en el horizonte hacia el que su investigación se

dirige, que es “revisitar otras estampas del ‘horrorismo’ y visibilizar en sus regiones cómo

la entronización machista, la pobreza, la prostitución, el canibalismo, la exclusión social

tematizan el engranaje perverso de la globalización capitalista”.

Esta aguda observación de Nallin sobre la existencia de un género ‘situado” alcanza

visibilidad también en la narrativa de Dolores Reyes y de Pablo Tolosa.

En tal sentido, Silvia Barei, expone una tesis desafiante en el título “Dolores Reyes, Cometierra.

La novela argentina y la vulnerabilidad de lo viviente”. Sostiene Barei que

(…) se escriben relatos cuyo centro es el asesinato, el delito, el feminicidio y el

infanticidio, la vida al margen … para relatar la experiencia social de lo ominoso”,

y en una postura políticamente comprometida, enuncia su hipótesis “estos relatos

tienen como trasfondo la memoria dolorosa de la dictadura (1976-1983).

Y en esa “deriva escrituraria” ubica a Dolores Reyes y pone blanco sobre negro con un

análisis trascendental de la novela Cometierra.

En la misma dirección, al dar lugar a escritores de otras regiones literarias argentinas,

el trabajo de Natalia Puertas está dedicado a la obra de Pablo Tolosa, un escritor rionegrino,

que no duda en reconocer que sus lecturas y el cine terror son su fuente de

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inspiración y dejan una marca en su escritura. Según dice Puertas, analiza la novela Hay

que matarlos a todos (2017) y la antología de cuentos Malditos Animales (2010) con la

hipótesis de que

(…) en estas obras se leen reformulaciones de lo viviente a partir de elementos

de la ciencia ficción y del fantástico que dan cuenta de derivas del modo gótico,

porque recurre a dos motivos predominantes, que son el monstruo y el animal.

Su lectura pone en dialogo la literatura y el cine para reconocer los elementos de la

ciencia ficción que ambas formaciones culturales comparten en el gesto de espectaculizar

el horror. Por otra parte, al analizar los elementos fantásticos de los cuentos reconoce

que en ese gesto “resuena la narración oral de las historias alrededor del fogón

y el valor ostensivo del miedo. El efecto que logran es el de un terror sobrenatural que

invade por medio de sensaciones que acompañan la lectura.”.

Si el trabajo de Natalia Puertas articula literatura y cine para comprehender las dimensiones

culturales del horror, en “Tonalidades góticas en las series televisivas argentinas:

imágenes de la noche y la violencia suburbana en Un gallo para Esculapio (2017)” Ariel

Gómez Ponce redobla la apuesta porque busca según dice “explorar el modo en que

algunos lenguajes de la cultura actual innovan por su capacidad de jugar con la truculencia,

el estremecimiento y todos esos engranajes que administran el miedo, en

una vacilación genérica que rescataría cierta tonalidad gótica.” Alcanza ampliamente

su propósito mediante un análisis provocador de aspectos como la escenificación de la

atmósfera, el espacio-tiempo representado, el dialogo con las tendencias estilísticas del

audiovisual noir, Su conclusión resume la finalidad última de una lectura que encontró

en el gótico un punto confluencia de imagen y palabra.

Porque en un mundo invadido por la incertidumbre, y cuando series como Un

gallo para Esculapio se ocupan de intensificar y subrayar la experiencia desnuda

de la violencia en una trama social, se nos recuerda la naturaleza truculenta de la

cultura capitalista en la que estamos inmersos y es allí donde “el gótico evita ser

codificado como un modo genérico (…) para convertirse en la versión materialista

más persuasiva de la escena socioeconómica contemporánea” (Fisher 2009: 77).

Como señaláramos más arriba, de esta generación participa también Samanta Scweblin,

por lo que no puede estar ausente en este libro que ha convocado a las escritoras

representativas de la narrativa argentina actual Así es como Nadina Olmedo propone

una inteligente lectura del cuento Pájaros en la boca (2009) y de la novela Distancia

de rescate (2015). En el capítulo denominado “Los niños monstruos en “Pájaros en la

boca” y “Distancia de rescate” de Samanta Schweblin” desarrolla la hipótesis de que en

estas obras se lee una representación del monstruo que “se relaciona con los temores

vinculados a considerar al niño/a como un sujeto liminal” En esta afirmación subyace

un pensamiento que le da fundamento y es que como ella misma expresa “Sin duda, las

figuras y formas del gótico – entre ellas el monstruo – continúan hoy en día “soñando

y desconfiando con el progreso ilimitado del hombre moderno a través de narraciones

que desafían los sistemas de pensamiento y los límites sociales, morales y éticos”. Luego

su conclusión es que

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(…) los niños monstruos de Schweblin no se conciben ya como “una bendición”,

sino casi como una carga, no solo económica sino también ambiental, ya que no

son la esperanza de un futuro mejor, sino el espejo oscuro de un presente inquietante

que no deja de acecharnos.

Esta galería de escritoras de narrativas de terror no estaría completa si no incluyéramos

a Betina González, quien piensa que “la literatura tiene que aportar complejidad

en vez de reproducir discursos sociales que son estereotipos del pensamiento” Gabriela

Rodríguez sostiene que esta concepción parece tener registro en su escritura cuando

recurre al modo gótico como una manera de apelar a lo perturbador. En su análisis de

Las Poseídas (2012) y de El amor es una catástrofe natural (2.018), que se halla en el capítulo

titulado, “Lo gótico en la obra de Betina González: entre la posesión y la catástrofe”,

Rodríguez concluye que

(…) tanto la idea de posesión como la de catástrofe nos llevan a la fuerza cuestionadora

del modo gótico que orienta la lectura para mostrar el lado oscuro de lo

humano, como lo es el desdoblamiento de los sujetos para sobrevivir en lugares

que imponen una única formar de ser llevando la bandera de la disciplina y la

moralidad.

En esta síntesis, María Gabriela Rodríguez resume hábilmente un análisis detallado que

desarrolló recorriendo en la trama narrativa el efecto ominoso y el valor cultural de dos

conceptos: posesión y catástrofe.

También Luciano Lamberti forma parte de esta generación de escritoras y escritores

argentinos contemporáneos que se han inclinado por leer y escribir novelas de terror,

por lo que el título de este capítulo escrito por Abel Combret resulta muy ilustrativo “El

gótico en la obra de Luciano Lamberti: apropiación y desplazamiento”. Afirma, Combret,

que la novela La maestra rural (2016), “ofrece una nueva mirada, construida a partir de

un desplazamiento, de un error deliberado, de una distorsión, de algunos momentos

de nuestra historia.”, y que en La masacre de Kruger (2019) actualiza una constante en

la la narrativa de Lamberti: “Y es que el origen de la maldad se halla en la mente del ser

humano”.

En suma, encuentra que

Los monstruos, los espíritus o las apariciones no se presentan en la obra de Luciano

Lamberti como algo lejano sino conviviendo de manera cotidiana con situaciones

cercanas y personajes que les son familiares y como una amenaza siempre

latente, que pone en evidencia, en definitiva, la fragilidad de las certezas Y es en

ese gesto en el que el lector vislumbrará en toda su intensidad lo verdaderamente

ominoso.

Por su parte, Mónica Bueno ha titulado su contribución “Vampiros en Buenos Aires:

Los anticuarios de Pablo de Santi.” Su trabajo sigue un trayecto que va desde el autor

de quien dice “es un alquimista que combina con eficacia el policial y el fantástico”, a su

novela Los anticuarios (2010) en la que encuentra que “Lo inquietante de la historia es

la multiplicidad de máscaras y la inversión de los lugares previsibles del bien y del mal”.

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Sin embargo, la profundidad de sus reflexiones excede ampliamente los límites del texto

porque por un lado define la poética del autor cuando sostiene que

(…) su literatura busca siempre una combinación peculiar entre el enigma, el misterio

y el secreto …Aquello que no puede descifrarse claramente (enigma), aquello

que no se puede explicar (misterio), aquello que está oculto porque se decide su

invisibilidad (secreto) dibujan un entramado productivo en las historias que imagina.

Por otro lado, Mónica Bueno, revela la teoría del autor acerca de las relaciones entre el

gótico y el fantástico cuando sostiene que

Si bien el fantástico y el gótico no son la misma cosa, el vínculo entre los dos es

fuerte: se trata, como bien señalaba el propio De Santis, de la óptica particular del

vidrio opaco que distorsiona y problematiza lo que creemos lo real. En Los anticuarios

persisten las formas del gótico que constituyen la particular tradición de la

literatura fantástica latinoamericana.

En su exhaustivo análisis autora ha aunada varias de las preocupaciones que el gótico

genera particularmente por su omnipresencia en la tradición literaria argentina y latinoamericana.

Esta breve reseña se ha construido polifónica para que en ella resuenen las voces de

los autores que conforman este libro. Autores que con sus “miradas góticas” trazaron un

mapa que partiendo del gótico tendió puentes entre la palabra y la imagen; la dimensión

estética y la dimensión política, las narrativas actuales y sus tradiciones, el “gótico

criollo” y “el gótico federal”, los géneros y su acontecer cultural.

“Miradas góticas” trasgresoras, que posándose sobre el exceso corrieron fronteras culturales,

geográficas, epistemológicas, y siguieron diversos itinerarios, pero el mismo

mapa emocional ¿Será que comparten la misma atmosfera afectiva? ¿Será que en está

atmosfera afectica compartida se experimenta el terror como el origen y sustrato del

miedo y del horror? ¿Será que en la experiencia emocional de nuestra vida presente el

terror tiene el rostro de la dictadura y del capitalismo?

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