viernes, 25 de junio de 2021

INFIERNO. CANTO XXI. DANTE. DIVINA COMEDIA. ANOTACIONES.

 



 [L1]En el original «Malebranche».

 

 [L2]Santa Zita es la patrona de Lucca, de donde este condenado era magistra­do («anziano»).

 [L3]Bonturo Dati, jefe de la facción popular de Lucca a comienzos del si­glo XIV, fue considerado como el mayor de los estafadores, especialmente ama­ñando elecciones políticas. Como veremos, los demonios nunca hablan en serio.

 [L4]«Ita» es «sí» en latín.

 [L5]48‑49 Una antigua talla de Cristo, supuestamente obra de Nicodemo, se ve­neraba en la iglesia de San Martín de Lucca, cerca de la cual cruza el río Serquio.

 [L6]94‑96 En efecto, Dante estuvo presente en la rendición de los pisanos de la plaza de Caprona en 1289, asediada durante ocho días por los güelfos de Flo­rencia y de Lucca.

 [L7]En el original «Scarmiglione».

 [L8]Se refiere a la bajada de Cristo a los infiemos, como ya hemos visto en otros pasajes.

 [L9]Los nombres originales de estos demonios que envía Malacola (Malaco­da) son: Alichino, Calcabrina, Cagnazzo, Barbariccia, Libicocco, Draghignazzo, Ciriatto, Graffiacana, Farfarello y Rubicante.

CANTO XXI

 

Así de puente en puente, conversando

de lo que mi Comedia no se ocupa,

subimos, y al llegar hasta la cima                                          3

 

nos paramos a ver la otra hondonada

de Malasbolsas y otros llantos vanos;

y la vi tenebrosamente oscura.                                              6

 

Como en los arsenales de Venecia

bulle pez pegajosa en el invierno

al reparar sus leños averiados,                                               9

 

que navegar no pueden; y a la vez

quién hace un nuevo leño, y quién embrea

los costados a aquel que hizo más rutas;                               12

 

quién remacha la popa y quién la proa;

hacen otros los remos y otros cuerdas;

quién repara mesanas y trinquetas;                                       15

 

asi, sin fuego, por divinas artes,

bullía abajo una espesa resina,

que la orilla impregnaba en todos lados.                               18

 

La veía, mas no veía en ella

más que burbujas que el hervor alzaba,

todas hincharse y explotarse luego.                                      21

 

Mientras allá miraba fijamente,

el poeta, diciendo: «¡Atento, atento!»

a él me atrajo del sitio en que yo estaba.                              24

 

Me volvi entonces como aquel que tarda

en ver aquello de que huir conviene,

y a quien de pronto le acobarda el miedo,                            27

 

y, por mirar, no demora la marcha;

y un diablo negro vi tras de nosotros,

que por la roca corriendo venía.                                            30

 

¡Ah, qué fiera tenía su apariencia,

y parecían cuán amenazantes

sus pies ligeros, sus abiertas alas!                                          33

 

En su hombro, que era anguloso y soberbio,

cargaba un pecador por ambas ancas,

agarrando los pies por los tendones.                                     36[L1] 

 

«¡Oh Malasgarras ‑‑dijo desde el puente‑,

os mando a un regidor de Santa Zita!                                  38[L2] 

Ponedlo abajo, que voy a por otro                                        39

 

a esa tierra que tiene un buen surtido:

salvo Bonturo todos son venales;                                         41[L3] 

del “ita” allí hacen “no” por el dinero.»                                42[L4] 

 

Abajo lo tiró, y por el escollo

se volvió, y nunca fue un mastín soltado

persiguiendo a un ladrón con tanta prisa.                             45

 

Aquél se hundió, y se salía de nuevo;

mas los demonios que albergaba el puente

gritaron: «¡No está aquí la Santa Faz,                                              48[L5] 

 

y no se nada aquí como en el Serquio!

así que, si no quieres nuestros garfios,

no te aparezcas sobre la resina.»                                           51

 

Con más de cien arpones le pinchaban,

dicen: «Cubierto bailar aquí debes,

 tal que, si puedes, a escondidas hurtes.»                             54

 

No de otro modo al pinche el cocinero

hace meter la carne en la caldera,

con los tridentes, para que no flote.                                      57

 

Y el buen Maestro: «Para que no sepan

que estás agua ‑me dijo‑ ve a esconderte

tras una roca que sirva de abrigo;                                         60

 

y por ninguna ofensa que me hagan,

debes temer, que bien conozco esto,

y otras veces me he visto en tales líos.»                                63

 

Después pasó del puente a la otra parte;

y cuando ya alcanzó la sexta fosa;

le fue preciso un ánimo templado.                                        66

 

Con la ferocidad y con la saña

que los perros atacan al mendigo,

que de pronto se para y limosnea,                                         69

 

del puentecillo aquéllos se arrojaron,

y en contra de él volvieron los arpones;

mas él gritó: «¡Que ninguno se atreva!                                 72

 

Antes de que me pinchen los tridentes,

que se adelante alguno para oírme,

pensad bien si debéis arponearme.»                                      75

 

«¡Que vaya Malacola!» ‑se gritaron;

y uno salió de entre los otros quietos,

y vino hasta él diciendo: «¿De qué sirve?»                          78

 

«Es que crees, Malacola, que me habrías

visto venir ‑le dijo mi maestro-

­seguro ya de todas vuestras armas,                                       81

 

sin el querer divino y diestro hado?

Déjame andar, que en el cielo se quiere

que el camino salvaje enseñe a otros.»                                  84

 

Su orgullo entonces fue tan abatido

que el tridente dejó caer al suelo,

y a los otros les dijo: «No tocarlo.»                                      87

 

Y el guía a mí: «Oh tú que allí te encuentras

tras las rocas del puente agazapado,

puedes venir conmigo ya seguro.»                                        90

 

Por lo que yo avancé hasta él deprisa;

y los diablos se echaron adelante,

tal que temí que el pacto no guardaran;                                93

 

así yo vi temer a los infantes                                                 94[L6] 

yéndose, tras rendirse, de Caprona,

al verse ya entre tantos enemigos.                                        96

 

Yo me arrimé con toda mi persona

a mi guía, y los ojos no apartaba

de sus caras que no eran nada buenas.                                  99

 

Inclinaban los garfios: «¿Que le pinche

‑decíanse‑ queréis, en el trasero?»

 Y respondían: «Sí, pínchale fuerte.»                                               102

 

Pero el demonio aquel que había hablado

con mi guía, volvióse raudamente,

y dijo: «Para, para, Arrancapelos.»                                       105

 

Luego nos dijo: « Más andar por este                                   106[L7] 

escollo no se puede, pues que yace

todo despedazado el arco sexto;                                          108

 

y si queréis seguir más adelante

podéis andar aquí, por esta escarpa:

hay otro escollo cerca, que es la ruta.                                               111

 

Ayer, cinco horas más que en esta hora,                               112[L8] 

mil y doscientos y sesenta y seis

años hizo, que aquí se hundió el camino.                              114

 

Hacia allá mando a alguno de los míos

para ver si se escapa alguno de esos;

id con ellos, que no han de molestaros.                                117

 

¡Adelante Aligacho, Patasfrías,                                            118[L9] 

‑él comenzó a decir‑ y tú, Malchucho;

y Barbatiesa guíe la decena.                                                 120

 

Vayan detrás Salido y Ponzoñoso,

jabalí Colmilludo, Arañaperros,

el Tartaja y el loco del Berrugas.                                          123

 

Mirad en torno de la pez hirviente;

éstos a salvo lleguen al escollo

que todo entero va sobre la fosa.»                                        126

 

«¡Ay maestro, qué es esto que estoy viendo!

‑dije‑ vayamos solos sin escolta,

si sabes ir, pues no la necesito.                                              129

 

Si eres tan avisado como sueles,

¿no ves cómo sus dientes les rechinan,

y su entrecejo males amenaza?»                                           132

 

Y él me dijo: «No quiero que te asustes;

déjalos que rechinen a su gusto,

pues hacen eso por los condenados.»                                               135

 

Dieron la vuelta por la orilla izquierda,

mas primero la lengua se mordieron

hacia su jefe, a manera de seña,                                            138

y él hizo una trompeta de su culo.


 [L1]En el original «Malebranche».

 

 [L2]Santa Zita es la patrona de Lucca, de donde este condenado era magistra­do («anziano»).

 [L3]Bonturo Dati, jefe de la facción popular de Lucca a comienzos del si­glo XIV, fue considerado como el mayor de los estafadores, especialmente ama­ñando elecciones políticas. Como veremos, los demonios nunca hablan en serio.

 [L4]«Ita» es «sí» en latín.

 [L5]48‑49 Una antigua talla de Cristo, supuestamente obra de Nicodemo, se ve­neraba en la iglesia de San Martín de Lucca, cerca de la cual cruza el río Serquio.

 [L6]94‑96 En efecto, Dante estuvo presente en la rendición de los pisanos de la plaza de Caprona en 1289, asediada durante ocho días por los güelfos de Flo­rencia y de Lucca.

 [L7]En el original «Scarmiglione».

 [L8]Se refiere a la bajada de Cristo a los infiemos, como ya hemos visto en otros pasajes.

 [L9]Los nombres originales de estos demonios que envía Malacola (Malaco­da) son: Alichino, Calcabrina, Cagnazzo, Barbariccia, Libicocco, Draghignazzo, Ciriatto, Graffiacana, Farfarello y Rubicante.

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