miércoles, 30 de noviembre de 2016

BORGES PROFESOR. Curso de literatura inglesa en la Universidad de Buenos Aires.


 (En la gráfica:Leonor Rita Acevedo Suárez de Borges  madre del escritor argentino Jorge Luis Borges).
Miércoles 30 de noviembre de 1966. Clase Nº 19 Poemas de Robert Browning.                                                                                                     Una charla con Alfonso Reyes. The Ring and the Book.


Proseguimos ahora con el estudio de la obra de Robert Brow-ning. Recuerdo que a éste le preguntaron una vez el sentido de un poema suyo, y él contestó: "Lo escribí hace tiempo. Cuando lo hice, Dios y yo sabíamos lo que significaba. Ahora, sólo Dios lo sabe", para eludir la contestación.
Hablé de algunos poemas menores suyos, y hay un poema que yo querría recomendar a ustedes, pero que no puedo exponer siquiera ligeramente. Es quizás el más extraño de todos, y se titu-la "Childe Roland to the Dark Tower Came".  "Childe Roland", "childe" no significa "niño" aquí. Es un antiguo título de noble-za y se escribe con una "e". "Childe Roland a la oscura torre lle-gó", esta línea está tomada de Shakespeare:  es el nombre de una balada que se ha perdido. Es quizá lo más extraño del poema, de los poemas de Browning. El gran poeta americano Carl Sandburg ha escrito un poema titulado "Manitoba Childe Roland".  Cuen-ta cómo le leyó ese poema a un niño  en una granja en Minneso-ta, y cómo el niño no entendía nada —quizás el lector tampoco lo entendiera del todo— pero cómo los dos se dejaron llevar por la fascinación del misterio de ese poema que nunca ha sido ex-plicado. Está lleno de circunstancias mágicas. Ocurre evidente-mente en la Edad Media. No una Edad Media histórica, sino la Edad Media de los libros de caballerías, de los libros de la biblio-teca de Don Quijote.
Y ahora, antes de hablar de The Ring and the Book, quiero referirme a otros poemas de Browning, un poco al azar. Hay uno que se titula: "Mr. Sludge, the Medium",  "El señor Sludge, el médium". El protagonista de este poema es un médium, un falso médium que le sacaba mucho dinero a un millonario ame-ricano que está desesperado por la muerte, por la reciente muer-te de su mujer. Mister Sludge ha puesto en comunicación al viu-do con el espíritu de la mujer muerta. Y luego ha sido descubier-to por aquél, por el propio millonario americano, y el otro dice que lo va a denunciar a la policía, por impostor, pero finalmente dice que no hará nada a condición de que Mr. Sludge, el falso médium, le cuente la verdadera historia de su carrera, una carre-ra hecha de imposturas. Y el otro dice que oyó hablar de espiri-tismo y pensó que podía aprovecharlo, que no es difícil engañar a personas que están deseosas de ser engañadas. Que en realidad los engañados por él —sin excluir al propio señor iracundo que lo amenaza— han sido cómplices, han cerrado los ojos ante mentiras burdas. Le dice cómo él al principio les mostraba a sus víctimas textos escritos de la propia mano de Homero, y que co-mo él no conocía el alfabeto griego, las palabras griegas estaban representadas por redondeles y por puntos "antes que encontra-ra el libro útil que sabe". Después fue adquiriendo su confianza y llega a una especie de exaltación de sí mismo y luego, de pron-to, al abandono de sí mismo, y quiere recuperar la confianza de su víctima. Le dice al otro que si no oye en ese momento la voz de su querida mujer, de esa mujer a quien él mismo ha aprendi-do a querer a través del amor del otro y del diálogo con su espí-ritu. El otro lo amenaza entonces con violencias físicas. Mr. Sludge sigue confesando la verdad y llegamos así al final del poe-ma. Un largo poema, porque Browning había estudiado muy bien el tema, el tema de las imposturas médium. Llegamos al fi-nal a esta conclusión del todo inesperada por el lector y por quienes han seguido la historia de sus imposturas y el mecanis-mo de sus viejas imposturas. Al final el médium, a quien el otro está a punto de atacar, de castigar físicamente, le dice que todo lo que ha dicho es verdad, que no ha sido un impostor. En cuanto a las cartas de su mujer muerta, él las llevaba escondidas en las mangas del saco. "Sin embargo —agrega—, yo creo que hay al-go en el espiritismo, yo creo en el otro mundo", a pesar de todas sus trampas. Es decir, el protagonista reconoce que ha sido un impostor, pero eso no quiere decir que no haya otro mundo y que no haya espíritus. Se ve cómo a Browning le gustaban las si-tuaciones y las almas ambiguas. Por ejemplo, en este caso, el im-postor es asimismo un creyente.
Hay un poema breve titulado "Memorabilia",  "cosas dignas de ser recordadas", en latín. El título creo que está tomado de al-gunas escenas intercaladas en la obra del gran místico sueco Swedenborg. Es el caso de dos señores que están conversando, y resulta que uno de ellos ha conocido al poeta ateo Shelley,  ese poeta que influyó tanto en la juventud. Y uno le dice al otro: "Pero cómo, ¿usted le habló a Shelley? ¿Usted lo vio, le habló y usted le contestó? ¡Qué raro es todo esto y sin embargo es ver-dadero!" Y el otro le dice que una vez tuvo que atravesar un pá-ramo, un páramo que tenía su nombre y que sin duda tenía su uso, su empleo, su destino en el mundo. Y sin embargo él se ha olvidado de todo. Lo que él recuerda es una pluma de águila. To-do lo demás, las millas en blanco, ha sido borrado. Ahí él vio y él recogió y puso en su pecho la pluma del águila, y se ha olvi-dado de lo demás. Así ocurre en su vida, en otras circunstancias. El ya se ha olvidado, pero recuerda su encuentro con Shelley. 
Este año yo lo conocí a Alfonso Reyes. Él me habló del gran poeta mexicano Othón,  y yo le dije: "¿Cómo? ¿Usted lo cono-ció a Othón?" Y Reyes se acordó inmediatamente del poema de Browning y repitió la primera estrofa:

Ah, did you once see Shelley plain,
And did he stop and speak to you?
And did you speak to him again?
How strange it seems, and new!

Y luego, al final:

A moulted feather, an eagle-feather
Well, I forget the rest. 

Y hay otro poema sobre un hombre que está muriéndose, y viene un pastor, un pastor protestante, que evidentemente le di-ce que el mundo es un valle de lágrimas.  Y el hombre le dice: "Do I see the world as a valley of tears? No, reverend Sir, not I": "¿Veo yo acaso el mundo como un valle de lágrimas? No, reve-rendo señor, no yo". Y entonces él, que está desfigurado y mu-riéndose, le dice que lo que él recuerda del mundo no tiene na-da que ver con un valle de lágrimas. Que lo que él recuerda es una casa, una quinta en la que vive una mujer, sin duda una sir-vienta con la cual él tuvo amores. Y para describir la topografía de la casa, él se vale de las botellas de remedio de la mesa de luz. Y él dice que "esa cortina que hay ahí es verde o es azul para una persona sana, pero a mí me sirve para recordar la persiana de la casa, cómo era, y el callejón que había al lado, porque yo, escu-rriéndome por ahí, podía llegar a la puerta, y allí estaba ella, es-perándome". "Yo sé" —dice—, "that all this is improper", "que todo es impropio, que todo esto es indecente, pero estoy mu-riéndome".  Y entonces le dice que él recuerda esos amores ilí-citos con la sirvienta. Eso es lo único que él recuerda, eso es lo único que la vida le ha dejado en esos últimos momentos, y lo que él recuerda al fin, sin remordimientos.
Hay otro poema cuyo protagonista es Caliban.  Browning había leído un libro sobre las fuentes que usó Shakespeare y so-bre las divinidades patagónicas, un dios llamado Setebos. Y Browning se basa en esas noticias sobre la religión de los indios patagónicos para este poema, titulado "Caliban sobre Setebos".
Y hay otro poema: "El amor entre las ruinas",  y éste se de-sarrolla en la campaña de Roma. Y hay un hombre —podemos suponer que es un pastor— que habla de las ruinas y que descri-be el esplendor de una ciudad que había existido ahí. Habla de los reyes, de los miles de jinetes, de los palacios, de los banque-tes, un tema parecido a la elegía anglosajona de "La Ruina". Y después dice que él solía encontrarse ahí con una muchacha, y que esa muchacha lo esperaba, y que él veía el amor en sus ojos antes de acercarse a ella y abrazarla. Concluye diciendo que de todo lo que hay en el mundo lo mejor es el amor, que a él le bas-ta con el amor, que qué le importan los reyes e imperios que ha-yan desaparecido. Porque hay en Browning —y yo no he habla-do suficientemente de ello— muchos poemas de amor, de amor físico también. Y es este tema del amor el que se refiere en el li-bro que trataremos hoy, antes de hablar de Dante Gabriel Ros-setti —que funda la fraternidad prerrafaelista, Pre-Raphaelite Brotherhood, y que es algo posterior a Browning—. Pero el gran libro de Browning, un libro escrito con una técnica muy curio-sa, es The Ring and the Book, "El anillo y el libro". No sé si al-guno de ustedes vio un admirable film japonés que se estrenó hace muchos años titulado Rashômon.  Ahora, el autor del argu-mento de ese film, Akutagawa,  fue el primer traductor japonés de Browning, y tomó la técnica de este admirable film de The Ring and the Book de Browning. Salvo que The Ring and the Book es mucho más complejo que el film. Lo cual se explica, porque un libro puede ser mucho más complejo que un film. En el film tenemos la historia de un samurai que atraviesa la selva con su mujer. Lo ataca un bandolero. El bandolero mata a la mu-jer, y luego tenemos tres versiones de un mismo hecho. Una la cuenta el samurai, otra la cuenta el bandolero y otra la cuenta el espíritu de la mujer a través de la boca de una bruja. Y las tres historias son diferentes. Sin embargo, se refieren a un mismo he-cho. Ahora, Browning intentó algo parecido, pero algo mucho más difícil, porque a Browning le interesaba la búsqueda de la verdad. Empecemos por el título del libro: The Ring and the Book, "El anillo y el libro". Esto puede explicarse así: Browning empieza diciendo que para hacer un anillo —y el anillo viene a ser una metáfora del libro que él está a punto de escribir, que ya ha empezado a escribir, The Ring and the Book— es necesaria una aleación de metales. El anillo no puede estar hecho de oro puro, es necesario mezclar el oro con otros metales de ley más baja. Y él, para hacer el libro, ha tenido que agregar al oro —es-ta humildad también es típica de Browning—, él ha tenido que mezclar metales más bajos, los metales de su propia imaginación. En cuanto al metal puro, él lo ha encontrado. Lo ha encontrado, pero ha tenido que extraerlo también de un libro que encontró en un puesto en Florencia, y ese libro es la historia de un proce-so criminal que ocurrió un siglo antes en Roma.
Ese libro ha sido traducido al inglés, publicado por la Every-man's Library, que ustedes conocerán, bajo el título de The Old Yellow Book,  El viejo libro amarillo. Ese libro contiene toda la historia de un proceso criminal, una historia muy sórdida, una historia bastante horrible. Ahí se trata de un conde que se ha ca-sado con una mujer campesina creyendo que ella era una mujer rica. Luego él la ha repudiado, la ha encerrado en un convento. Ella ha logrado huir del convento para ir a vivir en casa de sus padres. Y ahí aparece el conde, que sospecha que ella ha sido adúltera, que ella ha tenido amores con un sacerdote. Ahí el con-de ha sido acompañado de varios asesinos, han entrado en la ca-sa y la han matado. Luego él ha sido arrestado, y el libro contie-ne las declaraciones del asesino y algunas cartas. Browning leyó y releyó, y entró en todos los pormenores de esta historia sórdi-da. Finalmente el conde es condenado a muerte por el asesinato de su mujer. Y entonces Browning resolvió averiguar cuál era la verdad y escribió The Ring and the Book.
Y en The Ring and the Book tenemos repetida, creo que diez veces, la misma historia. Y lo curioso, lo original, es que la his-toria —a diferencia de lo que ocurre con Rashômon— es, en lo que se refiere a los hechos, la misma. El lector del libro llega a conocerla perfectamente. Pero la diferencia está en el punto de vista de cada personaje.  Posiblemente Browning se inspiró en las novelas epistolares que estaban de moda durante el siglo XVIII y a principios del XIX. Creo que Die Wahlverwandtschaf-ten, Las afinidades electivas, de Goethe,  pertenece a este géne-ro. Y se inspiró también en las novelas de Wilkie Collins. Co-llins, para aligerar el largo relato de sus tramas policiales, hacía que la historia fuera pasando de un personaje a otro. Y esto le servía para un fin satírico. Por ejemplo, tenemos un capítulo es-crito por uno de los personajes. Ese personaje cuenta que él aca-ba de conversar con Fulano de Tal, a quien él impresionó mucho por la agudeza y profundidad de lo que dijo. Y luego pasamos al otro capítulo, escrito por el interlocutor, y en ese capítulo vemos que acaba de hablar con el autor del otro capítulo, y que el otro lo aburrió extraordinariamente con las imbecilidades que dijo. Es decir, hay un juego de contrastes y de sátira.
Ahora, Browning toma este método de las diversas personas que cuentan el cuento, pero no lo usa sucesivamente. Es decir, un personaje no le pasa el cuento a otro. Cada personaje cuenta su historia, que es la misma historia, desde el principio hasta el fin. Y la primera parte está dedicada por Browning a Elizabeth Barrett, que había muerto. Y al final le dice: "Oh, lírico amor, mitad ángel, mitad pájaro, toda una maravilla y un incontenible deseo". Y dice cómo a veces él ha mirado el cielo y le ha pareci-do ver un lugar en que el azul del cielo es más azul, es más apa-sionado, y pensaba que ella podía estar ahí. Recuerdo los prime-ros versos: "Ah, lyric Love, half angel, half bird, and all a won-der, and a wild desire". Y luego tenemos el primer canto del poe-ma, titulado "Half Rome". Y ahí tenemos los hechos, los hechos contados por un individuo cualquiera que ha visto a Pompilia — Pompilia es la mujer asesinada—, ha quedado impresionado por su belleza, y está seguro de la culpa, de la injusticia del asesina-to. Luego tenemos otro capítulo, que se titula "Half Rome" también, "Media Roma". Y ahí la misma historia está referida por un señor, un señor que ya tiene cierta edad, que se la cuenta a su sobrino. Y le dice que el conde, al matar a su mujer, ha obra-do con justicia. Y él es un partidario del conde, del asesino. Des-pués tenemos "Tertium quid", "tercero en discordia", y este per-sonaje cuenta la historia, y la cuenta con lo que él cree que es im-parcialidad: que la mujer tenía su parte de razón, que el matador tenía su parte de razón también. Cuenta la historia con tibieza.
Tenemos después la defensa del sacerdote. Después tenemos la defensa del conde. Y luego tenemos lo que dicen el fiscal y el defensor. El fiscal y el defensor usan un dialecto jurídico, y es como si no hablaran del asunto: están continuamente detenidos por escrúpulos judiciales. Es decir, hablan, digamos, fuera de la historia.
Y luego hay algo que puede ser lo que la mujer hubiera di-cho. Al final tenemos una especie de monólogo del conde, que ha sido condenado a muerte. El conde ya aquí abandona sus subterfugios, sus mentiras y cuenta la verdad. Cuenta cómo él ha sido torturado por los celos, cómo su mujer lo ha engañado, có-mo ella fue cómplice en el engaño inicial. Él creía que al casarse con ella se casaba con una mujer de dinero. Lo han engañado, y ella es cómplice de ese engaño. Y mientras él va diciendo estas cosas va amaneciendo. Y ve con horror la luz gris de la mañana. Vienen a buscarlo para llevarlo a la horca. Y entonces él conclu-ye con estas palabras: "Pompilia, ¿vas a dejar que me asesinen?" —dice él, que la ha asesinado a ella—. "Pompilia, will you let them murder me?" Y luego al final habla el Papa. El Papa repre-senta aquí la sabiduría y la verdad. El Papa cree que es justo que el asesino sea ejecutado. Y luego tenemos algunas reflexiones de Browning.
Ahora, yo he comparado a Browning con Kafka.  Ustedes recordarán aquel poema, "Temores y escrúpulos", que he exami-nado al principio, ese poema sobre la ambigüedad de las relacio-nes del creyente con Dios. El creyente reza, pero no sabe si hay un oyente, un interlocutor. No sabe si hay un diálogo realmen-te. Pero en este libro —y ésta es la diferencia fundamental entre Browning y Kafka— Browning lo sabe. No está simplemente jugando con su imaginación. Browning cree que hay una verdad; Browning cree que hay o no hay un culpable. Él cree, es decir que siempre lo atrajo la ambigüedad del misterio esencial de las reacciones humanas y el Universo, pero Browning creyó en una verdad; Browning escribió este libro, Browning imaginó, Brow-ning recreó este episodio criminal, para llegar a investir una ver-dad. Y creyó haber llegado a ella usando, desde luego, ese metal que él llamaba más bajo, el metal de la aleación con el oro, el me-tal de su imaginación.
Browning fue esencialmente un optimista. Hay un poema de Browning titulado "Rabí Ben Ezra".  El rabino Ben Ezra fue un rabino español,  y dice Chesterton que es típico de Browning que, cuando éste quiso decir su verdad final sobre el mundo, so-bre el hombre, sobre nuestras esperanzas, puso esa verdad en boca de un oscuro rabino español de la Edad Media, un rabino olvidado, del cual apenas si sabemos que vivió en Toledo y des-pués en Italia, y se quejó siempre de su mala suerte. Dijo que él tenía tan mala suerte que si él se hubiera puesto a vender velas, el sol no se hubiera puesto nunca, o si él se hubiera puesto a ven-der mortajas, los hombres hubieran sido bruscamente inmorta-les. Y Browning pone en boca de este Rabí Ben Ezra el concep-to al cual llegó sobre el mundo. El concepto de que todo lo que no logramos en la Tierra lo lograremos —o acaso lo estamos lo-grando— en el Cielo. Y él dice que lo que nos pasa a nosotros, lo que nosotros vemos, es como el arco de una circunferencia. Nosotros vemos apenas un fragmento o un arco siquiera muy leve, pero la circunferencia, la felicidad, la plenitud, existe en al-guna otra parte y existirá también para nosotros. Y Browning llega también al concepto de que la vejez no es simplemente una declinación, una mutilación, una pobreza. La vejez es una pleni-tud también, porque en la vejez entendemos las cosas.  Y él lle-gó a creer en esto. Este poema es otro de los grandes poemas de Browning, y concluye con esta idea: que la vejez sea la perfec-ción de la juventud.
Había empezado con la metáfora del arco trunco y del círcu-lo pleno y total. Hay una vasta bibliografía sobre Browning. Hay una enciclopedia hecha sobre Browning,  con explicacio-nes muchas veces absurdas de los poemas. Dice por ejemplo que el poema "Childe Roland to the Dark Tower Came", "Childe Roland a la torre oscura llegó", es un poema contra la vivisec-ción.  Hay otras explicaciones absurdas. Pero quizás el mejor li-bro sobre Browning, un libro de agradabilísima lectura, es un li-bro que Chesterton publicó en la primera década de este siglo, en el año 1907 o 1909, creo, y que figura en la admirable serie "English Men of Letters"  Y leyendo una biografía de Chester-ton, escrita por su secretaria, Maisie Ward,  leí que todas las ci-tas de Browning que hace Chesterton en el libro estaban equivo-cadas. Pero estaban equivocadas porque Chesterton había leído tanto a Browning que lo había aprendido de memoria. Y lo ha-bía aprendido tan bien que no había sido necesario para él con-sultar la obra de Browning una sola vez. Y se había equivocado precisamente porque lo conocía.  Es una lástima que el correc-tor de la serie "English Men of Letters", Leslie Stephen,  padre de Virginia Woolf, haya restablecido el texto original. Hubiera sido interesante comparar cómo son los versos de Browning en el texto original y cómo aparecen en la edición de Chesterton. Desgraciadamente fueron corregidos, y en el libro impreso tene-mos el texto de Browning. Hubiera sido muy lindo saber cómo Chesterton transfiguró en su memoria —la memoria también es-tá hecha de olvidos— los versos de Browning.
Tengo una especie de remordimiento. Me parece que he sido injusto con Browning. Pero con Browning sucede lo que sucede con todos los poetas, que debemos interrogarlos directamente. Creo sin embargo haber hecho lo bastante para interesarlos a us-tedes en la obra de Browning. La lástima es, como ya dije, que Browning escribió en verso su obra. Si no, sería reconocido aho-ra como uno de los grandes novelistas y como uno de los cuen-tistas más originales de la lengua inglesa. Aunque si lo hubiera hecho en prosa hubiéramos perdido también mucha admirable música. Porque Browning dominó el verso inglés. Lo dominó tanto como Tennyson, como Swinburne o como cualquier otro. Pero es indudable que para un libro como The Ring and the Book, un libro que consta de la misma historia repetida muchas veces, hubiera sido mejor la prosa. Lo curioso de The Ring and the Book, al cual vuelvo ahora, es que aunque cada personaje cuenta los mismos hechos, aunque no hay ninguna diferencia en cuanto a lo que refiere, hay una diferencia fundamental en lo que corresponde a la psicología humana, y es el hecho de que cada uno de nosotros se cree justificado. Por ejemplo, el conde admi-te que es un asesino, pero la palabra "asesino" es una palabra de-masiado general, y esta convicción la tenemos leyendo otros li-bros. Si leemos, por ejemplo, Macbeth, o si leemos Crimen y cas-tigo —o como creo que se llama en el original, "Culpa y expia-ción"— de Dostoievsky, no sentimos que Macbeth o que Ras-kolnikov sean asesinos. Esa palabra es demasiado franca. Vemos cómo los hechos los han ido llevando a cometer un asesinato, lo cual no es lo mismo que ser un asesino. ¿Acaso un hombre que-da agotado por lo que ha hecho? ¿Acaso un hombre no puede cometer un crimen, y no puede acaso su crimen estar justifica-do? El hombre ha sido llevado a su ejecución por miles de cir-cunstancias. En el caso de Macbeth, por ejemplo, tenemos en la primera escena a las tres brujas, que son tres parcas también. Es-tas brujas le profetizan hechos que ocurren. Y entonces Mac-beth, al ver que esas profecías son justas, llega a pensar que tam-bién ha sido predestinado a asesinar a Duncan, su rey, y luego a cometer los otros asesinatos. Y lo mismo ocurre en The Ring and the Book: ninguno de los personajes miente, pero cada uno de los personajes se siente justificado. Ahora, Browning cree que hay un culpable final, que ese culpable es el conde, aunque él cree que está justificado por las circunstancias que lo han lleva-do al asesinato de su mujer.
Y Chesterton en su libro sobre Browning habla de otros grandes poetas, y dice que Homero puede haber pensado por ejemplo: "Yo les diré la verdad sobre el mundo, y les diré la ver-dad basándome en la caída de una gran ciudad, en la defensa de esa ciudad", e hizo la Ilíada. Y luego otro poeta, cuyo nombre ya hemos olvidado, dice: "Yo les diré la verdad sobre el mundo, y la diré basándome en lo que sufrió un hombre justo, en los re-proches de sus amigos, en la voz de Dios que baja desde un tor-bellino", y escribió el Libro de Job. Y otro poeta pudo decir: "Yo les diré la verdad sobre el mundo, y la diré describiéndoles un viaje imaginario o visionario por el Infierno, el Purgatorio y el Paraíso", y ese poeta es Dante. Y Shakespeare pudo haber pen-sado: "Yo les diré la verdad sobre el mundo narrándoles la his-toria de un hijo que supo, por la revelación de un espectro, que su madre había sido una adúltera y una asesina", y escribió Hamlet. Pero lo que Browning hizo fue más extraño. Dijo: "He buscado la historia de un proceso criminal, una historia sórdida de adulterio, la historia de un asesinato, una historia de menti-ras, de impostores. Y basándome en esa historia, sobre la cual to-da Italia habló, y la cual toda Italia olvidó, yo les revelaré la ver-dad sobre el mundo", y escribió El anillo y el libro.
En la próxima clase hablaré del gran poeta inglés de origen italiano Dante Gabriel Rossetti, y empezaré describiendo su trá-gica historia personal. Y luego veremos dos o tres de sus poemas, sin excluir algunos de sus sonetos, esos sonetos que han sido considerados quizá los más admirables de la lengua inglesa.

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