Jacobo Fijman
Obra
poética 2:
Estrella
de la mañana.
Poemas
dispersos
V ISIONES DE FIJMAN
Estrella de la Mañana —esta Estrella que según Fijman es la encarnación del
Verbo— es tanto un punto de arribo como de comienzo, habla tanto de la muerte
como de un renacer: estado de gracia que se alcanza sólo por un absoluto
despojamiento, de la visión desolada, y de las palabras que hasta aquí lo
sostenían en el mundo y en la vida: Los
ojos mueren en la visión desnuda de carne y de palabras.
Los ojos son el vehículo esencial en la poesía de Jacobo Fijman. A través
de ellos la obra vuelve a ser mirada y se transforma. Si Molino rojo es la realidad alucinada y giratoria, fijada en poemas;
Hecho de estampas es el tránsito
inmóvil de la mirada hacia lo vislumbrado más allá de las palabras. Los ojos
trazan un recorrido que va del signo al símbolo, de la locura a la mística,
avistan las distintas zonas de pasaje de ese alto camino desierto que en Estrella de la Mañana florecerá en puro
canto.
Los poemas de Estrella de la Mañana
bordean el misterio del alumbramiento, en el que la sustancia renace en la
esencia, cuerpo de luz; punto de nada donde la gracia toca y que después se
revela como la fuente donde han sido lavados los ojos, contemplación absorta de
sentido: La gracia limpia mis ojos en la
gracia, mis ojos alumbrados en el Nombre.
El cisne se ha convertido en un cordero de Dios, dará testimonio de su
transformación en un canto de alabanza, no exento de la memoria del dolor
—incluso por momentos el canto se abisma allí, en un reflejo del pavor real de
la vida vivida aquí—, ya que el dolor, la soledad, la muerte, es decir, lo
humano, es la condición necesaria para la redención por amor que Cristo
significa. Es importante remarcar esta significación del amor, ya que por su
intermedio, por el renunciamiento que ello implica, el alma del hombre es
redimida y puede reordenar el sin sentido en una especie de perfección
trascendente: Alma mía somos en Dios
desnudez ordenada.
Desnudez de la carne, en este reino ya no hay máscaras; desnudez de los
ojos perdonados, enamorados ahora, sostenidos en la perfección del estado
divino; desnudez de la desnudez que implica la libertad del renunciamiento total
del hombre en nombre de esa promesa de redención y sosiego que la más absoluta
comunión con Dios significa. Y hecho he
sido en lo interior de todo y nada.
Diez años después de la publicación de Estrella
de la Mañana es internado en el Borda, definitivamente. Se alega una nueva
crisis espiritual; se le suma la pobreza. A estas alturas se puede entrever el
conflicto que la presencia de este poeta auténtico causó en los círculos
literarios; este loco de bondad —judío entre los católicos, cristiano entre los
judíos— en el seno de la iglesia y en el perverso sistema de salud y de
represión. Pero el conflicto en realidad señala la hipocresía anidada en los
circuitos sociales, literarios, hospitalarios, que juzgan la propiedad (mental
y material) como requisito de pertenencia, lo que ha impedido a la crítica, a
la iglesia, a la psiquiatría, darle a este hombre que sólo cometió «pecados de
lengua» el lugar y trato que merecía; y que, en cambio, lo único que pudo hacer
con él fue arrojarlo a una marginalidad avergonzante.
La mucha luz alaba su inocencia.
CARLOS RICCARDO
ESTRELLA DE LA MAÑANA
ESTRELLA DE LA MAÑANA
«Et dabo illi stellam matutinam».
I
Los ojos mueren en la alegría de
la visión desnuda de carne y de palabras,
en la tierra desnuda y en el
cielo desnudo,
en el día desnudo y en la noche
desnuda bajo los cielos todo crecidos.
Es demasiado bella la noche de
oro de muros y banderas luminosas.
Corremos en la noche de plata
bajo la noche de oro.
Tierra desnuda, tierra perfecta,
cielo desnudo, cielo perfecto.
Voces desnudas de la voz eterna.
En la noche de oro nos llaman las
campanas,
y oímos el vuelo de las palomas
desde la noche de plata bajo la noche de oro.
II
¡Levantaron las albas sus
sentidos en el día de mi pavor con su noche de muerte.
Pavor de días y secretos de días.
Recogemos aromas de los días en
el misterio de los misterios.
Caen los muros.
Veo la tierra sabrosa de vida y
muerte.
Y sobre mí lloraron las criaturas
y cantaron los niños cantores
Los ejércitos de la gracia
desnudaron espadas ante el alba.
III
Amor, Amor, Amor,
estamos en el abrazo de la tierra
y el cielo;
veo fragancias abiertas; siento
fragancias abiertas.
Corren fragancias de las aguas,
corren fragancias de las llamas.
Soplos perfectos del azul de la
noche perfecta, besan las almas.
Besan en nuevo, suben en nuevo
las moradas de oro.
En las rodillas de Cristo se
asientan las moradas.
Todo de todo se asienta en mi
morada,
soplos perfectos del azul de la
noche perfecta que sube de la nada a las criaturas.
Amor, Amor, Amor,
la oscuridad del viento, la luz
del viento.
Aspiran las estrellas por mi alma
y tu alma y el sabor de los días con sus noches
de tierras olorosas donde vienen
los soles a aspirar los bosques olorosos.
IV
Tu alma canta, mi alma reza.
Salta tu canto, vuela mi rezo en
Cristo unidos,
en la fragancia preciosa de los
ángeles de la muerte.
Tu canto desciende en los
silencios y en las llamas de la alabanza.
Tu alma canta, mi alma reza:
viento interior de frío, viento interior de llama,
y el frío de los días con sus
noches y el frío de las vidas y las muertes.
Tu alma canta, mi alma reza
en reinos florecidos de palomas
en el día y la noche interior de la vida y la muerte.
Avivan las palomas el frío de la
vida y las llamas de muerte florecida
sobre la muerte fría de la vida.
Rezan mis días la voz de voces,
sabor de voces.
En voz de voces ama mi alma tu
alma.
Tu alma canta la vigilia de las
palomas;
mi alma reza con voz preciosa de
la muerte la vigilia de las palomas.
V
En la misma belleza saborean las
lunas su soledad dichosa.
Caen todas mis muertes en el
espanto
de la nada del mal de la nada
irreal de la nada.
En las tinieblas puse mis manos
cuajadas de llanto.
Arreó la gracia mis ojos
perdonados,
y hecho he sido en lo interior de
todo y nada.
He sido en el que es de todo y
nada en bella gracia.
VI
Sobre mis manos agudas
descienden las llamas de las
visiones.
Soles y soles.
Corren los soles soles y soles.
Aguas y aguas corren las aguas sobre
la luz, sobre las aguas multiplicadas.
Mi boca grande de oración derrama
vuelos.
Amo tu nombre con pavor amoroso.
Con pavor amoroso mi camino se
alegra y regocija con tu nombre.
Oye mi soledad; mira en mi
llanto.
Mi sed crece en mi llanto; tu soledad
llega a mi llanto.
Ha entrado la noche en nuestro
llanto.
VII
El agua oscura, la luz oscura de
mi alma quiere morir en Cristo.
Alcanzaremos las palomas crecidas
y las albas crecidas y los
corderos crecidos de todas las muertes.
Alcanzaremos el reposo de las
palomas, de la una a la otra, de paloma en paloma;
alcanzaremos los corderos, de uno
en otro, de cordero en cordero.
En los brazos de Cristo he visto
tierra y cielo,
agua y luz, agua y luz, agua de
paz y luz de paz,
agua y luz, palomas olorosas,
agua y luz, corderos olorosos,
agua de paz y luz de paz, palomas
y corderos.
He visto los ángeles que llevan
en sí la luz y el agua de la gracia.
VIII
Oye tu soledad mi soledad.
Oye en mi soledad la canción
amorosa
debajo de mis labios.
Miran los cielos el día de mi
corazón.
Oye en mi soledad tu soledad:
río de luz es tu garganta.
Eternidad en los caminos.
Espero en Cristo regocijado de
muerte y alegre de muerte.
Paz, paz, en el camino delante de
mis ojos.
Reza la sangre, la sangre de mi
cuerpo en esperanza.
Pone mi corazón su desnudez
perfecta sobre la noche movida en toda gracia
sobre la noche movida en
esperanza.
Paz, paz,
en tierras donde corren los soles
amorosos del monte santo;
mis noches iluminadas de pavor,
alegres de muertes,
regocijadas de muerte.
IX
Agua del día y agua de la noche,
oración en mi día y en mi noche.
Crecen en la oración,
y alumbra el tiempo levantado de
albas.
Gracia del siervo que escuchó los
cielos,
niño en la luz y con la luz y por
la luz de Cristo.
Resplandece en sus manos los días
y las noches, los días escondidos, las noches escondidas.
Vienen los soles escondidos en la
criatura llena de muertes;
árbol crecido en oración donde
paran los días y las noches revestidos de gracia.
El agua llena de luz y canción
escondida.
El agua llena de cielos y
silencios de días con sus noches.
El agua pura de adoración lava la
muerte de tu ojo bajo los cielos.
X
Está contigo la paloma santa.
Alma mía, somos en Dios desnudez
ordenada.
Nos levantan las manos olorosas
de paraíso.
Ando sobre la tierra
y en nuestra sangre muero y
resucito en la sangre de Cristo.
Desnudez ordenada
en las manos cubiertas de sueños
y prodigios de sueño y de prodigio.
Desnudez ordenada por la pasión y
la muerte.
Desnudez ordenada que cae en la
primera muerte y que levanta la primera vida.
Se pone multiplicada de
misterios, y la manzana conviértese en palomas,
y los vientos se cubren por sus
vuelos.
Nuestras tierras alumbran
recostadas en cielos y mediodías.
XI
Puesta está la creación toda en
el Misterio con Dios visible en Cristo.
Soy el hombre que oye el soplo
primero lleno de la frescura de toda eternidad.
Sobre la tierra, sobre los
cielos.
Lavan mis soledades para las
bodas,
para las bodas de su presencia.
Sobre las piedras, sobre las
noches de las piedras se derraman vientos dichosos.
Mis manos se aniquilan y tocan mi
soledad de criatura.
Estoy cubierto de soledad para
las bodas.
Abro las puertas.
Vuelan los soles olorosos de soledad
profunda;
praderas y cielos,
y lluvias de gracias sobre las
praderas.
Nuestras almas son las palomas
nuevas.
Antiguas puertas se han abierto.
Yo entro bajo la estrella.
XII
Los días anchos, las noches
largas,
los días altos y las noches profundas
entran por muertes de cruz.
Días y noches en luz donde los
muertos reposan su soledad comenzada y desmenuzada.
Días y noches acabados
comienzan a desmenuzar las
tierras y los cielos.
La noche en luz
donde los muertos reposan su
soledad de niños cantores arraigados en Cristo, desmenuzados en Cristo.
La tierra se reposa en la belleza
de toda la semejanza en su belleza.
Aman los días entrados en
misterios,
días de amor de adentro de los
días del más puro gozar.
Días cuajados de padecer de días
en llanto.
Padre nuestro que estás en los
cielos…
XIII
Mañanas olorosas de la visión
eterna
en las mañanas de todas las
criaturas profundizadas en misterio.
Mañanas olorosas de todas las
criaturas en la visión eterna.
Toco las tierras en la misma
belleza
de las mañanas olorosas de la
visión eterna:
miran a Cristo las criaturas.
Todas las manos levantadas en la
misma belleza.
En mis noches oscuras
los júbilos dibujan sobre los
muros luces de espada.
Dichosa el alba de las ciudades
que hacen en Cristo sus murallas.
Se enlazan en amor perdidas a sí
mismas albas, palomas y corderos.
Cristo levanta los caminos de la
oración profunda.
Vigilo mis ojos cubiertos de
púrpuras sonoras;
desfallecen las albas sobre las
tierras amorosas.
XIV
Duermo bajo la estrella mi
estrella.
Vísperas de la noche en luz donde
comienzan
los días y las noches a
desmenuzar las tierras
y los cielos.
Amor, Amor, Amor,
se levanta tu luz y el agua
salta.
Se levantan tus albas olorosas de
suavidad profunda;
se levantan tus soles olorosos de
suavidad toda crecida;
se levantan tus lunas olorosas de
iluminada suavidad de niños;
y el agua salta albas, lunas y
estrellas.
Saltan las albas, saltan las
lunas y saltan las estrellas.
XV
Ama tu alma mi alma, paz de los
días, paz de las noches nacidas en los espantos de muertes,
y en los gozos de muerte y
esperanza de muerte.
Amor, Amor, Amor,
tu alma canta dolor de carne,
dolor de vida, pavor de muerte
bajo los cielos llovidos de
esperanza.
Amor, Amor, Amor,
viste tu desnudez el agua capaz
de las criaturas.
XVI
Ha entrado la noche,
la noche de los días con sus
noches, las tierras frías y los bosques muertos.
Ha entrado la noche de la carne y
de los sentidos,
la noche de las tierras caídas y
los cielos muertos.
A luz de alma crece tu alma,
crece mi alma;
a luz de alma padecemos en cosas,
y tu pavor en mi pavor, y mi
pavor en tu pavor,
toda tu soledad, toda mi soledad.
Ha entrado la noche:
y yo rezo en tu canto,
tu canto en la oración en la
noche de los sentidos.
Tu corazón se enciende en tu
esperanza;
mi corazón se enciende en mi
esperanza.
En sí se gozan las lunas de sueño
y los soles de paz de tu alma y mi alma.
Asidas con tus manos lunas de
amor; asidos con tus manos soles de amor.
XVII
Cae en amor tu alma, cae en amor
mi alma,
nuestras almas envueltas en
palomas.
Llevo en mis brazos tu alma
olorosa de canciones en el día callado
y alegría de cielos del corazón
profundo.
Cae en profundidad tu alma, cae
en profundidad mi alma
desnuda de imágenes y cosas.
Amo tu alma en el amor del
mediodía.
Amo tu alma en mis moradas donde
saltan corderos amorosos del mediodía.
Cae en aromas tu alma, cae en
aromas mi alma,
en el abrazo de la tierra y el
cielo,
y envueltas en palomas asientan
las estrellas su oscuridad de espanto.
Amor, Amor, Amor,
los soplos de tus nombres abren
las puertas de uno en otro de todo en nada,
y el silencio escondido se
derrama desde tu nombre santo de todo en nada de uno en otro amor ceñido.
Amor, Amor, Amor.
XVIII
Nos levanta la cruz hacia el río
de los aromas.
Entre sí suben las criaturas
mansas tendidas en amor a Cristo.
Entre sí las criaturas fuertes
sobre asientos de paz
que cuidan las espadas en amor de
Cristo.
Amor abre la luz, y se derraman
soles y bailan los corderos.
Tu alma canta, mi alma reza en
los días cerrados, en las noches cerradas,
en la vida cerrada, en la muerte
cerrada bajo los vuelos abiertos de los cielos.
Entre sí suben las criaturas
mansas
en los asientos puros de olorosos
maderos.
Amada,
afuera nos besaremos desnudos de
tinieblas y pavores, tendidos en amor de Cristo.
XIX
Miran mis ojos amorosos
ensalzados de llamas
los días amorosos y mansos y
amorosos.
La gracia limpia mis ojos en la
gracia, mis ojos alumbrados en el Nombre.
Nacen y crecen
los angélicos vuelos de la vida y
la muerte.
Tu alma canta, mi alma reza
en el olor de voces de voz que
nace y olor de voces de voz que muere en suavidad de Cristo.
Corren los días alumbrados,
corren las noches alumbradas de su paso.
Mis ojos son los ojos en sus
ojos; mis manos son las manos en sus manos.
XX
Crecen palomas y un reino de
corderos;
crecen palomas multiplicadas y un
reino de corderos multiplicados.
La manzana es la muerte,
y el vuelo de las palomas
crecidas y el reino de los corderos crecidos, la vida eterna en cielos
escondida.
Palomas santificadas en la paloma
santa
corderos santificados en el
cordero santo.
Se hace la luz en las palomas y
los corderos.
Caían las manzanas de muerte en
muerte sobre el todo y la nada de la vida.
Jacobo Fijman, 1999
Editor digital: Titivillus
ePub base r1.2
No hay comentarios:
Publicar un comentario