lunes, 8 de junio de 2020

Jacobo Fijman Obra poética 2: Estrella de la mañana. Poemas dispersos. POEMAS DEL I al XX.



Jacobo Fijman

 Obra poética 2:
 

Estrella de la mañana.

Poemas dispersos

 

 VISIONES DE FIJMAN

 

 

Estrella de la Mañana —esta Estrella que según Fijman es la encarnación del Verbo— es tanto un punto de arribo como de comienzo, habla tanto de la muerte como de un renacer: estado de gracia que se alcanza sólo por un absoluto despojamiento, de la visión desolada, y de las palabras que hasta aquí lo sostenían en el mundo y en la vida: Los ojos mueren en la visión desnuda de carne y de palabras.
Los ojos son el vehículo esencial en la poesía de Jacobo Fijman. A través de ellos la obra vuelve a ser mirada y se transforma. Si Molino rojo es la realidad alucinada y giratoria, fijada en poemas; Hecho de estampas es el tránsito inmóvil de la mirada hacia lo vislumbrado más allá de las palabras. Los ojos trazan un recorrido que va del signo al símbolo, de la locura a la mística, avistan las distintas zonas de pasaje de ese alto camino desierto que en Estrella de la Mañana florecerá en puro canto.
Los poemas de Estrella de la Mañana bordean el misterio del alumbramiento, en el que la sustancia renace en la esencia, cuerpo de luz; punto de nada donde la gracia toca y que después se revela como la fuente donde han sido lavados los ojos, contemplación absorta de sentido: La gracia limpia mis ojos en la gracia, mis ojos alumbrados en el Nombre.
El cisne se ha convertido en un cordero de Dios, dará testimonio de su transformación en un canto de alabanza, no exento de la memoria del dolor —incluso por momentos el canto se abisma allí, en un reflejo del pavor real de la vida vivida aquí—, ya que el dolor, la soledad, la muerte, es decir, lo humano, es la condición necesaria para la redención por amor que Cristo significa. Es importante remarcar esta significación del amor, ya que por su intermedio, por el renunciamiento que ello implica, el alma del hombre es redimida y puede reordenar el sin sentido en una especie de perfección trascendente: Alma mía somos en Dios desnudez ordenada.
Desnudez de la carne, en este reino ya no hay máscaras; desnudez de los ojos perdonados, enamorados ahora, sostenidos en la perfección del estado divino; desnudez de la desnudez que implica la libertad del renunciamiento total del hombre en nombre de esa promesa de redención y sosiego que la más absoluta comunión con Dios significa. Y hecho he sido en lo interior de todo y nada.
Diez años después de la publicación de Estrella de la Mañana es internado en el Borda, definitivamente. Se alega una nueva crisis espiritual; se le suma la pobreza. A estas alturas se puede entrever el conflicto que la presencia de este poeta auténtico causó en los círculos literarios; este loco de bondad —judío entre los católicos, cristiano entre los judíos— en el seno de la iglesia y en el perverso sistema de salud y de represión. Pero el conflicto en realidad señala la hipocresía anidada en los circuitos sociales, literarios, hospitalarios, que juzgan la propiedad (mental y material) como requisito de pertenencia, lo que ha impedido a la crítica, a la iglesia, a la psiquiatría, darle a este hombre que sólo cometió «pecados de lengua» el lugar y trato que merecía; y que, en cambio, lo único que pudo hacer con él fue arrojarlo a una marginalidad avergonzante.
La mucha luz alaba su inocencia.

CARLOS RICCARDO



 ESTRELLA DE LA MAÑANA

 

 


 ESTRELLA DE LA MAÑANA

 

 

«Et dabo illi stellam matutinam».

 I

 

 

Los ojos mueren en la alegría de la visión desnuda de carne y de palabras,

en la tierra desnuda y en el cielo desnudo,

en el día desnudo y en la noche desnuda bajo los cielos todo crecidos.

Es demasiado bella la noche de oro de muros y banderas luminosas.

Corremos en la noche de plata bajo la noche de oro.

Tierra desnuda, tierra perfecta, cielo desnudo, cielo perfecto.

Voces desnudas de la voz eterna.

En la noche de oro nos llaman las campanas,

y oímos el vuelo de las palomas desde la noche de plata bajo la noche de oro.




 II

 

 

¡Levantaron las albas sus sentidos en el día de mi pavor con su noche de muerte.

Pavor de días y secretos de días.

Recogemos aromas de los días en el misterio de los misterios.

Caen los muros.

Veo la tierra sabrosa de vida y muerte.

Y sobre mí lloraron las criaturas y cantaron los niños cantores

Los ejércitos de la gracia desnudaron espadas ante el alba.




 III

 

 

Amor, Amor, Amor,

estamos en el abrazo de la tierra y el cielo;

veo fragancias abiertas; siento fragancias abiertas.

Corren fragancias de las aguas, corren fragancias de las llamas.

Soplos perfectos del azul de la noche perfecta, besan las almas.

Besan en nuevo, suben en nuevo las moradas de oro.

En las rodillas de Cristo se asientan las moradas.

Todo de todo se asienta en mi morada,

soplos perfectos del azul de la noche perfecta que sube de la nada a las criaturas.

Amor, Amor, Amor,

la oscuridad del viento, la luz del viento.

Aspiran las estrellas por mi alma y tu alma y el sabor de los días con sus noches

de tierras olorosas donde vienen los soles a aspirar los bosques olorosos.


IV

 

 

Tu alma canta, mi alma reza.

Salta tu canto, vuela mi rezo en Cristo unidos,

en la fragancia preciosa de los ángeles de la muerte.


Tu canto desciende en los silencios y en las llamas de la alabanza.

Tu alma canta, mi alma reza: viento interior de frío, viento interior de llama,

y el frío de los días con sus noches y el frío de las vidas y las muertes.

Tu alma canta, mi alma reza

en reinos florecidos de palomas en el día y la noche interior de la vida y la muerte.

Avivan las palomas el frío de la vida y las llamas de muerte florecida

sobre la muerte fría de la vida.

Rezan mis días la voz de voces, sabor de voces.

En voz de voces ama mi alma tu alma.

Tu alma canta la vigilia de las palomas;

mi alma reza con voz preciosa de la muerte la vigilia de las palomas.




 V

 

 

En la misma belleza saborean las lunas su soledad dichosa.

Caen todas mis muertes en el espanto

de la nada del mal de la nada irreal de la nada.

En las tinieblas puse mis manos cuajadas de llanto.

Arreó la gracia mis ojos perdonados,

y hecho he sido en lo interior de todo y nada.

He sido en el que es de todo y nada en bella gracia.




 VI

 

 

Sobre mis manos agudas

descienden las llamas de las visiones.

Soles y soles.

Corren los soles soles y soles.

Aguas y aguas corren las aguas sobre la luz, sobre las aguas multiplicadas.

Mi boca grande de oración derrama vuelos.

Amo tu nombre con pavor amoroso.

Con pavor amoroso mi camino se alegra y regocija con tu nombre.

Oye mi soledad; mira en mi llanto.

Mi sed crece en mi llanto; tu soledad llega a mi llanto.

Ha entrado la noche en nuestro llanto.




 VII

 

 

El agua oscura, la luz oscura de mi alma quiere morir en Cristo.

Alcanzaremos las palomas crecidas

y las albas crecidas y los corderos crecidos de todas las muertes.

Alcanzaremos el reposo de las palomas, de la una a la otra, de paloma en paloma;

alcanzaremos los corderos, de uno en otro, de cordero en cordero.

En los brazos de Cristo he visto tierra y cielo,

agua y luz, agua y luz, agua de paz y luz de paz,

agua y luz, palomas olorosas, agua y luz, corderos olorosos,

agua de paz y luz de paz, palomas y corderos.

He visto los ángeles que llevan en sí la luz y el agua de la gracia.




 VIII

 

 

Oye tu soledad mi soledad.

Oye en mi soledad la canción amorosa

debajo de mis labios.

Miran los cielos el día de mi corazón.

Oye en mi soledad tu soledad:

río de luz es tu garganta.

Eternidad en los caminos.

Espero en Cristo regocijado de muerte y alegre de muerte.

Paz, paz, en el camino delante de mis ojos.

Reza la sangre, la sangre de mi cuerpo en esperanza.

Pone mi corazón su desnudez perfecta sobre la noche movida en toda gracia

sobre la noche movida en esperanza.

Paz, paz,

en tierras donde corren los soles amorosos del monte santo;

mis noches iluminadas de pavor, alegres de muertes,

regocijadas de muerte.




 IX

 

 

Agua del día y agua de la noche, oración en mi día y en mi noche.

Crecen en la oración,

y alumbra el tiempo levantado de albas.

Gracia del siervo que escuchó los cielos,

niño en la luz y con la luz y por la luz de Cristo.

Resplandece en sus manos los días y las noches, los días escondidos, las noches escondidas.

Vienen los soles escondidos en la criatura llena de muertes;

árbol crecido en oración donde paran los días y las noches revestidos de gracia.

El agua llena de luz y canción escondida.

El agua llena de cielos y silencios de días con sus noches.

El agua pura de adoración lava la muerte de tu ojo bajo los cielos.




 X

 

 

Está contigo la paloma santa.

Alma mía, somos en Dios desnudez ordenada.

Nos levantan las manos olorosas de paraíso.

Ando sobre la tierra

y en nuestra sangre muero y resucito en la sangre de Cristo.

Desnudez ordenada

en las manos cubiertas de sueños y prodigios de sueño y de prodigio.

Desnudez ordenada por la pasión y la muerte.

Desnudez ordenada que cae en la primera muerte y que levanta la primera vida.

Se pone multiplicada de misterios, y la manzana conviértese en palomas,

y los vientos se cubren por sus vuelos.

Nuestras tierras alumbran recostadas en cielos y mediodías.




 XI

 

 

Puesta está la creación toda en el Misterio con Dios visible en Cristo.

Soy el hombre que oye el soplo primero lleno de la frescura de toda eternidad.

Sobre la tierra, sobre los cielos.

Lavan mis soledades para las bodas,

para las bodas de su presencia.

Sobre las piedras, sobre las noches de las piedras se derraman vientos dichosos.

Mis manos se aniquilan y tocan mi soledad de criatura.

Estoy cubierto de soledad para las bodas.

Abro las puertas.

Vuelan los soles olorosos de soledad profunda;

praderas y cielos,

y lluvias de gracias sobre las praderas.

Nuestras almas son las palomas nuevas.

Antiguas puertas se han abierto.

Yo entro bajo la estrella.




 XII

 

 

Los días anchos, las noches largas,

los días altos y las noches profundas entran por muertes de cruz.

Días y noches en luz donde los muertos reposan su soledad comenzada y desmenuzada.

Días y noches acabados

comienzan a desmenuzar las tierras y los cielos.

La noche en luz

donde los muertos reposan su soledad de niños cantores arraigados en Cristo, desmenuzados en Cristo.

La tierra se reposa en la belleza de toda la semejanza en su belleza.

Aman los días entrados en misterios,

días de amor de adentro de los días del más puro gozar.

Días cuajados de padecer de días en llanto.

Padre nuestro que estás en los cielos…




 XIII

 

 

Mañanas olorosas de la visión eterna

en las mañanas de todas las criaturas profundizadas en misterio.

Mañanas olorosas de todas las criaturas en la visión eterna.

Toco las tierras en la misma belleza

de las mañanas olorosas de la visión eterna:

miran a Cristo las criaturas.

Todas las manos levantadas en la misma belleza.

En mis noches oscuras

los júbilos dibujan sobre los muros luces de espada.

Dichosa el alba de las ciudades que hacen en Cristo sus murallas.

Se enlazan en amor perdidas a sí mismas albas, palomas y corderos.

Cristo levanta los caminos de la oración profunda.

Vigilo mis ojos cubiertos de púrpuras sonoras;

desfallecen las albas sobre las tierras amorosas.




 XIV

 

 

Duermo bajo la estrella mi estrella.

Vísperas de la noche en luz donde comienzan

los días y las noches a desmenuzar las tierras

y los cielos.

Amor, Amor, Amor,

se levanta tu luz y el agua salta.

Se levantan tus albas olorosas de suavidad profunda;

se levantan tus soles olorosos de suavidad toda crecida;

se levantan tus lunas olorosas de iluminada suavidad de niños;

y el agua salta albas, lunas y estrellas.

Saltan las albas, saltan las lunas y saltan las estrellas.




 XV

 

 

Ama tu alma mi alma, paz de los días, paz de las noches nacidas en los espantos de muertes,

y en los gozos de muerte y esperanza de muerte.

Amor, Amor, Amor,

tu alma canta dolor de carne, dolor de vida, pavor de muerte

bajo los cielos llovidos de esperanza.

Amor, Amor, Amor,

viste tu desnudez el agua capaz de las criaturas.




 XVI

 

 

Ha entrado la noche,

la noche de los días con sus noches, las tierras frías y los bosques muertos.

Ha entrado la noche de la carne y de los sentidos,

la noche de las tierras caídas y los cielos muertos.

A luz de alma crece tu alma, crece mi alma;

a luz de alma padecemos en cosas,

y tu pavor en mi pavor, y mi pavor en tu pavor,

toda tu soledad, toda mi soledad.

Ha entrado la noche:

y yo rezo en tu canto,

tu canto en la oración en la noche de los sentidos.

Tu corazón se enciende en tu esperanza;

mi corazón se enciende en mi esperanza.

En sí se gozan las lunas de sueño y los soles de paz de tu alma y mi alma.

Asidas con tus manos lunas de amor; asidos con tus manos soles de amor.




 XVII

 

 

Cae en amor tu alma, cae en amor mi alma,

nuestras almas envueltas en palomas.

Llevo en mis brazos tu alma olorosa de canciones en el día callado

y alegría de cielos del corazón profundo.

Cae en profundidad tu alma, cae en profundidad mi alma

desnuda de imágenes y cosas.

Amo tu alma en el amor del mediodía.

Amo tu alma en mis moradas donde saltan corderos amorosos del mediodía.

Cae en aromas tu alma, cae en aromas mi alma,

en el abrazo de la tierra y el cielo,

y envueltas en palomas asientan las estrellas su oscuridad de espanto.

Amor, Amor, Amor,

los soplos de tus nombres abren las puertas de uno en otro de todo en nada,

y el silencio escondido se derrama desde tu nombre santo de todo en nada de uno en otro amor ceñido.

Amor, Amor, Amor.




 XVIII

 

 

Nos levanta la cruz hacia el río de los aromas.

Entre sí suben las criaturas mansas tendidas en amor a Cristo.

Entre sí las criaturas fuertes sobre asientos de paz

que cuidan las espadas en amor de Cristo.

Amor abre la luz, y se derraman soles y bailan los corderos.

Tu alma canta, mi alma reza en los días cerrados, en las noches cerradas,

en la vida cerrada, en la muerte cerrada bajo los vuelos abiertos de los cielos.

Entre sí suben las criaturas mansas

en los asientos puros de olorosos maderos.

Amada,

afuera nos besaremos desnudos de tinieblas y pavores, tendidos en amor de Cristo.




 XIX

 

 

Miran mis ojos amorosos ensalzados de llamas

los días amorosos y mansos y amorosos.

La gracia limpia mis ojos en la gracia, mis ojos alumbrados en el Nombre.

Nacen y crecen

los angélicos vuelos de la vida y la muerte.

Tu alma canta, mi alma reza

en el olor de voces de voz que nace y olor de voces de voz que muere en suavidad de Cristo.

Corren los días alumbrados, corren las noches alumbradas de su paso.

Mis ojos son los ojos en sus ojos; mis manos son las manos en sus manos.




 XX

 

 

Crecen palomas y un reino de corderos;

crecen palomas multiplicadas y un reino de corderos multiplicados.

La manzana es la muerte,

y el vuelo de las palomas crecidas y el reino de los corderos crecidos, la vida eterna en cielos escondida.

Palomas santificadas en la paloma santa

corderos santificados en el cordero santo.

Se hace la luz en las palomas y los corderos.

Caían las manzanas de muerte en muerte sobre el todo y la nada de la vida.

Fuente:
Jacobo Fijman, 1999

Editor digital: Titivillus

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