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La casa encantada
Anónimo
Este
corto relato ANÓNIMO, de factura moderna, pertenece a lo que llama Bennet Cerf
«the current crop of ghost stories»,
es decir esas historias de aparecidos que no han dejado de inventarse en pleno
siglo veinte.
Una
joven soñó una noche que caminaba por un extraño sendero campesino, que
ascendía por una colina boscosa cuya cima estaba coronada por una hermosa
casita blanca, rodeada de un jardín. Incapaz de ocultar su placer, llamó a la
puerta de la casa, que finalmente fue abierta por un hombre muy, muy anciano,
con una larga barba blanca. En el momento en que ella empezaba a hablarle,
despertó. Todos los detalles de este sueño permanecieron tan grabados en su
memoria, que por espacio de varios días no pudo pensar en otra cosa. Después
volvió a tener el mismo sueño en tres noches sucesivas. Y siempre despertaba en
el instante en que iba a empezar su conversación con el anciano.
Pocas
semanas más tarde la joven se dirigía en automóvil a Litchfield, donde se
realizaba una fiesta de fin de semana. De pronto tironeó la manga del conductor
y le pidió que detuviera el automóvil. Allí, a la derecha del camino
pavimentado, estaba el sendero campesino de su sueño.
—Espéreme
un momento —suplicó, y echó a andar por el sendero, con el corazón latiéndole
alocadamente. Ya no se sintió sorprendida cuando el caminito subió enroscándose
hasta la cima de la boscosa colina y la dejó ante la casa cuyos menores
detalles recordaba ahora con tanta precisión. El mismo anciano del sueño
respondió a su impaciente llamado.
—Dígame
—dijo ella—, ¿se vende esta casa?
—Sí
—respondió el hombre—, pero no le aconsejo que la compre. ¡Esta casa, hija mía,
está frecuentada por un fantasma!
—Un
fantasma —repitió la muchacha—. Santo Dios, ¿y quién es?
—Usted
—dijo el anciano, y cerró suavemente la puerta.
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