sábado, 29 de julio de 2017

Vladimir Nabokov. Cuentos Completos.


Cuentos Completos.
A Vera
 Prólogo

 Los relatos de Nabokov fueron apareciendo individualmen-te en distintas revistas y colecciones hasta que finalmente, en vida del autor, se publicó la versión inglesa definitiva de los mismos en cuatro volúmenes que agrupan cincuenta y dos relatos: Nabokov’s Dozen (Trece relatos), A Russian Beauty and Other Stories (Una belleza rusa), Tyrants Destroyed and Other Stories y Details of a Sunset and Other Stories.
 Nabokov había manifestado hacía tiempo la intención de publicar un volumen final pero estaba indeciso sobre la posibili-dad de que existieran suficientes relatos de la calidad requerida por él para integrarse en una nueva «docena» numérica o nabokoviana. Su vida creativa era demasiado intensa y plena y se vio trun-cada tan repentinamente que le impidió realizar la selección final. Había esbozado una breve lista de los relatos que consideraba dig-nos de ser publicados, una lista que denominó el «fondo del ba-rril». Se refería, con ello, según me explicó, no a su calidad, sino al hecho de que, entre el material que pudo consultar en aquel mo-mento, aquellos relatos eran los únicos que merecían publicarse. Sin embargo, después de organizar y comprobar nuestro archivo por completo, Vera Nabokov y yo mismo logramos reunir un total de Trece relatos que, a nuestro modesto juicio, habrían merecido la aprobación de Nabokov frente a una eventual publicación. De ahí que la lista, el «fondo del barril», deba considerarse únicamente co-mo una lista parcial preliminar: sólo incluye ocho de los Trece relatos aquí recogidos por vez primera, y en ella aparece asimismo El hechicero, que no se incluye en esta colección pero que había sido pu-blicada en inglés como novela corta (Nueva York, Putnam, 1986; Nueva York, Vintage International, 1991). Tampoco los títulos pro-visionales se corresponden en todos los casos con los títulos que apa-recen en este libro.
 De la lista que lleva por título «Relatos escritos en inglés», Nabokov omitió «Primer amor» (publicada originalmente en The New Yorker con el título de «Colette»), lo cual pudo deberse a un puro descuido o quizá a su transformación en uno de los capítulos de Habla, memoria (originalmente titulado Conclusive Evidence). Algu-nas notas e instrucciones —en ruso— en el extremo superior iz-quierdo del documento sugieren que esta lista era la copia defini-tiva que pensaba pasar a máquina y que incluso pensaba publicar, aunque no en Trece relatos, pues este libro (1958) es anterior a la lista (que contiene «Las hermanas Vane», escrita en 1959).
 Los cuatro volúmenes «definitivos» mencionados más arriba fueron preparados y organizados por Nabokov tomando como ba-se varios criterios —tema, época, ambiente, uniformidad y variedad—. Parece justo que cada uno de ellos conserve su carácter e identidad como parte de un volumen concreto en lo que se refiere a la futura publicación de los mismos. Los Trece relatos publicados en Francia e Italia, con los respectivos títulos de La Vénitienne y La veneziana, se han ganado probablemente el derecho a aparecer como volúmenes separados en la correspondiente versión inglesa. Estos Trece relatos han tenido asimismo otros estrenos, tanto individuales como colectivos, en otras partes de Europa y las «docenas» previas han visto la luz en todo el mundo, a veces formando constelaciones distintas como es el caso del reciente volumen Russkaya Dyuzbena («Docena rusa») en Israel. No me referiré a lo publicado en la Rusia posperestroika, porque hasta el momento y con honrosas excepciones ha sido una historia de pirateo editorial de derechos de autor a gran escala, aunque hay que decir que se apuntan ya en el horizonte una serie de mejoras.
 La colección completa que ahora presentamos, aunque no trata de eclipsar a las anteriores, sigue deliberadamente un orden cronológico, o la máxima aproximación al mismo. Para ello, el or-den seguido en colecciones anteriores ha tenido que ser alterado en ocasiones, y los relatos que aparecen recogidos aquí por vez prime-ra han sido integrados en su lugar correspondiente. Nuestro crite-rio ha sido la fecha de composición de los mismos. Cuando ésta no estaba disponible o era confusa, hemos apelado a la fecha de publi-cación o a la primera mención de la misma. Once de los Trece relatos nuevos vieron en esta colección su primera traducción al inglés. Cinco de ellos aún no habían sido publicados hasta la reciente apa-rición de los «nuevos» trece en varias lenguas europeas. Se encon-trarán más detalles bibliográficos junto con otra información inte-resante al final del libro.
 Una ventaja evidente de la ordenación que aquí se ha se-guido es que nos permite tener una estimable visión general del desarrollo de Nabokov como escritor de ficción. También es inte-resante comprobar que los vectores no son siempre lineales, y que un relato sorprendentemente maduro se cuela de repente entre una serie de relatos más sencillos de juventud. Aunque es cierto que iluminan la evolución de su proceso creativo y que nos proporcio-nan inestimables claves acerca de los temas y los métodos que uti-lizaría más tarde, los relatos de Vladimir Nabokov constituyen no obstante su obra más accesible. Incluso aquellos que están íntima-mente ligados a alguna de las novelas, tienen entidad y consistencia propia. Y aunque admiten diversos niveles de lectura, no requie-ren demasiado bagaje literario previo. Ofrecen una gratificación inmediata al lector independientemente de que éste se haya aven-turado en la más compleja y procelosa escritura nabokoviana o en la historia personal del autor.
 La responsabilidad de la traducción al inglés de los trece «nuevos» relatos es estrictamente mía. La traducción al inglés de la mayoría de los relatos previamente publicados en ruso fue fruto de una colaboración sin fisuras entre padre e hijo, en la que el pa-dre gozaba, como autor, de licencia para alterar sus propios textos en la traducción en la forma y manera que él considerara conve-niente. Y es concebible que lo hubiera hecho también en los rela-tos que aquí traduje por primera vez al inglés. Ni que decir tiene que, como traductor en solitario, la única libertad que me he per-mitido ha sido la corrección de un error ocasional o errata tipográ-fica, y la rectificación de algún error de bulto editorial; el más evi-dente ha sido la omisión de la última y maravillosa página de «El ayudante de dirección», en todas las ediciones inglesas y america-nas hechas a partir de la primera en esa lengua. Por cierto, en la canción que serpentea un par de veces por el relato, el Don Cossack que arroja a su novia al Volga no es otro que Stenka Razin.
 He de confesar que, en el transcurso de la larga preparación de este volumen, me he beneficiado de los comentarios y adverten-cias de aguzados traductores y editores de colecciones similares en otras lenguas, así como de la visión escrupulosa de quienes han pu-blicado o están publicando algunos de estos relatos, individualmen-te, en inglés. Por más intensa y pedante que sea la revisión, siempre resulta inevitable algún error o desliz imperceptible. No obstante, los futuros editores y traductores deberán tomar en cuenta que es-te volumen refleja la versión más ajustada —en la fecha de su pu-blicación— de los textos ingleses, especialmente en lo que respec-ta a los Trece relatos reunidos aquí por vez primera a partir de los originales rusos (que, en ocasiones, han resultado muy difíciles de descifrar, con deslices posibles o probables de la mano del autor o del copista que han requerido a veces de difíciles decisiones, y que, en algún momento, presentan más de una variante).
 En honor a la justicia debo decir que tengo que agradecer aquí el envío espontáneo del borrador de dos relatos por parte de Charles Nicol y Gene Barabtarlo. Les agradezco a ambos su traba-jo que aprecio en lo que vale, ya que en ambos casos no dejé de en-contrar ciertas trouvailles. No obstante, y con el fin de mantener un estilo homogéneo, he conservado, por regla general, mis propias ex-presiones inglesas. Debo agradecer a Brian Boyd, Dieter Zimmer y Michael Juliar su infatigable trabajo de búsqueda bibliográfica. Y sobre todo agradezco a Vera Nabokov su sabiduría infinita, su excelente juicio y la fuerza de voluntad que le llevó, a pesar de sus problemas de vista y de la debilidad de sus manos, a pergeñar una traducción preliminar de varios pasajes de «Dioses» en los últimos días de su vida.
 Necesitaría mucho más espacio del que brinda un mero prólogo para esbozar las líneas maestras de los temas, métodos e imágenes que se entretejen y desarrollan en estos relatos, así como de los ecos de la juventud de Nabokov en Rusia, sus años universi-tarios en Inglaterra, su período de exilio en Alemania y Francia y la América que se entretenía en inventar, según decía él mismo, después de haber inventado Europa. Daré unos cuantos ejemplos escogidos al azar. «La Veneciana», con su sorprendente giro, cons-tituye un eco o réplica de la pasión de Nabokov por la pintura (a la que pensaba dedicarse cuando era niño) contra un fondo de te-nis que jugaba y describía con un encanto especial. Las otras doce constituyen un abanico que va desde la fábula («El dragón») y la intriga política («Se habla ruso») hasta una suerte de impresionis-mo poético de corte muy personal («Sonidos» y «Dioses»).
 En sus notas (que se incluyen al final de este libro) Nabokov nos ofrece una serie de revelaciones sobre los relatos previamente recogidos en distintos volúmenes. Yo sólo añadiré brevemente el fantástico tema del doble espacio-temporal (en «Terra Incógnita» y «La visita al museo») que prefigura el ambiente de Ada o el ar-dor, Pálido fuego y hasta cierto punto el de Cosas transparentes y Look at the Harlequins! (¡Mirad los arlequines!) La predilección de Nabo-kov por las mariposas es un tema central de «Aureliana» y resplan-dece en otros relatos varios. Pero lo que es más extraño, la música, a la que nunca profesó un amor especial, figura prominentemente en su escritura («Sonidos», «Bachmann», «Música», «El ayudante de dirección»).
 A mí me resulta especialmente conmovedora y cercana la sublimación que lleva a cabo en «Lance» (así me lo confesó mi pa-dre) de las experiencias de mis padres en sus días de montañismo. Pero quizá el tema más profundo y más importante, constituya o no el nudo temático principal o aparezca como motivo subalterno, sea el desprecio absoluto de Nabokov por la crueldad —la cruel-dad de los humanos, la crueldad del destino—, pero con ello entra-mos en un terreno donde existen demasiados ejemplos como para que podamos permitirnos ni siquiera nombrarlos.
 DMITRI NABOKOV
 San Petersburgo (Rusia) y Montreux (Suiza), junio de 1995

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